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VI. Habitación


Renee Belrie
Colonia 27


Habitación. Renee sabía el significado de la palabra, sin embargo, nunca había experimentado tener una propia. Incluso antes de que su padre falleciera, la familia Belrie ya vivía en aquel pequeño lugar de una sola habitación, en la cual los cuatro integrantes dormían, comían, trabajaban, leían... estaban. No era una vivienda digna, por supuesto, pero era lo que había y Renee sabía que era muy afortunada. Había personas en su colonia que estaban en una situación peor que la de ella.

Cuando Hazz le dijo que Eliott la llevaría a su habitación, aquella palabra rebotó en lo profundo de sus pensamientos. Nunca había tenido una habitación para ella sola. Su habitación. Se preguntaba si se sentiría solitaria al no estar con su madre ni con su hermano.

Mientras caminaba silenciosamente detrás del chico llamado Eliott, Renee no pudo evitar notar su espalda ancha y musculosa. Tenía puesta una camiseta ajustada, por lo que resaltaba aún más su cuerpo bien ejercitado. Todo en él era negro, desde su cabello hasta su vestimenta. Su piel blanca, algo bronceada, hacía un enorme contraste con el resto de su cuerpo. Renee sospechaba que la otra chica que estuvo presente en su prueba, de la cual desconocía su nombre, estaba de alguna manera relacionada a él. Compartían varias similitudes, entre ellas su físico, acento y forma de vestir.

Renee se sonrojó al notar que todo en aquella nave estaba impecable, incluyendo las personas. En cambio, ella vestía un camisón con algunos agujeros que le llegaba hasta las rodillas, apenas escondido por un delgado suéter. Su cabello largo y grasoso le caía por los hombros hasta casi llegar a la cintura. La parte descubierta de sus piernas tenía varios rasguños y rastros de suciedad, así como el resto de su cuerpo. Las sandalias que llevaba puestas eran tan delgadas que solamente servían para amortiguar un poco la pisada de las pequeñas piedras que a veces se encontraba en el camino al Punto de Revisión. Los pasillos de la nave XAOL-28 en la que se encontraba eran demasiado lisos, Renee ni siquiera sentía las sandalias.

En su colonia los recursos eran muy limitados, a lo que podía bañarse solamente una vez cada una o dos semanas. La mayoría de las personas de la Colonia Veintisiete vestían de la misma manera que ella: con camisones que les llegaban hasta las rodillas y suéteres que no hacían mucho por cubrir del frío. Eran otorgados por el gobierno cada cierto tiempo.

Renee siguió estudiando a Eliott desde sus espaldas. Al contrario de Aprell, Eliott era alguien callado, apenas le prestó atención a Renee. Estaba metido en sus pensamientos y al parecer no pensaba salir de ahí. La madre de Renee siempre le dijo que las personas calladas podían ser peligrosas, pero Renee creía que era una contradicción ya que ella misma no se caracterizaba por hablar mucho, solamente cuando se lo pedían. Aunque eso tal vez se debía a que no tenía muchas personas con quienes hablar.

Por un momento extrañó el carisma de Aprell, la hacía sentir menos fuera de lugar. Se dijo a sí misma que no debía acostumbrarse a Aprell, que él no era el único integrante del equipo.

Después de algunas vueltas a los pasillos de la nave, por fin Eliott se detuvo frente a una puerta cerrada, color gris, unos tonos más claros que el metal de las paredes de la nave. Renee observó cuando el chico frente a ella tecleó algunos números en la pequeña pantalla a un costado de la puerta.

—Dos, tres, uno, uno, cero, seis —la gruesa voz de Eliott sorprendió a Renee. Tenía un acento marcado, por lo que la hacía pensar que era de las colonias del este, quizás de la Colonia Ocho o Colonia Trece.

Para ser la primera oración que Eliott le decía a Renee, era algo fuera de lo común. Renee lo miró con confusión, sin saber a qué se refería o qué contestar.

—Es la contraseña de tu habitación —aclaró Eliott ante el gesto de Renee —. No creo que sea muy difícil aprenderte seis números cuando ya pudiste aprender todo un códice. —La puerta se abrió sin darle tiempo a Renee de agradecerle a Eliott. —No es la gran cosa, pronto pasaremos a una nave más amplia.

Renee notó que Eliott no provenía de ninguna colonia pobre en cuanto aquella habitación no era la gran cosa para él. Para ella, eso era mucho más de lo que pudiera haber pedido. Una habitación quizás del tamaño de su hogar, con una cama enorme al fondo en una esquina. Supuso que la puerta que estaba a un lado llevaría a un baño o a un armario, aunque no necesitaría un armario ya que no llevaba nada consigo además de su bolso. Un pequeño escritorio estaba colocado en la esquina contraria a la cama, con una pantalla sobre él y un cajón debajo.

La habitación estaba iluminada con una luz tan blanca que lastimaba los ojos de Renee. Cómo le hubiera gustado que Mett estuviera con ella para verlo.

—¿T-todo esto es mío? —Renee no pudo evitar hablar de manera débil y dudosa. Seguía sorprendida por todo lo que había visto en la nave.

—En teoría es de la familia Soreil. Pero sí, por ahora es tuyo, supongo. Probablemente necesitarás mantas, la Colonia Tres es helada. Hay algunas en el armario. —Señaló la puerta del fondo. —El baño tendrás que compartirlo con Kybett.

Renee asintió con la cabeza sin decir palabra. Su cerebro procesaba lentamente lo que Eliott le estaba diciendo. La familia Soreil. La nave de Hazz. Hazz Soreil. Al fin comprendía por qué su rostro se le hizo familiar cuando la vio en el callejón. Ella había aparecido en varios comunicados públicos en la Colonia Veintisiete, asegurando el apoyo que la Colonia Tres daba a las colonias más pobres.

Hazz Soreil no era una ciudadana más de la Colonia Tres. Ella era hija de la presidenta.

Algunas cosas se hicieron obvias para Renee en cuanto supo el apellido de Hazz, incluyendo el cómo Hazz pudo haber obtenido aquel códice. Parecía antiguo y tal vez confidencial, así que solo una hija de la presidenta podría tener acceso a él.

No hay problema. Muchas gracias —Renee respondió con una tímida sonrisa. No acostumbraba a hablar con personas que no fueran de su familia o vecinos.

—La habitación de Kybett está en el siguiente pasillo. Cualquier cosa que necesites, ella puede ayudarte.

A Renee no le llevó mucho tiempo inferir que Kybett era aquella chica que había visto en su prueba y que posiblemente provenía de la misma colonia que Eliott.

Eliott era una persona algo contradictoria. Sus palabras decían que era alguien amable con buenas intenciones, no obstante, su nulo movimiento corporal y frío tono daban a entender que en realidad no le interesaba en absoluto, lo que sospechaba Renee.

—Lo lamento, por cierto —comento Eliott, señalando el brazo de Renee.

Ella dirigió su mirada a la parte amoratada del brazo. Lo había olvidado.

—Oh, no es nada. —Sonrió amablemente. —Solo estabas haciendo tu trabajo.

—Sí... de todas formas, lo siento.

Eliott asintió a manera de despedida y se alejó por el pasillo que llegaron.

Pasaron cerca de dos horas después de que Eliott la llevara a su habitación y Renee se quedara ahí. No hizo mucho en ese tiempo después que pensar en aquel códice. Ella estaba segura de que fue hecho específicamente para que pocas personas pudieran descifrarlo, sospechaba que fue algún código inventado en la Cuarta Guerra Mundial: una guerra de astucia. Muchos generales y presidentes utilizaban números para codificar sus mensajes entre, lo que eran en ese entonces, países. Pero algunos otros decidieron comenzar a utilizar alfabetos de lenguas que ya casi nadie conocía, de esa manera nadie sospecharía.

Renee sabía eso debido a un libro sobre los alfabetos que fueron utilizados y algunas teorías. Además, a su padre le entusiasmaba ese tema. Ser profesor de historia había tenido gran influencia en los aprendizajes de Renee.

Fue extraño para ella escuchar tanto silencio. En su hogar no había ni un día en que no se escucharan gritos, naves monitoreando por los aires o mensajes del presidente. Fue mucho más fácil concentrarse, a decir verdad, pero era extraña la sensación.

Algunos minutos más pasaron para Renee cuando ella decidió levantarse de la suave cama e ir hacia el armario para ver lo que había. Al abrir la puerta, lo primero que le llamó la atención fue una nota que estaba adherida al espejo:

Lamento si algunas cosas no te quedan, espero que te sirvan.

Aprell.

Renee sonrió ante el gesto de Aprell. Incluso si no le hubieran conseguido prendas para vestir, ella hubiera estado cómoda con lo suyo.

Despegó la nota del espejo y la dejó sobre una repisa de zapatos. En realidad no había gran variedad de prendas en aquel armario: algunas blusas de distintos colores junto con tres pantalones, de los cuales uno parecía ser de talla masculina. Dos pares de zapatos estaban colocados sobre una columna de cajones que, al ser abiertos, Renee descubrió que contenían ropa interior.

