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V. FRENCH NOBILITY

VOL I, CHAPTER FIVE.
FRENCH NOBILITY

Silvain Mountbatten bebía a pequeños sorbos un café humeante el cual podía mantener en pie a cualquiera por todo el día por lo cargado que estaba, ese era el sabor amargo que el marqués buscaba en su bebida negado a convertirse en fanático del famoso té inglés. Por otra parte, su melliza estaba haciendo un intento de mejorar el idioma al leer un libro, cuando no entendía una palabra procedía a buscarla en el diccionario que descansaba sobre sus piernas. La tarde no prometía nada más que cualquiera desde que llegaron a Londres, sus padres habían abandonado el hogar desde temprano para visitar a Genevive junto a su prometido, invitación que no se extendió a Sylvie, Silvain ni tampoco a Odette.

La menor de la familia tocaba el piano de cola que era una de las grandes atracciones de la sala. Odette estaba en proceso de aprender acordes por lo que se escuchaba melodías pausadas seguido de regaños de frustración en francés poco apropiados.

──Cuida tu lenguaje ──la regañó Sylvie sin despegar los ojos de la página.

──Vamos, Syl, deja que nuestra hermana se exprese con libertad ──contestó el joven marqués sonriendo con malicia.

Puso los ojos en blanco por un segundo, después miró a Odette con reproche.

──Que nuestros padres no te escuchen porque ni Silvain ni yo podrá defenderte.

El silencio mezclado con la dulce melodía volvió a tomar presencia armoniosa en la sala del Cyanistes Palace, el nuevo hogar de los Mountbatten desde su llegada a Londres. El reloj marcaba las dos de la tarde, horario donde el sol brillaba en todo su esplendor sobre el jardín y se colaba por los ventanales. Sylvie cerró el libro al escuchar pasos aproximarse a la estancia, convencida de que se trataba de la vuelta de Arthur y Brigitte se apuró a bajar los pies del sofá. No obstante, fue un alivio encontrar a Isabelle, la dama de llaves de confianza de los marqueses por décadas y la preferida de los hermanos Mountbatten, culpable de complacerlos en sus caprichos y cubrirles la espalda en sus travesuras desde pequeños.

──El lacayo de lady Danbury trajo una invitación bajo el nombre de la marquesa Odette Mountbatten ──informó la mujer con una sonrisa sabiendo lo importante que era para la más joven.

La nombrada dejó el piano de lado olvidándose de este en cosa de segundos, Odette corrió directo a Isabelle quitándole de las manos el sobre marcado con un sello de cera color rojo. Casi temblando de la emoción lo arrancó sin cuidado bajo la mirada atenta de sus hermanos mayores. Los mellizos se miraron entre ellos notando lo callada que estaba Odette observando el mensaje por largos segundos.

──No comprendo.

──¿Estamos seguros de que nuestra hermana sabe leer? ──preguntó Silvain en tono de burla siendo ignorado por sus hermanas.

Sylvie no tuvo otra opción que acercarse donde Odette y quitarle el sobre: ──No se trata de un baile.

──Entonces son buenas noticias ──dijo el marqués.

── ¿De qué trata?

──Una velada ──contestó Sylvie regresando el mensaje a su sobre──, con la intención de conocer a los caballeros de la temporada.

──¡Eso es maravilloso! ──exclamó la menor con inocente emoción.

──La buena noticia es que me quedaré en casa esta noche. Nuestra hermana te acompañará ──añadió Silvain Mountbatten que no tardó en abandonar el salón dejando su café a la mitad.

──Gracias por el recado, Isabelle, puede retirarse ──Sylvie sonrió a la mujer──, en caso que nuestra madre no vuelva a casa en las próximas horas será mi responsabilidad arreglar a Odette para asistir a la residencia de lady Danbury.

Odette abrazó a su hermana dejando un beso en la mejilla de esta, la joven estaba feliz incluso luego de que sus expectativas de convertirse en el flamante Diamante de esta temporada fueran truncadas por otra señorita debutante luego de tal humillante noche, Sylvie y ella habían tenido una larga charla bajo la luz de la luna en el patio de la casa, comprendió que su momento debía esperar entendiendo de la mejor manera que aún era demasiado joven para apresurarse.

──Cuente conmigo para lo que necesite, joven Sylvie ──Isabelle acarició el largo cabello castaño de la marquesa.

──¿Eso significa que no tendré que bailar? ──preguntó Odette arrugando las cejas.

Sylvie dejó salir una risa al confirmar que tanto ella como los otros estaban cansados de asistir a los bailes organizados por la realeza. Llegaba un momento que tantas coreografías y coordinación terminaban por aburrir.

──Aquí no hay bailes ni coreografías. Es una oportunidad donde los caballeros presentan sus... talentos ante las damas para impresionarlas y crear interés ──explicó Sylvie arreglando los mechones ondulados de la más pequeña──. En Francia no es común, tampoco es una reunión extravagante.

──Suena aburrido.

──Te prometo que es más absurdo de lo que te imaginas.





Al menos, en esta ocasión, eran los caballeros los que se ridiculizaban frente al juicio de las damas por retener un poco de su atención. La luna llena iluminó el viaje de las hermanas Mountbatten las cuales fueron recibidas por la hospitalidad de los sirvientes de lady Danbury, acogiéndolas como si se trataran de invitadas de honor en su residencia. Efectivamente, Sylvie tuvo razón, no era una velada extravagante con salones inmensos iluminados por centenares de velas ni música en vivo armonizando la reunión. Sin embargo, ninguna dejaba de sentirse observada.

──¿Qué debo hacer ahora? ──preguntó Odette en susurro a su hermana.

──Socializar, supongo ──su respuesta no parece convencer a nadie. Se sentía tan fuera de lugar con todos esos rostros desconocidos rodeándola que la única razón por la que no había arrancado era por la ilusión que le daba a su hermana el asistir. Por un momento extrañó su país natal, donde se había criado y conocía a cada familia desde la infancia──. No estaremos mucho tiempo, así que te recomiendo aprovechar.

Una buena noticia era que no estaban acompañadas por su madre, un significante peso menos sobre sus hombros sin las constantes órdenes de Brigitte de Mountbatten controlando sus pasos como si cada evento social fuera el primero. No obstante, debía admitir una cosa y es que se sentía un tanto perdida al momento de saludar, fuera de lugar en medio de los grandes vestidos coloridos caminando de lado a lado por el gran salón. Lady Danbury se apresuró a recibir a las jóvenes francesas con una sonrisa plasmada en su rostro.

──No saben lo que me alegra su presencia.

──Agradecemos su cumplido, lady Danbury. Estamos honradas de ser recibidas en su hogar ──contestó Odette manteniendo la humildad, sonando como una experimentada dama de sociedad. A su lado, Sylvie la miró orgullosa a la joven lograr desenvolverse.

──Que jovencita más encantadora y bonita ──respondió la mujer analizando la vestimenta extravagante de las francesas con sus vestidos tan finos y diferentes. Claro, siempre resaltando el aspecto físico que tanta importancia tenía entre las debutantes──. Puedes sentirte como en tu casa. Es un completo agrado tenerlas acá.

──Las puertas de nuestra casa están abiertas para usted ──invitó la mayor──, será un honor recibirla y atenderla.

Era obvio que Lady Danbury estaba al tanto de la llegada de la nobleza francesa al igual que el resto de la élite de Londres, y la verdad era que le emocionaba conocer a la nueva familia de cerca para analizar desde cerca el comportamiento de las señoritas y el marqués Silvain. Desde que la famosa revista de Lady Whistledown publicó una edición dedicada especialmente a los Mountbatten-Windsor nadie podía dejar de pensar en estos, demasiado interesados en sus vidas misteriosas carente de un motivo de una repentina mudanza. Tanto Sylvie como Odette Mountbatten de alguna forma parecían desencajar entre el grupo de londinenses, podía tratarse de sus peinados menos complicados resaltando la longitud cabellos castaños, sus vestidos de un diseñador extranjero o su claro acento, sin embargo, respondieron a cada saludo y agradecieron cada cumplido manejándose en el ambiente. Con esfuerzo, la marquesa Sylvie era capaz de reconocer algunos rostros por eventos anteriores extrañando la presencia de su mellizo tomando de su brazo a cada momento, ahora le tocaba asumir el rol de hermana mayor y vaya que poco le gustaba.

Pero al parecer, Odette Mountbatten no había heredado los problemas sociales de sus hermanas, y gracias a su dulzura terminó por abrir su círculo con las otras debutantes.

──Ve con ellas ──la sugerencia de Sylvie tomó por sorpresa a la joven que negó al instante, sin estar dispuesta a dejar sola a su hermana──. No te preocupes por mí, estaré bien.

──¿De verdad?

