Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I. THE NEW FACES


VOL I, CHAPTER ONE.
THE NEW FACES.

La joven Odette luce similar a una delicada muñeca a los ojos de su hermana mayor, Sylvie. Ella siendo la más joven de la familia Mountbatten-Windsor tenía un carisma único diferente a sus hermanos, llena de inocencia e ilusión por el mundo, la sonrisa más dulce, el rostro más delicado y la piel como si fuese de la más fina porcelana por lo que no necesitó de ningún retoque en su rostro. No es era secreto que Odette era la luz de la casa, desde el día que nació logró captar la atención de todo aquel cautivó con su belleza, sobre todo de los mellizos, Sylvie y Silvain Mountbatten que dejaron de lado sus infantiles peleas sin sentido para centrarse en la nueva bebé porque en el fondo Odette los había hecho mejores hermanos.

Quizás es por eso Sylvie no pudo aguantar limpiar una lágrima al ver a Odette caminar por el pasillo vistiendo el vestido hermoso de seda blanco con elegantes detalles dorados en sus bordes. El padre de familia, el marqués Arthur Mountbatten a su lado llevando a su hija menor del brazo con una sonrisa en el rostro reflejando orgullo, la misma que la primera vez cuando Genevive se presentó en sociedad años atrás. El tiempo había pasado para la familia Mountbatten-Windsor y ahora se estaban dando cuenta.

Al notar a su hermana sensible y emocional, Genevive Bancroft acarició el cabello de Sylvie con cuidado de no arruinar su peinado, ella se volteó sonriéndole a través de la emoción, apoyando la mejilla en su hombro. Llevó su mano al pecho sintiendo nostalgia, todavía recordaba la alegría de presenciar los primeros pasos de Odette, o la vez que aprendió a decir su nombre ──o balbuceó algo parecido──, y ahora estaba lista para su debut en la sociedad para encontrar un caballero merecedor de su mano.

──¿De verdad no podemos esperar otro año? ──preguntó Sylvie a Gen en voz baja──. Está muy pequeña.

──Luces preciosa, hermana ──Silvain Mountbatten halagó poniéndose de pie ante la llegada de Odette──. Lástima que no dejaré que nadie se acerque a ti.

──No digas eso, Silvain ──fue regañado por la Brigitte que arreglaba el vestido de su hija menor.

──Sabes que soy capaz. Puedes preguntarle a Sylvie, nadie tenía el derecho a cortejarla sin antes pasar por una charla conmigo.

──No la pongas nerviosa ──interrumpió Genevive alejándolo como la mala influencia que era. Los mellizos se rieron antes de que su madre les reprochara por su comportamiento poco maduro.

Según el reloj tenían el tiempo justo para llegar al palacio de la Reina Charlotte, arreglar a la futura debutante tomó más tiempo de lo esperado, en resumen, esa tarde fue un caos total por todas partes, destacando los comentarios de Brigitte Mountbatten que poco ayudaban a la angustia creciendo en el pecho de Odette. Fue gracias a la calma de Genevive que no terminó teniendo una crisis por las diferencias que tenía con su madre al ambas querer cosas distintas. Sylvie prefirió no meterse sabiendo que haga lo que haga, no terminaría siendo de ayuda, aprendió que hay veces que entrometerse era una mala idea por más buenas que fueran las intenciones, por lo que se quedó esperando en el jardín de la casa fumando uno de los cigarrillos que había traído de Francia a escondidas.

──Vamos, tenemos que llegar a una buena hora ──dijo Arthur cortando cualquier tipo de conversación.

Toda la familia a apresuró a la salida donde tres carruajes diseñados a juego esperaban por toda la familia Mountbatten, el primero llevó al matrimonio de Brigitte con Arthur, el segundo a las tres hermanas y el último solamente a Silvain. La melliza se limitó a mirar por la ventana en silencio mientras Genevive daba consejos a Odette para su caminata, cómo pararse, qué decir, cuando guardar silencio y sonreír, sin embargo, Sylvie tenía otra visión del evento, una más políticamente incorrecta que no se atrevía a compartir sabiendo la importancia que tenía para las otras mujeres. Además, si alguien sabe cómo dar una primera buena impresión, sin duda era Gen.

