B O N U S .
«Y de todas las cosas que he hecho, creo que amarte ha sido la mejor de todas.»
Leí otra vez.
—Colby, ya deja de leer ese libro por el amor de Dios. Me tienes enfermo que andes con ese libro en todos lados —Chris me retó.
—No puedo, escribe demasiado hermoso —lo cerré y con un suspiro lo dejé sobre mis piernas—. Es una gran escritora.
—Tú la dejaste ir —frenó en la luz roja.
—Ella estaba con Adam esa mañana, lo más lógico era dejar que se besaran en paz.
—Devin puso en este libro —lo tomó y lo movió en su mano arriba y abajo mientras hablaba—, lo que ella esperaba de ti, no que los miraras y te marcharas como un maldito nerd —me pegó con el en la cabeza—. Antes luchabas, ¿qué te pasó?
—Me di cuenta que estaba mejor sin mi.
—Tú eras su felicidad —me miró, la luz cambió a verde pero él no avanzó. Varios de los que venían atrás comenzaron a gritarle y tocarle la bocina. Chris, cerró la ventana y puso algo de rock—. Ya, hablando en serio —se giró a mi—. ¿Aún la quieres?
—Por supuesto.
—¿Y por qué no estás con ella?
—Porque ella ya no me quiere, acabas de decir que yo era su felicidad. Ahora ya no lo soy...
—¿Entonces que esperas para enamorarla otra vez?
—Le temo a fallar.
—¿Te rindes tan rápido?
—Yo no... mi corazón si —miré el libro.
—¿Por qué no la buscas?
—Ella tiene a alguien más, quien la ame de verdad.
—Agh, ¡eres un idiota por no hacer nada!
—Ella es feliz —me encogi de hombros.
—¿Y tú?
—Bueno yo... yo soy feliz si ella es feliz.
—¡Mentira viejo, estás mintiendo! ¡nadie es feliz si la persona que aún ama es feliz, no recurras a esa mierda barata!
—Bueno, eso ya no importa. Sigue conduciendo —apunté al frente, pero él no dejó de mirarme y tomó el libro otra vez.
—Te diré un secreto, solo porque me caes bien y deseo que vuelvan a estar juntos. Tú tienes mi permiso —humedeció sus labios—. En la última hoja donde tu personaje abre su corazón al cuerpo que yacía muerto en tus manos, son los sentimientos que ella quiere hacerte llegar. Sabía que lo leerías en algún momento... solo que eres muy bobo para entenderlo.
Guardé silencio, sentí el palpitar de mi corazón.
—Hace referencia al hecho de que si ella muriese algún día, te seguiría amando aún después de la muerte. ¡Estúpido idiota!
Miré la portada del libro, lo pensé unos segundos y me di una palmada en la frente. Tenía razón.
—Soy un idiota —me pegué con el libro en la frente, pero no demasiado fuerte.
—¡Exacto!... espera, ¿te has dado cuenta? —se sorprendió.
—Tarde pero lo hice, ahora iré tras ella —intenté abrir la puerta del auto.
—Espera tigre, no tan rápido —me jaló de vuelta a dentro del auto—. No sabemos donde está.
—Tienes razón.
—Ya sé —tomó el celular de su bolsillo, tocó un par de veces la pantalla y lo llevó a su oído—. ¿Cómo estás cariño?... Entiendo... ¿y cómo lo toma él?... oh... bueno... eso es fantástico, iré a verte pronto. Cuídate —colgó otra vez.
—¿Y?
—Está en la librería Neverland, firmando libros —emprendió marcha otra vez con más velocidad esta vez.
—¿Qué? —parpadeé un par de veces estupefacto—. ¿Estás bromeando?
—Ni creas.
—Te quiero, idiota —le di un beso en la mejilla y él rió limpiándose.
Adelantó varios autos, cruzó antes de que la luz cambiara a roja y justo cuando un auto pensaba estacionarse, Chris se adelantó y le quitó el puesto.
Obviamente el sujeto le gritó un par de cosas, pero nada le importaba... y era por eso que ambos seguíamos siendo amigos.
—Ya está, ve adentro y ponte a la fila. Te prometo que ella no huirá —palmeó mi hombro varias veces—. Reconquístala.
Lo miré por unos segundos, sonreí y bajé con el libro entre las manos. Me paré adelante de la puerta, inhalé y exhalé tres veces. La mano me temblaba, tenía un terremoto en mi interior.
—¡Tú puedes! —escuché el grito de Chris. Me giré y este me estaba mirando por la ventana con el pulgar levantado, era peor que mi madre cuando me llevaba a mis luchas cuando era más joven.
Le hice caso y entré a la librería, miré por todas partes hasta dar al fondo.
Ahí se encontraba ella tomando de la boquilla de una botella de agua, su mirada no se despegaba de la mesa ya que su otra mano libre seguía escribiendo unas cuantas cosas. Me acerqué a paso seguro y pude ver que en la mesa había dibujado mi rostro con unos cuantos apodos que tenía para mi, resbalé el libro por la mesa hasta chocarla con su mano.
—¿Nombre? —preguntó sin mirarme todavía, no le respondí pero su mirada subió por mis manos, recorrió mis brazos y llegó a mi rostro. Con una rapidez que no me esperaba, cubrió los dibujos con mi ejemplar. Sonreí.
—"Todo resulta ser gris cuando no estás conmigo. Eres el color que necesita mi vida para dejar serlo" —cité una de sus frases—. ¿Aún es tarde para mi?
Ella se puso de pie, creí que huiría pero no lo hizo. Hizo algo mucho mejor.
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