IV. THE RACE IS ABOUT TO START
VOL I, CHAPTER FOUR.
THE RACE IS ABOUT TO START
Era por poco admirable el cómo la familia Mountbatten tuvo el valor de presentarse públicamente después de su fracaso en la mítica noche del diamante hace pocos días. Pero era real, los franceses llegaron al hipódromo para presenciar las carreras de caballos, instancia donde la alta sociedad de Londres como medio de entretención, también unos cuantos aprovechaban de saciar su hambre ludópata, como Silvain que había dejado a Sylvie por su cuenta mientras él apostaba al que creía ser el futuro caballo ganador.
Sylvie Mountbatten caminaba bajo el intenso sol de Londres en un intento de hacerlo sentir como su hogar, los rayos intensos y calientes era la razón por la que llevaba una sombrilla sobre su cabeza y buscaba árboles para poder resguardarse hasta que las carreras comenzaran. Su familia estaba instalada en las gradas ampliando su círculo social, así que buscó una excusa para lograr escapar de las pesadas charlas repetidas sobre lo feliz que estaban de llegar a Inglaterra y cómo Londres era tan distinto de su país natal.
Era inevitable en ese momento de paseo solitario entre la gente no sentir agobio de tantos vestidos dando vuelta, sombreros de copa, charlas cruzadas ruidosas. No iba a mentir, estaba buscando de reojo a Eloise Bridgerton para distraer su mente con una conversación sobre cualquier tema lejos de la temporada social, sin embargo también se entretenía viendo los caballos preparándose para correr por la pista, era demasiado curiosa como para no acercarse demasiado a un ejemplar color negro azulado de pelaje brillante al otro lado de la cerca de madera. En los campos de Francia sus abuelos eran propietarios de extensas tierras verdes en donde junto a sus hermanos aprendió a montar los mejores ejemplares de la región.
El jinete no se negó al permiso de la marquesa sorprendido de ver a una mujer acercarse al animal sin mostrarle miedo. Sylvie pasó la mano sobre el suave pelaje negro del caballo con una sonrisa en sus labios, el animal cedió ante ella agachando su cabeza al recibir afecto. Fueron unos minutos donde Syl encontró paz, un minuto en donde no tenía que estar pendiente de su hermana Odette o tener rechazar con amabilidad las cartas de caballeros interesados en una salida, a ese punto pensaba seriamente en poner un cartel sobre su cabeza donde se leyera claro que no estaba interesada en pretendientes. Pero no deseaba ser grosera en una sociedad donde era la recién llegada.
Las ruidosas risas por parte de un grupo de señoritas paseando cerca fueron suficientes para asustar al ejemplar, este comenzó a mover sus patas nervioso y su jinete trató de calmarlo hablándole. Sylvie tomó distancia sabiendo lo peligroso que podía ser, aquellas mujeres de vestidos largos y tocados excéntricos sobre sus cabezas no eran conocedoras del comportamiento de los animales, así que asustadas se pusieron a gritar al notar que el caballo iba a salir corriendo sin rumbo en cualquier momento.
Mountbatten miró a las mujeres de la misma manera cuando regañaba a su mellizo sin la necesidad de soltar una palabra. Genial, ya se había ganado el desprecio de un grupo de inglesas de alta sociedad.
──¡Cuidado!
La exclamación urgente llegó a tiempo para que su cerebro procesara la advertencia. Volvió su vista al frente encontrándose al caballo parado en sus dos patas traseras, siendo tirado con fuerza las riendas de cuero por el jinete evitando que este saltara la cerca. Asustada por el relinchido Sylvie dio varios pasos atrás alzando los pies para no caer en el pasto sobre el maldito vestido que tanto cuidaba su madre. Mientras su cuerpo estaba en plan huída, no se percató que a solo un metro Colin Bridgerton pasaba en busca de sus hermanos mayores.
La espalda de la francesa impactó con el cuerpo del aventurero con más fuerza de la que creyó poseer. Fue un milagro que ninguno cayera al suelo ni causaran un alboroto. Sylvie aún con el corazón acelerado del susto se atrevió a mirar a la cara al caballero quien no soltaba sus brazos, para ser la primera vez que sus caminos se cruzaban de una manera acaudalada compartían la misma expresión, la de no saber qué estaba sucediendo y qué tenían que hacer ahora.
