XIII. Cansancio
Renee Belrie
Ubicación desconocida
Varios minutos después, Renee por fin tomó el valor para ir a la cabina, donde ya algunos se encontraban. Aprell fue el único en molestarse en mirarla en cuanto entró. Preguntó por su estado y ella le respondió con una sonrisa temblorosa. Renee no podía pronunciar palabra, ni siquiera tenía deseos de hacerlo. No abrió su boca en ningún momento.
Tomó asiento en uno de los lugares disponibles de la cabina. Se dedicó a mantener su cuello firme para que no se sacudiera tanto con los movimientos bruscos por las explosiones internas en la nave. Los daños ya no estaban siendo causados por ningún caza, sino por la propia nave que estaba sobrecompensando su propio trabajo y causando más incendios y explosiones.
Al menos se sentía un poco más segura estando ahí dentro de la cabina con las dos personas mejor capacitadas que había conocido en su vida: Hazz y Eliott. No era que a alguno le importase realmente lo que sucediera con Renee, pero ella intentaba no pensar en eso. Además, Aprell estaba allí, con él se sentía menos invisible. Además, supuso, Aprell debía de tener un entrenamiento similar al de Hazz.
Mientras la alarma de emergencia sonaba por los altavoces de toda la nave, Renee miraba a través del cristal de la cabina. No había gran cosa ahí detrás: estrellas, nubes y un cielo oscuro. Eso, junto con la nueva ola de cazas que se aproximaba disparando. Renee no era ingeniera, sin embargo, sabía que la nave de Hazz no volaría por mucho más tiempo.
Infirió que no había dormido más de una hora, ya que el cielo seguía igual de oscuro a como había estado cuando salieron de La Residencia. El tiempo se le estaba pasando increíblemente lento, pero eso de alguna manera le daba ventaja: mientras menor fuese el tiempo, mayores eran las posibilidades de que Met pudiese ser salvado.
Se había perdido en sus pensamientos cuando escuchó un estruendo vacío. Su mirada rápidamente se dirigió hacia el exterior, solo para encontrarse con una enorme nube de fuego que pronto se consumió, el único signo que demostraba que ahí habían existido tres cazas, ahora destruidos por las hábiles y furiosas manos de Hazz.
Todo por un momento se paralizó. Renee seguía sin comprender cómo era posible que Hazz no demostrase arrepentimiento al matar a alguien. Claro que estaba agradecida por ello, solo por eso ellas mismas seguían vivas, pero eso no significaba que estuviese completamente de acuerdo.
Sintió un ligero alivio cuando vio un ligero movimiento debajo de ellos. Un paracaídas extendiéndose. Tal vez no habían muerto después de todo. ¿Hazz habría sabido que los cazas estaban equipados con paracaídas o había matado a sangre fría?
Eliott, como ya era de costumbre, no se inmutó. Hazz soltó un suspiro de cansancio. Aprell se levantó de su asiento para poder acercarse más al cristal que los separaba del exterior, Renee supuso que lo hizo para ver cómo los restos de la nave caían.
—Nannari... —murmuró él con un suspiro.
Hazz resopló con fastidio y miró a Renee por primera vez desde que abordaron a la nave:
—Gracias a ti gasté cerca de cuarenta minutos de mi tiempo derribando a compañeros de la Residencia —habló con la voz ronca—. Claro, en realidad ninguno nunca me importó. Pero, ¿sabes qué sí me importa? —Lentamente se levantó de su asiento para ir con Renee—. Mi nave. Mi nave, la cual ya fue prácticamente destruida, como ya te habrás dado cuenta en la enfermería.
Renee bajó la mirada, avergonzada. Sabía que había lo había arruinado. No merecía estar sobre esa nave.
—Aunque, bueno, eso es lo de menos, ¿no? —Hazz siguió—. El verdadero problema aquí es cuánto tiempo mantendremos en el aire a este cacharro. Después vendrá el problema de cómo nos transportaremos. Espero que hayas leído algo sobre supervivencia en el océano, porque ya estamos sobre él y son muy pocas las probabilidades de que nos estrellemos en una isla.
Renee, aún con su mirada fija en el piso metálico, abrió sus ojos con sorpresa. Había leído sobre el mar, sí, aunque nada sobre cómo nadar o cómo bucear. Dudaba que eso se pudiera aprender en los libros. Vivía en el centro de la Colonia Veintisiete, ahí no había mar, no era necesario saber ese tipo de cosas. Nunca se imaginó que terminaría en tal situación.
—¡Eliott! —Hazz milagrosamente recuperó su voz al gritarle a Eliott, como si no se hubiera desgastado en lo más mínimo—. Ve a ayudarle a Kybett a arreglar todo lo que se pueda del mantenimiento interno. No discutan temas amorosos ahora, ¿de acuerdo? A nadie le importa eso, nos importa sobrevivir. Y dile a Wivenn que lo necesito para que ayude a la pequeña espía con su hombro.
—Pero yo-
—¡Aprell! —gritó la castaña de nuevo, ignorando a Renee—. No te quiero cerca de Priss, ¿de acuerdo? Ahora mismo necesito dormir. ¿Puedo confiar en ti para que vigiles por un par de horas la nave?
El tono que Hazz utilizó con Aprell sorprendió a Renee. Fue un tono prácticamente suplicante, como si no tuviera más opciones y Aprell fuera la más confiable. Renee no sabía mucho de Hazz, aunque sospechaba que ella era una persona distinta con Aprell. Quizás podía ocultar muchos de sus sentimientos, no obstante, el cariño genuino que tenía hacia Aprell era irrefutable. Claro, no lo demostraba como una persona normal, pero para Renee no fue difícil comprenderlo, al fin y al cabo era Hazz.
Aprell no dudó en asentir a pesar del cansancio que se le notaba de la misma manera que a Hazz.
Sin más palabra, Hazz y Eliott dejaron la cabina. Renee se preguntó si en algún momento llegaría a conocerlos como realmente eran y no en su faceta de soldados dispuestos a salvar el mundo por razones que solo ellos conocían.
La cabina se quedó en silencio al apagarse las alarmas. El mapa de la nave que se mostraba en una de las pantallas aún resaltaba muchos lugares en estado crítico. Al menos ya no estaban bajo ataque.
Quiso ofrecer su ayuda en cuanto vio algunos manuales ordenados sobre un estante detrás de las pantallas. Con que leyera un poco podría ser capaz de ayudar a Aprell a pilotear la nave, así como de reparar algunas cosas en ella. No sería tan inútil después de todo y Hazz podría tenerle menos rencor, aunque eso último le parecía imposible.
Renee no supo qué decir o hacer. No quería molestar a Aprell con sus preguntas, mucho menos cuando Hazz le había dejado una tarea. Tampoco podía irse de ahí porque sabía que Wivenn podía llegar en cualquier momento, como Hazz había ordenado.
Así que no tuvo más remedio que quedarse ahí. Esperando a que Wivenn o Aprell o alguien le dijera qué hacer.
A veces ella deseaba poder tener la valentía para preguntar acerca de toda esa operación. Estaba segura de que no fue planeado todo eso, ya que la presencia de la misma Renee no había sido planeada. Quizás fue un error que Renee se subiera a la nave, probablemente no tuvo que haber aceptado la oferta de Aprell.
Aunque, nuevamente tuvo que recordarse, lo hacía por Met. Por alguna razón ese pensamiento ya no la reconfortaba tanto como lo hacía algunas horas atrás. Sospechaba que se debía a las dificultades con las que se había topado; ni en sus pensamientos más remotos se imaginó cruzarse con alguien de a Condena, por ejemplo.
Algo curioso de a Condena: las personas pobres nunca se encontraban con ellos. La Condena era una organización hecha para atacar al gobierno y a las personas con demasiados recursos, no a las personas que apenas tenían para sobrevivir, al menos hasta donde sabía Renee. Sin embargo, tampoco eran Robin Hood. Todas sus ganancias se las quedaban ellos, solo tenían consciencia suficiente como para dejar a las colonias más pobres en paz.
Renee escuchó que la voz de Aprell se alzó sobre a la cabina. Estaba tan ensimismada que tuvo que pedirle que repitiera lo que dijo:
—Pregunté si te encontrabas mejor —respondió con una sonrisa comprensiva en sus labios.
El cansancio se le notaba a Aprell. Su cuerpo estaba relajado sobre el asiento y había perdido algo de esa chispa que siempre tenía, sin embargo, aún quedaba lo suficiente para no dejar de ser Aprell.
Renee asintió como respuesta. No tenía deseos de hablar ni de molestar más de lo que ya había hecho. Tan solo quería que Wivenn llegara para poder preguntarle si sería buena idea ir a ayudar a Kybett sin saber nada acerca de naves.
Ya conocía la respuesta, pero quería sentirse menos culpable de lo que hacía y ayudar podía aliviar un poco el sentimiento.
Aprell, al notar que Renee no quería hablar, se dio la vuelta y comenzó a ver algo en su pantalla. Unos segundos después, Renee reconoció los sonidos agudos provenientes de la pantalla: Aprell estaba en un videojuego.
Wivenn apareció por la puerta con un botiquín en mano. Se detuvo para respirar profundamente y después se arrodilló frente a Renee para empezar a revisar sus heridas.
—¿Cómo te sientes, Ren?
Renee había entrado nuevamente en un estado de trance. No estaba acostumbrada al sobrenombre, por lo tanto miró a Wivenn confusión.
—Lo siento, ¿no te gusta que te llamen así? —pidió una sincera disculpa mientras sacaba aparatos de su botiquín.
—No es eso. Solo que nadie me dice así en realidad —Renee se encogió de hombros, olvidando que uno de ellos estaba lastimado. El dolor no tardó en recordarle su estado.
—¿La cápsula no logró curar tu hombro? —preguntó con genuina preocupación al ver su mueca.
Hasta el momento, Renee no se había tomado el tiempo de estudiar a Wivenn. Parecía alguien servicial. No hablaba mucho. Esa era una característica que todos los integrantes poseían, ya que no había confianza para contar sus problemas a completos extraños. Renee se preguntó si Wivenn sería alguien con quien podría hablar cómodamente. Al menos él no la hacía sentir tan pequeña e inútil como cuando estaba con Hazz.
—No, pero creo que eso fue lo único que no logró curarse tan bien.
—Bueno, no hay problema. —Le sonrió dulcemente. Renee nunca había ido al médico ya que en su colonia no habían, así que supuso que sería una experiencia similar a esa—. Podemos volver a la cápsula a que descanses un poco más. Te ayudará con tu hombro.
Wivenn comenzó con un chequeo antes de que ella pudiese decirle lo que sucedió con la enfermería. Pasó varios aparatos alrededor de ella, escaneándola a distintos niveles. Por los sonidos que hacían y sus estructuras, Renee reconoció algunos.
—Creo que mi hombro tendrá que sanar por sí solo —mencionó Renee en su primera oportunidad—. La enfermería colapsó durante el ataque.
Renee bajó la mirada por la vergüenza. Temió que Wivenn comenzara a culparla. Ella sabía que todo eso era de alguna manera su culpa. No estaba segura de poder soportar mucho más esa carga. Comenzaría a llorar frente a ambos chicos en cualquier momento.
—¡Uf! —exclamó con obvia sorpresa—. Vaya lástima, ahí habían varios medicamentos que podrían sernos útiles. Y tecnología que también hubiera sido útil. —Renee no pudo levantar la mirada, sentía que sus lágrimas no tardarían mucho en salir. —Qué más da. Un buen médico no se mide por los medicamentos que tiene, sino por la habilidad de resolver los problemas, ¿no es así?
Renee asintió, sin poder hablar por el nudo que se le había formado.
—De acuerdo, entonces... necesitaré improvisar. —Rio de sí mismo. Renee no comprendió cómo alguien podía reírse después de eso—. Lo que haré va a doler un poco, pero valdrá la pena para sanar tu hombro, ¿de acuerdo?
La rubia levantó la mirada solo para que Wivenn viera el miedo en sus ojos. Se sentía demasiado cobarde para poder soportar más dolor. No quería sufrir más.
—Tranquila, será rápido, lo prometo. —Sonrió mostrando sus dientes—. Y créeme que es mejor que duela un poco ahora, a que esté doliendo por semanas. —Renee no pudo argumentar nada contra eso, así que se enderezó y tomó una boconada de aire. Estaba segura que no iba a soportar el dolor, pero tendría que hacerlo de cualquier modo—. ¡Excelente! Siempre hay una primera vez para todo, ¿no es así, Renee?
Al principio Renee pensó que se refería a que sería la primera vez de ella.
Aunque en realidad sería la primera vez de él arreglando un hombro sin tecnología.
Renee lo descubrió cuando el dolor fue mucho más que "un poco".
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