Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 14


Qué terribles eventos acontecieron en esta casa, los cuales impregnan mi memoria cada vez más apagada.

Triste es mi soledad, pero mucho peor es cargar con un estigma imborrable.

Tardamos un poco más de un par de horas en salir del hospital con un diagnóstico claro: había sufrido un pico tan elevado de estrés que había comenzado a ver borroso. El médico me aconsejo guardar reposo e intentar no exaltarme más de la cuenta para evitar que me ocurriese de nuevo, aunque era un poco complicado viendo que tales visiones me acompañaban allá donde fuera.

Y la charla con Bill no había mejorado mis ánimos, sino más bien lo contrario; había abierto una brecha en mi interior que llamaba más a mi curiosidad. Él me había subido a su coche para llevarme de nuevo al hotel para coger mis cosas e irme de nuevo a su apartamento. Si las circunstancias hubieran sido otras, me hubiera negado en redondo, pero temía estar sola.

Mi teléfono lo había dejado en el cuarto de baño, cosa que necesitaba para comprobar si me había llamado la policía para informarme acerca de la investigación de mis padres además del asesinato de la mansión. Parecía ser que la incompetencia en el cuerpo quería fastidiarme la vida.

Todo sería más fácil si tomara la decisión de hacer de nuevo mi maleta y volver a mi antigua casa, pero mi trabajo me gustaba, aunque mi jefa fuera tan extravagante. Además, era la única que podía proteger el legado de mis abuelos.

Y si Bill estaba en lo cierto, si nadie protegía esa casa, el resto de los habitantes intentaría entrar en la misma e incluso, destruirla. Era un símbolo de mal fario en la ciudad, por tanto, deseaban que fuera eliminado como una mala hierba en un jardín de rosas.

La llegada al hotel no fue demasiado incómoda, de hecho, ninguno de los del servicio me preguntó si me encontraba bien. Tan solo choqué con algunas miradas furtivas, pero nada más para mi gran fortuna.

Las llaves las recogió Bill en mi nombre ya que los del hotel ya estaban informados de mi salida del mismo. Quedarme otra noche más no era algo que estuviera en mi lista de deseos o de cosas por hacer. Yo me quedé en el pasillo mientras que Bill iba recogiendo todo lo que le iba indicando desde afuera. Mi pulso se iba acelerando conforme pasaba más y más tiempo en aquel lugar, hasta el punto de que el pánico entumecía mis extremidades.

—Bill, agradezco enormemente tu ayuda, pero necesito que te des prisa. Estoy empezando a sentir una incomodidad inaguantable.

—Si tienes miedo, no pasa nada que lo admitas, no te hará menos fuerte—Dijo con su habitual ironía. No era el momento de enzarzarse en discursos, sino de salir de allí lo más rápido posible.

Bill maldijo varias veces, preguntando qué sucedía ahí dentro. Con un bufido, él me contestó:

—Lo he encontrado todo menos tu teléfono. No comprendo, he mirado justo donde dijiste.

—¿Sobre la tapa del váter?

—Sí y en cualquier rincón de la ducha por si se hubiera resbalado. Sobre el lavabo, sobre el pequeño estante debajo del espejo, dentro de cada uno de los cajones del baño...no hay nada Eva, ni rastro de él.

—Está bien, tengo que bajar a recepción y preguntarles; quizás ellos se lo quedaron por accidente y no se acordaron en dármelo.

Bill no parecía muy contento que me moviera por el hotel sola, pero le tranquilicé diciéndole que no tardaría demasiado y que siguiera buscando por otros lugares de la habitación por si alguien lo hubiera colocado en otro lugar.

Tras bajar las escaleras, eché un rápido vistazo a todos los que se encontraban en el hall principal del hotel. No había muchos huéspedes, reconociendo al instante a la mujer que estaba discutiendo en la habitación contigua a la mía en el momento que tuve el percance en la ducha. La conversación que logré escuchar entre ambos y el hermano de ésta, me dejó un tanto fría.

No es habitual hablar de muertes o de herencias en medio de un hotel para que la gente curiosa tenga la oportunidad de escuchar. Ella, en cuanto estuve en su campo de visión, me siguió con la mirada sin apenas pestañear. El recepcionista me atendió con una enorme sonrisa forzada:

—Buenas tardes tenga señorita, ¿Desea algo?

—Sí, disculpe, me alojé en la 209 y creo que dejé olvidado mi teléfono allá dentro. Tuve que ir al hospital por una emergencia y probablemente me lo dejé olvidado.

El rostro apenado del recepcionista me indicó que sentía darme una información que no me iba a gustar en lo absoluto. Suspiró y me contestó:

—Lo siento terriblemente señorita, pero no hemos encontrado su teléfono. Siempre que alguien abandona su habitación, nuestra política de empresa es guardar todos los efectos personales del huésped en una taquilla durante una semana. Hemos limpiado y organizado su habitación y no hemos encontrado absolutamente nada, tan solo su maleta y algunas prendas de ropa que estaban sobre su cama y que hemos colocado sobre una silla. Lo lamento mucho y si lo desea, puede darnos el número de alguien que conozca para llamarlo si encontramos algo.

