CAPÍTULO 4
George no tardó mucho en despedirse ya que las horas habían pasado muy rápidas y su cansancio podía notarse en las crecientes ojeras bajo sus ojos. Él prometió contarme más acerca de la mansión y su historia, pero, por el momento, me recomendó investigar el interior del lugar en el que vivía antes de aventurarme en las afueras.
Por lo que él me contó, mi abuela tenía un vecino cuya casa era colindante a las vallas que separaban mi terreno con el resto del bosque. Si eso era cierto, quizás la persona o personas que vivían allí estuvieran aun, pudiéndome contar más cosas sobre el lugar.
Tampoco descarté que conocieran a mis abuelos años atrás, pero la advertencia de George resonaba en mi cabeza al recordar que la gente de alrededor de ellos no los veía precisamente con buenos ojos. Al yo tener este lugar maldito bajo mi mano, ahora era yo la persona non grata de la zona.
Las supersticiones podían ser terribles, solo esperaba que me dejaran vivir una vida relativamente tranquila. No deseaba ser señalada por el resto de mi existencia como les pasó a mis abuelos.
No eran horas de visitas y menos de caminar bajo el abrigo de la noche sin saber nada de lo que me rodeaba, así que opté por prepararme para ir a dormir. Mañana tenía que ir a la librería bien temprano ya que no deseaba caerle mal a mi jefa ahora que había empezado con buen pie. Por el momento, todo estaba saliendo a pedir de boca.
Tras limpiar toda la vajilla que había usado durante la visita de George, cerré la puerta con llave asegurándome que todas las ventanas de la planta baja también lo estaban. Cerré las cortinas echando un último vistazo al exterior. El agua de la fuente brillaba en presencia de la luz de la luna, casi como un cuadro de inspiración gótica. La noche era bien tranquila, seguramente las noches aquí lo serían.
Esperaba que esa punzada de intranquilidad ante la novedad de encontrarme en un lugar desconocido se esfumase durante la semana. Todavía no comprendía como era posible que jamás los fuera a visitar a la mansión, ¿Acaso mis padres también temían este lugar?
Aunque no me hacía sentido porque siempre tuvieron buena relación con mis abuelos, no se distanciaron nunca en todos estos años. Cada vez que les preguntaba acerca de cuándo iríamos a visitarlos, el silencio era la única respuesta y, si tenía suerte, alguna evasiva sin pies ni cabeza.
Ellos no es que vinieran demasiado a menudo, cosa comprensiva debido a que ya eran mayores y a que la distancia no era precisamente corta. Tras la muerte de mi abuelo, mi abuela apenas se movía de su casa y cuando venía a vernos se notaba que no se encontraba precisamente bien.
Estaba intranquila, como incómoda incluso y eso era algo extraño de ver. Casi parecía otra persona.
Dejé de pensar en conspiraciones porque si encontraba algún motivo para pensar, por seguro no dormiría nada en toda la noche. Decidí incluso no leer a pesar de que era mi costumbre antes de acostarme, pero, debido a la visita, mis horas de sueño habían descendido bastante.
Subí las escaleras a paso lento de forma automática; dios, que cansada estaba. Al llegar a mi habitación, hice volar mis zapatos pudiendo liberar a mi cuerpo de la opresión de aquella elegante falda pudiendo enfundarme en mi cómodo pijama. Deshice mi moño a la vez que me lavaba los dientes y observaba en el espejo mi aspecto poco oxigenado. El cabello comenzaba a salírseme de mi peinado, los párpados mostraban con mayor claridad el tono morado de las venas además de mis ojos opacos casi secos de mantener la vista tantas horas en los libros y el ordenador. El trabajo era gratificante pero siempre debía de ir acompañado de analgésicos contra el dolor de cabeza.
Pero ya era hora de sentir el placer del sueño. No tardé en dar la primera cabezada de la noche en cuanto mi cabeza apoyó contra mi confortable almohada, pero un ruido me hizo despertar casi con un susto. Al mirar mi teléfono me di cuenta que habían pasado unas dos horas desde que me dormí, marcando la hora de las tres de la madrugada.
Me sujeté el pecho intentando comprobar de dónde provenía ese ruido; quizás era un sueño tan real que hasta me pareció escuchar algo. De nuevo, un golpe mucho más claro que el anterior, resonó en la parte de debajo de la casa. Comencé a temblar pensando en la posibilidad de que alguien hubiera entrado a la mansión, cosa imposible ya que todas las posibles entradas estaban ocupadas, lo que dejaba dos posibilidades; que hubiera otra entrada que no comprobé o bien que esa persona ya estaba aquí antes de mudarme.
Un escalofrío me recorrió toda la espalda, haciéndome encoger del pavor que me inundaba. Estaba completamente sola en un lugar que no conocía apenas y además sin vecinos aparentemente. No podría gritar, no podría pedir ayuda porque no llegarían a tiempo hasta aquí por encontrarme en las afueras. Estaba perdida y no sabía qué hacer.
Otro choque contra el duro suelo se escuchó de nuevo pero esta vez justo en el suelo bajo mi cama. Lo supe porque temblequeó levemente haciéndome emitir un grito de puro pánico. Estaba congelada, como maniatada contra aquella enorme cama, a merced de alguien que parecía querer hacerme pasar miedo. Sentía como era un juego porque, si realmente quisieran matarme por el mero hecho de hacerlo, ya estaría en un charco de sangre. Pero aquel que estuviera detrás de aquel sadismo, deseaba verme desfallecer del terror, que mi cuerpo descendiera su temperatura levantando mi piel en escalofríos y que deseara salir corriendo de la mansión para nunca volver.
