Vacío.
Las figuras se desplazan de forma indiferente por el mundo, dejando huellas ardientes por cada lugar por donde pasan, con el mismo dolor y destrucción que sufren las reses al ser marcadas. Marcadas para una vida que ya no es vida, marcadas para disfrutar, para saciarse, para vivir, no, no, no, marcadas para morir.
Muchas veces una ídea les marca, les infecta y les contamina por dentro. Expandiéndose como humo de tabaco se funde con su ser en lo viciante de esas ideas que lleva a estos cuerpos a moverse en danzas tétricas, en las que ya no son conscientes de sí mismos sino manipulados por aquella idea que ya cobra forma en ellos mismos.
Y entonces en el borde de la conciencia les vemos vacilar, entrar en razón a punto de caer, sin poderse salvar de las consecuencias de aquel vicio que un día fue placer, de aquella idea de poder ser más y mejor sin importar nadie más. Y mientras caen, anhelan abrazan a la muerte luego de una dolorosa caída.
Caída que nunca llegará, porque todos aquellos vícios solo los llevan a caer a un infinito vacío.
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