37. Andrés.
—¿De qué hablas? —pregunté extrañado, como si me estuviera ofendiendo.
—Puedo darme cuenta Colby, desde el primer momento, no soy idiota si eso quieres hacerme creer al igual que Devin.
—Has estado creando una verdadera película en tu cabeza, viejo. Deberías dejar de ver películas románticas —reí ocultando mi nerviosismo.
—Escúchate, suenas igual que ella —besó su frente y los brazos de ella lo abrazaron más fuerte. Como me enfurecía ver eso—. Ha de gustarte mucho.
—Vamos, solo trabajamos juntos. No me digas que eres el típico fanático que forma shipps hasta con las piedras.
—No me cambies el tema.
—No lo cambio, solo te digo de lo que me estoy dando cuenta sobre ti —cambié de marcha—. Eres celoso.
—Tal vez lo sea, pero solo quiere decir que cuido lo que me importa. Y Devin me importa más que cualquier otra cosa en todo el mundo.
—Entonces si estas seguro que ella también te quiere no deberías sentir celos de un sujeto que solo trabaja con ella y pasa el rato como si fuese su amigo.
—Mira Colby, te lo preguntaba pero no para hacer un escándalo. Solo para calmar esa curiosidad.
—Esta bien viejo, no me gusta así que deberías estar tranquilo —miré la carretera, por suerte ya estábamos cerca del edificio donde se quedaban. Ya no quería seguir hablando con este sujeto insoportable, que además de ser celoso es completamente inseguro y posesivo.
Pero me confunde, porque me dí cuenta que no le interesaba nadie aquel día en el hospital donde yo tuve que salvarla al donarle sangre. Y ahora me dice que le importa más que cualquier otra persona... es un sujeto extraño.
Pero si Devin estaba con él, supongo que debió verle lo que no me vio a mi. Algo bueno.
—¿Tranquilo? —le pregunté al estacionar fuera del lugar, este asintió y se bajó cargando a Devin en sus brazos.
—Te quiero, Levi —escuché la voz de ella antes de cerrar la puerta. Esperé a que entraran al edificio y le dí un golpe al volante con todas mis fuerzas, estaba demasiado abrumado.
Miré la calle, volviendo a reincorporarme a la ruta y cuando estuve en ella, aceleré lo que más podía. Solo quería llegar a casa y golpear el saco de boxeo como si fuese Levi.
Le subí al radio, pero no pasaron ni díez minutos cuando una llamada entrante invadió mi celular.
—Hola —atendí.
—¿Estás bien?
—Tienes la suerte de llamarme cuando me suceden cosas desagradables —suspiré al escuchar la voz de Chris.
—No me golpees.
—¿Por qué debería?
—Porque tengo la suerte de estar esperando afuera de tu casa como todas las veces...
—Voy llegando.
—Estoy viendo tu auto.
—¿Y por qué no cuelgas?
—Porque si lo hago, será más sencillo para que me golpees.
—No lo haré —reí y colgué. Tenía que estacionarme y necesitaba ambos manos para hacerlo.
Chris me miraba algo curioso mientras lo hacia. Bajé y lo saludé como todas las otras veces.
—¿Qué te sucedió? —preguntó adelantándose a lo que mis labios tenían preparado para decir.
—Es ese sujeto otra vez.
—Golpéalo, no lo dudes dos veces la próxima vez —aseguró.
—No Chris, tengo mis reglas.
—¿Cuáles? ¿qué si él da el primer golpe tú se lo devolverás? —enarcó una ceja—. No seas ridículo.
—Si lo hago, puede que hasta Devin me odie por haberlo hecho —metí las manos en mis bolsillos.
—Asegúrate de tener una excusa perfecta y ella no te odiará.
—No puedo decirle "lo golpeé porque este me insistió de que le dijera que me gustabas" —reí sin ganas—. Claro que no.
—Espera, ¿qué sucedió? —me miró a través de la oscura noche—. Cuéntame Colby, con todo y detalles.
