27. "Heartbreak kid"
Entré a casa y ya no me sentía con tanto peso en la conciencia, era un alivio y podía dormir en paz. Tal vez no Levi, por las anécdotas que le conté. Con solo imaginarmelo teniendo pesadillas me hizo reír sola como demente.
A medida que me acercaba a la habitación, fui quitandome la ropa hasta que llegué a la habitación solo con ropa interior. Estaba cansada, me había quedado sin saliva y solo quería dormir como un bebé por primera vez. Quien sabe, tal vez no amanecía con la cabeza hacia los pies.
.
"8:00 a.m."
Decía la pantalla del celular.
«Demasiado temprano»
Pensé y me quedé mirando el techo con ambos brazos debajo de la cabeza. Me había girado otra vez, eso no había cambiado pero no me molestaba, algún día iba a saber el motivo por el cual mi cuerpo lo hacia sin darme cuenta.
Suspiré y comencé a pensar en un montón de cosas que sucedieron en el pasado, por más que trataba de dejarlos enterrados estos salían de nuevo a la luz. Mis párpados no se movían y humedecian mis ojos, era como estar en un trance, solo mis recuerdos pasaban de un lado al otro sin detenerse.
Hasta que el sonido de mi puerta se hizo escuchar hasta la habitación, ahí fue cuando mi cerebro reaccionó e hizo que mi cuerpo se vistiera antes de abrir.
—Ya voy —dije cuando volvieron a insistir. Aún descalza, abrí la puerta y sonreí de lado—. ¿No es muy temprano?
—La tarde de ayer superó mis expectativas, quería hacer algo por ti —levantó dos cafés, uno en cada mano.
—¿También te despertaste temprano?
—Mi cuerpo lo hace todos los días, no me sorprende.
—Está bien —me corrí a un lado dejándolo pasar, nunca dejaba de verse bien. Estaba segura que aún cuando estuviera enfermo tendría ese estilo.
—¿Cómo amaneciste? —pasó a la cocina.
—Bien, ¿y tú?
—Me quedé pensando un par de cosas —se apoyó en el borde de la mesa.
—Me lo supuse.
—¿Cómo le haces para ver fantasmas?
—No los veo, solo los escucho —tomé uno de los cafés y me apoyé a su lado—. Y no es que sea a todos, solo a una persona que antes fue mi alma gemela, me la arrebataron —miré el suelo—. Ella sigue conmigo y aún no estoy lista para que me abandone.
—Entiendo —bebió su café y guardó silencio, mirándome de reojo—. ¿Ella está aquí ahora?
—Siempre lo está.
—¿Cuál es su nombre?
—Danielle.
—Bien —suspiró como si se estuviera preparando—. Hola Danielle, soy Levi. Un gusto.
—¿Por qué lo haces? —lo miré con una sonrisa de lado.
—Porque si es simpática como tú, entonces sería bueno conocerla a ella también y no fingir que no esta aquí.
—De acuerdo —reí con cariño y sentí como apretaban mi mano, eso me hizo recordar cuando Danny siempre me hacia eso al momento de estar nerviosa.
—¿Me escuchó?
—Tenlo por seguro.
—Bien. ¿Ella se comunica?
—No mucho, pero lo hace.
—¿Algún día lo hará conmigo?
—No lo sé, depende —me encogí de hombros—. A veces un espíritu no puede comunicarse con los demás, debido a que esa persona no tuvo un vinculo con él o ella. Pero sí con quien la conoció y pasó sus últimos momentos a su lado.
—Interesante.
—Lo es.
—Tú, interesante —corrigió.
—Si, lo soy.
—Engreida.
—Bromeaba —reí—. Soy la persona menos interesante en el mundo y demasiado atrevida como para agradarle a los demás.
—No digas eso, porque si comenzamos a hablar de atrevimiento, no terminaremos nunca. Te lo digo desde ya —levantó las manos.
—Está bien, está bien —me apoyé al frente de él, sobre el mueble que estaba del otro lado—. ¿Alguna otra curiosidad?
—Eres problemática.
—¿Tal vez? —sonreí.
—Luchas bajo el personaje de un hombre, sin que te importe si te lastiman o te dejan casi muerta. Eso no es un tal vez.
—Lo soy entonces —crucé los pies—. Las chicas malas tienen más diversión —repetí sus palabras—. ¿Eso debería ser atractivo?
—Lo es para los chicos como yo.
—Tú no eres malo —dejé el vaso a un lado y me acerque a él. Donde apreté sus mejillas y él no hizo ningún gesto ni siquiera para defenderse—. ¿Lo ves? —me alejé y tomé el café saliendo de la cocina.
—Tal vez no te lo demuestre en estos momentos, pero no quiere decir que no lo sea.
—Me has dejado un perfil muy inocente de tu parte, ahora me será muy difícil cambiar de parecer —me senté en el sofá—. Aunque al principio, me asustaste y voy a aceptarlo.
—El efecto de la intoxicación —se acercó lentamente—. No me digas que no te ha pasado.
—Me ha pasado, pero solo teniendo pensamientos suicidas. Soy demasiado empatica para ofender a los demás en ese estado... —junté mis manos como si fuese un ángel con aureola.
—Para eso las ofendes estando cuerda.
—Me has quitado las palabras de la boca —reí—. Siempre lo haces.
—Siempre lo hago —repitió. Le dio el último sorbo a su vaso y volvió a la cocina para botar el envase.
Eso me dio tiempo para abrir la ventana de la sala y recoger unas cuantas cosas fuera de su lugar, habían muchas cosas que no había recogido desde el día en que había llegado al departamento.
—¿Qué harás más tarde? —escuché su voz, sabía que me estaba mirando.
—No puedo hacer mucho, debido a mi estado. Pero poniéndome a pensar, puede que tenga una llamada en poco tiempo o una visita sin previo aviso quitándome esta sonrisa que me dejas —rasqué mi cuero cabelludo, mirando que me faltaba pero todo se veía mejor—. ¿Y tú? —lo miré.
—Eso suena desastroso.
—No siempre lo es, Colby me hace rabiar pero muchas veces se preocupa por mi.
—¿Colby?
—Un sujeto.
—¿Musculoso, barbudo y serio?
—Él mismo. No me digas que lo has visto venir aquí.
—Es un hombre que no pasa desapercibido.
—¿Oh, eso piensas? —traté de disimular una sonrisa pero fue inútil.
—Espera... no... no es lo que crees —se adelantó a decir.
—Si, si lo es —reí—. Si quieres lo esperas, así le hablas.
—No soy gay —se sentó.
—Demuéstralo. ¿Quién fue la primera dama?
—No lo sé, no conozco a las veteranas de guerra.
—Eso no tuvo sentido —me senté a su lado y apoyé la espalda atrás, me estaba doliendo un poco la columna—. ¿Y qué harás tú, por cierto?
—No tengo nada planeado, no soy un hombre que planea cada día de su vida como un horario.
—¿Entonces piensas quedarte?
—Si no te molesta, porque no.
—Tu compañía me es grata y no a muchos se lo digo con tanta facilidad.
—Genial —se acomodó sacando el teléfono de su bolsillo trasero, miró la hora y luego lo dejó a un costado llevando su mirada a mi. No era una persona que se cohibia fácilmente, y se la devolví sin pena.
—¿Te parece conversar? —pregunté y él asintió. A veces Levi tenía más que contar de lo que yo tenía en todo momento y hablaba sin tapujos, no se guardaba absolutamente nada.
Si había que hablar, él hablaba. Si había que callar, él callaba y escuchaba. Me recordaba mucho a otra persona.
Siempre asentía a sus anécdotas y si me preguntaba lo que pensaba, le respondía con toda sinceridad. Eso era lo que él siempre esperaba de mi, al igual que yo de él cuando cambiabamos de posición.
A veces dejaba de ser simpático y sacaba a relucir sus verdaderos colores, a veces la historia no era tan feliz y lo llevaba al momento en que todo sucedió activando su auto-defensa ciegamente. Era una caja de sorpresas.
Lo miraba con intriga cuando bajaba la cabeza o apretaba los puños, era transparente y a veces daba algo de miedo. No éramos tan diferentes.
Estábamos en algo tan interesante, que no siempre todo era perfecto y en este caso, fue por la puerta. Estaba muy segura que era de una persona en particular.
—¿No vas a abrir?
—Puede esperar —me acomodé, pero siguieron insistiendo.
—¿Segura?
—Espero que te des cuenta solito que me has arruinado el momento —me levanté con un suspiro y abrí la puerta, encontrandome con Lopez—. ¿Por qué vienes todos los días?
—Ya lo sabes —sonrió.
—Eres tan cruel —me quejé y me volví a acercar al sofá dejando que él solito entrara. Miré a Levi y este se puso de pie susurrandome un "nos vemos luego" por ver el rostro algo serio de Colby.
Se acercó lentamente a él y le sonrió. Levi me había dicho que siempre fue el "chico rompe-corazones" al momento de hacer que un chico se sintiera celoso. Una que otra experiencia al poner celoso a novios de chicas solo para que este les pusieran atención como se debía. Obviamente se ganaba su paga por parte de la chica, ya que siempre traía buenos resultados sus técnicas.
—Gracias por la ayuda, Dev —arregló la correa de su pantalón—. Colby —pasó a su lado y se fue por la derecha. Aguanté una risa y Colby cerró la puerta mirando por donde se había ido.
—¿Quién era él? —me miró.
—Un chico.
—¿Qué hacía aquí?
—Estaba algo acomplejado... —hice un movimiento de manos—. Tú debes saberlo, eres hombre.
—¿Por qué sabe mi nombre?
—Es mentalista.
—Ajah...
—¿Qué te sucede? —fruncí el ceño y él se sentó a mi lado en silencio—. Estabas feliz cuando llegaste, explícame el motivo de tu cambio repentino —me crucé de brazos. Si estaba celoso me iba a gustar escucharlo... pero sabía que no me lo iba a decir y se lo iba a guardar.
Al menos podía conservar la idea de que al menos tenía sentimientos, muy dentro de su corazón.
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