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XXXIX. Verdades (tercera parte)


Eliott Geest
Colonia 22



Renee lo sabía.

Eliott estaba al tanto que tarde o temprano ella terminaría sabiendo, él había pensado en decírselo cada vez que ella hablaba sobre su padre o su hermano. Incluso esa misma noche estuvo dispuesto a hacerlo, pero ella no se lo permitió. En vez de eso, se besaron. Fue el mejor beso que Eliott pudo haber experimentado, se había sentido indestructible y vulnerable a la vez. En ningún beso, con ninguna otra persona, se había sentido así. Quería besarla de nuevo hasta que tuvieran que separarse obligatoriamente por la falta de aire. Sabía que ese sentimiento no se experimentaba con cualquiera, porque era un sentimiento especial. Uno que nunca creyó sentir.

Estaba enamorado de Renee Belrie.

Y lo había arruinado. Lo había arruinado mal.

—Explícame —demandó Renee, limpiando la solitaria lágrima que había dejado salir—. Dime por qué. Dime por qué enviaste a mi casa una caja llena de telas y rociadores de Zeta, destinada para que mi padre la abriera y con una nota que decía "Cortesía de la Décima Corona". Solo hay una Décima Corona y es la de la Colonia Diez, así que no te atrevas a negarme que fuiste tú.

Eliott no podía soportar la manera en la que Renee lo miraba, como si él hubiese destruido su mundo, lo cual había hecho, pero no con esa intención. Lo estaba mirando como si él no tuviera corazón, como si el beso entre ellos jamás hubiese pasado. Nunca antes había recibido una mirada suya tan intensa e hiriente. La dulce y sonriente Renee que él conocía se había evaporado.

Sabía que no había manera de remediar lo que Eliott había hecho, solo le quedaba acceder a las demandas de Renee para intentar compensar algo de su pasado, como siempre había hecho cada vez que le salvaba la vida a costa de la suya.

—No sé por dónde empezar, yo...

—Por el principio.

Los papeles se invirtieron. Renee se comportaba fría, distante. Eliott no la había visto actuar así antes, esa no era Renee. Eso era lo que Eliott había provocado en ella y no sabía si había manera de revertirlo.

—De acuerdo. —Eliott asintió. —Mi padre es parte de la Condena. No está al mando, pero tiene gran influencia ahí por su posición como rey. —Renee ni siquiera se sorprendió ante la noticia. Le sostuvo la mirada a Eliott, logrando que él se sintiera más culpable. —Por ello ya conocía a Neffan, así como he cruzado palabra con el padre de Hazz, alguna vez me preguntó por ella.

—Hazz no me interesa, Eliott.

—Yo recién cumplía los quince años —retomó—. Como príncipe heredero no solo voy a heredar la colonia, sino su puesto en la Condena. Renee, juro que hice todo para intentar detenerlo.

—No lo suficiente. —Ella frunció los labios.

A Eliott le hería la manera en la que Renee había comenzado a comportarse con él. Intentó no demostrarlo. Después de todo, era bueno escondiendo sus emociones. Aunque con Renee sentía que ya no tenía que hacerlo, sentía que se lo debía. Él tenía razones para haber actuado indiferente ante ella durante tanto tiempo, en gran parte era porque no quería sentir nada por Renee sabiendo lo que él mismo había provocado en su familia. Ella jamás lo perdonaría. Y él no la culpaba por ello. Ni siquiera él podía perdonarse.

—No puedes entrar a la Condena así como así —continuó—. Necesitas pasar una iniciación. La Condena siempre ha estado detrás de la cura porque ellos quieren ser los primeros en ponerla en el mercado. Así que en cuanto saben de cualquier avance, contactan a la persona que lo ha logrado y le ofrecen dinero a cambio de recibir los avances. Solo han habido tres personas en recibir esa oferta, tu padre fue una de ellas. La Condena tiene contactos en todas las colonias, en todos los pueblos. Una mujer llamada Tentta Quelrie era uno.