¿Tenía que presentarse después de pisarlo? ¿Agradecerle de que no la dejara caer evitando hacer el ridículo?
──¿Se encuentra usted bien? ──preguntó genuinamente preocupado. La francesa se limitó a asentir intentando actuar normal, aunque su respiración seguía estando alterada.
La sonrisa en el rostro del joven caballero no le hizo sentir mejor preguntándose si es que acaso se estaba riendo de ella y su torpeza mientras se arreglaba la caída del vestido. No tuvo tiempo de asimilar cuando él agachó su cabeza frente a ella, sacándose el sombrero de copa que protegía sus ojos azules del sol.
──Colin Bridgerton, un placer ──saludó siempre educado.
No podía ser cierto. Qué tantas tenían que ser las coincidencias que justo dio de forma bochornosa con el hermano de Eloise Bridgerton. Ahora él iba a comentar con otros la escandalosa escena donde la marquesa lo golpeó por tropezarse al no saber coordinar bien sus pies sobre los tacones. Las mejillas de la castaña comenzaron a tomar un color carmesí que solo resaltaba la vergüenza que sentía ese preciso segundo. Colin no necesitó hacer memoria ni preguntarse si el rostro de aquella mujer le era conocido de otro lugar, pues no tenía dudas que con esa belleza hubiese quedado marcado en su mente y lo recordaría perfecto.
──Sylvie ──respondió demasiado brusca para su gusto. Se apresuró a agachar la cabeza en forma de una sutil reverencia──. Disculpe mi lord Bridgerton, mi nombre es Sylvie Mountbatten, reitero mis perdones.
Colin alzó las cejas ante el apellido poco sutil ante la novedad, ahora ese nombre quedaría grabado en su cabeza.
──Lamento la situación. No era mi intención arruinar su caminata.
──No hay razones por las que disculparse ──respondió Colin con serenidad, embelesado por completo al reconocer el acento extranjero en las palabras. La necesidad de seguir conversando fue inexplicable, aquella sensación de no desear perder la atención de Sylvie Mountbatten lo hizo seguir hablando──. ¿Francia?
Ella asintió.
──Supongo que jamás lograré un inglés perfecto.
──Para mi gusto, suena bastante bien ──se atrevió a decir.
Desde su llegada a Londres había recibido suficientes halagos como para ya no recordarlos, sin embargo, aquel la hizo sentir bien. Compartieron un par de segundos en silencio donde la vida seguía, Sylvie quedó sin palabras que decir y la mente en blanco ante el atractivo incuestionable de Colin. Ahora le causaba más curiosidad saber si todos los hermanos Bridgerton manejaban el mismo encanto, y si era aquella belleza física era la razón de la fascinación de Londres con los peculiares hijos de Violet Bridgerton.
──Usted es hermano de Eloise Bridgerton, ¿verdad?
──Bueno, ella es mi hermana porque yo llegué primero ──bromeó el caballero robándose una risa de Sylvie.
──La señorita Bridgerton tiene mi aprecio, me ha hecho sentir bienvenida en Londres.
Colin alzó ambas cejas sin molestarse en disimular su sorpresa. ──Pues si alguien tan peculiar como solo es Eloise se ha comportado de esa manera es porque algo bueno vio en usted, señorita Mountbatten.
Sylvie no pretendía corregirlo ya que su título era el de marquesa, hace tiempo no se dirigían de manera tan banal como señorita Mountbatten. Colin parecía intrigado por la sola presencia de ese rostro nuevo en Londres, parece que estuvo demasiado tiempo fuera de casa recorriendo el mundo. Ese era su primer día de Colin en Londres luego de meses de aventuras internacionales, así que tenía razones para no conocer las actualizaciones de la llegada de los marqueses de Francia a Inglaterra.
──Me parece que es tiempo de volver a tomar asiento, la carrera está por comenzar. Fue un gusto, mi lord ──dijo la joven Mountbatten a lo que Colin asintió una vez, entendiendo que la corta charla ya había llegado a su final. Bridgerton dio un paso al costado dejando el camino libre para que Sylvie se dirigiera a las galerías donde la esperaban sus padres y hermanos.
El joven aventurero tuvo que hacer un esfuerzo para no seguir con la mirada a Sylvie hasta su asiento sin pretender mostrar interés en una mujer tan rápido. Había sido su propia experiencia le que le enseñó que no era apropiado, miró al ejemplar azabache a unos metros, pues era el mismo que Mountbatten estaba acariciando antes de que la castaña le golpeara por accidente.
──Gracias, amigo ──Colin acarició el pelaje del caballo como si el animal entendiera sus palabras.
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La familia Bane era íntima de los Mountbatten, ambas de origen francés terminaron en Inglaterra por distintas razones en diferentes años. El principal vínculo que los unía era la extensa amistad que aún perduraba entre Sir Valentine Bane con Sylvie Mountbatten, es por eso que el hermano mayor del arquitecto, Duncan Bane, conocía a los mellizos marqueses desde hace años. Volver a verse fue un respiro para Syl, Duncan era un rostro conocido en medio de la nueva sociedad que la rodeaba.
──Espero te estés adaptando bien.
──Eso lleva más tiempo. Pero admito que Londres ha sido una sorpresa ──contestó la marquesa tomando el brazo de Duncan. Lo último fue una mentira piadosa, pues en lo personal no estaba encantada por la capital de Inglaterra.
El idioma francés que ambos compartían era más fluido que su inglés, aprovechando que solo eran los dos caminando por el hipódromo, después de una emocionante carrera donde Silvain solo perdió dinero, de manera natural ambos se comunicaban en su idioma natal. Sylvie le comentó su interés sobre la existencia de Lady Whistledown, algo que no se veía en Francia y que llamó su atención como la palabra de la anónima revista tenía el mismo peso que una orden real en la opinión de la sociedad.
──Una revista de culto que pasará a la historia inglesa ──bromeó Duncan acostumbrado──. Sus ediciones limitadas terminan acabándose en menos de una hora.
──El morbo de saber las íntimas novedades parece vender muy bien.
──La única ocasión en la que mi nombre fue escrito por Lady Whistledown fue cuando especuló que estaba interesado en la mano de la duquesa Daphne Basset ──sonrió negando con su cabeza, pues casi se vio involucrado en un burdo triángulo amoroso donde no estaba interesado──. Solo un baile fue suficiente para ser señalado con su filosa pluma anónima.
Todavía tomada del brazo de Duncan Bane la chica soltó un suspiro al darse cuenta que tenía que cuidar cada paso que daba y medir sus interacciones. Bien parece que salió de un infierno para llegar a una cárcel.
──¡Benedict! ──exclamó Duncan tomando por sorpresa a la marquesa. Un hombre volteó, de traje azul de terciopelo y cabello oscuro con porte elegante supo que pertenecía al clan Bridgerton, pues Sylvie lo reconoció al haberse cruzado previamente con él en los eventos sociales en los cuales ambos acompañaban a sus hermanas. Nunca se les dio la oportunidad de interactuar personalmente──. Me alegra verte, amigo.
Los dos hombres compartieron un apretón de manos, luego Benedict bajó su cabeza en dirección a Mountbatten.
──Te presento a la marquesa Sylvie Mountbatten-Windsor, también una amiga de varios años.
──Todo un gusto por fin conocerla, marquesa Mountbatten ──dijo Benedict tomando la mano de Syl.
──Sylvie, él es Benedict Bridgerton, de las personas más interesantes que encontrarás en esta ciudad ──lo presentó Duncan ganándose una risa de modestia parte del pintor, aceptando el cumplido con vergüenza.
Parecía estar condenada en cada sitio de Londres cruzarse a un hermano del clan Bridgerton.
──El gusto es mío, lord Bridgerton.
La intención de Duncan era la de presentar a Sylvie con buenas personas para expandir su círculo social, fue la petición de Valentine Bane a su hermano mayor sabiendo de las dificultades de la francesa para formar lazos sociales por su cuenta. Sabiendo que la familia de Benedict era decente con una reputación intachable le pareció una buena idea acercar a la marquesa a los Bridgerton.
──Espero que Londres cumpla sus expectativas ──añadió el segundo hijo de Violet y Edmund.
──Todavía me queda bastante por conocer ──contestó la marquesa en un tono amable.
──Aquí como lo ves, Benedict es un talentoso pintor, un verdadero artista me atrevo a confirmar.
── Solo exagera.
──Deberías ver sus obras, Sylvie. Prometo que te terminará intrigando saber cómo un trabajo tan pulcro fue realizado por sus brutas manos ──se burló Duncan Bane sacando una risa tímida en Sylvie.
──No dudo de su destreza, lord Bridgerton ──añadió la castaña dejando pasar las burlas del hermano de Val.
──Se lo agradezco, marquesa ──contestó Benedict tomándose el atrevimiento de agregar un comentario──. Permita resaltar mi admiración por su paciencia con Duncan Bane. No debe ser sencillo aguantar sus bromas poco graciosas.
En el fondo Sylvie se estaba sintiendo como la recién llegada a un salón donde todos ya se conocen. Ese salón era Londres, su papel era el de interferir en el ecosistema de la aristocracia intentando encajar, no obstante para su sorpresa se sintió cómoda charlando con Duncan y Benedict, pues los temas de conversación rotaban aleatoriamente entre los tres. El hermano mayor de Eloise y Colin le recomendó museos de arte donde la marquesa podía apreciar las esculturas de las que tanto se comentaba, no se atrevió a invitarla de forma directa al no desear cortejarla sin su consentimiento sabiendo de buena fuente que Sylvie Mountbatten no estaba en busca de marido.
──Oh, miren quién viene ahí ──señaló Ben a su hermana Eloise que para la extrañeza de todos no estaba acompañada por su fiel amiga Penelope──. ¿Ya te aburriste de conocer gente?
Eloise soltó una risa cargada de sarcasmo, prefería morir antes de buscar un esposo en medio de una aburrida corriente carrera de caballos.
──La señorita Sylvie es de las pocas personas con las que comparto y ustedes dos se atreven a aburrirla con sus conversaciones ──saltó la joven Bridgerton tomando del brazo a la francesa convencida de estar salvándola.
──Estamos compartiendo una grata charla, El. No queremos matarla del aburrimiento ──contestó su hermano con serenidad.
Eloise frunció el ceño analizando la situación con cautela. ──Mentiroso. Vamos, Sylvie.
Con energía, la muchacha se tomó el atrevimiento de llevarse a Mountbatten con ella. Syl abrió la boca de sorpresa antes de soltar una risa que le hizo doler el estómago, caminaron por unos puestos que vendían revistas en donde aprovechó de comprar una pluma nueva mientras los comerciantes le ofrecían constantemente hilo para bordar. Con el viento alborotando su cabello suelto bastante lejos de sus padres y despreocupándose por un minuto del cuidado de sus hermanos sintió un poco de libertad.
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El vizconde Anthony Bridgerton estaba obsesionado con la desesperada idea de conseguir una esposa esa misma temporada, y cuando estaba obsesionado con cualquier cosa que cruzara su mente se convertía en un ser humano difícil de soportar, un caballo con la mirada fija en la meta. Su familia lo podía comprobar, ninguno lo negaría, ni él mismo. Por un momento la joven recién llegada Odette Mountbatten fue la candidata perfecta para convertirse en vizcondesa, pero su hermana Genevive y los mellizos eran demasiado complicados. Los rumores contaban que la familia Mountbatten-Windsor tenía demasiado ego en donde nadie era digno de ellos.
Para la suerte de los Bridgerton, el diamante de la temporada fue Edwina Sharma y no la recién llegada Odette Mountbatten.
──¿Mellizos? ──preguntó Colin sentando en el banco. Anthony, Benedict y él aprovecharon el radiante sol de la tarde para practicar esgrima en el jardín, su turno ya había pasado sin sorprenderse de haber perdido contra Anthony.
──Silvain y Sylvie. Suena gracioso decirlo ──respondió Benedict preparándose para el combate contra su hermano mayor──. Duncan comentó que en Francia los conocían como los marqueses revoltosos.
Y fue en ese minuto que el aventurero puso atención a la conversación. ──¿La amiga de Eloise es marquesa? ──su pregunta sonó estúpida a los oídos de sus hermanos quienes estaban bastante informados del tema. Los dos se rieron procediendo a comenzar su combate──. Les recuerdo que volví hoy después de meses, no me culpen por no estar al día.
