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𐄹 ˒ ꒰ 004 . .

chapter     :⠀  ✿.     four 
♥︎ 𓂃  discussions ⊹ .  ♡ ۫ .

Padre e hija caminaron hasta Flourish y Blotts para comprar los libros. Había bastante gente, pareciera que media comunidad mágica hubiera decidido ir ese preciso día por lo que tuvieron que esperar algunos minutos a su turno.

Alhena miró con desagrado los pilares de libros, tenía suficiente con los que Kilgarah tenía en casa y le había obligado a leer. No necesitaba más y lo único que le consolaba era que esos serían para el colegio.

Cuando fue su turno, Desmond se encargó de pedir todos los libros y luego regresó con su hija para esperar a que se los entregaran, sin embargo, casi de inmediato la campana de la entrada sonó indicando que alguien había entrado. Desmond estuvo a punto de poner los ojos en blanco pero se contuvo y en cambio trató de sonreír.

—Desmond, siempre es un placer verte —le saludó falsamente el hombre que había llegado.

El nombrado miró a Lucius Malfoy, nunca habían tenido una estrecha relación. Si se hablaban era por Clarissa. Pero en realidad ninguno soportaba al otro, eran familia y debían mantener las apariencias.

—Lucius. Lo mismo digo— dirigió su vista al niño junto a él. Era una total y completa réplica del mayor.

—Hace poco vimos a Clarissa y a Thaddeus. Estaban comprando una túnica nueva.

Desmond intentó sonreír. Francamente no esperaba encontrarse con ese hombre, además de que tampoco deseaba darle explicaciones.

—Sí, nos separamos para hacer las compras —contestó, aún sin dejar de mirar con hostilidad a su contrario.

Lucius también miraba a Desmond con dagas en los ojos. Era como una clase de duelo silencioso.

—Draco, saluda a tu tío. No seas un maleducado —le habló a su hijo pero no lo miró.

El niño miró a su padre y luego al hombre frente a ellos. Sonrió y dio un paso al frente para estrechar la mano de su tío. Lucius miró a la niña junto a Desmond.

—Alhena, ellos son Lucius y Draco Malfoy. Tu tío y tu primo —le explicó.

Alhena dio un paso al frente y extendió su mano, Lucius la tomó con una expresión de confusión. Luego Draco la estrechó.

—¿Es tu hija?

—Es complicado de explicar, pero sí. Es hija de Clarissa y mía.

—Ya veo el parecido con mi hermana— dijo mientras la veía de arriba abajo. Aunque estaba confundido y quería algún tipo de explicación, no dijo nada.

—Aquí tiene sus libros, señor Pendragon.

El nombrado recibió los libros agradeciendo y volvió a ver al platinado.

—Nos vemos luego, Lucius. Aún debemos hacer algunas compras.

Malfoy mayor asintió con una sonrisa forzada. Estaba más que perplejo, ¿por qué Clarissa no le dijo que tenía una hija?

Se dirigieron a la tienda de Madame Malkin, luego a la de calderos y finalizaron en la de pergaminos, plumas y tintas.

—¿Está todo lo de la lista?

—Me parece que sí— dijo Alhena revisando cada punto del pergamino.

—Creo que mamá y Thaddeus aún no terminan, ¿te parece si vamos a la Heladería Florean Fortescue?

—A Kilgarah no le gusta que coma dulces antes de la comida —murmuró— dice que me llenaré y no terminaré toda mi comida.

—Pero él no está aquí.

Alhena sonrió y asintió. Caminaron a la heladería y cada uno pidió lo que quería, tomaron asiento fuera del local y se quedaron en silencio un momento, disfrutando de sus helados.

—¿En qué casa estuviste?— preguntó la niña.

—En slytherin, igual que tu madre y tu hermano.

Asintió y luego bajó la mirada. Parecía indecisa por hacer la siguiente pregunta.

—¿Se volverán a ir?

Desmond miró a su hija. No quería dejarla de nuevo.

—Puedes venir a casa, con nosotros— sugirió.

Ella se apresuró a negar.

—No puedo dejar a Kilgarah solo. Él no tiene a nadie más que a mi y si me voy, estará solo en esa casa.

El mayor la miró con ternura. Su pecho dolía un poco, Kilgarah realmente la había criado muy bien. Probablemente mucho mejor de lo que él lo hubiera hecho.

—Lo quieres mucho, ¿no es verdad?

Alhena asintió.

—Sí.

—En ese caso, tal vez pueda convencer a Kilgarah para quedarme con ustedes.

Esta vez sonrió mostrando los dientes, demostrando la felicidad que sentía. Después de todo, seguía siendo su padre y aunque no lo conocía de verdad, seguía sintiendo esa pequeña ilusión por estar con él. Siempre deseó estar con su familia y aunque ahora Kilgarah era su única familia real, estaba dispuesta a conocerlos a ellos.

—¿También se quedaran mamá y Thaddeus?

El hombre negó.

—No. Sólo yo.

Desmond sabía que seguía siendo un completo desconocido para Alhena, pero él haría lo que fuera para que eso cambiara. No volvería a abandonar a su hija como lo había hecho. Sería un padre para ella, de ahora en adelante y para siempre.

—¿Por qué me abandonaron?— preguntó luego de unos minutos en silencio.

Desmond entendía que era una pregunta que tarde o temprano saldría pero no estaba seguro de cómo responder, o si realmente quería hacerlo. Suspiró profundamente y miró fijamente los ojos de su hija.

—Hay personas malas que les gusta hacerle daño a los demás —dijo, pensando con cuidado en cada palabra— y hay algunas de esas malas personas que quieren hacerte daño a ti. Y para protegerte, tuvimos que dejarte con Kilgarah.

Ella lo miró con confusión.

—No entiendo.

—Cuando seas mayor, te lo explicaré.

—Kilgarah siempre me dice eso cuando quiere evitar algún tema. Dice que aún soy muy pequeña para comprender las cosas —se quejó.

—Es que hay cosas que ahora mismo no podrías comprender. Pero habrá un momento, cuando crezcas, que comprenderás muchas cosas que ahora no tienen sentido para ti.

Miró a su padre con tristeza pero asintió.

—¿Lo prometes?

El hombre miró con ternura a su hija.

—Lo prometo —le dio una rápida caricia en su mejilla con el nudillo de su dedo.

Clarissa y Thaddeus llegaron de pronto.

—¿Todo bien?— preguntó Clarissa con una pequeña sonrisa.

—Sí. Antes nos hemos encontrado con Lucius y su hijo —le contó Desmond.

Clarissa frunció el ceño pero rápidamente dejó ver una pequeña sonrisa.

—¿Y?

—Ahora sabe que tiene una sobrina.

Clarissa miró a su esposo, casi se lo comía con la mirada pero se ahorró los comentarios que pasaban por su cabeza.

—Que bien —la mujer miró a su hija y se acercó a ella— mi cielo, Thaddeus y yo te hemos comprado algo.

Alhena miró a Thaddeus con curiosidad.

—¿Qué cosa?

Thaddeus dio unos pasos al frente y levantó una jaula con una preciosa lechuza parda. Alhena sonrió mostrando los dientes y tomó con cuidado la jaula.

—Gracias.

Abrazó a su madre y luego a su hermano.

Madre. Hermano. Sentía raro pensar en aquellas palabras que nunca antes había usado.

—Muy bien, es hora de regresar.

🗡️

Llegaron a la casa de Kilgarah, donde Alhena muy emocionada fue a contarle a su tutor todo lo que hizo durante el día, el hombre la escuchó con atención mientras le sonreía.

—Alhena, ¿por qué no le enseñas la casa a Thaddeus? —le dijo su padre.

La niña miró a su tutor y este le asintió, indicando que estaba bien que hiciera lo que su padre indicaba.

—De acuerdo.

Ambos niños se fueron corriendo, dejando a solos a los tres adultos.

—¿Todo bien?, ¿ocurrió algún incidente? —preguntó Kilgarah. Se cruzó de brazos, aún no le agradaba del todo tener a esos dos en su casa y sólo esperaba a que se marcharan.

—No pasó nada. He visto lo que me has dicho antes, lo de sus ojos. Es... extraño. Creí que sería algo que pasaría cuando creciera.

Clarissa miró a su esposo sin comprender.

—¿De qué hablas?, ¿qué pasa con sus ojos?

Los dos hombres se miraron por un momento y fue Kilgarah quien contestó.

—Es parte de su magia. Cuando hace magia no verbal sus ojos se tornan de un color ámbar.

Clarissa miró con molestia a Kilgarah, casi como si estuviera diciendo puras locuras.

—Mi hija es muy pequeña para saber ese tipo de magia.

Kilgarah evitó poner los ojos en blanco pero bufó con molestia.

—Es muy inteligente y extremadamente hábil, aunque muy vaga. Además de que le he regalado algunos libros de hechizos... y seguramente haya leído algunos que hay por la casa. Esa niña no es ninguna tonta y sabe probablemente más que tú a su edad. Además de que es muy poderosa, más de lo que podrías si quiera pensar.

Clarissa puso los ojos en blanco y dio un paso al frente, retando con la mirada a Kilgarah.

—¿Le has enseñado a mi hija a usar su magia? —sonaba molesta aunque no tenía razones para estarlo. De hecho, ni siquiera estaba en el derecho de decir absolutamente nada.

—No exactamente, yo sólo le expliqué algunas cosas. Aprendió por su propia cuenta todo lo que sabe, aunque no es mucho, sólo cosas simples para hacer travesuras o evitar sus deberes. Tengo libros por todas partes pero he escondido los que son un poco más... peligrosos.

Clarissa casi se desmaya al escuchar aquello, sin embargo, también sentía que le hervía la sangre.

—¿Qué pasará cuando entre al colegio? Alhena debe estar supervisada en todo momento —levantó la voz. Kilgarah la miró con ojos sombríos y Clarissa tuvo que retroceder un paso.

—Yo más que nadie lo sé— dijo Kilgarah con una expresión de molestia y voz firme— yo fui quien crió a es niña, no tu. Y no tienes ningún derecho a reclamarme o molestarte por ninguna de mis decisiones.

Se sintió indignado. Como si esa mujer conociera a su hija realmente. Probablemente lo único que sabía era su nombre, porque seguramente ni siquiera su cumpleaños lo recordaba.

—Intercambie algunas cartas con Dumbledore para explicar la situación de Alhena —habló Desmond para romper la tensión.

Kilgarah miró al hombre.

—Yo también lo he hecho. Le he explicado todo lo necesario pero no hay manera de darle las pociones en el colegio— suspiró— Alhena es muy explosiva, cambia de humor muy rápido y temo que pueda causar algún tipo de incidente sin intensión.

Desmond y Clarissa miraron a su contrario perplejos. ¿De qué rayos hablaba?

—¿A qué te refieres? —preguntó Desmond con auténtica curiosidad.

Kilgarah lamió sus labios y suspiró.

—Cuando era más pequeña, si se enojaba buscaba la manera de hacerle daño a quien la molestó. Tiene sentimientos muy intensos y no conoce la intensidad de sus poderes cuando eso pasa. No quiero decir que lo haga a propósito, sino que son accidentes. Pero sólo ocurre cuando sus sentimientos son muy fuertes.

Clarissa llevó una mano a su frente, lucía preocupada.

—Kilgarah, si no te molesta quisiera quedarme aquí con ustedes unos días— dijo Desmond.

—¿Qué hay de tu trabajo? —habló rápidamente Clarissa un tanto indignada.

—Nadie morirá si no estoy yo —contestó con un pequeño tono molesto mientras volteaba a mirarla.

La pareja se miró, como si estuvieran en una discusión. Kilgarah soportaba a Desmond, pero jamás le agradó estar en la misma habitación que Clarissa.

—Claro que te puedes quedar. Pero deberás ser tu quien hable con ella para hacerle entender que muchas cosas cambiarán cuando entre al colegio.

Desmond asintió y Clarissa soltó un bufido mientras ponía los ojos en blanco.

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