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Hykler

"La oscuridad inunda todo, hasta el corazón más bondadoso es arrastrado a sus garras.

Implorar, implorar no te salvará del destino cruel con el cual debes cargar.

Tú, tú que naciste maldita, no eres peor que aquella que apuñalo sin previo aviso tu espalda.

Una misión eterna te fue encomendada; procura no cortar las alas de tu magnífico legado"

•••••••••

El continente de nasjon dividía su extenso territorio entre dos grandes reinos, Landsby al norte y Dyster al sur.

Dyster, reino el cual había adquirido inigualables riquezas y tratados con naciones más allá del mar, estaba cayendo. La guerra se desató cuando tanto la aristocracia como el pueblo se enteraron de que su preciado rey Velok había muerto a manos del séptimo príncipe Askanir, el cual no tenía un título noble al ser hijo de una esclava de tierras extrajeras. Con ello también no sólo la muerte del gran soberano fue anunciada, si no que la de todos los hijos que podían heredar la corona, una muerte indignada a espada por los mismos caballeros reales.

Los nobles ancianos, quienes habían dedicado su vida a conformar un reino justo no estuvieron de acuerdo en que el poder residiera en Askanir, pero para su infortunio él había logrado en poco tiempo convencer a más de la mitad de plebeyos para que dieran su vida por la nueva revolución que procuraba comenzar en las tierras.

Los pensamientos e ideales divididos afectaron en gran manera al reino que en su momento fue glorioso.

Y la familia Clynfhor no fue la excepción.

El duque Clynfhor que había servido fielmente al rey Velok por años se vio entre la espada y la pared, sin nadie que le protegiera. Por ello, antes de ser destarrado sin piedad, prefiero marcharse con su familia por su cuenta, tomando todas sus riquezas y cruzando las fronteras para llegar a Landsby.

Si bien en Landsby era tratado como un forastero, se le dio la oportunidad de comprar una pequeña y modesta mansión; y de poseer en ella un grupo de criados y caballeros quienes le protegieran.
Sin embargo, si quería seguir siendo un aristócrata y disfrutar del gran círculo social conformado por la nobleza, debía hacer algún tratado con alguna de las familias más reconocidas.
Necesitaba crear lazos y afianzar una unión, y la familia Choi estaba dispuesta a ser parte de ello.

Hyungwon quien era el primogénito y único hijo del duque Choi, para suerte de los Clynfhor, aún no se encontraba comprometido.
Esto hizo más fácil el acuerdo entre ambos ducados, los cuales procuraban que Hyungwon se casara con Rowena, la segunda hija de los Clynfhor; puesto el cual originalmente debía ser ocupado por Lylhyan, la hija mayor, sin embargo, está se encontraba de luto debido a la muerte de su prometido en las tierras de Dyster.

Ya con un compromiso de matrimonio todo sería más fácil, o por lo menos eso creían.

Días después de establecer el acuerdo de unión  ambos duques organizaron fechas en las cuales sus hijos se pudieran conocer en persona, y de esta manera hacer amenas sus interacciones próximas.

Rowena desde siempre había tenido una personalidad introvertida y reservada, la cual se acentuó aún más en el momento que ingresó a la opulenta mansión de los Choi junto a su madre, la duquesa de Clynfhor.
Los sirvientes junto al mayordomo las recibieron e hicieron pasar al salón principal, en el cual estuvieron prontamente acompañadas por Yiseo, la esposa del duque, y a su lado una esbelta joven con el cabello ondulado color carmín.

—Un saludo a su gracia, la duquesa Choi —dijo la duquesa de Clynfhor en cuanto la vio pasar por las puertas, tomando entre sus manos los costados de su vestido para inclinarse correctamente. Siendo seguida e imitada en todo por Rowena.

—También a usted duquesa —respondió Yiseo, correspondiendo a su gesto de la misma manera. —Lamentó informales que mi querido Hyungwon este día esta ocupado con sus prácticas de espada, por lo tanto no podrá estar presente.

—Oh.. eso es una pena —admitió la duquesa, sintiéndose descontenta por lo imprudente de la situación. —Mi dulce Rowena estaba ansiando conocerlo, ¿verdad cielo? —le preguntó a su hija, transformando su tono de voz a uno entristecido.
Rowena solo asintió en respuesta, con un rostro inexpresivo.

—Pero no hay porque lamentarse —aclaró Yiseo con una sonrisa —He traído a Hyejin conmigo, la amiga de infancia de Hyungwon. Creo que sería agradable que ella y Rowena pudieran entablar una amistad, mientras tanto usted y yo podríamos tomar el té y hablar sobre próximos preparativos.

—Sería perfecto —asintió la duquesa.

—Así lo haremos entonces. —dictaminó, acercándose  a la puerta principal —Hyejin, ve junto a Rowena al jardín y pídele a una de las sirvientas que les sirva el té en conjunto de unos cuantos aperitivos —le pidió a la menor con una sonrisa dulce y maternal, para luego marcharse con la duquesa de Clynfhor siguiéndole desde atrás.

—Sígueme —le pidió Hyejin a Rowena en el momento en que se encontraron solas, e inmediatamente emperezaron a caminar hacia la terraza del jardín. —¿Te has podido adaptar bien a Landsby?

—No es muy diferente a lo que era Dyster antes de su caída —explicó Rowena manteniendo su actitud serena.

—Ya veo, espero sea de tu agrado el reino. —se alegró Hyejin.

Unos cuantos pasos bastaron para llegar a su destino, por lo cual procedieron a sentarse ambas en una de la cuántas mesas de pulcro blanco que habían en el lugar.

Rowena tenía habitualmente un carácter taciturno que era adornado con un semblante serio, pero no pudo evitar alzar la voz y preguntar cuando analizó más profundamente el cabello de su acompañante; como el sol parecía relucir en sus rizos pelirrojos, de un rojo escarlata.

—Nunca había visto un cabello como el tuyo —dijo en voz alta, mirándole embelesada.

—Ohh... supongo que es de familia —murmuró la contraria, llevando por instinto una de sus manos a su cabello para deslizarlo a un costado —Mi madre lo tenía igual.

—¿De que familia noble viene? —preguntó Rowena con curiosidad, pues el color y la forma de su cabello no era común. Ella, quien tenía una simple cabellera color marrón podía reconocerlo, había visto de colores platinados, rubios y blancos, pero jamás uno de aquel color rojo tan apasionado.

—No pensé que me preguntaría tan repentinamente algo como esto —comentó Hyejin, aplanando los labios en un acto de incomodidad.

—¿La he ofendido de alguna manera?

—Por supuesto que no —exclamó Hyejin haciendo un ademán con una de sus manos para restarle importancia. —Pero...¿qué te parece si primero pedimos un té de especias aromáticas?, así podremos platicar más cómodamente.

—Claro, perdona mi actitud, he sido muy acuciosa con mis palabras —se disculpó Rowena apenada.

—Da igual, tenemos que ir tomando confianza juntas —le ánimo Hyejin. Luego de ello tomó entre sus dedos una pequeña campana, la cual movió e hizo sonar; llamando de esta manera a la criada que estuviera más cercana para que les sirviera.

A los pocos minutos tazas de porcelana fueron depositadas en ambos costados de la mesa, y una infusión con olor a lavanda se vertió en cada una. También en el centro se acomodó un plato con postres, siendo estos en su mayoría pequeñas tartas y macarons.

—No vengo de una familia noble —aclaró Hyejin cuando estuvo todo instalado en la mesa, y procedió a tomar un sorbo de su taza.

—Ohh... asumí que por ser —intento explicar Rowena, más su nerviosismo no le permitía formular bien aquello que quería decir —Lo lamento.

—No tienes porque.

—Si no eres una noble, ¿cómo conociste y te hiciste cercana a los Choi? —inquirió con curiosidad, sin embargo, manteniendo una actitud despreocupada para no demostrarlo. —No hace falta mencionar que la duquesa te trata con gran afecto, o por lo menos eso evidencian sus actos.

—La familia de mi madre era aristócrata, pero por ciertos malentendidos fue privada de su título y condenada a la muerte —declaró Hyejin con amargura, provocando que Rowena tragara fuertemente. —Yiseo, la duquesa Choi, había sido amiga de mi madre desde pequeña. Por eso desde su muerte se ha encargado de mi y me ha cuidado en la mansión.

—Ya veo... —dijo Rowena mientras mantenía su vista fija en la taza, se lamentaba de sus palabras y lo que podrían provocar —Perdón por mis preguntas incómodas y fuera de lugar.

—Ya te has disculpado mucho —bromeó Hyejin —pero cuéntame más de ti. ¿Que opinas de tu matrimonio arreglado con Hyungwon?

—La verdad no me siento muy preparada, creo que soy muy joven para casarme —respondió Rowena, sintiéndose menos tensa por el cambio de tema. —pero no lo hago solo por mi, sino que por la familia. Así que no me queda más que aceptar.

—¿Cuántos años tienes?

—El mes pasado cumplí los diecisiete.

—Si eres bastante joven, pero tranquila. La boda recién se está planeando, por lo cual tomará un tiempo; estoy segura de que cuando llegue el momento indicado serás una gran esposa y duquesa.

La pequeña charla e interacción entre ambas terminó horas más tardes, cuando las duquesas principales culminaron de igual forma todos los procesos de los cuales hablaron en su encuentro.

Quizás Rowena no había podido conocer a su prometido, pero había entablado una relación de amistad con Hyejin; y aquello era más que suficiente para hacer sentir feliz a su corazón.
Toda la tristeza que había sentido al irse de su ciudad natal y la indiferencia que aparentaba al no saber cómo relacionarse con la gente de Landsby había desaparecido en el momento que pudo platicar con la mayor.

•••••••••

Prepararse para obtener el título de duquesa no era algo fácil, pues en cada familia noble habían diferentes costumbres y formas de administrar.
Por esta razón, una vez arreglados los asuntos de la pronta boda, Rowena tuvo que irse de su hogar y mudarse a la mansión de los Choi; en donde aprendería el rol que debía manejar como duquesa, además del cómo se desenvolvía el ducado en el ámbito social y económico del reino.

Si bien había conocido a Hyungwon, su encuentro no tuvo mayor relevancia. Habían logrado intercambiar unas cuantas palabras y conocer lo principal de ambos, pero no llegó más allá debido al trabajo que se le había encomendando al contrario, el cual consistía en arreglar asuntos con otros aristócratas y comerciantes sobre sus territorios.

Sin embargo, esto no arruinaba el buen ánimo que cargaba consigo siempre Rowena, el cual aumentaba cada vez que se encontraba con Hyejin y podían tener charlas en la biblioteca o mientras paseaban por el jardín; y era aún más placentero para ella cuando se visitaban de noche para conversar hasta altas horas de la madrugada.

Así como ella, la pelirroja también estaba sola, pues no había tenido aún un debut social. Por lo mismo podían compartir no sólo un agradable momento, si no que también sus preocupaciones.

Una noche en especial Hyejin había tocado la puerta de su recámara con insistencia.

—¿Puedo pasar? —preguntó en cuanto la puerta fue abierta, recibiendo inmediatamente un asentimiento en conjunto de una sonrisa por parte de Rowena.

—Por favor déjanos a solas Yerim —le pidió la menor a su dama de compañía. —¿Sucedió algo importante? —preguntó en cuanto la sirvienta se fue.

—No realmente... —murmuró Hyejin en un tono bajo mientras se acercaba al sillón en el cual se encontraba Rowena, sentándose a la par de ella. —¿Estabas leyendo? —cuestionó al ver un libro semi abierto en las piernas de la menor.

—Es un libro de historia —explicó mostrando su portada, pasando suavemente las yemas de sus dedos por ella —Quiero saber un poco más de Landsby, al fin y al cabo viviré aquí durante todo lo que me queda de vida.

—Eso es un poco exagerado —opinó Hyejin con una sonrisa hilarante. —¿Qué has aprendido hasta el momento?

—Bueno... hay muchas cosas que no entiendo del todo, pero encuentro interesante cuando se mencionan temas como la magia.

—¿Magia?

—¡Si!, estuve investigando y al parecer aún quedan magos en Landsby, pero son muy pocos —comentó Rowena entusiasmada, con sus ojos brillando de una forma peculiar —Se dice que antiguamente, antes de que el imperio se dividiera en los dos reinos todos podían utilizar la magia.

—¿Y alguna vez has visto algún hechizo mágico? —

—No lo creo, por lo menos no sabiendo que lo era. —respondió con tristeza, formando un puchero con sus labios.

—¿No te gustaría ver uno? —preguntó Hyejin con una sonrisa ladina.

—¿Conoces a un mago? —Cuestionó Rowena emocionada.

Hyejin negó, para luego reírse de la cara de decepción de la menor.

—Que mala eres.

—Bueno... soy fiel creyente en que hay magia en todas las cosas —murmuró Hyejin entretenida, alzando sus manos a la altura de la contraria mientras hacía extraños movimientos —Dime que ves.

—¿Tendría que ver algo? —preguntó Rowena fijando su vista en las manos de la mayor.

—Deberías.

—No es como si pudie- —antes de acabar su oración Rowena abrió su boca sorprendida, estupefacta —¿Como es posible? —añadió sin poder creerlo, pasando sus propias manos por sus ojos en un intento de acabar con aquella ilusión.

Pequeños destellos sombríos, de un color entre gris y negro eran desprendidos por los finos dedos de Hyejin, quien miraba divertida las reacciones de la más joven.

—Mi madre sabía muchos hechizos mágicos.

—Me siento ofendida, ¿Por qué no me lo habías dicho antes? —preguntó Rowena inflando sus mejillas, manteniéndose ensimismada en los movimientos de la pelirroja.

—Bueno... no es como si supiera que estabas interesada en la magia. Además se muy poco, unas cuantas cosas que mi madre me enseñó antes de su muerte y otras que he aprendido con el tiempo —Se sinceró Hyejin. —Dime algún animal.

—¿Un animal? —cuestionó confundida Rowena —No se me ocurre ninguno.

—Dime cualquiera, tú favorito.

—Talvez un conejito, son lindos los conejitos bebés.

—Perfecto —dijo la mayor asintiendo. Inmediatamente comenzó a mover sus manos de forma delicada, y los destellos empezaron a juntarse entre ellos hasta formar una figura sin forma definida. Poco a poco los detalles se fueron haciendo visibles, y la mayor junto sus manos de tal forma que acunaran al pequeño conejito que se había creado.

Un conejito negro, con un pelo sedoso. Sumamente tierno.

—No lo puedo creer —murmuró Rowena cubriendo su boca —Esto es increíble Hyejin, tienes un don.

—La verdad estoy agradecida de que dijeras un conejo —dijo la mayor soltando un suspiro —Lo más probable es que mis energías se hubieran acabado si me pedías un animal más grande.

—Un conejo o un caballo, da igual. —Respondió Rowena, negando con el rostro a la palabras dichas anteriormente por la contraria —Magia es magia, sin importar el tamaño.

—Eres bastante fácil de impresionar —bromeó Hyejin con una sonrisa satisfecha. —Sin embargo, no soy tan buena como para llegar a ser un mago, y de la misma manera en la que mi magia tiene un comienzo, también tiene un final —explicó con tristeza, envolviendo entre sus manos al conejo; el cual se desvaneció en el aire como pequeñas partículas de polvo.

—No digas eso, todo lo que haces es maravilloso. —contrapuso la menor un mueca —La verdad hay veces en las cuales siento envidia de ti.

—¿Envidia?, ¿Por qué razón? —preguntó la mayor ladeando la cabeza.

—Es sólo que... eres perfecta en todo sentido, aveces creo que tú serías una mejor esposa para Hyungwon.

—Dudo que yo y Hyungwon pudiéramos ser algo, somos prácticamente hermanos.

—Lose, me lo has dicho otra veces —alegó Rowena con un gesto enfurruñado —Lo que quiero decir es que cumplirías un mejor papel que yo. Eres cercana Hyungwon y conoces mejor la historia y el rol que desempeña la familia Choi en la alta sociedad, sabes de etiqueta y modales mejor que nadie; y además eres sumamente bella —se quejó dejando caer su cabeza entre sus piernas dramáticamente. —No es como si pudiera superarte en ello, tu pelo rizado rojo carmín no se puede comparar con el mío castaño y lacio, tus ojos también tienen un color ámbar peculiar y por si fuera poco conservas una hermosa piel lechosa y figura esbelta.

—Creo que te has dedicado bastante tiempo observarme —comentó Hyejin acercándose más a ella, dándose a si misma el permiso de tomar entre una de sus manos su mentón y alzar su rostro un tanto lloroso para verla cara a cara.

—Es una cualidad mía hacer las cosas con diligencia, y eso también incluye el tiempo que paso contigo. —confesó Rowena limpiado unas cuantas lagrimas que se le habían escapado logrando humedecer sus mejillas.

—A veces sólo tienes que dejarte llevar —murmuró la mayor, aproximando su rostro al contrario para posicionar sus labios en los rastros de agua salada que quedaban, y otorgar en las zonas ligeros ósculos. —Yo también me he sentido celosa de tu hermosura.

—Es imposible que puedas sentirte celosa de mi —dijo la menor recibiendo los besos de la contraria en sus mejillas, cerrando los ojos en el proceso —Sin embargo, ¿no vamos a dejar de ser amigas verdad?

—Quizás podríamos ser un poco más que amigas...

•••••••••

Seis meses, seis largos meses habían pasado desde que Rowena había hecho aparición en la mansión de los Choi, y prontamente aquella estadía momentánea se volvería permanente, pues en menos de un mes se realizaría su boda con Hyungwon.
Sin embargo, en vez de hacerse cercana a su futuro esposo en aquel periodo extendido de tiempo, se había hecho cercana a Hyejin; quizás más de lo que debería.

—¿Como era ella? —le preguntó a la pelirroja un día en especial en el que habían salido de paseo ambas, al cementerio en el cual se encontraba la tumba de la madre de Hyejin.

La menor había terminado la mayoría de sus clases esenciales y no le gustaba estar todo el día encerrada en su recámara sin hacer nada, por ello aprovechaba su tiempo al máximo y planeaba salidas con la pelirroja, la cual se había vuelto su mayor compañía.

—La verdad no recuerdo muchas cosas —murmuro Hyejin un tanto avergonzada, pasando sus manos por sus nariz enrojecida en un gesto nervioso.

—Pero si muchas otras veces me has hablado de ella —se quejó Rowena de forma tierna, pasando uno de sus brazos por el contrario para entrelazarlos, y de esta forma apegarse más a la mayor —Parece que hace mucho no la visitas porque sus flores ya están marchitas.

Hyejin solo asintió con su cabeza en respuesta, para después posicionar una de sus manos sobre las flores que habían, haciendo que que volvieran a su estado normal, en el cual se encontraban relucientes y vivas.

Ante el gesto Rowena sonrió encantada y restregó una de sus mejillas en el hombro de la contraria con amor.
—Mi Hyejin es tan buena.

—Tengo algo para ti —interrumpió la pelirroja después de unos minutos, deshaciéndose del agarre de la menor para buscar entre los bolsillos de su abrigo una hermosa cajita plateada, de pequeño tamaño.

Apenas fue mostrado su contenido la menor abrió sus ojos asombrada, sintiéndose un poco cohibida por aquel regalo.

—Hye, no puedo recibir esto...

—Claro que puedes, por eso te lo estoy dando a ti —explicó Hyejin con una sonrisa apacible. —Este collar se lo dio mi padre a mi madre cuando se casaron, después de la muerte de ambos fue heredado a mi.

—Con más razón no puedo aceptarlo. —se negó la menor. Sin embargo, no podía apartar la vista del reluciente collar, el cual contenía aquella gema roja que resplandecía tanto como el cabello de Hyejin.

—Debes hacerlo, te lo doy a ti por una razón —confesó la mayor. —Tiene un hechizo de protección que yo misma le otorgue, en el cual he estado practicando estos días.

—¿Es eso posible?

—Claro que lo es, no falta mucho para que te cases y no se que será de nosotras después de ello... me gustaría por lo menos estar segura de que no te pasara nada —confesó con sinceridad Hyejin, bajando la vista para no demostrar la impotencia que sentía.

—Pero no tienen porqué cambiar las cosas, podemos seguir estando juntas —repuso Rowena con pena, llevando sus manos a las contrarias que aún sostenían el collar, para acariciarlas e intentar confortarla.

—La verdad lo dudo —contrapuso la pelirroja. —Lo más probable es que después de tu matrimonio te lleven al palacio de Cristal, del cual se debe hacer cargo la duquesa.

—Pero puedes ir conmigo —sugirió Rowena, diciendo lo primero que se le venía a la cabeza —Como no tienes un título específico dentro de los Choi puedo pedir que seas mi dama de compañía, de esa manera estaremos juntas siempre.

—Eso no se va a poder —negó Hyejin con una mueca  —Yiseo nunca permitiría que me rebaje a un puesto de servidumbre.

—Entonces ¿qué haremos? —preguntó Rowena con la voz quebrada, su pecho dolía con tan solo pensar que debía separarse de la mayor —Se que suena tonto pero no se si pueda vivir estando lejos de ti, no tengo a nadie más en Landsby.

—Buscaremos la forma —aseguró la pelirroja con lágrimas en los bordes de sus ojos, forzando una sonrisa —Deja que yo me encargue de eso. —añadió, con un nudo en la garganta, para luego sacar el collar de su caja plateada y alzarlo frente a sus rostros —¿Me permitirías entregarte mi tesoro más preciado?

Rowena vacilo por un momento, pero luego asintió ante la pregunta con un movimiento de cabeza y se dio media vuelta mientras llevaba una de sus manos hacia su pelo para correrlo al costado y dejar al descubierto su cuello.

Hyejin pasó con suavidad sus dedos por la piel tersa y pálida del cuello estilizado de la menor, para luego colocar con agilidad el collar de oro y abrocharlo. Además de depositar un dulce beso en la zona, con tal de demostrar todo su cariño.

Y así como todo tiene un comienzo, también tiene un final. Y aveces lo que más queremos mantener, aquello por lo cual luchamos, termina desmoronándose por nuestras propias manos.

Rowena estaba enamorada, cegada. Pero Lylhyan no, y no permitiría que su propio futuro se viera afectada por las decisiones impropias de su hermana.

Una semana después del encuentro Rowena se encontraba sola en su habitación, contemplando y acariciando el collar en su cuello, viniéndole a la mente todos los recuerdo hermosos que había creado con Hyejin durante el último tiempo.

Sin previo aviso su puerta fue abierta por una de la sirvientas, provocando que saltara del susto y le mirara con reproche.

—¿A que se debe tu forma de actuar? —pregunto sería, levantándose del sillón que estaba en medio de su habitación con enojo.

—Su hermana... la señorita Clynfhor esta aquí junto con sus padres —murmuró la mujer con miedo, el cual era demostrado por su voz trémula.

—Escóltalos a la sala de estar para invitados ocasionales que está en el primer piso, yo iré enseguida. —ordenó Rowena.

