29. Hospital.
Devin Knox.
Era lunes y esta vez no pude soportar más el dolor de las costillas, ni siquiera pude levantar mi cuerpo de la cama y terminé cayendo al suelo. Lo único que se me ocurrió hacer fue tomar el teléfono con las intenciones de llamar a alguien, pero este tenía un mensaje en la pantalla.
"Buenos días, ¿cómo amaneciste?"
Era de Levi.
Tenía suerte de haberle dado mi número el día de ayer cuando volvimos a reunirnos en el ascensor.
"Tira la puerta, necesito tu ayuda"
Le respondí con lo único coherente que podía pensar. Luego dejé el celular a un costado y me retorcí del dolor insoportable, no sabía si iba a durar mucho antes de que me desmayara.
Comencé a jadear sin parar, esperando que apareciera con un milagro o al menos haya leído mi mensaje. También intenté levantarme, ya llevaba tres intentos fallidos, hasta que en el quinto pude sentarme en la cama. Tenía la frente sudada y todo me temblaba.
—Demonios —maldije apretando los ojos. Estaba perdiendo las esperanzas hasta que la cerradura del departamento se comenzó a escuchar, como si metieran una llave o algo para poder abrirla.
La puerta del cuatro estaba abierta y podía ver directo a la puerta principal. De repente se abrió y pude ver a Levi dejando caer lo que tenía en la mano, una especie de alambre. Y corría hacia mi.
—¿Estás bien? —se arrodilló frente a mi y mi cuerpo solo se recargó sobre su pecho—. ¿T-Te duele algo? —llevó su mano a donde estaba la mía, en las costillas derechas.
—Nec...necesito un médico —gemí.
—Bien —dijo decidido.
Me soltó unos segundos, se acercó a mi guardaropa, tomó lo más básico ya que dormía con ropa interior y se volvió a acercar a mi. Sin vergüenza y sin más rodeos, me vistió rápidamente pero sin hacerme daño, luego me cargó en sus brazos colocando mis brazos en su cuello para sujetarme.
Salimos del departamento, cerró y caminó por el pasillo hasta llegar al ascensor. Tocó el botón pero este no se abría, esperó unos segundos hasta que por fin lo hizo y desgraciadamente este estaba lleno. Quien sabe si subían o bajaban.
—De acuerdo, caballeros —habló—. ¿Cuál de ustedes será el amable de bajar por las buenas o recibir un golpe por las malas? —sonrió como el primer día en que nos vimos—. Oh, ¿ninguno quiere hacerlo? —siguió hablando cuando nadie se inmutó.
—Podemos ir por las escaleras... —le sugerí, pero se negó.
—Está bien caballeros, hagamos esto —humedeció sus labios—. Los conozco a cada uno de ustedes, conozco a sus esposas y ellas me han contado todo. Así que haré un experimento social, levante la mano cual de ustedes tiene una enfermedad de transmisión sexual —levantó una ceja y rápidamente los cinco hombre se bajaron caminando rápidamente por ambos lados de nosotros—. Eso creí —se subió y tocó el botón para bajar.
—Eres malo.
—¿Malo yo? —me miró—. No fui yo quien engañó a esas buenas mujeres.
—Está bien —apreté su cuello cuando el dolor se intensificó, no fue mi intención.
—Ya vamos Dev, no te preocupes —se comenzó a preocupar, luego lo único que pude ver fue la escena en que salía corriendo del ascensor como en las películas donde todo era en cámara lenta.
.
Al volver a abrir los ojos, estaba sobre una camilla, mirando en dirección a una pared de vidrio, del otro lado se podía ver un lindo jardín verde, de aquel color verde que no había visto hace mucho tiempo. Desde que era niña, y jugaba entre las flores de mi bisabuela.
Mi cuerpo y mi cerebro estaban relajados, no sentía alguna alteración de emoción o algo que me hiciera entrar en un estado de... "realidad".
Comencé a mirar mi entorno y habían más camillas, pero estaban vacías, solo era yo y un sujeto sentado a unos metros de mi con la cabeza abajo.
No tenía ganas de abrir la boca, solo seguí mirando. Levanté la bata que tenía puesta y mi cuerpo no estaba tan relleno como la última vez, esta vez estaba más delgado; tenía las vendas sobre mi busto y tenía algo nuevo, otra vez un parche en las costillas derechas.
Estaba a punto de quitarlo, pero otra mano detuvo la mía en plena acción. Levanté la cabeza y era Levi, era él quien estaba sentado con la cabeza baja.
—Todo está bien, no es necesario que observes —su aliento me demostraba que había estado fumando.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Casi un día, van a ser las diez de la noche —miró su reloj y de su bolsillo sacó un caramelo—. ¿Aún te duele?
—Ya no —sonreí tomando el dulce, le quité la envoltura y lo llevé a mi boca—. Espero que esto no signifique por ser una buena niña.
—Te lo mereces, solo eso te diré —rió, había adivinado.
Me bajé la bata y me senté como indio mirando en su dirección. Levi se sorprendió por mi agilidad y apoyó ambas manos a cada lado de la camilla.
Me quedé mirandolo mientras jugaba con el dulce en la boca, poco a poco se deshacía. Su cabello estaba desordenado y llevaba una camisa negra como si fuese a un funeral o a un evento formal, no estaba mal.
—¿Cuál es tu respuesta cuando alguien te pregunta que por qué vistes siempre de negro? —pregunté.
—"Porque soy arte, perra" —respondió con una actitud de villano, solo pude reír. Porque era lo mismo que yo decía muchas veces—. ¿Qué? ¿no salió rudo?
—Si, salió como esperabas.
—¿Entonces?
—También uso esas palabras —mordí el caramelo y este desapareció de mi boca—. A veces me sorprendes más de lo que yo me propongo sorprenderte a ti.
—Eres un mar de secretos.
—Y tú un cofre abierto.
—Exacto —asintió sentandose a mi lado en la camilla—. ¿Te molesta si me recuesto un rato?
—Junta otra camilla y así ambos lo hacemos.
—Está bien —se bajó y se acercó a la camilla que estaba a un lado de la mía, le dio una patada y esta llegó justo a mi lado sin siquiera empujarme. Fue un golpe certero.
—¿Por qué no hay nadie?
—Porque yo lo pedí —se acercó otra vez—. Y por lo que ellos calculan, tú despertarás a las once. Así que tenemos una hora.
—Genial —me recosté en mi lugar, cubriendo mi cuerpo con esas delgadas mantas que ni siquiera producían calor.
Levi se acercó y se subió en la otra, recostándose de espalda, mirando el techo. Era algo extraño, porque el techo solo era cristal y como era de noche se podían ver las estrellas.
Llevó ambas manos debajo de su cabeza. Me giré de costado y comencé a mirarlo, no me importaba si sabía que yo estaba mirandolo, porque de hecho, era lindo y hace mucho me había prometido no sentir nada por nadie. No sé si lo estaba sintiendo ahora o solo era por haberme acostumbrado a estar junto a él. No tenía muy claro todo, pero tampoco me importaba.
—¿Qué piensas? —preguntó. Reaccioné y me dí cuenta que lo seguía mirando sin pestañear.
—Nada importante —sonreí cubriéndome más arriba con las mantas. Él se giró y se acercó más a mi, ahora él me miraba—. No vas a hacer que me cohiba si esa es tu intención.
—¿No? —se acercó aún más, y sabiendo de sus intenciones.. dejé que prosiguiera. Cerré los ojos sintiendo como su respiración estaba más cerca, su nariz rosaba con la mía y finalmente, sus labios lo hicieron también.
Todo era más pausado, lento y sin mucha complicación. Muy diferente a las antiguas experiencias que había tenido, no sabía explicar lo que estaba sintiendo pero no estaba mal, no tenía motivos para alejarme.
Su mano acarició mi mejilla y su pulgar hizo cosquillas en mi pomulo, su tacto era como si tocara una nube y si apretaba más, esta nube se deshacería entre sus dedos. Pero no era eso, ni siquiera era una margarita, no era delicada, en ningún aspecto que él conociese.
De repente Levi sonrió llevando una de sus manos a mi cintura. Llevé mi mano a su cuello y lo acerqué a mi, juntando más sus labios con los mios en algo un poco más intenso, como si quisiera quitarle todo el sabor del cigarrillo que se había fumado. Quería sentir algo de muerte, pero estando en un hospital no podía hacer mucho.
Todo estaba de maravilla, hasta que un escalofrío involuntario me sacudió. Sabía que algo me repelía de él y no lo entendía.
—¿Tienes frío? —preguntó después de soltarme suavemente.
—Estás mantas parecen de papel.
—Espérame —se levantó de su puesto, acercándose a la silla donde anteriormente se encontraba. Del respaldo de esta tomó su abrigo y lo puso sobre mi cuerpo, me cubrió completa a excepción de los pies pero eso no fue problema.
—Se siente bien —me hice "bolita" y mis pies se cubrieron. Levi rió al momento de volver a mi lado—. ¿Cuando crees que nos podamos ir?
—Quedan veinte minutos, no te preocupes —me abrazó.
—Detesto este lugar —llevé mis manos a su pecho—. Huele a enfermos y es frío.
—Irónico fue entonces.
—¿Lo de hace unos segundos? —lo miré y él asintió—. Demasiado, pero adoro la ironía de las cosas.
—Igual yo.
Me acurruqué en su pecho, buscando más calor a mis brazos y él juntó sus pies con los mios, luego uno de sus brazos lo pasó por debajo de mi cabeza y el otro abrazó mi espalda, juntandome más a su cuerpo pero la separación entre ambas camas era inestable.
—Esto parece una escena de una película de terror —susurré—. La oscuridad, el ruido de las plantas chocando con el vidrio y el televisor chillando porque no se ve ningún canal.
—Solo falta que salga la chica de la pantalla.
—No me asustes, porque ahí quedo pálida —cerré los ojos y él rió.
—Eso solo pasa en las películas, no te preocupes —acarició mi cabello.
—Este hospital se ve de películas.
—No pasará nada.
—Cántame, eso será mejor.
—No canto.
—Mientes, si lo haces y me lo contaste ayer —lo miré y sonrió. Luego besó mi frente y comenzó a hacerlo muy suave.. muy lento y tomándose su tiempo, que todo temor desapareció.
—Auh, ¿qué fue eso? —se detuvo y preguntó—. ¿Lo sentiste?
—¿Qué cosa? —me sujeté fuerte a él, pero de alguna manera Levi cayó al suelo.
—Eso —se quejó poniéndose de pie—. Algo me jaló hacia atrás —miró atrás de él sin temor, pero no había nada. Tenía un gran espacio desde el lugar que se encontraba recostado, definitivamente no se había caído por accidente—. Ya vámonos —giró las camillas y me ayudó a sentarme.
—Te lo dije —me bajé y tomé mis pantalones que se encontraban a un costado, en otra silla. Me los puse y luego la camiseta. Levi, segundos después en vez de ponerse la chaqueta, me la puso a mi—. ¿Qué hora es?
—Son las once, si el médico no viene a nosotros, nosotros iremos por él —dijo decidido y salimos de ese lugar, me fue bastante extraño estar sola en una habitación con muchas camillas. Como si fuese un Apocalipsis y recién estuviéramos despertando como Rick Grimes o fuese un videojuego de terror.
Comenzamos a caminar en dirección a la salida y en el primer cruce con otro pasillo, uno de los médicos nos intersectó. Nos hizo varias preguntas, terminando en su oficina para el último chequeo médico.
No me dolía nada, pero aún así me revisó e hizo menos preguntas. Escribió unas cuantas cosas en un papel y me lo entregó para pasar a buscarlo en la sala de "recetas medicas" donde nos darían los medicamentos.
—Adiós —me despedí con la mano y cerré su puerta, estaba algo confundida—. Que hombre más hostigoso.
—Estaba a punto de decirle que te quitara los ojos de encima, parecía buitre —se quejó también.
—Como sea, espero no volver a este hospital nunca más.
—Cuenta con ello —aseguró sin pensarlo mucho tiempo—. Ahora vamos por los malditos medicamentos.
—Por los malditos y jodidos medicamentos —repetí añadiéndole algo de humor y Levi rió.
Seguimos los carteles y las flechas pintadas, hasta que logramos dar con el lugar. Por desgracia había que hacer una fila de ancianos que hasta la mujer que atendía tenía más de treinta.
Definitivamente teníamos para perder otra hora.
—Te esperaré ahí —le entregué el papel y me senté en una de las sillas de plástico. Tenía muchas ganas de usar mi teléfono pero este había quedado en casa, quería saber si tenía algún mensaje de Lopez o al menos uno de la empresa para saber como estaba. Era esperar que chocolate cayera del cielo, pero al menos se valía soñar en grande—. ¿Fuiste tú, verdad? —susurré y cerré los ojos para poder hablar con Danny.
"Debía hacerlo"
—Eso creí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro