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58. Relación a distancia.

El barco se acercó lentamente, era más grande de lo que aparentaba y mi boca solo se abría cada vez más.
Cuando se encontró al frente de nosotros, Colby me ayudó a pasar del otro lado sin soltar mi mano y al estar arriba, volvió a zarpar lejos de la orilla.

—Esto es asombroso —lo miré.

—Nada me resulta suficiente cuando se trata de ti.

—Para mi lo es —me acerqué y lo abracé. Sus manos acariciaron mi espalda desnuda de la pequeña abertura que tenía, su tacto siempre ha sido suave y delicioso, pausado e intenso, delicado y lujurioso.

—Buenas noches, ¿cómo se encuentran para esta velada? —una voz detrás de mi me sobresaltó. Levanté la cabeza del pecho de Colby y era un muchacho de más o menos mi edad, tenía puesto un traje formal—. Señorita, yo seré quien tendrá el honor de servirle esta noche —comentó a mi lento escaneo de su persona.

—Un gusto.

—El gusto es mío —sonrió—. ¿Desean beber algo mientras el barco toma la ubicación adecuada?

—Por supuesto —respondió Colby—. Tráiganos una copa de su mejor vino.

—Enseguida, señor —se marchó.

—Pero yo no bebo —lo miré.

—Descuida, este vino no te hará adicta. Te aseguro que una copa no te afectará.

—No lo sé.

—Confía en mi, amor —besó mi frente dulcemente—. No te fallaré y nunca lo haré.

—Está bien —miré el agua y la velocidad que íbamos adquiriendo.

Minutos después volvió el muchacho con dos copas de vino, su color era oscuro y espeso. Colby le dio las gracias y se marchó otra vez dejándonos solos.
Con ambas copas entre las manos, me entregó una y con una sonrisa rozó mis dedos al entregarmela.

—Un brindis —sugirió.

—Porque esta noche no termine jamás —miré el líquido mientras lo movía de un lado al otro.

—Y porque mientras estes aquí conmigo, sé que estarás a salvo —levantó su copa.

—Salud —hice lo mismo y las chocamos, tenía miedo de beber.
Colby bebió de la suya, luego me ayudó con la mía, sus dedos se posaron encima de los míos y me ayudó a darle un sorbo.
Era muy dulce y agradable a mi paladar, delicioso pero no obsesivo—. No está mal.

—¿Ya ves? No hace mucho daño.

Sonreí de lado y volvimos a mirar el paisaje oscuro, las luces del barco nos alumbraban un poco y eso lo hacía aún más mágico. Era un paraíso oscuro.

Pasaban los minutos y el frío recorría mis brazo, intenté cubrirme pero era inútil. Colby dejó la copa a un lado, se posó detrás de mi, su pecho se pegó a mi espalda y me abrazó cubriendo mi cuerpo. Sus manos se juntaron al frente y una de las mías acariciaron las suyas lentamente.
Me sentía como en casa.

Su aroma y su cuerpo junto al mío era lo más hermoso de la noche hasta ahora.

"Tómate un descanso, te dejo libre."

"¿Crees que me quiero perder esta increíble noche?"

"Necesitamos privacidad."

"Si no me he ido cada vez que follan, no esperes que me vaya ahora."

Le hice una mueca de mal gusto y apoyé mi cabeza en el pecho de Colby, su barbilla se apoyó de igual forma sobre mi cabeza.

Al tiempo después el barco encontró su posición ideal y Colby me guió hasta el interior.
Aún teníamos la hermosa vista y la mesa estaba preparada, todo estaba listo.
Me ofreció la silla, cuando me senté me acercó a la mesa y se sentó frente a mi.

—Y vuelves con la pena Devin, ¿por qué sucede? —me miró inquisitivo—. No estás frente al Papa como para sentirte extraña, yo no te voy a violar después de esto.

—No lo sé —miré mis manos—. Solo... sucede. Hemos estado juntos un tiempo considerable y aún no soy capaz de superarlo del todo.

—Ya veo —susurró—. Entonces esto no ha sido una buena idea.

—¡No, claro que lo ha sido! —reaccioné en una fracción de segundos—. Solo que, ayúdame a no sentirme así. Ayúdame a no sentirme cohibida hacia ti y todo estará bien.

—Está bien —acercó su silla a la mía y ambos quedamos mirando el paisaje nocturno. Su brazo se pasó por mis hombros lentamente y lo recargó en el respaldo de la silla, con sus dedos acariciaba mi brazo—. No soy un hombre perfecto, tengo mis errores al igual que todo ser humano en la faz de la tierra. He pecado, he blasfemado, he tentado a la muerte, he sido un hombre con bastantes errores que dejó atrás y aún así es capaz de seducir y cohibir a una hermosa señorita. Vaya dilema —me miró.

—Cuéntame.

—¿Qué te cuento? —le dio una probada a la cena que teníamos en frente.

—Tus errores. Sé que no te harán imperfecto ante mis ojos, pero quiero saber.

—Esa curiosidad algún día te jugará en contra, y muchas veces estará a tu favor —limpió sus labios—. Está bien, comencemos.

—Te escucho.

—Si eso hace que cenes, está bien.

Se acomodó y sin muchos preámbulos se dedicó a contarme anécdotas que –estaba segura– no me las habría contado si no se lo pedía. No quería parecer psicópata o una mujer obsesionada por su pareja, quería darle su merecido espacio pero ahora él quería compartir su vida conmigo y eso era mucho más importante para mi que el hecho de sentirme cohibida.

Sus miradas eran profundas, desde el interior de su alma, de lo más profundo de su ser. Su tacto tan caliente como el mismo infierno y sus palabras más venenosas que mordeduras de serpientes.
Intentaba no sorprenderme, solo asentía y su mano me daba de comer en la boca, yo solo tomaba la copa y la llevaba a mi boca inconscientemente sin mucho que hacer en respuesta.

Al terminar, acarició mi mandíbula como era costumbre.

—Lo logramos.

Miré en dirección a la mesa y ya no había nada en los platos, ni nada en la botella.

—Sin duda alguna, una increíble noche —dejé la copa sobre la mesa.

—Ey, yo no probé mucho del vino.

—Lástima, porque ahora es parte de mi —me burlé—. Puedes pedirle otra botella al muchacho.

—No, yo prefiero arrebatártelo —sonrió.

—¿A qué te refier...

Me tomó otra vez y me impidió usar la lengua para hablar. Su boca comenzó a absorber la mía desaforadamente, sin permiso ni delicadeza. Sus labios jugaban con los míos y su lengua intentaba estar dentro lo más que pudiera de mi boca, estaba siendo posesivo ya que yo estaba vulnerable.

—¿Qué tienes contra mi boca? —le pregunté alejándome un poco de él, necesitaba respirar.

—Me gusta besarla, me gusta disfrutar de ella. Porque es mía y de nadie más —rozó su nariz con la mía—. Por eso tampoco puedo dejar de verla.

Sonreí con timidez. No tenía palabras coherentes en este momento, no tenía una respuesta pícara como todas las otras veces.
Este hombre me hacía fuerte y a la vez tan débil, es el único que me puede elevar y dejar caer a la misma vez. Quien me puede hacer vivir y matar también. Reir y llorar, amar y odiar.

—¿Cómo te sientes hasta ahora? —humedeció sus labios, estaban más rojos.

—Bien. Muy bien.

—Que bueno, porque aún no termina —le hizo un gesto con la mano al muchacho que se había asomado justo después de separarnos.

Tomó los platos con todo lo que habíamos usado y se marchó otra vez sin decir mucho al respecto. A los minutos después volvió con frutillas y un poco de crema a su costado.

—¿Hablas en serio?

—Quería algo que fuese más simple y te ayudara a desenvolverte si no lograba hacerlo antes —tomó una y le untó crema—. Creo que no lo logré del todo.

—Todo estaba bien antes de que me besaras.

—Yo y mi maldito sex appeal.

—¿Sex appeal? —reí—. Me encanta cuando haces chistes.

—No fue un chiste —rió sin muchas ganas y llevó la fruta a mi boca, no la abrí—. Vamos, hazlo.

—No —apreté los labios.

—Te juro que no lo mal interpretaré.

Lo miré unos segundos y decidí usar un poco de ese poder que tenía pero él creía que no era capaz de usarlo.
Pasé mi lengua por la fruta y le quité la crema, volví a mirarlo pero sus dientes apretaban su labio inferior sin dejar de mirar la escena. Lo había logrado.

