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40. Vulnerable.

Seguí forcejeando lo más que podía, mirando como Levi se arrastraba lejos de mi. La nariz le sangraba pero eso no le importaba, su rostro pasó de pánico a una sonrisa burlona.

—¡Demonios Seth, suéltame de una maldita vez! —intenté de todo pero nada funcionaba. Además, el tema de mi entrada ya había comenzado a ser tocada por parte de producción.

—No, vamos a solucionarlo afuera. No es necesario hacer el escándalo aquí dentro —respondió Chris—. Seth, Roman, sujeten a Levi y sáquenlo —le dijo a los que estaban ahí presentes, no entendía porque Reigns estaba mirando o que hacía ahí presente si sabía que entre él y yo solo había tensión.

Seth me soltó a duras penas y junto al samoano tomaron a esa basura de malas ganas y lo sacaron discretamente. Ninguna cámara nos siguió por suerte y Jericho se estaba comportando como un verdadero líder.

—Ven aquí Devin, al menos déjame sacarte afuera —me sujetó del brazo.

—¿Supiste todo el tiempo que era yo?

—Podemos hablarlo en otro momento, hay algo más importante en proceso —estaba serio. Solo asentí débilmente y seguí a los chicos, estos se llevaban a Levi al estacionamiento; no había mucha luz en esa zona y no había gente.

Lo tiraron al suelo y este no se quejó o al menos intentó escapar. Se quedó inmóvil, mirándome a los ojos.

—¡Deja de mirarme jodido hipócrita desgraciado! —intenté lanzarme a él y golpearlo, pero Chris me impidió la pasada.

—Tranquila Devin, veamos que tiene que decir en su defensa —se cruzó de brazos.

—¿Hablas en serio? ¿qué mierda esperas que te diga? ¿qué no fue su intención? —reí sin ganas, las lágrimas se secaban poco a poco en mi rostro—. Por favor.

—Habla —me ignoró ordenándole a la basura tirada en el suelo.

—¿Qué esperas de mi? —se apoyó en sus brazos e intentó levantarse—. ¿Mi versión de la historia?

—Que otra cosa, imbécil —añadió el samoano.

—Está bien —sobó sus manos—. Bueno, no es muy larga en realidad. Yo la maté —se apuntó con orgullo—. Yo la maté —repitió con más énfasis.

—Oooooh —dijo Rollins, como si no le sorprendiera.

—Cállate, Seth —ordenó el canadiense.

—No tengo motivos para esconder la realidad, esa noche quería hacer una maldad ¿y qué mejor que a una pequeña e inocente criatura? Pensé en robarle, pero luego lo medité —se encogió de hombros—. Y quiero que escuches esto, Devin —se giró a mi y me miró—. Ella estaba dispuesta a hacer todo por evitar que le robara ya que pensaba que eso le haría, estaba dispuesta a cojer conmigo... ¿no es tan santa ahora, verdad? ¡Todo iba a ser tan sencillo! —río, no quería seguir escuchando todo lo que salía de su asquerosa boca. Lo cual fueron palabras obscenas y lo que le hizo a esa menor de edad.

—Basta —escuché la voz de Reigns, seguido de su mejor derechazo. Estaba asqueado—. Tengo una hija, pedazo de mierda. ¿Cómo crees que me sienta escuchar eso?

—Chris... te lo suplico... —cerré los ojos apretando ambas manos a mis costados—. No necesitaba escuchar su morbosa respuesta... le doy las gracias a Roman por haber hecho aquello... pero por favor... —apreté los ojos, no estaba segura si lo soportaría un minuto más.

—Hazlo —respondió enojado.

Levanté la vista, respiré unas cuantas veces con la adrenalina corriendo por mi organismo y sin demorarme más, arremetí contra él. Era demasiado débil, sujeté ambas de sus piernas y lo hice caer al suelo.
Estando allí, solo podía darle golpes en el rostro una y otra vez... una seguida de otra, sin ceder al cansancio.

