Férrie nunca había delatado sus intenciones y las reuniones que mantenía eran efectuadas en el mayor grado de hermetismo posible. Ninguno de los Guardianes podía salir de la prisión. Sólo él podía hacerlo.

Palideció y su corazón le dio un vuelco. Esas sombras que se recortaban en la posada... Las había querido olvidar, pero sabía que no podría. 

Lo había estado siguiendo.

-Escúchame. Te prometo que seremos libres. Sólo necesito que me ayudes. Averigua donde me llevará Lasinder. Tú y yo iremos con él y nos escaparemos juntos de la expedición.

Férrie se acercó a Kite.

-Estoy siendo vigilado- susurró con rapidez en su oído- Tréyard.

-No te preocupes por él. Saldrás si yo se lo ordeno a Lasinder. Olvidas que ahora yo tengo el poder aquí.

Férrie adoraba el descaro de aquél joven. Su desfachatez y energía eran algo que nunca encontraría en los apagados prisioneros. Ese chico era único.

-¿Y que le dirás exactamente?

-Yo tengo la Llave Dorada. Ellos no pueden tomarla, por eso me necesitan.

El carcelero intento reproducir en su mente con la mayor exactitud posible los tormentosos acontecimientos del día anterior.

-Necesito hablar con Balathid. ¿Fue liberado?

Férrie miró fijamente aquellos ojos azules que lo atravesaban y en los cuáles una mentira no pasaría desapercibida. Sentía que debía ser sincero con él.

-Balathid ha muerto.

Kite no supo cómo reaccionar ante la fatalidad de las palabras del carcelero. Férrie sentía compasión por Kite. La misma compasión que lo había llevado tantas veces a querer ayudarlo.

Kite veía la verdad en los ojos de Férrie, pero aun así se rehusaba a creer en sus palabras. Quería ver el inerte cuerpo del anciano para confirmarlo. Le debía mucho a Balathid y ya no podría pagárselo.

-Yo también lo siento. Era un buen hombre.

-¿Cómo pudo saber la Hermandad que yo estaba aquí? Preguntó Kite, cambiando rápidamente de tema para que su corazón no asimilara de golpe aquella fatalidad.

Férrie se encogió de hombros. Un leve atisbo de duda ensombreció su semblante.

Kite vio lo que ni siquiera Lasinder había visto. Que Férrie tuviera contacto con la Hermandad era lo mejor que podía pasarle.

-¿Con quién tienes trato allí dentro?

-Con mi padre- repuso Férrie. Las mentiras que brotaban a raudales en las conversaciones con el Jefe de Guardianes morían a los oídos de Kite.

-De acuerdo- dijo Kite, mientras pergeñaba una idea en su mente siempre activa - Dile a Lasinder que necesito hablar con él.

-No querrá hablar contigo.

-Dile que tengo un negocio en el que él saldrá beneficiado.

Había llegado el momento. Dudaba que su teoría fuese cierta o no, pero ya no había otra opción.

"Vamos, ve y dile que lo necesito aquí"

Férrie encerró a Kite en su celda y corrió a contarle el nuevo trato a su señor.

Tréyard, que había estado escuchando todo atentamente, salió de su escondite y desapareció con un chasquido sordo. Había mucho que contarle a su señor.