47. Primera discusión.
22:56.
Casa de Colby.
—¿Y? ¿Cómo estuvo tu primer día?
—Te salvaste de no ir —me dejé caer a su lado en el sofá—. No dejé de quejarme con Chris, tú me hubieras aplacado.
—Hice algo mejor.
—¿Qué cosa?
—Estuve conversando con Hunter sobre tu trabajo —alejó el cabello de mi rostro—. Descuida, no está enojado.
—¿Qué me importa a mi que él no este enojado? Yo estoy enojada por no hacer valer mis derechos.
—Cariño, si no cumples con tus deberes primero no puedes exigir tus derechos —acarició el borde de mi labio inferior, eso me ponía nerviosa.
—Escuchaba eso todas las mañanas por parte de la directora cuando iba a la escuela, no hagas revivir esa pesadilla —miré como seguía jugando—. Y no hagas eso, me desconcentra.
—Lo digo porque es verdad, pero no lo repetiré —ignoró mi petición—. Hunter me dijo que no iba a sacar a la luz el delito que acababas de cometer ya que él también fue joven y entiende tu punto de vista.
—Blah, blah blah... ve a lo importante, cariño —de verdad me estaba desconcentrando.
—Puedes trabajar en cualquier empresa, incluyendo NXT pero no en WWE.
—Irónico que me deje estar en NXT cuando también va incluido como parte de WWE.
—Lo sé.
—¿Quieres que siga trabajando?
—Por supuesto, ¿por qué no querría? —esta vez me miró a los ojos—. Eres increíble en el ring.
—Esta vez tendría que ser mujer, ya que tú me delataste la noche anterior.
—No quiero que uses más vendas, te quiero lo más natural que puedas ser. Y el perfume masculino déjamelo a mi.
—Me estaba divirtiendo, además, los perfumes de mujeres ni siquiera dejan aroma después de cinco minutos. Eso es machismo.
—¿Vas a comenzar? —hizo un sonido igual que caballo y tiró su cabeza hacia atrás.
—Era broma —reí y tomé su mano.
—Si algún día tenemos que estar sólos por cuestión de viajes o alguna otra situación, recordaré todos tus momentos basados en los derechos y me comenzaré a reír solo como demente, porque me haces querer callarte con un beso pero como eres tan reacia no me lo darás así como así.
—¿Ah, no?
—Si me quieres, sube aquí —palmeó sus piernas, no me demoré mucho y le hice caso asustándolo.
—Listo.
—Ahora lánzame un piropo.
—No me sé ninguno.
—Esfuérzate.
—Déjame pensar entonces —pasé mis manos por su pecho, de arriba hacia abajo lentamente intentando pensar en algo—. "Me gustan tus ojos, me gustan tus celos. Pero lo que más me gusta es tu trasero"
—Vaya, vaya... —levantó la cabeza, y comenzó a reír—. Así que eso te ha cautivado de mi.
—Solo tu enorme trasero —hice la forma con mis manos—. Si no estuvieras sentado, te estuviera manoseando —intenté no reír, pero terminé haciéndolo y cubrí mi rostro en su pecho—. No puedo ser coqueta, no me sale.
—Eres adorable, quédate con eso porque me gusta más —carcajeó.
—¿Qué más quieres que haga? —lo volví a mirar, sentía el rostro arder.
—Cuéntame, ¿cómo supieron que eras mujer? —volvió al tema inicial.
—Me dijeron: "sabemos de una fuente muy confiable", eso me ha hecho pensar desde ayer.
—No sé a que pueden llamarle confiable cuando últimamente ya no se puede confiar en nadie.
—Exacto, tú lo has dicho.
Solo me miró, sus ojos estaban cansados pero aún así tenía fuerzas para conversar conmigo. Pasé mi mano por su mejilla y un bostezo se le escapó espontáneamente.
—¿Vamos a dormir?
—Solo si duermes conmigo.
—¿Por qué no lo haría?
—Porque lo hacíamos cuando no teníamos malas intenciones.
—¿Así que ahora crees que tenemos malas intenciones?
—Por supuesto —respondió como si fuese bastante obvio—. No le dije a Chris esa parte pero él tiene que imaginárselo, no es nada tonto —levantó las cejas.
—Yo no tengo malas intenciones.
—Mentirosa —me sujetó de la cintura y me cargó por el pasillo hasta la habitación. Tenía razón.
—Supongo que estás cansado y no haremos nada.
Me dejó sobre la cama y se paró al frente de mi.
—Llevo meses reservándome para ti, como las monjas para el Papa —se quitó la camiseta. Ese comentario me hizo reír muy fuerte, Colby se quedó observándome con las manos a cada lado de sus caderas.
—Lo siento —limpié mis ojos—, a veces, después de un día difícil solo necesito reír.
—Entiendo —apoyó las rodillas sobre la cama—. Es lindo verte reír hasta el borde de las lágrimas —comenzó a gatear hacia mi, yo hice lo mismo alejándome de él. No tenía ganas de llegar y hacerlo, quería jugar un poco con él.
—Ven aquí —me sujetó el tobillo—, reacia hasta la muerte.
—Que yo sea difícil es muy diferente a que sea reacia, te puedo dar mi amor pero a un módico precio —se recargó al medio de mis piernas, subió mi camiseta y comenzó a hacerme caricias.
—¿A cambio de que?
—A cambio de lo que estás haciendo —acaricié su cabello y lo solté de ese moño—. No deseo sexo y luego dormir, a veces suele ser monótono.
—¿No? —me miró, yo negué.
En ese momento se dio cuenta y subió hasta recostarse a mi lado—. Entonces te quitaré el estrés y te haré pasar un buen rato —sujetó mi rostro y acercó sus labios lentamente a los míos—. ¿Te gusta la idea?
—Me encanta —apreté sus labios hasta ganarme un dulce e inesperado gemido, que me hizo sonreir en la mitad del beso.
—Si sigues así, terminarás tú haciéndome sentir bien a mi —susurró llevando mi mano hasta su entrepierna, se sentía bien.
—Tal vez si cumples tu promesa, te compensaré —le dí un apretón, esta vez sonrió Colby.
De un momento a otro se acomodó en medio de mis piernas acomodando sus brazos a cada lado de mi cabeza, su boca comenzó a dejar besos desde mis labios hasta llegar a mi cuello donde se detuvo y comenzó a oler, sentí como sus manos apretaron las sabanas a cada lado. Era él quien se excitaba más que yo y eso me hacía sonreír, podía tener el control en él pero no lo haría aún.
Segundos después su lengua tocó mi piel y mi cuerpo sintió la carga eléctrica en la zona baja, estaba ardiendo. Cerré los ojos desde ese momento y sus dientes comenzaron a morder satisfactoriamente, sabía como tentarme.
A su misma vez, una de sus manos dejó de sujetarse a un lado de mi cabeza y fue haciéndose paso debajo de mi camiseta, formando su camino hasta llegar a mis pechos. La tela de mi sujetador lo hizo detenerse pero no por mucho, supo como pasar por debajo y darle un apretón a uno de ellos. Su mano estaba fría y podía cubrir el tamaño de mi pecho.
Intenté levantar un poco mi espalda y desabrochar el sujetador, me costó pero lo hice y Colby me dio las gracias.
Sus dedos comenzaron a jugar con mi pezón, tirando de el suavemente solo para poder sentir como mi respiración se cortaba y mis labios comenzaban a abrirse soltando gemidos. Para empeorar las cosas, comenzó a hacer movimientos pelvicos mojando aún más mi ropa interior.
Intenté detener sus caderas pero era imposible, tenía más fuerza que yo y solo empeoraba las cosas. Solo podía gemir con los ojos cerrados mientras sentía como su intimidad se endurecía dentro de esos pantalones.
Estaba a punto de suplicarle, pero sus labios se encargaron de los mios y olvidé lo que iba a decirle, solo pude llevar mis manos a su cuello y enlazar mis dedos del otro lado. Jaló una vez más de mi pecho y se bajó de encima volviendo a su posición inicial.
Lo miré extrañada, pero a la misma vez necesitaba llegar a mi éxtasis con urgencia.
Sacó la mano de mi busto y la comenzó a bajar por todo mi abdomen hasta llegar a la pretina de mi pantalón, no dejó de mirarme en silencio. Le quitó el botón y metió su mano lentamente por mi ropa interior hasta llegar a mi intimidad, mordió su labio y comenzó a inspeccionar con dos de sus dedos la estrecha zona. Al hacerme cosquillas mi espalda se arqueó y Colby siguió haciéndolo mientras veía como me retorcía.
—¿Cómo se siente? —preguntó cerca de mi oído.
—B-Bien... —susurré y este comenzó a frotar, mis manos se aferraron de las sabanas con tanta fuerza que el dolor en los dedos no se demoró en aparecer. Al igual que los gemidos involuntarios.
—¿Segura? —besó mi mejilla—. Porque puedo hacerlo mejor.
No le respondí, en vez de eso me hizo bajar los pantalones, levantar las rodillas y separar las piernas a una distancia considerable. Volvió a meter su mano lentamente y teniendo más fácil la accesibilidad, introdujo uno de sus dedos. Los gemidos no se demoraron en salir por mi boca, no se sentía igual pero se sentía bien de todos modos.
Me estaba acostumbrando al movimiento de ese dedo, cuando introdujo otro.
—Por qué haces eso... —apreté todo lo que tenía cerca de mi.
—Porque tú no querías hacer el amor —me respondió, sonó como si fuese un castigo y de verdad lo era—. Y yo si lo quería —agregó.
—¿Entonces... es un castigo? —me atreví a preguntar con la respiración agitada.
—Lo es —hizo movimientos circulares dentro de mi.
—¡Agh, maldito castigo divino! —ya no sabía que hacer, mis pies se retorcian y Colby jugaba con mi oreja.
Luego pasó su brazo por debajo de mi cabeza y la pegó a su pecho, como si tratara de tranquilizarme cuando sus dedos hacían todo lo opuesto dentro de mi. Intentó con el próximo pero mi cuerpo estaba al límite y se liberó sobre su mano.
Mi respiración era un caos al igual que mi presión sanguínea, me había quedado sin fuerzas, mi cuerpo estaba cansado y sabía que aún no podía dormir ya que recordaba muy bien lo que había dicho antes de comenzar todo esto.
—Bien hecho —sacó su mano lentamente y la recargó sobre mi abdomen—. Pero esto aún no acaba —revisó su bolsillo y me entregó el sobre de aluminio.
—Será una larga noche entonces... —lo abrí y saqué lo que estaba adentro.
—Cariño —me miró—. Me has dejado encendido, ¿crees que me voy a tragar el coraje y dejarte dormir así como así sabiendo que te has salido con la tuya?
—No —le respondí y le entregué el preservativo, Colby era cosa seria. No quería discutir con él, mucho menos cuando había perdido bastante de mi fuerza.
No se quitó los pantalones, solo se los bajó un poco y dejó libre su intimidad. Sabía que no quería perder tiempo y se puso el preservativo con mucha facilidad, supongo que ya estaba acostumbrado.
En cambio yo, terminé por quitar mis pantalones con todo lo demás y los tiré al suelo.
.
Miré mi celular debajo de la almohada e iban a ser las nueve de la mañana, estaba de estómago en la cama y no quería moverme, estaba cómoda. Miré a mi otro costado y Colby comenzó a acariciar desde mis piernas hasta mi espalda baja, aún llevaba puesta la camiseta de ayer con el sujetador desabrochado.
—¿Cómo estás? —le pregunté al recordar lo sucedido anoche.
—Excelente —respondió con una sonrisa de lado—.¿Y tú?
—Solo... prefiero no moverme.
Me miró y segundos después comenzamos a reír, había sido una noche divertida. Luego de haberlo hecho, nos dedicamos a conversar y terminamos durmiendo a las cinco de la mañana.
Fue una de mis charlas favoritas y lo será siempre.
—Te amo —sus labios declararon, pero sus ojos no me miraron.
"Tiene miedo de que no le respondas lo mismo"
—Yo también te amo —me sentí avergonzada y no entendía porque—. Eres el color que necesita mi vida para dejar de ser gris —añadí, si este era el momento para expresar nuestros sentimientos entonces tenía que decírselo.
"¡Bien! ¡que gran paso!"
Colby levantó la mirada y se acercó hasta dejar su rostro pegado al mio. Sus facciones eran perfectas, no me cansaría de mirarlo jamás.
—Te amo demasiado —le dije otra vez y llevé mi mano a su mejilla. Sus manos me tomaron y me giraron hasta que pudo abrazarme de la forma correcta, eso fue doloroso pero cariñoso—. Pero también tengo miedo.
—¿Miedo de qué?
—De que algún día vuelva a caer en donde antes me encontraba y que no estés ahí para ayudarme —cerré los ojos—. Porque solo me ha traído inseguridad.
—Voy a estar ahí, todas las veces que hagan falta.
—Son muy diferentes las palabras que las acciones.
—Lo hice una vez y lo volveré a hacer, ¿qué otra prueba hace falta?
—No lo sé... —suspiré—. Siento que algún día todo acabará y ese sentimiento no me lo podrás quitar.
Sus manos sobaron mi espalda, sabía que no tenía palabras y no era necesario decir alguna porque no me iba a convencer. Colby siempre dejaba todo al tiempo, a veces era impaciente pero cuando se trataba de mi era el hombre más paciente.
—Estoy aquí y ahora, eso es lo único que importa —susurró y yo asentí—. Así que no quiero que lo pienses más y mejor me digas, que harás hoy.
—¿Qué haré yo? Pensé que haríamos cosas juntos.
—Sabes lo que hago todos los días —acarició mi cabello—. Y lo que tu haces siempre es divertido, me gusta que al final del día me lo cuentes.
—Bueno... —pensé—. Ahora que estoy despedida solo me queda terminar la semana de servicio comunitario.
—¿No vas a intentar entrar en NXT?
—No gracias, hay otras empresas independientes a las cuales me gustaría asistir como Daniel.
—Pero si...
—Si, ya saben que soy mujer. Y con más razón voy a luchar como Daniel, hay empresas en las que si dejan luchar a mujeres con hombres y no les importa hacerse daño, eso me gusta.
—¿Estás segura?
—Si, sé que puedo llegar lejos.
—¿No has pensado en lo que yo podría decir al respecto?
—Lo he pensado, pero son mis decisiones y deberías aceptarlas.
—Las acepto por supuesto, ¿pero que hay de tu bienestar?
—Voy a estar bien.
—No puedes asegurarlo sin antes haber probado ese tipo de luchas.
—Vamos, me han mandado varias veces al hospital o he sido gravemente herida estando en la wwe. ¿Qué puede ser peor que eso? —me alejé de su cuerpo. Él no dijo nada y se sentó al borde de la cama.
—Hay muchas cosas que pueden ser peor que eso. No quiero verte postrada en una cama o en silla de ruedas —su paciencia era forzada.
Si quería discutir lo estaba consiguiendo.
—¡Eso no pasará!
—¡Como puedes estar tan segura, no todas las cosas van a salir como tu quieres! ¡los accidentes pasan y cuando menos te des cuenta ya no serás la misma! —se levantó y me miró, estaba demasiado serio.
—Sabía que no debía contarte sobre mis ideas —me crucé de brazos—. ¡Todo es incorrecto para ti!
—¡No es que sea incorrecto para mi, solo le veo el otro lado a las cosas!
—¡El lado malo, eso le ves tu! ¡siempre tienes que ser pesimista! —me quité la camiseta con el sujetador, iba a tomar una ducha mejor.
—¡Entiende que me importas demasiado, por eso intento hacerte recapacitar!
—¿Recapacitar?
—¡Exacto! ¡porque es una decisión infantil, de un adolescente que se cree suicida y que piensa que es genial lastimarse! —lo último lo dijo con cierto sarcasmo que me hizo enojar aún más—. ¡Madura!
—¿Y así dices que te importo? ¿insultándome de esa manera? —arrugué la frente—. Escúchame bien, porque no lo voy a repetir dos veces —me levanté sobre la cama y caminé hasta él—. Es mi jodida vida y yo hago lo que quiera con ella porque no puede pasar por cosas peores de las que ya ha pasado, y si tú... —lo punsé con el dedo en el pecho varias veces—. Estúpido, imbecil, infeliz, intentas ayudar te aconsejo que mejor cierres la boca porque tú eres lo que comes así que deja de comer tanta mierda —terminé con una sonrisa y me bajé de la cama caminando hasta la puerta, salí por ella dando un portazo.
Caminé hasta el baño y me encerré en el.
"Que estás haciendo Devie... ¿por qué actúas de esa forma? Él solo se preocupa por ti"
—Entiendo eso, pero al menos él podría haber aceptado mis gustos y mis decisiones —me metí en la tina y abrí la llave, haciendo que el agua cayera desde arriba—. O al menos podríamos haberlo conversado tranquilamente sin que él tuviera que alarmarse.
"Se preocupa por ti, le costó llamar tu atención y ahora no te quiere perder por nada en el mundo. A veces puede decir cosas ofensivas..."
—¿Por qué estás tan segura de eso? —mojé mi cabello.
"Porque puedo leer su mente y no te imaginas todo lo que he descubierto."
—Lo siento pero no me disculparé.
"¿Por qué?"
—Porque él me gritó primero.
"No es cierto.
Tienes demasiado orgullo como para aceptar que también te has equivocado"
—Puede ser —tomé el champú—. Pero estoy demasiado molesta y dolida, que no le dirigiré la palabra.
"Ay Devin"
—Nada de "ay Devin", tú sabes como soy.
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