Un camarero cruzaba el salón sosteniendo una bandeja de plata con copas de burbujeante champagne ofreciendo a los invitados, coincidencia aprovechada por Sylvie quien tomó una por el tallo. Saboreó la bebida con delicadeza, dibujando una sonrisa de satisfacción en sus labios.

──Esto es todo lo que necesito.

Efectivamente, una buena copa de un buen champagne fino era lo único que cualquier marquesa veinteañera necesitaba para aguantar la ansiedad de cualquier velada. Al menos, Odette parecía divertirse compartiendo y no se lo quería arruinar con sus ganas de encerrarse en la habitación envidiando a su mellizo que seguramente le iba a robar uno de sus cigarros para antes de acostarse.

De tanto pensar, no pudo evitar sentirse patética por la escena que estaba dando, una solterona, extranjera recién llegada la cual no participa en la temporada social caminando por el salón sosteniendo la fina copa de alcohol como único fiel acompañante. Se armó de valor para no terminar sentada en una esquina esperando que la velada termine, en ese momento le gustaría ser extrovertida igual a su mellizo, quien tenía la facilidad de sacar conversaciones a cualquiera que le pareciera interesante.

──Marquesa Mountbatten ──la voz femenina de la hermana mayor de Edwina fue un rescate a su aburrimiento tomándola por sorpresa total──, es un placer poder conocerla personalmente. Soy Kate Sharma.

──Señorita Sharma ──tenía que admitir que se puso nerviosa, y eso que solo se trataba de un saludo, pero la presencia de Kate era inexplicablemente un tanto intimidante──. El placer es mío.

──Permítame decirle que tiene una hermana encantadora ──Kate sonrió, observando a la señorita Edwina charlar con Odette como dos niñas──. Edwina me habla de ella con mucho cariño.

──Mi hermana tiene un corazón tan dulce y amable como el de mi padre, me alegra que Edwina y ella puedan compartir los eventos ──respondió sin poder evitar sentir orgullo de la dama en la que su pequeña hermana se estaba convirtiendo. Si esa no fuera su primera copa, seguramente los ojos se le hubiesen llenado de lágrimas──. Santo cielo, sueno como una madre.

Kate Sharma sabía a lo que Sylvie se refería mejor que nadie. Ambas familias eran las recién llegadas a una sociedad ya formada con sus propias reglas, límites y costumbres, donde única salida si deseaban no ser aplastadas por el peso de la élite era adaptarse y hacer lo mejor posible.

──¿Su madre no las acompañó esta noche?

──Prefirió descansar en casa ──mintió con el mismo de forma amable, nadie cuestionaría sus respuestas si sabía cómo responder──, envió sus buenos deseos a todos los presentes.

Si el marqués Silvain Mountbatten hubiese escuchado a su melliza intentar hacer quedar a Brigitte como una dama amable, una carcajada burlona e irrespetuosa se le escaparía.

── Espero pronto poder compartir con la señora de Mountbatten ──dijo Sharma sonriendo en todo momento──. Y con el resto de su familia, claro.

La señorita Kate Sharma se había ganado una reputación un tanto tajante desde su llegada a Londres por su comportamiento gélido, todos en esta temporada sabían que ella era el principal y único obstáculo para cualquier caballero que muestre interés por la joven Edwina. Ahora que esta había sido nombrada por la reina como el diamante de esta temporada, su labor estaba siendo más ardua, dispuesta a encontrar por sí misma el mejor pretendiente digno de la mano de su hermana juzgando a cualquiera que se atreviera a acercarse.

Seguramente Sylvie y Kate compartían más de lo que pensaban. Dos hermanas mayores destinadas a escapar del amor, asumidas ante el destino.

──¿Otra copa, marquesa? ──pregunta Kate señalando con sutileza la copa vacía entre los dedos de Sylvie──. Sé donde podemos encontrar deliciosos dulces para acompañar esta larga velada.

Cuando la señorita Sharma aseguró que iba a tratar de una larga velada, no mintió ni exageró. Las damas eran el público al que deleitar mientras los caballeros eran los encargados de ser el centro de atención, exhibiendo sus talentos esperando causar el efecto deseado de despertar el interés en alguna de las presentes. Sentada en el centro del grupo, el flamante diamante de la temporada, Edwina Sharma estaba verdaderamente emocionada aplaudiendo a cada pretendiente que buscaba conquistar su corazón, sentada a su lado la jovencita Odette Mountbatten observaba de reojo a su hermana Sylvie atrás de ella haciendo el mayor de sus esfuerzos en no reírse terminando de quitar todo tipo de seriedad al evento. Hasta la misma lady Danbury juzgaba el torpe y descoordinado baile irlandés del caballero.

Una rara melodía de la flauta traversa resultó ser incómoda, pero aquel hombre estaba demasiado confiado que sacaría una canción en menos un día superando el talento de un profesional experimentado. Había de todo, no necesariamente para deleitarse; platillos, trucos de magia tan básicos que se podía observar la rosa escondida bajo la manga, más bailes descoordinados interminables haciendo que Sylvie tenga que abrir los ojos de golpe al darse cuenta que se estaba quedando dormida en medio del número artístico.

──¿Esto fue idea suya? ──en voz baja pregunta la francesa a Kate.

──Ojalá tener el crédito, pero no. Lady Danbury los invitó a leer poesía, los hombres, gracias al espíritu de competencia armaron el resto de esta farsa ellos solos.

──Claro que sí ──susurró Mountbatten tapándose el rostro con la mano para poder reírse sin ser hiriente con el muchacho.

El número artístico había terminado justo antes que alguien cayera al piso del aburrimiento, abriendo un espacio corto para los aplausos forzados. La señorita Eloise Bridgerton quien estaba a unos pocos metros junto a su fiel amiga Penelope Featherington que se veía genuinamente intrigada, la mirada de la quinta hija de Violet se cruzó con la de la marquesa y ambas supieron al instante lo que la otra estaba pensando sin la necesidad de utilizar palabras. Ninguna había llegado a la residencia de lady Danbury por su propia voluntad.

Si eso era todo los caballeros podían ofrecer, Londres estaba demasiado sobrevalorado.

──Qué tal si hacemos una pausa ──dice la anfitriona esforzándose por ocultar la incomodidad compartida.

Todos aplaudieron dando por concluido el primer bloque de talentos, aunque Sylvie sentía que era más por compromiso que por admiración. La francesa soltó un suspiro, sus pies cansados de estar de pie tanto rato le rogaban por tomar asiento, sin embargo, la tentación de volver a dar un vistazo a la mesa con bocadillos llamaron más su atención haciendo que se acercara otra vez. En su cabeza, podía escuchar la voz de su madre llamándole la atención por estar abusando del dulce y el azúcar, a ningún caballero le parecía atractivo una señorita con los guantes manchados de glaseado. Pero por alguna razón, esa noche poco le importaba su imagen.

──Marquesa Mountbatten ──Eloise Bridgerton se acercó esquivando a los invitados agobiada por la presión social. Sylvie sonrió con las mejillas llenas de pastel al escuchar su nombre ante el ya conocido tono──. Le confieso que su presencia me sorprende.

──No me perdonaría el dejar a mi hermana por su cuenta en una velada en donde los protagonistas son hombres ──respondió Sylvie coincidiendo con Eloise quien asintió tomando un bizcocho directo a su boca──. Sin ofender, pero no termino de confiar en los caballeros londinenses.

──Hace bien en desconfiar.

──Dejé una novela a un capítulo de terminar por arreglarme para asistir. Espero que valga la pena ──susurró antes de terminar el pastelillo en sus dedos──. Debería probar esto, está delicioso.

De manera un tanto egoísta, Eloise le alivió saber que no era la única encerrada en la mansión de Lady Danbury contra de su voluntad y Sylvie tenía una personalidad refrescante. Su mejor amiga había desaparecido de su lado dejándola expuesta a ser cortejada a quien se atreva a intentar llamar la atención de una Bridgerton, refugiándose en la marquesa encontrando más que una insípida recién llegada. Ninguna se atrevía a afirmar si estaban en camino a formar una amistad o algo por el estilo, en el fondo eran bastante cuidadosas con su círculo.

La indiscutida matriarca de la familia Bridgerton, Violet Bridgerton, se limitó a observar los movimientos de su hija a una distancia prudente notoriamente intrigada por la actitud de Eloise ante la novedad francesa. Ella más que nadie sabía acerca de la importancia de las conexiones, y la nobleza francesa todavía no terminaba de establecer su reputación más allá del misterio.

Aunque, silenciando su lado racional, observar a Eloise desenvolver sus habilidades sociales no le disgustaba.







