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1. Muestra gratis

Will movía la comida de su plato de un lugar a otro, sin sentir apetito. Sí tenía hambre, pero los nervios lo dominaban a tal nivel, que si metía algo en su boca, terminaría atragantándose, al ser incapaz de ingerirlo. Frente a él, Lee Fletcher y Castor D. lo ignoraban, como siempre que se ponía pensativo, mientras hablaban sobre el partido de los Warriors. De vez en cuando, le echaban una miradilla de compasión, pero sin reparar demasiado en ello.

Después de las fiestas, la universidad estaba nuevamente repleta de estudiantes, tanto viejos como nuevos. El baile de navidad había sido un completo éxito para más de una persona, y los nuevos negocios clandestinos habían sido perfectamente pasados de boca en boca, hasta llegar a los oídos de todo el estudiantado.

Ese era el motivo por el cual él llevaba varios días sin poder dormir en calma. Enamorarse siempre era sinónimo de complicarse la vida en vano, sobre todo si tu prioridad debían ser los estudios. Pero esta vez, había caído como un idiota y sabía bien que ya no había vuelta atrás. Una vez que te has enganchado de alguien, ya no hay modo de desengancharte hasta que consigas lo que deseas o te decepciones sin remedio de ese alguien.

Pero Will no encontraba modo en el mundo por medio del cual pudiese decepcionarse de Nico di Angelo. Por el contrario, él era una de las personas más inteligentes y geniales que había conocido en su vida. Como Will estaba preparándose para ser doctor y Nico quería ser médico forense, compartían una que otra clase. Sus calificaciones siempre eran buenas, tenía uno de los mejores promedios, y ni qué decir de su personalidad magnética; que acababa por hacer que Will estuviese consciente de cada mueca burlona que este hacía cuando Sandy, la lamebotas de los profesores, abría la boca para decir una estupidez en cada clase.

Aún así, Nico no parecía haberse dado cuenta de su existencia. Él, en realidad, no parecía enterarse de la presencia de nadie en esta realidad, que no fueran sus amigos Jason Grace, Percy Jackson, y muy de vez en cuando Calipso Belladona. Fuera de ahí, el chico parecía estar caminando todo el tiempo en la estratósfera, mucho más alto de lo que Will pudiera llegar a estar nunca. El resto de personas que conseguían hablar con él, necesitaban pagar un pasaje muy caro, para poder entrar a su nave espacial.

Will también había escuchado los rumores que habían empezado justo un par de semanas antes de navidad. Más que eso, él había hablado con Calipso al respecto, ella le había dado un número. No uno de teléfono, sino uno que debía tener en efectivo si quería tener a di Angelo a su completa disposición. Era algo muy bajo, era horrible, odioso, lo peor que Will podría hacer en su entera existencia, y aún así... Cuando su padre le había preguntado qué quería como regalo de navidad... Él había... había... Había pedido dinero.

No solo a su padre, también a su madre, y a sus abuelos, y a su tía. Si bien era cierto no era el dinero infinito que necesitaba, si había conseguido agrupar una buena y significativa cantidad. Tenía mucho más de lo necesario para pagar un solo encuentro con Nico. Además tenía el contacto, tenía las instrucciones. Lo único que le hacía falta ahora era... el coraje para realmente hacerlo.

O al menos la falta de escrúpulos.

Pero Will realmente estaba enamorado de Nico, no únicamente quería su cuerpo, sabía que no iba a quedar satisfecho con una sola noche de sexo en su cama, al contrario, cabía la posibilidad de que se volviera adicto. Su dinero era suficiente para comprar su cuerpo, ¿pero cómo iba a comprar su corazón? Quizá... quizá sólo necesitaba una oportunidad. Sí, eso era, solo requería que Nico finalmente se diera cuenta de su existencia para entonces poner todo lo que tenía a disposición para enamorarlo.

Salió de la discusión que tenía con su conciencia, cuando una especie de sexto sentido le dijo que había nuevas personas ingresando a la cafetería. Jason, Nico y Percy. Los tres entraron como si se trataran de los protagonistas de una película romántica adolescente. Incluso parecían estar caminando en cámara lenta. Traían, los tres, bandejas de plástico con comida. Su ropa parecía brillar, de recién comprada y sus actitudes, eran las de tres dioses que se han repartido el mundo para gobernarlo.

Las chicas a su alrededor se quedaban mirándolos y soltaban suspiros de enamoradas.

Nico se veía tan perfecto como aquella vez en la que Will finalmente se dio cuenta de que no iba a poder sacárselo de la mente, ni del corazón, tan fácilmente como hubiera deseado. Había sucedido el año anterior, mientras Will, en la biblioteca, intentaba recolectar los últimos datos de su investigación científica de fin de semestre. Justo antes de que los rumores, sobre ellos tres vendiendo sus cuerpos, se extendieran por toda la universidad. Podía recordar cada detalle de aquel día, como si hubiese ocurrido ese mismo día.

Eran alrededor de las ocho y media de la mañana, con los primeros copos de nieve empezando a cubrir los suelos y los tejados de la universidad de blanco. Will había estado buscando perezosamente un libro de criminología forense, parado en medio de un pequeño pasillo claustrofóbico formado por dos estanterías repletas de libros. Sus dedos acariciaban las tapas de estos, y quitaban el polvo de las estanterías de forma distraída, con el silencio siendo su única compañía. O eso creía él.

Sin motivo alguno, Will viró su rostro y lo descubrió; de pie como a cinco metros de distancia, estaba Nico di Angelo convirtiendo el diminuto espacio que compartían en algo aún más pequeño con su abrumante presencia; como un fantasma apareciendo de la nada. Sus ojos permanecieron clavados en su figura y luego en contra de lo que era moralmente respetuoso, Will se encontró estudiándolo abiertamente de pies a cabeza. Porque si encuentras una obra de arte, lo normal es que te quedes admirándola hasta cansarte.

Nico estaba buscando un libro de medicina forense en la estantería que estaba por encima de su cabeza, por lo que tenía su elegante cuello muy estirado hacia arriba, abrigado mediante una bufanda de color azul que contrarrestaba y realzaba aún más su tez pálida como el almidón refinado. Will comparó el color de su pelo y sus cejas con el alquitrán, y luego se embebió de la delicada belleza del perfil de su rostro; de la forma arqueada de su ceja, de la forma rizada de sus pestañas y su mandíbula cincelada.

Tenía las mejillas y los labios enrojecidos por el frío, y por un largo rato, Will se encontró siguiendo el cautivador movimiento de su boca mientras este murmuraba en un tono ininteligible los títulos de los libros que iba pasando con los dedos. Se preguntó si tendría frío con solo el jersey gris que vestía; y luego todo pensamiento desapareció de su mente cuando lo observó elevarse sobre la punta de sus pies, y estirar todo su cuerpo y brazo hacia arriba, para alcanzar el libro que estaba a dos estanterías encima de su cabeza.

¡Los Dioses del mundo lo bendijeron! Porque le estaban regalando en aquel instante, el mejor y más exquisito de los espectáculos que este mundo terrenal podía ofrecer: la piel descubierta del abdomen y parte de la espalda baja de Nico, blanca, inmaculada, dura y ondulada con músculos bien trabajados. Y luego, la perdición hasta para el hombre más honrado: el trasero de Nico, enfundado en la tela de un pantalón negro que se ajustaba a su forma redonda y perfectamente rellenada, en la medida justa para no verse vulgar, sino apetecible.

Y Will se sintió casi perdiendo el control, le entraron unas diabólicas ganas de colocarse detrás de él, de meter sus manos por debajo de su jersey y descubrir la suavidad de su piel; de apretarlo con su cuerpo contra las estanterías, y besar la cálida y suave piel de su oreja. ¿Cómo reaccionaría?, ¿cómo se oiría un gemido salido de sus carnosos labios? ¿Qué haría si se arrodillaba frente a él, para acercar su boca donde la luz no alcanzaba? Probablemente lo golpearía en los huevos.

Belleza celestial o belleza infernal, tal vez una mezcla de ambas para tentar al pecado a los corazones más puros. Nico agarró el libro que necesitaba, y entonces, sin dejar de estirarse, sus ojos se deslizaron para mirarlo de reojo. Y Will fue descubierto de infraganti. Y perdió el poco aliento que le quedaba, y luego casi se desmayó por la falta de este, cuando unos segundos después; Nico le regaló, (la única y la última que conseguiría de él) una lenta sonrisa provocativa que desbarató los sueños húmedos más sucios que su mente podía crear.

Él era, el deseo carnal personificado y puesto en tierra para enloquecer.

Y Will añoraba tanto ese tipo de locura lasciva; deseaba tanto esa boca rosada a su disposición; quería su exquisito cuerpo debajo del suyo retorciéndose y temblando con sus besos, y a sus piernas alrededor de sus caderas mientras se perdía en su interior con cada embestida, y ver esos ojos negros aún más oscuros, perdidos en la neblina de la lujuria descontrolada que solo él, se atrevía a creer, podía otorgarle...

Will estampó ambas manos contra su rostro, con tal de deshacerse de aquellos recuerdos pecaminosos que eran justo los que lo tenían en esta línea, en la frontera entre ir al cielo o quemarse en el infierno... O... Quemarse en el infierno a cambio de comprar el pequeño momento paradisíaco que Nico di Angelo ofrecía al mejor postor. Sintió unos golpecitos consoladores en la espalda, que provenían de alguno de sus amigos, acompañado por un "ya, ya".

Entendía el mensaje oculto: "Todo va a estar bien, vas a olvidarlo, ya verás". Pero Will no quería olvidarlo, Will no quería dejar pasar esta oportunidad que la vida le ofrecía y que, si bien era cierto, no era ni la más propicia, ni la forma más sana de iniciar la que, el rubio deseaba, podría ser la relación con el verdadero amor de su vida; al menos era la única opción que le quedaba.

Porque él ya había gastado todas sus posibilidades para acercarse por otros medios. Intentó sentarse a su lado en clases, trató de iniciar conversaciones pasajeras con él en medio de los pasillos, incluso probó con obtener su número telefónico de forma bastante ilícita, llamarlo y pedirle una cita. Pero, por más que lo llamó, di Angelo solo atendió una vez la llamada, y lo hizo vociferando algo como:

"Aún no tengo la cuota, pero sabrás de mí antes del viernes, ¿ok? No fastidies más", para luego colgar la llamada sin más.

Cuando Nico no tenía la cabeza metida en medio de un libro de medicina o de finanzas, estaba demasiado ocupado negociando con desconocidos, o susurrándole cosas a sus amigos. Era como si, el único medio para acercarse a él, fuera precisamente a través del dinero. Cualquier persona que llegara hasta él, con las manos limpias y la billetera vacía, carecía de relevancia y lo mejor que podía conseguir de él, era una mirada desdeñosa antes de ser absolutamente ignorado.

¡Y Will ya sabía que eso solo evidenciaba una actitud muy frívola e interesada por parte de di Angelo! Pero... pero... pero...

Tenía que haber más en él. Will casi podía verlo en aquellos ojos oscuros.

Tomó una profunda inhalación de aire y se levantó, con más valor en sus testículos del que había tenido durante toda su vida. Tenía el cheque en la bolsa delantera del pantalón, perfectamente firmado y endosado, listo para cambiarse en el banco más próximo. Sus amigos lo miraron apartarse con miradas de aprobación. Este era su momento, podía hacerlo, estaba seguro. Ya le quedaban muy pocos metros para llegar a la mesa en la que di Angelo y sus amigos estaban almorzando. Estaba tan cerca... tan...

Se desvió. Le entró el pánico. ¡No podía hacer esto! ¡No podía comprar a Nico como si de un trozo de carne se tratara! ¿Qué estaba mal con él? ¿En qué clase de monstruo lo había convertido la desesperación? Se dejó caer en una silla al lado de Calipso Belladona, en la mesa que ella solía ocupar con sus amigas. Escondió el rostro entre las palmas de sus manos nuevamente. Sentía las mejillas a punto de explotarle por el exceso de sangre en ellas. Afortunadamente Calipso fue lo suficientemente empática como para darle tiempo de recuperarse antes de dirigirle la palabra. Por el contrario, se mantuvo escuchando la conversación de su amiga.

—Te lo juro, amiga— decía la pelirroja llamada Linda— Es lo más romántico que me ha pasado en la vida. Percy tenía velas en todo el lugar, mientras las luces estaban apagadas. Si no era por las tenues llamas de las velas, habríamos estado completamente en la oscuridad. La ventana estaba abierta, así que veía la luna y las estrellas durante todo el rato... ¡Jamás había gastado mi dinero en algo que me dejara más feliz! Te lo aseguro.

—Sí, bueno, no te encariñes, que con todas hacen lo mismo—contestó Calipso, Linda no le prestó atención, así que ella continuó en un susurro— Además no creo que lo de las velas fuera un detalle romántico... Más bien me suena a que les cortaron la luz.

Linda continuó hablando maravillas sobre su cita perfecta con Percy Jackson, y otra de sus amigas, Juliette, apoyó la conversación al decir que llevaba dos semanas ahorrando para poder pagarse una cita con Jason Grace y que esperaba conseguir un trato semejante. Calipso les recordó que debían mencionarle su nombre a Nico para obtener descuento y luego abandonó la conversación discretamente para concentrarse en Will:

— ¿Y?— le preguntó— ¿Aún no te decides? ¿O aún no consigues el dinero?

—El dinero lo tengo— respondió Will, aún sin salir de su escondite detrás de sus dedos—. Pero no puedo...

—¿Por qué no?— preguntó Calipso mirándolo casi con desprecio, pero ese parecía ser el modo en el cual ella miraba a todo el mundo—. Nadie va a juzgarte por ello, Will. Es el negocio que está de moda. Los rumores dicen que hasta unas cuantas profesoras han sucumbido ante ello —terminó de decir, mientras se miraba los dedos de las manos, como pensando si debía hacerse un manicure pronto.

— ¿En serio?— preguntó Will ahora sí mostrando su rostro, pero inmediatamente sacudió la cabeza para deshacerse de la intriga por el chisme—. Eso no importa. ¡Yo no puedo comprarlo como si fuera el desayuno, Cali!

—El desayuno no, cariño— lo corrigió Calipso, y le lanzó un guiño después— La cena, si es que te apresuras a pagarlo para hoy.

Ella soltó una risilla coqueta y contagiosa, que en otro momento le habría provocado una carcajada a él también, pero que justo ahora no le causaba el más mínimo rasgo de gracia. Calipso reparó en ello y volvió a ponerse seria. Esta vez, extendió sus manos hasta sostener la de él, y mirándolo directamente a los ojos, dijo:

—Escucha, Will— con un tono de voz que sonaba sumamente maternal y era muy extraño escuchar en ella—. Tu puedes hacerlo o no hacerlo, comprarlo o no comprarlo. Es tu decisión, a mi no me beneficia ni me perjudica, pero... Escúchame bien, cariño, hay otros chicos con menos escrúpulos que tú, que sí van a gastarse sus ahorros cogiendo con Nico...

—¡Oye! Eso no ayuda— se quejó Will. E intentó no pensar demasiado en ello, antes de deprimirse.

—Yo solo te digo la verdad— contestó Calipso— Él está en el negocio quieras o no. ¡Aprovecha! Si tanto te gusta.

—Pero...

—O no lo hagas, pero ten en cuenta que otros sí lo harán— lo interrumpió ella— Como Darel, por ejemplo— dijo ahora, al tiempo que señalaba hacia la mesa en la que Nico estaba almorzando. Will, irremediablemente, se giró para observar, y lo que vio, no le gustó en absoluto.

Darel, era un joven estudiante de Economía, y era bastante bueno en sus clases porque muchos lo llamaban "usurero", al ser increíblemente audaz a la hora de realizar negocios. Era de origen australiano, su cabello rubio oscuro, casi tocando el límite con el castaño, estaba perfectamente peinado hacia atrás y se vestía con traje entero todos los días, lo cual, contrarrestaba por completo con los dos piercings informales de oro que llevaba adornando su ceja izquierda. Por encima de la camisa, siempre traía una cadena de eslabones gruesos, también de oro.

Se podría decir que era guapo, bueno, era realmente atractivo; no tanto como Nico que parecía haber sido hecho por ángeles pecaminosos, sino como un tipo agraciado del montón. Su rostro era todo ángulos simétricos y pómulos marcados, y su sonrisa de dientes perfectos podría competir con un modelo publicitario de pasta dental. Y Will sabía, por fotos que Darel subía a instagram cuando iba de vacaciones en las playas de Australia, es que tenía un excelente cuerpo definido debajo de ese traje formal que bien podría competir con el suyo.

A Will no le caía bien.

De acuerdo, sí le caía bien... generalmente.

Pero no le caía bien justo ahora; que estuviera tan cerca de Nico, de pie, frente a él, hablándole con toda la tranquilidad del mundo y absorbiendo por completo su atención. Darel tenía una sonrisa chulesca en su rostro, al mismo tiempo que miraba a di Angelo y le conversaba amistosamente. No tenía dinero en sus manos, ni parecía querer sacar ningún tipo de beneficio económico... ¿Entonces por qué Nico le prestaba atención?

—A él no le importa pagar, Will— insistió Calipso, llenándole de rencor la cabeza, mientras lo cubría con su tono de voz dulce cual miel—. Supongo que, después de todo, no te gusta tanto Nico, ¿verdad?

Darel se inclinó ligeramente hacia Nico, sosteniéndose de un hombro de Percy y uno de Jason, para mantener el equilibrio y conseguir una pose amistosa. Comentó algo que hizo reír a Nico. Jason y Percy también sonrieron ligeramente, aunque más por compromiso que por ninguna otra razón y entonces Will no pudo soportarlo más. Se levantó nuevamente con coraje, y de repente, estaba yendo hacia la mesa de Nico di Angelo con los hombros bien encuadrados y un andar muy varonil.

Al dar cada paso, sentía que llevaba arrastrando miles de pesas de plomo detrás de él, impidiendo su avance. Su corazón estaba latiendo tan fuertemente que podía escucharlo en sus oídos, bombeando y tiñendo su rostro nuevamente de rojo. Le sudaban las manos tanto, que tenía miedo de ir dejando un rastro de sudor por donde avanzaba, pero no quería detenerse. Miró un momento hacia atrás, y notó que Calipso lo miraba con un aire solemne en los ojos avellanas.

"Menciona mi nombre"— gesticuló ella con una sonrisa triunfal sobre sus labios, al tiempo que presionaba sus propias mejillas con sus dedos índices, instándolo a sonreír también.

Al girarse nuevamente hacia el frente, notó que Darel ya se estaba despidiendo. Este se enderezó y le mostró el dorso de su muñeca a Nico, donde un Rolex de oro encandiló a todo el que estuviese mirando en esa dirección, con su brillo. Le dio ligeramente dos golpecitos al reloj con dos dedos de la mano opuesta, le lanzó un guiño coqueto a Nico y luego se marchó. Entonces, tanto Percy como Jason se inclinaron sobre la mesa y los tres empezaron a cuchichear.

Will no alcanzó a escuchar nada conciso, pero tampoco tuvo tiempo como para recuperar su prudencia antes de que fuera demasiado tarde. Jason fue el primero en descubrir que él se acercaba, por un momento no tuvo reacción alguna, quizá simplemente esperaba que les pasara de cerca y se marchara. Sin embargo, luego, conforme Will se acercaba cada vez más hasta estar frente a ellos, Jason empezó a incorporarse lentamente y a intentar que los otros dos recuperaran también la compostura.

—Es imposible, ya no tengo más ideas— decía Nico— Necesitaríamos un milagro...

Y entonces, finalmente Percy notó también a Will, y dejó la boca abierta como si estuviera aún pensando en decir algo, pero sin realmente pronunciar ni una sola palabra. Nico también se calló, sin embargo, no levantó la mirada hacia Will, a pesar de que este se colocó en el mismo lugar en que había estado Darel antes. Y sí, eso dolió un poquito. Pero Will no iba a acobardarse a último momento. Ya estaba ahí, tenía el dinero, y tenía la voluntad para hacer el negocio. Haría la solicitud y todo estaría bien.

Ajá.

Ajá

Ajá.

—Will Solace, ¿verdad?— Jason le preguntó. Maldita sea, se había quedado ahí, frente a ellos, sin decir nada como un completo idiota. — ¿Te podemos ayudar en algo?

—Comparte clase contigo, ¿no es así, Nico? — preguntó entonces Percy — ¿Tienen algún proyecto atrasado juntos, o algo así?

—Eh... no... nada de eso... — Will balbuceó intentando explicarse— Es decir, sí compartimos clase, pero no... o sea... No tiene que ver con...

Percy y Jason lo escuchaban amable y atentamente, Nico seguía mirando la mesa, como si estuviera pensando en algo muchísimo más importante que el bobo de Will Solace. El rubio se obligó a callarse otra vez, tomó una inhalación larga y profunda y luego, simplemente metió la mano a la bolsa delantera de su pantalón, sacó el cheque y lo estampó contra la mesa. Quizá con demasiado énfasis.

¡Ok, de acuerdo! En realidad golpeó la mesa tan fuerte al poner el cheque sobre ella que incluso varias personas a su alrededor se sobresaltaron por el ruido. Percy y Jason levantaron ambas cejas como diciendo: "¿y a este imbécil que le pasa?". Pero, finalmente, después de tanto tiempo de intentarlo, después de haber sido ignorado durante lo que parecían ser siglos, Nico di Angelo levantó la vista hacia él.

Will casi soltó un gritito de fanática de Justin Bieber al ser escupida por él. Y la metáfora no podría estar mejor empleada, porque los ojos oscuros de Nico reflejaban toda clase de sentimientos ofensivos y nada de amabilidad o siquiera verdadero interés. Al menos no al principio.

Entonces, Will deslizó el cheque hasta que estuvo a centímetros de la propia mano de Nico, y lo soltó. Se le había secado la garganta así que no podía decir su solicitud en voz alta, pero el mensaje era más que evidente: "¡Quiero tus servicios!" Era todo lo que necesitaba decir, y estaba bastante claro en sus ojos y en su firma perfectamente delineada sobre la línea del cheque. Su mayor deseo, al fin estaba a tan solo un "sí" de distancia.

Nico bajó la mirada hasta el cheque, Will casi pudo escucharlo contando la cantidad de números que este reflejaba, leyendo letra por letra, que la suma fuese la correcta, y a continuación, al levantar nuevamente la mirada hasta él...

—No aceptamos cheques— fue lo único que dijo, con tanto desdén como el de una recepcionista del sector público en país tercermundista.

Will estuvo a punto de caerse de culo contra el piso y ponerse a llorar cual niño pequeño al que le han dicho que su billete de Monopoly no sirve para comprar dulces. En realidad, sintió como su rostro completo pasaba de estar completamente sonrojado, a tan frío y azul como los huevos de un pingüino. Era muy posible que hubiera empalidecido también. Nico aún lo miraba expectante con una ceja levantada.

—No cheques... claro...— Will volvió a tomar el pequeño papelito (en el que además había anotado su número de teléfono con la esperanza de que Nico lo guardara en su agenda y... ejem... sí, como sea), junto con la poca dignidad que le quedaba, guardó el cheque otra vez en su bolsillo, mientras Jason y Percy lo miraban con sonrisas compasivas.

Nico rodó los ojos y volvió a concentrar su atención sobre su plato ya vacío y su vaso con refresco casi por completo lleno, pero entonces, antes de que el silencio incómodo se convirtiera en más agresivo que el propio Nico; Will sacó su billetera, para luego abrirla y sacar el mismo monto que estaba escrito en el cheque, pero esta vez en efectivo.

La simple visión de los hermosos billetes verdes hizo que los ojos de Nico brillaran intensamente con la ilusión del amor verdadero. Percy codeó a Jason y este se levantó de inmediato para empujar a Will y que se sentara justo al lado de Nico. Jackson tomó su propio refresco, cerrado y lleno hasta el borde, como un anfitrión bastante agradable que lo invitaba a gozar de los manjares de la mesa. Como diciendo: "pasa, siéntate, lo mío es tuyo, sírvete. Refresco, comida, mi amigo, tu devora lo que quieras".

Will no entendía por qué lo hacían. No comprendía porque esos tres chicos se prostituían. Es decir, sí entendía que a los tres les gustaba el dinero más que cualquier otra cosa en el mundo, y este era un método fácil de conseguirlo. Pero lo que no conseguía entender, era... ¿Por qué? ¿Por qué de ese modo? ¿Por qué no trabajaban? ¿Por qué no aceptaban la ayuda de sus familiares? ¿En serio era mucho más sencillo acostarse con desconocidos?

— Ahora sí estamos negociando, Will— dijo Jason, muy amablemente— ¿Puedo llamarte Will, verdad?— a decir verdad, su tono sonaba a un sutil coqueteo— ¿El servicio sería para ti... o para alguna amiga, o...?

—¿Amiga? ¿Qué? Eh... No...— intento contestar Will, pero la cercanía con Nico ya lo estaba poniendo nervioso y lo volvía más estúpido de lo habitual—. Yo... eh... — carraspeó— Quiero una cita. El viernes. Sí. Eso.

Tan pronto como terminó de decir eso, se volteó a mirar a Nico, para dejar en claro que se refería a contratarlo a él. (Aunque eso debería ser obvio, porque Jason y Percy no cobraban tan caro como lo hacía Nico. Will conocía muy pocas personas que podían costearse un rapidín con Nico, y siempre subía el precio cada vez que alguien intentaba comprarlo. Era por ello que era conocido por"Exclusivo"). El italiano tomó el dinero que aún estaba en la mano de Will y lo examinó rápidamente.

—Esto solo paga por una cita en jueves... ¿Estás seguro que eso es lo que quieres?— dijo, aún con tono de suficiencia. Pero Calipso ya le había advertido de ello, Will estaba listo para negociar.

De acuerdo, no lo estaba. Era pésimo en ello. No sabía regatear porque todo lo que compraba le parecía que tenía un precio justo, y justo por ese motivo era estafado muchas veces y los vendedores malintencionadas le sacaban dinero de más.... ¡Pero ese no era el punto!

Will miró a Nico directamente a los ojos, y con toda la seriedad posible, habló:

—Dije que quiero una cita, el viernes— aclaró, como si estuviera acostumbrado a este tipo de negocios—. Quiero la cita, quiero el romance, quiero los besos y quiero la noche. — Nico estuvo a punto de soltar una carcajada en su cara, Will pudo verlo en la soberbia que mostraban sus ojos oscuros. Pero no lo hizo, ya que Will concluyó: — Te estoy dando únicamente la mitad del dinero, el resto lo... lo pagaré a contra entrega. Oh, y Calipso me envía, así que...

Nico pasó su mirada lentamente, de Will, hasta los billetes y luego de vuelta a Will, pero no parecía poder decir nada. No estaba cerrando el trato, y el rubio ya estaba demasiado nervioso y avergonzado como para poder soportarlo, así que volvió a tomar los billetes en su mano; Nico, sin embargo, no los soltó.

— Si no te interesa entonces me iré...— dijo Will, arrastrando las palabras.

—Sí le interesa— intervino Percy.

—Claro que le interesa— puntualizó Jason al mismo tiempo.

—Viernes...— contestó Nico, después de un momento de silencio en el que los dos estaban ejerciendo fuerza sobre los billetes sin querer dejarlos ir.

—Viernes...— devolvió Will.

Nico tiró del dinero, sin embargo los dedos de Will se negaban a dejarlo ir. Y no era que considerara que estaba pagando demasiado (es decir, sí era mucho dinero lo que estaba entregando), pero sabía que Nico valía muchísimo más que esto. Era, únicamente, que aún no estaba convencido de hacerlo. ¡Jamás en su vida había pensado que terminaría pagando por sexo! ¡Dios! Era una deshonra para toda la línea de doctores exitosos y de gran honor de la cual descendía.

—¿Cómo sé que no me vas a dejar plantado y te llevarás mi dinero simplemente?— preguntó en voz alta, aún así. Porque era idiota y no podía evitarlo.

Nico sonrió, divertido. Soltó el dinero, solo para tomar un poco del refresco sobre la mesa. A continuación, se levantó, colocó una rodilla sobre la banca sobre la cual estaban sentados, tremendamente cerca del muslo de Will y se inclinó lenta y sensualmente hacia él, con los párpados lánguidos y pesados, que fueron casi más lujuriosos que la visión de sus labios enrojecidos. Fue como si el tiempo se detuviera de pronto. Toda la cafetería parecía haberse quedado callada, como si estuviesen prestando atención.

A decir verdad, estaban prestando atención. Había muchas personas en esa universidad que fantaseaban con poseer a Nico, hombres, mujeres, profesores. El simple hecho de considerarlo imposible, no solo aumentaba su precio, sino que también lo volvía mil veces más deseable. Muy pocos podían pagarlo, y, ahora, alguien estaba comprándolo. Era un espectáculo digno de admirar, y Nico lo sabía.

Mostrarse deseable, era solo una estrategia publicitaria. "Muestra el producto, muestra sus capacidades, asegúrate de que el posible cliente lo quiera y entonces, cobra una gran cantidad dinero por él". Era el plan perfecto para aumentar las ventas. Y había algo más... Algo que siempre tenía un mayor llamado a la compra:

Las muestras gratis.

Nico acortó el poco espacio que existía entre su rostro y el de Will, y tomó sus labios con toda la confianza que su soberbia le daba. No necesitó tocar las mejillas de Will con sus manos (eso ocultaría la vista a los espectadores), tampoco tuvo que aferrarse a él de ningún modo. Simplemente se trataba de un roce erótico de labios contra labios, y luego lengua contra lengua que hacía sentir apretado la bragueta de Will. Y, durante un segundo, simplemente lengua contra labios, al tiempo que acarició la boca de Will como si se tratara de algún tipo de dulce muy jugoso y delicioso.

Se separó de él suavemente, primero dando un par de besitos intermitentes que cerraban el beso de una forma clásica y romántica, y luego mordiendo el labio inferior con sus dientes para jalarlo ligeramente hacia él, como si se hubiera arrepentido de terminarlo tan pronto, y reconsiderara que tenía todo el tiempo del mundo para entretenerse jugueteando con la boca de Will. Vale la pena decir que Will se sentía como si estuviera a punto de desmayarse de un momento a otro.

Al final, se apartó y pronunció en un susurro ronco:

—Eso es tuyo, y esto es mío- al tiempo que tomaba los billetes de sus manos finalmente.

Y demonios, Will ya no tenía fuerza de voluntad para negarse a entregarlos.



A: Hola pinches pervertidos, porque no se hagan si están aquí es por pinches morbosos xdxd.

k: Esperamos que les haya gustado, pregunta: ¿Qué serías capaz de vender para conseguir el dinero para comprarte a uno de los tres?  


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