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3. Café fuerte.

9:00 de la mañana.

Me había despertado con un dolor de cuello por la posición en la que me encontraba. Restregué mis ojos con ambas manos y lo primero que vi fue el techo con un cuadro que había puesto para situaciones como estas.

—Ah —me quejé cuando traté de levantar la cabeza. Estaba en el borde del colchón y mi cabello casi tocaba el suelo.

—¿Otra vez durmiendo en esa posición? —me preguntó Danny con una taza entre sus dedos, podía sentir el aroma del café llegando a mis fosas nasales.

—Caminas en el techo —ignoré su comentario y volví a levantarme con más esfuerzo hasta que lo logré.

—¿Qué te pareció ayer? —se sentó donde estaba parada.

—Cambió un poco la rutina.

—¿Sólo eso?

—¿Qué más puedo decirte? —hice un movimiento de adelante hacia atrás con la cabeza para quitar el cabello de mi rostro. Un tanto peligroso—. Fue una buena noche.

—¿Y?

—¿Y qué?

—¿Te unes de nuevo al universo de la lucha libre? —bebió de la taza.

—Claro, ¿por qué no? —le sonreí de lado—. Fue lindo recordar viejos tiempos, además...

—Me gusta como suena eso.

—Me gustó la adrenalina —apreté los puños—. ¿Aún tienes el saco de boxeo en el desván?

—Encantada lo limpio para ti, Dev —se puso de pie y salió corriendo. Aproveché ese momento y me puse de pie también estirando mi cuerpo como si fuese elástica. Iba a tomar una ducha.

Me despojé de mi ropa interior y como la mañana anterior, hice el mismo proceso. Sólo que esta vez no sentía esa melodía en mi cabeza, ya la había averiguado y ahora podía estar en armonía con mi conciencia.

Volví a salir y tomé la toalla enrollandola contra mi cuerpo. Abrí la puerta del baño y me acerqué al armario por algo de ropa; esta vez solo usaría una camiseta blanca sin mangas, un buzo gris y unas zapatillas bajas. Quería entrenar y volver a tener mi cuerpo en forma.

Tomé la taza que Danny había dejado en el suelo, la olí y esta vez había estado tomando café fuerte. Me repugnaba así que no tomé de ese liquido negro y lo llevé conmigo a la cocina.

—Ya está —su voz hizo presencia a mi espalda.

—Genial —desordené mi cabello húmedo, no era largo así que no necesitaba hacerle una coleta o al menos una trenza—. ¿Dónde lo has puesto?

—En el cuarto extra de esta casa —me mostró los guantes con una sonrisa.

Ow —me enternecí al ver que aún tenía las marcas que le había hecho con un marcador en algún momento de mi vida. En ambos decía «Your face here»— ¿Me lo pones? —le mostré la mano izquierda, la otra la tenía ocupada.

—¿Qué te pongo? —preguntó con humor.

—Vamos, Danielle —reí.

—¿A dónde vamos?

—Ya basta —volví a reír y ella se detuvo. Abrió el guante e hizo pasar mi mano por dentro. Le pasé la otra mano después de dejar de hacer lo que hacía y me lo puso de la misma manera.

—¿No vas a comer?

—Que sea luego, ahora no quiero.

—No, tú comes ahora —tomó un plátano de la frutera, le quitó la cáscara y me lo metió a la boca. No podía hacer nada, solo comerlo—. Eso te hará muy bien para los calambres.

—Claro, porque te encanta verme comer esto —traté de hablar, ella me entendió puesto que se rió y me dejó marchar.

Seguí mi camino hasta el cuarto, la puerta se encontraba abierta y lo único que había en ese cuarto blanco, era el saco de boxeo junto con algunas maquinas para hacer ejercicios. Ese lugar era mi nirvana. Era el único lugar donde no todo era gris, todo tenía un porcentaje más de color... incluso me atrevería a decir que me hacía creer que todo era posible. Incluyendo la idea de salir de todo esto.

—Bueno —tragué lo último que me quedaba en la boca y dí unos saltos en mi lugar—, ¡veamos si aún tienes el toque, Knox! —me acerqué y le dí mi primer golpe, se había sentido maravilloso. Fui por el segundo, el tercero, el cuarto y así sucesivamente liberando toda mi tensión.
No sentía la necesidad de querer detenerme, no estaba cansada y sólo quería hacerlo por un para de horas más. Eso era más que una terapia, más que un simple deporte o más que sólo dar golpes, era una pasión. Una maldita adicción.

El sudor corría por mi espalda y un escalofrío junto a el. Miré donde estaba dando los golpes y esa zona ya estaba más "blanda", más ligera. Ese fue el hincapié para detenerme.
Liberé el aire por mi boca y llevé mis manos a mi cintura caminando por toda la habitación, solo veía al saco como mi peor enemigo.