La señorita Penelope Featherington no había desaparecido del todo tal como Eloise reclamaba. Siempre atenta y observadora, fue la primera en percatarse en la presencia de Colin Bridgerton cuando este puso un pie en la estancia apresurándose a entablar una conversación de bienvenida. El tercer hermano Bridgerton respondió a cada una de sus preguntas con amabilidad desde su vuelta, agradecido en cruzarse tan pronto con un rostro de confianza luego de su llegada. Para la joven pelirroja le era inevitable no reír con facilidad por cualquier broma del aventurero, con las mejillas rosadas las veces que Colin la miraba por más de dos segundos al momento de contestar. Lamentablemente, el caballero no notaba la obviedad frente suyo.

──¿Es la marquesa de Francia quien está junto a mi hermana? ──la pregunta de Colin salió en el mismo instante que alcanzó a divisar el vestido azul de Eloise. El tono de sorpresa hizo que Penelope volteara asustada.

──Me parece que sí. Parecen llevarse bien.

──Vaya sorpresa. Juraba que tú eras la única capaz de lidiar con Eloise ──bromeó sin despegar la mirada de las damas, intrigado por saber cuál podía ser el tema de conversación que podía llegar a unirlas.

Aquel comentario no terminó por caer bien a la menor de los Featherington, dándose cuenta de algo que no pasó inadvertido en su obsesión en los detalles.

──Pareces conocer a Sylvie ──añadió incómoda mirando sus pies tapados por la tela amarilla brillante, rogando por equivocarse──. Pensaba que estabas alejado de las novedades de esta temporada.

Colin tuvo que desviar su atención de Sylvie sin parecer interesado en la presencia de la marquesa, enfocándose en su charla.

──Eh, bueno ──talló el puente de su nariz──, tuve la oportunidad de cruzar un par de palabras la tarde de las carreras. Ya me explicaron que hay más de una nueva familia en el terreno── la realidad, para Colin Bridgerton los chismes de Londres no fue algo que había extrañado en sus viajes.

Con la tercera copa de champagne burbujeante a la mitad la marquesa respondía cada una de las preguntas de una curiosa e inagotable Eloise Bridgerton acerca de su experiencia cursando en la universidad de Francia en la capital, donde Sylvie tuvo el privilegio de cursar clases de literatura y arte gracias a su título nobiliario heredado, la condición fue solo una sin espacio a debate, tenía que asistir a cada lección impartida en compañía de su hermano mayor que al ser este hombre contaba con el privilegio de asistir y ser el acompañante permanente de la marquesa. No obstante, las oportunidades junto al aprendizaje era una necesidad.

La señorita Eloise quería saberlo todo. No le importaba en lo absoluto verse entrometida o intensa, la curiosidad era superior. Se imaginaba a sí misma aprendiendo sobre los autores influyentes del continente, mucho más interesante a su gusto que los cursos de manualidades que su madre tanto le insistía asistir o el aburrido bordado que siempre encontraba una excusa para no asistir. Hace unos días tuvo que ir junto a Francesca a un curso de arreglos florales para escapar de visitar a la modista. Fue una tortura de donde no aprendió más que importancia de la delicadeza para manipular flores.

──Tiene que conocer la biblioteca del Cyanistes Palace. Hay obras que merecen la pena ser leídas.

Compartir un tema de conversación diferente era algo que agradecer, por eso le agradaba tanto la espontánea que era Eloise, por el simple hecho que no pensaba mucho antes de hablar y eso era lo más real que se podía encontrar en sitios donde las palabras eran tan importantes.

──¿Usted me dejaría elegir alguno? ──sus ojos azules brillaban mirándola expectante. Cuando Sylvie asintió la señorita Bridgerton tuvo que contener las ganas de correr a contarle a Penelope acerca de la genial propuesta──. Suena increíble.

──Si usted desea una obra en especial, puedo escribirle a un amigo en París, puede estar segura que enviará el ejemplar que desee.

La mente de Eloise comenzó a imaginar las posibilidades, textos que solo había escuchado reseñas prometedoras. Por su parte, la marquesa Mountbatten observó disimuladamente el salón sin encontrar a su hermana menor entre los rostros rodeándola, frunció las cejas analizando mejor el ambiente, seguramente lo había pasado por alto en medio de las diversas distracciones.

──Discúlpeme un momento, Eloise ──interrumpió la marquesa intentando sonreír sonando lo más amable que su calma permitió──. Vuelvo con usted a la brevedad.

