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64. ¿Por qué debería?

Sami y yo terminamos la noche, éste me fue a dejar al departamento, se despidió, me dio unos cuantos consejos y si Colby no aparecía en los próximos días nos volveríamos a juntar para pasar el rato. Era un hombre agradable, nada más.

Me acomodé con Charlie en la cama y cerré los ojos.



.

10:45 a.m.
La alarma sonó casi en mi oído, gruñí molesta por ese hostigoso pitido. Intenté tomarlo con mi mano, pero no lo alcancé del todo, solo logré que éste cayera al suelo muy lejos de mi. Gruñí aún peor, como un zombie al ponerme de pie y tomarlo.

"Cinco minutos más"
Pensé y volví a la cama cubriendo hasta mi cabeza, no deseaba levantarme hasta las doce del mediodía. De todos modos, tenía el día libre y no siempre tenía cosas que hacer con ese tiempo. Solo... Dormir, comer, ver televisión, ir al baño, seguir comiendo y repetir.

Luego de un rato me levanté, las ganas de ir al baño habían ganado esta batalla. Se era imposible luchar contra las fuerzas de la naturaleza.
Me aseé, en ese momento había perdido el sueño en su mayoría y decidí tomar a Charlie para ir a desayunar.

"Conmigo no hacías eso"

—No, porque eras tú quién me cargaba a mi —reí.

Lo dejé en el sofá y fui a la cocina, preparé algo rápido pero antes de acabar, mi celular comenzó a sonar desde mi bolsillo trasero. Era Colby.

—¿Si?

¿Estás sola? me respondió con otra pregunta.

—Con Charlie.

¿Quién es él?

Suspiré y guardé silencio, él no habló.
—Es mi gato.

Seguía el silencio.

Lo siento...

—Piensa antes de decir las cosas Colby, te falta practicar mucho ese problema que tienes.

Amor...

—¿No vendrás?

¿Por qué debería?

—No, por nada —apreté mis labios, no sé por qué creí que vendría—. ¿Cómo te va la mañana?

Comencé a escuchar todo el relato que tenía para mi, me acomodé en el sofá y olvidé lo que iba a comer.
Solo era capaz de responderle con un "bueno" o "genial" para no hacerlo enojar, pero la verdad era, que mi cabeza no estaba con él. Desde que comenzó mi cerebro se marchó y aquella palabra de afecto llamada "te amo" la iba sintiendo cada vez menos.

Bueno Devie, debo seguir trabajando.

—Aja.

No te enojes.

—No estoy enojada, todo está bien.

Está bien, hablamos luego respondió alegre—, te amo.

—Igual yo.

Esperé a que colgara y recargué mi cabeza en el sofá. Ya ni recordaba cuanto tiempo llevábamos así, mis quejas no las toma en serio y cree que luego de una hora toda la rabia desaparecerá mágicamente de mi cabeza. Cada día que pasa me conoce menos.

—¿Qué crees que deba hacer?

"Saca a pasear a Charlie"

—Hay muchos perros en la calle, le harían daño.

"Entonces dile a la vecina si puedes pasear su perro"

—¿Cuál es tú interés?

"Solo quiero que salgas Devie, te estás matando mentalmente. Puedo escucharte gritar el nombre de Colby"

—Está bien.

Me puse de pie, tomé las llaves y salí de casa dando marcha hasta la puerta de la señora Cortés.
Me abrió, le mostré mi mejor sonrisa y logré obtener a su perro. Tranquilo el animal, eso era bueno.

Pocas personas pasaban a mi lado, una que otra me reconocía y me pedía una foto o se tomaban una con el perro pensando que era mío.

Seguimos avanzando hasta que el peliagudo animal se paró frente a un arbusto y realizó su cometido; defecar en la casa de alguien más.
Reí sin ganas, pero luego ya le vi el verdadero humor y lo animaba a continuar.

—¿Qué crees que haces? —escuché una voz detrás de mi. Me giré y era Adam.

—¡Hey, hace mucho que no te veía! —le sonreí—. ¿Desde... —pensé.

—Tu debut.

—Exacto —chasqueé los dedos con una sonrisa más amplia—. ¿Cómo estás?

—Bien, vengo de la tienda —levantó la bolsa—. ¿Cómo estás tú? Ha pasado bastante tiempo, Devin.

—Bien, ha resultado mejor de lo que creía. Diría que fuiste mi boleto de entrada a la buena suerte.

—Eso es fantástico, me alegro por haberte ayudado.

Me quedé mirando sus ojos sin nada más que decir, que sorpresa el verlo por aquí. Estoy segura que Danny lo había planeado todo.
Adam bajó la mirada y miró al perro que aún seguía haciendo sus necesidades.

—¿Es tuyo?

—No, es de la vecina. Me ofrecí a pasearlo un rato —lo miré también—. Quiero ver la cara del dueño de la casa cuando se de cuenta del regalo que ha dejado este bello animal en su jardín, ha de llorar.

—¿Qué se supone que deba hacer? ¿me enojo o me río? —se cruzó de brazos—. Porque me tomó tiempo arreglar el jardín.

—Oh... —cubrí mi boca—. Cuanto lo siento, no... yo... que desastre. Lo limpiaré.

—Haré algo mejor —sonrió—. No me puedo enojar al verte aquí, hace días me estaba acordando de ti y lo más respetuoso es invitarte a pasar.

—No, Adam... lo siento. No sería justo.

—Insisto.

No se puede negar dos veces.
—Está bien, pero aún así limpiaré el jardín.

Él rió y me hizo un gesto con la cabeza para acompañarlo hasta la entrada. Sacó la llave, abrió la puerta y me dejó pasar primero. Si que era hermoso.

—¿Te molesta si amarro el perro junto al árbol allá atrás? —dejó la bolsa sobre la mesa, le pasé la cuerda y él se lo llevó.

Me senté en el sofá a esperar, no podía dejar de observar todo a mi alrededor, era fantástico que todo este tiempo estuviéramos tan cerca y no lo sabíamos. Nos divertíamos mucho, me hacía olvidar todos los problemas con sus elocuentes palabras y su descarada forma de ser.

—¿Todo bien? —escuché su voz otra vez, me había capturado observando su "mansión".

—Si, solo me puse a pensar —me paré—. Y creo que te he echado de menos.

El hombre de ojos claros caminó hacia mi y como si fuese capaz de leer mi mente, me abrazó fuertemente. Que perfecto se sentía esto, solo dos personas me hacían sentir tranquila con un abrazo; Colby y... él.
Sus manos acariciaron mi espalda y susurró cerca de mi oído un "yo también".

Al separarnos, tomó mi mano en una de las suyas y con la otra tomó la bolsa para dirigirme a la cocina. Exclamé sorprendida, me gustaba como todo estaba diseñado.

—No recordaba que te asombraras por todo —me soltó. Dejó la bolsa sobre la mesa, la inspeccionó y comenzó a guardar los productos en sus respectivos lugares—. ¿Tienes hambre?

—Yo... —mi estómago suplicó por comida.

—Lo tomaré como un si.

—Iba a comer algo esta mañana, pero luego lo olvidé y decidí pasear al perro.

—¿Lo olvidaste? ¿cómo es eso posible? —tomó un vaso, abrió el refrigerador y lo llenó con jugo—. Te ves distraída —bebió un poco.

—Problemas sin sentido.

—Tienen sentido para mi —me entregó el vaso—. Quiero que me cuentes.

—¿Debería hacerlo?

—Vaya desconfianza que ha surgido después de mi ausencia —se rió sin ganas—. ¿Cómo es eso?

—Ya no sé si eres el mismo de antes.

—¿Qué quieres que haga para demostrarte que sigo siendo yo?

—Mm.. quiero que me digas el primer piropo que me hiciste cuando nos conocimos.

Adam rió con ternura, sabía que se arriesgaría. Se acercó a mi sin despegar sus ojos de los míos, como si intentara descubrir algo.

—Estoy tratando de entenderle a tus ojos, el misterioso encanto de tu mirada —se puso en cuclillas frente a mi y el sonido de sus rodillas arruinó el momento—. Estoy viejo... Por qué me obligas a hacer estas cosas.

—Vale, nunca más —acaricié su cabello y él se puso de pie—. Te lo prometo.

—No mientas —tomó el vaso de mis dedos y bebió del último poco que le quedaba—. Bueno, dime que sucede.

—Problemas con Colby.

—Me lo suponía —encendió la cocina y comenzó a preparar huevos revueltos—. ¿Qué hizo esta vez?

—No es capaz de venir a verme.

—¿Hace cuanto qué no viene?

—Desde que nos separamos en el aeropuerto.

—Debes estar bromeando... —me miró y yo negué varias veces—. No puede ser.

—Ayer se enteró de que Sami me ha besado en ciertas ocasiones, pero eso es parte de su actuación y la verdad, no siento nada con ello asme puse de pie y me apoyé en el borde de la mesa—. Se enojó y me colgó la llamada.

—¿No conseguiste que viniera?

—De hecho, me preguntó: "¿por qué debería?".

—Discúlpame, pero cada vez más siento que la cabeza la tiene repleta de aire —apagó la cocina y depositó los huevos en un plato—. Ni siquiera yo sería capaz de dejarte sola.

—Pero también lo hiciste.

—Parte de mi trabajo, bombón —se giró a mi—. Y perdí tu número después de esa noche.

—"Después de esa noche" —me quedé pensando—. El "después de esa noche" para mí, fue el día de mi debut. Pasé tanto tiempo contigo que luego me sentí vacía. Esa noche me marcó.

—Lo siento, eras nueva y no debí haberme ido —se disculpó—. Es un lazo de dependencia que crea un novato con la persona que le enseña.

—Si, me ha pasado muchas veces... menos mal Sami apareció.

—Si, me reemplazaste.

—Debía hacerlo, no te iba a llorar toda la vida.

Acomodó las cosas sobre la mesa, sirvió café y me pidió sentarme a su lado. Seguimos charlando, a él nunca le faltaban temas de conversación y le gustaba reír, adoraba esa sonrisa, esa forma de reír en la que los ojos se le achicaban como a un pequeño niño.



El desayuno se acabó, limpié mis labios y Adam me seguía observando detalladamente. Le puse la mano en la cara unos segundos y él la quitó lentamente.

—Creo que ya es hora de irme, la señora Cortés ha de estar preocupada por su perro.

—¿Quieres que te acompañe?

—No es necesario —miré sus ojos—. Ha sido un gusto volver a verte.

—¿Vendrás a verme ahora que sabes donde vivo?

—Puede ser.

—Vamos, dáme una respuesta de verdad —suplicó.

—Tal vez.

—Devin.

—Te dejaré mi número, eso es más seguro. Así no vengo cuando no estás, o peor aún... cuando estés ocupado con algúna chica.

—Si, suena mejor —sacó su celular del bolsillo y me lo entregó desbloqueado. Lo anoté en contactos y lo dejé sobre la mesa.

—Nos vemos —besé su mejilla.

—Sigue sonriendo, Devin.

—Lo haré.

Adam fue por el perro, me acompañó hasta la puerta y me fui caminando lentamente. Unos cuantos metros lejos me giré y él seguía observándome hasta que doblé por la calle. Esta vez nos acercaríamos más.

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