Acto cuarto: Ab imo pectore.
Agarré cauteloso el zozobrar
silente de la luna taciturna
en el caminar convexo
de las alondras mensajeras.
El Aqueronte tiñó sus aguas
de astillas angustiadas
por el llameante agazapar
de los dolores primeros
que tomaron el rugir de mi pecho
atormentado.
Me agarré al zozobrar
anímicamente desolado
de la oscuridad
imperante.
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