Claro que se arrepintió por dejar a la señorita Bridgerton con la palabra en la boca imaginándose que tal vez fue demasiado agobiante con la idea terminando por aburrirla y creando conjeturas donde ella era la culpable. La marquesa caminaba por el salón que para su suerte era más reducido de lo que estaba acostumbrada a frecuentar, pidiendo permiso sin esperar respuesta siempre educada evitando perder el control, pero su corazón iba latiendo más rápido cada vez que buscaba el rostro de Odette entre los invitados sin éxito. Se detuvo al encontrar a Edwina Sharma, lamentando interrumpir su propia charla, sin embargo, el diamante de la temporada se mostró igual de confundida que la misma Sylvie.

Asintió, apresurándose a retirarse.

Agarró el faldón de su vestido para moverse más rápido. El liviano efecto depresor del alcohol desapareció de su sistema, su salida pronta y abrupta del lugar pasó desapercibido para el resto lo que no pasó desapercibido entre tantas miradas juzgadoras encerradas en un mismo lugar, siguiendo su lógica buscó en el lavatorio de damas sin encontrar rastro de su hermana pequeña por ninguna parte. Perdida como un laberinto en la residencia de lady Danbury solo habían pasillos interminables, salió al jardín delantero imaginando que Odette pudo haber ido a tomar aire sin avisarle.

──¡Odette! ──exclamó angustiada. La idea de su hermana con algún caballero a solas le asustaba, nadie más que Sylvie sabía por su propia experiencia lo insistente que podían llegar a ser algún hombre encaprichado con una señorita──. ¡Odette!

Inquieta de un lado a otro similar un péndulo mirando a todos lados, totalmente arrepentida de haberse atrevido a asistir la velada creyendo que podía hacerse cargo del bienestar de su propia hermana. Al final, su madre tenía la razón cuando aseguraba que Sylvie no estaba lista para afrontar responsabilidades.

──¿Señorita, se encuentra bien? ──similar a la respuesta a un llamado de urgencia, el joven Colin Bridgerton apareció en su campo visual. El joven aventurero había escapado de su madre unos minutos antes que Sylvie apareciera, matando el tiempo en conversaciones con un grupo de caballeros en un ambiente más tranquilo y privado. La marquesa se llevó una mano al pecho con la respiración cortada girando sobre sus talones para mirarlo de frente reconociendo su rostro al instante──. Marquesa, disculpe el atrevimiento ──se apresuró a bajar la cabeza en forma de saludo, sintiéndose idiota. ¿Cómo fue capaz de obviar el título de Sylvie siendo superior incluso al de su hermano Anthony?

──Lord Bridgerton, buenas noches ──su voz sonaba angustiada jugando con las costuras de los guantes que cubren sus manos. No estaba prestando atención ni mucho menos estaba interesada en armar una charla ahora mismo──. No se preocupe por mí. Con permiso.

Y fue sincera, poco le interesaba si la palabra marquesa antecedía a cualquier oración. Su mente solo se enfocaba en el paradero de Odette, no podía llegar a imaginarse la desgracia de encontrar a su hermana a solas en compañía de un caballero cualquiera en un lugar apartado del evento, los rumores incendiarían el Cyanistes Palace dejándolo en cenizas y la familia se convertiría en el festín de las bocas hambrientas de la sociedad. Una vez fue suficiente castigo para los Mountbatten. En ese instante las prioridades de la francesa estaban marcadas, convirtiendo a Colin en el segundo hermano Bridgerton en ser desairado por Sylvie.

Irrespetuosamente no esperó respuesta sabiendo que después tendría que disculparse por su actuar, siguió caminando sin rumbo. Miró a su derecha e izquierda, alternando, era estúpidamente igual, jardines amplios iluminados por las antorchas puestas estratégicamente a una distancia medida.

──No puede ser ──murmuró entre dientes.

──Puedo ayudarla ──la voz de Colin bajó de intensidad, intentando no sonar entrometido──, si usted me lo permite.

Sylvie lo miró con atención por primera vez, encontrando una estúpida e inexplicable paz en los ojos azules de Colin que con el ceño levemente fruncido reflejaba su genuina preocupación. No quería confiar en un caballero, de no tener otra opción jamás la idea de compartir su inquietud con un desconocido hubiese pasado por su cabeza.

──Agradezco su buena voluntad ──se quedó callada, juzgando si era una buena idea recurrir al auxilio de un caballero. No importaba a este punto, necesitaba encontrar a Odette──. Busco a mi hermana menor, mi lord. No puedo encontrarla y tampoco sé por dónde empezar ──decía Sylvie Mountbatten jugando con sus dedos cubiertos en seda tan nerviosa que podía reírse sin razón──. Pregunté a quien se cruzaba por mi camino y nadie refirió verla. Llevo un rato dando vueltas sin saber de ella.

