51. Hola, papá.
—¿Mal momento? —preguntó—. ¿Mal momento? —repitió un poco más molesta—. Eso debiste haber pensado antes de ocultarme la razón del porque te pusiste tenso la noche pasada.
—Puedo explicarlo —tomé el cojín del suelo.
—¡No, es que ahora no puedes! —me tiró otro—. Sabes como soy, como voy a reaccionar. ¿Por qué no se te ocurrió ser honesto esa misma noche? Ahora solo me haces pensar que ocultas algo.
—Primero, seamos personas civilizadas —tomé el otro cojín del suelo y me acerque a dejarlos sobre el otro sofá al igual que la galleta, debía estar a un metro de distancia o acabaría conmigo. Sabía que no quería mirarme, por ese motivo me senté al frente de ella sin dejarle escapatoria—. Ahora... —suspiré juntando mis manos, era hora de ponerme serio—. Quiero que tengas muy presente que contigo soy otra persona. Sé que recuerdas mi pasado, yo también lo hago y entiendo tu punto de querer dudar de mi. Pero Devin, he hecho tantas cosas para poder estar contigo, Incluso fui capaz de esperar el tiempo necesario para que estuvieras lista y ahora que te tengo no voy a tirar todo el esfuerzo a la basura solo por recordar un amor que no se compara con el que siento por ti —intenté encontrar su mirada pero esta estaba muy lejos—. Ella... ella fue parte de mi, lo acepto. Tuvimos buenos momentos, algunos que no podré olvidar hasta el día de hoy. Ella fue, una palabra clave para lo que no quiero volver a repetir, tú... mírame —pedí, pero no lo hizo. Me senté a su lado despacio y tomé su rostro para que sus ojos miraran los míos—. Tú eres mi presente ahora y no lo cambiaría por nada ni nadie.
—Algún día también seré parte de tu pasado —susurró. Sus ojos lentamente subieron a mirar los mios, podía ver el dolor que había dentro de ella y desgraciadamente, me había dejado sin palabras. Una respuesta era suficiente para callar todo lo que había dicho en los anteriores cinco minutos.
Se levantó de su lugar y salió de ahí.
No podía dejar de mirarla caminar y sentir que debía decir algo, pero mi boca no lo sabía expresar. Esta vez no sería como la anterior, debí ser honesto desde un principio.
Sabía que no le molestaba ser parte de un pasado, ella no le temía al olvido, ella le temía a las mentiras de las personas en las que ella confiaba. Esto debió haberlo sentido como un cuchillo atravesando el órgano más importante en su cuerpo.
Pasé ambas manos por mi cabello, no sabía que hacer. Sabía que debía seguirla pero como el cobarde que era en estos momentos no me atrevía.
.
Devin Knox.
Eran las nueve en punto y era el día en que viajaría hasta mi ciudad natal, no estaba segura de como me tratarían al llegar allá pero de todos modos me iba a arriesgar.
Me levanté y fui a tomar una ducha, no se encontraba nadie en casa. Colby no estaba por ninguna parte, mejor para mi.
"Devin"
—No comiences —la interrumpí y cerré la puerta del baño detrás de mi.
Esta vez simplemente dejé correr el agua y me metí sin esperar mucho tiempo, iba a tomar una ducha fría. Agarré el champú a un costado dejando caer una gota en mi palma y la pasé por mi cabello que ya había dejado de ser gris, había recuperado mi color castaño y ya lo tenía por los hombros. Estaba dudando si cortarlo, el cabello largo me traía recuerdos y el corto me mostraba una etapa de la cual había comenzado hace un tiempo atrás, ya no era parte de ninguna de las dos, por desgracia.
"Déjalo como está, demuestra una etapa nueva. No es largo y no es corto, tiene un tamaño normal... puede ser tu presente"
Comencé a pensarlo y tenía razón.
Procedí a lavarme y seguido, lo hice con mi cuerpo también. Tomé la toalla sin más preámbulos, la enrollé en mi cuerpo y salí nuevamente hasta volver a la habitación.