Salió de su habitación para dirigirse hacia el baño. No fue muy difícil encontrarlo gracias al enorme letrero en la entrada. Al ingresar le sorprendió la limpieza y el buen olor que desprendía. Eliminó de su memoria —o trató— las imágenes del baño que ella solía utilizar, eran repugnantes. A pesar de que el baño contenía no más que un espejo, un lavabo, un inodoro, un estante con toallas en él y una bañera, Renee se encontraba más que feliz.

Intentó no desperdiciar mucha agua en cuanto se metió a la bañera. No sabía cuánta era la cantidad que podía usar, por lo que ocupó la justa. No tardó en tornarse de un color grisáceo por la combinación del jabón y la suciedad. Recargó su cabeza en el borde para relajarse, pero su mente seguía con algo de adrenalina pensando en aquel códice y sus posibles significados. Tenía la sensación de conocer el códice, quizás su padre lo habría mencionado en su diario o en las tantas clases que le había dado a Renee cuando tenía tiempo.

Quien lo hubiese codificado, debió haber sido un genio, un experto en lenguas o ambos.

Alguien tocó la puerta, haciendo que Renee diera un respingo. No supo qué contestar, se quedó en silencio. Segundos después, se escucharon nuevamente un par de golpes en la puerta. Quizás alguien deseaba ocupar el baño y Renee estaba estorbando. Se apresuró a salir de la bañera, la cual comenzó a drenarse. Se cubrió con una toalla y abrió la puerta con su mano libre

—Renee, ¿cierto? —una chica con el cabello ondulado y ojos de un intenso color azul le sonrió. Era la misma chica que había visto horas atrás en su prueba. Kybett.

Renee asintió en respuesta. No sabía si debía decir algo más.

—Yo soy Kybett. Venía a avisarte que estamos por partir a la Colonia Tres. Será mejor que te pongas un abrigo... o dos. Y esta máscara. —Le entregó un objeto que solamente le cubría la mitad del rostro—Para los que no son residentes, el aire es algo tóxico.

Renee rio y le devolvió la máscara.

—Vengo de la Colonia Veintisiete. No hay peor aire que ese, ahí se originó la contaminación tóxica hace décadas. Pero gracias por preocuparse.

La rubia notó cómo Kybett comprendía la situación. Exactamente no sabía cuál era la función de la chica en aquel lugar, pero no parecía ser alguien que supiera mucho acerca del resto de las colonias. Eso solía pasar con las colonias que no tenían problemas de hambre, pocas se interesaban realmente por la situación del resto.

—Cierto. Lo siento. —Le ofreció una dulce sonrisa. —También la cena ya casi está lista, ¿quieres algo en especial? Aprell sabe cocinar prácticamente de todo.

Renee negó con la cabeza.

—Solo que no contenga nuez, de ningún tipo. Soy alérgica.

Hizo una mueca de desagrado, lo descubrió de una manera no muy bonita.

—Anotado. —Kybett sonrió de nuevo. —Te esperamos en la sala común.

Kybett se fue de ahí tarareando alguna canción desconocida para Renee antes de que ella pudiera preguntarle cuál era la sala común.

Cerró la puerta del baño nuevamente y secó su cuerpo para después colocarse la ropa que le había dejado Aprell. Renee sentía extrañas aquellas prendas sobre ella, pero le gustaba la sensación de estar cubierta por algo más. Nunca había notado que tenía la piel tan pálida ni el cabello tan rubio antes de aquella noche. La suciedad siempre opacaba todo. Lo único que quizás tardaría un poco en mejorar serían sus dientes amarillentos.

Se tomó unos minutos más en el baño para dedicarse a su higiene personal. Con lo que encontró en el baño logró limar sus uñas lo suficiente para que no estuvieran tan largas ni se vieran de aquel color tan desagradable. Limpió sus oídos lo mejor que pudo y aprendió a utilizar el dispositivo para eliminar piojos.

La nave despegó con una leve sacudida justo cuando Renee salió del baño. No sabía lo que se avecinaba en la Colonia Tres, pero sí sabía que ahí podría encontrar un libro que la ayudarían a comprender mejor aquel códice, solamente para tener algo con qué matar el tiempo mientras Hazz no necesitaba de ella.

Adiós, Colonia Veintisiete. Lo único que Renee iba a extrañar de ahí era su familia. Esperaba poder encontrar aquella misteriosa cura. ¿Qué pasaría si no la encontraban?







N/A

Holaaaaa. ¿Cómo están? ¿Les ha gustado el capítulo?

Para ubicarme con las colonias, literalmente imprimí un mapamundi y marqué los límites de cada colonia JAJAJAJA. Así que en la parte de geografía ya no habrá problemas. 

¿Qué dicen? ¿Shippean a Renee con Aprell? ¿Creen que pase algo entre ellos dos? 

¡Espero que les esté gustando!

Alex.



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