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III. THE NIGHT OF THE DIAMOND


VOL I, CHAPTER THREE.
THE NIGHT OF THE DIAMOND.

Los coloridos y armoniosos ramos de frescas flores no dejaban de llegar a la lujosa residencia de los Mountbatten-Windsor, todas con el mismo nombre en las tarjetas, el de lady Odette Mountbatten. Desde su temprano debut la joven sin dudas se había convertido en la sensación de Londres entre las madres casamenteras buscando desesperadas la mejor opción para sus hijos, sin embargo, la francesa también se llevaba las miradas por cualquier sitio que visitaba por su porte y una gracia fina que sin dudas era la mejor cualidad aprendida en Francia.

──Santo cielo, ¿alguna idea qué vamos a hacer con tantas flores? ──preguntó Sylvie paseando por el salón esquivando los floreros de cristal para no romper ninguno──. ¿Murió alguien?

──No tienes derecho a reclamar, hermana ──respondió Silvain tomando la tercera taza de té en el día siendo solamente las once de la mañana──. Recuerda hace un par de años como tus intensos pretendientes convirtieron nuestro salón en un jardín botánico solo para que los tuvieses en cuenta.

──Tampoco leías las dedicatorias ni las tarjetas, por eso nunca llegaste a aprenderte el nombre de alguno de los pobres caballeros ──bromeó la pequeña Odette causando la risa de su hermano mayor──. Bueno, menos Gautier.

Gautier.

Escuchar su nombre fue una daga en su pecho. Sylvie Mountbatten detuvo sus pasos entre los ramos quedando de espalda a sus hermanos, Odette inmediatamente se arrepintió de sus palabras, como si hubiese desatado alguna maldición dentro de su hermana. El joven marqués dejó la taza de porcelana suavemente sobre el plato del mismo material sabiendo que el alegre ambiente desapareció igual de rápido como tragó el té de menta.

Sylvie acarició uno de los hermosos lirios blancos, los cuales tenían el significado de buenas intenciones. Siguió caminando lentamente, arrastrando su vestido sobre el suelo sintiendo la suavidad en la yema de sus dedos de los pétalos una delicada sonrisa se formó en sus labios. Suspiró profundo inhalando el olor de la mezcla de las flores en el salón de la casa directo a sus pulmones, y para sorpresa de sus dos hermanos la marquesa soltó una pequeña risa negando con la cabeza.

──Gautier fue el único que escuchó realmente cuáles eran mis favoritas, en nuestro primer baile lo comenté con la esperanza de que lo recordara ──dijo Sylvie tomando una flor del ramo de jazmín color blanco──. La temporada social no es una caza desesperada de maridos, Odette ──pasó su mano por la mejilla de la chica con un cariño especial──. Eres demasiado joven como para que alguien rompa ese corazón puro que posees.

En realidad, Sylvie sabía de lo que hablaba y aquel consejo fue un regalo en calidad de mujer.

──Esta noche te verás radiante, de eso estoy totalmente segura ──añadió cambiando el aire del ambiente. Hoy se llevaría a cabo el baile más importante de la temporada donde la Reina Charlotte nombraría el ansiado nombre del diamante de la temporada──. Así que después de comer te empezarás a arreglar.

──Lo que significa que esta casa se va a convertir en un infierno ──añadió Silvain volviendo a leer la nueva edición de la revista de Lady Whistledown──. Lamentable, no hay nada interesante por esta edición.

──Guarda eso o lo quemaré en la chimenea.

──Es lectura ──se excusó Silvain causando una risita en su hermana menor.

──Son chismes, Silvain. Es repugnante ──contestó su melliza negando decepcionada. Tomó un par de galletas sobre la mesa con una mano y en la otra un pan dulce que se veía apetitoso──. Voy a mi cuarto por si alguien me necesita.

Odette y Silvain Mountbatten se quedaron en silencio mirando de reojo a su hermana abandonar el salón sin llamar la atención. El marqués dejó la revista de la discordia sobre la mesa delicadamente cuando dejó de ver a Sylvie, los otros dos se miraron entre ellos compartiendo el mismo pensamiento.

──Soy una idiota ──susurró la más joven de la familia escondiendo su rostro entre sus manos──. No debí mencionarlo.

──No es culpa tuya, Odette ──la consoló el mayor poniendo una mano en el hombro de ella──. No te sientas mal, esta noche será maravillosa y Syl estará bien, ya lo verás.

──Reaccionó... un poco extraño, ¿no crees?

Silvain Mountbatten frunció el ceño levemente: ──¿A qué te refieres?

──No ha pasado mucho desde la dolorosa muerte de Gautier, desde ese día nunca volví a escuchar hablar a Sylvie respecto a él. Cuando se me escapó su nombre quedó congelada en su sitio y luego solo sonrió como si nada ──confesó la debutante jugando con sus manos, ella realmente se preocupaba por su hermana──. No quiero que sufra más. No lo merece.

Con ambas cejas alzadas, Silvain asintió encontrando coherencia en las palabras de la pequeña, extrañamente sorprendido, era como si se tratara de un adulto más frente a él. Sylvie es su melliza, su compañera de vida, literalmente habían nacido juntos y vivido toda su vida en Francia sumando aventuras a la par, si alguien realmente cuidaba de Syl era él.










Con un semblante sereno, Sylvie Mountbatten miraba por la ventana tratando de encontrar paz en el viento agitando los árboles. Apoyada en el marco se daba el lujo de mirar hacia abajo, no pensaba en terminar con su vida, solo lastimarse lo suficiente como para que Brigitte se apiadase de su hija y dejarla esa descansar esa noche. Desde que había llegado a Inglaterra solo deseaba quedarse encerrada, mejor si era en la privacidad de su habitación donde solo se dedicaba a leer, fumar, escribirle cartas a Valentine Bane y repetir. Quería mantener su mente ocupada con el debut de su hermana menor, pero no le era entretenido estar pendiente de Odette en cada evento social, Genevive junto a su madre ya cubrían ese papel.

Solo ella sabía que todavía dolía el recuerdo de su prometido. Por eso su mejor manera de llevar el dolor era tratar de seguir adelante, así Gautier lo hubiese querido o ella se convenció que así era. Nunca logró vivir el duelo de forma natural cuando todos en Francia la apuntaron con el dedo acusándola de uno de los eventos más dolorosos que había pasado en su vida. Por esa razón, el sufrimiento y la culpa que crearon en su mente, no extrañaba la tierra donde nació.

Sin pensarlo, Sylvie tomó asiento en la silla de roble junto al escritorio y buscó una hoja suelta que puso sobre la mesa. Con la fina pluma de metal ya gastado que puso en tinta fresca del frasco de cristal en la esquina del mueble. No era una fanática de las cartas, su mano se cansaba al no saber cuándo detenerse por divagar en temas irrelevantes y al final terminaba con las manos manchadas por días, cosa que a su madre no lo agradaba en lo absoluto reclamándole su mala presentación, sin embargo, era la única manera de comunicarse con su mejor amigo.




Londres, Abril de 1814

Querido Val,

No daré muchas vueltas en el tema, sé que estás ansioso por saber cómo va mi nueva vida. Bueno, Londres es el sitio más aburrido que he pisado. La verdad es que no hay mucho que contar más que no ha sido muy grato ser una de las nuevas caras de la nobleza inglesa, la temporada mantiene a todos al pendiente tal como en París donde los matrimonios parecían estar a la venta del mejor negociante. Por lo menos, me tranquiliza que Odette tenga a sus hermanos para cuidar de ella, todavía es bastante ingenua para lograr descifrar las intenciones ocultas en los ojos de quien la mira.

La revista que de la que comenté anteriormente no ha vuelto a publicar sobre nuestra familia, supongo que aquello es bueno. O quizás rápidamente dejamos de ser relevantes para la élite de Londres, lo cual para el ego de Brigitte será un problema.

Esta noche es especialmente relevante en el calendario,sé que no estás interesado en estos temas, aunque recuerda que siempre leo tus extensas y detalladas explicaciones sobre tus trabajos haciendo el intento por entender. Ahora es tu turno─ finalmente la Reina nombrará el nombre diamante de la temporada. Muchas señales apuntan a Odette, sería una gran ventaja para ella, todos pondrían sus ojos en ella. Nuevamente los Mountbatten-Windsor en el centro de la mesa. Al mismo tiempo, me pregunto en silencio si un título tan grande será provechoso para una joven como ella. Silvain dice que la veo con ojos de hermana mayor y es por eso que la sigo considerando como una niña, pero solo intento cuidar de ella como tú hiciste conmigo en su momento.

Respecto a mí, no hay mucho que agregar desde la última carta que escribí No he estado mejor, ni el aire nuevo ha refrescado mi alma.

Cada noche, repetidamente he vuelto a soñar con ese día que no hace falta especificar. Cuando la luna aparece en el cielo crece en mí el temor de cerrar los ojos y darme cuenta que estoy repitiendo la muerte de él... todavía siento ese nudo en la garganta que no me deja respirar a la vez que mientras escribo mis manos hacen lo posible por no temblar.

Vivir preguntándome qué hubiera pasado se ha convertido en una pesadilla que no estoy segura si algún día logre aprender a llevar conmigo.

Espero saber de ti, así como también deseo volver a visitar a Duncan. Pasar tiempo con tu hermano será una grata manera de distraer la mente de lo que es Londres, donde los hombres no pueden controlar sus miradas haciendo sentir a cualquier mujer como un gran accesorio para cerrar el mayor negocio de su vida que además, llevará su apellido.

Sylvie Mountbatten suena bastante bien.

Se despide,

Sylvie Mountbatten-Windsor.










Esa noche era la más esperada del año, en donde finalmente la Reina Charlotte sería la encargada de acabar con la pregunta más importante de cada temporada social, quién sería el aclamado diamante. Qué mujer será la brillante joya que se llevaría todas las miradas, la que destacaría por sobre las otras mujeres por su elegancia, porte, clase y belleza. Un título que anteriormente perteneció a la ahora duquesa de Hastings, Daphne Bridgerton realmente supo llevarlo.

No obstante, la afortunada no solamente será la más cortejada por los hombres en busca de una mujer que desposar, también se convertirá en el blanco principal de Lady Whistledown, que dentro de su anonimato logrará exponer cada paso, conversación, cualquier error, baile e interacción del diamante.

La familia Mountbatten-Windsor sin dudas era la sensación de Londres, su llegada todavía causaba conmoción dentro de las familias aristocráticas inglesas, las más de jóvenes no disimulaban su interés inmediato en el marqués Silvain, que cuando escuchaban su inglés mezclado con el acento francés caían a sus pies. Por su parte, su melliza no parecía ser para nada sociable como él, deslumbrando tanto por su belleza como su amabilidad y firmeza al negarse a aceptar cada oferta de baile por parte de los interesados en Sylvie.

La marquesa no pretendía pisar la pista. Tampoco quería verse envuelta con ningún caballero de cualquier manera que la comprometiera, solo esperaba con ansias la hora de retirarse de cada evento social. La única razón por la que accedía a usar los incómodos vestidos apretados y las joyas pesadas era solamente para mantener las apariencias a petición de sus padres quienes quieren dar una buena impresión ante el nuevo ambiente.

Cuando entró, lo primero que hizo fue sentir las miradas sobre su familia por más que deseó que no sucediera. Brigitte de Mountbatten lucía espectacular dentro de aquel diseño francés, las piedras preciosas brillaban por el reflejo de las luces haciendo lucir más joven. Pero sin dudas era Odette la que destacaba dentro del grupo, del brazo de su hermano mayor se veía como un ángel pisando el suelo de Londres con el peinado más complejo y delicado que Sylvie había hecho alguna vez en toda su vida.

Saludaron a la Reina Charlotte de forma respetuosa con una reverencia, la mujer la no pudo evitar halagar el aspecto de Odette. La joven con las mejillas rosadas agradeció con una reverencia a su majestad, Sylvie sintió alivio en su pecho cuando dejaron de tener los ojos de su majestad encima, así que antes de decir algo que arruinara el perfecto debut de su hermana procedió a retirarse a compartir con el resto de invitados dispersos por el salón.

Todo iba bien, hasta que escuchó su nombre en la firme voz de la Reina.

──Sylvie Mountbatten.

La mencionada paró en seco mientras que su mellizo tuvo que hacer lo mismo. El resto de su familia la observó conteniendo una reacción de sorpresa e intriga. Syl volteó después de suspirar disimuladamente encontrándose con la intensa mirada de la máxima autoridad de la corona inglesa sobre ella.