Mi mente a toda velocidad pensaba en la posibilidad de que hubiera una especie de conspiración contra mí para que abandonase esa casa. Quizás la gente deseaba que la demolieran y así desvanecer de alguna forma esos "fantasmas" que tanto temían. Pero no pensaba irme y menos destruirla porque pertenecía a mi familia y eso era algo que iba a conservar. Yo adoraba la historia, el tener un trozo de pasado en mis manos para poder admirarlo. En aquellas paredes se encerraba también mi historia y parte de mí también estaba impreso en cualquier lugar de la mansión.
Así que, de alguna forma, tenía que enfrentar aquello. Antes de poner un pie en el suelo, un sonido como de que algo había deslizado dentro de la habitación, me hizo encogerme de nuevo, pero, esta vez, agudizando mis sentidos para ver de dónde provenía tales amenazas.
Pero al poner un pie en el suelo para adentrarme en la oscuridad que reinaba al fondo de mi dormitorio, una descarga me recorrió el cuerpo haciéndome caer al suelo completamente inconsciente. Un dolor agudo me atravesó todo el cuerpo a modo de quemazón desconectándome del mundo exterior de forma instantánea. Jamás en mi vida me había sentido igual y no comprendía si realmente lo que sentía, veía y escuchaba era real o bien estaba durmiendo teniendo la pesadilla más vívida de mi vida.
Pero las dudas se esfumaron en cuanto un clic resonó en lo más profundo de mi cabeza, quizás en un lugar más allá incluso de mi subconsciente. Cuando abrí de nuevo los ojos, me encontraba tirada en el suelo con la cama toda deshecha y ciertos signos de movimiento en mi dormitorio. Desde algunos jarrones que parecían haberse deslizado de la superficie donde descansaban hasta la ropa que me había quitado tras mi primer día de trabajo. En el fondo, allá donde la oscuridad no me permitía ver a mi agresor, se podía ver la puerta del cuarto de baño entornada y el albornoz que había usado, completamente estirado en el suelo. Con el corazón hecho trizas al borde del colapso, todas las posibilidades de que quizás lo que había sentido era cierto, me hizo comprimir el estómago hasta sentir un pinchazo de dolor.
Aunque mi mente, a veces demasiado fantasiosa, decidió mejor dar una explicación razonable para todo aquello. Pensé que quizás el estrés de la mudanza había activado en mí un sonambulismo, por lo que pensé que lo mejor que podía hacer era buscar un laboratorio de sueño para que me realizasen unas pruebas y así quedarme tranquila. No deseaba tener infartos cada vez que abría los ojos y me encontraba la casa como si alguien hubiera entrado a robar.
Para mi tranquilidad, a pesar del tremendo desorden, todo parecía en calma sin ninguna presencia detectable. Pude liberar el aire que tenía comprimido en mi pecho al cruzárseme por la cabeza el sonido que escuché acercarse a mí. Era tan tangible que un escalofrío me hizo agitarme violentamente.
No podía comenzar mi día con conspiraciones y temas un tanto escabrosos; tenía que prepararme para ir al trabajo y, esta vez, podría desayunar en mi propia casa. Para mi suerte, me quedaban cerca de tres horas para llegar a la librería, por lo que decidí tomármelo con calma y más tras el evento de la noche anterior. Esperaba que las noches siguientes fuesen más agradables.
Mi estómago me sugería que un buen desayuno haría que las penas fueran menos y que el día pareciese más radiante. Y en eso yo no podía negarle su razón.
Necesitaba algo con lo que ponerme las pilas y comenzar con fuerza. Decidí tomarme un buen bol de cereales con leche además de un café bien cargado para liberar la nube de sueño que aun rondaba a mi alrededor. El agua fría impactó contra mi cara antes de bajar por las escaleras; era necesaria para mí una correcta higiene antes de comenzar el día.
Aquellos ventanales que daban al comedor hacían filtrar la luz del sol de forma eficiente. La casa tenía una buena temperatura gracias a la disposición de las ventanas, con las que se aprovechaba gran parte de la luz del día. Además, el suelo de madera era cálido a diferencia del de mármol que había en algunas habitaciones como en los cuartos de baño.
Tenía pendiente revisar todas las habitaciones además de llamar a George para preguntar acerca del antiguo servicio que regentaba cuando mi abuela estaba viva. Todo parecía en un estado demasiado bueno como para que no cuidara nadie de la casa.
Por lo que sabía, el fallecimiento de mi abuela fue hacía un mes aproximadamente, por lo que, sin una buena gestión de la finca, ya habrían brotado malas hierbas y secado los rosales. Todo parecía suspendido en el tiempo, casi podía sentirla entre las paredes de mi nuevo hogar.
Era la heredera de todo lo que tanto ella como mi abuelo habían trabajado, aunque bien sabía que no muchos estarían felices por mí. La mansión era considerada una carga, algo que debía de extinguirse para la mayor paz de todos y eso, tarde o temprano, me traería problemas.
Pero el día era demasiado largo como para preocuparse por todo de golpe. Debía de afianzar mi puesto de trabajo para tener una preocupación menos en mi vida y así también sentirme adaptada. En cuanto a la gente de la ciudad, pronto echaría un vistazo para saber más acerca de ellos; era necesario por la posición donde me encontraba.
Y en cuanto al antiguo vecino de mis abuelos, iba a averiguar algo más, pero, sobre todo, si seguía aun allí o, por el contrario, ni su casa ni su presencia quedase en el terreno colindante a la mansión.
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