—No es necesario —interrumpió Lylhyan, haciendo acto de presencia en la habitación con una sonrisa hostil —Ya te puedes ir —le dijo a la criada, y esta se limitó a asentir y a retirarse sin oposición. Detrás de ella el duque y la duquesa de Clynfhor se adentraron al lugar.

—No entiendo porque están aquí... ¿le dieron aviso al duque Choi sobre su visita? —preguntó Rowena desconcertada, tomando nuevamente asiento en el sillón principal.

—¿Tenemos que avisar siempre que venimos a ver a nuestra hija acaso? —cuestionó enojada la duquesa.

Rowena trago con fuerza y negó.

—Hemos venido a verte por un tema de suma importancia —aclaró Lylhyan sentándose a su lado, viéndola con dureza.

—¿Qué ha sucedido? —inquirió Rowena preocupada y angustiada al sentir las miradas profundas que le dedicaban sus padres y hermana.

—Sucede que hay un inconveniente respecto a tu matrimonio. —interrumpió su madre, con el rostro parco —A tu padre le avisaron el día de hoy que Hyungwon tomará a Hyejin cómo su cuncubina.

Ante las palabras repentinas de su madre el rostro de Rowena se contrajo en una mueca de asco y repulsión, negándose a creer lo insólito que acababa de escuchar.
—Eso es imposible.

—No lo es —explicó el duque de Clynfhor. —El mismo duque Choi me dijo que junto a su esposa e hijo habían tomado esta decisión para que la señorita Hyejin siga perteneciendo a la familia. Al parecer en Landsby es común ver entre los nobles que pidan tener una amante antes de contraer matrimonio.

—Pero no te tienes que preocupar por nada mi vida —aclaró su madre con una sonrisa compasiva, llevando una de sus manos a la mejilla de su hija para consolarla, a pesar de que Rowena se sentía más fuera de lugar que cualquier otra cosa.

—¿A que te refieres?

—Desde mucho antes esta joven sin título ni antecedentes nos había parecido una amenaza, por ello tu padre se ha dedicado a investigar sobre su pasado. Al parecer Yewon, la madre de Hyejin, fue decapitada por petición de la familia real debido a ciertas prácticas de magia oscura que realizaba, las cuales terminaron con la vida de un grupo de personas de alto cargo.

—¿Magia oscura? —preguntó Rowena sintiendo cómo su labio inferior temblaba ligeramente y su estómago se revolvía.

—Así es —afirmó su padre —Además, tenemos evidencia de que Hyejin sigue estas mismas prácticas; pues Lylhyan ha sido testigo de cómo ella ha utilizado magia, y nos ha dicho que tú también.

—¿Yo? —cuestionó exaltada Rowena, apuntándose a si misma.

—¿No te acuerdas hermana?, yo vi claramente como el otro día se encontraba contigo en el cementerio y hacía que las flores se marchitarán.

—No no, te equivocas, no fue de ese modo —replicó Rowena mientras movía sus manos de un lado a otro en un gesto nervioso.

—Pero utilizó magia, ¿o no? —preguntó su padre mirándole de forma intimidante.

—Se podría decir, pero no de la maner-

—Con eso es suficiente —interrumpió Lylhyan haciendo que se callara —No necesitamos más para inculparla de brujería, los antecedentes de su madre y los testigos bastarán.

—¿Brujería?, ¡no pueden hacer eso!—Exclamo Rowena negando y parándose de su asiento —No me importa que sea la cuncubina de Hyungwon, de todas formas yo tendré el título de duquesa.

Sin darse cuenta, su padre había levantado su mano para acallar todo aquello que estaba diciendo. El sonido de la mano chocando contra su mejilla inundó la habitación e inmediatamente el dolor y ardor invadió el rostro de Rowena, pero ella estaba demasiado en shock como para preocuparse sólo en el dolor físico.

—De una forma u otra afectará la reputación de nuestra familia —aseveró su padre enfurecido —Tu eres la única que nos puede asegurar un futuro dentro de este reino, no nos puedes fallar Rowena.

Luego de sus palabras el duque salió a paso firme de la habitación, seguido por su esposa que alternaba su vista entre la salida y Rowena, que se encontraba con el pelo revuelto y una de sus manos cubriendo su enrojecida y herida mejilla, además de las lágrimas que se deslizaban de sus ojos silenciosamente.

—No llores hermana, no todo es tan malo, sólo tienes que hablar en contra de ella —agregó Lylhyan, quién aún no se había retirado —pero no te sucederá nada, al fin y al cabo tienes a tu disposición su eterna protección —susurro mordaz en su oído.

•••••••••

A pesar de ser extranjeros, en el poco tiempo que llevaban los Clynfhor habían logrado formar lazos con otras familias de la aristocracia, y tener de esta forma contactos a los cuales acudir.

Por ello la noticia de que los Choi resguardaban en su hogar a una bruja no demoró en expandirse a lo largo de todo el reino hasta llegar a oídos de su majestad, el rey Kim.

Los guardias reales se involucraron rápidamente en el asunto, llegando a la mansión del duque para sacar a la fuerza a la pelirroja, de la cual nadie supo por días, pues fue encarcelada en una mazmorra sin derecho a defenderse u oponerse a ello.

A la semana de su encarcelamiento fue dada en libertad por petición de la duquesa Yiseo y se organizó un tribunal para juzgarle. Siendo el Rey quien ejercía el papel de juez, debido a que poseía  suprema autoridad.

En un salón preparado para ello se hizo pasar a Hyejin, quien llevaba grilletes en las manos y era arrastrada por los caballeros, siendo el centro de atención de miles de expectantes, tanto plebeyos como nobles.

Un juicio sin mayor relevancia, que no necesitaba testigos, pues la magia hablaría por si misma. Los magos reconocidos del país se encargaron de imponer sus manos sobre la pelirroja para determinar el tipo Maná que desprendía, y aunque nadie podía asegurar si lo que sintieron fue verdadero o fingido, no habían otros que pudieran determinar el proceder de su magia y las prácticas que desarrollaba.

—Hyejin, joven sin apellido noble, adoptada por los Choi. Veo en tus ojos vida y juventud, sin embargo tus actos execrables no merecen ser recompensados por nada más que la muerte. Yo, la máxima divinidad, te sentenció a la hoguera. —anunció el rey Kim en cuanto los magos afirmaron su culpabilidad.

Los gritos de Yiseo resonaron por todo el lugar, como una madre angustiada, y tanto el duque Choi como Hyungwon se dedicaron a consolarla; sintiendo el mismo dolor que ella al ver como Hyejin era arrastrada nuevamente, a lo que sería su muerte.

Los grilletes en sus manos fueron retirados, pero en su lugar amarraron sus manos y torso en lo alto de un gran tronco talado, y en sus pies depositaron miles de ramas las cuales tendrían la labor de arder como una magnífica fogata.

Una antorcha fue prendida, pero antes de hacer uso de ella, el Rey alzó su voz, para darle la oportunidad a la supuesta hechicera de prácticas oscuras de no ser condenada del todo.
—Pueblo mío, hace más de una década no se presentaba en nuestro reino una situación similar, pero lo que en su tiempo fue una guillotina, que cortaba toda esperanza, ahora es una hoguera; que permitirá con sus flamantes llamas que el alma de esta bruja se arrepienta. Por esta razón, Rowena de Clynfhor, la mayor víctima, en una acto de bondad y benevolencia tomará su mano y pedirá por su alma.

Hyejin, quien había permanecido con la mirada perdida y vacía hasta ese momento, sintió una descarga eléctrica al enfocar su vista en Rowena, quien se acercaba a paso firme con el rostro sumido en una mezcla de vergüenza, agobio y notable culpabilidad.

—¿Porque estás involucrada en todo lo que está sucediendo? —le preguntó con dificultad la pelirroja a la menor en cuanto está llego a su lado, dando gracias a cualquier entidad existente por el hecho de que no le hubieran cortado la lengua, y pudiera aún comunicarse.

—Tu nunca me contaste que tú madre era una bruja... —se defendió la menor, pues no se sentía preparada para responder aquella pregunta. Con suerte podía ver a la contraria a los ojos sin ponerse a llorar, pues el cargo de conciencia seguía presente, haciendo que se sintiera miserable y pérfida.

—Porque no lo era —explicó la mayor con un nudo en la garganta y una mueca de dolor en el rostro, sintiéndose expuesta por su estado deplorable, no solo ante la menor, sino que ante todo el reino que estaba presente para verle fallecer —No entiendo, ¿hice algo mal?. Pensé que estábamos bien, que lo nuestro era... real.

—Soy u-una Clynfhor —titubeó la menor, demostrando un ejemplo de abnegación a sus propios deseos y las ganas que tenía de soltar a Hyejin, para dejarla libre —No es como si pudiera haber algo entre nosotras, sólo... eras un estorbo que me impedía obtener el título de duquesa.

—¿Acaso eso te importa más? —preguntó Hyejin angustiada, dejando fluir las lágrimas retenidas. —¡Dime porque haces todo esto! —exclamó alzando la voz, logrando con ello que los cercanos se exaltaran.
Uno de los caballeros en un acto de protección hacia la señorita Rowena desenvainó su espada con rapidez y agilidad, posicionándola en el cuello de la pelirroja dispuesto a cortarle la garganta.

Rowena impidió esto, pidiéndole al joven de armadura que no se precipitara, y en su lugar dirigió con dolor sus últimas palabras hacia la mayor, esperando cortar lazos para no sufrir demás con su muerte.
—Mi familia no está a favor de las prácticas oscuras —se excusó de forma adusta, sintiendo su corazón quebrarse al ver como los ojos afligidos de Hyejin se transformaban en dos orbes sumidos en un odio inexplicable. —Ruego por tu alma —finalizo con voz trémula, alejándose del lugar. Quedando de espaldas a la mayor para no ver el momento en el que le prendieran fuego.

De un momento a otro el sonido de chispas y madera siendo quemada empezó a escucharse, sin embargo, también junto con ello la voz de la bruja condenada se alzó entre la multitud fuerte y claramente.
—Si me consideran bruja, seré una bruja. En esta hora maldigo a la familia Clynfhor y a toda su descendencia a sufrir tanto como yo lo he hecho; a morir sin causa. —gritó hasta raspar su garganta, mientras sentía como el fuego consumía sus extremidades y avanzaba lentamente —No perdonaré ni olvidaré, nunca. —añadió en un susurró, sellándose el pacto con su propia vida.

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Lo años pasan, pero los recuerdos no; y estos invadían todos los días la mente de Rowena, torturándola.

Su matrimonio se retrasó todo un año debido al luto que vivía la familia en cuanto a la pelirroja fallecida, pero luego de aquel periodo de tiempo las cosas retomaron la normalidad.

Rowena tuvo su primera hija con éxito y le puso el nombre de Leylha, el cual le recordaba a su vida pasada en Dyster. Su segunda hija vino dos años después de la primera y Hyungwon le puso Eunjae, nombre perteneciente a su abuela materna, a la cual había querido mucho por la ternura y delicadeza que tenía para cuidarle cuando era un infante.

Luego vino el tercer hijo, y desde ese momento empezaron a complicarse las cosas.
A pesar de tener pocos meses de embarazo a Rowena le dolía el vientre de una forma descomunal, y en aquellos momentos en el cual se cubría de fiebre y sentía repetidas contracciones, las palabras de Hyejin resonaban en su mente al punto de volverla loca.
Tanta era su paranoia, miedo y angustia, que quiso acabar ella misma con la vida del monstruo que crecía dentro suyo. Sin embargo, a pesar de apuñalar su estómago incontables veces no logro hacerle nada al bebé que crecía; y en consecuencia le tomaron por demente, poniéndole damas de compañía que estuvieran con ella las veinticuatro horas del día con tal de que no atentara contra su vida y la de su hijo.

No obstante, el verdadero terror llego después,  cuando nació. Apenas Rowena vio en su cabeza el montón de cabello rojo carmín que se asomaba no dudo en ahogarlo con la almohada más cercana que tenía; acto que por suerte llego a ser detenido por su esposo Hyungwon, que ahora tenía el título de duque en el reino.

El recientemente nombrado duque Choi estaba asustado, asustado y preocupado de la salud de su esposa y de lo que era capaz de llegar a hacer con tal de deshacerse de su hijo.
Sin más a quien acudir decidió dejar al bebé con su madre, y le dio la tarea de llevarlo al lugar más remoto y lejano que existiría, en el cual Rowena no le pudiera hacer daño. De esta manera Yiseo viajo hasta las montañas en las cuales se encontraba el bosque encantado y dentro de este busco a Dahye, a la cual le rogó por tener apartado al niño y cuidarle.

—Solo debes hacerte cargo de él, yo vendré una vez al mes a traerles suministros de alimentos y otras cosas esenciales para que nada les falte, pero no me relacionare en absoluto.

—¿Qué te hace creer que yo podré hacerme cargo de un bebé? —preguntó Dahye alzando una de sus cejas —Te recuerdo que durante todas estas décadas he podido mantenerme con suerte a mi misma.

—Pero no tiene nadie más con quien quedarse.

—Debería de estar con su padre.

—Ya te he explicado la situación —resoplo Yiseo, meciendo al niño entre su brazos en cuanto se puso a llorar —Hyungwon no puede, por lo menos no mientras siga casado con Rowena. Y dudo que se separen, sería doloroso para su hijas.

—No entiendo Yiseo, acá en el bosque no hay nada beneficioso para criar a un niño, ¿Por qué yo?

—Porque es igual a tu hermana y a tu sobrina —explicó con una sonrisa de labios cerrados y cierta amargura reflejada en su rostro —Yo hice todo lo que pude con Hyejin, pero termino con un destino peor al de su madre. —Añadió con tristeza —No quiero que él muera al igual que ellas.


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Nota:
¡Cada falta de ortografía o incoherencia será corregida en breve!

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