—¿Tentta? —El semblante de Renee cambió a reconocimiento. —¿Tentta Quelrie? ¿Nuestra vecina? Ella no... ella no nos delataría así. Siempre llevaba comida y postres deliciosos. Era amiga de la familia.

Eliott hizo una mueca de lástima, no le gustaba ser quien le dijera la verdad a Renee.

—Tentta necesitaba el dinero, Ren. Incluso desde antes de que tuviera amistad con los Belrie, ella ya había sido contratada. La Condena le ofreció lo que necesitaba y ella se dedicó a espiar a los Belrie para informar en secreto. Así que en cuanto Tentta encontró los diarios de tu padre, la Condena se encargó del resto. —Eliott desvió la mirada. —Ahí entré yo. Por más dinero que mi padre le ofreciera al tuyo, él no aceptó. Ni siquiera cuando lo... amenazamos —pronunció con dificultad, la vergüenza lo traicionaba—. Él no estaba dispuesto a entregar nada. Así que fue el turno de mi iniciación.

—Matar a mi padre fue tu boleto de entrada a la Condena —dedujo Renee con su extraño nuevo tono frío.

Eliott se mantuvo en silencio, deseando poder negarlo.

—Yo tenía quince años, Ren, no sabía lo-

—Y yo tenía catorce cuando él murió —interrumpió tajante. Le dirigió una mirada fría. —No utilices la edad como excusa, porque a los quince años ya sabes el significado de morir. Si no me crees, podemos regresar a la Colonia Veintisiete para preguntarle a mi hermano de doce años. Él conoce perfectamente la palabra morir, porque es lo que está haciendo ahora gracias a tu estúpida iniciación y es lo que ya vio que nuestro padre sufrió.

Eliott bajó la mirada. No podía reclamarle a Renee por su comportamiento. Estaba dolida y molesta. Él merecía esas palabras y otras mucho peores.

—El rey me dijo todo lo que tenía que hacer y yo... lo hice. —Bajó el tono de voz. —Ni siquiera sabía qué había dentro de esa caja. Me dijo que se la había enviado a alguien sin familia, que debía favores y ahogaba sus penas embriagándose en el primer bar que encontraba. Mi padre sabía que yo no enviaría el paquete de otra manera. —Eliott se encogió de hombros, regresando su mirada a la de Renee. —Lo olvidé por un tiempo. —La furia cruzó por los ojos de Renee. —Hasta que hace poco más de un año mi padre comenzó a incluirme en las reuniones de la Condena y entonces descubrí que yo había matado a un hombre de bien, con una esposa y dos hijos. Lo había matado de una manera dolorosa, eterna e imperdonable solo porque él estaba cumpliendo su deber como Guardián.

Renee transformó su expresión. De aquel rostro endurecido cambió a uno de sorpresa.

—¿Mi padre era un Guardián?

Eliott asintió. Había creído que Renee ya lo sabía.

—¿De qué?

Eliott se encogió de hombros, con obviedad.

—De ti.

Renee abrió los ojos, alejando cualquier rastro de molestia. Eliott no sabía si eso era bueno o malo.

—¿De mí? —Renee se señaló a sí misma, negando. —En el Expediente 512 dice que los Guardianes cuidan objetos que pueden destruir o ayudar a la humanidad, dependiendo de cómo sean utilizados. Yo no soy un objeto.

Eliott tuvo ganas de sonreír, pero sabía que podría afectar nuevamente a Renee y hacerla regresar a su estado donde lo odiaba. Verla confundida, incrédula, era más normal y tranquilizador que verla sin emoción alguna. No todo estaba perdido. Si Renee había podido cambiar momentáneamente su reacción hacia Eliott, entonces había esperanza para hacerlo permanentemente. Solo había que hallar la manera.

—No eres un objeto, pero eres una mujer con una memoria que nadie posee —explicó Eliott—. No es como que puedas destruir a la humanidad de un día a otro con esa habilidad tuya, pero es suficiente para hacerlo a lo largo de los años. De cualquier manera estás usándolo para bien.

Renee exhaló exageradamente, desinflando el pecho en un movimiento rápido, lleno de incredulidad.

—¿No hay más personas como yo?