—Está bien, no te preocupes. Gracias por la información.

Terriblemente molesta, me di la vuelta para subir de nuevo al segundo piso, topándome con los ojos escrutadores de aquella mujer de negro. Por su mirada vidriosa, su rostro pálido y su semblante serio, podía ver que se encontraba de luto, en cuyo interior se liberaba una batalla cuyo corazón se sentía débil. Apenas podía verse parcela de piel ya que aquel vestido la cubría completamente. Tan solo había detalles en blanco en los puños y el cuello del mismo, confiriéndole un aspecto aún más anticuado.

Aparté la mirada y comencé a subir las escaleras, escuchando unos leves pasos tras de mí. Decidí no averiguar quién me seguía de cerca, aunque tenía una leve sospecha. Me di prisa y llegué al pasillo donde escuchaba aun los resoplidos de Bill haciendo eco por las paredes desgastadas del hotel.

Sonreí ligeramente, aunque los escalofríos eran intensos en mi espalda. Los pasos seguían tras de mí, pero no estaba sola y podía corroborar que no estaba loca.

Al llegar al umbral de la puerta, giré lentamente la cabeza para mirar tras de mí, topándome con una figura de color negro la cual reconocía perfectamente a pesar de encontrarse en un ángulo de luz pobre. Aquella desconocida me miraba como si yo fuera lo más interesante del lugar, como si lo único que le importase era verme. Aquella terrible sensación de inquietud al ver sus ojos brillar con melancolía, me hacían querer gritarle que me dijera lo que tenía que decirme para dejarme en paz, pero no me hallaba en el mejor momento para comenzar una conversación con una desconocida.

Y para colmo se me había pasado la hora para visitar a la bibliotecaria y mantener una charla amena y esclarecedora. Estaba segura que podía hablarme un poco más de la mansión y de las opiniones de los habitantes sobre ella.

—Todo llega a su lugar, todo llega a su momento—Me repetí una y otra vez. Era lo que siempre decía mi abuela cuando le pedía más caramelos o me quedaba mirando un escaparate. Nunca quiso malcriarme a pesar de la enorme fortuna que tenía sobre sus espaldas y aunque cualquiera se hubiera molestado y hubiera pensado que ella era una vieja gomia que no quería compartir su dinero con nadie, yo agradecía que no me hubiera convertido en una mujer vacía cuya carcasa estaba cubierta de joyas y ropa cara. Mi forma de ser era, en gran parte, a la forma que tuvo mi abuela de enseñarme el mundo, aunque fuera por poco tiempo.

Mis padres nunca lo vieron bien, casi nunca me dejaban pasar tiempo con ellos. siempre tenía la misma discusión con ellos, implorándoles que me dejasen ir a la mansión de ellos ya que eran el único nexo de sangre que tenía en el mundo.

Pero el mencionar la casa de mis abuelos, era sinónimo de invocar a uno u varios demonios. Ese día mi madre estaba inaguantable y pasaba gran parte del día encerrada en el dormitorio. Por mucho que lo intenté, nunca supe las razones de ese silencio.

Y ahora que ya estaba donde quise estar, mis padres desaparecen y para colmo, la estancia parece ser que no es tan apacible como imaginaba. Aunque la nostalgia era palpable al oler el aroma de mi abuela en los cojines y flotando por casi cualquier rincón de la mansión, algo más a lo que no lograba poner palabras, me aguardaba allí, esperándome. Quizás me había sugestionado, pero lo sentía así.

Y por la mirada de aquella mujer, algo me decía que sabía algo acerca de lo que me estaba pasando. Estuvo presente en el ataque que sufrí en la ducha y ahora me seguía hasta mi habitación; todo era tan extraño que no podía encontrar explicación alguna.

La figura de Bill con mi maleta cerrada, apareció en el umbral de la puerta, cerrándola tras de sí. Su rostro se encontraba del color de las fresas y el sudor le caía por la punta de la nariz. Con un pañuelo que tenía en el bolsillo, le limpié ligeramente la frente, justo como se hace con los médicos en plena operación.

—Listo, ya nos podemos marchar señorita. Mi suite no es tan recargada como ésta, pero bueno, eso tú ya lo sabes.

Sonreí ligeramente, echando un rápido vistazo al lugar donde la mujer se escondía, pero ya no había nadie. Me quedé ensimismada mirando aquel lugar, pensando en la posibilidad de que fuera una extraña aparición al igual que todas las que había visto estas semanas. Bill me tocó el hombro visiblemente preocupado:

—Eh, ¿Ocurre algo?

—Si te lo cuento no sé si me vas a creer.

—Ponme a prueba, como decía mi madre, cosas más extrañas he visto que lo que tú me vas a contar, seguro.

Aunque lo dudada, lo dudaba demasiado. Quizás me venía bien confiar en Bill y contarle todo lo que me estaba ocurriendo. A fin de cuentas, era el único que sabía quién verdaderamente era y no salía en busca de agua bendita pensando en que estaba poseída.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro