Evil Tour
Era una chica guapa con una agradable sonrisa, amable y carismática a más no poder. Por eso y mil razones más era considerada como la novia perfecta, la pareja que a todos les gustaría tener.
Pero para su novio era una historia diferente. Para él, la muchacha era como el mismo demonio. Con él no era amable ni mucho menos la novia perfecta. Le tenía miedo, todos los días se esforzaba para no cometer el mínimo error y hacerla enojar.
Ella era extremadamente celosa, no le gustaba que tuviera amigos que no hubiera aprobado con anterioridad. Se tenía que reportar las 24 horas del día. Y en caso de no hacerlo, lo golpeaba para que no se volviera a repetir... Pero nunca pensó que llegaría a tal grado.
Ella era todo menos perfecta.
Él lo sabía.
Ella solo quería una cosa en el mundo, y eso era el corazón de su novio, el amor de su vida.
Quería que el joven fuera suyo, y pensaba que lo había logrado cuando lo hizo su novio. Pero no fue así, ella quería más. Quería que él solo tuviera ojos para ella, quería ser su razón de vivir, quería que su corazón fuera solo suyo.
Y al final lo logró.
Sus manos se sentían tibias, porque esa era la sensación de poseer el corazón de su novio.
A decir verdad, era bastante cálido.
Llegó al lavabo de los baños de la universidad con mucha prisa. No había ni una sola alma acompañándolo en su más desastrosa miseria. El espejo nada más le mostraba su detestable imagen, esa que podía engañar a más de una persona cercana. Pero jamás pudo engañarlo a él.
Era lamentable.
Empapado hasta la médula, recordó lo mucho que odiaba el otoño y la maldita lluvia que lo seguía. Lo había perdido todo en un día tan deprimente como este, desde su dignidad hasta el dibujo de acuarelas en el que había invertido toda su noche, solo para plasmar el mejor retrato del hombre que amaba. El rostro de su amado empezaba a perderse debido a las grandes gotas de lluvia que no había podido esquivar. De la misma forma lo hacía su propia cara con las lágrimas negras que comenzaban a despellejar su piel. Posó sus manos sobre ellas, intentando recuperar un poco de los tejidos, pero todo era inútil, su rostro se deshacía de la misma forma que el retrato.
Lo había amado tanto al grado de estar dispuesto a perderlo todo. Apostó su vida entera para obtener la de su amado, y todo fue en vano.
Nunca lo quiso, jamás lo querría.
Y tal y como la pintura que yacía en el suelo lo hacía, su vida comenzó a evaporarse. Se sorprendió al ver que ese mismo pincel, que había hecho perfectos trazos en el lienzo la noche anterior, ahora perforaba su bazo.
No lo había contemplado de esa forma tiempo atrás. En retrospectiva, podría decirse que trabajaban mano a mano en la misma compañía, por lo que su mejor amigo resultaba ser una pieza fundamental en logro de los objetivos comunes. Sabía de buena mano que la empresa lo necesitaba más a su amigo que a él mismo. Debería alegrarse por ello.
Sí, debía.
Mientras su amigo le hablaba durante el almuerzo, no podía evitar detenerse a observar su rostro casi perfecto, su dentadura exageradamente blanca y sus pómulos sobresalientes que le daban un aspecto único a su perfil. Las palabras que salían de su boca también eran casi perfectas como él, tan organizadas y seguras, que podías caer con facilidad bajo sus encantos.
Había estado hechizado. Sí. Todos aquí estaban hechizados, porque no podía existir tal perfección cuando ni siquiera él, por muchos años que llevara intentando arduamente, lo había logrado.
¿Por qué era no podía ser como él? No, ¿por qué no podía ser mejor que él? ¿Por qué?
Su cerebro se estaba derritiendo y sus ojos comenzaron a nublarse, debía ser a causa del sol. Eso suele pasar durante los días calurosos y secos, ¿verdad?
El grito horrorizado de su otra compañera de trabajo lo trajo de regreso. Estaba aturdido, por un momento, el trago amargo en su boca lo alejó de la realidad. Para cuando volvió su mirada hacia el frente, la imagen de su más espléndida obra de terror se mostró ante sus ojos.
Su mejor amigo tenía agujeros con sangre en el rostro, pecho y abdomen. ¿El arma? Ah... la sostenía él justo entre sus manos.
No podía comprender el desespero de las personas corriendo de un lado a otro o sus miradas aterrorizadas cada vez que chocaban con él, ni los gritos agudos que pretendían romper sus tímpanos.
Intentó seguir caminando tranquilamente, pero el aroma a desesperación y temor se hizo más fuerte, al punto que se sentía asfixiado. Empezó a toser intensamente, expulsando una flema verdosa que descendió sobre su barbilla. De repente, sus fosas nasales se abrieron y la oscuridad reinó.
Cuando el sabor salado de los sesos llegó a la punta de su lengua, fue su verdadero despertar.
Dolor, locura y enfermedad, dentro de ti puede estar oculta la maldad que corrompe tus pensamientos más profundos. ¿Te atreves a encontrarla?
Tu mente poco a poco se deteriora, se pudre con la maldad tomando diversas formas, corroe lo mejor de ti para transformarlo en algo siniestro.
La sangre que corre por tus venas y arterias se convierte en veneno.
Tus propios fluidos te ahogan.
Tu corazón y estómago se pudren.
Y tus sesos no son más que carne triturada.
Te miras al espejo, pero la imagen que devuelve es la de un monstruo.
Finalmente, creas tu propia realidad y vives en ella.
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IDEAhouse te invita a descubrir lo que tenemos preparado para ti por el mes más escalofriante de todos.
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