E V I L
TODOS MIS MONSTRUOS ESTAN INVITADOS
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Las gotas de sudor se me deslizan como cera caliente desde el inicio de la frente hasta las comisuras de los ojos. El cuerpo entero me arde... Una vez que mis párpados se descubren, la poca iluminación proveniente de una bombilla blanca de la habitación desconocida me quema los ojos. La sensación imagino que es similar a abrirlos luego de una siesta de cien años.
Me incorporo del suelo, adolorido y con dificultad sobre mis frágiles codos, y no es hasta quedar sentado que me conscientizo de que desconozco totalmente mi paradero. Y conforme mis oídos se sienten menos aturdidos, el pánico se va apoderando de mi cerebro: no hay ni un rastro de recuerdo coherente de mi vida detrás de estas cuatro paredes que me encierran. Se me dificulta respirar mientras me pongo de pie, tambaleante, con los pies descalzos y sensibles ante la baja temperatura del suelo de madera. Imagino que esto es lo que experimenta un lunático encerrado en la cárcel de su propia imaginación. Nadie a quién ver, nada en qué confiar. Ni siquiera en él mismo.
La profundidad de mis propios pensamientos logra descuadrarme del mundo un instante, y ese instante es el mismo que tardo en volver a asfixiarme de incertidumbre y paranoia. No reconozco el sitio, mucho menos sé porqué estoy aquí. En lugar de perder la poca calma que logré recobrar, me distraigo mirando la habitación casi vacía a la que pertenezco, entrecerrando los ojos por culpa de la vaga intensidad que proporciona la luz de la luna que entra por la ventana.
Recorro las paredes grisáceas con los ojos cansados, sin apartarme mucho del sitio donde desperté, descubriendo grotescas líneas de arañazos tan largos y profundos, que parecieron ser provocados por una auténtica pesadilla. Me encuentro en una habitación no muy grande, a mi frente hay una puerta entreabierta que dirige a otro lugar oscuro y a mi costado un hueco de ventana de al menos cuarenta por cuarenta centímetros de diámetro, que permite la entrada de la luz de luna y, por ende, un poco más de visibilidad a mis ojos. Conforme me acerco a ella, mis pupilas se acostumbran a la claridad y puedo distinguir en el suelo manchas de lodo entremezcladas con algo pegajoso, justo debajo del ventanal. Uleve reflejo de luz lunar me detiene a tiempo de pisar los peligrosos restos de vidrio roto. Desde mi posición, aún estando lejos de la única salida, puedo ver la oscuridad de la noche junto con las siluetas de un complejo de casas no muy grandes y las copas de los árboles. Afuera no parece haber señales de vida más allá de la flora.
Apenas en ese momento es cuando comienzo a inspeccionar con más lentitud el estado de la habitación, tratando de encontrar algo familiar que me devuelva la calma mientras dormía; incluso en las paredes hay lodo y ocasionales salpicaduras de una sustancia rojiza y pegajosa que todavía sigue fresca y chorreando, simulando ser una pared que llora. Y aunque mi sentido del olfato se encuentra tan saturado que no logro distinguir ningún olor en particular, estoy seguro de que la habitación apesta a sangre.
El pánico regresa sin que pueda evitarlo, sólo quiero salir de aquí y refrescar mi memoria. Me alejo de la ventana, todavía impresionado por el extraño vistazo de las paredes, para inspeccionar el lugar y encontrar algo que proteja mis pies descalzos, pero son estos mismos los que me hacen trastabillar con una masa blanda y fría que se hunde bajo mi pie sensible. Deseo por todos los dioses que conozco no haberme girado a buscar aquello que me hizo caer, porque lo que me encuentro frente a frente es seguramente, aún teniendo las memorias retraídas, lo más asqueroso y grotesco que he presenciado en mi vida consciente.
Es un cadáver en el suelo. Pero no un simple cadáver, cuyo descubrimiento ya de por sí sería bastante soez; si no un cadáver complemente destrozado, como habiendo sido víctima de la bestia más temida del inframundo. No le veo el rostro, probablemente se trata de ese revoltijo de sesos y piel cortada que acabo de pisar, pero por las partes íntimas que han quedado descubiertas a causa de las prendas arrancadas, deduzco que se trata de una mujer.