Eliott negó.

—No que yo sepa. La única de la que sé es tu bisabuela paterna. Dicen que aunque hicieron todo tipo de estudios, jamás hallaron la razón para tener tal capacidad cerebral. Todo en ella era normal.

Renee frunció el ceño. Eliott temió que volviera a su posición fría.

—¿Mi bisabuela? ¿Cómo sabes de mi bisabuela? Ni siquiera yo lo sabía—Renee entornó los ojos hacia Eliott.

Él suspiró, preparándose una vez más para lanzar otra explicación.

—Cuando me enteré de lo que había hecho, decidí hacer todo para intentar enmendar mi error. Empecé por poner límites conmigo en la Condena. Asisto a las reuniones por obligación, pero no soy un miembro activo. No he matado desde... tu padre. Tampoco he amenazado en nombre de la organización. No hago nada a su nombre. Y en cuanto sea rey, prometo que cortaré toda relación posible con ellos.

Renee lo miró por varios segundos, Eliott no identificó su expresión, tan solo se alivió de que tuviera expresión. Quería hacerle entender que él estaba arrepentido, que intentaba, verdaderamente intentaba, remediar su error con todo lo que tenía a su alcance.

—¿Y eso cómo tiene conexión con mi familia? —Renee lo instó a seguir hablando, más confundida que demandante. Renee estaba regresando a su actitud normal.

—También quise hacer algo por ustedes. Sabía que enviarles dinero o comida solo los haría desconfiar de mí, porque no sabían mi lado de la historia y eso los confundiría. Tampoco podía ponerme en contacto directo porque mi padre lo sabría y podría hacerles algo mucho peor. Así que investigué a la familia Belrie para saber cómo ayudarlos.

Renee ladeó la cabeza, dispuesta a escuchar más.

—¿Recuerdas a Heeyx? —Eliott se sintió estúpido tan solo de preguntar si Renee recordaba a alguien. Por supuesto que recordaba. Era Renee. Aún así ella asintió, confirmando que recordaba a la mujer que le entregaba la dosis de tranquilizantes para su hermano en el Centro de Control. —Yo hablé con ella. La contraté para que siempre fuera quien te atendiera y te diera todo lo que pidieras, incluso si pedías cosas que no eran acorde a tu expediente médico o al de tu hermano. —Eliott enarcó una ceja. —Pero eres Renee Attineli Belrie, una mujer de corazón honesto y nunca pediste más de lo que debías. Así que, después de darme cuenta de eso, visitaba cada semana a Heeyx para entregarle tranquilizantes especiales, llenos de nutrimentos y minerales para que tu hermano no perdiera la batalla tan rápido.

Renee suavizó su mirada, comprendiendo que Eliott se esforzaba por ayudarlos discretamente. Él siguió explicando.

—También fui yo quien compró tu teléfono celular y otras cosas que vendiste hace meses. —Se encogió de hombros, con modestia. —Aún lo tengo, por si lo quieres. Está casi intacto. Kybett le hizo algunas modificaciones para mejorarlo, solo que yo no sabía cómo entregártelo sin que se viera extraño.

—¿Kybett sabe lo de mi padre?

Eliott negó. Nadie más que él conocía la verdad de todo lo que había sufrido por ese error con los Belrie.

—No. Ella ya carga con sus propios demonios, no es necesario añadirle los míos. Cree que cancelé la boda porque solo cambié de opinión, no porque descubrí que había matado a alguien inocente.

Renee frunció el ceño.

—¿Qué boda?

Esa noche Eliott se sentía el hombre más estúpido. El beso lo había entorpecido demasiado. Normalmente no mostraba emociones ni daba información de más. Sin embargo, ahí estaba: diciéndole a Renee algo de lo que no estaba enterada.

De cualquier manera, decidió contarle la verdad. Intentó resumirle su vida, explicando por qué Kybett y él debían estar comprometidos y por qué después de eso había seguido Hazz. Ya estaba cansado de mentirle y ocultarle aspectos importantes de su vida a Renee. Quería que ella supiera tanto de él como él sabía de ella. Que Renee viera en él al hombre que había visto minutos atrás antes de caer en cuenta de que estaba relacionado con la muerte de su padre. No quería que lo viera como un asesino, ni como un príncipe, solo como Eliott.

Le contó algunas formas más sobre cómo los había ayudado. La fábrica de textiles donde Yuscca había trabajado antes de que su esposo enfermara de Zeta le pagaba una mensualidad que Eliott siempre aportaba para que tuvieran algo de dinero, prácticamente le pagaban el sueldo sin que ella trabajara. Eliott no sabía qué excusa se habrían inventado para hacerlo, ya que no era común que eso sucediera, hasta que Renee le explicó que la jefa de la fábrica era amiga de Yuscca, así que la familia Belrie había supuesto que se debía a eso.

También narró algunas de las tantas visitas que Eliott hacía a la Colonia Veintisiete tan solo para hablar con Tentta y advertirle que cuidara de sus vecinos. Ella se sentía tan culpable como Eliott por lo que le había pasado a Zeemett, así que había aceptado sin protestar. A veces también Eliott pasaba por la casa de los Belrie para revisar su estado, así como lo había hecho aquella vez que habían ido para recoger a Priss, por ello había tardado tanto en regresar con Hazz y Aprell.

Incluso, en un intento fallido, había enviado muestras de sangre de Mett al laboratorio donde se había desarrollado la cura para una sola persona, aquella cura falsa que terminaría por matar a una colonia entera. La sangre la había obtenido de uno de los tantos pañuelos que los Belrie desechaban. Sin embargo, no dio resultado. El laboratorio le informó que el científico que había desarrollado la supuesta cura había sido enviado a prisión y después ahí mismo había sido asesinado por presos familiares o amigos de personas de la Colonia Treinta.

Después de varios minutos, que se convirtieron en horas, Eliott terminó de relatar su vida. Le dijo todo lo que él recordaba de su niñez y su juventud, lo cual no servía exactamente para animar el ambiente. Kybett era lo único alegre entre toda la desgracia que Eliott tenía por infancia.

—¿Y por qué no lo hicieron? —preguntó Renee, mucho más relajada. Eliott sabía que su asunto con el señor Belrie no estaba olvidado, no obstante, agradecía que Renee tuviera un corazón tan enorme que era capaz de comprenderlo. —¿Por qué no se fugaron? ¡Tuviste la oportunidad perfecta hace año y medio, Eliott!

Eliott le había contado del ingenuo plan que Kybett y él tenían para fugarse. No era muy elaborado en realidad, consistía en huir del palacio y esconderse de los Agentes, de la Condena y de los Nadie por el resto de sus vidas. No habrían durado ni dos meses antes de que los atraparan. Ellos sabían pelear, claro, sabían hacer muchas cosas, pero no tenían conocimiento fuera del palacio. Les faltaba la capacidad de sobrevivir.

—Porque te conocí —confesó Eliott—. Me enteré de lo de tu padre y descubrí que tenía a dos hijos. Renee y Zeemett.

—En realidad no le gusta que le digan Zeemett, prefiere Mett —Renee sonrió.

—Mett. —Eliott asintió. —Si yo me fugaba con Kybett no podría haberte ayudado de ninguna forma posible. No podía darte lo que merecías. Además Kybett no quería irse sin arreglar las cosas con sus padres. Así que no lo hicimos. Nos quedamos en la Colonia Diez, dispuestos a aceptar nuestro destino... hasta que Hazz nos ofreció entrar al equipo. La verdad solo me lo ofreció a mí, pero Kybett se coló porque seguía en su acto de enamorada y necesitaba convencerme para ser su esposo. De cualquier forma, esto me permitió conocerte, me permitió darte una explicación.

Eliott y Renee ya se encontraban recargados en su mano para poder mirar al otro, apoyándose en el costado de sus cuerpos. En ese momento Renee se dejó caer hacia atrás, quedando completamente acostada. Se le notaba agotada.

—Aún sigo molesta, ¿sabes? —aclaró después de un silencio—. Agradezco lo que hiciste por nosotros, en serio. Solo... necesito que me des tiempo. No sé cómo puedes superar que quien te gusta fue parte de los que mataron a tu padre. Quiero besarte y golpearte al mismo tiempo.

—Hazlo.

—No te golpearía, Eliott.

—Entonces bésame.

—No puedo. —Renee suspiró. Cubrió su rostro con ambas manos. —Es difícil perdonarte porque fuiste quien envió la caja, pero tampoco quiero estar enojada contigo por el resto de mi vida porque tú no fuiste el culpable de todo. Sobre todo después de que al fin me hayas hablado de ti y hayamos descubierto que sentimos lo mismo por el otro. Es demasiado. Además, no sé, ahora actúas tan... —Su voz se escuchaba opacada por sus manos.

—Tan... —instó a que continuara.

Renee no movió las manos de su rostro, pero sí entreabrió los dedos lo suficiente para ver a Eliott.

—Tan normal —se quejó, como si fuese una tortura. Eliott alzó una ceja al no comprender. —Es que eres Eliott. Desde que te conocí has sido indiferente y ahora sonríes y me cuentas cosas sobre ti y externas tus emociones y actúas como alguien normal y...

—Soy alguien normal, Ren. —Eliott esbozó una pequeña sonrisa para demostrarlo. Renee fingió un escalofrío que lo hizo sonreír de verdad. Eliott tomó una de sus manos y la alejó de su rostro para entrelazarla con la de él. —Prometo darte todo el tiempo que necesites, como lo necesites.

—¿A qué te refieres? —Renee quitó la mano de su rostro.

—A que si necesitas alejarte de mí o que dejemos de hablar, yo lo entenderé. Sé que esto no debe ser fácil para ti. Haré todo lo posible por no molestar y ayudarte como pueda.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —Renee se sentó, desordenando por completo su cabello. —No quiero dejar de hablarte. Lo creas o no, eres mi amigo. Y lo que hiciste... no fue del todo tu culpa. Te manipularon. Hago mi mejor esfuerzo por comprenderlo para perdonarte. Solo estoy algo confundida, ¿sí? No sé cómo debo sentirme. Por eso pido tiempo, pero con eso me refiero a paciencia, no distancia.

Eliott asintió. Se sentó sobre la cama, junto a ella. La observó en silencio por varios segundos, detallando cada facción de su rostro. Desde que le había confesado todo acerca de su vida había liberado algo de él. Se sentía a salvo, en confianza. Ella tenía ese tranquilizador efecto en él, del cual no se había dado cuenta hasta que Wivenn se lo había hecho saber.

—¿Con tiempo también te refieres a evitar besos? ¿O podemos incluirlos? —curioseó Eliott, haciendo a un lado el cabello rubio que no dejaba verla por completo.

Renee sonrió. A Eliott le gustaba cuando sonreía.

—Si hay más besos, hay más confusión. Así que evitaremos besos por unos días, ¿sí?

Eliott asintió, mostrándose tan comprensivo como pudo. Bajó su mano y se recostó en la cama.

—De acuerdo. —Colocó sus brazos detrás de su cabeza. —Solo una pregunta más: ¿puedo dormir aquí o echo a Wivenn de la habitación de Kybett?

Renee rio y se acostó a su lado.

—Si yo no te dejara dormir aquí, tendrías que ir a dormir con Aprell, porque dudo mucho que Kybett deje que eches a Wivenn.

Eliott exhaló con molestia. Aprell seguía sin agradarle por ser un idiota y haber utilizado a Renee, además por siempre sentir tanta posesividad hacia Hazz. Prefería dormir en el pasillo a tener que dormir con él.

—¿Entonces...?

—Entonces puedes dormir aquí. —Pausó. —Seguimos estando en la casa de una completa extraña que parece saber demasiado de nosotros. Honestamente me siento más segura contigo aquí.

Eliott apenas alzó las comisuras de sus labios. Aunque Renee le hacía querer sonreír todo el tiempo, aún se sentía extraño. No terminaba de comprender cómo se había enamorado de ella y, al mismo tiempo, le encontraba perfecto sentido haberse enamorado.