El joven marqués, Silvain, la dejó ir soltando su brazo al cual su hermana estaba aferrado, Sylvie se enderezó su postura para después comenzar a caminar en dirección a la Reina Charlotte. Hasta que atrás de ella sintió la presencia de alguien pisando sus pasos, fue por el aroma que supo que se trataba de su madre la cual nunca dejaría a su hija platicar con alguien tan poderoso por su cuenta, Brigitte Mountbatten no podía ocultar su vena controladora, mucho más con las acciones de sus hijas.

Tenía la obligación de velar por el futuro de cada una, sin importar involucrarse. No le importaba la opinión de Sylvie, después se lo iban a agradecer.

Brigitte caminaba al lado de la melliza, unos centímetros más adelante para hacer notar que era ella la que respondía por Sylvie. Acción que poco agradó a la joven marquesa, sin embargo, no podía expresarlo reclamando o rodando los ojos porque los problemas familiares no se verían bien para la reputación de Odette, así que Sylvie solo sonrió tomando el brazo de su madre como si realmente confiara en esta.

──Su majestad ──volvió a hacer una reverencia en dirección a Charlotte sentada en el gran sillón propio de la realeza.

La Reina alzó una ceja ante la presencia de Brigitte Mountbatten.

──Tengo que confesar que la curiosidad me ha ganado esta vez al no lograr dar con una explicación coherente ──comenzó a decir Charlotte observando fijamente a Sylvie──. Su hermana mayor será coronada en Francia por su compromiso, por otro lado, la joven Odette debutó con gran presencia en Londres. No obstante, usted parece no interesarle su futuro.

En la mente de Sylvie Mountbatten se desató una discusión interna donde su mente le obligaba a guardar silencio y no soltar algún comentario inapropiado. Por otro lado, su pecho fue removido, como si un ácido comenzara hacer efecto en su corazón ante las cínicas palabras de no interesarle su futuro.

──Oh, eso no es tan así, su majestad ──intervino su madre soltando una delicada risa──. Mi querida Sylvie es más tímida que sus hermanas ──explicó Brigitte con naturalidad──. Quizás sacó la personalidad de su padre.

Sylvie no pudo evitar mirar a su madre guardando su impresión, ¿la había tachado de tímida? Eso sí que era un chiste al ser ella la única de sus hijas que se atrevía a discutir con Brigitte cuando algo no le parecía ético. Tuvo que esconder una risita con su mano, acción inocente que a los ojos de la matriarca de la familia francesa pareció imprudente, bastando solo una mirada para hacerla callar.

La imparcial reina Charlotte alzó el mentón sin quedar del todo satisfecha con aquella respuesta. Fue entonces que sus palabras fueron dirigidas directamente a Sylvie, quien solo quería una excusa para dar por terminada esa incómoda charla que creía no iba a ninguna parte. Gran error parte de la marquesa que no conocía todavía a la mujer.

──Una mujer joven, hermosa, de buena familia que parece tener buen humor con una sonrisa que prefiere esconder atrás de su mano ──comenzó a decir Charlotte ladeando la cabeza haciendo parecer los halagos simples datos sin importancia──. Una chica la cual nunca he visto pisar la pista de baile, ¿no parece curioso? Me parece que su estrategia de actuar cautelosa y poco interesada no va a dar muchos frutos en Inglaterra.

──No me parece justo competir con las debutantes ──contestó Sylvie tratando de dar un buen fin a las suposiciones──. Sinceramente, no me parece justo competir sin más. No es mi momento, es el de mi hermana.

Su Majestad asintió: ──Lástima, no tengo dudas de que hubieses sido un gran diamante. Tanto potencial desperdiciado es triste.

Milagrosamente una sonrisa ancha se formó en el rostro de Brigitte, tomó a la castaña de los hombros con orgullo. Las francesas hicieron una pequeña reverencia para cerrar la conversación, caminando la madre tomó la mano de la joven Sylvie que la miró extrañada, era tan extraño sentir aquella muestra de cariño que cuando estuvo cerca de sus hermanos prácticamente corrió donde estaba Silvain esperándola.

──¿Qué fue eso? ──preguntó el marqués con una sonrisa burlona.

──No tengo idea ──dijo con una sonrisa idéntica plasmada en sus labios. Agarró el brazo de su mellizo arrastrándolo a esconderse entre la multitud──. No puedo esperar el momento de irme.







──No sé cómo aguantaste una temporada entera de esta absurdidad junto a personas como Cressida Cowper ──le dijo Eloise Bridgerton a su mejor amiga, Penelope.

Para suerte de Sylvie, la hija de Violet Bridgerton le hizo una inusual invitación bastante osada. Abandonar el salón en medio de la fiesta para caminar por el patio del palacio de la Reina Charlotte fue su mejor opción, estaba cansada de apresar a Silvain a su lado con tal de que ningún caballero más la invitara a bailar a la pista, sentía que la estaban observando por todo el lugar por ser la hermana de Odette y Genevive. Así que cuando la señorita Bridgerton se animó a invitarla a tomar un poco de aire fresco no dudó ni un segundo en asentir con una sonrisa en sus labios.

Las tres hacían un esfuerzo por caminar entre las flores amarillas que llegaban un poco más abajo de sus rodillas, la luna iluminaba su camino bastante poco en comparación a otras ocasiones. Se terminaron alejando del ruido, lo que permitió a la francesa respirar más calmada de no tener a su madre juzgando sus saludos, pasos y sus respuestas.

──Gracias por sacarme de ahí ──Mountbatten suspiró aliviada── Me miraban fijo, como una tetera de porcelana sin dueño. No sé cómo lo soportan.

──Supongo que no comparto sus dificultades ──respondió la joven Featherington──. Soy una joven insípida. Además, tu familia ha estado en el foco de la atención.

Sylvie se sintió mal, no quería decir eso mucho menos de una chica que no conocía. Se sentía apenada de estar dando una pésima primera impresión por hablar sin pensar.

──Lamento si mis palabras la hicieron sentir mal, usted es muy bella── se disculpó tomando el hombro de Penelope que estaba roja de la vergüenza──. Espero no vuelva a repetirse. Cuando siento confianza no analizo mucho lo que voy a decir ──soltó una risa nerviosa.

La pelirroja asintió sintiéndose halagada de haber recibido una disculpa de alguien tan relevante como lo era la joven marquesa Mountbatten. Penelope por un momento quedó con la mente en blanco mientras Sylvie esperaba alguna respuesta, su voz era tan suave, incluso sincera. No como su madre junto a sus hermanas aseguraron, una egocéntrica que le gustaba actuar como inocente sabiendo el nivel poder que tenía por su título, una manipuladora resentida que vivía a la sombra de sus hermanas.

Eloise las invitó a sentarse en el piso, sobre las flores sin importar mucho si llegarían a dañarlas. Sylvie era bastante introvertida cuando se sentía abrumada, pero con la amabilidad de la señorita Bridgerton y Featherington logró encontrar un poco de paz, olvidando la abrumadora voz de su madre exigiéndole que se parara derecha a pesar de que los zapatos le dolían con solo dar un paso.

En medio de la noche estaban tres chicas, una de vestido azul, otro amarillo brillante y la última vistiendo una pieza dorada con negro. La francesa se acostó entre las flores, relajándose al ver las estrellas sobre ella pensando en quién más las podría estar observando. A su lado, Eloise la imitó junto a Penelope quien ya no sentía temor por la presencia de la melliza de Silvain porque al principio verla tomada de la mano de su mejor amiga fue una amenaza que le hizo doler el estómago.

Se quedó pensando sobre muchas cosas, pero era genial la libertad que sentía de no ser comparada con Genevive ni ser el ejemplo de Odette. Solamente se quedó viendo el oscuro cielo con una inusual compañía de una Bridgerton que parecía querer formar una amistad con la nueva del lugar, sintiendo su respiración tranquila, el pasto en sus manos y sus brazos le comenzaban a picar. Fueron solamente cinco minutos de silencio que fueron suficientes como para reparar su corazón agitado lleno de incertidumbre.

──Supongo que no tienes muchos amigos, ¿Sylvie?

La pregunta tan directa de Eloise hizo que Pen le golpeara el brazo para que le bajara a la intensidad de sus cuestionamientos inevitables.

──Supone bien, Eloise. No es un misterio que intento cubrir mi poca habilidad social ──contestó la castaña riendo de su desgracia──. El único amigo que me queda está a trescientos kilómetros de distancia. Si deseo saber de él no tengo otra opción que enviar una carta que se demora varios días en llegar a sus manos ──soltó un suspiro──. Seguramente es lo único que extraño de Francia.

