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XXXVIII. Verdades (segunda parte)


Renee Belrie
Colonia 22


Después de unos minutos decidiendo, Renee terminó compartiendo habitación con Wivenn. Eliott y Kybett. Hazz y Priss. Aprell solo. La primera persona en su lista para compartir habitación era Eliott, sin embargo, él ni siquiera la miró mientras charlaban en equipo para ver quién dormía con quién. Además, fue el primero en decir que quería dormir con Kybett, después Hazz declaró que ella estaría con Priss —todos sabían que no quería perderla de vista— y por último Aprell dijo que quería dormir solo. Se veía bastante afectado por algo, así que Renee no se atrevió a insistirle para dormir con él en vez de Wivenn. Dedujo que si Wivenn hubiese querido matarla, lo habría hecho una de las tantas noches que pasaron en la isla, incluso la primera, donde también durmieron juntos por algunas horas antes de que Bemmy y Neffan los recibieran.

—Puedo pedirle permiso a Siura para dormir en su sala, si quieres —sugirió Wivenn.

Renee se encontraba de pie a un lado de la cama. Ya se había quitado el calzado y Siura les había ofrecido ropa mucho más cómoda que un vestido. Durante todo el tiempo que Renee estuvo en el baño dentro de la habitación se mantuvo en silencio mientras se retiraba el maquillaje del rostro y cambiaba su vestuario. Wivenn tampoco había comentado nada hasta Renee salió del baño y se quedó inmóvil sin meterse a la cama.

—No es... necesario —murmuró Renee en respuesta.

Wivenn estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera. Renee detalló su rostro, intentando relacionar su rostro con el de un asesino. No pudo. Aquellas mejillas regordetas, similares a las de un niño, no podían pertenecerle a un asesino. Aquellos labios finos que siempre dibujaban una sonrisa traviesa no podían pertenecerle a un asesino. Aquellos pequeños ojos castaños, pero que demostraban tanta empatía y bondad, no podían pertenecerle a un asesino.

Wivenn no podía ser un asesino.

—¿Entonces no te incomoda dormir conmigo después de saber que fui parte de los Nadie? —inquirió él con un ligero tono divertido.

Renee se encontraba totalmente incómoda con la idea de dormir en la misma cama que él. La cama era grande, claro, pero no lo suficiente como para que ella se sintiera segura. Aunque tampoco deseaba echarlo de la habitación. Renee no quería comportarse de mala manera con él, no entendía su propia razón porque no aún no terminaba de creer que Wivenn fuera quien decía ser.

—De acuerdo. —Wivenn suspiró ante el silencio de Renee. —Puedo contarte a qué se refería Siura con mi relación a los Nadie, si te parece. Quizá te sientas más tranquila. —Wivenn se inclinó un poco hacia Renee, provocando que ella diera un paso atrás. —Eres mi amiga, Ren, no me gusta que me temas. Yo soy el mismo Wivenn de hace una hora, el mismo de hace una semana y el mismo que te ayudó con tu hombro dislocado el día después que llegaste.

Una gran parte de Renee le creía, porque sabía que nadie era tan buen actor como para fingir buena voluntad por tantos días. Sin embargo, nunca antes había conocido un asesino, así que quizás había asesinos con buenos corazones. Nada parecía tener lógica ya.

Ante la nula respuesta de Renee, Wivenn prosiguió:

—¿Puedes... sentarte? —pidió amablemente. Renee tardó unos segundos en aceptar. Se sentó a la esquina contraria de Wivenn, manteniendo su distancia. —Escucha, sé que esto de los Nadie puede parecer algo malo, pero yo no formé parte de los Nadie de la forma tradicional. No soy un asesino, lo prometo. —Renee frunció el ceño. No sabía de ningún miembro de los Nadie que no fuese asesino. —Mi trabajo en la organización viene desde un par de generaciones atrás. Es casi herencia familiar. Yo fui el primero en romperla. Soy médico, Ren, hice un juramento. Mi deber es salvar vidas, no arrebatarlas cada vez que el gobierno me lo ordene. Así que eso era lo que hacía en los Nadie: trabajar como médico.

—¿Tu familia... es parte de los Nadie? ¿Por qué? —Renee intentó no sonar tan desconfiada.

Wivenn suspiró, encogiéndose de hombros.

—Salvas la vida de un asesino cada vez que está herido y el gobierno te paga muy bien. Demasiado bien. A mi familia le gustó ganar dinero, hacerse rica... —Negó con la cabeza, avergonzado. —Así que continuaron con el trabajo. Yo tenía once años cuando curé al primer asesino de una herida de bala. No sabía en lo que me metía porque no me importaba, solo quería ayudar. Al cumplir quince me salí de esa red, no podía soportar salvar a personas que mataban. A partir de ese momento dejé de cobrar por mis servicios, me siento demasiado culpable por lo que hacía, así que soy voluntario en algunos hospitales de la Colonia Diez. Trabajo en el área de urgencias. Me gusta pensar que Dios ve lo que hago y que me esfuerzo al máximo para no permitir que más vidas se pierdan, que sabe que yo no sabía lo que hacía hasta que un día pregunté.

Renee se ablandó. Se acercó a él para tomarlo de la mano, se veía verdaderamente arrepentido. Wivenn no era un asesino y nunca lo fue. Un nudo en el pecho de Renee se desató al comprender que se trataba de un malentendido.

—Wiv, estabas haciendo tu trabajo —consoló Renee, explicándole a él y a sí misma a la vez—. Ayudabas a personas. Aún las ayudas. Ese eres tú. Saber o no si son asesinos no importa porque tu intención siempre fue ayudar. Te aseguro que si yo lo sé, entonces tu dios también. Tenías razón en decirme que eras el mismo Wivenn de siempre, lo siento. Yo... no lo sé, estas últimas semanas he pasado por tanto que mis valores y emociones han estado algo confusas últimamente.

Wivenn le restó importancia. Sonrió y dio un corto apretón a la mano de Renee.

—Lo sé. Lo he visto. Has cambiado en este par de semanas. Es bueno. —Wivenn asintió. Renee frunció el ceño con una sonrisa confundida. Ella no sentía que hubiese cambiado en absoluto. —No preguntes cómo lo sé, yo solo lo sé. Se me da bien notar los detalles en los demás.

Renee rio. Soltó la mano de Wivenn y decidió dejar pasar el tema. Había vuelto la confianza que había tenido en él antes de conocer a Siura. Había sido una explicación demasiado fácil y corta. Se alegraba de que Wivenn no fuera tan parecido al resto del equipo, quien parecía tener más secretos que pistas sobre la cura. Porque, aunque hubiese ocultado ese dato sobre él, al menos le había respondido con la verdad a Renee y eso ella no lo recibía muy a menudo estando alrededor de Hazz o Eliott.

—Oye, Wivenn —murmuró ella mientras se acomodaba en la cama junto a él. Ninguno se encontraba acostado, tan solo recargando su espalda contra la cabecera de la cama. —¿Por qué estás en busca de la cura?

Renee solo conocía las razones de ella misma y de Aprell —que se resumían a seguir a Hazz— para buscar la cura. La combinación en el equipo no era nada común. La mayoría pertenecían a familias adineradas, de colonias donde tienen recursos para atender la Zeta incluso sin la cura. La curiosidad de Renee no se pudo contener más.

Wivenn giró la cabeza para verla.

—En la Colonia Diez hay muchos pacientes con Zeta —respondió con lástima—. En mi tiempo libre me gusta recorrer los hospitales, hablando con los pacientes que tienen ganas de charlar. Unos tienen historias fascinantes, ¿sabías? —Sonrió. —Y en cuanto Hazz se presentó un día en el hospital ofreciéndome un puesto aquí, yo tengo que admitir que dudé porque se escuchaba arriesgado. Después conocí a Kybett y entonces ya hubo dos razones para acompañar a Hazz en la misión: curar a mis pacientes con Zeta para que vivan más experiencias como las que me cuentan de antes de que se infectaran... y pasar tiempo con Kybett. Esa mujer es lo mejor que me pudo pasar. —Renee no comprendió cuando Wivenn sonrió con tristeza, aunque no preguntó al respecto. —Casarme con ella es un sueño que no sabía que tenía hasta que la conocí.

Renee sonrió con ternura. Ella aún tenía la creencia de que ambos eran demasiado jóvenes para casarse, sin embargo, sabía que no era nadie para opinar sobre sus decisiones. Wivenn se veía verdaderamente enamorado de ella, así como Kybett de él.

—¿Ella sabe sobre tu trabajo en los Nadie? —preguntó Renee con preocupación. —¿Sabe que no eres un asesino?

Wivenn negó con la cabeza.

—Me siento muy avergonzado de lo que mi familia hace para ganar su fortuna, así que nunca se lo dije a Kybett. Ha de pensar lo peor de mí en estos momentos.

Renee se inclinó hacia adelante para hablar.

—Pues habla con ella. Se van a casar, Wivenn, tienes que decírselo.

Fue como si hasta ese momento no se le hubiera ocurrido esa idea a Wivenn. De inmediato tomó la misma postura que Renee, preparándose para salir de la cama.

—Tienes razón. ¿Por qué sigo aquí? —se preguntó a sí mismo.

Renee rio y lo empujó levemente por la espalda para que se diera prisa. Kybett y Eliott estaban en la habitación contigua, Wivenn no tardaría en llegar con ellos. Él ya estaba cumpliendo la promesa de Siura.

Cuando salió de la habitación, un silencio inundó el ambiente. Nada escalofriante, del tipo de silencio que ayudaba a pensar. Renee volvió a recargarse sobre la cabecera de la cama, sin tener ganas de irse a dormir.

Repasó su día como si tuviera que hacerlo para comprenderlo del todo. El desayuno, la noticia de Kybett y Wivenn, su discusión con Hazz, su charla con Eliott, otra charla que tuvo con Priss al momento de que la maquillaba y vestía, la fiesta, Merggy, Eonné, la Condena, Eliott de nuevo, Siura... Renee sentía que las cosas estaban sucediendo demasiado rápido. Demasiado increíble.

A pesar de que todo la abrumaba, intentó concentrarse en lo que parecía más fácil de resolver en ese momento: Eonné. Aunque Hazz no les había explicado mucho sobre quién era ella, Renee había adivinado algunos datos por su cuenta. Suponía que tanto Eonné como Siura tenían que ver con la cura, y, justo como Hazz había dicho, con el Proyecto Guardián, cuyo nombre fue mencionado algunas veces en las últimas páginas del Expediente 512.

Por lo que había entendido, el Proyecto Guardián incluía a personas con habilidades sobresalientes y ganas de ayudar al mundo. Se había creado años atrás, pero Renee no sabía si seguía activo. Varias personas alrededor del mundo fueron nombradas Guardianes para encargarse de proteger distintos objetos que podían destruir o ayudar a la humanidad, dependiendo de cómo fuesen utilizados. En ningún momento del Expediente 512 se mostraban nombres de Guardianes o de los objetos a proteger, sin embargo, a Renee le había quedado claro que el libro y el Códice de Zeemett formaban parte del proyecto.

Renee había comprendido que Eonné estaba relacionada a ello cuando Hazz le preguntó por Siura. Además, había mencionado a Bemmy. Al parecer todos los conocidos de Renee parecían estar relacionados con un misterio familiar. Porque finalmente todo trataba de eso, de la familia Belrie. Ellos habían sido los creadores del Expediente 512, el Códice de Zeemett y el Proyecto Guardián. Probablemente la cura también. Lo único que no terminaba de convencer a Renee era si en realidad habían hecho la cura o solo la habían encontrado, y en cualquiera de los casos, ¿por qué no la habían utilizado con su padre?

Rebuscó en su memoria de la niñez para encontrar alguna pista. Todo en su mente pasaba como una película a gran velocidad. Renee tenía que distinguir entre lo que había pasado en realidad y lo que había sido producto de su imaginación, ya que los niños muchas veces exageraban los acontecimientos con ayuda de su creatividad o miedo. Entre todo el cambio de memorias, Renee escuchó la voz de su padre explicándole que leer su diario era de mala educación porque era privado, también escuchó la voz de su madre diciéndole que nunca iban a visitar a su familia materna porque en realidad no tenían. Yuscca Belrie no tenía hermanos y sus padres habían fallecido, para variar, por Zeta. La única familia que Renee pensaba que le quedaba era por la parte paterna, pero después descubrió que sus abuelos estaban muertos y que su padre había sido hijo único. Su madre y hermano eran toda la familia que le quedaban.

