Oprigtig
"A ti, el hijo concebido en mentiras, consecuencia de un amor irreal e infructífero.
En tu vida sufrirás el dolor que nunca provocaste.
En tu cuerpo surgirán las marcas que sólo son visibles en las almas podridas.
Aquel que te ame de verdad tendrá que enfrentarse ante todos sus miedos."
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Yeonjun había estado corriendo durante horas, y a pesar de que logró huir de todos lo encapuchados que le perseguían, su débil cuerpo de niño no soportaba más.
Con las pocas fuerzas que le quedaban se adentró a lo más profundo del bosque que pudo, y en cuanto dejó de sentir las pisadas en su espalda se permitió recostarse en un árbol cercano, sobre el pasto verde y húmedo.
Las cosas eran de ese modo últimamente, pues tenía que defenderse de amenazas desconocidas a la temprana edad de diez años. Aunque no era de sorprender si se tomaba en cuenta que era el segundo príncipe Kim, heredero al trono; por ese simple hecho estaba destinado a tener múltiples enemigos y a que su vida fuera atentada por ellos.
Sin embargo, nadie creería que la principal persona que deseaba deshacerse de él, fuera la reina. Y que esta estuviese dispuesta a contratar asesinos con tal llevar a cabo su cometido.
Era bien sabido que la esposa del rey soberano no le tenía gran estima al segundo príncipe, pues este era un hijo formado fuera del seno de la familia, el cual a pesar de ello, llevaba el puesto de heredero.
¿Pero era necesario llegar tan lejos?
El hecho de que el pequeño Yeonjun estuviese recuperando sus fuerzas en medio del bosque era una evidencia invaluable de cual sería la respuesta.
Su cuerpo se sentía pesado y su respiración estaba en sobremanera agitada, pero a pesar de ello todos sus sentidos se agudizaron en cuanto escucho el crujir de las ramas de algunos arbustos que estaban a su alrededor.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó alzando su voz, mientras se levantaba y recargaba todo su cuerpo en el árbol, con tal de no caerse o desplomarse.
En respuesta de su pregunta un pequeño conejo negro hizo su aparición, saliendo de en medio de los arbustos para acercarse hasta él. Yeonjun soltó un suspiro al ver al diminuto animal, sintiendo cómo el terror y la preocupación que se habían formado se esfumaban por completo.
Una sonrisa se formó en su rostro momentos después y se puso en cuclillas para tomar al conejito entre sus manos y hacerle cariño en su suave pelaje. Tan inmerso estaba en ello que no sintió cuando una tercera presencia hizo acto en el lugar, por lo menos no hasta que escucho un grito desesperado.
—¡¡Tobin!! —gritó una voz a unos cuanto metros, haciendo que Yeonjun se sobresaltará y soltará al animal. —Estaba tan asustado, no debes separarte de mi —chilló el desconocido, mientras sorbía su nariz. Corriendo hacia el conejito como si su vida dependiera de ello.
Yeonjun lo analizó con la mirada, concluyendo que no debía ser un niño mayor, pues su estatura era más baja que la suya y su voz notablemente más aguda. Sus ojos se enfocaron por completo en su cabellera roja ondeada y en las pequeñas pecas sutiles que adornaban su rostro, dándole un aspecto delicado y adorable.
—¿Tú encontraste a Tobin? —preguntó el niño con curiosidad, mirándole con sus penetrantes ojos color ámbar. Al mismo tiempo que tomaba al conejo y rascaba atrás de sus orejas con ternura.
—Yo solo... es-estaba aquí sentado y el apareció de la nada —explicó Yeonjun en voz baja, sintiéndose repentinamente avergonzado.
—Ya veo —dijo el contrario mientras asentía con una pequeña sonrisa de labios cerrados, la cual resaltaba sus esponjosas y rellenas mejillas —No viene mucha gente hasta esta parte del bosque, ¿acaso te perdiste? —cuestionó preocupado.
—La verdad nose en donde estoy —confesó Yeonjun con tristeza —Estaba escapando de un grupo de personas que me perseguían.
—¿Hiciste algo malo? —cuestionó el pequeño pelirrojo con una ceja alzada.
—¡Por supuesto que no! —exclamó Yeonjun negando con el rostro.
—¿Entonces porque te perseguían?
—No lo se —dijo después de pensárselo por unos minutos —¿Tú porque estas aquí?
—Vivo aquí.
—¿En el bosque encantado? —cuestionó sorprendido, a él le había sido fácil ingresar en medio de la espesura de los árboles, pero era debido a su agilidad y ciertos dones innatos que poseía al ser parte de la familia real.
—Si, aunque de encantado no tiene mucho —respondió el pelirrojo, alzando sus hombros para restarle importancia. —La abuela Dahye dice que es algo que han inventado con los años, un rumor falso que se propagó por el pueblo y terminaron asimilándolo como verdadero.
—Ya veo, ¿Entonces vives aquí con tu abuela? —preguntó curioso, recibiendo un asentimiento por parte del contrario. —Hemos estado hablando, pero no me he presentado. Mi nombre Yeonjun, Kim Yeonjun y tengo diez, ¿Cual es tu nombre?
—Soobin, pronto cumpliré los nueve —dijo el menor dedicándole una sonrisa, sin embargo, volvió a hablar en cuanto vio que Yeonjun esperaba que completara su pequeña presentación. —Es solo Soobin. —añadió.
—Ohh, entiendo —dijo Yeonjun, sin saber que más agregar.
