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XII. Enfermería


Renee Belrie
Colonia 3


Renee no sabía cuánto tiempo había dormido. Su cuerpo se sentía agotado, pero el dolor había se reducido considerablemente. No sabía la razón de su despertar hasta que volvió a sentir los movimientos que hacía la nave mientras se escuchaban sonidos similares a explosiones. Renee por poco olvidaba todo lo que le había sucedido en la Residencia tan solo por, inocentemente, haber ido a buscar un libro. Poco a poco los recuerdos fueron llegando a su mente, logrando que Renee se sintiera completamente culpable por todo lo que estaba sucediendo.

Lo primero que vio al abrir los ojos fue un cristal cubriendo la camilla donde ella estaba acostada, y, por ende, cubriéndola a ella. No sabía cómo no se había asfixiado, parecía no haber algo que le proporcionara oxígeno. Estaba completamente sellada. Ni siquiera pudo pensar en una manera de salir, aunque tampoco tenía deseos de hacerlo.

Más sacudidas a la nave hicieron regresar en sus sentidos a Renee. Seguramente estaban bajo ataque. Ella no creía que la persona que estuviese pilotando la nave fuera tan mala conductora como para provocar todo ese zarandeo. Fue entonces cuando Renee decidió que, por más cobarde que sonara, ella estaba segura ahí en la cápsula donde estaba encerrada. La culpa y su seguridad se quedarían encerradas con ella.

Casi le causó un infarto cuando la cápsula comenzó a abrirse sin previo aviso. Pensó que la Condena ya los habían atrapado de nuevo y habían ido por Renee para seguirla torturando. Se paralizó por el miedo, no tuvo la valentía para mirar hacia sus costados. Lo único que sus ojos veían era el techo de la enfermería, así como el brillante foco al que apenas se estaba adaptando.

De inmediato cerró los ojos. No distinguió si había sido por el miedo o porque la luz estaba lastimando sus retinas. Renee supo en el fondo que había sido por ambos. No quería volver a ser golpeada. Ya no tenía ningún libro que protegiera su torso, así que probablemente moriría de una hemorragia interna.

El corazón le estaba latiendo más rápido de lo que había latido durante toda su carrera por la Residencia. El miedo la paralizó por completo.

—Hazz me dijo que fuera tu niñera.

Justo cuando Renee ya estaba pensando que ese iba a ser su fin, que gracias a su anhelo por conocimiento su hermano ya no tendría la oportunidad de obtener la cura para la Zeta y que todo iba a ser su culpa... escuchó una voz, la cual no reconoció la voz al principio, pero le bastó que le sonara familiar para que su corazón dejara de martillear contra su pecho y pudiera, al menos, abrir los ojos para asegurarse de que no fuese ningún miembro de La Condena. Finalmente supo que la voz le pertenecía a Eliott, quien estaba sentado en un pequeño sillón de la esquina con la mirada fija en su pantalla portátil, totalmente ajeno a las sacudidas que la nave. Si Renee no conociera lo poco que sabía de él, hubiera jurado que él nunca pronunció ninguna palabra y ella había imaginado su voz. Pero no. Estaba segura de que había sido real.

—Ya no volverá a confiar en mí, ¿cierto? —Renee habló con la voz ronca, apenas llamando la atención de Eliott.

Recién se estaba recuperando del enorme susto que aquel chico le había provocado. Hasta ese momento se había dado cuenta de lo desgarrada que estaba su garganta, no recordaba haber gritado tanto.

—Nunca lo hizo en realidad. —Renee se estaba acostumbrando al tono frío que Eliott siempre lograba al hablar. —Hazz no confía en nadie.

Renee aplicó fuerza suficiente en su abdomen para poder sentarse y mirar directamente a Eliott. Todo aún le dolía, pero en menor grado. Al parecer la tecnología de la cápsula actuó en ella eficazmente, dejando dolores soportables. Nada comparado con lo que había sufrido en la Residencia.

—Parece confiar en ti —rebatió ella, cepillando su cabello con los dedos para que no estorbara en su rostro.

—¿En serio? —pronunció Eliott como alguien que estaba ignorando a un niño que apenas se le comprendían las palabras. Renee soltó un suspiro ante el claro desinterés de su compañero hacia la charla. —Bien por ella.

Hubo una sacudida tan fuerte en la nave que todo el cuerpo de Renee se zarandeó sobre la camilla. Eliott apenas parpadeó, seguía inmerso en lo que fuera que estuviese en su pantalla portátil.

Renee no sabía cuánto iba a durar el ataque, por lo que prefirió intentar curar sus heridas antes de que tuviera que utilizar un arma de nuevo. No sabía cómo era el funcionamiento de la cápsula, así que decidió hacerlo a su manera: aplicando lo que había leído en los libros de su padre. Había algunas heridas más profundas de lo que ella pudo haber sentido en medio del ataque, la cápsula apenas logró que cicatrizaran lo suficiente para no ser una molestia. A Renee no le gustaban las cicatrices.

Decidió bajar de la camilla para ir hacia unos estantes repletos de pequeños frascos con medicina. El vientre y abdomen de Renee estaban intactos gracias al libro. En cuanto tuvieran un momento a solas, pensaba agradecerle a Hazz por la idea del libro, estaría muerta de no haberlo hecho. Renee no sabía si Hazz lo hizo para salvar la vida de la causante de todo ese lío o porque sabía el valor del libro. Fuese cual fuese la respuesta, esperaba tener las agallas para preguntarle, y aún más agallas para recibir la respuesta.

—Necesitas quedarte en la camilla si no quieres que tu hombro quede peor de lo que está.

La voz de Eliott nuevamente le causó un susto. Ella no esperaba que volviese a hablar en el resto de la noche. O día. Quizás ya había amanecido. Renee seguía sin ser consciente de cuánto había dormido, y no había ninguna ventana cerca para darle una mínima idea de la hora.

Renee no había movido su hombro hasta que Eliott lo mencionó. Un dolor agudo se extendió a través de todo el brazo, provocando una mueca de dolor en su rostro. Ni siquiera recordaba un golpe tan fuerte que hubiera dislocado su hombro, aunque, en su defensa, habían sido tantos que no había forma de saberlo.

No respondió ante la orden de Eliott, ni tampoco la siguió. Otra sacudida a la nave hizo que casi cayera sobre el estante de medicinas. Fue tan fuerte el movimiento que algo chirrió sobre ellos, pero Renee no le dio tanta importancia. Quería ver si había alguna medicina que tuviera efectos similares a la morfina, para ya no sentir el molesto dolor que aún seguía en su cuerpo.

—Si no entras en la cápsula ahora, probablemente no tendrás oportunidad después —Eliott habló de nuevo, aún atento a su pantalla—. Estoy seguro de que esta nave no durará mucho tiempo más.

Como si el universo hubiese querido confirmar lo que Eliott dijo, se escuchó un fuerte crujido metálico sobre ellos.

Renee no quería meterse en más problemas, así que tomó los medicamentos cuyos componentes se le hacían familiares y regresó a la camilla. Guardó los frascos en las fundas para armas del cinturón de Hazz que aún tenía puesto. Sintió un leve cosquilleo en su espalda cuando el escáner de la cápsula comenzó con su análisis, pero esa vez el cristal no la rodeó. Simplemente comenzó con la curación mientras las sacudidas se hacían más frecuentes en la nave.

Con una vista perfecta en el techo de la enfermería, Renee alcanzó a distinguir cómo una delgada grieta se extendió hasta llegar a la esquina contraria de donde se encontraba Eliott. No le preocupó porque sabía que una grieta de ese insignificante grosor no les causaría problemas.

Entonces otra grieta nació a partir de la primera, creando así mismo una más. Mientras Renee pasaba los segundos pensando si eso podía ser peligroso, más grietas se creaban a través del techo.

Eliott seguía completamente inmerso en su pantalla portátil. Renee se sentó nuevamente sobre la camilla, intentando no mover mucho su brazo para no dañar el avance curativo que la máquina ya llevaba sobre ella.

—¿Eliott?

Renee no desviaba la vista del techo, como si eso de alguna manera ayudara a que no se derrumbase en cualquier momento. Eliott le estaba prestando nula atención, aún inmerso en su pantalla portátil. Ya que a Renee no le salía la voz por el miedo, decidió salir de nuevo de la camilla para poder atraer la atención de Eliott. No sabía cuántas grietas podía soportar el techo, pero no quería correr un riesgo tan cercano a la muerte de nuevo.

Ya estaba a dos pasos de él cuando otra sacudida a la nave provocó que casi perdiera el equilibrio. No fue necesario levantar la vista para saber que las grietas que se crearon gracias a eso fueron de gran tamaño. El crujido que estaban haciendo fue suficiente para comprender que debían salir de ahí en aquel instante.

Eliott no tardó en sentir su presencia. Renee no comprendió lo que Eliott vio, percibió o escuchó. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar en eso. Un momento se encontraba de pie frente a él, lista para advertirle que era mejor salir de ahí antes de que algo sucediera, y al siguiente el techo ya estaba colapsando sobre ellos.

No supo en qué momento Eliott analizó todo lo que a ella le había tomado tres minutos analizar, pero era claro que tanto sus reflejos como su mente estaban bien entrenados. Una décima de segundo antes de que el techo cayera sobre ellos, él ya había dejado la pantalla portátil y tomado la mano de Renee para impulsarla hacia la salida de la enfermería.

Renee calculó que todo eso había ocurrido en menos de seis segundos. No hubo tiempo para procesarlo. Ambos hubieran quedado enterrados debajo de los escombros de la enfermería si él no hubiera actuado con tal velocidad.

Renee soltó un grito en cuanto pudo reaccionar. Ya no había razón para hacerlo, tan solo necesitaba descargar el susto que eso le había causado. Se mantuvo inmóvil mientras el polvo se disipaba alrededor de ella.

Tuvo que moverse al sentir otra sacudida brusca en la nave. Notó que aún abrazaba a Eliott aunque ya no corrían tanto peligro gracias a que había otro muro detrás de la enfermería, protegiéndolos de salir disparados hacia el exterior. Renee no estaba acostumbrada a tanta adrenalina en su cuerpo. Nunca en su vida había sentido tantas emociones mezcladas en su interior. No entendía qué era lo que sucedía con ella, así que se estaba aferrando a lo único que tenía seguro: Eliott, a su lado, intentando salir de los brazos de Renee.

—Tengo que ir a la cabina, Renee —pronunció eso como si el hecho de que la enfermería casi se les derrumbaba encima hubiese sido algo muy lejano, sin importancia.

El cuerpo de Renee había comenzado a temblar sin su consentimiento, no quería soltar a Eliott de ninguna manera. Claro que con él no sentía la misma seguridad como lo era con Aprell, ni mucho menos la misma comodidad; pero Eliott era lo que tenía más cerca para poder abrazar.

Ya había vivido más experiencias cercanas a la muerte de las que podía soportar: ser atrapada espiando, ser perseguida por los agentes, ser casi secuestrada por la Condena y ser casi enterrada por la construcción de la enfermería de una nave. Ni su cerebro ni su cuerpo fueron hechos para poder sobrevivir a tantos cambios.

Ella estaba demasiado acostumbrada a la miserable vida que llevaba con su madre y con Met. Estando ahí, respirando contra el pecho de Eliott, casi deseó no haber aceptado la oferta de Aprell.

Entonces una imagen se fue formando en su mente. Ojos verdes; largo cabello castaño, desordenado, con rulos; nariz respingada, llena de pecas; pómulos sobresalientes por la mala alimentación; quijada marcada a pesar de ser tan solo un niño... y una sonrisa. Esa sonrisa por la que había jurado mantenerse a sí misma viva para poder regresar con él. Met era la razón por la que ella estaba ahí.

Renee debía dejar de ser egoísta, dejar de ser tan cobarde. No estaba encima de esa nave por ella, ya que ella en realidad no necesitaba nada de esas personas, así como esas personas no necesitaban nada de ella.

Renee estaba ahí por Met. Era lo único que necesitaba recordar. Lo único que importaba.

—Lo siento. —Al salir de su trance, Renee se alejó de Eliott.

Eliott tardó un segundo en irse, como si hubiese dudado de lo correcto por hacer. Finalmente se dio la vuelta y siguió con su camino. Renee suspiró, tragándose el llanto que intentaba salir.

No había que conocer mucho a los integrantes de ese equipo para saber que no eran unidos, y que cualquier acto de debilidad podía ser perjudicial para su estadía en aquel lugar. A nadie le importaban las razones por las cuales cada uno de ellos estaba metido en ese lío, solamente les importaba cumplir su objetivo.




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