03| Ojos Zarcos
Advertencia: en esta parte se encentran escenas de violencia y maltrato infantil, si eres sensible a este contenido queda bajo tu responsabilidad seguir leyendo.
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Siempre fue así, una historia un tanto triste.
No importa por dónde intentaras mirar, no importa qué ángulo tomes, no importa que versión escuches, de que boca provenga, era una historia triste.
De eso no dudaba Masha cuando terminó de escuchar la pequeña historia que le contaba Nikolai acerca de esa pequeña niña, ella no tenía idea de qué decir, desde el momento en que la niña fue retirada violentamente de aquel parque hasta ahora su pecho no hacía más que estrujarse. A pesar de que trabaja con niños la mayor parte del tiempo y presenciar cada una de sus historias, nunca se había topado con una tan triste. Le partía el corazón sólo pensar por lo que ha pasado esa pequeña criatura, un sentimiento de lástima llegó a ella mientras terminaba de comprender la situación en la que se encontraba la pequeña.
— P-pero, ¿No hay nada que podamos hacer?— preguntó la mujer rubia, rompiendo el silencio que se había formado. — Podemos convencerla, tal vez hablando podamos llegar a un acuerdo.
El hombre le dedicó una breve mirada junto con una mueca que hacía un conjunto triste en su rostro y después miró al pequeño rubio que se mantenía inusualmente callado, sintiendo que el nudo alojado en su garganta sólo dolía más. Siempre le resultaba difícil explicar esta situación.
La mujer no tardó en darse cuenta que sus rostros no hicieron más que tensarse y verse más tristes, con la mirada baja y con la mirada perdida; sin embargo, ella esperó pacientemente a que respondieran.
— Eso no pasará. — para sorpresa de ambos, el pequeño fue el que contestó.
— Ya lo hemos intentado, pero no dio resultado alguno. Sus padres se reúsan a dar su consentimiento. — continuó Nikolai mirando finalmente a Masha a los ojos.
— Esa maldita bruja la mantiene encerrada todo el tiempo en su casa y nunca la deja salir ni a respirar. — se quejó Yuri al ver la expresión de inconformidad de la mayor y ganándose un pequeño sermón de parte de su abuelo por el insulto que espetó el menor.
Por más que le daba vueltas al asunto, ella no podía comprender a los padres de la pequeña, ¿Por qué se mostraban reacios a apoyar a su propia hija? ¿Por qué se empeñaban a resguardarla del exterior? Ella suponía que el problema del que mencionaban al principio era por una situación económica pero nunca que se trataba de una familia sobreprotectora. Debía ser una familia de temer si la madre era capaz de sacar del lugar a su propia hija de manera tan violenta, no podía culpar a la pobre niña por lo asustada que se veía.
— Yuri. — le llamó la mujer mientras se paraba de la banca en la que se encontraban sentados. — ¿Aún estas interesado en que te entrene? — se agachó hasta su altura esperando la respuesta del menor.
— ¿Está loca, señora? — el chico frunció el ceño al ver lo insistente que era la mujer con el tema. — Yo sólo entrenaré dónde _______ esté, no importa lo que tarde. — habló seguro y determinado, con unos ojos brillosos amenazantes con llorar.
— ¿Y tú no recuerdas que moveré cielo, mar y tierra para tenerlos a ambos, juntos? — le sonrió sincera la mujer rubia mientras acariciaba la cabeza del chico y se levantaba para partir. — Señor Nikolai, estaré esta semana aquí antes de partir. Vayamos juntos a enfrentar a sus padres por ella, quiero intentar yo también, hagámoslo por ella.
Sacó de su bolso una tarjeta de presentación y se la entregó al señor de gorro y caminó a las escaleras y salida del parque. Recordando con amargura cómo la niña era arrastrada por el mismo rumbo y como ella no pudo hacer nada más que ver.
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Las vacaciones con la abuela Dolly eran tranquilas y un tanto relajantes, claro, si se trataba de unos pocos días. Esas visitas que se hacían en víspera de navidad o verano, eran sólo eso, visitas. Caminar con la abuela a través del bello prado de rosas que celosamente cuidaba sola, tomar una agradable taza de té tibio, dejar que la tierna mujer te vistiera como una muñeca, leerle un libro, actividades normales y un tanto relajantes.
Pero por algo pasar unas vacaciones largas con Dolly sonaban más como un castigo que un mero retiro relajante. Ella era tierna y paciente por periodos medianos, por eso las visitas eran cortas, pero la mujer de avanzada edad tenía algo que la hacía de temer, era una mujer terriblemente temperamental.
No era la primera vez que _______ era enviada con su abuela Dolly, pero eso no significaba que ella estuviera acostumbrada. Daria era cómo su madre, más bien su madre era cómo Daria, como dos gotas de agua. Tampoco era la primera vez que era enviada por esos motivos, recuerda que hace un año fue enviada con ella cuando Nikolai fue a convencer a su familia de meterla a una academia.
Era siempre una historia triste.
Desde temprana edad la pequeña niña fue tratada de una manera diferente a los niños que la rodeaban, siempre fue alejada del exterior desde que tiene memoria. Siempre pensó que era lo que todas las familias hacían, lo que todos los niños vivían. Al convivir con los demás niños, tomarse un segundo para apreciar la vida de los demás, se dio cuenta que eso no era así, que los niños eran libres de ir a jugar fuera de casa con la nieve o con más niños, que sus compañeros aseguraban que no era normal que fueran golpeados hasta sangrar porque jugaron con un poco de tierra.
Nada de lo que ella pensaba que era normal lo era, aunque de alguna manera sentía que nunca podía disfrutar de una vida como los demás, porque todo el que estuviera a su alrededor le repetía lo mismo: "Tú no eres normal. Eres un error... algo que nunca debió existir."
— ¡No te escucho tocar! — la voz fuerte de la mujer mayor resonó en todo el lugar sacando a la pequeña de sus pensamientos. — Esa pieza fue una verdadera decepción, fue basura. ¿A eso le llamas tocar?
La mujer de cabellos plateados se levantó del pequeño sofá en el que se encontraba y se encaminó hacia la niña que sostenía cansada el fino violín, que mantenía la mirada aterrada al ver que su abuela nuevamente se había parado de su asiento. La misma mirada de terror que perduró desde hace tres días, cuando le descubrieron en el parque.
— ¿Nunca entiendes, verdad? — una vez estando en frente de la niña, le tomó del mentón alzando la mirada de la pequeña, clavando sus largas uñas en el acto, mirando con repudio a la pequeña. — ¿Cuántas veces te tengo que castigar para que aprendas a tocar una simple pieza, mocosa? Siempre la misma porquería, ¿por qué no puedes hacer algo bien por primera vez en tu vida? Eres una inútil, una buena para nada.
Las palabras que salían de su boca sólo hacían que el pecho de la menor doliera, y que sus ojos se inundaran en lágrimas. Por eso odiaba ir con la abuela Dolly.
— ¿Y todavía quieres llorar, inútil? ¿No aguantas unas simples palabras?— Daria notó como la niña apretaba la mandíbula con fuerza y negaba con rapidez aunque desde su altura se podía ver como unas pequeñas gotas se deslizaban por sus mejillas. Una vista que le repudió. — ¿Quieres llorar? Pero ni te he dado motivos para hacerlo, ¿quieres llorar?— la mujer apretó más sus uñas logrando enterrarlas ligeramente en la piel de la otra, la niña sólo se quejó por un segundo y más lágrimas pequeñas salían de sus ojos. — Pues te daré un motivo para hacerlo.
Con sólo escuchar esas palabras la niña subió su mirada completamente horrorizada, queriendo suplicar por piedad.
— ¡No! ¡No, por favor! ¡Abuela, no! — gritó desesperada la niña apartando rápidamente su rostro de las garras que la sujetaban y retrocedía lentamente hacia atrás. — ¡No me pegues más por favor! ¡No me pegues más! ¡Prometo hacerlo bien esta vez! ¡No me pegues más! ¡No más, ya, no me peques otra vez! — gritaba desesperada la niña, buscando con su borrosa mirada una salida.
— ¡Ven aquí, niña malcriada! ¿Quieres llorar? ¡Te daré un maldito motivo para llorar!— la mujer empezó a encolerizar de repente al ver que la niña le desobedecía así que tomó lo primero que tuvo a la mano, unas tijeras, y se acercó a pasos grandes hacia la pequeña.
El brillo que emitían esas filosas tijeras no le emitían ninguna seguridad y la expresión colérica de su abuela sólo la hacían querer hacerse en sus pantalones del miedo que sentía. Quería correr en ese instante pero el piano a su costado le impedía escapar sin tener que pasar por el preciado estante de Dolly. Corrió hacia el piano pensando pasar por debajo de él y salir por la puerta hacia el jardín y huir, pero sintió otro tirón de su cabello que le hizo caer hacia atrás y golpeándose con el frio suelo gritando desesperadamente por ayuda.
Su respiración era demasiado acelerada y de sus ojos no paraban las lágrimas, el miedo se encontraba en cada parte de su ser, su garganta le empezaba arder de lo fuerte que intentaba gritar, tan sólo recordar que hace unos días fue dejada a su suerte en aquella tétrica casa que recordaba con aberración.
— ¿A dónde vas, maldita? ¡¿Por qué lloras?! ¡¿Por qué lloras?!— la mujer nunca soltó el cabello de la pequeña, por el contrario jalaba de él de un lado a otro con violencia, gritando frenéticamente a la niña. — ¡Deja de llorar! ¡Para! ¡Para de llorar!— y su temperamento y cordura explotaron haciendo a la mujer tomar la cabeza de la niña y levantarla con fuerza y estamparla contra el suelo repetidas veces mientras le gritaba a la niña. — ¿Quieres llorar? ¡Pues llora! Aquí tienes así que llora con ganas.
Con las tijeras en manos la mujer enojada paso el filo por la mejilla de la niña, cortándole la piel torpemente, después sujeto el lado de las cuchillas para invertir en objeto y golpear con la otra parte del objeto el rostro de su contraria. Le golpeaba la frente, la mejilla, con tanta fuerza que aparecían marcas rojas y los alaridos de la niña abundaban en la habitación, hasta que fueron callados por la mujer, repitiendo los golpes, pero ahora en sus labios, el golpe de las tijeras era tan fuerte que un sirviente cerca podía escucharlo detrás de la puerta.
Ya la niña ni podía continuar gritando, fuertes ardores abundaban en su rostro, primero se entumían y sentían el frío metal de las tijeras contra su tez, luego un fuerte dolor se adueñaba del lugar, así una y otra vez.
— ¿Aún quieres llorar? ¡¿Aún quieres llorar?! — seguía golpeando su rostro hasta que el anterior rasguño terminó por ensuciar de sangre sus preciadas tijeras de plata. — ¡Mira lo que has hecho! Vas a tener que pagarlo.
— No, abuela, basta, perdo...perdóname. — con trabajos salieron murmullos de su boca, intentado levantarse, aunque fue interrumpida ya que la mujer tomó de nuevo su cabello y volvió a tirar de él, arrastrándola por el piso.
_______ pataleaba contra el amarre de su abuela y trataba con sus pequeñas manos de hacer que la mujer mayor le soltara, pero no conseguía nada, nada más que fuera golpeada con otros muebles a propósito, su hermoso vestido blanco se vio manchado cuando su abuela estampó su cabeza contra la mesa dónde descansaba el té que bebía, sólo que aquel té era reciente, el agua se encontraba hirviendo así que la niña dio un respingo por el ardor en su piel del abdomen, aunque a Dolly poco le importó.
— Niña ingrata, arruinaste mi té, mi tarde tranquila, mis hermosas tijeras, mi manicura, ¿Qué no puedes hacer nada bien? ¡Eres un estorbo! ¡Ya estoy harta de ti! ¡Harta de siempre encargarme de ti! ¡Sirve para algo y barre el piso! — la mujer le gritó y arrastró el cuerpo de la niña por toda la habitación estampando con extraña diversión de vez en cuando a la criatura.
Entre tantos golpes, su frente estampó sin cuidado un pie del piano, tan fuerte que la niña ya no aguantaba el dolor en su cara y terminó por cerrar sus ojos y desmayarse. Aunque la mujer no paró hasta que la supuesta enfermera que la cuidaba llegó a atenderla para sus pastillas, el cuerpo de la niña fue retirado de ahí a su habitación.
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Era otra mañana fría en el centro de Moscú, las personas creaban un mar de cabezas en las calles centrales, todas ellas bien arropadas y elegantes como siempre se acostumbraba aunque de vez en cuando había la excepción de alguien usando cómodamente unos deportivos atuendos y muy cálidos dejando en claro que esos seguramente eran extranjeros y paseaban por ahí en toda la comodidad de su ropa.
Una mujer rubia caminaba presurosa por las calles de la capital, procurando llegar a tiempo a las puertas de la ya tan prestigiosa Federación Rusa de Patinaje, con un maletín en mano esperando que la audiencia que se la ha otorgado aún no haya vencido.
Era un gran honor poder discutir en privado con aquella organización en plena temporada alta y con las nacionales pisándole los talones, era una gran oportunidad que no podía desaprovechar.
Entró en el recinto, registrándose con rapidez en la recepción y se dirigió hacia la oficina con las indicaciones que le dio amablemente la recepcionista, su corazón latía rápidamente, realmente estaba emocionaba por la oportunidad que le habían otorgado.
Cuando llegó a la imponente puerta de madera, tomó con fuerza el maletín en su mano y respiró profundamente para armarse de valor y entrar a la habitación.
— ¿Es usted María Buyanova?— preguntó un hombre que aparenta ser mayor que ella, lo primero que destacaba de aquel hombre era su brillante calva y lunares escandalosamente oscuros en su tez, la mujer dejó de examinar al hombre y se apresuró a asentir y terminar de adentrarse a la oficina. — Tome asiento, por favor. Seguramente sabrá que soy el director de la Federación, Esteban Vronsky, he leído la petición del motivo de esta junta, ¿Podría compartirme los detalles del proyecto?
— ¿Disculpe?— la mujer estaba preparada para objetar la rotunda objeción por parte de la federación, e incluso había preparado un discurso elaborado por semanas para convencerlos. Aunque la reacción por parte del director nunca se la espero.
— Quiero decirle, felicitaciones señorita Buyanova, la iniciativa de la academia de apoyo a niños necesitados y pre-juniors ha sido aprobada por la Federación rusa y el Comité Olímpico, su solicitud ha pasado las tres etapas de aprobación base.
— Entonces, de-¿De verdad fue aprobada? — la mujer rubia se levantó con su rostro irradiando sorpresa y felicidad, con sus manos entre su cabello, aún sin podérselo creer.
— Así es, la fundación "Ice Age Kids" ha sido aprobada y puesta en su dirección junto con un grupo de entrenadores de otra academia, contando con un presupuesto de 66, 935,000 rublos, una recaudación suficiente además de 2 pistas en construcción proporcionadas por el gobierno.
Simplemente Masha no podía creer las palabras que estaba escuchando, tanto que el aliento se le escapó por un momento haciendo que en su rostro se plasmara la sonrisa más amplia y radiante que haya dado en años.
— El proyecto "Ice Age Kids" se realizará con el fin de apoyar a aquellos niños de bajos recursos aquí en Moscú, darles apoyo en entrenamientos y clases a un precio sumamente accesible, también la academia brindará ayuda a niños de menor edad de Juniors, brindando experiencia a los niños y fortalecer a nuestros alumnos y desarrollar una técnica para convertirlos en los mejores del mundo.
— ¿Nosotros qué ganamos?— habló de repente, interrumpiendo a la mujer, cambiando su semblante.
— ¿Disculpe?
— Como lo oyó, ¿nosotros qué ganamos? Estamos dando una gran inversión a su proyecto, tenemos al comité olímpico tras nosotros esperando una garantía. Se lo resumiré en pocas palabras, queremos que la popularidad de éste proyecto se eleve al máximo, en simples términos lo que quiere la Federación y el Comité es que un alumno sea tan destacado, que dé resultados impecables y que dé la imagen perfecta, ¿Me entiende?— habló el hombre mirando como la sonrisa de la mujer caía hasta formarse una línea recta, con una mirada llena de seriedad.
— ¿Quieren una imagen del proyecto? ¿Cómo piensan que lograré eso en tan poco tiempo?— cada vez estaba más confundida, creía que la condición sería distinta, a la mejor las opiniones más importantes del patinaje y así, pero lo que pedían era mucho más difícil, por no decir casi imposible.
— Las alumnas de Tsurutskaya llevan poco en su nueva academia, colocándolas entre el top 10 mundial, eso le quita prestigio a programas gubernamentales como el nuestro. Lo que queremos es que este proyecto dé sus frutos más rápido que nunca, necesitamos de regreso esa "preferencia" a nuestras academias y programas. ¿Entiende? Quiero que su próximo alumno o alumna sea capaz de competir contra todos aquellos manteniendo el nombre del proyecto en alto, queremos que compita y venza a esos otros, así la gente apoyará el deporte, más ingresos, etcétera. Quiero un talento que sea capaz de hacerle frente a todo ello con resultados impecables, que los ojos del mundo sean puestos en aquel.
— Pe-pero eso es imposible, necesitaría un año más...
— No sé cómo lo hará, pero queremos resultados la próxima temporada, pero queremos su prototipo en un mes, escoja con sabiduría.
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Un par de ojos se abrieron, aunque la luz no fuera abundante, dolieron al reaccionar a la vista, todo parecía borroso a su vista. La pequeña niña estaba acostada en su cama y la habitación que la rodeaba se encontraba más oscura de lo usual, involuntariamente una lágrima salió de sus ojos, aquellos que tanto le pesaba mantener abiertos, no fue hasta ese entonces que se dio cuenta que se encontraban hinchados y por eso le causaban molestia.
Esa sensación le era tan similar que ya empezaba a abrazar aquel dolor todas las mañanas como algo normal, como un fiel compañero.
Se levantó de a poco, sintiendo aquel compañero extenderse por todo su cuerpo, pero decidió acomodarse por su mejilla y apretar su abrazo, tanto que la chica soltó un quejido. Con la yema de sus dedos decidió acariciar aquella zona que tanto le molestaba, aún con sus ojos adormilados, esperando sentir un raspón como siempre solía sentir, pero no fue así, sintió la tela sobre esa parte, sus dedos rozaban un parche.
Sin el menor cuidado sacó aquel parche de la zona, provocando más ardor en la zona, sintiendo su piel al fin respirar en aquella parte. Era claro que era lo que eso era, tenía una cortada. Aquel brusco acto arrancó la poca costra que se había formado, haciendo que la herida volviera a sangrar levemente.
Su mirada yacía perdida en aquel pedazo de tela, como si la mancha carmesí fuera lo más importante, como si el color seco que tenía fuera todo un misterio, como si ese objeto fuera lo más enigmático o si tuviera la respuesta a la eternidad. Simplemente miraba a la nada, como cada mañana. Pensando en muchas cosas, y a la vez en nada, despierta pero de mente dormida.
Su respiración tan pacífica se detuvo cuando escuchó pasos acercarse a su puerta, reaccionó al sonido de las pisadas y se volvió a colocar el parche, esperando que no se despegara de nuevo, esperando enfrentarse a la figura que atraviese esa puerta.
Tocaron suavemente un par de veces, esperando quien sea que fuese el permiso para pasar, el cual concedió con trabajo, su garganta se encontraba irritada por alguna razón.
— Tu madre ha venido a hablar de algo importante, anda, levántate y vístete que ya está esperando.
Su rostro era serio e inexpresivo, pero por dentro ella temblaba, tenía miedo de la persona frente a ella, los recuerdos del día de ayer estaban tan frescos que le causaban escalofríos, ni hablar de que le diría a su madre de los moretones en su frente y brazos o el parche en su mejilla.
— Apúrate mocosa, que no tenemos todo el día. ¡Anda, anda! Que te castigaré si no te apuras, si digo ahora. — la mujer tomó del brazo de la niña, tirando de ella con brusquedad sacándola fuera de la cama, arrastrándola hasta el ropero. — ¡¡Es ahora!!— y con ello, la palma de su mano se estampó contra su mejilla, abriendo más su herida.
Ella no gritó, sólo dejó unas cuantas lágrimas fluir, apretando sus puños con fuerza, buscando de esa manera detener todas esas palabras que querían explotar fuera de su boca, su rostro tenso intentando con todas sus fuerzas no echar a llorar ni quejarse, manteniendo la respiración aunque su garganta doliera más que nunca.
"¿Quieres llorar? ¡Te daré un maldito motivo para llorar!"
Si soltaba una lágrima frente a ella... Será peor.
Una vez ella se calmó, vio que su abuela salió del cuarto, no sin antes mirarle con desprecio y dar un portazo.
La pequeña no tuvo de otra que ponerse un vestido nuevo, uno que fuera el agrado de Dolly y su madre, después de todo ella sólo hacía lo único que podía hacer.
"Quédate callada. No digas nada, no digas nada, no digas nada. Es una maldita, es una maldita... No, no digas nada, quédate callada... No llores, no llores... Déjalo aquí, déjalo aquí...No hables, no hables... Callada, callada es mejor... Que débil eres, qué débil eres... quédate callada... Después de todo... callada eres mejor... callada te ves mejor... callada te siente mejor... callada no molestas a nadie... callada no eres inútil... No lo dejes salir... porque callada no eres una molestia."
Mentiría si dijera que no quiere gritar, incluso por lo más mínimo, pero todo es mejor cuando no dice nada, de todos modos, nada cambiaría si dijera algo.
Su corazón duele, su garganta duele de tanto ser callada, pero ya está acostumbrada a eso. El dolor no se ve, y eso es lo que importa, nadie tiene que ver su dolor, porque te ves débil, te ves inútil. Si ellas ven su dolor, no tendrán piedad. Siempre lo mejor es callar, adentro nadie puede entrar, adentro nadie puede ver.
De lo sea que venga a hablar su madre, no será nada bueno, después de todo, su mala suerte siempre la acompaña, ¿Ya qué puede esperar?
Y ahí estaba ella, aquella mujer estaba sentada, con su mirada seria y molesta, como siempre solía estar cerca de su presencia, pero se le veía hablar más, ella nunca hablaba mucho con su abuela. Algo no está bien.
— Acércate, acércate más cariño. — la voz de una inusual dulce Dolly la llamó a entrar a la sala, sin duda algo no está bien, incluso dudó de que esa fuera su abuela por un instante.
— Ven aquí, hija. — su madre la llamó sin mirarla, y ella temerosa se adentró en dirección a ellas, notando que había alguien más. — ¿Recuerdas a la señorita Buyanova?— la mirada que le envió su madre la terminó de asustar, pero asintió con su cabeza lo mejor que pudo, intentando sonreír.
— ¡Hola, preciosa! Seguro sabes a que...— Masha no pudo evitar parar de hablar en cuanto vio el estado de la niña, de modo que ver su sonrisa nerviosa la alertó más, hace unos días la niña tenía su tez limpia y bella, pero ahora tenía un alarmante parche en su rostro y tenues moretones a lo largo de su piel visible. — ¿Qué te pasó?
— Se cayó en el jardín justo ayer. — su abuela contestó rápido mientras reía nerviosa, tratando de hacer que la niña no dijera ninguna palabra. — Ya saben cómo son de descuidados los niños, siempre haciendo travesuras.
— En efecto. — Respondió seca como siempre tu madre, la verdad esperabas un regaño, pero te salvaste gracias a que madre quería dar una buena impresión con ella. — No hay que desviarnos del tema por una absurda torpeza, después de todo tenemos un asunto serio que tratar, _______ siéntate.
— Lo siento, no debí debí cambiar de tema. — la mujer rubia intentó aligerar lo pesado que se sentía el ambiente entre ellas. — Seguro sabes a qué he venido aquí. — Aunque Masha sonriera, no le brindaba calma a la pequeña, por el contrario le recordaba al suceso con el abuelo de Yuri, ambos venían con el mismo propósito, sin saber cuánto daño causaban.
— Aceptaremos. — tu madre contestó, no sorprendiéndote sólo a ti, sino a tu abuela y a la misma Masha. — _______, desde ahora podrás entrenar con María Buyanova, podrás patinar. — tu expresión de sorpresa debió ser evidente ya que tu madre reflejó más molestia, así que volviste a tu estado serio, preparada para lo que fueran a decir. — Pero... Como serás el proyecto ambicioso de su academia, tendrás que ser perfecta, ¿De acuerdo? No sólo por el país, sino por tu familia, no quiero una desgracia de ti así que no me hagas quedar mal, ¿Entendido?
— No necesita ser tan dura con ella, sé que ella tiene el talento y determinación para hacerlo, yo seré la que la llevé a la grandeza. — interrumpió nuevamente la rubia, tratando de remarcar su responsabilidad, pues estaba muy incómoda con el trato de la mujer a su hija.
— Eso espero. — Kateñka, su madre, respondió simple y cortante, con ese semblante terrorífico usual en ella. Se acercó a su hija al oído, sintiéndola temblar, sólo para susurrarle. — Si cometes un error, un solo error, si fallas, si nos haces quedar en vergüenza, no volverás a patinar ¿de acuerdo? Es el número uno o nada, cero oportunidades...Si fallas, las vas pagar.
— De acuerdo. — ella le contestó, algo era algo.
— Bien, empezamos mañana.
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5 años después.
Sonreía, mostrando una falsa alegría, sus brazos se movían con gracia y elegancia, sus hombros igual se balanceaban expresivos al ritmo del piano, su rostro era algo digno de apreciar, las expresiones de su cuerpo entero eran simplemente deslumbrantes, tan naturales, tan elegantes, delicados y suaves. Todo en su interpretación era un deleite.
Ella era arte.
Patinaba tan suave y elegante que te sumergías dentro de su interpretación. A pesar de que sus saltos eran complicados y limpios, se notaba tal naturalidad al realizarlos que no se veía ningún problema o esfuerzo, parecía que patinar tal programa le era tan natural, había tanta ternura en sus expresiones que nadie podía apartar su mirada, era exquisito.
Eso fue hasta que...
La última combinación: triple lutz, triple loop, de las más complicadas en el circuito, ella cayó.
Eso no fue importante, pero la música paró y no se atrevió a mirar a mesa frente a ella, ni a la cámara que la estuvo grabando todo éste tiempo.
— De nuevo. — Su madre le dijo desde la baranda, y ella con dificultad se levantó y volvió a ponerse al centro de la pista, esperando que la música sonara.
— Alto, ven aquí _____. — su entrenadora la llamó hacia la mesa de calificación, dónde ella estaba, con una mirada de no estar contenta de su actuación. — ¿Qué fue esa entrada? ¿Es la primera vez que haces la combinación? Casi lo haces con el filo incorrecto, respeta la técnica, ¿de acuerdo?
La chica sólo asentía y le miraba a los ojos, ese día era totalmente diferente, hoy se encontraban grabando un documental del programa Ice Age Kids, dónde la protagonista era ella, y claro su madre había venido a ser parte de la entrevista. Hoy estaba más presionada que antes, no por las cámaras, sino por su madre.
— Los sentimientos son sentimientos. — susurró suavemente al oído de su alumna, cuidando que no se escuchara. — Y encontraran la manera de salir, en forma de lágrimas, de palabras, de acciones. Tienes que dejarlos fluir, eso hace un deleite tu interpretación, hazlo como siempre, el patinaje siempre te dejará salir tus sentimientos, hazlos arte y muéstraselo.
Estaba cerca tu debut en la sección senior del deporte, y todo el mundo estaba con altas expectativas, sobre todo porque eras la mejor del circuito junior, ni hablar de la rivalidad que tenías con la escuela de Tsurutskaya. Era mucho peso sobre tus hombros.
Un solo error no sólo le costaría a la escuela, sino también te privarían de patinar, tal vez para siempre.
— De nuevo.
La chica de quince años se posicionó en el centro de la pista, esperando que la música sonara, viendo que no hubiera compañeros por tu ruta de patinaje, sin poder evitarlo te topaste con la mirada de Yuri, poniéndote más nerviosa.
Mamarl. De Anna Talpe.
Era la música del programa largo, una bella pieza que requiere un alto calibre de interpretación para ser excelente, incluso más de lo que requiere Carmen, y según Masha, era perfecto para ti y tu debut.
El piano era parte de ella, parecía que la voz de la chica era la de la patinadora, tan suave y linda, era una danza tierna y elegante, suave pero con los elementos más complicados, una pieza que exige mucho. Pero era lo único que podía hacer para vencer a las campeonas del nivel senior.
Sin evitarlo, a veces te apoyabas de la figura de Yuri para apoyarte en la interpretación, te parecía perfecta, decía lo que querías decirle, e inconscientemente se la dedicabas a él.
Porque mi corazón te pertenece, yo nunca me había enamorado.
Y porque estas siempre cerca, no hay oportunidad de que yo me pueda rendir.
Para todos era un deleite las interpretaciones que dabas, aunque sólo fueran un entrenamiento, siempre eran bellas. Y Yuri siempre admiraba lo talentosa que eras para ello, y él esperaba ser cómo tú, ser admirado y que su patinaje sea especial igual que lo es el tuyo.
Pero contigo...Nadie se puede comparar.
Mientras la pieza seguía tocando, en ella se había formado un aura elegante, sus expresiones eran hermosas y encajaban con la música, su suave y natural patinar ajustaban a la perfección con la canción como zapatos de jazz.
Parecía como si ella fuera parte de la música, y así era, la sencillez con la que se comunicaba con la música era todo lo que necesitaba, la música hablaba por ella y ella se fundía en ella.
Pero ella paró de repente.
No por un error, no porque la música se detuvo. Alguien se había cruzado en el momento en el que ella iba a realizar un salto, y se desvió para no colisionar con aquella persona, pero esa persona parecía seguir el camino que ella siguió, sólo que ahora ella colisionaría con Yuri en segundos, quién ya no podía parar girar. La otra persona realizó un salto sin darse cuenta que había alguien atorado atrás, ella en un intento de salir, su cuchilla se atoró en un bache de la pista.
La delgada cuchilla de los patines destelló tan cerca de su rostro, hasta que sintió cómo cerca de sus ojos un extremo ardor se expandía por todo el lugar, sin poder moverse, la cuchilla de Yuri rozó demasiado la pierna de la chica en un intento de barrerse para liberar la cuchilla de ella, y el movimiento de su pie, le terminó por mover su pierna pero su rodilla no resistió el movimiento y se quebró.
Lo último que vieron los ojos zarcos del chico fue la sangre que botaban de sus heridas.
El piano dejó de sonar.
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