──Si lo deseas te puedo invitar a comprar plumas y papel ──ofreció Penelope con ilusión de una actividad──. Conozco buenas tiendas de calidad donde la tinta de secado rápido dura por varias semanas.

──¿En serio sigues escribiéndole a Colin?── cuestionó Bridgerton interrumpiendo el tema──. Yo dejé de leer sus cartas hace meses, todos los días llega correspondencia.

──Es interesante ──se justificó la pelirroja sonriendo al cielo──. Tiene relatos de aventuras asombrosos en Grecia, deberías leerlos, es bastante bueno escribiendo.

──¿Colin? ──preguntó Sylvie sin saber en lo que se estaba metiendo.

Fue Eloise la que se apresuró a tomar la palabra: ──Se trata de mi aburrido hermano mayor, el tercero en la línea de los Bridgerton. Sigue de viaje, así que para tu suerte no lo verás por acá.

──¡Eloise! ──fue regañada nuevamente por Penelope──. No es justo que hables así de él.

Sylvie hizo un esfuerzo por no fruncir el ceño, preguntándose cuántos hermanos compartían el apellido Bridgerton, tenía mucho que descubrir por ahora. Soltó una risa que tuvo que tapar atrás de su mano, recordando inconscientemente las palabras que Charlotte le había dicho.













Cuando las trompetas sonaron fue la señal de que estaban a puertas de saber el nombre del diamante de la temporada, por lo que las tres tuvieron que entrar nuevamente al salón donde sus respectivas familias estaban buscándolas. Sylvie se ganó al lado de su hermana mayor, Gen, que no aguantó la curiosidad de saber dónde estaba metida su hermana menos por más de cuarenta minutos. La futura reina de Francia tomó la mano de la melliza, para que Brigitte no la regañara mientras que con la otra estaba sobre el hombro de la joven Odette Mountbatten que no podía estar de pie por sus nervios.

La atención estaba en la reina, que bajó de su asiento para dirigirse a sus expectantes invitados.

──Me complacen con su presencia. Como su reina, estoy muy agradecida ──comenzó con su discurso sin dar muchas vueltas directo al tema que traía a la sociedad atenta──. Permítanme el honor de presentarles el diamante de la temporada.

──Creo que me va a dar algo y es obvio que no va a decir mi nombre ──le susurró Silvain a Sylvie. Su hermana mayor nuevamente mandó a callar a los mellizos con una sola mirada severa sobre estos.

El corazón de Sylvie comenzó a latir rápidamente apretando la mano de Genevive a su lado. Por su parte, los padres de los Mountbatten-Windsor sentían una especial tensión sobre sus hombros ante el futuro incierto de su hija menor.

──La señorita Edwina Sharma.

Unas expresiones de sorpresa se escaparon de la boca de los presentes a la vez que las miradas iban en la misma dirección, el diamante era una joven hermosa de piel morena, ojos oscuros grandes y brillantes con un vestido hermoso que solo resaltaba lo bella que era. Odette dio un par de torpes pasos hacia atrás cuando los caballeros comenzaban a acercarse a Edwina para invitarla a compartir una pieza de baile con ellos.

──Odette ──llamó Sylvie a su pequeña hermana que luchaba por no largarse a llorar ahí mismo. La joven de ojos claros no la tomó en cuenta cuando se apuró a abandonar el lugar siendo seguida por Genevive──. Maldición ──susurró sabiendo lo que se vendría ahora.

Solamente quedaron los mellizos con sus padres, derechos con la cabeza en alto porque así tenían que comportarse. Silvain tomó del brazo a Sylvie mientras que Arthur les ordenó que no dieran un paso hasta que les diera autorización por lo que ambos se quedaron procesando lo que acababa de pasar. Se confiaron demasiado y no sabían cómo reaccionar al ser la primera vez que una Mountbatten-Windsor no era nombrada como el diamante de la temporada.

──¿Qué vamos a hacer ahora? ──murmuró preocupado el joven marqués a Syl.

──No tengo idea ──dijo sin despegar la mirada de las Sharma que disfrutaban el momento junto al diamante, porque efectivamente esa era la noche más importante de la temporada──. No le digas a nadie, pero creo que fue lo mejor.

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