—Eso debía hacer, ¿verdad? —pregunté fingiendo inocencia.

—Eres una mujer cruel —dejó casi cinco segundos en cada palabra mientras le untaba crema de nuevo a esa fruta—. Y luego me dices que te cohibes fácilmente.

—No he hecho nada malo que yo sepa.

—Conoces la seducción y juegas con ella en mi contra, sabes que mi cuerpo es vulnerable ante ciertas acciones en doble sentido que implementas conmigo —se acomodó e intentó dármela de nuevo.

—Veamos cuanto puedes soportar —recargué mi mano en su rodilla y me acerqué a la frutilla lentamente, le quité la crema de un lado, luego del otro y por último la mordí casi llevandome sus dedos—. Mm... está rica.

—Vas a tener que hacerme en casa todo lo que estás haciendo acá —susurró en mi oído con un tono sensual. Reí coqueta y él me siguió susurrando tentaciones prohibidas.
Me estaba gustando esta fase de él, me había dejado ver todas las demás pero esta no... hasta ahora.

Seguimos comiendo hasta que ya no quedaron más frutillas en la fuente, pero lo que sí quedaba era mucha crema.

—Si hubieramos estado en casa, hubiera untado crema en todo tu cuerpo y lo hubiera lamido lentamente —tomó un poco de crema en su dedo índice y lo lamió como si lo que dijo fuese tan normal.

—Nos espera mucho en casa, ¿verdad?

—Si.

—Lamento decirte que yo no voy a volver a casa.

—¿Por qué lo dices?

—He recibido llamadas de compañías de lucha independiente, la mayoría me quiere con ellos.

—¿Qué tiene de malo? Podemos intentarlo desde Iowa.

—Ese es el asunto, Colby —lo miré—. Todo parte desde este momento, desde este lugar. No puedo regresar a casa y no lo voy a hacer. Te quiero conmigo, si, pero también tienes tu trabajo y vamos en direcciones contrarias.

—¿Estás terminando conmigo?

—Intento ofrecerte una relación a distancia, te amo y dejarte sería un acto de estupidez.

—También lo es si me ofreces algo como eso Devin, sabes lo mucho que detesto las videollamadas.

—Has un esfuerzo, ¿quieres que sea feliz? ¡Esta es la oportunidad!

—Eso quiere decir que no eres feliz estando conmigo.

—No es lo que he dicho.

—Pero así lo has expresado, Devin —se alejó de mi—. A veces deberías pensar mejor antes de decir las cosas.

—No, tú eres quien le busca otro sentido a las cosas simples.

—¡Esto no es simple, maldita sea! —se levantó—. ¿Por qué no pudiste esperar a que esto acabara para después darme la noticia? Me hiciste aterrizar de golpe contra la realidad que quería evitar —dio unos pasos lejos tomando su cabeza en ambas manos.

Abrí mi boca pensando en las palabras que podía decirle pero nada era lo suficientemente bueno para él, lo arruinaría así que la cerré de nuevo y lo seguí mirando.
El barco comenzó a moverse otra vez y Colby apoyó las palmas sobre el barandal, sabía que ya no iba a moverse hasta que tocaramos tierra otra vez.

"Bien hecho Devin, como siempre"
Me reté y miré mis manos sin mucho que hacer, tenía frío otra vez.

Pasaron los minutos. Me apoyé en la mesa con ambos brazos, conversé un rato con Danny y mis ojos se cerraron hasta que olvidé todo.

Al volver a despertar ya no estaba en el barco, ahora estaba en la habitación y como era de esperarse, Colby no estaba a mi lado en la cama. Miré disimulada la habitación y a un costado se encontraba él haciendo ejercicios, su rostro no era sereno y sus movimientos no eran suaves. El sudor recorría su frente hasta su cuello, no traía camiseta, solo un short gris.

Me volví a acomodar de lado con las rodillas casi en el pecho y subí las mantas hasta mi cuello.

Que cagada había cometido.
Siempre eligiendo los peores momentos.

———————————————
Es bueno volver.
¿Cómo están? Veamos si alguien me recuerda.

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