Pero Anthony no le puso atención al estar demasiado concentrado en encontrar el punto débil en Benedict. Con un ágil movimiento la espada golpeó la pierna de Ben tan fuerte que lo hizo caer sobre el pasto.
──¿Sabes por qué siempre gano? ──preguntó el mayor siendo piadoso al darle tiempo a su rival para que se pusiera de pie.
──Porque cada vez que pierdes aseguras que hicimos trampa ──dijo Benedict sonando obvio.
──Porque sé lo que tengo que hacer, y ahora que no tengo que lidiar con los franceses me enfocaré solo en la mano de la señorita Edwina.
──¿Crees poder con la hermana? ──cuestionó su hermano refiriéndose a la figura de Kate Sharma, la hermana mayor del diamante de la temporada. Una mujer de carácter implacable dispuesta a todo por encontrar un hombre digno que desposara a la joven Edwina, y según ella, el vizconde Bridgerton no calzaba en el perfil.
──Claro que sí. Peor que los hermanos Mountbatten no puede ser ──bufó el vizconde Bridgerton recordando los rostros de los franceses cuando mostró su intención de acercarse a Odette──. Sin importar qué mujer desee cortejar siempre existirá un padre obstinado, una hermana mayor demasiado protectora o mellizos entrometidos que lo impidan. No dejaré que ninguna mujer, mucho menos más joven que yo, me impida obtener lo que deseo.
La forma tan entendida en la que sus hermanos se referían a la familia Mountbatten hizo sentir a Colin perdido, incluso excluido. Anthony dejó la práctica de golpe alegando ir de visita para ver una vez más a la señorita Sharma dispuesto a ganarse la confianza del diamante de la temporada por más dificultades que Kate pusiera en su camino al no confiar en sus intenciones.
──Tu turno, hermano. Una última ronda, ¿qué dices? ──ofreció Benedict.
──Gracias al cielo se fue. No lo aguantaba ni un minuto más con su charla ──contestó Colin tomando la espada que el vizconde estaba usando──. ¿Cuánto tiempo aguanta quejándose?
El artista soltó una risa. ──Hablando de la familia francesa. Te vi hablando con Sylvie previo a las carreras ──soltó luego de guardarse el comentario por horas esperando que los dos estuvieran en privacidad.
──¿De qué hablas?
──No te alarmes, hermano. No pretendo reprocharte, sabes que no es mi estilo ── se apresuró a calmar las emociones sin querer generar conflicto──. Simplemente me pareció una curiosa interacción, me pareció una curiosa escena.
──¿Por qué dices eso? ¿Te sorprende que comparta con las damas? ──preguntó sin tomar en serio las palabras de su hermano, poniéndose en posición de combate listo para empezar.
El ruido de las espadas chocando era como golpear dos cuchillos entre sí. Cuando uno avanzaba el otro se apuraba a retroceder al mismo tiempo evitando que el filo tocara su cuerpo con gran agilidad, haciendo notar los años de práctica en sus movimientos.
──No es una sorpresa, Colin. Pero esa dama es una marquesa de Francia.
Y vaya que eso era relevante teniendo en cuenta la reputación que tenían los franceses en tierras inglesas donde se les admiraba por su clase.
──Nuestro encuentro fue un incidente inoportuno donde ella se mostró amable y correspondí su actitud ──tomó distancia sin dejar su estado de concentración──. No vayas a creer que tengo intenciones con Sylvie Mountbatten por un intercambio de palabras.
──No pretendo ofenderte, así que guardaré silencio.
Fue justo donde Colin Bridgerton aprovechó una mala jugada de su hermano con ayuda de un movimiento perfecto hacer caer la espada de Benedict. Dejándolo desarmado de forma legal, el artista asintió asumiendo su derrota justamente. ──Me alegra ver que no olvidaste tus movimientos, bien jugado. Tampoco te confíes, solo estoy cansado. Entre Anthony y tú terminarán por acabar conmigo.
──¿Qué no quieres decirme? ──preguntó Colin en camino junto a su hermano mayor al salón. Benedict no entendió en un principio obligándolo a explicarse con más detalle──. Dijiste que no querías ofenderme, ahora la duda es más grande que el orgullo de haberte ganado.
