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𐄹 ˒ ꒰ 001 . .

chapter :⠀ ✿. one
♥︎ 𓂃 gift ⊹ . ♡ ۫ .

A Alhena le gustaba pasar su tiempo libre en el parque luego de sus largas horas de clases en casa. Kilgarah, su tutor, le permitía estar una hora afuera antes de la hora de la comida. No era mucho tiempo, pero era suficiente para distraerse después de recibir muchísima información.

Sin embargo, a Alhena no le gustaba jugar con otros niños, le bastaba con mirarlos ir de un lado a otro persiguiéndose entre sí. Trataba de entenderlos, de comprender por qué les parecía divertido pero no lograba comprenderlo del todo o tal vez era que, aunque fuera sólo una niña, sobrepensaba absolutamente todo. También le gustaba ver a los demás niños junto a sus padres divirtiéndose. Ella no conocía a su padre y su tutor parecía repeler cualquier cosa mínimamente divertida.

Su asiento habitual era una banca de madera junto a un gran árbol que le daba sombra. Sus pies no alcanzaban el suelo por lo que simplemente los movía de adelante a atrás con suavidad. Pese al ruido de las familias, en realidad era un lugar bastante tranquilo y muy agradable.

Alhena a veces escuchaba hablar a algunas personas sobre ella y lo "extraña" que era. Ella simplemente lo ignoraba, fingía no escuchar nada y aunque a veces la hacían sentir mal, simplemente continuaba con su vida.

—No es una niña normal... es diferente a los demás niños —murmuró una mujer cerca de donde estaba la rubia. Sus manos permanecieron en la carriola que estaba empujando.

—¿Qué quieres decir? —preguntó la mujer a su lado. Ella llevaba en brazos a un bebé.

—Todos los días se sienta en la misma banca y mira a los demás niños jugar. Pero nunca se une a ellos y siempre viene sola.

—¿Qué hay de sus padres?

—No lo sé... a las dos en en punto, la niña se va y regresa al siguiente día. Todos los días hace lo mismo. Cuando alguien le habla, ella no contesta y se te queda mirando fijamente.

Las dos mujeres miraron a la niña durante algunos segundos con una expresión de pena y desagrado como si estuviera enferma o algo por el estilo.

Alhena miraba a los niños correr de un lado a otro mientras reían y gritaban. Le gustaba mirarlos pero nunca se había interesado en participar en los juegos.

Pasaron un par de minutos, cuando un niño que parecía de su edad se puso frente a ella.

—Hola— saludó el niño. En sus manos traía una pelota.

—Hola— contestó la niña.

—Me llamo Peter.

—Yo soy Alhena.

—¿Quieres ir a jugar con nosotros?

—No puedo.

—¿Por qué?

—Él se enoja.

—¿Quién?

Alhena miró fijamente a Peter antes de responder.

—Dice que aún no me controlo y puedo lastimar a alguien.

Peter la miró sin comprender.

—Eres rara— dijo antes de salir corriendo.

Alhena lo miró alejarse cuando de pronto sus ojos azules cambiaron de color a uno ámbar y aquel niño terminó en el suelo. Como si se hubiera tropezado, pese a que no había nada en su camino.

Peter comenzó a llorar pues sus rodillas comenzaron a sangrar. Alhena sonrió sin dejar de mirarlo.

Una mujer, que parecía ser la madre del niño, se acercó al menor para asegurarse que estuviera bien, la niña se quedó observando un momento y luego se puso de pie para regresar a casa.

Tardó alrededor de diez minutos en llegar a su destino. Al entrar a su casa, se dirigió a la cocina, donde un hombre le sonrió.

—Bienvenida, Alhena —el hombre estaba preparando algo pero dejó la cuchara de madera sobre la mesa para poner toda su atención en la niña.

—Hola, Kilgarah —se quitó su abrigo y lo dejó sobre una silla. El mayor la miró mal, pues le había repetido un millón de veces que siempre pusiera sus cosas en su lugar.

—¿Qué hiciste hoy?

—De nuevo fui al parque. Y un niño me invitó a jugar con él y sus amigos.

—¿Ah, sí? —la miró con curiosidad.

—Le dije que no, pero luego me llamo rara y le hice tropezar —habló distraídamente sin mirar a los ojos del mayor.

