9. "Ayatollah"
10:00 a.m;
Había sobrevivido otro día más.
Me levanté del suelo, había dormido en el único lugar que no tenía un mal olor en el cuarto. La cama no había sido limpiada correctamente y el olor a éxtasis seguía en las mantas, estaba segura que ni siquiera habían lavado las sabanas. Era algo repugnante que solo me puse de pie, me lavé el rostro, tomé mis cosas y salí de la habitación con las llaves en las manos.
No podía negar que la noche de ayer la había pasado bien, había bebido algo de alcohol y fumado un cigarrillo con toda libertad al lado de la ventana. La brisa estaba perfecta que me hizo olvidar mis problemas por unos segundos, cada pequeña ráfaga que corría se sentía como si la voz de Danny me hablara con cariño, diciendome lo mucho que me quería.
—¿Ya se va? —me preguntó el hombre cuando llegué a recepción.
—Si —dije con sequedad y le dejé las llaves encima del mostrador avanzando hasta la puerta. El portero me abrió pero al ver mi rostro evitó sus comentarios y dio un paso en reversa, al parecer se había dado cuenta que si decía una palabra lo iba a golpear en la cara como nunca lo había hecho otro ser humano en la faz de la tierra.
Arreglé mi ropa, que por suerte me había cambiado antes de comenzar a beber sin control, aspiré el dulce aire de las mañanas y comencé a caminar lejos del hotel. Esta vez seguiría descubriendo, conocería la próxima ciudad que estaba al lado de esta y si me gustaba entonces me quedaría.
Aún tenía algo de dinero, pero si se me terminaba estaba dispuesta a trabajar para obtenerlo, no me molestaba hacer cosas tan básicas para sobrevivir. Había superado el infierno, como no iba a poder seguir aguantando otro día más.
—Esto huele a lluvia —susurré mirando el cielo que de un momento a otro se había oscurecido sin darme cuenta. Seguí caminando y a los minutos después, una gota cayó directamente sobre la punta de mi nariz haciendo que mis ojos se apretaran por el impacto repentino.
Abrí mi palma a un costado de mi cuerpo y lentamente fueron cayendo las gotas, obviamente no me iba a molestar en cubrirme o al menos en buscar un paraguas, siempre quise ser mojada por las lágrimas de un día triste.
—Al parecer mis pensamientos de ti fueron lo suficientemente fuertes, como para hacer llorar a las nubes —hablé conmigo misma como si Danny estuviera a mi lado, pero de algún modo la sentía aún conmigo.. como si nunca se hubiera ido y no tuviera las intenciones de hacerlo.
Miré como los comerciantes ambulantes guardaban su mercancía y salían corriendo buscando un lugar donde resguardarse de la lluvia. No entendía cual era el temor de mojarse, como si las gotas fuesen ácido. Solo era agua, agua más sana de la que salía de los grifos, agua pura que cualquier país seco desearía tener.
Me reí de lo absurdo de la humanidad, necesitaban perder ciertas cosas para luego poder darse cuenta de lo que antes tenían. La naturaleza por ejemplo, esta se irá para no volver más.
Seguí caminando sin rumbo aparente, miré hacia la izquierda y había un negocio abierto. Sacudí mis zapatos del barro que se había formado a partir de la tierra, antes de entrar y arreglé mi cabello hacia atrás, luego pasé hasta el fondo donde se encontraban las botellas de bebida y de alcohol. Sin pensarlo mucho tiempo tomé una botella verde con el nombre "Heineken" al frente, era la más barata en la tienda y la que más me fascinaba.
Saqué algo de dinero de mi bolsillo y le pagué al hombre. Me ofreció un abridor pero tomé una llave de mi bolsillo trasero y la abrí saliendo de nuevo, la lluvia había empeorado. No podía sentirme mejor, era –literalmente– mi elemento.
El cielo se había puesto más oscuro como si de la misma noche se tratara, las nubes avanzaban lentamente empujandose una contra otra para poder seguir su camino, las gotas caían como si de un diluvio se tratara y yo solo quería levantar un pañuelo a ellas y secar sus lágrimas.
Pero al no poder hacerlo, simplemente les tiré un beso y aspiré un poco de su pesar antes de salir del lugar.
—No te gusta esto, ¿verdad? —susurré poniendo la mano en mi pecho, donde había sentido la presión de otra mano. Sabía que era ella impidiendome seguir con lo que hacía—. Lo siento, pero esto adormece el dolor que siento por dentro —desordené mi cabello y seguí caminando por la vereda, mirando como algunos vendedores ambulantes se quedaban en su lugar, estaba segura que pensaban; "es temporal, pronto se detendrá" pero lamentablemente esto iba a durar todo el día si la herida de las nubes era profunda.
—Mm... —dejé de beber mientras caminaba—. ¿Qué te parece? —le pregunté a la nada. Había un puesto con un gran toldo cubriendo su mercancía de la lluvia, miré lo que tenía y vi varias patinetas fuera de tener marca. Me sentí atraída de comprar una pero seguí avanzando, aún así seguía pensando si hacerlo o no hacerlo, hasta que me devolví y compré una.
—Deberías tener cuidado con la lluvia —me recomendó después de haberle pagado. Ignoré su comentario, sabía que no tenía los zapatos adecuados como mis viejas vans.
La tiré al suelo y de un salto subí en ella, hacía mucho que no veía una o me subía a una que no pude aguantar las ganas de poner en práctica todo lo que sabía.
Las calles estaban mojadas y al igual que un auto, las ruedas se deslizaban haciendome perder el control. Pero no las dejaba y preferí seguir mi camino sin más ollies, mientras bebía mi alcohol.
La mayoría de las personas me miraban como si fuese algo extraño, como si estuviera loca, como si no debiera hacerlo. Bien, eso demostraba que era libre y podía hacer lo que se me viniera en mente.
Estaba a punto de salir de la ciudad y sabiendo que la calle estaba más mojada que en otras partes, se me ocurrió hacer un truco. Pero esta vez fui a parar al suelo, chocando mi espalda brutalmente, por suerte había mantenido mi cabeza en el aire y esta no había chocado contra el suelo.
Traté de mirar el cielo a través de las gotas y lo único que fluyó en mi, fueron las ganas de reír desenfrenadamente. Recosté mi cabeza contra el suelo tratando de apaciguar la caída y llevé mis manos a mi frente riendo con fuerza aunque las lágrimas se mezclaran con las gotas del cielo. Me había desbaratado completamente y eso era lo que menos me dolía en ese momento.
Era algo majestuoso.
Me quedé un rato en esa posición, buscandole una razón más al por que hacia esto. Por que seguía buscando algo que pudiera sentir aparte del dolor y al no encontrar la respuesta me levanté lentamente para no marearme.
Miré a un costado y la botella que llevaba en la mano izquierda estaba rota, varios de los cristales estaban incrustados en mi palma. El alcohol había caído con la sangre, el dolor era indescriptible.
Me senté y con las dulces lágrimas de la lluvia limpié las heridas, tomé una venda extra que traía en la mochila y la enrollé en mi palma impidiendo así, que me siguiera desangrando. Ahora no tenía mi anestesia y mi corazón volvía a latir despertando consigo a todos mis demonios, se sentía horrible.
Me levanté con la frente en alto, tomé la patineta y la volví a montar. Una caída no me iba a decepcionar, no había sido la primera vez y no iba a ser la última.
Me acomodé la mochila, inhalé y exhalé varias veces, ese olor a lluvia en las calles siempre me había gustado.
—¿Lista? —volví a preguntar mirando mi espalda, sabía que Danny seguía conmigo. Sentí como una presión en mi espalda se hacia presente, aquello lo tomé como un "si", acaricié mi cintura por unos segundos como si sus piernas estuvieran ahí y comencé a patinar lejos de la ciudad.
La aventura continuaba.
.
Llegué a la ciudad y gracias al baño que me había tomado temprano había agarrado un resfriado de aquellos difíciles de curar. Lo reconocía muy bien, cuando era más joven había tenido todo tipo de enfermedades que ya no me era difícil reconocerlas.
Mi cuerpo seguía húmedo y mis pies estaban helados, pero de ninguna manera me molestaba, solo quería seguir el camino. Aún no tenía pensado cuando me detendría pero mientras el dolor no cesara entonces no le daría fin a mi búsqueda.
Había oscurecido y el frío parecía como si me encontrara en Seattle, era tan parecido que solo cerré los ojos imaginando por unos segundos que me encontraba allí.
Al volver a abrirlos solo me daba cuenta que estaba en Queens y no me quedaba de otra que inspeccionar, quien sabía si después terminaba gustandome.
Comencé a recorrer como el día de ayer y todos me miraban como si estuviera loca. Los ignoré y tomé la patineta del suelo, cargandola a un costado debajo de mi brazo. Mi cuerpo comenzó a temblar inesperadamente y no lo podía controlar, era como si mi cerebro no tuviera la capacidad más allá que solo guiar a mi corazón por el camino que pensaba correcto. Pero mi cuerpo quedaba a libre albedrío.
Estaba a punto de quitarme la mochila de la espalda, cuando mi teléfono comenzó a vibrar desde mi bolsillo trasero. Confundida lo saqué de ese estrecho lugar y miré la pantalla, en esta decía Ayatollah.
«¿Por qué debería contestarte si no cumpliste tu promesa como todas las otras veces?»
Pensé arrastrando mi dedo sobre la pantalla para desviar la llamada. Mantuve apretado el botón de bloqueo hasta que en la pantalla me salieron todas las opciones, entre ellas toqué "perfil fuera de línea" y lo volví a guardar en mi bolsillo como si nada hubiera pasado.
Ese hombre no me amargaría la existencia con sus falsas promesas.
Desde el día en que nos habíamos encontrado en el bar, no cumplió con las palabras que había dicho y eso me decepcionaba. Porque siempre ha sido lo mismo, ha tenido tiempo para todos los demás, pero de cumplir con una simple llamada al medio día como siempre le decía no era capaz de hacerlo. Y luego aparecía con la excusa mal planeada de que no tenía tiempo, siempre terminabamos discutiendo cuando tenía todas las cartas a mi favor, por eso era mejor no pasar lo mismo en estos momentos.
Solo abriría la herida que algún día traté de cerrar y el dolor se intensificaría, ya que por desgracia él era así.
«Déjalo ser, solo déjalo ser...»
Volví a pensar mientras miraba mis pies.
Levanté la cabeza con el ego que me era fácil fingir y comencé a buscar un lugar donde quedarme, Queens me había gustado y me quedaría por un tiempo hasta que recuperara gran cantidad del dinero perdido.
No más hoteles, ahora me conseguiría un departamento.
Aunque con mis vicios, no duraría mucho tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro