53. ¿Me estás gritando?
Colby Lopez.
—Chris, ¿dónde estás?
—En mi casa, ¿dónde más voy a estar? Duh —me respondió con ironía.
—Hay muchos lugares donde puedes estar —me subí a mi auto—. Como sea, voy para allá.
—¿Sucedió algo?
—Allá te cuento —colgué y lo dejé en el asiento a mi lado—. Devin, porque no me contestas —gruñí entre dientes—. Sabes lo irascible que me pongo cuando te enojas y me ignoras —apreté el volante mientras miraba a ambos lados de la calle. Al no ver ningún auto seguí dando reversa y conduje por la calle, Chris era el único que me podía dar información acerca de ella. Me molestaba que fuese tan cerrada con su vida.
Volví a tomar el teléfono y le marqué de nuevo, pero esta vez lo había dejado fuera de línea. Podía jurar que ya iban más de veinte perdidas, le gustaba hacerme sufrir.
"Cuenta hasta diez Colby, cuenta..."
Inicié una respiración lenta y pausada, la casa de Chris no estaba muy lejos.
Minutos después llegué y estacioné a un costado de la vereda, bajé del auto apresurado mirando en dirección a la casa de Chris, él ya me esperaba afuera. Suponía que había escuchado mi vehículo estacionar.
—¿Qué sucede?
—Necesito que me des la ubicación de los padres de Devin.
—No lo haré si no me explicas bien.
Suspiré volviendo a contar hasta diez.
—Hace dos días le dije a Devin que podíamos irnos juntos y arreglar la situación con su familia, pero gracias a la información que le brindaste sin antes habérmelo consultado no pudimos solucionarlo y ella se fue sola. ¿Bien?
—¿Y cuál es el problema?
—¿Cómo que "cuál es el problema"? Chris, ella se fue sola. ¡Sola! ¡y no contesta el teléfono!
—¿Tú crees que le pasó algo malo? —comenzó a morder sus uñas disimulado.
—Tú deberías saberlo, tú conoces a su familia —respondí con obviedad, incluso mi cara se lo demostraba.
—Tienes razón. Te daré la dirección —tomó su celular del bolsillo de su chaqueta—. Bien, anota —me miró. Ágilmente tomé mi celular también y anoté lo que me dictaba.
—Gracias —salí corriendo a mi auto y partí de ahí sin más, no quería perder más tiempo.
Aceleré por las calles, volví a mi casa y guardé el auto en su lugar.
Casi tropezándome con mis propios pies entré a casa desesperado, fui directo a la habitación por algo de ropa. ¿Qué debía ponerme? ¿un traje o algo informal? No sabía si todo había salido bien como para presentarme ante ellos o si había salido mal y la presentación era lo de menos.
¡Qué preguntas tan absurdas!
Tomé mis clásicos pantalones negros, una camiseta del mismo color con un estampado bizarro y la parte de arriba de mi traje formal, añadiendo unos zapatos bajos.
Al estar listo, tomé lo necesario y volví a salir de casa. Hice parar el taxi que venia pasando y le pedí que me llevara al aeropuerto, por desgracia no iba para allá y tuve que pagarle el viaje completo.
Me llevó hasta allá, me bajé y como era día de semana pensé que estaría vacío, pero no fue así..
.
«Ajusten sus cinturones, el avión está por despegar.»
Le hice caso a la voz.
Miré por la ventana todo el tiempo que se tomaba en llegar a su destino, no se podía ver mucho del paisaje, el clima no era uno de los mejores y las nubes se encargaban de cubrir mi panorama.
Mis dedos jugaban entre ellos y mi cerebro no dejaba de procesar información o ideas locas de lo que no me gustaría enterarme cuando llegara con Devin, si es que la encontraba.
Las horas comenzaron a transcurrir, nuevamente se escuchó la voz femenina y el avión aterrizó siendo yo el primero en bajar. Miré mi celular con la dirección y me dejé llevar por el mapa, este me decía que no estaba muy lejos.
Comencé a caminar por la calle, sin dejar de mirar los números de las casas, necesitaba encontrar el número doscientos cuarenta y seis. Todas las casas eran iguales solo que cada una se veía arruinada a su manera, Devin les hubiera llamado obras de arte independiente.