El viaje en carruaje pareció eterno, todavía tenía que conocer las calles de Londres por lo que todo le seguía pareciendo fascinante, los colores de las casas, el ambiente compuesto por una estética muy elegante con jardines bien cuidados armonizando la arquitectura. Su amigo Valentine Bane le había hablado de aquel lugar antes, lo describió como un sitio agradable a la vista, no obstante, las palabras no le hacía justicia a lo que estaba frente a sus ojos. Era inevitable comparar cada detalle con Francia, en el fondo todavía no lograba asimilar que ahora ese era su nuevo hogar.




La aristocracia inglesa se tomaba en serio sus eventos importantes, mucho más uno tan esperado responsable de marcar el inicio de una nueva temporada en Londres. El palacio de la Reina Charlotte era una completa maravilla ante los impresionables ojos de Sylvie, el color dorado resaltaba en todas partes, cada detalle era una maravilla de la arquitectura haciendo notar que dinero había de sobra y que la nobleza no escatimó en gastos con la cantidad de servicio que se ofrecía en cada salón. Champán del más fino servido en copas de cristales que el precio de una fácilmente podría dar de comer a una humilde familia por un mes entero, la joven marquesa tomó una regalando una sonrisa al hombre que cargaba la bandeja, Sylvie se encontraba junto a sus hermanos mayores en el salón real, donde tanto la Reina como el resto observaría la presentación de las debutantes de la temporada.

──¿Crees que ya se hayan dado cuenta de que no somos de aquí? ──preguntó Silvain en voz baja. Su hermana se giró a verlo alzando una ceja──. No llevamos cinco minutos y siento que nos destrozan con la mirada.

──Esto es un tanque de tiburones hambrientos ──contestó Syl mirando hacia adelante y manteniendo una pequeña sonrisa en sus labios──. De eso se trata.

Razón no les faltaba a los mellizos Mountbatten-Windsor porque mientras Brigitte se encargaba de preparar a Odette para la presentación, ellos no tuvieron más opción que hacer ingreso al recinto con el resto de invitados que al notar un par de rostros nuevos no dudaron en hacer preguntas. Las noticias volaban en Londres de extremo a extremo, por lo que el rumor sobre la llegada de una nueva familia a la ciudad fue pasando de boca en boca en cosa de días, por lo que ni pasó ni una semana cuando ya la gran mayoría se terminó por enterar de alguna u otra manera acerca de la presencia de los marqueses en tierras inglesas, el misterio que los rodeaba estaba relacionado con que no se habían dejado ver hasta ahora.

Por otro lado, lo más importante fue que Lady Whistledown pasó por alto el acontecimiento debido a que habían pasado diez largos y aburridos meses donde no hubo ninguna nueva publicación por parte de su afilada pluma.

──¿Cuánto falta? ──preguntó Silvain ya cansado de la espera.

──Un momento, no seas niño ahora, por favor ──respondió Genevive manteniendo la compostura.

──Esto está muy aburrido, ¿estamos de acuerdo? ──agregó Sylvie.

──Lo hacemos por Odette, vamos, párense derechos ──nuevamente la hermana mayor puso orden con los mellizos. Sylvie se arregló el vestido a la altura de los hombros, mientras que el marqués soltó una pequeña risa──. Ahora silencio, en cualquier momento puede salir nuestra hermana.

La Reina Charlotte definitivamente era quien menos quería estar en ese salón, se le notaba en su rostro la expresión de aburrimiento y monotonía haciendo lo posible por mantener la atención en las debutantes que pasaban a presentarse frente a ella. Todas jóvenes bellas, sin dudas, vestidos blancos de la seda más fina con toques dorados a juego con toda la elegancia que derrochaba el evento social y en su cabello recogido decorado con la simbólica gran pluma blanca, sin embargo, Charlotte no podía evitar mirar de reojo a los nuevos rostros de la nobleza francesa. Sin duda los recién llegados se estaban robando las miradas, habían elegido sabiamente la ocasión perfecta para presentarse.

──¡La marquesa de París, Brigitte de Mountbatten y la señorita Odette Mountbatten-Windsor! ──exclamó el encargado de introducir a las nuevas debutantes.

──No aplaudas como un loco ──advirtió Sylvie a Silvain.

De inmediato las grandes puertas se abrieron de par en par, dejando ver atrás de ellas a la hermana menor de Sylvie que con una sonrisa dulce en sus labios carmesí comenzó a caminar demostrando una seguridad propia. Su cuello largo estaba decorado con uno de los collares más caros que hayan salido de Francia hecho de oro puro, cortesía de Genevive quien se lo obsequió para el día especial. Los ojos claros de Odette brillaban observando a las personas a su alrededor que le prestaban atención a cada uno de sus movimientos, incluso la Reina Charlotte alzó el mentón para analizarla mejor. Los suaves rayos de sol que lograban colarse por los ventanales eran la iluminación perfecta para resaltar los brillantes mirada de la joven que sobre sus zapatos blancos parecía caminar sobre el más cómodo suelo descalza.

Sylvie lo había dicho desde que la vio por primera vez, años después seguía sosteniendo la fantasía de que Odette realmente parecía una muñeca.

──¿Mountbatten-Windsor? ──preguntó la Reina en voz baja a quien le servía de mano derecha.

──Se trata de la hija menor de los marqueses de París ──respondió en voz baja, pero aunque hubiese gritado en medio del silencio, la atención seguiría en Odette.

En primera fila del otro lado de la habitación se encontraba la reconocida familia numerosa de los Bridgerton, quienes esperaban ansiosos finalmente el debut de su hermana Eloise que en pocos minutos sería su turno.

──¿Quién es ella? ──Daphne fue la primera que se atrevió a murmurar.

──Su familia llegó hace poco desde Francia ──contestó Benedict Bridgerton señalando con la cabeza disimuladamente a la familia de pie frente a ellos──. Me parece que los marqueses vienen a arrasar con todo ──agregó inclinándose a su hermana para susurrar.

La nueva duquesa de Hastings alzó una ceja observando a la dichosa familia que parecía estar sacada de una pintura hecha por el mejor artista, sus vestimentas tenían un estilo peculiar que delataban que no eran pertenecientes de Londres. No era necesario ser adivino u observador para saber que los castaños uno junto al otro eran hermanos, el parecido era totalmente evidente ante los ojos ajenos. La pelirroja tomó aire, llenando sus pulmones al máximo y exhalando lentamente para no soltar un suspiro ruidoso que rompiese la armonía del momento casi mágico que se estaba viviendo en el salón.

──Yo también creo lo mismo.

Y aquello no le gustaba en lo absoluto.





Cuando llamaron el esperado nombre de Eloise Bridgerton los presentes pusieron una atención especial, todos recordaban como el año pasado Daphne Basset, ganó el honor de ser nombrada como el diamante de la temporada por la Reina Charlotte terminando siendo la flamante nueva duquesa de Hastings, por lo que no se esperaba menos de su hermana menor quien debutaba en el mercado conyugal de la sociedad. Las expectativas eran altas, eso generaba presión en la joven Eloise que se sintió atacada por los nervios cuando era su turno de salir, sentía que su vestido apretaba, los zapatos le eran incómodos, el aire le faltaba encerrada en la habitación junto a las otras debutantes que lo único que hacían era verse en el reflejo del espejo arreglando su cabello esperando salir y presentarse ante la realeza.

Le rogó a su madre que por favor la sacara del palacio, que la esperara un año más, cualquier cosa que le diera un poco más de tiempo a idear una manera de escapar de la situación que tanto estuvo evitando desde que supo de su existencia. Sin embargo cuando las altas puertas doradas se empezaron a abrir frente a sus ojos supo que sus opciones se habían acabado.

Al otro lado los espectadores empezaron a esperar la flamante salida de la Señorita Bridgerton junto a su madre que la acompañaba. Incluso la misma Reina Charlotte levantó la vista mostrando particular interés por la situación, la misma familia Bridgerton no pudo ocultar su emoción de ver a Eloise caminar con el vestido blanco, también la curiosidad que sentían en el fondo de saber cómo terminaría aquel espectáculo.

──¿Por qué no camina? ──preguntó la pequeña Hyacinth Bridgerton al ver que su hermana había quedado paralizada con todas las miradas sobre ella.

──Sonríe, hermana ──murmuró Daphne aconsejando a su Eloise con la esperanza de que esta le hiciera caso.

Eloise calló las voces que la rodeaban animándose a sí misma a dar otro paso, no obstante, sintió que perdía el equilibrio. Su madre, la viuda del Vizconde, iba atrás de ella intentando mantener la compostura con una falsa sonrisa tranquilizadora en sus labios.

Del otro lado, Sylvie Mountbatten logró sentir la incomodidad del momento. De reojo miró a la familia Bridgerton que parecía ansiosa del espectáculo que estaban dando, aunque por su parte, Benedict soltó una pequeña risa que escondió con el dorso de su mano sobre su boca. De forma casual ambos cruzaron miradas, la hija del marqués inmediatamente se apuró en correr la vista sintiendo vergüenza por haber sido descubierta. Sinceramente, Syl sentía pena por aquella castaña, imaginándose cientos de razones por la que ella no deseaba salir. Sabía perfectamente cómo era la sensación de verse obligada a cumplir con los actos sociales que su madre imponía, de alguna manera se vio reflejada en los pasos inestables mezclados con la respiración agitada y la mirada de angustia de Eloise Bridgerton.

──¿Qué le pasa? ──susurró Silvain burlesco.

──Cállate ──contestó la melliza golpeando el brazo del marqués con su codo logrando que este se quejara.

Cual milagro inesperado algo fuera de lo común había sucedido, el ruido del sirviente entrando de manera imprudente en medio de la presentación se robó las miradas.

──¿Qué significa esto? ──exclamó la Reina Charlotte molesta.

No obstante, cuando se fijó en la bandeja de plata que el hombre sostenía frente a ella una sonrisa se formó en sus labios al fijarse en el peculiar papel que tenía marcado el logo que todos los londinenses reconocían perfectamente y tanto temen. Los murmullos comenzaron hacerse notar entre los presentes, rompiendo el silencio sepulcral de hace unos segundos.

──Ya vi suficiente ──habló la mujer sentada en el trono.

──Majestad, aún hay...

──¡Ya vi suficiente! ──repitió poniéndose de pie dispuesta a abandonar el lugar.

Más sirvientes comenzaron a ingresar sosteniendo entre sus manos brillantes bandejas plateadas donde reposaban copias de la revista recién impresas del mayor misterio que envolvía a la ciudad de Londres. Lo que comenzó como murmullos pasaron a convertirse en charlas cruzadas emocionantes entre los presentes.

──¿Qué sucede? ──cuestionó Sylvie mirando a su hermana mayor a su lado.

──No lo sé, pero no se muevan de mi lado ──fue lo único que respondió Genevive preocupándose inmediatamente por los mellizos Mountbatten.

Eloise había pedido un milagro que la librara, y este había llegado en forma de un papel impreso con el nombre Lady Whistledown.

──¿Por qué nos miran tanto? ──preguntó Silvain.

Genevive Bancroft tomó cordialmente la revista agradeciendo la cortesía del ofrecimiento,  sus hermanos menores no tardaron en acercarse para curiosear de qué se trataba el alboroto. En la parte de arriba destacaba la silueta del perfil de una mujer, pero lo realmente importante estaba escrito en la letra cursiva más elegante que sus ojos habían visto.


Queridos y gentiles lectores:

¿Me extrañaron?

Mientras los miembros de nuestra querida sociedad vacacionaban en sus rústicas viviendas, esta autora solo hizo una cosa... pulir mis habilidades. No, algo aún mejor, afilé todos mis cuchillos para todos ustedes.

¿Creían que ya me habían olvidado? Que sus rigurosas y especulativas mentes no los engañen, sólo basta un simple evento fuera de lo común para que esta lectora salga de su madriguera para llevarles a cada uno de ustedes a ser conocedores de las historias más íntimas y recientes de este lugar. 

Las preguntas sobre la identidad de esta autora y sus medios son muchas, cuando lo realmente importante son las nuevas caras que tenemos entre nosotros, tal parece que hemos tenido el honor de recibir una nueva familia recién llegada desde lejos. Si pensaron que pasaría por alto algo como la familia Mountbatten-Windsor, realmente todavía me conocen. Pues bien parece que la imprevista presencia de los marqueses franceses junto a sus peculiares hijos será un cambio que no vimos venir, aunque bueno, los cambios siempre son para mejor, ¿cierto? 

Sinceramente esta autora espera que su estadía en Londres sea grata, otra cosa que también espero es conocer un poco más de esta nueva visita que sin dudas estoy totalmente segura que sus nombres estarán en próximas ediciones más de una vez si no cuidan sus movimientos.

Bienvenidos a Londres, familia Mountbatten, nos vemos pronto.

Y ustedes, fieles lectores, bienvenidos a una nueva temporada.

Atentamente,
Lady Whistledown.







Las puertas de la nueva casa de los Mountbatten-Windsor se abrieron de par en par dejando entrar a la familia que traían un semblante totalmente contrario a la emoción e ilusión que tuvieron al salir.

─¿Alguien me puede decir quién o qué es Lady Whistledown? ¿Una revista? ¿Se trata de una persona o varias? ──preguntó Odette alzando su tono de voz, dejando que el pánico la ataque.

─Tranquila, cariño ─habló Arthur palmeando suavemente la espalda de la joven en un gesto con reconfortante.

──Creo que esa es la magia de su misterio, el anonimato ──respondió Genevive Bancroft tomando un pequeño sorbo del té en una delicada taza de porcelana servida en la mesa──. Es la principal fuente de rumores de Londres, la temporada anterior fue la verdadera sensación.

──Santo cielo, lo que faltaba ──dijo Sylvie, tomando asiento al lado de su hermana menor. La chica ordenó su vestido tal como su madre le enseñó con la intención de que la fina tela no se arrugara y no arruinar el caro vestido──. ¿No tienen otra cosa que hacer en esta aburrida ciudad?

──¿Aparte de tomar mucho té? No lo creo ──se unió Silvain Mountbatten a la conversación de sus hermanas.

──¿Por qué decidió aparecer justo ahora? ──volvió a preguntar Odette, quien sentía frustración al reconocer que su debut fue saboteado por una hoja de papel. El día que esperó durante largos años fue arruinado, llevándose toda la atención aquella Lady Whistledown──. ¿Cómo se atreve a amenazar con hablar de nuestra familia? Esto es un descaro.

──Tú lo hiciste increíble, no dudes de eso ──intervino Sylvie tratando de calmar el ánimo de la joven acariciando su cabello──. Esta situación no debe ser para tanto, ¿no?

──¿Acaso tus palabras son una broma, Sylvie? ──soltó la madre de los marqueses con una risa sarcástica que dejó a todos sorprendidos──. Tú más que ninguno de nosotros debería estar preocupada. No te conviene que hablen de ti otra vez.

Sylvie Mountbatten abrió los ojos de par en par sintiendo humillación, no siendo capaz de creer que aquellas palabras llenas de sátira salieron de la boca de su madre. La castaña se puso de pie bajo la mirada de sus hermanos que se quedaron en completo silencio ante la tensa escena.

──¿Qué quieres decir, madre? ──preguntó Syl con un tono desafiante.

──Calma, por favor── intervino Silvain tomando el hombro de su melliza. El chico miró a su madre fijamente con desaprobación por sus actos, antes de que una pelea azote la tranquilidad de la casa le susurró a Sylvie──. Evitemos un disgusto.

Sylvie se giró a ver a su hermano caminar lentamente en dirección al ventanal que iluminaba el salón, Brigitte, con una actitud campante, se limitó a tomar un pequeño sorbo de la taza con té que le habían servido hace un par de minutos. Genevive se sentó con la espalda derecha con su vista fija en el suelo, viendo su propio reflejo en su hermana menor, que intimidada por su madre volvió a tomar asiento actuando como si nada hubiese sucedido y las palabras no hubiesen dañado.

──Supongo que hasta el momento lo más prudente es seguir adelante, no tenemos razón para darle importancia ──habló la prometida del príncipe Herbert con un tono suave, irradiando la tranquilidad que necesitaba la habitación──. Esa famosa revista se trata solo rumores, no veo razón para mostrar miedo.

──No le tenemos miedo ni mucho menos, Genevive ──habló Silvain mirando por la ventana los jardines verdes de la mansión Mountbatten-Windsor──. Solo hay que ser precavidos.









Silvain y Sylvie Mountbatten siempre fueron una dupla caótica, llenos de energía todas las horas del día, con miles de ideas en la cabeza desde pequeños. Sin dudas ese par fue un dolor de cabeza para sus padres más de una vez, en París eran conocidos localmente como los marqueses revoltosos por todas las ocasiones que terminaban metidos en líos por inocente diversión. Las regañadas de su madre Brigitte Windsor jamás las olvidarían, todas las veces que la mujer les repitió que tenían que comportarse decente porque eran distintos a los otros niños que conocían.

Sin dudas era unos polos totalmente opuestos que sabían complementarse. Él siempre fue impulsivo, quien tomaba la mano de su hermana para correr evitando que los pillaran, pero Syl fue la de las buenas ideas, la encargada de armar las mentiras más detalladas y creíbles para evitarse el castigo.

──¿Nuestros padres saben que fumas? ──la voz de Silvain azotó la tranquilidad de la habitación de su melliza.

──Eres un idiota, ¿es que no sabes tocar la puerta? ──lo regañó la castaña soltando el cigarrillo que sostenía entre sus dedos, apurándose a correr a la entrada para cerrar──. ¿Qué demonios quieres?

Silvain soltó una risa de sorpresa.

──Esa boca, marquesa ──bromeó caminando por el cuarto de su hermana como si se tratase del suyo propio──. ¿Te queda otro?

Sylvie Mountbatten rodó los ojos, caminó al mueble donde guardaba sus accesorios de donde sacó una pequeña caja celeste que le lanzó a su mellizo sin avisarle. El objeto impacto en el cuerpo de Silvain, provocándole un susto que hizo reír a la castaña por su reacción, para su suerte la caja no tocó el piso ya que cayó sobre la cama sin sufrir daño alguno.

──¿Eso compra tu silencio? ──cuestionó Sylvie volviendo a la ventana, apoyando su cuerpo en el marco. Su mellizo asintió cuando puso uno de los cigarros en sus labios──. No quiero darle un mal ejemplo a Odette, y sabes que mamá me regañaría por unos largos meses.

──Los míos se terminaron antes de llegar a Londres ──dijo él cerrando los ojos sintiendo el humo en su garganta ardiendo──. Es maravilloso.

──Valentine prometió enviar más desde Francia ──soltó Sylvie recordando la última carta recibida por Sir Bane──. Puedo pedir un poco más, así ya no me molestas.

──Ya quisiera un amigo así.

La castaña soltó una corta risa. Le advirtió que tuviese cuidado con las telas que lo rodeaban para evitar un accidente y así evitar el olor característico, por esa razón Silvain se puso de pie para ir a la ventana continua donde se encontraba su hermana leyendo un libro mientras terminaba de consumir su propio cigarro.

Los mellizos Mountbatten se quedaron en silencio, Syl pasaba las páginas a un ritmo calmado en una silenciosa compañía de Silvain que observaba desde las alturas las calles de Londres a través de la ventana personas pasear o los pintorescos carruajes desfilar afuera de su hogar. Fueron minutos de paz totalmente necesarios después de todo lo ocurrido en el palacio de la Reina Charlotte, hasta que el marqués juntó el valor de romper la calma del ambiente

──¿Qué opinas de la tal Lady Whistledown? ──soltó Silvain sin dejar de observar el exterior.

Sylvie tomó una bocanada de aire, cerrando el libro de golpe.

──Curioso ──fue lo único que se limitó a responder.

──Puede ser... creo que lo curioso es que se haya fijado en nuestra familia.

──Somos los nuevos en la ciudad, Sil. Mira, primero somos una familia de marqueses recién llegados con una fortuna mayor a muchas aquí, segundo, Genevive es la prometida del rey, tercero, Odette se acaba de presentar en sociedad ──comenzó a contar con sus dedos todas las razones que pasaban por su cabeza en el momento──. Tenemos todo lo necesario para convertirnos en el blanco de comentarios.

Silvain asintió vagamente encontrando quizás algo de sentido en las palabras de su melliza.

──¿Y eso te preocupa?

La pregunta casi ofendía. Ella quedó en silencio dando la última calada al cigarro, dejando salir el humo por su boca lentamente haciendo una nube blanca que inmediatamente la cálida brisa se llevó consigo.

──Vengo escapando de los rumores y de los comentarios ──suspiró pesadamente tratando de no perder el control ni caer en la ansiedad──. Sabía que Londres podía llegar a ser un infierno, pero esto... esto es otro nivel. La gente es capaz de pagar por leer chismes.

──Capitalismo ──contestó Silvain alzando una ceja──. Por qué no se me ocurrió a mí.

──¿Tú... tú crees que hablará de lo que pasó en París?

El temor en la pregunta fue real, Silvain lo vio en el rostro de Sylvie cuando se giró a mirarla. El marqués se apuró en soltar su cigarrillo para que se terminara de consumir en el borde de la ventana y fue donde ella, tomó los hombros de su melliza con delicadeza a la vez que la castaña cargaba una mirada triste que conmovió el corazón de su impulsivo hermano.

──Si esa revista se atreve a escribir sobre ti, quemaré cada papel que encuentre con su firma ──susurró con voz firme──. Y si alguien abre su boca con la intención de ensuciar tu nombre o el de nuestra familia, no dudaré en callarle de la mejor manera que sé. Así que no te preocupes, hermana.

Sylvie soltó un lastimero suspiro, asintió con una pequeña sonrisa formada en sus labios para neutralizar la ira de Silvain, ya que no buscaba meterlo más en problemas a causa nuevamente de defender su honor. Sin embargo, sus ojos color miel reflejaban una inseguridad de la cual creía haberse liberado. La marquesa giró su cabeza a la mesita de noche de madera junto a su cama donde descansaba la revista de Lady Whistledown que tomó sin permiso de las manos de Genevive y escondió entre sus cosas, la autora lo dejó muy claro sin dar vueltas en el asunto, si no cuidaba sus movimientos volvería a ser el centro de atención de las afiladas lenguas de la alta sociedad.

gif hecho por nay <3


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro