𐄹 ˒ ꒰ 003 . .
chapter :⠀ ✿. three
♥︎ 𓂃 Diagon Alley ⊹ . ♡ ۫ .
Cuando Alhena abrió los ojos, lo primero que vio fue la pintura beige de su habitación junto con la gran cantidad de libros esparcidos por todas partes y la ropa que simplemente arrojaba cuando se la quitaba. Esperó a que el sueño que aún le quedaba se esfumara para levantarse de la cama.
Hacía un par de meses que cumplió los once y su carta para Hogwarts había llegado, estaba emocionada pero también muy nerviosa. Nunca le fue muy sencillo hacer amigos y aunque no le daba miedo hablar con las personas, más bien era que no sabía qué decir. Ese día iría al callejón Diagon a comprar todos sus materiales, lo que le ayudaba a olvidarse de sus otras preocupaciones.
Después de usar el baño, escogió su ropa y una vez lista se dirigió a la cocina para tomar el desayuno.
—Buenos días— saludó el hombre al ver a la niña.
—Buenos días —murmuró, aún sentía un poco de sueño pero se obligaba a mantenerse despierta.
La niña se sentó y Kilgarah le puso un plato con su desayuno.
—¿Lista para hoy?
Alhena asintió un par de veces mientras comenzaba a comer. Dejó salir un gran bostezo y se sintió más despierta.
—Muy lista.
—Cuando termines tu desayuno, irás a lavarte los dientes y nos iremos.
Alhena comenzó a comer. La comida de su tutor no era precisamente la mejor pero era mejor que nada, sin embargo, la especialidad de Kilgarah eran los postres, esos sabían mil veces mejor que cualquier otra cosa que preparara. El hombre salió de la habitación y la niña miró toda a su alrededor.
Once años había vivido en esa casa con su tutor, y ahora que se iba al colegio, estaba segura que extrañaría mucho ese lugar. Siempre había polvo y miles de telarañas junto con muchísimos libros viejos por todas partes.
Sonrió al ver el marco de la entrada a la cocina, había algunas partes destrozadas ya que cuando era más pequeña y no controlaba su magia, le arrojó a su tutor una silla y se estrelló en aquel marco de madera. Kilgarah dijo un millón de veces que lo arreglaría, pero nunca lo hizo. Y todo porque no la dejó pintar las paredes de la sala.
Cuando terminó con su comida corrió a lavarse sus dientes y luego fue en busca de un suéter.
—¡Estoy lista!— gritó mientras bajaba las escaleras.
Cuando llegó al ultimo escalón, miró la puerta de la entrada. Allí estaba Kilgarah junto con otras personas. Un hombre, una mujer y un niño. Nunca escuchó que alguien llamara a la puerta.
El hombre desconocido dio unos pasos adelante y se puso a la altura de la niña.
—Alhena —susurró y la abrazó.
La niña estaba muy confundida y miró a su tutor buscando alguna explicación. No le encantaba mucho el contacto por lo que rápidamente se sintió incómoda.
—Alhena, no seas grosera con tu padre —aunque aquella frase planeaba ser un regaño, más bien fue una pista para la niña de quien era ese hombre que de pronto la había abrazado.
Muchas emociones recorrieron el interior de la menor. ¿Su padre? Sólo lo había visto en fotos que Kilgarah le mostraba. Era muy extraño tenerlo de frente. Había soñado con ese momento tantas veces pero nunca lo imaginó de esa manera. De hecho, no se sentía tan feliz como pensó que sería, más bien era algo extraño.
Le devolvió el abrazo con algo de incomodidad, aquel hombre era cálido y la abrazaba con firmeza. Era una extraña pero agradable sensación. Se separó de él y lo miró a los ojos. El hombre tenía lágrimas en los ojos pero la niña colocó ambas manos en sus mejillas.
—No llores, no debes estar triste —le dijo. No entendía por completo por qué sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Desmond sonrió. Su pequeña había crecido mucho y se lamentaba no haberlo visto. Se odiaba y se castigaba por lo que había hecho, por no ser valiente y tener miedo.
—Tu debes ser mi madre— dijo mirando a la mujer, le impresionaba lo elegante que se veía— y tu mi hermano mayor— esta vez miró al niño junto a la mujer.
Fue un incómodo momento, todos esperaban un poco más de emoción por parte de la niña, pero era todo lo contrario. Sólo estaba allí de pie observando a todos como si fueran viejos amigos que se reencontraban.
Era su familia la que estaba frente a ella, pero Alhena ya no los consideraba como tal, eran simples extraños que aparecieron de la nada. Su única familia era y sería Kilgarah y nada la haría cambiar de parecer.
—¿Qué hacen aquí?— preguntó, rompiendo tan incómoda situación.
Su tutor se aclaró la garganta.
—Irán contigo a comprar tu material para la escuela.
—Estamos felices de que hayas entrado a Hogwarts. Thaddeus, tu hermano, comienza su segundo año— dijo su padre.
—Yo quiero ir con Kilgarah —habló rápidamente, mirando a su tutor. Prácticamente le rogaba con la mirada que no la dejara sola con esas personas.
Desmond también miró al nombrado y luego a su hija, tomó las manos de la pequeña.
—Sé que no hemos sido los mejores padres, pero quisiera que nos des una oportunidad para demostrarte lo mucho que te amamos.
Alhena lo miró y asintió luego de pensarlo por un momento, no perdía nada con intentarlo. Desmond abrazó a su hija una vez más, nunca debió dejarla. Pero lo había hecho y ya no había manera de cambiar el pasado.
🗡️
Alhena miró con impresión el lugar, era mejor de lo que había imaginado. Su tutor le había hablado muchas veces de ese lugar pero era mil veces mejor ahora que estaba allí.
—Yo llevaré a Alhena por sus cosas. Tu puedes ir con Thaddeus— le dijo Desmond a su esposa.
—Por supuesto. Nos vemos en dos horas en la entrada.
Desmond asintió y tomó a su hija de la mano. Juntos comenzaron a caminar.
—¿Traes tu lista de materiales? —preguntó a la niña.
—Aquí está— dijo mostrando la carta.
—Estupendo. ¿Te parece si primero vamos por tu varita?
Era lo que más le emocionaba a Alhena, por fin tener su varita.
—¡Si!
Llegaron a Ollivanders. Justo cuando Alhena iba a entrar, un niño de gafas redondas y ropas viejas iba saliendo. Ambos niños se miraron fijamente, los ojos de Alhena cambiaron de color por un momento y aquel niño la miró con sorpresa y curiosidad. Pero nadie dijo nada. Era como si todo hubiera pasado en cámara lenta por un segundo. Dejaron de mirarse y cada uno continuó con su camino.
Alhena entró al local junto a su padre y de inmediato vieron a un hombre mayor tras el mostrador que intentaba arreglar algunas cajas que se habían caído de sus estantes.
—Desmond Pendragon— dijo el hombre tras el mostrador— espero que no hayas roto tu varita de nuevo. Sería la cuarta vez.
Desmond rió con ganas ante las palabras del anciano. Había roto su varita más veces de las que le gustaría admitir.
—No, esta vez he traído a mi hija a comprar su primera varita.
Ollivander miró a la niña con curiosidad. Eran pocas las personas que sabían de la existencia de Alhena y Ollivander no era una de esas personas, por lo que estaba auténticamente sorprendido.
—Es muy raro que algo me sorprenda, pero ya veo el parecido— sonrió a la niña— creo que tengo la indicada para ti.
Dio media vuelta para ir en busca de la varita, caminó al fondo lejos de la vista de los recién llegados. Miró un par de cajas y cuando tomó la que buscaba otra más salió de su lugar y se quedó levitando frente a él. Miró la caja con curiosidad y la tomó. La miró por unos segundos y la llevó al mostrador para entregársela a la niña.
—Sauce, veintiocho centímetros, núcleo de fibra de corazón de dragón, razonablemente flexible.
Alhena miró con curiosidad y se acercó para tomarla.
Una agradable electricidad recorrió su interior, tanto el vendedor como su padre, notaron los ojos de la menor cambiar de color por un momento.
—Grandes cosas te esperan, Alhena Pendragon.
La niña miró al anciano quien le dedicó una sutil sonrisa. Killian pagó y fueron en busca del resto de materiales.
✿ : todos los votos y
comentarios son muy
apreciados. me animan
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