No había manera de que su padre supiera la existencia de la cura. La habría utilizado en él. Eso quería pensar Renee. Aún no comprendía muy bien cómo relacionar el códice con el libro ya que los dibujos y las palabras no tenían mucho que ver unos con los otros, sin embargo, ahí sí parecía que debían unirse de alguna manera. Se preguntó si ese era el punto donde su padre se había quedado varado. Tal vez por eso no había hallado la cura, porque no conocía el códice. Pero, reapareció una pregunta que llevaba mucho tiempo en la mente de Renee: ¿cómo era que su padre no podía saber la existencia de Códice de Zeemett si era su propio padre quien lo había inventado? En sus diarios habló del Expediente 512, jamás del Códice de Zeemett.

Entonces Renee llegó a la memoria que había recordado cuando Hazz le había confesado que sabía qué era el Códice de Zeemett.

"Sí, bueno... mi padre siempre me decía que era terrible en este juego", el mayor de los Belrie se rindió, sentándose a un lado de Renee.

Renee para ese momento ya había escuchado muchas historias de quién había sido el abuelo Zeemett. Así que preguntó: "¿Papi? ¿Por qué el abuelo no viene a jugar con nosotros? Podrías invitarlo un día. Quiero conocerlo".

Su padre soltó una risa baja. Tomó a Renee por la cintura y la sentó en su regazo. Renee aún recordaba cómo se sintió cuando pasó una mano por su mejilla para recoger uno de los tantos mechones de cabello que ya le llegaban la espalda baja. Ese sentimiento de paz, seguridad y amor no lo había experimentado en bastante tiempo.

"¿Recuerdas que te dije que el abuelo tenía un dibujo?" Renee asintió ante las palabras de su padre, "El dibujo no le gustó a Los Nadie. Y eso provocó que se llevaran a mi padre muy lejos de aquí".

Renee era tan pequeña que por su mente no pasó la idea de que lo habían asesinado.

"¿Y no les enseñó el libro, papi?" insistió Renee en medio de un puchero. Desde esa edad fue alguien que no podía esconder sus sentimientos. "Dijiste que el libro completaba el dibujo. ¿Aún así no les gustó?"

"Tu abuelo sabía que si les enseñaba el libro la cosa iba a resultar más fea" negó su padre con dulzura. "Además, recuerda que el libro no era suyo, cielo. Era de su hermano"

Su hermano.

Renee no había comprendido ese fragmento hasta el momento. Hazz la había interrumpido la primera vez que Renee lo había recordado, así que no le había dado importancia. Pero entonces el rompecabezas de secretos comenzó a tomar forma.

Zeemett Belrie —o Jaspen, Renee por más que intentaba no lograba recordar esa parte de su historia familiar— tenía un hermano. En el recuerdo, el padre de Renee decía que el abuelo era quien tenía el dibujo, haciendo referencia al códice, y que su hermano tenía el libro. Los Nadie habían matado al abuelo de Renee por su códice, pero no recordaba si su padre alguna vez le había dicho cómo había muerto el otro abuelo.

Si lo pensaba bien, entonces ya algo de los diarios de su padre tenía sentido. Él no investigaba el códice porque su propio padre lo había hecho, así que seguramente ya tenía las respuestas. Él investigaba el libro porque su tío lo había hecho, entonces era menos probable de tener las respuestas.

Un misterio menos, decenas por resolver.

A Renee le comenzó a doler la cabeza por pensar todas las posibles respuestas al códice. El Expediente 512 había explotado junto con la nave, así que esas páginas que le había faltado por leer ya estaban en el olvido. Todo lo necesario para resolver el Códice de Zeemett ya lo tenía en la mente, solo no encontraba la manera de fusionarlo para que tuviera sentido. Si se unían algunos patrones del libro con algunos símbolos del códice se llegaban a formar palabras como "océano" o "perdido". Sin embargo, no había patrones suficientes para descifrar tantos símbolos. Renee tenía que encontrar otra manera.

En su intento por relajarse, pensó en lo siguiente que estaba atormentando su cabeza: Eliott. Él llegaba a confundirla muchas veces, aunque en su mayoría para bien. La primera vez que lo vio fue desde detrás de un contenedor de metal, justo antes de ser atrapada e interrogada por Hazz. Supuso que desde ahí ella había desarrollado un miedo por Hazz, no obstante, no comprendió por qué no había desarrollado el mismo miedo hacia Eliott si él también participó en eso. Probablemente la respuesta se encontraba entre los aspectos que diferenciaban a Eliott de Hazz, como, por ejemplo, que él la escuchaba.

Renee habló por horas con Eliott en su tiempo en la isla. Era su manera de hacerle entender que él podía confiar en ella. Eliott no siempre respondía, no obstante, Renee sabía que la escuchaba a pesar de su desinterés.

Lo que sabía de él era poco comparado con lo que él ya sabía de ella. Sabía que provenía de una familia adinerada, que sabía más idiomas de los que una persona normal querría aprender, que era hijo único, que pocas veces salía de casa porque estudió allí mismo y que no estaba acostumbrado a tomar sus propias decisiones. Siempre acataba a Hazz sin rechistar, estaba acostumbrado a seguir órdenes. Podía oficiar bodas, al parecer. Además de saber leer algunos comportamientos en él, eso era un resumen muy exacto de lo que ella conocía de Eliott. Prácticamente nada.

Y aún así le gustaba. No sabía cómo o por qué, pero le gustaba. Con Aprell y Neffan se había enamorado porque ambos la había tratado bien desde el principio. Renee identificó un problema en sí misma cuando se dio cuenta de que literalmente se enamoró de los primeros chicos que la trataban bien. Con razón habían sido un fracaso sus relaciones.

Sin embargo, con Eliott era distinto. La atracción tardó en llegar. No se había enamorado de él porque fuese tierno con ella, él nunca lo fue. Renee se había enamorado de Eliott porque él no la había tratado distinto. Aprell la trataba como algo que en cualquier momento podía romperse y Hazz como algo que aún no mataba solo porque le era útil. En cambio, Eliott la trataba como persona, nada más. Incluso la consideraba inteligente, y fuerte, se lo dijo en una de sus clases. Lograba hacer sentir a Renee como que se conocían de toda la vida aún sin conocerse del todo. Con nadie más se había sentido así.

Renee salió de sus pensamientos cuando escuchó una puerta cerrarse en la habitación donde se suponía que estarían Wivenn, Kybett y Eliott. Habían pasado solo un par de minutos desde que se había quedado sola en la habitación. No le fue difícil deducir quién salió por la puerta.

Cuando Eliott pasó caminando por el pasillo, se detuvo al ver que Renee lo observaba. No dijo nada por unos segundos. Metió las manos en los bolsillos de su nuevo pantalón y se recargó en el umbral de la puerta. Renee lo notó tenso a pesar de sus esfuerzos por mostrarse relajado.

—Ese es más tu color —bromeó Renee, señaló con la barbilla todo el conjunto negro que vestía Eliott, similar al que utilizó la primera vez que se conocieron y que utilizaba casi a diario—. Te veías raro en blanco y plateado.

A pesar de haber admitido numerosas veces a sí misma sus sentimientos por Eliott, Renee no pensaba hacer nada al respecto. Fuese cual fuese la razón por la que Hazz y Eliott se casarían, a ella no le gustaría estar en medio de un evento tan importante. La hija de la presidenta de la Colonia Tres seguramente tendría un enorme festejo por su boda y no querría a la Espía en él.

Justo después de pensar eso, Renee cayó en cuanta de algo sobre Eliott. Otro rompecabezas comenzó a armarse mentalmente. Uno en el que debió pensar tiempo atrás. Estuvo por mencionarlo, pero Eliott habló primero.

—Lo sé. Me sentí incómodo. —Avanzó hacia la cama.

Renee sonrió, feliz porque él no la estaba ignorando como lo había hecho minutos antes, cuando decidieron las parejas para las habitaciones. Mientras una idea extraña se formaba en su mente, siguió hablando como si nada.

—No se notó. —Renee ladeó su cabeza para invitarlo a sentarse en la cama. Él aceptó. —Hasta vi que tú hiciste una de esas cosas raras que la gente nunca hace... ¿cómo se llaman? —Renee fingió pensar mientras él se acomodaba en la misma posición que Wivenn había estado. —Oh, ya. Sonrisas.

Eliott la miró con una ceja alzada. Renee dejó escapar una risa.

—Es parte del acto, Belrie. —Eliott negó con la cabeza. —Unas personas pueden actuar ebriedad, otras podemos actuar sonrisas. En los eventos sociales es obligatorio sonreír si no quieres que te tomen por raro. Y ahí necesitábamos no llamar la atención de nadie.

—Yo solo decía. —Renee alzó sus manos en inocencia al ver que Eliott le lanzó toda una explicación sobre su actuación. —Las sonrisas te quedan bien, ¿sabías? Deberías hacerlo más a menudo.

Eliott se encogió de hombros.

—Tú ya haces ese trabajo por mí, Ren. Siempre sonríes.

Eso hizo sonreír más a Renee.

—No lo hago todo el tiempo. Generalmente cuando estoy contigo —se sinceró.

—¿Por qué?

—Bueno, ¿por qué más? Me haces feliz.

Eliott desvió la mirada. Renee supo que había echado a perder el momento. Estar enamorada hacía que no midiera sus palabras. En realidad nunca lo hacía. Tenía que aprender a callarse, sobre todo con Siura en la misma casa que ella. No se sabía de lo que esa mujer podía ser capaz de decir.

—Lo siento —se disculpó Renee, cerrando los ojos por la vergüenza—. A veces no pienso mucho las cosas cuando las digo. Hoy ha sido una muestra total de ello.

Renee escuchó a Eliott suspirar. Había suspirado mucho últimamente. Renee abrió los ojos, preocupada. Eliott la estaba mirando de nuevo.

A esa cercanía Renee lograba ver los pequeños rasguños en que había el rostro por protegerla después de que despertara a mitad de un ataque de la Condena. Él siempre se había encargado de protegerla. Eliott no era de los que daban su vida por cualquiera. Aunque ese pensamiento pudiera ser romántico, era todo lo contrario. Renee no lo entendió hasta ese momento. Algo en ella se rompió.

—¿A veces? —bromeó Eliott con un atisbo de sonrisa.

—Casi nunca pienso las cosas cuando las digo. —Rio Renee.

—No tienes que disculparte por eso —añadió, serio.

Renee negó con la cabeza, sin saber qué contestar. Dejó de mirarlo a los ojos para fijar su atención en el resto de su rostro. Eliott era atractivo, sin dudas. Su mandíbula marcada y nariz delgada le daban ese aire de madurez. El cabello negro y las cejas gruesas añadían el toque de elegancia con el que hacía todo. A pesar de que ya no tenía maquillaje, llamaba la atención naturalmente.

Cuando Renee regresó su mirada a sus ojos, notó que él había estado haciendo el mismo estudio físico con Renee. Se preguntó si él pensaba que ella era tan atractiva como ella pensaba de él, o tan solo eran ideas infantiles de una mente enamorada.

—Tengo que decirte algo sobre mí —confesó Eliott.

Al sospechar lo que Eliott diría, la sonrisa de Renee se borró.

—No, no digas nada —pidió.

—Es importante.

—No lo digas —ordenó esta vez.

—Necesito que sepas quién soy.

—Calla.

—Por favor déjame hablar.

—No.

—¿Por qué no quieres que hable?

—Me gusta el silencio.

—Odias el silencio, Renee. Siempre hablas.

En un arrebato de impulsividad, Renee tomó a Eliott por las mejillas, mirándolo directamente a los ojos. Se mantuvo en esa posición, respirando pesadamente.

—Tienes razón —susurró—. Odio el silencio. Solo no quiero escuchar lo que me vas a decir.

Eliott no reaccionó al instante. Alternaba la vista entre los ojos de Renee. Ella pudo ver la confusión por la que él estaba pasando. Renee comenzó a liberar la presión de sus manos contra el rostro de Eliott. Ni siquiera sabía en qué estaba pensando al hacer eso.

Ya estaba por alejar sus manos, pero Eliott la detuvo.

—¿Entonces qué quieres hacer? —preguntó, manteniendo las manos de Renee sobre su rostro.

Renee tardó mucho en procesar una respuesta. Le estaba costando pensar.

No sabía si se trataba solo de su respiración o era que la de ambos había comenzado a acelerarse. El ambiente se sintió pesado. De un momento a otro olvidó por completo dónde estaban o con quién.

Renee se mareó por todo los sentimientos que estaba experimentando al momento. Había dejado de pensar claro. Su corazón y mente le estaban dictando órdenes opuestas.

Sintió cómo la distancia entre ambos cada vez se hacía más corta. No distinguió quién se acercaba a quién. Todo lo que Renee podía pensar en ese momento era los ojos de Eliott. Y sus labios. Fijó la mirada en ellos sin vergüenza alguna. La confusión fue aumentando poco a poco mientras él entreabría sus labios, mostrando que probablemente quería hacer lo mismo que Renee estaba pensando. Era tan indescriptible lo que Renee sentía en esos instantes que en algún punto del acercamiento dejó de pensar. Se quedó con una sola idea:

—Quiero que me beses —susurró, casi rozando los labios de Eliott.

Eliott la miró directo a los ojos.

—Me gusta cuando hablas sin pensar. —Hizo una pausa. —Más que eso. Tú me gustas.

Renee no tuvo tiempo para responder. En cuanto Eliott cerró la distancia entre ambos, ningún otro pensamiento pudo ocupar su mente.

Sus labios parecían encajar a la perfección. Renee no era inexperta en besos, y claramente Eliott tampoco. No hubo incomodidad ni tropiezos. Al principio todo fue deprisa por las ansias que al parecer ambos habían estado guardando desde días antes. El beso era acelerado, como si lo hubiesen estado esperando por tanto tiempo que decidieron no perder más.

Una de las manos de Renee bajó por el cuello de Eliott, rodeándolo por la nuca, la otra se quedó en su mejilla. Eliott no tardó en reaccionar y colocó sus manos en la espalda baja, tirando de ella para acercarla aún más. A Renee le tembló su mano por explosión de emociones que Eliott le hizo sentir con una sola acción.

El beso estaba siendo distinto a cualquier otro que Renee había dado o recibido. Nunca antes había sentido tanta necesidad de estar cerca con otra persona, y que además fuese recíproca. Eliott le hacía sentir cosas nuevas con cada toque que daba. Una de sus manos se mantenía inmóvil, presionando a Renee contra él, y la otra le acariciaba la cintura con dulzura. Era la combinación perfecta. Ellos eran la combinación perfecta.

El beso comenzó a bajar de ritmo. Ambos se relajaron hasta tal punto que el beso pasó de ser desesperado a tierno. A pesar de que todo era más lento, Renee sentía sensaciones similares a una descarga eléctrica en la zona donde Eliott acariciaba. Estaba feliz, no solo por el beso, sino también porque él había admitido sentir lo mismo por ella. Demasiado feliz. No podía evitarlo. No pudo evitar enamorarse de él, mucho menos cuando se sentía tan bien besándolo. Renee se sentía en el lugar correcto con la persona indicada a pesar de lo que descubrió segundos antes. Tuvo la sensación de que ese beso estaba sellando permanentemente lo que sentían por el otro. Lo cual, hasta cierto punto, era peligroso.

Renee terminó el beso con una sonrisa. Al abrir los ojos, también encontró a Eliott sonriendo, solo que de manera más moderada. No fue una sonrisa fingida como la de la fiesta. Fue una sonrisa verdadera, relajada, denotando alegría. Renee ensanchó su sonrisa al saber que había sido por ella.

—¿Ves? Siempre sonríes. —Eliott posó su frente contra la de Renee, controlando su respiración.

Renee rio.

—Te lo dije, Geest. —Rozó su nariz con la de él. —Es porque me haces feliz.

El momento iba perfecto hasta que escucharon a alguien toser. Ambos se separaron enseguida, evitando cualquier contacto entre ellos. Giraron sus cabezas hacia la puerta, identificando a Wivenn y Kybett tomados de la mano. Kybett daba pequeños saltos de alegría con una sonrisa tan amplia que daba miedo, mientras que Wivenn solo sonreía con diversión, como si hubiera atrapado a dos niños haciendo travesuras.

Renee se aclaró la garganta, mirando a cualquier lado de la habitación menos hacia donde se encontraba la próxima pareja de casados. Jugueteó con su cabello, sintiendo la realidad cayendo sobre ella. Sabía que Eliott escondía de ella una verdad que no le agradaría. Incluso, uniendo algunos hilos y tirando de otros, ya sospechaba de cuál verdad se trataba. Por eso no había permitido que él hablara. Y se alegraba de haber podido disfrutar de ese momento con él antes de que las cosas se tornaran feas.

—Nosotros ya nos íbamos —anunció Kybett señalando al pasillo—. Solo quería escuchar tu lado cursi —aclaró mirando a Eliott. Renee volteó a verlo, se encontró con sus ojos llenos de irritación, apuntando a Kybett. Cosas de mejores amigos, supuso. —Además Wivenn no me creía. —Se encogió de hombros y extendió su mano: Wivenn le entregó un billete. Renee soltó una carcajada al ver que habían apostado. —Sigan con lo suyo, amigos, nosotros seguiremos con lo nuestro.

Se despidió levantando los pulgares. Desaparecieron por el pasillo, dejándolos solos nuevamente.

Eliott miró a Renee.

—¿Te importa si...? —Señaló a la puerta.

—No, no. Adelante. —Renee tosió, algo incómoda.

Sabía lo que se aproximaba. No quería enfrentarlo aún. No quería lidiar con todas las emociones negativas que conllevaba eso.

Eliott fue a cerrar la puerta, corrigiendo su error de minutos atrás. Renee se sintió nerviosa, aunque no eran de los nervios bonitos que se sentían cuando la persona que te gustaba estaba cerca. No. Eran de los nervios que se sentían cuando sabías datos sobre la otra persona que podían arruinar más que el momento. Podían arruinar toda su relación.

—Entonces —comenzó Eliott mientras retomaba su lugar— ahora mismo tenemos dos opciones. Podemos hablar o seguir besándonos. —Renee soltó una risa, intentando ignorar los nervios. Le gustaba que Eliott fuera directo. —Te dejaré la decisión, pero si requieres mi opinión, yo prefiero no hablar jamás. Besar es más fácil

Renee hizo un enorme esfuerzo por sonreír, pero no lo logró. La interrupción que habían sufrido tan solo había adelantado lo inevitable: la verdad.

—¿Estás bien? —Eliott se acercó a Renee, colocando su mano en la mejilla de ella. En cualquier otro momento, ella habría pensado que aquel acto no era típico de Eliott, sin embargo, su cabeza ya estaba ocupada pensando en una sola cosa. Renee lo tomó por la muñeca y lentamente lo alejó. Él frunció el ceño en confusión. —¿Hice algo mal?

—Hiciste un par de cosas mal. —Asintió Renee, después negó. —Pero no en el beso. El beso fue perfecto.

—¿Entonces?

Renee tomó una larga respiración antes de hablar.

—Sé quién eres.

Eliott ladeó ligeramente la cabeza. No entendió.

Sé quién eres, Eliott. —Renee repitió, intentando hacerlo entender. —Una parte de mí ya lo sabía desde el principio. Solo que... —Se aclaró la garganta. —Bueno, escuchaste a Siura: lo más probable era que ya lo sabía, lo negaba porque te... por lo que siento—se interrumpió a sí misma.

—¿Qué? —Soltó Eliott. Unos segundos después la comprensión atacó su rostro. Renee supo que él ya entendía a lo que se refería. —¿Cómo?

Renee suspiró.

—Me confesaste que venías de una familia con dinero —comenzó a explicar—. Sabes idiomas que no hay necesidad de saber porque se hablan como segundas lenguas, pero supongo que los sabes porque estás obligado a saberlo, así como debes saber defenderte, por eso eres tan bueno en ello. Kybett y Wivenn te pidieron que los casaras, es decir que tienes el poder para hacerlo —continuó—. Y dinero combinado con ese poder... tenías que ser del gobierno o la iglesia. Dado que nunca has mencionado ningún ente religioso, eres parte del gobierno. Además escuché a Hazz llamarte "príncipe" alguna vez, así como a Eonné decirte "su Alteza". —Renee pausó, preparándose para lo que iba a decir a continuación. —Provienes de la Colonia Diez, lo que quiere decir que el gobierno del que eres parte es una monarquía. Eres Eliott Haffid Geest, príncipe heredero de la Colonia Diez, comprometido por política con Hazz Soreil, hija de la presidenta de la Colonia Tres. Sé quién eres, Eliott. Sé que tú...

—No, Renee. —Él comenzó a negar antes de que Renee pudiera terminar. —Es decir, sí. Soy todo eso. Eres demasiado inteligente, debí habértelo dicho antes, lo siento. Solo que si te lo decía entonces tú sabrías que...

—¿Que tú asesinaste a mi padre? ¿Que fuiste tú quien envió esa caja con rociadores?

Eliott no respondió. Se quedó ahí, devolviéndole la mirada a Renee.

Su silencio lo confirmó.






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