Era muy consciente que a donde iría hacía frío, por ende busqué en el closet la ropa más abrigada, guardé un poco de ella en un bolso que tenía guardado hace mucho tiempo y salí de la habitación, esta escena me recordaba el momento en que huí de la casa de Brooklyn.
Me puse el gorro aún con el cabello húmedo y me acerqué a la puerta principal, pero ésta se abrió y Colby me miró curioso.
—¿A dónde vas? —preguntó mirando el bolso—. Creí que nos iríamos juntos.
—No, yo me voy —intenté pasar a su lado, pero fue inútil—. Déjame salir.
—Lo haremos juntos, quieras o no.
—Mira —levanté la mirada—. Puedes quedarte solo y si quieres hacer cosas indebidas hazlo, no es necesario que me las digas. Prefiero que no me lo digas. Te estoy evitando un paso el cual no te gusta cumplir, yo me voy y tú eres feliz por un par de días. Todos felices.
—Es que yo no soy feliz cuando tú no estás.
—Ya entiendo —llevé una mano a mi mandíbula—. Te gusta ocultarme cosas cuando yo estoy presente. Eso es grandioso Colby, ahora déjame ir —intenté avanzar otra vez pero seguía siendo inútil—. ¿Qué no entiendes de "dejame ir"?
—Es que yo no soy capaz de dejarte ir así como así.
—Volveré, solo quiero arreglar las cosas —rodé los ojos diciéndole lo que él quería escuchar y logré escabullirme por abajo de su brazo.
—¡Maldición Devin, tarde o temprano llegaré a donde te encuentres! —me gritó a medida que me alejaba de la casa, no le respondí y solo comencé a caminar a mano derecha esperando que un taxi pasara por la calle.
Me costó pero uno se detuvo a mi lado, me subí rápidamente en el asiento trasero y le pedí que me llevara al aeropuerto. Era el mismo hombre que me había llevado a WrestleMania hace unos meses atrás, no recordaba su rostro pero a medida que él me contaba como había sido lo recordé perfectamente.
Miré mi celular cuando comenzó a vibrar, siempre se trataba de Colby así que simplemente lo volví a guardar en mi bolsillo solo que en silencio, ni siquiera con vibración.
El transcurso fue demasiado rápido, al parecer no quedaba tan lejos. Le pagué el viaje, el hombre me regaló una sonrisa y bajé sin mucho esfuerzo, conocía este lugar desde la vez en que Levi me vino a buscar cuando Colby no me quiso llevar a mi departamento.
Esta vez había mucha gente. Comprar un boleto hacía el país de destino estaba complicándose y eso que solo eran las nueve de la mañana. Me senté a esperar entre dos sujetos con aspecto de motociclistas, siempre me encontraba en una pésima situación.
—Rayos —susurré después de un suspiro, la cantidad de gente que se marchaba era la misma cantidad de la que llegaba. Decidí esperar unos minutos, ya solo quedaban dos individuos en la fila que deseaba.
Cuando lo vi adecuado me levanté de mi puesto con dificultad, me habían dejado pegada entre ambos hombres. Me acerqué a la dama del otro lado del mesón, le pedí un boleto y esta me lo entregó a cambio del dinero. Hicimos el intercambio, por suerte el vuelo estaba a punto de salir así que comencé a correr por el pasillo.
Un hombre que me estaba mirando hace unos minutos, esperó a que mi mirada se juntara con la suya y articuló con sus labios el lugar a donde deseaba ir, asentí levemente y me acerqué a él.
—Gracias —le sonreí de lado—. Me ha salvado la vida.
—No es nada —tomó mi boleto—. Que tenga buen viaje.
Comencé a caminar por el túnel hasta llegar al avión, los asientos estaban ocupados y todos me miraban como si fuese un triste payaso o algo horrible de admirar que quemaba los ojos. Los ignoré y busqué mi asiento.
"Grandioso"
Pensé al ver el asiento vacío entremedio de los mismos dos sujetos que estaban afuera. Me paré en el pasillo y bajé la mirada mordiendo levemente mi labio inferior, esto iba a ser incómodo.
—Disculpe —intenté llamar la atención del sujeto que estaba para el pasillo. Me miró serio—. ¿Me permite pasar, por favor?
—Por supuesto —se puso de pie—. Adelante, señorita —me hizo un gesto con las manos.
—Gracias —intenté sentarme, la ventana estaba ocupada y bueno... no tenía otra opción que intentarlo. Obligada a intentarlo.
El hombre volvió a sentarse y me apretó un poco, podía jurar que me veía como si estuviera encogiéndome de hombros. Al menos me estaba abrigando del frío que corría en el avión.
—Por favor, ajusten sus cinturones porque estamos a punto de despegar —notificó la azafata de turno, le hice caso al igual que los otros dos sujetos.
Poco a poco el avión comenzó a elevarse, no era mi primera vez y se sentía fantástico. Cerré los ojos hasta que estuvimos sobre el cielo y me ajusté los audífonos para evitar toda charla con el mundo exterior.
Me sentía como un bollo entre ambos sujetos, no estaba tan mal después de todo. Como iba a ser un largo viaje decidí volver a dormir.
Sentí como si tan solo hubieran sido segundos cuando mis ojos se abrieron otra vez. Mi cabeza se había apoyado sobre el brazo del hombre a mi derecha y al levantar la cabeza este me miró ofreciéndome un cojín, lo tomé y lo recargué en su brazo, él no exclamó. Le sonreí por unos cortos segundos, fingí que seguía durmiendo pero sabía que ya no faltaba mucho.
Nos pidieron apagar los aparatos electrónicos, le hice caso y luego aterrizamos delicadamente.
Como siempre, esperé a que los demás bajaran del avión para luego hacerlo yo sin mucho apuro. Ya me encontraba aquí, el simple hecho de poder sentir ese aire característico ya hacía sentir el nerviosismo en mi cuerpo, por una parte sabía lo que sucedería. Mi padre siempre fue un hombre predecible, solo impredecible cuando se volvía agresivo.
Estiré mis brazos al estar parada afuera junto a las otras personas y me encaminé hasta la salida del aeropuerto. Esta ciudad la conocía como la palma de mi mano, no había calle que no conocía. Las había recorrido todas cuando era joven, siempre fui curiosa y eso me estaba ayudando ahora.
Miré la hora, ya iba a ser medio día y tenía veinticinco llamadas perdidas de Colby, no se rendiría. Lo volví a guardar donde se encontraba y comencé a caminar, no estaba muy lejos si mal no recordaba.
Me volví a poner los audifonos en los oídos y me dejé llevar por la música.
«So if you love me, let me go. And run away before I know.
My heart is just too dark to care. I can't destroy what isn't there.»
"Snuff". Como amaba esa canción, aquel ritmo me hacía sentir valiente a pesar de lo fuerte que podía ser la letra.
Respiré hondo un par de veces, recuerdos aparecían en mi cabeza sin mucho esfuerzo. Me hacía sentir como si hubiera tenido amnesia por un largo tiempo y al estar aquí presente era como si recordara todo en un simple chasqueo de dedos.
Gente conocida pasaba a mi lado pero no me reconocían aunque yo si lo hacia, me sentía invisible. Las casas ya solo eran ruinas de las maravillosas artes que eran antiguamente y la que vivían mis padres no fue la excepción.
Me acerqué a paso lento, casi inseguros por la acera. No sabía si estaban mirandome por la ventana o si al menos alguien se encontraba adentro, poco a poco se me quitaban las ganas de saberlo.
Mi corazón se aceleró como el de un picaflor al estar parada frente a la puerta de mármol, mi mano creó un puño y lo levantó hasta la puerta. Intenté golpear pero no me dio el coraje, volví a intentarlo y a la tercera oportunidad para poder meditarlo lo hice. Dí los golpes necesarios como cuando era niña, esperé hasta que alguien abrió.
—Hola, papá.
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