—Alhena —la reprendió— entiendo que el niño no debió llamarte de esa manera, pero no puedes estar haciendo eso siempre que alguien te molesta. La violencia nunca es la respuesta para nada.

—Lo siento —se disculpó mirándolo con ojos de cachorro.

El hombre sacudió el cabello de la pequeña mientras le dirigía una sonrisa.

—No pasa nada— se alejó un poco para abrir la nevera— Mañana es tu cumpleaños número nueve, ¿ya sabes lo que quieres?

Alhena asintió muy emocionada pero la sonrisa que se asomaba en su rostro nunca llegó a completarse.

—Quiero ver a mis padres y a mi hermano —casi lo grita, era algo que le ilusionaba muchísimo.

Kilgarah suspiro. Sabía lo mucho que Alhena deseaba estar con su familia. Con su verdadera familia pese a que sólo los había visto por fotos.

—Haré lo que pueda —respondió el hombre— pero no te prometo nada, ¿de acuerdo? Sabes que eso es algo complicado y...—

—Te lo explicaré cuando seas mayor —lo interrumpió— ya lo sé. Iré a mi habitación.

Alhena suspiró con un poco de tristeza.

—En una hora comenzamos con las lecciones de hoy, ¿de acuerdo? Y luego comeremos.

—De acuerdo —gritó cuando ya había salido de la habitación.

—Y no olvides llevarte tu abrigo —le recordó el hombre.

Se regresó cuando estuvo a medio pasillo y tomó su abrigo de la silla para correr rumbo a su habitación.

Una hora más tarde, Alhena y Kilgarah estaban en el estudio. La niña sentada frente al escritorio y el hombre de pie con un libro en la mano.

—Hoy hablaremos de plantas curativas, espero que hayas leído el libro que te di la semana pasada.

Alhena miró el libro junto a ella. Había visto un par de páginas pero todo parecía muy aburrido y en su lugar leyó una vez más "Los cuentos de Beedle el Bardo"; Kilgarah se lo había regalada hacia tres años.

—Leí un par de páginas... y mire las imágenes —lo último era verdad. Había hojeado el libro y observó los dibujos de las diferentes plantas pero no prestó mucha atención al texto.

El hombre la miró mal y luego de soltar un suspiro cansado comenzó a hablar. Alhena estaba acostumbrada a las lecciones pero sabía que duraría una eternidad.

🗡️

—No vendrán, ¿cierto?

Habían dado casi las once de la noche y todo el día, Alhena estuvo esperando a sus padres. Era lo único que deseaba para su cumpleaños e incluso le pidió ayuda a Kilgarah para preparar unos pastelillos.

—Parece que no— dijo el hombre bastante triste por ver de aquella manera a la niña— tal vez las cartas no les llegaron.

Alhena suspiró, se obligaba a creer aquello. Kilgarah colocó una mano sobre el hombro de la niña y se arrodilló para quedar a su altura. Limpió los restos de lágrimas debajo de sus ojos con su pulgar y la miró con una sonrisa.

—Es verdad— sorbió los mocos que se habían acumulado— iré a dormir ahora.

La niña trataba de ser fuerte. Sabía que aquello podría ocurrir, pero tenía la esperanza de verlos.

—Ten, sé que no es lo que querías pero espero que te guste.

Kilgarah le entregó un paquete. La niña sonrió un poco y abrazó al hombre por el cuello. Estuvo de esa manera un poco más de lo habitual hasta que finalmente se separó.

—Gracias, Kilgarah.

Y se fue a su habitación corriendo. Una vez que se sentó en su cama, quitó con mucho cuidado la envoltura para no romperla. Era sólo periódico, pero en ese momento, significaba tanto para Alhena y temía estropearlo aunque fuera sólo un poco. Cuando quitó la envoltura de periódico, observó el regalo con emoción.

Era un antiguo libro sobre magia. La niña sonrió mientras unas lágrimas escurrían de sus ojos. Estaba verdaderamente contenta y desde ese momento supo que no necesitaba a nadie más que a su tutor para ser feliz.

Ya no esperaría frente a la ventana esperando ver a su padre, a su madre o a su hermano. Ya no más.

Se quedó dormida abrazando aquel preciado obsequio.







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