Él, que había pasado todo ese rato de pie recargando su espalda contra el tronco del árbol, sintió sus piernas temblar debido a lo mucho que las exigió en la extensa persecución, la cual había durado horas.
—Mi hogar está cerca, si quieres puedes descansar en el hasta que se renueven tus fuerzas —ofreció Soobin al darse cuenta de su condición debilitada físicamente.
—Te lo agradezco, pero no creo que pueda desplazarme mucho por mis piernas —explicó el mayor con una mueca en el rostro.
—No te preocupes por ello, invocaré un animal grande para que pueda llevarnos a ambos —comentó Soobin sereno.
Luego de ello procedió a alzar una de las manos que sostenía al conejito para posicionarla sobre el, moviéndola mientras susurraba algunas palabras; logrando de esta forma en tan solo segundos que el pequeño animal desapareciera, dejando en el aire un extraño polvo negro que se disipó rápidamente. Después de ello, realizó un círculo en el piso con uno de sus pies, y repitió en murmullos "vær min hjælp, og jeg vil være din næring, din skaber" hasta que diminutos destellos grises salieron del círculo, empezando a formar algo parecido a lo que era un lobo.
—Estás especies de Lobos sólo se veían en la zona sur del reino de Dyster, o por lo menos eso leí en un libro ilustrado, antiguamente los utilizaban para montar, pues son más inteligentes y rápidos que los caballos —le contó a Yeonjun con emoción, recibiendo en respuesta una expresión sumida en asombro.
—¿Eres hijo de algún hechicero? —preguntó Yeonjun viendo con impresión y un poco de temor la figura del imponente y gigantesco lobo que se había formado frente a él.
—Nose quienes son mis padres, pero lo dudo. La abuela Dahye es quien se encarga de enseñarme magia.
—¿Ella es una hechicera?
—No lo es —aseguró Soobin —Solo me enseña e instruye en cómo debo hacer las cosas, nunca la he visto realizar hechizos mágicos.
—Esto es impresionante, pero no estoy seguro de subirme a esa cosa —aclaró Yeonjun asustado, negándose si quiera a acercarse.
—No tienes que tener miedo, todo lo que invoco es creado por mi mismo, así que nada te podrá dañar.
De forma consiguiente, luego de seguir su conversación acerca de lo que podía o no a hacer Soobin, Yeonjun accedió a subirse sobre el lobo, al cual el menor guió hasta su humilde morada.
El camino fue rápido, debido al paso veloz que adoptó el animal, por el cual no tuvieron mayores inconvenientes.
En cuanto llegaron a la casa de Soobin ambos niños se bajaron del lobo e ingresaron sin miedo por sus puertas. Yeonjun siendo medianamente ayudado, debido a su condición debilitada.
La casa no era muy grande, o por lo menos esto pensaba Yeonjun, que estaba acostumbrado a vivir en el castillo y a ver habitaciones aún más gigantes y espaciosas que todo aquel lugar. Sin embargo, era acogedora y olía de una forma peculiar que lograba relajarle.
—Puedes acostarte en mi cama y descansar —propuso Soobin al ver como el mayor se mantenía de pie, pero con unos ojos somnolientos.
Yeonjun asintió a ello, pues repentinamente todo el cansancio acumulado durante esos días y anteriores se había manifestado en ese momento.
Soobin por su parte le guió hasta su habitación tomando una de sus manos y lo ayudó a acostarse en la cama con delicadeza.
A sus cortos ocho años de edad se sentía orgulloso y capaz de si mismo, pues había logrado ayudar a un chico parecido a él y había invocado un gran animal con éxito, haciéndose cargo.
Sin embargo, todo ello se desmoronó en cuanto Dahye ingresó a la casa con un gesto enojado, indicándole que lo siguiente que vendría sería un reto.
—Has desaparecer de inmediato a la bestia que está afuera —le ordenó al menor molesta, apuntando la puerta de entrada para que pudiera hacer su trabajo rápido.
Soobin asintió desesperado ante ello, tragando con terror un mini nudo que se había formado en su garganta. Salió de su casa angustiado mientras repetía las palabras de reversa con rapidez, haciendo desaparecer al magnífico lobo de pelaje negro, única evidencia de su avance en lo mágico.
—¿No estás feliz de mi avance? —le preguntó a la mayor una vez terminada su tarea.
—Claro que no Soobin, gastas demasiada energía cuando creas animales tan grandes. Hay otros hechizos que son primordiales y más beneficios para ti —se quejó la mujer mayor mientras colocaba cobre el meson de la cocina un montón de alimentos que había ido a comprar al pueblo más cercano —¿Me entiendes? —preguntó con tono autoritario, recibiendo una asentimiento inmediato.
—Pero lo hice por una buena razón abuela —le dijo Soobin a Dahye entristecido —Había un chico en medio del bosque que estuvo corriendo por horas para escapar de unas personas malvadas y lo traje hasta nuestro hogar para que descansara.
—¿Un chico dices? —preguntó descolócala la anciana.
—¡Así es!, ahora está durmiendo en mi habitación. —aviso Soobin emocionado, apuntando con su mano a la puerta de su cuarto para especificar de mejor forma.
Dahye dejo lo que estaba haciendo en la cocina para dirigirse al cuarto de Soobin y abrir la puerta sin hacer ruido, con tal de no despertar a la visita. Miró sorprendida al pequeño pelinegro que yacía acostado en la cama, durmiendo con total libertad sin desconfiar ni un poco. Analizó en especial su rostro, el cual llamó su atención al contemplar un distintivo lunar posicionado entre su ojo y pómulo derecho.