Todos esos años perdidos en el alcohol, pensando que era mi culpa y destrozándome por ello, que ahora al encontrar la razón solo quería mandarlo directo al infierno.

Mis nudillos estaban rotos. Mi sangre se mezclaba con la suya. Su nariz estaba rota. Sus labios estaban hinchados. Golpeaba su cabeza contra el pavimento y no sentía compasión.
Me alejé un poco de su cuerpo casi inconsciente y al no satisfacerme con los puños le dí patadas. Hasta que dejó de moverse.
Lo miré agitada sintiendo como las gotas de sangre resbalaban por mis dedos cayendo en picada hasta el suelo y volví a apretar los puños. No estaba satisfecha, pero estaba segura que ya no tenía vida.

—Nos volveremos a ver en el infierno —le escupí.

Me giré tratando de caminar lejos, dí unos cuantos pasos y caí de rodillas. Comencé a sollozar con fuerza mirando mis manos rojas como si las hubiera metido en un balde con sangre de algún animal; tan grasienta y tan asquerosa.

—Lo siento Danielle, lo siento mucho —comencé a hablar. No sabía si estaba conmigo o si se había marchado—. Todo... t-todo fue mi culpa, si desde un principio hubiera hecho las cosas bien y jamás te hubiera dejado trabajar ahí, en estos momentos aún serías mi rayo de luz —llevé ambas manos a mi cabello, jalándolo con fuerza—. Te quiero conmigo... conmigo otra vez. Tú eras quien me movía el piso, quien movía mi mundo y a la misma vez lo reforzaba con todo su cariño —me comencé a mecer—. Extraño el poder reír junto a ti. Extraño el ver tus pecas y darme cuenta que tenias una nueva cada mañana. Extraño tus chistes al despertar y al irme a dormir. Extraño tu sonrisa. Extraño tu café fuerte. Extraño tu presencia. Extraño tu existencia. Te extraño a ti... —no podía detener mis sentimientos al descubierto, ni siquiera frenar mis lágrimas—. Debí haber sido yo —golpeé el suelo con fuerza, sintiendo como todos los huesos se rompían dentro.

—Ya Devin, es suficiente —escuché la voz de Seth cerca de mi, seguido de unas caricias en la espalda.

—No quiero volverte a ver, quiero verte volver. Que sujetes mi mano y me des una razón para seguir intentándolo una y otra vez.

—Devin... —insistió poniéndome de pie con su fuerza—. Todo estará bien.

—Lo siento —susurré.

Seth me abrazó sin importar que estuviera mugrienta.
—Créelo.

—¿Ah?

—Créelo, para así yo poder creerte también —me sujeté a su cuerpo como si no hubiese nadie más cerca, al igual como lo hacia él.

—Todo estará bien —acarició mi cabello—. Ahora y siempre.

Inhalé y exhalé hasta que volví a estabilizar mi depresión reprimida por años dentro de mi corazón.
Me separé de Seth y miré a los otros dos como le tocaban el pulso al bastardo y conversaban entre ellos.

—¿Qué acaba de suceder aquí? —escuché otra voz acercarse.

—Nada, oficial —respondió Roman.

—Se reportaron gritos y discusiones por parte de las personas que transitaban cerca. ¿Qué le sucedió al hombre? —se acercó a la escena del crimen, haciendo lo que había hecho Chris segundos antes—. Está muerto.

—Fui yo —caminé lentamente hacia él. El oficial caminó en reversa tomando su comunicador y dijo unas palabras claves al que se encontrara del otro lado.

—Queda usted arrestado por homicidio.

—Está bien —levanté las muñecas y esperé a que me pusiera las esposas.

—¿Qué haces? —me preguntó Chris.
Era la única voz que no estaba llenando al oficial con quejas, Seth y Roman habían salido al ataque como dos perros salvajes.

—Iré a pagar mi condena por haber hecho justicia con mis propias manos, solo eso necesitaba para poder ir al lugar que pertenezco en paz —le dí la espalda al oficial, este decidió ajustarme las esposas desde la espalda. Estaba segura que tenía miedo de estar con un homicida que pudiese matarlo cuando menos se lo esperase.

—No dejaré que lo hagas —negó.
Me encogí de hombros con la expresión en el rostro de "está bien, inténtalo si quieres" y lo hizo alejándose de mi. Él y el oficial, que no dejaba de mirarme como si fuese un psicópata.

—Oye, yo... —me acerque al samoano. Le debía una disculpa por WrestleManía treinta y tres.

—No es necesario que lo hagas —se adelantó—. Sé lo que dirás, pero no quiero escucharlo y simplemente prefiero quedarme con la idea de que eres una buena persona.

—¿Seguro?

—Más que seguro, Devin —sonrió de lado—. No diré nada sobre esta noche.

—Gracias —le devolví el gesto—. Ahora puedo ir en paz.

—No irás a ninguna parte —se acercó un poco más y comenzamos a observar como Chris venía de vuelta junto al oficial. Este me quitó las esposas y se marchó—. ¿Qué conseguiste?

—Aunque matar a un hombre es una pena que no se perdona, he conseguido que no te den cadena perpetua. Iremos a juicio y ahí veremos que dicta el juez, pero lo más probable es que te den servicio comunitario por unas semanas —respondió juntando sus manos.

No estaba feliz, no estaba emocionada, no estaba frustrada, no sentía nada. Ni mucho menos estaba estática.

—¿Todo bien? —me preguntó.

—Solo... por favor, tiren el cuerpo a la basura o seguiré golpeándolo hasta que se haga polvo —le dí la espalda otra vez y caminé hasta donde me encontraba antes.

Escuché como se comunicaban entre si y decidían meterlo en bolsas de basura para luego tirarlo al bote de basura a unas calles de aquí. Cuando ya no los sentí cerca, busqué en mis bolsillos hasta encontrar un cigarrillo. Tenía las manos temblorosas, por no haber escuchado a Danny desde que golpeé a su asesino.

—¿Te salvas de no ir a la cárcel y aún así prefieres morir a manos de esta porquería? ¿qué clase de festejo se supone que es? —Seth tomó el cigarro en sus dedos, no recordaba que se había quedado.

—No te meta con mis vicios —le recordé.

—¡Al demonio con tus vicios y tus reglas, no voy a dejar que te sigas matando lentamente! —lo tiró al suelo y lo pisoteó haciéndolo añicos.

—Mírame, debería estar traumatizada pero no lo estoy —me apunté—. Porque he visto la muerte frente a mis ojos de la persona que más he amado en toda mi vida —lo miré a los ojos—. Todos tenemos miedos, y tu me quitas lo que yo utilizo para contra arrestarlos... ¿quieres verme destruida por el pánico? ¿eso es lo que quieres conseguir?

—Quiero verte siendo fuerte, pero no de esta manera. No aspirando mierda.

—Mira, te callas porque si hubieras aparecido mucho más antes en mi podrida vida yo no hubiera recurrido a esto. Lastima que no fue así, que las cosas se dieran de este modo y no serás mi príncipe azul ahora.

—Hubiéramos sido muy felices si se hubiera dado así —se cruzó de brazos.

—Hubiera... recuerda esa palabra —comencé a caminar lejos de él.

—¿A dónde vas ahora?

—Por mis cosas, me voy a casa.

—No. Tú te vas conmigo a mi casa, yo iré por tus cosas.

—¿Qué? ¡claro que no! ¡deseo estar sola!

—Estás demente, no estas en condiciones para estar sola, mucho menos en un lugar donde ha estado el difunto —sujetó mi muñeca y la subió en alto—. No voy a dejar que me des excusas, porque ni siquiera me importa si manchas mi auto con sangre. Conseguiré que tu estés conmigo al menos esta noche.

Miré como los otros dos volvían, evité seguir hablando y solo lo miré a los ojos tratando de hacerle saber todo el odio que le tenía en estos momentos por discutir con mis decisiones.

—¿Qué hacen? —preguntó Chris.

—Ve por las cosas de Devin, ella se va conmigo —respondió.

—No, no lo hagas —renegué.

—Chris, ve ahora mismo.

—No le hagas caso a este imbécil, yo puedo ir.

—Estoy de acuerdo con Seth, Devin —respondió Chris—. Será lo mejor para todos, así nos podemos quedar tranquilos.

—Gracias.

No me soltó y nos quedamos esperando a que Jericho fuese por mi mochila. Decidí platicar con Roman a pesar de estar sujetada con una esposa imaginaria a Rollins.

Este me habló de su punto de vista, de lo que sentía por mi con respecto a esto, de lo que jamás contaría y de la confianza que tal vez pudiesemos tener. No seriamos amigos, pero ya no será odio lo único que le tuviera.

Jericho apareció por el mismo camino que había tomado y Roman se adelantó con la despedida, tenía que volver a entrar o comenzarían a dudar de su paradero. Añadiendo con la última frase; "sigue siendo fuerte, sin importar cuantos infiernos has pasado o te falten pasar." Le susurré un gracias y se fue.

Jericho llegó a nosotros.

—No me odies, solo hago lo mejor para ti —le pasó la mochila a Rollins y este se la cargó en el hombro—. Nos vemos mañana.

—Como sea —evité mirarlo.

—Gracias, Chris —le respondió el hombre a mi lado, se despidieron y comenzamos a caminar hasta su auto. Estábamos en el estacionamiento, no fue muy difícil encontrarlo.

Me abrió la puerta, esperó a que subiera, me puso el cinturón de seguridad y luego la cerró. Solo podía mirar como hacia lo mismo al subir junto a mi, dejaba la mochila atrás y encendía el motor. Eso provocó que la música del reproductor comenzara a sonar con melodías suaves y pausadas de un rock clásico.

Me dejé llevar, aflojando el ceño enojado que estaba estampado en mi rostro. Quería volver a sentir a Danny, quería pensar que no se había marchado ahora que su asesino había pagado por aquel pecado.
Tenía miedo de no poder saber nada del más allá.

Miré las calles como se alejaban detrás de nosotros y Colby hacía cambiar la marcha, tocando los pedales. Era tan rápido, que en treinta minutos ya había estacionado fuera de su casa y volvía a apagar el auto.
Se bajó con mi mochila, giró y me abrió la puerta.

—Quiero tomar una ducha —comenté resignada.

—Lo harás —tomó mi mano dando los primeros pasos hacia la casa, todo estaba muy oscuro.

—No tengo otra ropa.

—Yo te proveeré de una —siempre tenía una respuesta para mi—. Solo no quiero tener más escándalos contigo.

—Está bien.

Abrió la puerta y lo primero que hizo fue llevar sus dedos hasta el interruptor de la luz.

—Puerta a la derecha, al final del pasillo.

—Está bien —seguí sus instrucciones y llegué al baño, también tenía una bañera. Como era posible que Dios me odiara tanto a estas alturas.

Suspiré evitando el espejo delante del lavamanos y me quité la camiseta para poder comenzar. Era gris, pero la sangre sobresalía como si hubiese matado a un zombie, no me sentía asqueada.
Me giré intentando cerrar la puerta, pero Colby estaba parado allí, mirandome.

—¿Qué quieres? —pregunté.

—Voy a bañarte.

—Oh no, eso ni soñarlo.

—No vamos a comenzar de nuevo —entró al baño y cerró detrás de él—. No te haré daño porque si lo intentara terminaría siendo yo el más afectado.

—Quiero mi momento feliz —exigí.

—Te lo daré, pero debe ser conmigo. Así que quitate la ropa y entra en la bañera —recogió la camiseta que había dejado en el suelo y la metió en el cesto de ropa sucia a un costado de la puerta.

—¿Dónde quedó mi derecho?

—Por favor, he visto a otras mujeres desnudas. No encenderé mi llama así como así —se sentó en el retrete y me desabrochó el pantalón—. Necesitarás de mucho esfuerzo para lograrlo.

—Aún así... yo puedo sola —le quité las manos de mis caderas—. No soy una niña.

—Así como vas, será mucho más difícil desprender la sangre ajena de todo tu cuerpo.

—Tal vez yo quiera tenerla.

—No mientras estés bajo mi techo —se cruzó de brazos con una sonrisa diminuta en sus labios, quería ocultarla pero no lo conseguía—. Así que desvístete.

—No soy una ramera, no me hagas esa proposición indecente.

—¿Proposición indecente? —preguntó con risa—. Eres demasiado hermosa como para hacerte una proposición indecente, solo quiero bañarte.

—Yo puedo sola.

—No, no puedes.

—No me tienes confianza —me crucé de brazos—. Sin confianza no hay nada.

—¿En serio quieres discutir por la confianza Devin? ¿quieres que me deje caer hacia atrás y tu me sujetes? ¿quieres que hagamos eso? —levantó una ceja—. Porque eso es la base de la confianza.

—Me dejarás caer si dejo que intentes estar detrás de mi —dije en un tono bajo.

—Siempre sacando lo peor de mi.

—Eso es lo que conozco acerca de ti.

—Vale —levantó las manos—. Dejaré correr el agua hasta que se llene la bañera y te daré la espalda mientras te desvistes, ¿quieres esa confianza?

—Si.

—Bien, te la daré —se puso de pie y abrió la llave para que el agua descendiera hasta la bañera y esta comenzara a llenarse. Me miró y siguió caminando hasta la puerta, ahí se paró dandome la espalda.

—Sin espiar.

—Si que te cuesta —rió—. No lo haré.

Algo insegura comencé a quitarme la ropa, tirando cada prenda desde mi posición hasta el cesto como si jugara baloncesto. Los zapatos quedaron en diferentes lugares, uno muy lejos del otro y me senté a esperar que el agua estuviera hasta arriba.
Miré el jabón recordando esa noche, lo tomé y le dejé caer unas cuantas gotas que pudiera crear espuma lo suficiente para que mi cuerpo no se viera a través.

—¿Listo?

—No, aún no —moví mi mano en el agua y la espuma comenzó a crecer. El agua llegó a la altura necesaria y cerré la llave, metiendome rápidamente—. Ahora si —lo miré siguiendo con los movimientos de mis manos debajo del agua, y por fin ya no pude ver mi cuerpo.

—¿Estás cómoda? —preguntó con algo de burla o ternura, no estaba segura.

—Si te digo que si, ¿me dejarás aquí?

—Por supuesto.

—Es que tienes la vaga costumbre de quitarme algunas cosas con las cuales me siento cómoda.

—Está vez yo te quiero aquí, no te lo quitaré —se sentó en el borde de la bañera, a mi espalda—. Ahora lo difícil de tu confianza, ¿puedo tomar la esponja y quitar toda la mugre?

—Adelante, sé que no me dejarás hacerlo por mi cuenta de todos modos.

—No, no lo haré —tomó la esponja y comenzó a pasarla suavemente por mi espalda y hombros. Nunca antes lo había hecho alguien por mi y se sentía relajante, se sentía muy bien.






.

—¿Qué tienes contra mi?

—No es algo que yo tenga contra ti, sino que es así como he estado siendo con todos para que no me lastimen primero.

—¿Prefieres odiar a los demás para no encariñarte y después golpearlos antes de que te golpeen primero?

—Eso mismo —lo miré. Estaba terminando de lavar mi cabello, había vuelto a ser gris—. Prefiero ganarme el odio de los demás que su cariño.

—¿Por qué?

—A ver, te diré una frase —me acomodé—. "Esperar que la vida sea bondadosa contigo solo porque has sido una buena persona es como esperar que un león no te devore solo porque eres vegetariano"

—Entiendo —me miró quitando sus manos de mi y tomó la toalla—. Haces pensar a las personas.

—Eso es lo que intento —tomé la toalla de sus manos—. Ahora vuelve a la puerta para poder salir.

—Mandona —me hizo caso de todos modos. Salí lentamente con los pies mojados y me paré a un costado.

—¿Me dejas salir?

—Claro —abrió la puerta y se hizo a un lado—. Abre la puerta con la calcomania de una "x" pegada en ella.

Le hice caso. Salí del baño y mojé todo el pasillo hasta llegar a esa habitación.
La cama se veía reconfortante, todo tenía colores más o menos oscuros.
Me senté en la cama y cuando comenzaba a pensar en que me pondría, apareció nuevamente Colby.

—Ponte esto —me ofreció una camiseta—. ¿No andas con Andrés?

—No, fue la semana pasada.

—Entonces toma esto también —me pasó unos boxers negros.

—Oh no, yo no voy a usar eso.

—Y aquí vamos otra vez... —cubrió su rostro con una de sus manos—. Tómalo y ya, no es un anillo de bodas.

—¿Cómo se yo si no tienes alguna enfermedad?

—Mira preciosa, me hice la revisión después de mi última relación y hace mucho que no tengo intimidad con alguien —dijo sincero—. Si tuviera alguna enfermedad me la estaría tratando y no te ofrecería amablemente de mi ropa.

—Vale —tomé las prendas de sus manos y las miré—. ¿XXL? ¿por quién me tomas? No tengo el culo tan grande.

—Es una pena.

—Lo prefiero pequeño a grande —me defendí, pero a los segundos me arrepentí. Colby me estaba mirando con una sonrisa coqueta—. Como sea, veré que hago. Ahora fuera de aquí.

—Como quieras —río y salió de la habitación.

A regañadientes me vestí con esas dos prendas, lo más difícil fue el boxer. Me hizo sentir plana, no entendía de donde sacaba un trasero como ese.

"Como sea."
Pensé y me metí en la cama, estaba segura que debían ser más allá de las doce. El baño y las discusiones sin sentido con Colby me había dejado con sueño.

Acomodé la almohada e intenté dormir, tenía toda la cama para mi sola. Pero mi cabeza seguía procesando información como las computadoras, no podía detenerla y tampoco tenía a Danny para que me dijera una de sus frases que calmaban mi alma y parte de mi conciencia.
Comencé a girarme en todas las posiciones que conocía, pero nada daba resultados y abrí los ojos mirando el techo. No quería llorar, mis ojos se estaban cristalizando y mi pie no dejaba de moverse inquieto por la ansiedad de vivir todo lo que me estaba sucediendo.

"Basta."
Me senté en la cama y a pasos moribundos llegué a la puerta, iba a hacer algo que no creí que haría.

Salí de la habitación sin hacer mayor ruido y me acerque a la puerta de Colby. Toque dos veces hasta que me pidió pasar, lo miré a través de la oscuridad y él se sentó.

—¿Puedo dormir contigo? —pregunté con un tono bajo esperando a que me respondiera, pero solo abrió las mantas a un lado de la cama y me hizo una señal.
Con timidez fui hacia él mientras jugaba con el doblez de la camiseta y me metí a su lado.

—¿No puedes dormir? —susurró cubriéndome.

—Mi mente me esta matando —suspiré—. Me siento vulnerable Colby y no me gusta.

—Estoy aquí para ti —me enrolló con sus brazos y subió las mantas hasta cubrirme los hombros, no llevaba camiseta—. Todo estará bien.

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