Colin era sin duda un caballero, como todos los varones Bridgerton criados por Violet y en parte por el difundo Edmund, nunca le iba a negar la ayuda a nadie que la necesitara por educación y porque era lo correcto. No obstante, la marquesa frente suyo generó una cierta necesidad, por alguna razón, en ese momento el aventurero era capaz de dar vuelta el palacio de Lady Danbury solo por hacer desaparecer la angustia del rostro de la francesa. Podía entenderla cuando el tema en el centro eran los hermanos, la responsabilidad de cuidarlos venía en la sangre.

──¿Su hermana Odette?

Asintió. Vaya, al parecer su familia ya era ubicable.

──¿Revisó los salones de la primera planta?

──Todos. Creo que me metí en lugares donde no debía ──respondió con cierta vergüenza.

──Está bien ──Colin pensaba con la misma urgencia que si el problema fuera realmente suyo──. A ver, podemos revisar los jardines y el invernadero.

La marquesa asintió viéndose capaz de dar vuelta el lugar con tal de descubrir el paradero de Odette. El frío de la noche se hizo notar y las mangas a los hombros de la francesa no fueron de ayuda comparado al clima cada vez más helado, podría caer a cántaros desde el cielo oscuro, sin embargo, nada iba la iba a detener. En otras circunstancias menos desesperadas, no hubiese dudado en disfrutar el recorrido guiado por Colin Bridgerton por los jardines de Agatha Danbury que no carecían de la estética inglesa típica de la región.

¿Qué iba a hacer si no encontraba a Odette? Santo cielo, la regañada que le caería a la joven Mountbatten serán de proporciones bíblicas.

──Le recomiendo no alterarse, marquesa. No hay manera que su hermana esté muy lejos ──la voz de Colin intentó transmitir tranquilidad, pero tuvo un efecto contrario a su intención.

──No voy a calmarme hasta tenerla a mi lado. Cielos, no quiero ni imaginar lo que sucedería si alguien la encuentra antes que nosotros ──su respuesta dejó de ser aristocrática──. No deseo que piense mal de mí, lord Bridgerton, pero la sociedad europea no juzga a las mujeres como a ustedes. Nosotras no podemos escaparnos a dar una vuelta a solas con un caballero sin arriesgarnos a ser apuntadas.

Y la mente de Colin, tan rápida e impulsiva le jugó una mala pasada que lo arrastró al abismo del arrepentimiento.

──¿Y por qué se arriesga a caminar conmigo?

La respuesta de Sylvie fue igual de rápida e impulsiva, jugando a las preguntas con el caballero cuando su mente estaba en otras preocupaciones.

──No tengo mucho que perder.

¿Reputación, clase, rumores sobre su persona? La joven Sylvie Mountbatten había experimentado cada uno a su corta edad, fue juzgada y castigada por las miradas ajenas que le cerró la puerta aludiendo a su maldición de Viuda Negra. No sabía acerca de la pulcra reputación que cargaba el apellido Bridgerton, y él no sabía sobre el historial manchado de la marquesa Mountbatten.

El señor Bridgerton no añadió palabras, cerró la boca, esa era la única manera de garantizar no volver a equivocarse con las palabras.

──¡Ahí está! ──exclamó Sylvie señalando el invernadero descaradamente abierto. Agarró la tela que colgaba de su falda con ambas manos para correr en su interior sacando una ventaja considerable de Colin quien solo tuvo la opción de correr tras la castaña. Irónicamente, esa no iba a ser la primera vez que aquello ocurriría── ¡Odette Mountbatten!

Mientras Colin se preguntaba cómo Sylvie era capaz de ir tan rápido usando tal vestido alborotado y zapatos altos, Odette Mountbatten se volteó asustada de escuchar su nombre en boca de su hermana. Junto a ella, la señorita Cressida Cowper, conocida por su peculiar personalidad, se llevó una mano al pecho aterrada, exagerando su reacción fiel a su carácter. Las hermanas Mountbatten-Windsor desataron una discusión en su idioma natal dejando al caballero Bridgerton como un observador silencioso que mantuvo la distancia muriendo de incomodidad, entendía bastante por las veces que había visitado Francia y las lecciones de su niñez, sin embargo, habían modismos propios de la zona que no comprendía del todo. Estaba de pie sin hacer ningún movimiento, se hubiese ido si no fuera irrespetuoso de su parte no despedirse apropiadamente de la dama.

Le recordó mucho a su hermana Daphne discutiendo con Eloise.

──Nos vamos a casa, ahora ──dijo Sylvie tomando la muñeca de Odette, arrastrándola por el oscuro invernadero.

──¡Estoy charlando con una amiga! ──exclamó la menor de los Mountbatten.

──Despídete entonces ──ordenó Sylvie con poca paciencia. Por lo menos estaba aliviada de haber encontrado el paradero de su hermana──. Te espero afuera.

──La acompaño ──dijo Colin de inmediato siguiendo los pasos de la marquesa.

──¿Disculpa? ¿Por qué estamos obviando el hecho de que ustedes dos llegaron juntos hasta acá? ──la pregunta de la señorita Cowper la tomó por sorpresa──. Porque sería bastante escandaloso que Lady Whistledown se entere.

El ambiente no podía estar más tenso y silencio de Sylvie Mountbatten y Colin Bridgerton fue suficiente para demostrarlo, Odette miró a su hermana y la sola mirada era capaz de destruir a Cressida Cowper, nunca la había visto tan enojada. No podía creerlo, ¿la estaba amenazando?, no se conocían de nada y Odette se sintió traicionada al instante pensando que estaba encontrando una amiga siendo la nueva en sociedad. La marquesa tensó la mandíbula sin dejar de observar a la rubia abanicarse el rostro con impunidad, sin tomar el verdadero peso de sus palabras soltadas tan a la ligera.

──¿Qué acabas de decir? ──preguntó Colin con el ceño fruncido igual de ofendido.

──Tiene que cuidarse, lord Bridgerton. Por suerte para usted, de mi boca no va a salir ninguna palabra.

──¿Disculpa, hay que agradecerte? ──intervino Sylvie usando un tono sarcástico que le hizo gracia a Colin mientras que su hermana menor estaba rezando en que Sylvie no escalara más la conversación conociéndola mejor que nadie en ese invernadero──. Odette, nos vamos.

Los tres salieron del lugar a la entrada de la residencia dejando a la señorita Cowper en soledad, ninguna de las francesas discutió en el camino, Odette mirando el piso y Sylvie hacia adelante sin agregar ninguna palabra. Las palabras de Cressida resonaron en su cabeza de la peor manera posible, sin duda se debería haber quedado en casa. A su lado, Colin la observaba de reojo en el mismo silencio, pero la necesidad de intentar arreglar las cosas lo llevaron a abrir la boca.

──No se preocupe, marquesa. Cualquier cosa que diga esa revista me encargaré de desmentirla con cada familia si es necesario.

Sylvie levantó una mano a uno de los cocheros pidiendo su carruaje de forma urgente.

──Lord Bridgerton ──contestó sin mirarlo──, es mejor que no. Gracias por su ayuda, no le quitamos más tiempo.

Una sensación decepcionante lo invadió quitándole el aire de los pulmones, prefería que lo terminara por ignorar por completo que se dirigiera de esa forma tan cortante y distante al mismo tiempo aunque estuviera de pie a su lado. En menos de un minuto un carruaje arrastrado por cuatro bellos caballos azabaches se detuvo frente a las damas, Odette fue la primera en entrar con la ayuda de su hermana acomodándose en el interior preparándose para lo que se venía y cuando fue el turno de Sylvie no dudó en extender su mano. La suave luz de las antorchas apenas lograba iluminar el rostro de la marquesa, pero no impedía que su belleza natural resplandeciera, el roce de los dedos de Colin contra los suyos fue bastante sutil a través de la seda, absorta en la calidez de aquel gesto. Al levantar la mirada para agradecer el gesto, sus ojos se encontraron con los de Colin Bridgerton, tan azules que brillaban con una suave intensidad reflejando la luz cálida, por otro lado, los ojos oscuros de la marquesa Sylvie Mountbatten, profundos como el abismo, emanaban una misteriosa elegancia. Fue como si dos mundos opuestos se fusionaran por un instante efímero.

Sin embargo, la conciencia de Sylvie volvió de golpe cuando se dio cuenta de que estaba siendo observada.

──Buenas noches, marquesa Mountbatten ──bajó la cabeza para despedirse.

No recibió respuesta. Se mantuvo de pie, un suspiro escapó de sus labios mientras una suave brisa nocturna mecía su cabello oscuro observando el carruaje de la familia Mountbatten alejarse en la distancia.

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