A paso lento dejo el cuarto y cerro despacio la puerta, volviendo a la cocina con una pregunta rondando por su mente.
—¿Tu amigo te dijo cuál era su nombre? —le preguntó a Soobin de la nada, sobresaltandole, pues el menor se encontraba concentrado revisando todo lo que había traído su abuela, de forma curiosa.
—Me dijo que se llamaba Kim Yeonjun. —comentó el menor como si nada —¿Por qué? —preguntó viéndola con ojos inquisitivos.
—No es nada —concluyó la mayor, restándole importancia —Creo que se parece mucho al apellido de ciertas personas que conozco —explicó de forma sutil. —Pero no debes preocuparte por ello. ¿Que te parece si preparamos una sopa especial para reponer las fuerzas de tu amigo en cuanto se despierte?
—¡¡Siii!! —exclamó Soobin emocionado, dando pequeños saltitos de alegría.
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A medida que uno va creciendo no se da cuenta de cada uno de los cambios que va experimentado, en especial cuando se lleva una vida rutinaria. Sin embargo, si te puedes dar cuenta de los cambios a tu alrededor, de cómo cambia tu ambiente o como cambian las demás personas.
Soobin había cambiado con el paso del tiempo, tanto física como mentalmente. Y a pesar de que él aún no se diera cuenta del todo de ello, Dahye y Yeonjun si se daban cuenta de cómo iba madurando poco a poco.
Después de haber cuidado de Yeonjun, este les dio las gracias y fue guiado por Dahye en medio del bosque, hasta estar cercano a lo que era el palacio real.
No obstante, a pesar de haberse ido en ese momento, el menor comenzó a frecuentar seguido el bosque para encontrarse con el único amigo que había logrado hacer en el reino.
Y de este modo, se pudo forjar un lazo permanente en Yeonjun y Soobin, quienes a pesar de llevar vidas diferentes lograban complementarse juntos.
Ocho años después Yeonjun había alcanzado su mayoría de edad, y Soobin estaba pronto a cumplir los diecisiete. El mayor debía encargarse de ciertas responsabilidades en el reino, y por esa razón no habían tenido tiempo de verse tan seguido como lo hacían con anterioridad.
A ambos les definían distintas cosas, y para Soobin una de ellas era la arquería.
Crear un arco con magia no gastaba tanta energía, pues era un objeto pequeño e inerte que podía llevar consigo a todos los lados, las flechas al ser hechas de pura magia eran aún más resistente, pues las podía manejar a su antojo.
Todos los días se despedía de la abuela Dahye y se dirigía a un campo improvisado que había creado el mismo, con ciertos blancos dispuestos para apuntarles; y de esta forma practicar y mejorar su puntería aún más.
El el último en especial, el blanco era un pequeño puntito remarcado en un gran árbol, al cual debía llegar con una de sus flechas.
Su preparación mental para ello era importante, debía respirar hondo y tranquilizarse, para así enfocarse de lleno en la flecha que lanzaría.
Su capacidad de concentración se debía ampliar y buscaba tener una puntería perfecta en cualquier ámbito.
Una vez en específico fue de este modo, y él se preparó para disparar en aquel objetivo difícil en el cual casi siempre fallaba.
En cuanto Soobin tiro de su flecha soltó un grito de felicidad que tenía guardado, pues estaba seguro que su práctica de meses resultaría, y lograría por fin dar justo en el blanco.
Sin embargo, antes de que su flecha llegara al diminuto punto blanco del árbol que estaba a muchos metros, está chocó contra una reluciente espada plateada.
—¿Cómo está mi pelirrojo favorito? —cuestionó Yeonjun con naturalidad luego de haber arruinado su tiro perfecto, guardando nuevamente su fuerte espada en la funda que estaba sujeta a su cintura.
—¡Estuve a punto de lograrlo! —se quejó Soobin gritando y agarrando su cabeza de forma dramática mientras negaba.
—Estoy seguro de que hubieras podido hacerlo —ánimo Yeonjun con una sonrisa ladina, recibiendo una mirada con el ceño fruncido de parte de Soobin, pues el mismo lo había arruinado —Te juro que hasta mi espada tembló, tus flechas mágicas son más fuertes que antes.
—Supongo que gracias —suspiro Soobin luego de sus palabras, resignándose a haber completado su entrenamiento con la flecha. Yeonjun siempre era del tipo molestoso que interrumpía apenas tenía un pequeño tiempo libre —¿Has tenido mucho trabajo?
—Más que nada papeleo —explicó Yeonjun con una mueca disconforme en el rostro —Ya sabes, muchas cartas de personas a lo largo de todo el reino que me piden que les aconseje o ayude a resolver ciertos asuntos.
—Uhg, ya veo porque prefieres venir a molestarme antes que seguir con tus obligaciones.
—Si bueno, ¿qué te puedo decir?. Me encanta pasar tiempo contigo —dijo con un tono sardónico, y su típica sonrisa altanera que nunca se había ido.
—Pero hablando en serio, ¿has venido por algo importante o no? —cuestionó Soobin, utilizando el común tono de una madre que se preocupa por sus hijos. —Han sido contadas las veces que nos hemos visto este año, y yo lo entiendo, se que como príncipe heredero tienes que encargarte de mejores cosas que tan solo estar con un amigo de infancia.
—La verdad... hay un favor que te quiero pedir —confesó el mayor avergonzando, con sus mejillas tiñéndose levemente de rosa debido a las palabras vergonzosas que estaba por decir —Me gustaría que seas mi pareja en el banquete que se realizará para nombrarme como legítimo principe heredero.
—Ya veo —dijo Soobin asintiendo, para después pensar nuevamente en sus palabras y comprenderlas, terminando por abrir sus ojos desmesuradamente y sentir como parte de su mandíbula se desencajaba por la impresión —¡¿Qué yo que?!
—Por favor Binnie, te necesito —suplicó Yeonjun juntando ambas manos en forma de petición. —Mi padre quiere anunciar mi compromiso con la hija mayor del duque Choi, Leylha, que es más grande que yo por dos un poco más de dos años.
—No veo problema en que te vayas a casar Yeon —criticó Soobin descontento por el acto infantil del contrario, pero a pesar de ello, su actitud no era más que un escudo de sus verdaderos sentimiento, pues escuchar ello hacía que su corazón sufriera en sobremanera —En algún momento debes formar familia y hacerte cargo del reino, es tu deber. Imagina cuanto quisiera tu hermano Taehyung ser considerado en el puesto de heredero al trono, pero no puede por el hecho de la enfermedad incurable en sus extremidades.
—Lo sé, lo sé, no me quejo del papel que se me ha dado —repuso Yeonjun, para luego acercarse hasta el menor y tomar sus manos en un gesto de súplica —Pero no puedo casarme con Leylha, es insoportable y solo quiere estar conmigo por mi título y posición. Es soberbia y altanera, ni siquiera me nace el intentar quererla.
—Yo no soy tan diferente —opinó Soobin, pues si bien no quería cosas como un título o estatus, recordaba perfectamente cuando el mayor huía enojado del bosque diciéndole que era insoportable.
—Eres completamente lo contrario.
—Bueno —suspiro Soobin, apoyando al mayor y siguiendo su loca idea —Pensemos como sería si la gente me ve llegar contigo a este banquete, ¿Crees acaso que todos estarán de acuerdo en que te presentes con un desconocido del brazo?. —preguntó simulando la situación —Hay tres puntos en nuestra contra en todo esto. Primero, soy hombre; algunos consideraran una aberración vernos juntos. Segundo, soy un plebeyo; la gente criticara aquello y la apreciación que te tienen bajara considerablemente. Tercero, nose de etiqueta ni modales, terminare avergonzándote.
—Creo que es obvio que no te preguntaría si no tuviera claras las consecuencias que hay, aunque el tercer punto no es relevante, sólo debes saludar a las personas con respeto, pero otros modales explícitos a la hora de comer no serán necesarias, pues la mayoría de las cosas serán de autoservicio.
—Esto es una mala idea —repitió Soobin, llevando las yemas de sus finos dedos al puente de su nariz para apretarlo ligeramente. —Está bien, ¿Cuándo es el banquete?
—¡Si! —grito feliz Yeonjun, acercándose a su rostro y agarrándolo entre sus manos para dejar besos consecutivos en su frente.
—Yaaaa, no hagas eso —se quejó Soobin avergonzado, pasando su antebrazo por su frente para sacar los seguros restos de baba —Responde mi pregunta para saber desde cuando prepararme.
—Sera la próxima semana, este mismo día. Yo preparare un carruaje que te lleve al palacio de los Kim, ¿Ese día podrías bajar temprano al inicio del bosque?, no creo que pueda avanzar más que eso el carruaje.
—Está bien, no es como si hubiera otra opción. Le pediré permiso a la abuela Dahye.
—Perfecto —finalizo Yeonjun, llevando una de sus manos al hombro de Soobin para apretarlo amigablemente, sin embargo, apenas le tocó un extraño sentimiento se instaló en su pecho y una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, provocando que la sacara de inmediato —Gracias Soobin.
Una semana después las cosas iban bien según lo planeado, cuando Soobin bajo al inicio del bosque el carruaje ya estaba ahí esperándolo, y un caballero le escoltó y le ayudó a subir a este. Cuando la misma carroza real estuvo al frente del palacio las grandes puertas principales fueron abiertas y un par de criadas en conjunto de un mayordomo estaban estaban esperándole para recibirle.
Fue guiado por el mismo mayordomo por el palacio, hacia una habitación que había sido preparada de antemano por Yeonjun, para que en ella pudiera vestirse y maquillarse sutilmente antes del gran banquete. El cuarto era gigantesco, llegando a ser quizás quince veces más grande de lo que era la habitación de Soobin, tan sólo el pensamiento ponía más nervioso al menor, pues se sentía apenado de todas aquellas veces que había llevado a Yeonjun a su hogar sin pensar que el estaba acostumbrado a otro tipo de ambiente, uno más lujoso; digno de un príncipe.
Sus ojos examinaron el lugar con detenimiento, hasta que estos quedaron fijos en la caja de regalo que había sobre la cama con un edredón color crepa afelpado. Se aproximó hasta ella, viendo en la superficie una pequeña notita perfumada, la cual no dudó en sacar y leer.
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Querido Soobin:
"Espero no sea incómodo para ti el ambiente, me he encargado de hablar con todos y cada uno de los empleados para que no te traten de forma diferente a cómo lo harían comúnmente con otros invitados.
No es mi idea hacerte pasar por malos momentos.
Dentro de la caja está el traje que debes usar en el banquete, fue diseñado especialmente para ti, y aunque no se muy bien tus medidas estoy seguro de que te quedara magnífico; además, es a juego con el mío."
Se despide atte.
Tu príncipe preferido entre todos.
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Decía la carta, y Soobin sonrió satisfecho al concluirla.
Con ambas manos destapó la dichosa caja, quedando aún más impresionado de lo que esperaba al ver el traje que había adentro.
Su traje era de un sutil rojo, muy similar al escarlata de su cabello; pero a pesar de ser un color fuerte, la opacidad y los pequeños detalles dorados le daban un aire elegante, además del fino bordado de una rosa negra en la parte del corazón.
Lo más cuidadosamente que pudo empezó a vestirse, colocándose primero la camisa de seda blanca para luego seguir con el traje, tomando en cuenta no hacer ningún movimiento demás para no arrugarlo.
Una vez estuvo ya listo un par de criadas tocaron su puerta, consultando si estaba preparado para que empezar a maquillarle, a lo cual el asintió. Lo hicieron pasar a sentarse a un tocador con un enorme espejo y partieron utilizando calor para poder planchar su pelo ondeado, hasta dejarlo liso. Luego continuaron con su rostro, aplicando rubor en sus mejillas, sombras tenues en sus ojos y un brillo incoloro que hiciera resaltar sus labios; dándole de esta forma un aspecto pulcro y natural.
En cuanto estuvo listo salió de la habitación, y el mismo mayordomo le estaba esperando para llevarle junto a Yeonjun. Dentro del palacio ya se podía escuchar la suave música que era utilizada en los bailes, siendo tocada por violines y otros instrumentos de cuerda.
A medida que iban caminando más nervioso se sentía Soobin, pero estos nervios descendieron en gran manera en cuanto pudo divisar a lo lejos a Yeonjun con un traje negro igual al suyo, con el único detalle de que la flor en su pecho era roja.
—Te ves bien —le halagó Yeonjun en cuanto llego a su lado, y procedió a despedirse del mayordomo para encargarse el mismo de escoltar al menor, pasando uno de sus brazos por el contrario. —Nunca había visto tu pelo de esa manera, es lindo.
—Tu igual te ves bien —admitió Soobin abochornado, siguiéndole el paso.
Caminaron un par de pasos, hasta llegar a unas grandes puertas de Bocote. Antes de entrar por ellas Yeonjun dio un suave apretón en su mano, intentando transmitirle seguridad.
En cuanto las puertas se abrieron el mayor se acercó al encargo de anunciar la llegada de los nobles y susurró a su oído el cómo debía de llamarlos a ambos.
En cuanto termino, se dirigió nuevamente al lado de Soobin, y comenzaron a caminaron por los escalones que llevaban al salón principal, en donde toda la aristocracia se encontraba hablando de forma animada.
—Su alteza real, el príncipe heredero y su acompañante Ahn Soobin —presento el encargado, llamado la atención de todos los nobles, que pasaron con impresión sus miradas en la pareja que caminaba tranquilamente por la escalera.
—¿Qué es eso de Ahn Soobin? —cuestionó el menor en un susurro.
—Solo compré un título noble para ti, tu apellido es inventado así que no te preocupes, no se lo has robado a nadie —explicó Yeonjun dedicándole una sonrisa.
En cuanto ambos se posicionaron en el centro del gran salón la mayoría de aristócratas fueron a saludarle, preguntando por el proceder de Soobin, a quien nunca habían visto; todas estas preguntas siendo contestadas por Yeonjun, quien evitaba dar información certera. A pesar de ello, todos quedaron encantados con la actitud del joven muchacho, que era sumamente cortés y amable, además de bello.
No obstante, una minoría se dedicaba a ver de mala manera a la pareja, siendo estos principalmente el Rey desde su solio y Leylha, que apretaba fuertemente su vestido entre sus manos y mordía exageradamente sus labios; pues no estaba dispuesta a quedarse callada con respecto a tal ofensa hacia ella, la prometida.
—¿Quién es esta persona Junnie? —preguntó Leylha de forma melosa en cuanto las demás personas ya se habían alejado, posicionándose en medio de ambos y rodeando con sus brazos el torso de su prometido.
—¿No lo escuchaste en cuanto ingresamos? —cuestionó Yeonjun con una sonrisa apócrifa, removiendo los brazos de la mayor de su cuerpo —Te pido no actúes de esta forma frente a mi acompañante, a quien yo mismo he elegido —declaró fríamente, logrando con su cometido que el rostro de la contraria se enrojeciera debido al enojo que sentía.
—¿No crees que es un poco desconsiderado de tu parte tener como prioridad a otras personas antes que a mi? —alegó molesta, cruzando sus brazos por sobre su estómago y golpeando el piso de forma incesante con uno de sus tacones —Después de todo con quien tienes un compromiso de matrimonio es conmigo, no con él.
—Supongo que entonces tendremos que anular nuestro compromiso —sugirió Yeonjun felizmente, rodeando con uno de sus brazos la cintura de Soobin para apegarlo a su costado, logrando que el menor se sobresaltara ligeramente.
—Eso imposible —negó la mayor con una sonrisa triunfante y orgullosa. —El rey no lo permitiría.
—Pero muy pronto yo seré el rey —dijo el contrario amenazándole.
Al escuchar sus palabras Leylha palideció, y tras un arrebato de ira tomó entre sus manos una copa de Champagne de las que estaban repartiendo, y la derramó sobre el cabello pelirrojo del más alto.
En ese instante sonidos de sorpresa y unas cuantas risas llenaron el lugar y Leylha desapareció de sus vistas con rapidez, caminando entre los demás de forma altanera.
Yeonjun solo miró exaltado a Soobin, que se encontraba con la cabeza y parte de su traje completamente empapados.
No logro ni siquiera preguntarle cómo se encontraba, pues el menor le miró con ojos brillosos para luego salir corriendo hacia los ventanales que llevaban al jardín del palacio.
Yeonjun lo siguió desde atrás, y en un momento de su búsqueda lo encontró en una banca blanca que estaba al lado de una gran fuente.
—Perdóname —pidió sentándose a su lado y llevando una de sus manos a su espalda para acariciarla levemente.
Durante un par de minutos sólo pudo escuchar el llanto de Soobin, que se cubría el rostro en un intento de ocultarlo.
—No es tu culpa —hablo luego de un rato, con la voz gangosa, mientras pasaba el dorso de sus manos por las lágrimas que se encontraban aún humedeciendo su cara —Es solo que fue tan humillante —confesó con tristeza —Me sentí bien por un momento cuando las personas se nos acercaban y me saludaban de la misma forma que a ti, sin desprecio. Pero creo que esto es verdaderamente lo que me merezco, no sirve de nada intentar aparentar algo que no soy.
—No digas eso —pidió Yeonjun, sintiendo su corazón punzar en su pecho al presenciar el estado vulnerable en el cual se encontraba el contrario —No importa si eres o no mi acompañante, nadie debería de tratarte mal. —aseguró, abriendo sus brazos para rodear su cuerpo, apretándolo fuertemente contra el, con el sentimiento de que se podría esfumar en cualquier momento —Todo esto ha sido un error mío, debí razonar mejorar las cosas y pensar que Leylha no se lo tomaría para nada bien.
Permanecieron en esa posición por un tiempo, estando Soobin entre los brazos del mayor siendo reconfortado, mientras esté mecía su cuerpo y el contrario como si de un bebé se tratara; sin importarle si su traje quedaba igual de humedecido que el de Soobin.
—Tu cabello se pondrá pegajoso ahora —dijo separándose del menor para arrastrar unos cuantos mechones que caían en su frente hacia atrás con dulzura.
—Yeon —llamó Soobin, recibiendo como respuesta un sonido por parte de Yeonjun que indicaba que le estaba escuchando —¿Porque me pediste que viniera contigo hoy?
—¿A quién más le hubiera pedido? —bromeó el mayor.
—¿No fue por una razón especial? —cuestionó Soobin con la voz un tanto quebrada, haciendo que la sonrisa ligera que portaba el rostro de Yeonjun desapareciera, y que en su lugar una mezcla de nerviosismo y preocupación se instalara en su rostro.
—¿Por qué me estás preguntando esto ahora? —inquirió avergonzado, apartando su vista a un costado para no hacerle frente.
—Porque necesito saberlo... ¿es posible que enamorado de mi? —preguntó esperanzado.
—Puede ser —murmuró el mayor en un tono sumamente bajo mientras con su brazo cubría el leve sonrojo que poseía, provocando que Soobin lo mirara dubitativo.
—¿Qué cosa?
—Que probablemente si —suspiró Yeonjun, derrotado —¿Acaso hay algún problema con que este enamorado de ti? —alegó molesto, formando un puchero de forma inconsciente.
Una risa genuina brotó de lo labios de Soobin, provocando que el contrario le mirara desconcertado.
—Estoy abriendo mi corazón y tu te ríes.
—Estoy tan feliz —confesó risueño. —Pensé que era el único —agregó, dedicándole una mirada cargada de afecto mientras juntaba ambas manos —Yo también estoy enamorado de ti.
Yeonjun sonrió ante sus palabras, sintiendo su corazón sacudirse y bombear sangre más rápido de lo normal dentro de su caja torácica.
Amaba a Soobin, lo amaba por el simple hecho de ser el. Porque cuando pasaba por sus peores momentos, en los cuales era tratado como un estorbo en el palacio, el menor le animaba y consolaba siempre. Le dedicaba su tiempo, le enseñaba las maravillas del bosque y lo recibía en su casa como si fuese parte de su propia familia. Amaba a Soobin, porque este se había convertido en su todo.
Y aún en esos momentos podía ver reflejado en su persona al tierno niño que lo había ayudado hace más de ocho años.
Una vez más se dedicó a analizarlo, su pelo rojo que por el alcohol se encontraba un tanto pegajoso, pero que no perdía su brillo singular. Su delicado rostro lleno de sutiles pecas que se lograban percibir al acercarse, sus ojos almendrados que miraban todo con asombro y se volvían medias lunas cuando estaba feliz, su redondita nariz que le recordaba a un pequeño botón y sus abultados labios que siempre estaban brillosos debido a que tenía la manía de lamérselos.
En un instinto que nació sin previo aviso se acercó a él, juntando ambas bocas en un beso suave y delicado, en un beso lleno amor.
Sin embargo, apenas se separaron se percató de un detalle nuevo en su cara, un detalle que lo asustó en sobremanera.
El costado derecho del rostro del menor se empezó a tornar de un color negro espeluznante, y no tuvo tiempo de siquiera avisarle sobre ello, pues el mismo Soobin llevo una de sus manos al lugar de forma desesperada.
—Hyung me duele —chilló, sintiendo unas ganas inexplicables de arrancarse la piel de aquella zona —Me quema, me arde mucho; por favor haz algo —pidió retorciéndose, para luego desplomarse sobre la banca.
Yeonjun reaccionó lo más rápido que pudo, arreglándoselas para tomar el cuerpo del menor y correr junto con él al área en la cual se encontraban los carruajes. Una vez llego a ésta no tuvo tiempo de siquiera pedir uno, tomó prestado el caballo más cercano y subió a Soobin, posicionándose el atrás, de tal manera que pudiera sostenerlo para que no cayera.
Se hecho andar, galopando lo más rápido que podía hacia el bosque encantado en las montañas, con la única idea en mente de que Dahye tendría una solución.
•••••••••
Lo primero que Soobin escucho al recuperar la conciencia fue el llanto de Yeonjun, quién estaba sentado a un lado de su cama agarrando su mano con fuerza. La sensación de ardor en su rostro aún persistía y el dolor se había extendido desde su cuello hacia su espalda y brazo derecho, pero a diferencia de la primera experiencia, ahora era mucho más soportable que en un comienzo.
Para darle tranquilidad al mayor, apretó ligeramente su mano, demostrando que no estaba tan mal como antes.
—Estaba tan asustado —lloriqueó el mayor al sentir el apretón del contrario, que le miraba con con dulzura y notable cansancio. Alzó su mano con ayuda de la suya propia para llevarla a sus labios y depositar un beso con delicadeza en su dorso.
—¿Cuanto tiempo estuve acostado? —preguntó Soobin, con la voz un tanto raposa al recién haber despertado.
—Casi un día entero —respondió Yeonjun, levantándose para sacar la toalla húmeda que se encontraba en la frente del menor, debido a la fiebre que había tenido.
—¿Has estado aquí desde ayer? —inquirió preocupado, recibiendo un asentimiento por parte del mayor —¿El Rey no se enojará por el hecho de que no has vuelto al palacio a cumplir con tus responsabilidades?
—No iba estar tranquilo hasta que despertaras —confesó Yeonjun con una expresión triste —Las demás cosas pueden esperar.
—¿Ya despertó? —preguntó la abuela Dahye entrando a la habitación y acercándose rápidamente a la cama del menor —¿Cómo te sientes?
—No se cómo verbalizarlo, siento mi cara escocer por instantes, pero luego ese mismo ardor se vuelve más intenso; como si me estuviera quemando —intento explicar Soobin, lo cual le era sumamente difícil al ser una sensación nueva —Solo se que el dolor se ha extendido hacia mi torso y parte de mi brazo.
—¿También se han marcado de negro? —cuestionó Dahye con un semblante agobiado.
—¿De negro?
La anciana soltó suspiro agotado, pues era claro que el menor no estaría enterado de eso si en ningún momento había tenido tiempo de verse.
—Yeonjun, ayuda a Soobin a enderezarse y a sacarse la camisa que lleva puesta, hay que revisarlo.
El mencionado acato de inmediato la petición de la mayor, procediendo a ayudar al menor a enderezarse de forma cuidadosa, apoyando una almohada en el respaldo de la cama para que no le dolería aún más la espalda. Después desabrocho su camisa de a poco, dejando al descubierto primeramente su blanquecino pecho y abdomen, para luego retirarla por completo exponiendo su torso.
Era evidente el contraste entre su piel lechosa y las marcas negruzcas que seguían extendiéndose.
—¿Por qué se ha puesto así? —cuestionó Soobin sorprendido, dirigiendo su pregunta a Dahye.
—Lo importante ahora no es el por qué, si no el cómo solucionarlo. Esto no es una enfermedad o virus que se ha propagado, es ostensible que hay magia involucrada; necesitas ser curado por un mago.
—¿No puedes curarlo tú?
—Cariño, si pudiera curarte ya lo hubiera hecho —expresó la anciana, sintiéndose dolida y culpable por no poder hacer más. —Esto se escapa completamente de mis capacidades —explicó, llevando sus manos a su rostro para acariciarlo.
Soobin abrió su boca dispuesto a hablar, queriendo decir que quizás no era tan grave y podría aprender a vivir con ello, o que en el mejor de los casos desaparecería solo.
Sin embargo, sus esfuerzos se vieron interrumpidos por una fuerte punzada en su cabeza, que gatillo un dolor en todo su cuerpo. Se sentía como en un horno de fuego, y no podía controlar los movimientos involuntarios.
Dahye lo tomo con fuerza entre sus brazos, reteniéndolo mientras le pedía a Yeonjun que llenara un balde con agua y se lo tirara encima.
Después de dejar al menor mojado, éste dejó de moverse; no obstante, no podía articular bien sus palabras y tenía las manos hechas puños fuertemente, pues de lo contrario rasguñaría toda su piel.
—Uno de los magos más conocidos, de apellido Kang, realizará un banquete el día de mañana. La familia real está invitada, así que puedo hacer nuevamente a Soobin mi acompañante y de esta manera pedirle al anfitrión que pueda sanarlo. —le sugirió Yeonjun a Dahye en cuanto Soobin volvió a caer rendido al sueño, debido a lo agotado que estaba.
—No tenemos muchas más opciones —opinó la contraria frustrada, apoyando su cabeza entre sus manos mientras negaba. —Solo prométeme cuidarlo. He visto durante todos estos años como has practicado arduamente con la espada, hasta llegar a manejarla espléndidamente; por ello, prométeme que lo defenderás si las cosas se complican.
—Le juro por mi vida que no permitiré que le hagan daño. —dijo Yeonjun decidido, llevando una mano hacia su corazón para demostrar la lealtad hacia sus propias palabras.
—Confío en ti —afirmó Dahye, caminando hacia la salida del cuarto; y al pasar por su lado le dedicó leves palmaditas en la espalda para demostrar su gratitud.
Al día siguiente Yeonjun salió muy temprano en la mañana al pueblo más cercano, con el objetivo de comprar un par de atuendos elegantes que pudiesen ocupar en el banquete, tanto para él y para Soobin; pues este era un requisito básico para entrar.
Con ello ya listo volvió al hogar del menor en el bosque, sintiéndose contento al ver que estaba un poco menos adolorido que en el día anterior, logrando por lo menos estar de pie y caminar.
Durante la tarde ambos se colocaron sus trajes, el de Yeonjun diferenciándose al ser portador de su espada, la cual se posicionaba a un costado de su cadera. El atuendo de Soobin resaltaba debido a la máscara en su rostro, la cual había encargado el mayor para que no se sintiera amenazado bajo las miradas discriminatorias que muchos le dedicarían.
Yeonjun intento ser lo más cauteloso posible en cuanto ingreso al gran banquete, por ello le pidió de forma especial al encargado de la entrada que no anunciará sus nombres. Luego de ello divisaron con éxito al mago Kang y se empezaron a acercar sin llamar la atención; eso hasta que un empujón desestabilizó a Soobin haciendo que sus máscara se desprendiera, y juntando a un círculo de personas inmenso alrededor de ellos.
Yeonjun abrazo su cuerpo rápidamente, haciendolo esconder su rostro en la curvatura de su cuello, con tal de que la gente no lo siguiera viendo y murmurando.
Tenían que salir de ese lugar enseguida, pero se vieron impedidos por el rey, que se abrió paso entre la multitud hasta llegar frente a ellos y apuntar a su dirección con su espada.
—Me he mantenido callado durante todo este tiempo, pero no permitiré que tú, el futuro de esté reino, se quiera juntar con un monstruo. —vociferó con total amargura el Rey Kim, su padre.
—¿No eres tú el verdadero monstruo? —preguntó con enojo Yeonjun, pidiéndole a Soobin que se posicionará en su espalda para de esta manera poder sacar libremente su espada y dirigirla hacia el monarca de todas la tierras —Desechando y formando príncipes a tu antojo, ¿No te cansas?
—No pongas excusas para no aceptar tus actos rebeldes —se defendió el rey, con la espada firme entre las manos.
Y no pudo volver a hablar, pues Yeonjun se abalanzó con furia contra él, blandiendo su espada de izquierda a derecha, golpeando y abriendo heridas en todos sus puntos débiles; para finalizar con un corte en su garganta, del cual seguramente se desangraría.
Yeonjun se había vengado, vengado de aquel padre que lo considera un objeto fácil de dominar, una marioneta que cumplía con todo lo que sé le solicitara.
Ahora él estaba ocupando el puesto de Rey sin siquiera ser coronado aún, y cualquier petición que tuviera debía ser cumplida, incluidas las que fueran destinadas hacia los magos. Con eso mente, Yeonjun dio media vuelta para encontrarse con Soobin, a quien había dejado atrás en medio de su gran pelea a espada.
La sonrisa victoriosa que estaba portado se esfumó por completo en cuanto divisó el cuerpo tendido del menor en el piso, rodeado de un charco de sangre; el cual se había formado debido a las múltiples apuñaladas que habían sido proporcionadas en su abdomen y rostro, todas estas siendo obra de Leylha, que se encontraba a su lado petrificada, portando una daga manchada de rojo escarlata.
Sin pensarlo dos veces empujó a la menor, y tomó entre sus brazos el cuerpo de Soobin, el cual estaba pronto a morirme.
—Este rojo se parece al de mi cabello —balbuceó el menor viendo con los ojos entrecerrados su mano manchada de sangre.
—No, el tuyo es aún más hermoso —adulo Yeonjun con el pecho oprimido, y la cara cubierta en lágrimas que terminaban cayendo en el rostro de Soobin.
—A veces extraño a Tobin —murmuró de la nada el menor, con sus ojos cada vez más apagados —Pero los lobos son más útiles, porque podemos montar uno para ir a casa. —explicó, mostrando un atisbo de sonrisa.
Yeonjun tapo su propia boca, ahogando su llanto lastimero en la palma de su mano. Había prometido protegerlo, ¿que más podría hacer?.
Ni siquiera podía acudir a alguna otra persona, pues desde que había empezado su pelea con el rey la mayoría se había marchado, y para el momento en que Soobin fue apuñalado el lugar se convirtió en una sala vacía, desértica.
—El fuego sólo crece y crece, ¿No me vas a dejar solo verdad? —le preguntó al mayor, escupiendo un poco de sangre por la boca, pero luchando por mantener enfocados sus ojos.
—No te dejaré, me quedaré hasta final —afirmó Yeonjun con lágrimas aún siendo derramadas, mientras mecía su cuerpo cercano a la muerte.
—No eres como Rowena —murmuró.
Después de lo dicho uno de sus brazos cayó sin fuerza hacia un costado y dejó de respirar, sin embargo, sus ojos se mantuvieron abiertos por muy poco, viéndole de forma directa.
Yeonjun cerró sus párpados con las manos temblorosas, y se levantó del suelo cargándolo. Saliendo del lugar con el cuerpo inerte de la única persona a la cual había podido amar sinceramente en toda su vida.
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Evig mørke
"Oscuridad eterna"
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