Es cuestión de tiempo para que mis ojos encuentren otros dos bultos de cuerpos magullados cercanos al primero, no menos grotescos que este mismo.
Aparto la mirada apenas vuelvo a ser consciente, queriendo meterme las manos dentro del cerebro para arrancar la horrenda imagen que continúo viendo aún cuando cierro los ojos. La cabeza me retumba, el desespero regresa peor que antes y los oídos me zumban: me doy cuenta de que voy a volverme loco si sigo un segundo más aquí.
Para mi fortuna, son pocos los minutos que dura mi martirio cuando, tan repentino como suena, una escotilla escondida en el mismo rincón debajo de la cama donde desperté, se levanta y deja entrar en las cuatro paredes a un par de ojos brillantes junto a una expresión aterrorizada. Se trata de un muchacho de cabello bronce y piel sucia que, apenas enfocarme tras analizar detrás de mi espalda, sus ojos se agrandan y grita:
—¡Ven aquí!
Y desaparece por el hueco de la escotilla camuflajeada en la oscuridad bajo la cama, tan pronto que apenas tengo tiempo de procesar lo ocurrido. Sin embargo, la adrenalina comienza a despertar en mí como habiendo encendido la mecha de una dinamita, por lo que en cuestión de segundos busco dirigirme a la trampilla, tambaleándome con mis propios pies en el camino por la fuerza de arranque.
Antes de bajar por ahí, me asomo por la rendija donde desapareció su cabeza segundos antes, pudiendo así visualizar un pasillo oscuro y nada estrecho que aguarda por mí. Pregunto por el chico en voz baja, pero no me detengo a pesar de su nula respuesta. Le pido a Dios que me guíe por un buen camino.
—Cierra la trampilla —escucho su voz autoritaria una vez que me encuentro abajo. Con mi extremidades aún tensas, obedezco.
Ya estando protegidos en el tunel, trato de distinguir al muchacho que puede ser tanto mi salvador como mi perdición y lo examino mentalmente en busca de posibles señales de amenaza. No me permite ver mucho, pues se da la media vuelta antes de que pueda ver bien sus facciones, inmediatamente caminando a paso apurado en dirección a la izquierda.
—Tienes suerte de que te haya encontrado, Taehyung, todos los demás ya se han ido. Sigamos avanzando, más adelante podemos parar a descansar —dicta, sin verme ni detenerse en ningún momento. Y aunque dudo, su confianza resulta suficientemente atrayente para animarme a seguirlo sin tanto pavor.
—¿Adónde nos vamos?
—Con los demás, estaremos a salvo cuando nos reunamos.
—¿A salvo de qué? ¿Dónde estamos?... ¿Y quién eres tú?
Ante mi inevitable bombardeo de preguntas, el muchacho arrogante se gira un segundo a verme el rostro, y sólo es una fracción de su cara la que alcanzo a ver, pero distingo un gesto de confusión genuina.
—Lo más probable es que te hayas golpeado la cabeza. ¿Te sientes mal?
—No, realmente... Sólo un poco mareado.
—Te examinaré más adelante. Mientras tanto, contéstame algo: ¿me reconoces?
—¿Reconocerte? ¿Acaso te conozco?
—Si.
—Pues no lo hago. Debió ser un golpe muy fuerte porque son pocos detalles los que recuerdo.
—Entiendo... ¿Sabes dónde estamos?
—Supongo que en las alcantarillas del pueblo.
—Bien, al menos sabes que vivimos en el pueblo. Pero no te preocupes, tu amnesia debe ser por el shock... Viviste algo perturbador ahí dentro.
No pude decir más, me limité a contestar con una afirmación gutural y poco faltó para perderme en un mar de dudas internas... Me consta que había sido testigo de una escena grotesca en la habitación, pero ¿por qué estaba ahí en primer lugar? ¿Ese era realmente el motivo de la peculiar amnesia que me domina ahora?
No me atreví a expresarlo en voz alta, pero agradecí el repentino silencio del muchacho, cuyo nombre seguía siendo un misterio que no podría desvelar hasta haber llegado adonde fuera que nos dirigíamos. Caminamos por varios minutos en silencio, atravesando un túnel oscuro rodeado de enredaderas y basura, atravesando varias vueltas que para mí parecían interminables, mas el muchacho nunca titubeó en el camino. Nuestra visión dependía de la lámpara de mano que mi guía llevaba consigo.
Aunque el pánico seguía instalado en mi garganta, decidí que lo más prudente tanto para él como para mi cordura, sería evitar las preguntas hasta instalarnos en nuestro lugar. Además, presentía que era mejor estar alertas a posibles ruidos sospechosos en lugar de buscar temas de conversación.
En el trayecto, el muchacho paraba ocasionalmente cuando nos encontrabamos escaleras en el costado del túnel, de la misma forma que lo hizo cuando se encontró conmigo. Ésta vez no volvimos a encontrar a nadie más, pero no sabía si categorizar nuestra soledad como fortuna o mal augurio.
—Llegamos —la voz de mi acompañante se pronunció luego de andar por varios minutos. Alzo la mirada para encontrarlo, pues se encuentra con la cabeza fuera de una trampilla, con los pies firmes en las escaleras de tubo. Algo ansioso por encontrar posibles respuestas, me acerco a la base de la escalera para seguirle el paso, pero me detiene ver su cuerpo de regreso al suelo—. No, no subiremos todavía.
—¿Por qué no?
—Tengo que revisarte, asegurarme de que el golpe que te has dado no ha sido de gravedad —responde en tono cauteloso, como percibiendo que ya estoy más alterado que el resto del viaje.
—¿Por qué podría confiar en ti? Ni siquiera me has dicho tu nombre —alego, retrocediendo sin tratar de ser cauteloso con mis movimientos. Ahora que sé que existe una salida, no me aterra tanto la idea de tener que defenderme. No tengo un arma, pero bastaría con ser lo suficientemente ágil para rodearlo y escapar de él.
—Soy Jungkook, Jeon Jungkook. ¿De verdad no te suena familiar mi nombre?
No lo admitiría en voz alta, pero un rastro de conciencia no fue capaz de contradecir su pregunta. Y probablemente él es capaz de percibir mi duda a través de mi silencio, porque se sienta sobre sus rodillas sin despegarme la mirada alentadora, sacándose la mochila de la espalda.
—Ven aquí, sólo quiero revisarte para que se te haga más ameno el camino al refugio, tuve mucha oportunidad antes de hacerte daño si ese hubiera sido mi plan, ¿no crees?
El par de luceros de sus pupilas resplandeció con el reflejo de la lámpara cuando apoyó ésta en el suelo, pareciera estarme suplicando porque me acerque. Con esa mirada acompañada de gestos angelicales e inocentes, no hubo de otra mas que obdecerle; mi instinto me decía que podía confiar en sus intenciones.
Eso hago, me acerco con cautela hasta sentarme frente a él con las piernas cruzadas, a poca distancia suya. En consecuencia, quizá por la muestra de confianza, Jungkook sonríe encantadoramente y me hace una seña indisimulada de que me de la vuelta. Todavía algo rejego, me giro sobre mis rodillas hasta dejar mi espalda a su disposición. Pronto sus palmas se sienten frías contra mi cuero cabelludo, donde escanea bajo la pobre visión de la lámpara en busca de daños graves; el contacto de su piel con las mía ocasiona una ronda de escalofríos en mi columna vertebral.
—No veo posibles lesiones, pero sí te diste un golpe duro aquí -murmura después de unos segundos. Jungkook hace un poco de presión a la altura de mi lóbulo occipital, lo que me ocasiona una queja que no pude reprimir—. ¿Te duele mucho? Te untaré un remedio. Es sólo algo temporal, cuando lleguemos al refugio las curanderas te atenderán mejor.
Sus dedos embarrados de ungüento frío masajean torpemente mi piel herida, y yo sólo puedo permitirme un momento de relajo aprovechando la protección de la cueva ¿y por qué no?, del muchacho Jungkook también. Además, mis pies descalsos igualmente están heridos y no me viene mal un descanso sentado. Mantengo pocos recuerdos de él en mi desordenada mente, pero soy capaz de recordarlo como un amigo de confianza que siempre me cuidó y se preocupó por mi bienestar, lo que no ha sido tarea sencilla considerando que no hay nadie más que pueda hacerse cargo de mí: soy huérfano.
—¿Sabes adónde vamos? —cuestiona con un tono neutro, sin detener el leve masaje a mi cuero cabelludo. Me ha entrado sueño de repente, quisiera recostar mi espalda en su pecho y dormir una siesta por unos simples minutos, pero sé que no hay tiempo. Aún así, no me puedo resistir y termino cerrando los ojos.
—Mhm —ronrroneo en afirmativo—, al refugio del pueblo en medio del bosque. Ahí es donde huimos hasta que es seguro de nuevo.
—¿De qué estamos huyendo?
Sin embargo, la siguiente pregunta me retira abruptamente de la burbuja de satisfacción en la que me había sumergido. Abro los ojos en mi almohada de nubes imaginarias para encontrar mi propia sombra alargándose en la pared paralela a nosotros, rodeado de musgo y desperdicios. Las sombras que nos acompañan no me habían parecido tan aterradoras hasta ahora, que les pongo atención.
—De la bestia... Escapó —murmuro, temiendo que si pronuncio su existencia en voz alta, lo pueda invocar.
Jungkook para su masaje y antes de que yo tenga tiempo de protestar, le veo rodeándome para sentarse cara a cara conmigo. Sonríe como si hubiera dado respuesta a la pregunta más complicada de la historia.
—¿Lo ves? Sólo es una amnesia temporal, hace rato no podías ni recordar eso, ¿cierto? —me alienta, haciendo contacto visual conmigo unos segundos antes de poner atención a mis brazos, que había escondido en mi regazo-. Ahora, muéstrame tus brazos.
Resignado, extiendo mis dos extremidades llenas de cortes hacia Jungkook. Veo su gesto arrugado, como si él pudiese sentir la gravedad de mis cortes en su propia piel. Preferí apartar la mirada hacia la lámpara, que ahora brindaba su luz a la altura ideal que ocupaba mi salvador, pues me causaba escalofríos enfocar los diversos rasguños de distintas profundidades que abarcaban ambos brazos. Debieron ser causados por los restos de la ventana que estalló frente a la cama, en aquella habitación desconocida en la que desperté. Jungkook me confirma que es así, ya que va contando los pequeños fragmentos de cristal que encuentra y retira de mi piel. Y entre el procedimiento, algunos flashazos de recuerdos se hacen más claros; recuerdo los colmillos afilados rasgando extremidades enteras de los hombres justo frente a mí, al igual que un pelaje oscuro bañado de sangre. Y unos ojos, tan negros como la gabardina de la muerte que reflejaban terror puro.
—¿Esa es tuya? —cuestiono en un murmuro, refiriéndome a la camiseta que Jungkook trozó hace unos instantes para cubrir improvisadamente mi brazo ahora limpio. Decidí que es mejor distraerme de los recuerdos macabros que me azotan, aunque sin ser capaz de fijar de nuevo la atención en mis brazos hasta que no quede rastro de sangre.
—Era, dudo que sea de utilidad a partir de ahora.
El comentario me hace sentir una punzada de culpa, tanto que me disculpo en voz quedita, siendo atrapada en el aire por consecuencia del imponente silencio.
—No te disculpes, fui yo quien la rompió. Tiene un mejor propósito ahora.
Reflexino su repuesta, pero no me lleva a nada más filosófico. Para distraerme del dolor, cierro los ojos e imagino los suyos en la oscuridad autoimpuesta, y me doy cuenta de lo asperas que son sus manos ahora que mi sentido del tacto se intensificó.
—¿Por qué no escapaste junto al resto del pueblo? —inquiero con algo de duda, en la oscuridad bajo mis párpados.
—Me dio miedo —responde con un suspiro resignado, su voz incluso sonó temblorosa—. Me avergüenza contarlo, pero tuve tanto pánico al momento de ver a la bestia, que lo único que atiné a hacer fue esconderme entre el matorral y contener mi respiración... Escuché cómo atacaba a los demás habitantes pero no pude hacer nada, tan sólo agradecer cuando un grupo de caza logró ahuyentarlo al bosque.
Asiento con un leve movimiento de cabeza, sin intención de responder, simplemente para hacerle saber que le había escuchado. La imagen de la bestia sigue borrosa, y probablemente lo seguirá estando por un largo rato, al tener más nítida la facilidad con la que sus garras y colmillos acabaron con la vida de tres habitantes bajo mi presencia. Me ataca la culpa al recordar que ni siquiera supe sus nombres, pero aún así fueron demasiado generosos para brindarme protección en su casa. Y fui el único que sobreviví...
—¿Y tú? —su voz interrumpe de nuevo mis pensamientos catastróficos, ésta vez sí me atrevo a verlo, ya que la venda está parcialmente cubriendo mi piel lastimada. Me encuentro con sus ojos sigilosos esperando una respuesta cuando mi mentón baja—. ¿Recuerdas dónde estabas antes del ataque de la bestia?
—Sé que estuve con Jimin-ssi en algún momento, pero no recuerdo cómo llegué de ahí a la casa donde desperté —confieso, sin poder contener los nervios porque ya no está trabajando en mi vendaje, si no que me observa atento. Y yo me lleno de nerviosismo por su mirada profunda, que se ilumina al mencionar un nombre conocido.
—Jimin-ssi, claro... Claro.
Su voz se apaga tan pronto como se entusiasmó, y no tarda en volver a su misión en mi brazo. Tengo la impresión de que ha recordado algo malo, y temo conocer la respuesta. ¿Sería algo relacionado con mi mejor amigo? Me mordisqueo el labio sin querer, incapaz de controlar la velocidad en la que corre mi línea de ideas. No recordaba que yo fuera tan cobarde... Pero no puedo, ni siquiera puedo imaginar la posibilidad de esos colmillos que se han enterrado en mi memoria atacando también a... No. No tengo el valor. Y Jungkook, para mi fortuna, parece haber comprendido la razón de mi gesto desesperanzado.
—Eso va a ser un problema —señala a mis pies, sonando preocupado. Luego me mira, con ojos arrepentido pues parece que pasó por alto ese detalle cuando me encontró—. Lo siento, no traigo otro par de zapatos, pero toma los míos.
—¡N-no! No es necesario, Jungkook -trato de evitar que se despoje de las botas, pero mis manos se vuelven torpes y lentas a comparación suya, que pronto me tiende el calzado para dejarse puestos los calcetines.
—No te preocupes, yo conozco mejor el bosque que tú ahora mismo, estaré bien.
Planeo refutar, mas el gesto amenzador que me lanz me detiene de abrir la boca. Refunfuñando, me pongo el par de botas, amarrándolas bien para evitar tropezar en pocos pasos por el pedazo que no alcanzan a completar mis pies.
—Debemos seguir andando, falta poco para llegar. Hasta que los cazadores regresen con noticias de que lo han atrapado o asesinado, tenemos órdenes de esperar en el refugio el tiempo que tarden -dicta de inmediato, casi saltando de su sitio para ponerse de pie. Enseguida toma la lámpara del suelo e ilumina a los barrotes incrustados en la pared a modo de escaleras—. ¿Te sientes bien para continuar o prefieres descansar un poco más? Considera que debemos seguir por el bosque, Taehyung. No quisiera que te fuerces por andar.
Ya tenía una respuesta incluso antes de que terminara de formular su pregunta, creo que era bastante evidente mi molestia que incrementaba con cada segundo dentro de los túneles. Me urge llegar para corroborar que Jimin esté bien, para verlo bien. Jungkook no me hace rogar, de inmediato me tiende la mano para ayudar a incorporarme.
Afuera, me doy cuenta de que todavía queda luz solar. Poca, y que parece todavía menos por las majestuosas copas de los árboles, pero suficiente para llegar a tiempo al refugio sin quedar expuestos a la total oscuridad. Gracias a la linterna de Jungkook, el camino es más sencillo de cruzar.
—¿Conoces bien el camino? —cuestiono sin poder disimular la duda, quedar bajo su custodia parecía más aterrador en medio del bosque.
—¡Lo hago! Confía en mí, Taehyungie —juguetea.
No puedo hacer algo más, así que no me pongo muy reacio a su mandato. Avanzamos entre un camino despejado, aprovechando lo que queda de luz solar para ver mejor. Al cabo de una media hora, cuando nuestra visión comienza a empeorar, nos confunde escuchar murmullos alejados de un grupo de personas, hundidos en el follaje del bosque. Por instinto, Jungkook y yo nos detenemos al mismo tiempo.
—Son los cazadores —murmura, alzando el cuello como si así pudiese distinguir algo más que oscuridad.
La existencia de más civilización debería resultar en una buena noticia, pero si ellos estaban rastreando... Entonces significa que la bestia anda merodeando cerca de nosotros.
—¿Falta mucho para llegar? —cuestiono, de pronto temiendo alzar demasiado la voz. Los escalofríos comienzan a cosquillearme la columna vertebral y las manos me tiemblan, tengo miedo.
—No, estamos a unos metros —Jungkook me dirige la mirada, ni siquiera temo demostrarle mi miedo. Leer mi expresión le devuelve un poco de seguridad, o eso deduzco por la forma en que sus hombros se tensaron y su rostro se volvió una expresión rígida—. Sigamos avanzando, falta poco. Quédate cerca de mí, Taehyung.
Ni siquiera tengo voz para contestar, me limito a dar un leve asentimiento de cabeza que pasa desapercibido para él, que ya se ha dado la vuelta.
Así continúa nuestro viaje, en un silencio abrumador que nos permite escuchar que, por desgracia, la bestia sigue cerca. De vez en cuando los arbustos junto a nosotros se sacuden con poca suavidad, y ambos nos acurrucamos en espera de un ataque que nunca llega. La oscuridad se hace cada vez más brusca, por lo que la linterna cada vez delata más nuestra posición. Y Jungkook continúa repitiendo que nos acercamos al refugio.
Sin embargo, el viaje es interrumpido cuando, de repente y de manera tan inesperada que ni siquiera hay tiempo de reaccionar, un par de personas surgen detrás de un tronco ancho y se abalanzan contra la pobre anatomía de Jungkook. Soy testigo de cómo le amarran las manos tras la espalda, aprovechando que está indefenso acostado en la tierra, pero yo no soy capaz de ir a socorrerlo porque de mi costado aparecen tres hombres que enredan mi tronco y brazos con una soga tosca.
Grito el nombre de mi salvador, impotente al verlo siendo sometido con tanta brutalidad. El par de personas que le empujaron al suelo lo alzan para obligarlo a ponerse de pie, sin dejarlo en libertad del todo. Cuando empiezo a sentir un poco de alivio, un golpe detrás de las rodillas me roba el equilibrio y caigo al suelo sobre éstas. Es sólo entonces, al voltear alertado en busca de mis captores, que puedo enfocar a la gran muchedumbre que nos rodea por todos los francos, aluzando con sus propias lámparas hacia nosotros. Todos festejan pero sus voces se entremezclan unas con otras, se me hace imposible distinguir algo con claridad. Puedo ver poco ya que las luces encandecentes nos caen directamente en la cara, mas creo alcanzar a visualizar a Jimin cerca de mí, casi acariciando mi cabello.
Antes de poder decir algo, un hombre alto entra en mi campo de visión, con el rostro arrugado de enojo. Se dirige directamente a Jungkook, quien a pesar de ser alto, no le llega a la misma altura al hombre. Lo reconozco, aunque sus facciones estén de espaldas a mí.
—¿Qué crees que estás haciendo, Jungkook? —cuestiona irritado. Y sin ordenarlo, el resto del pueblo calla para poder escuchar al alcalde. Kim Namjoon siempre fue un hombre respetado e imponente, tanto así que fue el alcalde más joven que ha liderado el pueblo con una pulcra eficacia. Ni siquiera Jungkook se atreve a hablar, aunque su rostro no demuestre más que indignación—. Descubrimos la cabaña. ¿Planeabas dirigirte ahí? Y con... ¿Con Kim? ¡¿Con qué fin?!
—No los vamos a molestar nunca más -promete Jungkook, con la mandibula apretada. No aparta la mirada de él, rogando con los ojos por algo que todavía no soy tan inteligente para procesar. Apenas y puedo respirar, me consume la desesperación.
—La cuestión es que no te estarías arriesgando únicamente a ti, ¿te olvidas del pueblo? No podemos salir ilesos. Tan sólo mira a tu alrededor —el alcalde extiende los brazos para señalar a su gente, yo también pongo atención a los gestos decaídos de la mayoría, de todos usando vendajes en alguna parte de su cuerpo.
El causante fue la bestia, ¿por qué culpar a Jungkook por eso? No lo comprendo, y mi voz sigue escondida en alguna parte de mi garganta para preguntar. Y se esconde todavía más cuando el alcalde se da la vuelta para mirarme. Los hombres a mi espalda me sujetan con más fuerza para que me enderece.
—¡Yo lo amo! —exclama Jungkook antes de que Namjoon pueda pronunciar palabra. Su ruego me causa tiras de escalofríos en todo el cuerpo, creo que incluso comienzo a hiperventilar, no estoy seguro; no cuando sólo puedo concentrarme en los ojos rojizos de Jungkook que me miran intensamente a pesar de los metros de distancia-. No puedo... No sé cómo podría vivir sin él. Por favor...
Su afirmación causa un revuelo en todos los habitantes, que empiezan a maldecir algunos asustados y otros indignados. El alcalde no se muestra enfadado, sólo decepcionado. Y yo, yo apenas puedo mantener el flujo de mi respiración por mero instinto.
—¿Cómo amar a alguien que ni siquiera es humano, Jeon? —esta vez ni siquiera su voz es capaz de calmar a los habitantes alterados, pero no se detiene por el ruido. Aunque se me dificulta, me concentro por seguir el hilo de la conversación—. ¿Qué ibas a hacer en el bosque, encerrarte con él esperando a descubrir quién de los dos mataba primero al otro? ¿Cómo pensabas dormir tranquilo sabiendo que en cualquier momento de la noche Taehyung puede dejar de razonar? ¡Ni siquiera es capaz de recordar ahora!
—Taehyung siempre recuerda —alega Jungkook, igual de desesperado, a ese punto comienza a retorcerse para zafarse de la fuerza de sus captores—. Siempre recuerda, ¡y me encantaría que de alguna manera pudiera olvidarlo! Así no pasaría noches enteras arrepintiéndose de todo lo que hace cuando pierde el juicio.
—Basta, Jungkook. Eres un miembro importante de la comunidad, no podemos perderte por algo que no te va llevar a ningún lado además del infierno.
Como si se hubiera cansado de explicar, Namjoon saca de su abrigo una Beretta reluciente como la luna lluna y su brazo no tiembla ni un centímetro al apuntarla directo a mí. Para entonces mi mente es un caos de recuerdos, sueños e imaginaciones, pero poco a poco soy capaz de desenhebrar el hilo con el que se habían entrelazado. La bestia... Los colmillos anterrándose en los cuerpos magullados, los gritos angustiados pidiendo por piedad, el par de ojos de la muerte reflejándose en el cristal de la ventana antes de quebrarse...
Jungkook saltó hacia el alcalde con tanta fuerza que consiguió resbalarse de aquellos dos que lo sostenían, de inmediato le dio un codazo en la sien para hacerle soltar el arma. La bala que fue disparada al mismo tiempo cayó en alguna parte del bosque, con un estallido tan inofensivo como amenazante. Lo suficientemente tosco para alertar a todos los habitantes, quienes no tardaron en dispersarse hacia los arbustos y árboles, a excepción de algunos que se escondieron detrás de mí.
La Beretta deja de desplazarse por el suelo al chocarse con un par de botas marrones que se interpusieron sin planearlo, el dueño de éstas se mantiene quieto por unos segundos, pero finalmente junta el valor suficiente para cogerla. La mano que la empuña, a diferencia del alcalde, tiembla sin poder precisar su objetivo, aunque esté a menos de un metro. Jimin, mi mejor amigo que siempre fue comprensivo y empático conmigo, ahora me amenaza de muerte. No tengo ánimo de pedir clemencia, así que me mantengo en silencio y con la vista gacha para no alarmarle con mi mirada asustada.
—¡Jimin! —exclama Jungkook mientras lucha por su libertad, pues ahora lo sujetan entre más hombres. Yo apenas puedo distinguir su cara entre tantos hombros. El alcalde, a quien se acercaron varios cuidadores para corroborar su estado, se mantiene inmutable, y algo en su expresión me hace saber que ni siquiera tiene pensado hablar, no le hace falta—. Jimin... Por favor, tú comprendes que Taehyung no es culpable, él sólo tiene que aprender a lidiar con su maleficio.
—Eso creía, Jungkook. Y bien sabes que siempre luché por un trato digno para él... Pero esta tarde Taehyung asesinó sin piedad a mi hermana frente a mí. Se convirtió tan rápido que ni siquiera pudimos huir —Mi mejor amigo, aunque le tiembla el cuerpo, consigue el valor de darse la vuelta y enfrentar a Jungkook. Y no estoy seguro de porqué, pero de espaldas me resulta aún más aterrador—. Ya no hago esto solo para salvarnos a nosotros como pueblo, si no para detener la agonía que consume el alma de Taehyung cada vez más. Taehyung ya no vive bien. ¿No te das cuenta cómo le tiene el remordimiento constante? Tú vives con él, debiste notarlo mucho antes que yo.
—Podrá superarlo —insiste mi compañero, firme y sin dejar de resistirse de los que lo aprisionan.
—¡¿Dentro de cuánto?! ¿Y cuánta angustia tendrá que haber sobrellevado para entonces? Jungkook, ignorar no consigue nada.
—Tiene razón —mi ligero murmullo brota con más fuerza de lo planeado, de inmediato todas las miradas recaen sobre mí, como es usual—. Estoy cansado de vivir con miedo, Jungkookie... Con tanto pesar que ni siquiera disfruto el pasar de los días. Por muchas razones, he dejado de ser el joven idealista del que te enamoraste.
Jungkook es incapaz de comprenderlo, se aferra a una realidad de la que fuimos exiliados hace mucho tiempo... Todo estuvo bien hasta que comenzó la maldición que me echó una bruja hace años, la que me obliga a convertirme en un ser irracional incapaz de percibir más que un hambre voraz. No merezco un perdón, ni tampoco lo busco. Sólo deseo recuperar la paz que se me fue arrebatada.
Jimin parece leer mi gesto desconsolado, porque de nuevo me apunta con la Beretta. Ésta vez, no es tan evidente el nerviosismo en sus movimientos, pero sí en su expresión derrotada de la que sólo yo soy testigo. El alcalde, el resto de los habitantes, incluso el bosque permanecen en un silencio expectante. A excepción de Jungkook y los incontrolables latidos de mi corazón, ambos suplicando por el último ápice que me queda de humanidad.
—Lo siento, Jungkook.
Y con el susurro pesado proveniente de mi mejor amigo, pierdo la consciencia.
Ese fui yo, la bestia mitad hombre indefenso y mitad lobo insensible.
Ni siquiera tuve la decencia de darle un último cosuelo a Jungkook, entonces creo que también fui lo contrario: una bestia mitad hombre insensible y mitad lobo indefenso. Como sea, no tendré que atormentarme más por ello.
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