—Tranquila tigre —escuché la voz de Danny en la entrada—. No le sacarás el relleno, esta vez lo aseguré muy bien.

—No veo que dos banditas sean impedimento para mi —le apunté y ya casi estaban rotas. Ella se adentró al cuarto, tomó dos cojines y me miró con ellos.

—Golpea aquí —pidió, poniéndose en posición—, te ayudaré con la rapidez.

Le hice caso y le dí un golpe en cada uno, fue bastante lento por lo que ella me daba indicaciones a cual darle el golpe e intercambiar cada cierto tiempo.
Al terminar la mañana, ya era más rápida que antes.

—¿Cómo te has sentido? —me quitó los guantes.

—Bien —le sonreí.

—¿Defineme esa palabra?

—Estoy bien, simplemente eso Danny.

—Es que tu "bien" siempre tiene muchas connotaciones —me sacó el primer guante y lo apoyó entremedio de sus dos piernas, para sacar el otro—. Me gustaría escucharte alguna vez decir que todo ha dejado de ser en blanco y negro, y haz conocido el color.

—Tal vez no suceda.

—¿Por qué?

—Porque yo soy gris.

—Con más razón, Dev —me miró terminando su trabajo. Suspiré y me acerqué a ella enrollando mis brazos en su cintura dándole un abrazo—. Dime que lo intentarás.

—Te lo prometo.

—Gracias —me correspondió al gesto—, y no esperes a que yo esté muerta para poder cumplirlo —dijo con un tono divertido.

—Quién sabe... —me encogí de hombros—. Una persona tiene que tocar fondo para poder darse cuenta de lo que ha perdido y de enderezar su camino.

—Chistosa —rodó los ojos y salimos del cuarto.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Ya es más de mediodía y tengo que ir a trabajar —dejó los guantes sobre el sofá— he preparado algo de tu sopa favorita, por si quieres comer más tarde.

—Por supuesto. —Me senté en el sofá y miré como ella tomaba su mochila sobre la mesa—. En un rato voy para allá.

—¿Para? —me miró deteniendo todo lo que hacia.

—Me han depositado la plata, y como te había dicho el día de ayer. No quiero que trabajes doble turno.

—Entonces podemos irnos juntas.

—Mucho mejor sería —me puse de pie—. Iré a comer un poco de sopa y nos vamos.

—De acuerdo.

Caminé lentamente hasta la cocina, tomé un plato y me serví de la olla. Seguía caliente así que no me molesté en ponerla a calentar.

Cuando me giré, Danny estaba sentada a un costado de la mesa viendo su teléfono animadamente. Me senté al otro lado de la mesa al frente de ella y le dí una probada a la sopa, estaba deliciosa.

—Seth ha subido una foto —sonrió.

—¿Y por qué debería emocionarme? —le pregunté con una sonrisa de lado— si siempre sube fotos de los lugares en donde se encuentra o parte de la comida que va a su estómago después de posar para la cámara.

—Oh, así que haz visto su Instagram —levantó la mirada.

—Casualidad, nada más —me encogí de hombros. Ambas sabíamos que no era cierto, pero no iba a aceptarlo así de simple—. La misma casualidad que tuve ayer de encontrarlo cuando fui por una soda —revolví el plato con la cuchara.

—¿Qué? —gritó como nunca antes la había escuchado— ¡¿Por qué no me lo habías dicho?!

—¿Qué cosa? —la miré con la cuchara en la boca, no me había dado cuenta de lo que había dicho. Otra vez.

—¡No Devin, no me mires con cara de consecuencia! ¡sabes que haz metido la pata! —Subió por la mesa y se sentó como indio al frente de mi—. Ahora cuéntamelo todo.

—No fue gran cosa Danny, solo compartimos unas cuantas palabras —tomé el plato en una de mis manos y lo puse cerca de mi rostro. Con la otra mano metía la cuchara.

—Desde el principio por favor —dejó su teléfono a un lado y me miró detenidamente.

—Bueno —tragué— había salido por una soda, le pedí a la muchacha un vaso pequeño y...

—¿Pequeño? —sonrió levantando una ceja.

—Eso mismo fue lo que dijo él a mi espalda.

—¡Demonios, demonios! —estaba peor que una niña pequeña. Se estaba hiperventilando a cien veces por segundo— ¿Y? ¿qué sucedió después?

—Nada, sólo pagó la soda y tomó de ella para después despedirse e irse. Nada interesante —me encogí de hombros.

—Dime que no limpiaste la pajilla antes de beber... —cruzó los dedos como si fuese algo muy importante.

—Mm... si, si la limpié —mentí, no necesitaba verla más emocionada— Cuido mi higiene, ¿qué esperabas?

—Ah... ¡tú! —se dio una palmada en la frente— ¿No pudiste dejar de lado tu higiene por una sola vez? ¿dejar de pensar en todas esas bacterias por una sola vez?

—Ni que sus bacterias fuesen de oro —rodé los ojos—. Y ya, dejemos el tema. Ya sucedió y punto —terminé mi sopa—. Voy a ir por mi celular, mis tarjetas de crédito y cuando vuelva espero que lo hayas olvidado —la apunté saliendo de la cocina.
Fui al cuarto lentamente, me dolían un poco los brazos pero no era un dolor que me impedía continuar. Los moví en círculos, moví los hombros y estiré de mis brazos, eso me había hecho sentir mejor.
Abrí la puerta de la habitación, me acerque a la repisa y tomé lo que le había dicho a Danielle. Iríamos a sacar el dinero y luego al bar para pagarle al maldito de Will, a ese hombre le gustaba que le pagaran la fecha en que estaba estipulado o él mismo se encargaría de hacerte la vida imposible por el resto de lo que te queda de ella.

Volví a bajar. Danny ya se encontraba con la mochila puesta y la puerta abierta. Salimos de casa, cerré por fuera y esta vez conduciría yo.

—Pasaremos al banco y luego a tu trabajo —le avisé cuando me puse el cinturón de seguridad.

—¿Por qué no pasamos al local que está a unas cuadras de aquí? Ahí también tienen ese servicio —imitó mi acción. Asentí con un movimiento de cabeza y le hice caso, recorrimos las calles hasta que vi el cartel afuera. Le pedí que me esperara unos segundos y obedeció sin poner quejas, ella sabía lo que yo hacía. Por eso me consideraba como una madre.

Entré al lugar. Estaba vacío y el hombre del mostrador no dejaba de ver su telenovela que me obligó a toser falsamente. No me hizo caso, así que lo hice más fuerte casi raspando mi garganta.

—¿Necesita algo para el dolor de la garganta? —dio un salto del susto y me miró, bajandole el sonido al televisor.

—No gracias, vengo a retirar algo de dinero.

—Claro —tomó la pequeña maquina de un costado, tocó unos cuantos botones, me pidió la tarjeta y luego me lo entregó para poder escribir la clave— su clave y el botón verde por favor —pidió y el papel salió por la parte de arriba. Sacó la tarjeta, me entregó el dinero y volvió a ver su telenovela mexicana. Típico.

—Gracias —alcé la voz tomando mi tarjeta. Ya había guardado el dinero en mi cartera.

—Si claro, vuelva pronto.

Bufé con desagrado volviendo al vehículo, Danny estaba con una cara de comprensión que al sólo hacerle una mueca ella me la devolvió de igual forma.

—¿Quieres que lo golpee? Porque puedo hacerlo —preguntó cuando subí a su lado.

—No hagamos escándalo, no quiero que te lleven a la cárcel.

—Sé defenderme.

—No lo digo por ti, lo digo por los presos —reí y ella hizo lo mismo— te traje algo —le mostré ambos puños cerrados— ¿cuál?

—Esta —apuntó la izquierda, abrí la palma y le entregué el caramelo que le había sacado al aficionado de las novelas mexicanas— ¡gracias! —se acercó y besó mi mejilla varias veces.

—No es nada —reí— no es robar si el vendedor no se da cuenta.

—Claro que lo es, ¿quien te dijo tremenda mentira?

—Una niñita de grandes mejillas —volví a incorporarme en el camino, ella se acomodó en mi hombro comiendo su caramelo inocentemente.

Seguí el camino hasta el bar, quedaba algo lejos y me sorprendía como era que una niña de quince años tuviera que recorrer este camino de noche todas las veces que terminaba su jornada. Me negaba a que ella siguiera trabajando en eso, ¿pero qué otra cosa podía hacer? A ella le gustaba, ella sabía que necesitabamos el dinero ya que solo con mi paga no sobreviviríamos ni dos meses. Ni que fuese el Apocalipsis.

Estacioné afuera del apestoso lugar, Danny tomó su mochila y me esperó después de cerrar la puerta.
Bajé por mi lado, cerré la puerta y me acerqué a ella cambiando mi actitud a una más fuerte para poder comunicarme con Will. No era un hombre cualquiera, no entendía con buenas palabras.

—¿Te vengo a buscar cuando salgas? —le pregunté cuando entramos y ella tomó el delantal de seda sobre el mesón.

—No te preocupes, solo dejame el auto y yo volveré sana y salva.

—Confio en ti —la abracé y besé su frente.

—Te amo Dev —susurró.

—Y yo a ti bebé —alejé el cabello de su rostro, pero ella estaba extraña— ¿qué sucede?

—Me aseguro de decirte lo mucho que te quiero, porque no se sabe si tal vez esta sea la última vez que lo haga —me miró a los ojos.

—No lo será —traté de tranquilizarla—. Te lo aseguro, ya deja de decir bobadas.

—Oye, uno nunca sabe lo que sucederá mañana, siempre me lo decía mi abuelita —sonrió—. "Nunca olvides decir lo que sientes"

Reí enternecida.

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