Una vez que Renee se durmiera, él tendría que hablar con Hazz sobre lo sospechosa que resultaba Siura y una boda que sería cancelada. Después de hablar con Renee sobre todo lo que su padre le había obligado a hacer por tanto tiempo, Eliott decidió que el rey no dictaría con quién se casaba. Estaba cansado de que controlaran su vida. Él no quería casarse con Hazz para ser rey. Quería llegar al trono con honor.

—¿Así que dormir en la misma cama no te molesta? —preguntó él.

—No. Ya lo hemos hecho antes, en la isla. Y en la nave, después de terminar con Aprell.

—Dormimos en la misma habitación, no en la misma cama —recordó Eliott. Renee no respondió, se encogió de hombros. —¿Esto no te confundirá?

—Eliott. Tengo sueño. Estoy cansada —habló con cierto tono de diversión por las preguntas de Eliott, aún así se le escuchaba seria—. Solo abrázame y duérmete, ¿quieres? No entiendo por qué piensan que es la gran cosa dormir con alguien más.

Renee se dio la vuelta para darle la espalda a Eliott. Él tardó un momento en comprender lo que ella le estaba pidiendo, no obstante, lo hizo. Rodeó su cintura con un brazo y apoyó su barbilla en el hombro de ella. Su otro brazo lo mantuvo debajo de su cabeza.

—Es que sí es la gran cosa dormir con alguien más —susurró él a su oído, aspirando su aroma—. Pero no cualquier persona, solo contigo, Renee.

Eliott casi pudo ver a Renee sonreír.

—Entonces no lo arruines —respondió ella en un murmullo, estaba por quedarse dormida—. Juro que te patearé fuera de la cama si dices el nombre de Hazz.

Eliott no pudo evitar rodar los ojos, no por Renee, sino Aprell. Ella esa misma tarde le había dicho por qué habían terminado y a Eliott le habían entrado unas ganas terribles de golpear a Mocreil. Desde que lo conoció años atrás sabía que no era el hombre más inteligente, sin embargo, no había pensado que Aprell podía haber sido capaz de hacer lo que hizo.

—Me parece justo —murmuró él de vuelta.

Renee ya no respondió porque había entrado en un profundo sueño. Eliott observó su perfil por largos minutos. Se encontraba totalmente inmerso en ella. El beso había iniciado un mundo completamente nuevo para Eliott. Él jamás se había enamorado antes, ni de cerca. Pensaba que nunca lo haría, pero entonces Belrie llegó.

Él no sabía cómo manejar esos sentimientos. Tenía miedo de echarlo a perder por una estupidez del presente, ya tenía suficiente con las del pasado. Sabía que Renee estaba dispuesta a perdonarlo, porque así era su naturaleza. Era tan buena persona que no había espacio en su interior para el rencor. Eso impulsaba a Eliott a hacer todo lo posible para conseguir su perdón. Temía del futuro, ya que no tenía idea de cómo evitaría la boda con Hazz o cómo sería su relación con Renee luego de que encontraran la cura, no obstante, se alegraba de que Renee estuviera a su lado.

Una vez que se aseguró de que Renee estuviese soñando, Eliott lentamente se separó de ella. Salió de la cama en silencio. Se dirigió hacia la puerta, echándole una mirada a Renee. Eliott iba a regresar a la habitación, solo debía de encargarse de cancelar su boda primero.

No pensaba pedirle matrimonio a Renee después de quitarle el puesto a Hazz, él no estaba buscando una esposa. Renee le había pedido tiempo y eso era lo que él le iba a dar. Lo único que buscaba al dejar el compromiso era un poco de libertad sobre su vida. Cuando encontraran la cura y él tuviera que regresar a la Colonia Diez para afrontar al rey, entonces Eliott ya pensaría en alguna manera para ascender al trono sin las órdenes de su padre. Mientras tanto, cumpliría con lo que se había propuesto desde el principio del viaje.

Enmendarse.

Alejarse de su familia.

Y hacer que Renee Belrie recibiera lo que merecía.







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