II. ROYALS
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VOL I, CHAPTER TWO.
ROYALS.
El debut en sociedad de la joven Odette no solo había sido un tema de conversación en el Cyanistes Palace, también lo fue en el hogar de las otras familias londinenses. Ahora comenzaba la verdadera aventura porque la ciudad entera ya habían puesto los ojos sobre los marqueses franceses gracias al inesperado regreso de Lady Whistledown y muy difícilmente se los quitarían de encima.
──Esta noche Lady Danbury ofrecerá el primer baile de la temporada, y estoy segura que la Reina Charlotte estará presente ──la voz de Brigitte llegando a la mesa del comedor en donde compartían el desayuno hizo que sus tres hijos se sentaran derechos──. Los quiero a todos antes del atardecer, no hace falta agregar que Odette tiene que brillar como el diamante de la temporada.
Sylvie Mountbatten miró a su hermana menor de reojo quien sonrió ampliamente marcando sus mejillas redondas. Odette estaba emocionada, mientras que los mellizos apenas parecían haber reaccionado ante la orden de su madre.
Tanto Silvain como Sylvie ya habían vivido la desgastante experiencia de asistir a todos los eventos sociales en Francia y otros países que visitaban, a ese punto de su vida sabían cómo funcionaba una temporada social. Presentarse decena de veces con su título, fingir prestar atención a las conversaciones aburridas que no les apetecía escuchar durante toda la noche, y lo peor, verse obligados a bailar danzas con desconocidos por horas que solo lograban hacer doler sus pies.
──Genevive nos verá allá junto a su prometido ──agregó la mujer tomando asiento en una de las cabeceras de la larga mesa──. Así que espero estén a su altura, y sí, los digo por ustedes dos.
──Quiero desayunar en paz, ¿es mucho pedir? ──preguntó Silvain mirando su taza.
──¿Es mucho pedir que se comporten una noche? ──cuestionó la madre de los mellizos. Sylvie levantó la vista hacia su hermano que también la estaba observando──. Solo saluden y sonrían e intenten no decir nada inapropiado.
──Prefiero quedarme en casa ──soltó Sylvie Mountbatten alzando las cejas irónicamente──. Así no somos un problema ni terminamos quemando el palacio de Lady Danbury.
Fue inevitable para Silvain soltar una risa que no logró disimular.
──Brigitte, cariño, ellos saben comportarse. No los trates como niños ──intervino Arthur intentando calmar las aguas de la forma más amable posible.
──Creo que papá tiene razón ──dijo la más pequeña de la familia manteniendo ese tono dulce que llamaba a la paz.
──Tú y yo sabemos que no es así, Arthur, por esa razón siguen sin casarse ──respondió con desdén e ignorando las palabras de Odette, olvidando por completo que se trataba de sus hijos──. Desearía que fueran como su hermana Genevive, no unos respondones ──suspiró negando con la cabeza──. A veces me pregunto qué salió mal con ustedes.
Odette bajó la mirada a sus manos sintiendo su corazón latir más fuerte que cuando estaba esperando para debutar en sociedad. Tragó saliva sintiendo la boca seca y cerró los ojos rogando que ninguno de sus hermanos mayores continuara con la discusión.
Aunque en el fondo de su razón, no le sorprendió en lo absoluto que fuera Silvain quien se atreviera a defenderse.
──Lo que salió mal es que Sylvie y yo tenemos algo de voluntad, madre.
La mesa de los Mountbatten-Windsor quedó en un profundo silencio incómodo. Sylvie miró a su mellizo con sorpresa, sin embargo, nada de reproche, al contrario, le sorprendía la elección de palabras tan precisas de su parte. Ambos miraron a Brigitte con un semblante serio, las facciones similares que compartían los mellizos reflejaban la misma rebeldía que los caracterizaba desde pequeños. La matriarca apretó el puño bajo la mesa, limitándose a respirar profundo intentando encontrar calma.
──Supongo que no estamos a la altura de nuestra propia familia ──se burló Sylvie alzando la taza de porcelana con café entre sus dedos──. ¿Ahora sí podemos quedarnos esta noche?
──Eso espero ──contestó su hermano.
No fue extraño ni algo nuevo que su padre mandara a los dos a su habitación como castigo de niños pequeños, el desayuno ya estaba arruinado por completo y lo mejor para la familia era evitar que la discusión se siguiera haciendo más grande. Brigitte no dijo nada más, solo se limitó a mirarlos fijamente reflejando rabia sin poder llegar a creer la falta de respeto de los mellizos contra su propia madre.
Sylvie fue la primera en levantarse dejando su comida servida e intacta, seguida por Silvain que agradeció sarcásticamente por el tiempo en familia.
──No sé qué está mal con ellos, mientras más crecen se vuelven más insoportables. Todavía no parecen madurar, nunca lo van a hacer ──soltó Brigitte revolviendo el té con una cucharilla de plata──. Cada día que pasa estoy más convencida que tuvimos que enviarlos lejos de Europa para separarlos. Todavía estamos a tiempo.
Los cuatro hermanos Mountbatten-Windsor tenían claro una cosa desde que nacieron; su única misión en la vida era contraer las ansiadas nupcias y mantener el apellido familiar en alto. Algo que los mellizos no habían logrado cumplir a la fecha, eran ellos el imán de problemas que atormentaban a la familia.
──Mamá ──interrumpió la joven Odette con una expresión de sorpresa poco agradable──, no puedes separar a Silvain y Sylvie.
──No es tu asunto, Odette, soy su madre y sé lo que debo hacer ──regañó la mujer sin prestarle atención──. Tus hermanos son un problema que tarde o temprano me tocará resolver.
──No podemos esperar que todos nuestros hijos se comporten de la misma manera ──dijo Arthur Mountbatten cansado de tanta discusión──. Los mellizos tienen una personalidad distinta.
──Altaneros e irrespetuosos, eso es lo que son.
──No hables así de ellos, también son mis hijos, Brigitte ──se apuró en corregir usando un tono serio──. Sylvie posee una personalidad más fuerte que sus otros hermanos, mientras que Silvain es más libre. Nacieron y se criaron juntos, no dejaré que los apartes el uno del otro.
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El castigo de los mellizos por su altanería fue claro e indiscutible; asistir al primer baile de la temporada.
Fue la misma Odette quien le rogó a sus hermanos mayores que por favor acompañaran a la familia siendo este un evento significativo para ella. Ninguno pudo negarse, lo que realmente los convenció era el hecho de hacerlo por la joven y no por la idea de conseguir pretendientes. De esa manera, después de una extensa conversación en la habitación de Sylvie los mellizos terminaron sentados en una de las carrozas de la familia, totalmente aislados ya que su madre se negó a compartir transporte con ellos.
Fue un viaje corto desde el Cyanistes Palace hasta el palacio de la Lady Danbury, menos de veinte minutos los cuales la mirada de Sylvie quedó totalmente deslumbrada ante la preciosidad del lugar a través de la ventana. Silvain bajó primero del carruaje para extender una mano a su hermana y ayudarla a bajar. Esa era la primera vez que visitaban el magnífico sitio del cual ya había escuchado, sin embargo, no habían tenido la oportunidad de visitarlo y agradecía que fuera justo cuando el sol se escondía porque dejaba ver la cantidad de luces cálidas a través de los cristales con la agradable melodía de la orquesta sonando desde adentro.
Entrando en el papel de dama de sociedad, Sylvie caminaba tomando el brazo de su mellizo atrás de su familia arrastrando el peso del vestido que Odette eligió para usar en la velada, una bella pieza de seda negra con detalles dorados digno de apreciar por todos lados, decidió no llevar joyas llamativas como algún collar escandaloso para no parecer una escultura. Para el cabello tomó una de las tiaras de oro que le regaló su mejor amigo Valentine para su cumpleaños número veinte, una fina pieza delicada y elegante a juego con la estética que concordaba con los gustos del joven arquitecto.
Subieron las escaleras de piedra, Brigitte de Mountbatten parecía no impresionarse con nada manteniendo su vista al frente. Dos sirvientes les abrieron las puertas a la par dejando entrar a la familia de marqueses que inmediatamente se llevaron las miradas con cada paso que daban, y con justa razón, las mujeres Mountbatten-Windsor contaban con una belleza extranjera que llamaba la atención de los ingleses, sumado al misterio que traía su estancia en Londres. Sin disimulo, más de uno se volteó al percatarse de la llegada de los franceses, comenzando a murmurar entre ellos.
──Caminen, no se queden de pie sin hacer nada ──murmuró Brigitte a sus hijos empujándolos suavemente hacia adelante.
Las piedras preciosas del vestido de Sylvie brillaban con el reflejo de las luces cálidas logrando que los caballeros dejaran de prestar atención a sus parejas cuando veían a la francesa caminar por el salón, preguntándose si su carné de baile estaba disponible para solicitar aunque sea una sola pieza. Lo que aún no sabían era que la joven marquesa no pretendía pisar la pista de baile aquella noche ni en toda la temporada social.
En el fondo del salón se podía divisar con facilidad a la distinguida Genevive Bancroft, la hermana mayor de los Mountbatten-Windsor que parecía tener la mirada perdida en el ambiente. Sylvie frunció levemente el ceño, apretando suavemente el brazo de su mellizo al darse cuenta que la futura Reina de Francia se encontraba bastante solitaria para ser tan social en esta clase de eventos.
──¡Geny! ──exclamó Odette corriendo a los brazos de su hermana mayor a quien inmediatamente se le dibujó una sonrisa en sus labios──. Que hermosa estás.
──Tú también, querida ──respondió Genevive acariciando el cabello ondulado de la más pequeña. Seguido miró al resto de su familia para saludarla con el mismo cariño──. Me alegro demasiado de verlos.
──Nosotros a ti, hermanita ──se adelantó Silvain a darle un abrazo──. ¿Y dónde está mi futuro cuñado? El gran príncipe Herbert ──preguntó exagerando la última parte.
La expresión en el rostro de Bancroft cambió a una más seria sembrando la duda en Brigitte de Mountbatten que no tardó en atreverse a entrometerse en el asunto como si se tratara del suyo propio.
──¿Por qué Herbert no se encuentra contigo, Genevive?
──Tenía actividades de las que ocuparse, madre ──contestó al instante, disimulando la incomodidad que le causaba tener que mentirle a su propia familia, sobre todo a su propia madre──. Actividades que no podían esperar.
Sylvie no agregó nada, en el fondo ya traía sospechas de que algo no estaba bien con la relación entre Herbert y Genevive que cada vez se dejaban ver menos. La marquesa interrumpió la conversación para saludar a su hermana mayor, evitando a toda costa otra discusión entre los Mountbatten. Una al día era una dosis suficiente.
Sin previo aviso ni presentación respetando lo impredecible de su personalidad, la Reina de Inglaterra hizo su esperada aparición en el evento como invitada de honor, muy bien acompañada de otras mujeres que parecían estar allí solo para juzgar los movimientos de cada asistente. Cuando la Reina se acercó a los marqueses estos hicieron una respectiva reverencia hacia Charlotte, la cual sonrió con satisfacción cuando se fijó de que el matrimonio de Brigitte y Arthur habían traído a todos sus hijos ante la sociedad inglesa.
──Es un agrado contar con su presencia.
──El honor es nuestro, su majestad ──contestó la matriarca alzando la vista con seguridad──. Esperamos que esta temporada sea más que prometedora.
──Tengo toda la certeza de eso, marquesa Mountbatten. El matrimonio de su hija Genevive con el príncipe Herbert será todo un hito ──contestó la reina Charlotte mirando fijamente a la aludida──. Además, sus peculiares mellizos son toda una novedad. Se nota a la distancia que esos dos pueden ser unos pretendientes bastante especiales.
──Sylvie y Silvain no participarán de esta temporada, majestad ──agregó Arthur──. Pero agradecen su observación.
Charlotte alzó las cejas sin expresar del todo su impresión de sorpresa. Las mujeres que acompañaban a la alteza susurraron entre ellas mirando a la familia Mountbatten-Windsor que parecían no verse intimidados. La reina de Inglaterra analizó de arriba a abajo el rostro de Sylvie con sumo cuidado, casi por instinto, la joven marquesa se paró aún más derecha cuando Charlotte se acercó un par de pasos y con dos dedos levantó el mentón de Syl delicadamente.
──Que lástima escuchar eso ──dijo la monarca haciendo una mueca de disgusto──. No tengo duda que hubiese sido un gran diamante.
La última frase causó una ola de nerviosismo en el cuerpo de Sylvie que le hizo tragar su propia saliva sintiendo la garganta seca. El resto de la familia Mountbatten tampoco quedó indiferente ante una clase de halago tan importante de parte de la misma reina, específicamente Brigitte que no pudo ocultar una retorcida mirada de orgullo.
──Gracias, su majestad ──respondió Syl tratando de sonreír. Hasta por un segundo olvidó el idioma──. Igualmente las nuevas debutantes tienen mucho que ofrecer a esta nueva temporada ──se giró a ver a su hermana más pequeña que se escondía atrás de ella. Sylvie le ofreció su mano amablemente para que se pusiera a su lado──. Odette es una de ellas.
No conversaron tanto tiempo, Charlotte tenía la obligación de atender a todos sus invitados por igual, había decidido comenzar con los Mountbatten por una razón específica y era que Lady Whistledown ya había puesto su anónima mirada sobre ellos. Pero la revista no era la única que se interesó abiertamente en la presencia de los franceses en tierras inglesas, era la misma alta sociedad que no se resistió a comentar de la novedad de Londres. Una de ellas fue Lady Featherington que junto a su grupo de señoras se limitaban a observar a una prudente distancia los pasos de los ya no tan recién llegados.
──¿Por qué la reina se interesará tanto en esa familia? ──preguntó la pelirroja de vestido floreado──. No se ven interesantes, solamente son una novedad pasajera.
──Sin duda la popularidad de los Mountbatten es por sus hijos ──respondió otra mujer abanicando su rostro──. El marqués Silvain Mountbatten está soltero, al igual que su melliza. Y claro, la nueva debutante, la más joven.
Inmediatamente, Portia pareció cambiar de opinión respecto a los marqueses de Francia. Le dio un trago a su champán dulce mirando a Silvain que no parecía separarse de su familia, una loca idea pasó por la cabeza de la viuda, algo lo cual tenía que ver con el único hijo de Arthur.
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Mientras Odette Mountbatten bailaba con un joven que había pedido amablemente la mano de la francesa. Claramente sus hermanos mayores no se alejaron, Silvain y Sylvie se quedaron observando los movimientos del hijo del conde de Gloucester pequeños detalles como por ejemplo que sus manos estuvieran en el lugar correcto, tampoco que se acercara demasiado a la debutante.
──Me parece que han bailado demasiado ──dejó salir Silvain luego de dos canciones completas.
──No seas exagerado ──susurró la marquesa bebiendo de su copa.
La música se tomó una pausa para que los músicos descansaran unos minutos y revisaran la calidad de los instrumentos. Se podía escuchar las voces de los invitados interactuar entre ellos, Odette parecía estar cómoda en compañía del joven que se atrevió a enfrentar las frías miradas de los hermanos Mountbatten-Windsor solo para compartir un par de piezas de baile. Incluso los mellizos habían logrado socializar con Benedict Bridgerton quien acompañaba a su hermana Eloise, a la cual Sylvie reconoció con facilidad tras su controversial debut. La conversación fue de carácter formal, donde solo se presentaron y los Bridgerton ──específicamente Benedict── finalmente tuvieron la oportunidad de darles una amable bienvenida a Londres.
No obstante, el baile todavía tenía mucho que ofrecer y Violet Bridgerton lo sabía cuándo decidió aprovechar la calma del momento anunciando en voz alta lo que en inmediatamente se en la premisa de la temporada.
──Después de todo está es la temporada en que el vizconde está buscando una esposa.
──Eso fue... sutil ──comentó Sylvie sarcástica.
Ninguna mujer soltera perdió el tiempo en acercarse donde el vizconde Bridgerton, quien abrumado por toda la atención miró a su madre de reojo, guardando las ganas de reclamarle su imprudente comentario, pero todas las miradas ya estaban sobre él y quizás en el fondo le había hecho un favor.
Contraer matrimonio con un hombre con el nivel social de Anthony era un verdadero acierto social, algo que Brigitte de Mountbatten tenía bastante claro que como una cazadora ya sabía qué pretendientes le convenía a su hija menor. Cuando escuchó las palabras de Violet Bridgerton llegaron a sus oídos no pensó dos veces en tomar el brazo de la joven Odette, que sin entender nada de lo que estaba ocurriendo se limitó a dejarse guiar por su madre confiando en la mujer.
──Madre, espera un segundo ──interrumpió Sylvie interrumpiendo el paso. La expresión en su rostro lo decía absolutamente todo, una mezcla de sorpresa y desagrado──. ¿Piensas presentar a mi hermana frente al vizconde? ──preguntó en voz baja para no armar un escándalo.
──Cuida tu tono, Sylvie ──respondió Brigitte mirándola fijamente.
──Por favor, evitemos un disgusto en público ──Genevive se apresuró a detener a su propia familia──. Madre, ¿en qué estás pensando? Odette tiene casi dieciséis, ese hombre se ve cercano a los treinta.
──¿Y qué con eso? Es un vizconde, se ve elegante, parecer ser un buen hombre y seguramente un muy buen esposo.
Sylvie miró los ojos claros de Odette Mountbatten en medio de la conversación sin saber de qué lado ponerse. Simplemente inocencia y temor.
──El problema es que mi hermana es una niña ──intervino Silvain claramente molesto con la actitud de su madre hablando en su idioma natal──. No voy a dejar que la acerques a ese hombre.
La mujer los observó en silencio, acomodando sus manos sobre su cintura.
──No puedo creer que esto esté sucediendo ──Genevive tomó a Odette de la mano y la puso detrás de sí──. No pretendo permitir que sigas cumpliendo tus caprichos pasando por encima los deseos de mi hermana.
──No me hables en ese tono, Genevive ──la futura reina de Francia sintió una presión en su brazo por parte de la mayor sin importar que la gente las estuviera viendo──. Te recuerdo que soy tu madre a la que debes respeto como todos ustedes, desobedientes.
Al ver aquello, Silvain Mountbatten reaccionó, no obstante no tenían permitido expresarse con libertad al encontrarse en medio de la gente. El marqués puso su mano sobre el hombro de su propia madre con firmeza, obligándola a soltar a Genevive.
──Deja a mi hermana ──pidió con la mandíbula tensa──. Es suficiente
Después de pensarlo, la matriarca de la familia decidió evitarse otro conflicto más a la larga lista.
──No me interesa el título que tenga el señor Bridgerton, Odette no está sola, nosotros estamos para poder cuidarla ──las palabras de Sylvie salieron con furia de sus labios hablando en un perfecto francés. La marquesa se atrevió a plantarse frente a la presencia de su madre, defendiendo a su hermana pequeña la cual miraba atemorizada la escena sobre el hombro de Genevive──. Si ella quiere encontrar un esposo no será la persona que tú desees. Debe ser alguien que decida por su cuenta, y obviamente, que también esté acorde a su edad. No pongas tus sentimientos sobre los de ella.
──¿Acaso ustedes crees que pueden hacer este trabajo mejor que yo? ¿Ustedes de verdad piensan que saben cómo funciona este mundo en sociedad? ──cuestionó Brigitte de Mountbatten con una risa burlona a sus hijos──. ¿Mejor que su madre?
──No contestaré eso ──el semblante de Bancroft no flaqueó sin soltar la mano de Odette──, y tampoco dejaré que trates así a ninguno de mis hermanos. Si volví también es para cuidar de ellos.
──Yo cuidé de ti ──la apuntó con amenaza──, y si no fuera por mí, hoy no estarías a punto de convertirte en la reina de Francia ¡Agradécelo!
La última exclamación de Brigitte logró ser escuchada por algunas personas alrededor dejando en evidencia el tenso momento que se disputaba entre las francesas. Incluso Odette, la más pequeña de la familia experimentó un sentimiento de injusticia que se vio obligada a reprimir por el hecho de que no estaban en el lugar apropiado para limar perezas familiares.
──Les recuerdo donde nos encontramos ──murmuró Sylvie manteniendo la compostura, siendo por primera vez quien buscaba la calma──. Podemos dejar esto para después.
Después de haberse calmado por unos segundos, Genevive tomó a Odette de la mano. Sentía que su familia en cualquier momento se podía destruir, Sylvie era capaz de quemar el maldito salón por un simple cigarro en sus labios.
──Yo te acompañaré y te presentaré gente más decente ──y fulminando a su madre una última vez con su azulada mirada ella en compañía de Odette se alejaron para ir al otro lado del salón.
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Eloise Bridgerton seguramente era la única mujer en ese baile que usando uno de los vestidos más costosos del salón se sentía como un animal de ganado o un premio de subasta.
Sabía desde el primer momento desde su debut que la temporada sería una tortura personal, mucho más al vivir con la presión de igualar o superar a su hermana, la actual duquesa de Hastings, quien sin duda fue un diamante increíble el año anterior. Eloise jamás podría comportarse de esa forma, para su mala suerte Violet seguía insistiendo, aunque no era la única porque también Daphne tenía la esperanza que cambiara completamente para encontrar un esposo por lo que le había regalado diez consejos para seguir sus pasos.
El primero era sonreír. Y cuando leyó eso supo que toda la lista estaba totalmente descartada.
Sin embargo, al parecer el hecho de llevar el apellido Bridgerton ya era suficiente como para que tanto los hombres como las madres chaperonas le pusieran atención. Cuando la observaban le era inevitable no sentirse incómoda, se preguntaba cómo las mujeres lograban conseguir una pareja de esa manera con la que compartirían toda la vida ──lo cual es mucho tiempo──, simplemente bailando una pieza musical sin cruzar una que otra palabra, un método bastante superficial a su gusto. Pero quién era ella para cuestionar algo tan complejo como lo que se llamaba amor, de lo único que realmente estaba segura era que nunca se casaría con ninguno de los hombres que se encontraban en ese lugar.
La debutante de los Bridgerton caminó disimuladamente hasta la salida del salón de baile que daba al patio, pero para su mala suerte su plan de escape se vio interrumpido.
──Señorita Bridgerton ──la voz de un joven la tomó por sorpresa. Eloise quedó petrificada, se había estado escondiendo un buen rato entre los invitados para evitar ese momento──. ¿Me concedería el siguiente baile?
Eloise miró al piso, no dejaba de moverse de lado a lado mirando de reojo si alguno de sus hermanos se encontraba cerca.
──Lo siento, ahora mismo me encuentro bastante cansada como para volver ──mintió con una sonrisa extremadamente forzada. No había bailado con nadie en toda la noche, solo se dedicó a negarse de todas las formas posibles y las excusas se le estaban acabando.
──Entonces si lo desea la puedo acompañar a buscar una limonada ──insistió el muchacho sin entender la negativa──. Se ve muy cansada.
──No es necesario.
──No es una molestia, se lo aseguro ──sonrió, ofreciendo su brazo para que Eloise caminara junto en su compañía.
Bridgerton solo quería encontrar a Benedict o a su mejor amiga, Penelope Featherington quien debía estar muy cerca. Sin embargo, no esperó que su escapatoria llegara en forma de una joven marquesa de Francia.
──¡Señorita Bridgerton! ──la llamó Sylvie con una sonrisa amplia mostrando sus blancos dientes, extendiendo sus brazos──. Que gusto verle.
Inmediatamente Eloise entendió la farsa, sin dudarlo le correspondió el abrazo en forma de saludo. Mountbatten se giró a ver al hombre que intentaba cortejar a la hija de Violet, este no tardó en hacer una pequeña reverencia ante la marquesa al tratarse de una mujer con un título nobiliario superior.
──Marquesa Mountbatten, un placer.
──Espero no le moleste que me ponga al día con lady Eloise, ¿verdad? ──preguntó Sylvie, sin esperar a la reacción del hombre tomó el brazo de la debutante para irse de allí──. Muchas gracias.
Eloise miró a Sylvie que caminaba con el mentón en alto, sin sentir remordimiento después de aquella descarada mentira. Luego las dos rieron, llegaron al patio trasero de la mansión Danbury en donde la fiesta seguía, aunque no tan concurrida como era el salón de baile que a ese punto era agobiante.
──Gracias, marquesa Mountbatten ──habló Eloise sin saber cómo agradecerle──. Eso fue intrépido.
──Los hombres pueden ser muy insistentes cuando se lo proponen, alguien les tiene que decir que eso no es romántico ──respondió la francesa alzando una ceja──. Y por favor, puedes llamarme Sylvie.
──¿Es que acaso usted no está en busca de marido? ──cuestionó Eloise sin pensar si era realmente prudente una pregunta como esa, pero su curiosidad siempre era la que terminaba ganando.
La francesa soltó una corta risa.
──La única razón de mi presencia en este baile es cuidar de mi hermana pequeña. A este punto de mi vida, no creo que el amor se encuentre en un salón ──confesó soltando un suspiro pesado, hasta que se dio cuenta sus dichos──. Espero no le impresione ni piense que soy una radical ──la joven Bridgerton negó encontrándose sorprendida──, simplemente creo que existen otras maneras.
──No me parece un pensamiento ilógico, señorita Sylvie── fue lo único que respondió Eloise compartiendo una sonrisa con la marquesa, admitiendo que la había juzgado de manera incorrecta──. A riesgo de sonar apresurada, espero compartir con usted más seguido.
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El baile estaba a punto de terminar y Genevive Bancroft simplemente había desaparecido entre la gente. En el fondo a Sylvie no le había llamado la atención en lo absoluto aquel detalle asumiendo que su hermana se encontraba ampliando su círculo social con los ingleses. Al tratarse de la futura reina del país europeo, todos buscaban una u otra manera de relacionarse con la prometida del príncipe Herbert por que últimamente siempre estaba ocupada atendiendo visitas.
Caminaba por el jardín después de una grata, pero corta charla con la señorita Eloise Bridgerton con la cual habían compartido un par de temas de conversación disfrutando de un grato momento fuera de la mansión. Ahora le tocaba dirigirse al salón principal, tenía que volver con sus hermanos para evitar que Brigitte metiese sus intenciones en la vida de Odette, además que estaba totalmente segura que Silvain ya había estado preguntando por su melliza al resto de invitados.
──¡Marquesa Mountbatten! ──una voz varonil exclamó a su espalda. Sylvie se giró de inmediato ante la urgencia en el tono, sin embargo, fue toda una sorpresa inesperada encontrarse con el vizconde Bridgerton que parecía agitado──. ¿Usted es la hermana de Lady Bancroft?
Mountbatten-Windsor frunció el ceño y se giró a mirar a su alrededor en el caso de que se tratara de alguna confusión.
──Sí, ¿por qué? ──dijo rápidamente──. ¿La ha visto? Llevo horas en su búsqueda.
Anthony Bridgerton asintió, haciendo una señal para que Syl lo siguiera. El vizconde sentía un pequeño alivio al haber logrado reconocer a la marquesa, el hombre llevaba minutos dando vuelta sin lograr hallar a ningún miembro de la familia Mountbatten.
Comenzaron a caminar en la dirección opuesta, alejándose del recinto principal. Las luces comenzaban a desaparecer conforme avanzaban siendo iluminados solo por la luz blanca de la brillante luna sobre sus cabezas, en su cabeza, Sylvie reflexionaba en su cabeza si realmente fue una buena idea confiar ciegamente en Anthony porque llevaban un par de minutos caminando en silencio por los extensos terrenos.
──¿Sabe dónde se encuentra Genevive? ──preguntó la mujer.
──La encontré hace unos momentos, intenté ayudarla, pero creo que no me corresponde ──contestó el vizconde caminando por delante──. Espero que siga donde la dejé, no se veía muy bien.
Las últimas palabras preocuparon a Sylvie Mountbatten que comenzó a moverse más rápido, casi a correr no obstante el largo vestido era un impedimento. Anthony jamás había compartido con la marquesa, solo la conocía por lo controversial de su llegada, nunca se imaginó que los dos se encontrarían en aquella situación tan peculiar.
Subieron unas escaleras que daban a un gran balcón con vistas a los jardines en donde se encontraba Genevive sentada en una silla con una copa de vino vacía en su mano. Mountbatten se acercó con el corazón latiendo fuerte en su pecho, por su parte, Anthony mantuvo su distancia observando en silencio sin saber qué más hacer por Bancroft.
──Gen ──la llamó su hermana tocando su hombro fijándose también que sobre la mesa de cristal descansaba una costosa botella de whiskey escocés sin ninguna gota de alcohol en su interior──. ¿Genevive?
La aludida levantó su vista de sus piernas al escuchar la reconocida voz de su hermana a la distancia.
──¿Syl? ──preguntó con dudas hasta que la divisó frente a ella──. ¿Qué haces aquí?
Antes, la marquesa de Francia se giró lentamente para ver al vizconde Bridgerton que seguía de pie, sin haberse movido un centímetro.
──Puede retirarse, vizconde ──habló Sylvie.
Antes de hacerlo, Anthony no pudo evitar atreverse a hacer una última pregunta: ──¿Estará ella bien?
Sylvie se quedó en silencio, mirando de reojo a Genevive que parecía haber estado llorando por sus mejillas húmedas. Los ojos del mayor de los Bridgerton reflejaban una genuina preocupación que Mountbatten no pasaría por alto.
En el fondo, no quería mentirle después de su inesperada amabilidad, no obstante, tampoco sabía qué responderle.
──Muchas gracias ──soltó con la mujer con tristeza. Algo que él comprendió.
El vizconde asintió, le regaló una pequeña reverencia a la marquesa y a su hermana antes de irse.
──Dime qué sucede, me estás asustando ──cuestionó la melliza de Silvain alejando la copa de vidrio del alcance de Bancroft.
──Estoy cansada, Sylvie ──respondió la mujer apoyando su cabeza en una de sus manos──. Estoy cansada de pretender.
Su hermana guardó silencio y la analizó con preocupación. Los ojos oscuros de Genevive miraban a la luna, reflejando la luz blanca en sus pupilas como dos puntos.
──Siento que por años he tratado de complacer la felicidad de los demás, pero me olvidé de la mía...No sé qué he estado haciendo, no sé en qué punto está mi vida ahora o que quiero hacer con ella porque ya me acostumbré a esta inútil rutina.
Sylvie Mountbatten se quedó en un profundo silencio, nunca había visto a su hermana de esa manera en todos los años de su vida. Con el alcohol alterando sus emociones y diciendo lo terrible que era su existir cuando siempre trataba de mantenerse positiva y verle el lado bueno a cada detalle de las cosas. Sin embargo estaba segura de una cosa, que allí, en el palacio de la Reina Charlotte sentada en el jardín en soledad, nunca había escuchado a Gen ser tan sincera.
──Antes de que tú nacieras, mamá me dañó tanto ──se llevó una mano al pecho──. Se esforzó demasiado por formarme de una forma que ella nunca pudo ser y siguió y siguió ──soltó un suspiro que rompió el corazón de Syl──. Siento que de cierta manera lo sigue haciendo. Por eso siempre quise que ustedes no pasaran por lo mismo que yo... pero siento que les estoy fallando; no estoy siendo una buena hermana.
La joven marquesa tenía lágrimas en sus ojos de las que no se dio cuenta hasta que una cayó por su mejilla. Sin importarle la costosa tela de su vestido se atrevió a sentarse sobre sus rodillas, al final su vestuario ya estaba totalmente arruinado.
──Por favor no digas eso ──tomó sus manos con delicadeza, de la misma manera que Genevive lo hace──. Tú no nos has fallado nunca. Lo único que me preocupa es cómo te estás torturando con todo esto; no quiero que lo hagas.
Era casi imposible de creer para Sylvie y quizás para cualquiera que Genevive estuviera sintiéndose de esa manera. Todos los días de su vida se veía tan alegre, radiante y sin ninguna complicación. Sin embargo, el estar oyendo esas cosas finalmente de la boca de su hermana mayor aclaraba las sospechas que tanto Sylvie como Silvain compartían en forma de teorías sobre los verdaderos sentimientos internos de la futura Reina de Francia.
──Lo lamento ──cerró los ojos con fuerza──, pero no puedo evitarlo.
Genevive se dio un corto segundo para secar con cuidado las débiles lágrimas que habían resbalado por su suave mejilla otra luego tomar aire y decir.
──No soy feliz, Sylvie ──confesó con un hilo de voz, mirando su anillo de compromiso sin sentir nada en lo absoluto──. Hace mucho tiempo dejé de serlo.
La aludida asintió. Ella ya lo sabía, era su hermana, nadie conocía mejor a Genevive que su propia sangre.
──Y el príncipe...
Una corta y sarcástica risa proveniente de la boca de su hermana la interrumpió. ──¿En serio creen que estoy con él porque me hace inmensamente feliz? ¿Qué ser la futura Reina de Francia es mi mayor deseo? ¿Qué mis futuros lujos y responsabilidades son todo lo que quiero? ¿Qué tener hijos con Herbert es un sueño cumplido? Pues no.
──Genevive...
──Sé que infinitas veces les dije que se casaran por amor y no por deber; que buscaran su real felicidad ──nuevamente rio. El alcohol estaba dando pase libre al afloramiento de una personalidad que tenía escondida atrás de sus buenas costumbres──. Sé lo que piensas, que soy una hipócrita porque ni siquiera yo soy capaz de hacerlo.
──No he dicho nada de eso, Gen ──dijo Sylvie antes de que sus palabras le jugaran una mala pasada. Su voz temblaba reflejando su ansiedad por la inesperada revelación──. ¿Entonces por qué te casarás con Herbert? ──cuestionó la menor agitando sus manos entre las suyas, sintiendo como la desesperación y la incertidumbre por la situación de su hermana la comía viva.
La mirada de Bancroft se perdió en el nocturno paisaje y en el movimiento de los sauces de un lado a otro al ritmo de la suave brisa que estaba corriendo. Dicha brisa que acariciaba sus hombros descubiertos y agitaba los cabello que se habían salido de su estructurado peinado. No sabía si seguía alterada por la bebida o simplemente estaba teniendo un momento de meditación real ya que todo estaba tan borroso, tan confuso y exasperante que podía ver frente a ella como su vida se caía a pedazos.
──Necesito irme a casa ──fue lo único que dijo ignorando la pregunta de su hermana──; quiero descansar.
La marquesa asintió, entendiendo que no obtendría todas las respuestas esa noche.
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