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XLVI. Nadie


Aprell Mocreil
Colonia 22


Aprell se lanzó a taclear a Siura para protegerla de los láseres. Para ser alguien que sabía todo, no parecía tener muy buenos reflejos.

Él había reconocido a los Nadie gracias a su uniforme y símbolo representativo: tres líneas horizontales sobre una equis rodeada por un círculo. Todas las personas sabían lo que ese símbolo significaba, que, aunque era sencillo, llevaba la muerte consigo. Era tomado tan en serio que los niños eran educados de tal manera que ni siquiera podían dibujarlo.

Aprell creció con ese símbolo a su alrededor. En la Residencia no solo vivían personas políticamente importantes, sino también asesinos. Por supuesto, eran encubiertos, sin embargo, ahí estaban. Los primeros entrenamientos para ser Agente eran los mismos que para convertirse en Nadie, eran reglas básicas de supervivencia que debían aprender. Después de algunas semanas, eran separados. Mientras que a los Agentes se les enseñaba a ser nobles y firmes ante cualquier circunstancia, a los Nadie les enseñaban a asesinar a diestra y siniestra.

Dos personas entraron por la única puerta que daba hacia la casa. No había manera de que ninguno pudiese escapar ya que el jardín estaba rodeado por un muro alto. Lo que anteriormente les había dado privacidad para la boda, actualmente estaba siendo una tremenda desventaja.

Hazz fue la única que no se cubrió con algo. Nadie llevaba armas consigo, Aprell había pensado que después de tantos días de paz, tendrían uno más para festejar una boda. Se equivocó. Además Siura hizo desaparecer las armas con las que habían entrado, aquella mujer estaba en contra de cualquier forma de violencia innecesaria.

A Hazz no pareció importarle tener las manos vacías, a excepción del violín. Esperó a que ambas Nadie detuvieran los disparos, que fueron pocos. Al ser la hija de la presidenta, tenía la certeza de que a ella no la matarían. De cualquier manera, Aprell reconoció las armas. Supo que ellas no iban con intención de matar. Aquellos láseres azules no eran mortales, a lo mucho podían inmovilizar a alguien por algunos minutos.

—Identifícate —ordenó Hazz hacia una de las Nadie después de que bajaran sus armas.

Hasta el momento, Aprell no había reconocido a nadie debido a las gruesas máscaras que ambas personas llevaban puestas. Cuando la de la derecha se descubrió, Aprell la reconoció al instante.

—Diez, cero tres. Veinte jota. Ochocientos uno.

Aprell tradujo esos números en su cabeza, ya que cada número y letra significaban algo. Ella fue nacida en la Colonia Diez, servía a la Colonia Tres. Tenía veinte años y la jota hacía referencia a la inicial de su nombre original. Finalmente, daba los primeros tres dígitos de su D.I.P.

Él no la recordaba como 10-03-20J-801. La recordaba como Jykaar Lareest. Ella y Aprell habían compartido mucho tiempo juntos, fue su primera amiga en los entrenamientos y alguien muy cercana. Prometieron seguir hablando aunque sus caminos fuesen distintos. La promesa se rompió cuando, de la nada, un día dejó de escuchar de ella. Se había olvidado de Jykaar, no solo de su aspecto físico, sino de su existencia. Su ausencia se lo había atribuido a los constantes viajes que los Nadie hacían, a que ella ya había olvidado a Aprell. Así que él decidió hacer lo mismo, creyendo que hacía lo correcto.

Una punzada de dolor atacó su pecho cuando Jykaar miró a Aprell sin señal de reconocimiento. Sus ojos seguían siendo intensamente azules, tan claros que parecían grises. La diferencia entre los que recordaba Aprell y a los que veía, era aquella chispa de rebeldía que siempre la había caracterizado. Ya no estaba. No había nada en ellos por reconocer.

—Ahora tú —ordenó esa vez Eliott a la compañera de Jykaar, sin separase de Renee. Por ser príncipe tenía incluso más autoridad de Hazz, aunque no parecía.

Su compañera repitió las acciones de la vieja amiga de Aprell.

—Once, cero tres. Veintidós ene. Seiscientos setenta y cuatro.

Aprell también reconoció a la morena, sin embargo, ellos no habían sido tan cercanos como con Jykaar. Apenas habían cruzado palabra. Si su memoria no le fallaba, su nombre era Nettope. Prefería pensar en ellas con sus nombres y no con números.

Se alejó de Siura lentamente, intentando no alterar a ninguna Nadie. No funcionó. En menos de medio segundo, Nettope ya estaba apuntando su arma hacia él. Hazz logró detenerla a tiempo para que no disparara. Aprell decidió quedarse quieto en su lugar, identificando cómo había cambiado Jykaar desde la última vez que la había visto, mientras Hazz las interrogaba.

—Edenna Soreil las envió. ¿Cuáles son sus órdenes?

Aprell observó la postura tensa de Jykaar. Su cabello azabache estaba recogido en una perfecta coleta y su rostro no tenía ni una gota de maquillaje, contrario a como Aprell la había conocido. Lucía mayor, más madura, más seria. El traje ajustado que llevaba puesto hacía notar el diario ejercicio que practicaba, lo cual, en realidad, no tenía nada de distinto. Jykaar había sido alguien muy activa y energética antes de convertirse en Nadie.

Su rostro en general tampoco había cambiado mucho. Aún mantenía esas facciones pequeñas y mejillas redondas que le daban un aspecto inocente. Era perfecta para el papel de Nadie. Sin aquel uniforme, cualquiera pensaría que era una persona dulce, así como lo había sido alguna vez.

Ese era el efecto que convertirse en Nadie tenía: no solo cambiaban la forma de vestir o arreglarse. Cambiaban la personalidad. El alma. La evaporizaban. Un Nadie era capaz de matar sin remordimientos porque sus sentimientos le eran arrebatados tras una serie de intensivas sesiones donde programaban mentalmente a las personas. No eran robots ni androides, sin embargo, muchas veces parecían uno. Pocos eran los Nadie que lograban recordar algo sobre sí mismos después de completar toda su transición. Sin recuerdos, sin pasado...

No era ningún secreto que el gobierno les lavaba el cerebro. Todo el mundo lo sabía, y aun así habían personas que seguían alistándose para formar parte de esa organización. Aprell conocía algunas de las razones: sufrían de una pérdida de la cual no podían recuperarse, o eran personas sin propósito en la vida, o querían deshacerse de su pasado sin que ellos mismos dejaran de existir. Por eso la organización se llamaba así. Por eso ya no eran personas, eran números. Se convertían en nadie, para así poder matar a quien fuera sin tener repercusiones.

—Encontrarlos —respondió secamente Nettope sin apartar la vista de Aprell—. Dar cinco disparos de advertencia. Llevarlos de vuelta.

—En caso de no cooperar —añadió Jykaar—, matar a Renee Belrie: rubia, estatura promedio, piel blanca, ojos verdes, delgada; a Wivenn Teigh: castaño, estatura baja, piel blanca, ojos marrones, complexión promedio; y a Priss Alend: rubia, estatura promedio, piel blanca, ojos castaños, delgada. Localizados. Ninguna pérdida esperada o necesaria en situaciones pacíficas.

La ventaja que compartían Hazz, Eliott, Kybett y Aprell con los Nadie se debía a su cercanía con personas importantes del gobierno. No los asesinarían a ellos. En cambio, sus amigos sí estaban en peligro.

Aprell escuchó a Hazz gruñir. Seguramente estaba odiando a su madre por ordenar la muerte de la mitad de su equipo.

Necesitaban encontrar una manera de salir de ahí lo más rápido posible. Quizás Hazz podía ordenar que hablaran, sin embargo, no estaba en posición de anular la orden de su madre para que los dejaran en paz. Jykaar y Nettope no se irían sin ellos.

—Cooperaremos —habló Eliott.

Aprell frunció el ceño hacia él. El punto de todo eso era no cooperar.

Eliott tomó la mano de Renee y avanzó algunos pasos hacia las Nadie. Aprell lanzó una mirada a Kybett, quien estaba frente a Wivenn, protegiéndolo, con aquella mirada feroz que mostraba naturalmente ante cualquier situación que amenazara su vida o la de sus amigos. Priss se encontraba detrás de Siura con cierto temor en su rostro. Siura, por otro lado, ya se había puesto de pie tranquilamente, sin haber llamado la atención de las Nadie como Aprell lo había hecho segundos atrás. Era sorprendente lo silenciosa que fue, ni siquiera Aprell lo notó y estaba a menos de medio metro de distancia de ella.

Renee minutos atrás le había preguntado a Aprell sobre su charla con Eliott. Él había supuesto que Eliott se la habría mencionado, aunque no lo hizo. Fue una larga charla, donde Eliott le aseguró a Aprell que no sentía nada por Hazz y donde Aprell le aseguró a Eliott que no sentía nada por Renee. Hablaron de muchas otras verdades, como que Eliott en realidad era un príncipe —Aprell todo ese tiempo había pensado que solo era parte del gobierno, no exactamente el gobierno—. No se volvieron mejores amigos, claro estaba, pero ya no había tensiones entre ellos. Aprell se sintió bastante estúpido una vez que las cosas se arreglaron. Habrían podido evitar muchas inseguridades si esa charla la hubiesen tenido semanas atrás.

Aprell siguió a Eliott y llegó a un lado de Hazz. Sintió un pellizco en el antebrazo. Estuvo por quejarse, cuando Hazz arremetió contra Nettope con el violín de Siura. Hazz podía convertir cualquier objeto en un arma. Vaya talento.

Entonces Aprell comprendió que Eliott había mentido. Oh.

En cuanto notó que Renee estaba demasiado cerca de la zona de guerra, la tomó por la cintura para alejarla. Kybett y Wivenn no tardaron en aparecer. Eliott se encargó de Jykaar, pero no estaba siendo suficiente. Cuatro jóvenes con el mejor entrenamiento de defensa contra dos Nadie eran como un muro contra una demoledora: no resistirían. Incluso con ayuda de Aprell, las probabilidades seguían sin estar a su favor.

En un movimiento rápido, Jykaar dejó sin aire a Eliott y pateó a Kybett en el rostro, logrando escapar de ellos. Aprell identificó que su objetivo más cercano era Renee, a lo que reaccionó tan pronto como pudo. Quizás con demasiada fuerza, Aprell empujó a Renee para alejarla, provocando que tropezara y cayera contra la mesa de bebidas. Aprell ni siquiera tuvo tiempo para preguntarle si estaba bien, Jykaar no dudó en darle un golpe limpio en la mandíbula, desorientándolo.

Él intentó regresar el golpe, sin embargo, su buena voluntad no se lo permitió. Así como un mes atrás, escapando de la Residencia, no había querido destruir el caza de su antigua compañera de entrenamientos de vuelo, Nannari Irokosawa, tampoco deseaba dañar a Jykaar, quien había sido una amiga mucho más importante que Nannari.

Aprell intentó hablar con Jykaar, pero ella no se lo permitió. Lanzaba golpes sin compasión, obligando a Aprell a retroceder para evitar los impactos. No quería defenderse, solo quería sobrevivir. No obstante, tendría que regresar algunos golpes al momento de que su espalda chocase con el muro. Ahí no tendría escapatoria.

Sin saber muy bien cómo sucedió, un destello blanco cruzó en medio de Jykaar y Aprell. Un segundo después, él entendió que no había sido un destello, sino un movimiento tan rápido que apenas había dejado rastro. Siura estaba a un lado de Aprell, interponiendo su elegante bastón —del cual Aprell no sabía el término correcto para llamarlo— para protegerlo de Jykaar. En otro destello, se escuchó al bastón cortar el aire mientras Siura lo movía con maniobras que ni siquiera Aprell conocía. Eso entretuvo a Jykaar, los roles habían cambiado y ella era quien intentaba esquivar golpes, aunque no le era muy exitoso. Siura acertaba con cada giro y ataque de su bastón, sin darle tiempo a Jykaar de escapar.

—No sé qué esperas para salir de aquí, Aprell. —Siura tuvo que alzar la voz sobre los golpes y gritos que Hazz propinaba al otro lado del jardín. Se escuchaban varias cosas rompiéndose, quizás copas y sillas. Aprell intentó no molestarse en pensar en cuánto tiempo le llevó ordenar eso. —No te preocupes por ella. Te encontrará cuando lo necesites, porque ella lo necesitará también.

A pesar de estar moviendo su bastón y manos a velocidades inhumanas, Siura mantuvo ese tono dulce que siempre lograba que Aprell confiase en ella. La mayoría de sus palabras no las comprendía incluso en situaciones tan extremas como esa misma, sin embargo, él confiaba en ella. A veces era un defecto, otras una ventaja.

Sin aún saber cómo Siura conocía tantos movimientos de una simple vara para hacerle frente a alguien tan hábil como una Nadie, Aprell corrió hacia Priss, quien al momento podía ser el objetivo más sencillo. Renee al menos había tomado algunas clases de defensa. Nettope estaba ocupándose de pelear con Eliott, Hazz, Kybett y Wivenn a la vez. Ni siquiera se le veía cansada. Renee estaba detrás de ellos, ignorando la batalla y haciendo algo por su propia cuenta.

—¡Suban! —gritó Renee en cuanto visualizó a Aprell.

Renee señaló las sillas y mesas que había apilado contra el muro. Aprell tomó a Priss de la mano y obedeció a Renee. Escapar por ahí era mejor idea que por la entrada principal de la casa, no se sabía si las Nadie habían puesto algún tipo de trampa.

Aprell no perdió tiempo pensando en cómo Renee había construido algo tan rápido que resultaba ser bastante firme. Ayudó a Priss a subir primero. Una vez que se encargó de que Priss cayera —casi— sana y salva al otro lado del muro, le ofreció una mano a Renee para hacer lo mismo con ella.

—No, tengo que ir al último. No preguntes, solo salta. Te veo del otro lado.

Aprell dudó. No quería dejar a Renee. El resto podía encargarse de ellos mismos, pero Renee no iba a durar ni cinco segundos contra una Nadie.

Con un ademán frenético, Renee lo alentó a seguir al otro lado del muro. A él no le quedó de otra más que confiar en que ella sabía lo que hacía.




N/A

¡Gracias por seguir hasta acá! Los loveo mucho <3


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