──Te vas a enojar ──contestó Ben sin darle importancia. Sin embargo, Colin Bridgerton era el hermano más curioso de los ocho y lo sabía, solo buscaba torturar su ansiedad con el misterio por unos momentos──. Es tu primer día de vuelta, anda, podemos llevarnos bien.
──Está bien, en la cena procuraré compartir cada detalle que culminó con tu derrota ──soltó apresurando su paso dejándolo atrás──. Espero logres aguantar un par de bromas ──añadió alzando la voz.
Benedict solo necesitó cinco segundos para concluir que no le convenía ser el objeto de burlas, más cuando el humor sarcástico Eloise con las burlas infantiles de Gregory y Hyacinth le recordarían siempre que Colin era mejor que él. Los hermanos nunca olvidan, teoría comprobada por él mismo.
──Está bien, lo entiendo ──dijo Benedict derrotado logrando que Colin pare a esperarlo──. Iba a decir que no tienes oportunidad real con la marquesa Mountbatten. Ahora, no comentes nada, sabes lo insistentes que son esos niños.
──¿Cómo?
──Ya sabes, Gregory y Hyacinth se van a poner pesados con el tema y no me apetece lidiar con ellos.
──No hablo de eso ──lo interrumpió bruscamente, pues las primeras palabras golpearon su honor al mismo tiempo abriendo su curiosidad. Quizás no fue tan buena idea insistir──. Lo de la marquesa.
──Oh, no sabía que era de tu interés. Lo lamento, no deseaba herir tus sentimientos.
Colin se cruzó de brazos alzando ambas cejas. ──¿Te burlas de mí?
La risa de Benedict fue suficiente para confirmarlo. ¿Acaso no podían tener una conversación seria?
──En mi opinión... no me metería, los Mountbatten dan la impresión de ser una familia extravagante ──confesó Benedict. En realidad no tenía problema alguno con los marqueses, tampoco los percibía como malas personas ni de malas intenciones, su única intención era la de cuidar a su hermano menor alejándolo de posibles problemas──. Desde su llegada no se ha visto a la marquesa Sylvie pisando la pista de baile en ningún salón, su participación en la temporada social se resume en negarse a la compañía de ningún caballero.
──Esa no es una buena estrategia para encontrar marido ──se burló soltando una risa, llegando a las escaleras de piedra.
──Idiota, no está buscando un esposo ──el artista golpeó el brazo de su hermano menor──. ¿Cómo no lo entendiste? Sylvie no es parte de la temporada.
──¿Quién asegura que su actitud solitaria no se trata de una plan para llamar la atención masculina? ──cuestionó encontrando sentido en sus palabras, pero Benedict rodó los ojos en desaprobación.
──Pues me parece logró captar la tuya bastante rápido.
El joven se quedó callado por un momento sin querer darle la razón a Benedict sabiendo que en el fondo no estaba del todo equivocado. Colin prefirió ignorar el comentario sabiendo que si intentaba defenderse terminaría perdiendo la discusión.
──En mis viajes aprendí más cosas de lo que te imaginas, hermano. No comprendía lo sanador de la soledad ──dijo Colin generando el inmediato aburrimiento en su hermano ya cansado de sus anécdotas viajeras. No obstante, igual hizo un esfuerzo en poner atención──. Luego del comentado escándalo con la señorita Thompson decidí renunciar a las mujeres hasta conocerme a mí mismo.
──Espera un momento, ¿juraste abstenerte de las mujeres? ──cuestionó Ben frunciendo el ceño sin estar de seguro de haber entendido bien.
──Por el momento sí.
Colin siguió su camino entrando a la casa donde los esperaban con aperitivos dulces mientras que su hermano se quedó parado en el lugar tratando de procesar lo que acababa de escuchar. En el fondo, Benedict quería creer en la promesa de Colin sabiendo lo que su corazón sufrió hace tiempo después de aquella desafortunada decepción amorosa tan polémica que fue comentada por toda la ciudad. Quién sabe, quizás su hermano termino por madurar en uno de sus tantos viajes. Pero en el fondo, Benedict lo conocía mejor que nadie, así que largó a reír una carcajada digna de un buen chiste sabiendo que no iba a ser así. Demasiado seguro que Colin no iba a durar un solo evento social sin poner los ojos junto a su interés sobre una dama.
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