—Levi fue por Devin a la empresa, este me vio y como yo tengo modales les ofrecí transporte —suspiré mirando en otra dirección—. Aceptaron y nos vinimos en silencio, hasta que ella se durmió. Luego me preguntó si me gustaba Devin.
—¡Debiste decirle que te gustaba! —casi gritó.
—¿Y qué tal si luego le decía a Devin?
—Bueno, aún mejor —sonrió.
—Se nota que no conoces de estas cosas, Chris —intenté caminar hacia mi casa, pero me sujetó del brazo.
—Tal vez no lo haga, pero conozco a Devin y sé cuando te digo que a ella le gustan las personas directas, que no tienen miedo al rechazo.
—Pero yo le temo al rechazo —dije sincero. Chris me miró a los ojos y luego de unos segundos, me soltó—. Tengo un saco de boxeo que romper —comenté y tomé las llaves de mi bolsillo, abriendo la puerta y encerrandome dentro como si no hubiese un mañana.
.
Devin Knox.
Desperté con un olor a huevos fritos, tenía hambre y me levanté poniendome ropa antes de salir. No tenía esa confianza de levantarme con ropa interior o que me viese desnuda caminar por el lugar.
Salí del cuarto sin hacer ruido, caminé hasta la cocina y como Levi estaba de espalda lo abracé hundiendo el rostro en el.
—Estaba comenzando a pensar en ti —acarició mis manos con una de las suyas.
—¿Ah, si? —le dí un beso en la espalda y me senté en una silla cerca de la mesa—. ¿Cocinas huevos y piensas en mi?
—Preparo comida y pienso en ti, duermo y pienso en ti, me despierto y pienso en ti... todo el tiempo lo hago para ser más exacto —apagó la cocina y depositó los huevos en un plato, luego me los puso sobre la mesa—. Buenos días —levantó mi rostro y me dejó un beso en los labios.
—¿Todas mis mañanas van a ser así de especiales? —le pregunté untando un pedazo de pan sobre la yema y llevándolo a mi boca.
—Por supuesto, si me dejas venir seguido.
—Lo haré, porque yo no me alimento si no estas.
—Hermosa —jaló de mi nariz y se sentó a mi lado, mirando como comía—. ¿Qué harás esta mañana?
—Colby me invitó a luchar a black and brave, me gustaría que me acompañaras.
—Claro, estaría genial —sonrió juntando sus manos.
—Genial —repetí y limpié la yema de los huevos, dejándole toda la clara. Luego me puse de pie.
—Oye, no te voy a dejar salir hasta que te comas esos huevos completos —giró en el banquillo hasta sujetar mi cintura y atraerme a su cuerpo.
—Mm... besa al cocinero —le cambié el tema mirando el delantal que tenía puesto—. ¿Puedo?
—No me cambies el tema, Devin —sonrió.
—Lo haré de todos modos —sujeté su rostro y lo besé con frenesí, hizo unos sonidos pero después de todo se dejó llevar y me siguió el juego.
—Tú ganas —dijo después de que lo soltara—. Desaparece ahora antes de que cambie de parecer.
—Gracias —salí corriendo al baño, necesitaba asearme urgentemente.
Lavé mi rostro, mis orejas y cepillé mis dientes. Fue lo único que me dio tiempo el dolor de estómago, me comenzaron a dar unas clavadas en el vientre, no creí tener otra opción y me senté en el inodoro. —Genial —me quejé. Había olvidado el doloroso proceso que sufriamos las mujeres todos los meses.
Después de todo, tomé una ducha.
Me sentía asquerosa.
—¿Estás bien? —la voz de Levi me sobresaltó—. ¿Necesitas ayuda?
—No, estoy bien —enrollé la toalla en mi cuerpo al acabar—. Me gustaría que me trajeras ropa cómoda del closet.
—Enseguida.
Aproveché ese momento para secar mi cabello y ajustarme las vendas sobre el pecho. Cuando volvió recibí la ropa y fue justamente lo más cómodo que tenía en el closet, le había atinado.
Con todo el dolor que sentía –que era como si me hubieran abierto el estómago y las tripas se resvalaran hacia afuera–, me vestí. Ya no estaba segura si iba a poder luchar contra Colby, se burlaría y tal vez yo caería.. pero bueno, quien sabe.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar estando fuera del baño.