Sonreí cuando encontré la casa indicada, sin mucho esfuerzo y sin más perdida de tiempo toqué la puerta tres veces. Un hombre de tez morena salió a mi encuentro.
—...Y dile que puede besar mi trasero —dijo mirando en otra dirección, supongo que hablaba con alguien más—. ¿Y tú quien eres? —me miró de pies a cabeza.
—Yo... —no recordaba cuando era la última vez que otro hombre me había intimidado—. Espero no haberme equivocado, ¿usted es el padre de Devin?
—Si, ¿y qué? ¿eres la asistente social? —me volvió a mirar completo.
—Me presento, soy la pareja de su hija y vine a...
—Oh, así que tú fuiste quien se llevó a Devin y dejó que su madre muriera de preocupación. ¡Tú, la gran estrella! —comentó amenazante—. ¿Sabes el dolor que nos has causado? ¡tú y esa niña sin corazón! —no dejaba los movimientos de manos, eso me desconcentraba.
Dejé que siguiera con sus comentarios, tenía fe de que en algún momento se quedaría callado y me dejaría responder, pero no fue así. Además, escupía cada vez que hablaba, no me podía concentrar.
Con toda esa saliva podía asegurar que ya me había ganado un baño gratis.
—Disculpe, solo quiero saber si ella está aquí si o no —lo interrumpí, solo eso quería saber.
—¿Me estas gritando? ¿me estas gritando a mi? Bájame ese tonito niño, aquí no tienes el derecho de andar gritándome. Estás en mi casa, no me conoces y yo no te conozco. ¡Ten respeto! —abrió más los ojos.
"¿Niño? ¿me ha llamado niño?"
—Yo s...
—¡A mi me respetas, no soy un hombre cualquiera! ¡Yo fui criado en una familia de...
Aquí venia de nuevo.
Me crucé de brazos haciendo caso omiso a sus insultantes comentarios, lo dejaba pasar. Pero si volvía a insistir con el tema de Devin como si no fuese su hija –más bien una prostituta– iba a darle un golpe porque frente a mi tenía que respetarla. Tal vez a él no le importaba que hubiera sido concebida por la mujer que él amaba, pero a mi si y yo no dejo pasar dos veces la humillación a la mujer en general.
—...Y esa buena para nada, drogadicta sin vergüenza arderá en el infierno!
Lo había hecho.
Me acerqué a él y le dí uno de mis mejores golpes en la cara, el sujeto cayó al suelo pero no se demoró mucho en volver a levantarse y a responder la invitación que le había hecho a pelear. Esquivé la mayoría de sus golpes, estaba encendido y lo golpeé con todas mis fuerzas hasta tirarlo nuevamente al suelo.
¡Lo lamento, Devin!
Subí sobre él, mis nudillos pedían a gritos ser rotos por los golpes que le iba a dar a su rostro. Mi sangre hervia y solo podía golpearlo yendo contra todos mis principios.
«¿Si, policía? Vengan en seguida, están golpeando a mi padre. Propiedad doscientos cuarenta y seis, ¡tengo miedo!»
Escuché una voz dentro de la casa, ni siquiera eso me detenía. Le seguí dando hasta que mis manos comenzaron a doler, en ese momento el hombre que tenía debajo me golpeó en la zona baja y mi cuerpo se retorció a un costado. Aprovechó aquella trampa sucia y comenzó a agredirme como si no hubiera un mañana, de momentos podía proteger mi cabeza hasta que pude ponerme de pie, sentía mi labio sangrar al igual que mi nariz.
A lo lejos escuché el ruido de la policía, en ese corto segundo que me giraba a mirar de donde provenía, el hombre me dio un golpe que provocó mi caída sobre el pavimento, el dolor en mi cabeza era insoportable. No me importó nada, se me taparon los oídos y la visión se volvió borrosa.
Seguía golpeándome y un leve susurro lo alejó de mi levantando los brazos. Llevé la mirada a mi costado izquierdo, un arma sujetada de las manos de un policía lo apuntaba, más atrás venía otro y él se acercó a mi.
«¿Se encuentra bien?»
No le respondí al susurro, solo apreté los ojos y no los volví a abrir. Era la hora de ser la víctima.
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