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𐄹 ˒ ꒰ 026 . .

chapter     :⠀  ✿.     twenty six
♥︎ 𓂃  dead ⊹ .  ♡ ۫ .

Alhena miró a su padre sin ninguna expresión o emoción en particular y sin previo aviso lo abrazó con fuerza. El hombre, muy sorprendido le regresó el abrazo y no dijo nada mientras la presionaba contra su pecho.

—Quiero ir a casa— murmuró sin separarse del hombre.

Desmond miró a Thaddeus en busca de una explicación pero este no dijo nada. Incluso él, sentía un poco de pena por su hermana. Sabía más o menos lo que había ocurrido entre ella y Cedric y fue muy lamentable la forma en que murió. Bastante trágico a decir verdad.

Llegaron a la mansión Pendragon en poco tiempo, Alhena fue directamente a su habitación y se dejó caer en la cama sin mucha gracia. Abrazó una almohada pero esta vez, ni una sola lágrima salió de sus ojos. Había llorado tanto que parecía como si se hubiera quedado sin lágrimas. Simplemente quería hacer desaparecer el dolor en su pecho, ¿existía algún hechizo para ello? Podría preguntarte a Hermione o a Kilgarah.

Más tarde, Desmond entró a la habitación en silencio y se acostó junto a su hija. La chica se acercó a su padre y se acomodó junto a él sin decir ninguna palabra. Era una extraña sensación... el tener a alguien que le brindara su hombro para llorar. Kilgarah no era muy afectivo, o más bien no le gustaba demasiado el contacto físico, precia evitarlo tanto como fuera posible. Pero la sensación de tener a su padre allí a su lado resultó más que agradable y reconfortante.

Tanto que las lágrimas brotaron de nuevo.

—Está bien, aquí estoy— dijo con suavidad el hombre— siempre estaré aquí.

Alhena se aferró más a él pero estaba agotada y no tardó mucho en quedarse dormida. Al abrir los ojos, se dio cuenta que su padre seguía allí y también se percató de que era de noche. Desmond, que estaba leyendo, bajó el libro y miró a su hija con una ligera sonrisa. No había querido dejarla sola, no luego de haberla visto llorar por tanto tiempo.

—¿Quieres cenar? —preguntó con suavidad— estoy seguro de que debes tener hambre.

La chica asintió y ambos se pusieron de pie. Sin decir nada, llegaron hasta la cocina donde Zigor limpiaba algunos muebles, aunque no era realmente necesario pues todo siempre estaba reluciente. El elfo miró a sus amos con una gran sonrisa.

—Señor Pendragon, ¿le puedo servir en algo?

—Zigor. Te agradecería que nos traigas la cena.

—Enseguida, señor.

El elfo se puso manos a la obra a preparar la cena, mientras padre e hija caminaron al comedor y tomaron asiento.

—¿Me dirás qué paso?— preguntó tranquilamente el hombre— ni siquiera Thaddeus quiso decirme.

Alhena miró sus manos que estaban sobre la mesa y dejo salir un largo suspiro antes de responder. Desmond observó las facciones de su hija, sus ojos estaban rojos y toda su cara hinchada. Le preocupaba verla de esa manera y no poder ayudarla. La rubia miró a su padre y comenzó a contarle lo sucedido. No le explicó mucho, sólo lo necesario para que entendiera y al finalizar su mirada estaba perdida en un punto fijo en la mesa no queriendo volver a soltarse en llanto.

—Tengo un novio por primera vez y en menos de un año muere— habló en voz baja— es gracioso si  lo piensas. Tal vez tengo alguna clase de maldición.

Desmond puso su mano sobre la de su hija.

—Lo siento. Y no digas eso, los incidentes siempre ocurren, tu no tuviste nada que ver en esto. Además fi realmente horrible, el padre de ese pobre chico debe estar totalmente destrozado.

Asintió y trató de sonreírle un poco a su padre. Zigor llegó y dejó la comida frente a cada uno.

—Si necesita algo más, sólo llame señor.

—Te lo agradezco, Zigor.

El elfo se inclinó exageradamente y desapareció.

—Quisiera... saber de ti— habló la rubia mientras movía los alimentos con el tenedor. El estómago se le había revuelto ante el recuerdo y casi había perdido el apetito por completo.

Desmond la miró con curiosidad mientras daba un gran bocado a su comida. Masticó cuidadosamente antes de hablar.

—¿Qué quieres saber?

Alhena se encogió de hombros.

—Bueno, no sé a qué te dedicas.

Dejo salir una larga risa.

—Trabajo en el ministerio. Soy jefe del departamento de cooperación mágica internacional.

Alhena lo miró confundida. No tenía ni la más mínima idea de lo que eso significaba.

—¿Qué significa eso?

—Trato con magos y brujas de todo el mundo.

—Es genial.

—Es abrumador, aunque no te voy a negar que pasan muchas cosas interesantes. Conozco a mucha gente bastante peculiar.

—Me encantaría escuchar una historia alguna vez.

El hombre sonrió ampliamente.

—Te contaré muchas historias, no tengas duda de ello.

Cenaron tranquilamente mientras conversaban, Alhena descubrió que el hombre era más agradable de lo que imaginaba y se alegraba de estar allí en ese momento.

—¿Como conociste a Kilgarah? Quiero decir... de todas las personas en el mundo, ¿por qué él?

Habían terminado sus alimentos. Desmond miró con atención a su hija, temía mucho esa pregunta. Se acomodó en su asiento y sintió un cosquilleo recorrer su cuerpo. Estaba nervioso.

—Alhena... hay cosas que debería contarte pero no se si yo estoy listo para decirlo. Kilgarah... él es una de esas cosas —frunció el ceño, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—He vivido catorce años sin respuestas —lo miró fijamente— puedo seguir así un poco más.

Desmond le sonrió a su hija, le alegraba que comprendiera pero sabía que no podría ocultarse las cosas por mucho más tiempo.

Alhena dormía plácidamente, algo que era extraño pues en los últimos días había tenido pesadillas. Pero entonces, despertó muy exaltada y llena de sudor. Se levantó de un salto de su cama y abrió su baúl. Sacó y aventó todas las cosas de su interior hasta que encontró lo que buscaba.

Allí estaba entre sus manos, el libro de Merlín y de pronto se sintió muy tonta. Aquella vez, en la segunda prueba, el hombre que había visto era aquel legendario mago. Después de todo lo que había pasado, lo había olvidado por completo y ahora simplemente lo recordó en un sueño.

"Es real." Le había dicho el hombre y sintió que su cabeza estaba por estallar. El único lugar donde encontraría respuestas era con Kilgarah, pero debía esperar hasta que amaneciera y aún faltaban varias horas para que eso sucediera.

Despejó su mente y abrió el libro, se acomodó en el suelo y comenzó a leer en busca de algo que pudiera haber omitido.

"Usa tu magia." ¿Exactamente a qué se refería con eso? Sólo ella podía leer aquel libro, entonces ya estaba usando su magia. Una vez más, respiró profundamente y cerró los ojos. Al abrirlos, miró aquel libro y nuevas letras comenzaron a aparecer como si fuera tinta invisible.

Sonrió al ver aquello y comenzó a leer.

"... empuñadura de oro con el emblema de los Pendradon tallado en el pomo. Una hoja tan afilada capaz de romper un diamante por la mitad. Todo un deleite para cualquier conocedor de estas armas. Sin dudad alguna, muy peligrosa en las manos erróneas. Ahora está oculta, esperando a ser empuñada de nuevo por un Pendragon leal y de corazón puro."

Alhena no se dio cuenta de su respiración tan agitada hasta que terminó de leer.

—¿Pero dónde esta?— dijo en un murmuro para sí misma.

Cerro el libro y se percató de que el sol estaba saliendo, probablemente era poco más de las seis. Había estado toda la madrugada pasando las páginas de aquel libro.

Se puso de pie y salió de la habitación, en el comedor ya estaban sus padres. Se sentía desorientada y muy confundida, aún así tomó asiento. No podía dejar de pensar en el libro.

—¿Alhena?— regresó a la realidad y miró a su madre. Al parecer le habían dicho algo que no escuchó.

—¿Estás bien?— preguntó esta vez Desmond.

La rubia asintió mirando primero a su padre y luego a su madre. No estaba segura de confiar en ellos lo suficiente como para contarles lo que pasaba por su cabeza.



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