—Si, solo un pequeño inconveniente de mujeres.
—¿Cuál?
—Levi, por favor —caminé hacia el cuarto, abrí el cajón y tomé la cajita de pastillas para dolores como estos—. Andrés.
—¿Cuál Andrés?
—¿Eh? —moví la caja frente a sus ojos, pero seguía sin entenderlo—. A ver, adolescente, una vez al mes.
—Dame una pista.
—El período —le dije lentamente para que entendiera y ahí recién lo captó—. No, así no se puede —me dirigí a la cocina por un vaso con agua.
—Pero, amor —hizo puchero—. No estoy acostumbrado.
—Se nota que no —me puse la pastilla en la boca, un poco de agua y esta pasó por mi garganta—. Y sujétate, porque serán días bipolares entre tú y yo.
—He soportado guerras peores —me abrazó por la cintura—. Tres días no serán difíciles de aguantar.
—¿Seguro?
—Te daré tus antojos de embarazada caprichosa.
—Vale —reí—. ¿Aún vas conmigo a la academia?
—Por supuesto, pelearé por ti —apretó mis mejillas y tomó mi mano dirigiendonos a la puerta principal.
—Espera, voy por mi celular.
—Yo lo tengo —abrió la puerta y salimos.
Evité tomarlo de la mano por las razones que siempre le dí, bajamos por las escaleras debido a que el ascensor estaba descompuesto por nuestras constantes juntas en ese lugar y pedimos un taxi.
Levi pagó por mi, dándole la dirección al taxista. Le dije que no era necesario ir en vehículo cuando en mi parecer la academia quedaba cerca, pero como era testarudo al igual que yo no me quedó otra opción que aceptar.
Me dolía un poco el vientre, la pastilla aún no hacia su efecto en mi organismo pero me mantenía relajada para no empeorarlo.
Le dí las gracias al taxista antes de bajar y Levi se quedó mirando el cartel del lugar favorito de Colby. Sonrió de lado de una forma muy distinta a la que yo conocía y por fin, dentro de varios minutos, pudimos entrar.
—Hey, chico de Brooklyn —me saludó Colby.
—Hey, hombre de Iowa.
—¿Listo para luchar esta mañana? —estiró los brazos, estaba sobre el ring con ropa deportiva.
—No estoy en condiciones amigo mío, pero te tengo un reemplazo —apunté a Levi—. Supongo que no te molesta.
—En lo absoluto.
—Perfecto —me acerqué al ring y subí lentamente sin moverme mucho hasta quedar afuera de una de las esquinas. Colby se me acercó con disimulo.
—¿Andrés? —preguntó en mi oído para asegurarse, a lo que yo le asentí. Él si sabía, me sorprendía que no había hecho mofa con ese tema y a la misma vez que lo supiera sin tener que darle pistas—. No te preocupes, de todos modos quería luchar con este sujeto —me guiñó un ojo.
Colby siendo empatico y disfrutando me encorazonaba. No sabía cómo explicarlo.
—No lo lastimes mucho, es un novato.
—No cuentes con ello —se alejó y me guiñó un ojo otra vez con una sonrisa. Estaba de buen humor, eso me agradaba, era como si lo conociera de siempre—. Espero sepas en lo que te estas metiendo, niño.
—Lo sé —Levi comenzó a estirar sus músculos dando vueltas por el ring al igual que Colby.
Uno de los chicos de afuera, hizo un sonido muy parecido a una campanilla y sin perder mucho tiempo, Colby le dio un derechazo certero que mandó a Levi sobre la lona algo aturdido.
—Te dije que no lo lastimaras mucho, Lopez —lo apunté.
—¿Oh, en serio? —se cruzó de brazos y me miró con el labio inferior sobresaliente, casi como un puchero—. Estoy algo sordo —se acercó a Levi y no dejó de darle golpes con fuerza, en ambos podía ver esa mirada de odio.
No lo entendía, pero sabía que alguno daría un golpe de verdad haciendo de esa lucha algo más personal.
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