26. SmackDown Live.
10:00 a.m.
Siempre la misma hora.
Siempre me era difícil levantarme.
Siempre mi cuerpo despertaba para los pies.
Siempre preguntaba que sucedía.
Siempre intentaba apagar el despertador con el pie.
Siempre abría los ojos y todo era nuevo para mi.
Rutina matutina, no siempre era en ese orden.
Pasé mis manos por mi cabello enredado que cada vez crecía más y bostezaba con desagrado, solo que esta vez no lo hice porque mi dedo pequeño se golpeó contra el umbral de la puerta al intentar salir. En vez el bostezo había sido un gemido como si me estuvieran matando, lo que hice fue tirarme al suelo y tratar de llevar mi pie a mis labios para besarlo pero era prácticamente casi imposible para mi. Lamentablemente no era elástica.
—Aghh —gruñí apretando los ojos—. Mi maldito dedo... uy —hice puchero, miré la habitación pensando que estaba sola. Pero quien lo diría—. ¿Te parece muy divertida la escena, maldito insensible?
—No quería reír, estabas tan inspirada al salir que eso no me lo esperaba —llevó dos de sus dedos a sus labios aguantando una risa. Volví a gruñir y esta vez si se rió.
—No sé como entraste pero sé como saldrás —hice sonar los huesos de mi cuello y sabía que él los escuchó porque se asustó.
—Tranquila tigre, solo vengo a darte el próximo pedido.
—¿No pudiste hacerlo por teléfono?
—Soy un hombre que da las noticias en persona y a la cara, no escondiéndose detrás de una línea telefónica —juntó sus manos encima de sus piernas.
—¿Entonces no sabes cuánto me molesta tu humanidad? —me puse de pie y me acerqué a él—. ¿Cuánto me repugna tu presencia cerca de la mía?
—Vamos, si nos estamos divirtiendo —sonrió, eso había sido bello. Realmente tenía una relación algo "amor-odio" con ese hombre y sabía que él también lo sabía, por eso me hacía rabiar y luego sonreía.
—Dilo por ti, yo sufro por tu culpa y espero que eso te carcoma el alma maldita serpiente venenosa, algún día te ahogarás con tu bilis —lo puncé en el pecho con el dedo índice un par de veces.
—Eso me ayuda a dormir por las noches —sonrió y luego estalló en carcajadas. Rodé los ojos y me alejé de él.
—Dime ya cual es tu pedido, para acabar de una vez por todas y te vayas.
—¿Aún quieres a Chris?
—Por supuesto Colby, pero ya no podré porque se irá en el tour con Fozzy —me crucé de brazos—. Me has quitado mi oportunidad.
—Tienes otras mejores.
—¿Aún quieres que siga con Joe?
—Ya ha comenzado —hizo un gesto con el labio hacia afuera—. Y mientras no sea WrestleMania seguirás encargándote de eso.
—¿Qué tiene WrestleMania?
—No viste RAW anoche, ¿verdad?
—Mis dolencias son más importantes que verte por la televisión —volví al cuarto y me puse una camiseta larga, cuando regresé con él, suspiró—. ¿Qué dijiste?
—Iré a WrestleMania aún cuando mi rodilla no este lista, yo no me pierdo dos años seguidos de ese evento.
—¿Qué le dijiste a Hunter?
—Él me dijo que si iba podría ser la última vez que me vean en un ring.
—¿Y tú?
—Debiste haber estado ahí, Joe me asechaba desde el lado opuesto al de Hunter —pausó mirándome como si fuese a responderle, pero al darse cuenta que no lo hacía, continuó—. Le dije que tal vez iba a ser yo quien haga esa la última lucha de Hunter.
—No te creo —le respondí después de varios segundos en silencio y me senté en el sofá—. Puedes ser bueno en el ring, pero no superar al rey de reyes, al asesino cerebral.
—¿Ah, no?
—Por supuesto que no.
—¿Quieres apostar?
—No dejaría pasar esa oportunidad por nada en el mundo.
—Bien, ¿qué apuestas?
—Apuesto que no puedes vencerlo en menos de diez minutos. Si no lo logras, eres mi esclavo de por vida.
—¿Y si yo gano?
—Tú decide, debes tener tu motivación para hacerlo.
—Nos sentamos a charlar como personas normales, sin tu odio o tu sarcasmo por delante. Solo hablar, como las personas civilizadas que somos.
—No somos personas corrientes y eso lo sabes —reí—. Eres un hombre con un alter ego llamado Seth Rollins que le impide ser humanista y yo tengo la tendencia a odiar a todo el mundo sin causa aparente, ¿qué normal tiene eso? —reí otra vez.
—Nada, por eso lo digo.
—Está bien —acepté—, entonces quieres que siga siendo la pesadilla de Joe, está bien. ¿Ahora te vas?
—¿Cómo te has sentido? —ignoró mi comentario haciendo otra pregunta.
—No lo sé, dímelo tú.
—Te ves bien.
—No mientas —sonreí tocando mi labio partido—. Los medicamentos no hacen mucho, pero cura algo mi cólera después de verte en mi habitación que quien sabe como demonios entras.
—Que bueno.
—¿Sabes? Debí haber ido a SmackDown Live desde un principio —sonreí forzada—. Ahí hay verdaderos talentos, lo hubiera pasado mejor.
—Tienes mucha razón —se puso de pie y se acercó a mi—. Pero déjame darte la noticia correcta cariño, esto no es SmackDown Live —acarició mi mandíbula y caminó hacia la puerta, salió y cerró.
Miré por unos segundos esa salida, moví mi mandíbula levemente de un lado hacía el otro y luego me levanté olvidando lo sucedido. Tenía hambre y solo eso me importaba.
—«You're next!» —grité haciendo la voz de Goldberg cuando apunté el plátano que se encontraba entre todas las otras frutas dentro de la fuente. Ayer no me había dado cuenta de ellas, pero esta vez no se salvaban de mi.
Le quité la cascara lentamente, le dí una mordida y me acerque a la ventana sacando mis brazos para disfrutar del aire. Eso cambió mi animo rápidamente, fue como tomar un nuevo aire y comenzar desde cero pero de la mejor manera posible.
Miré todo el panorama, era bello, si. Me gustaba muchísimo. Se veía absolutamente todo, los edificios, las casas, los locales abiertos, las personas, los autos, el nombre de las calles. Era maravilloso, me comí el último trozo de la fruta y por desgracia, la cascara se me soltó de las manos sin darme cuenta. Cuando miré hacia abajo, esta le había caído a un hombre pelón justo en esa zona, este miró y yo me escondí sin poder contener más la risa. Eso había sido demasiado bueno.
—No comas cerca de la ventana decía mi madre, le puede caer a alguien en la cabeza decía ella —reí tomándome el estómago. Le había quedado como peluquín al pobre hombre.
Seguí caminando hasta el cuarto, me puse algo de ropa desde las caderas para abajo y tomé una patilla de la caja para mis dolores musculares.
Tenía ganas de ir por un café ahora que al negocio donde siempre iba, –no recordaba el nombre del sujeto– le había llegado una maquina de expresos. Me quedé pensando y me decidí en ir, mis antojos eran mis antojos.
—Quedate aquí si quieres, no tardaré mucho —le dije a Danny, pero sentí el frío en mi mano y supe que no me haría caso. Peiné mi cabello con mi mano y salí de ahí caminando directo al ascensor, se bajó una mujer y esta no dejó de mirarme con descaro, se sentía extraño como mi nuca se quemaba.
Cuando se cerró la puerta, me sobé esa zona y dolía un poco. No sé que me veían si era un manojo de golpes, de todos los colores. Suspiré y cerré los ojos apoyandome en el fondo del espacio reducido, respirando con algo de dificultad. Y el ascensor se volvió a abrir, levanté la mirada pensando que había llegado abajo, pero no era así y al frente se encontraba otra persona.
Esa persona con esa sonrisa.
—Que sorpresa —subió con las manos en los bolsillos y un cigarrillo sin encender, entre los labios.
—Una muy grande —miré como se ponía a mi lado, se veía bien. Demasiado bien.
—¿Cómo estás? —preguntó tocando el botón del ascensor otra vez.
—Así como me ves —humedecí mis labios e hice una mueca encogiéndome de hombros.
—Luces bien.
—Mientes bien —sonreí y luego él se rió de la forma en que lo había hecho ayer—. ¿Cómo estás tú?
—Me mentirías de igual forma si te lo dijera —se apoyó como yo en el fondo del espacio, esperando a que el marcador mostrara el piso que queríamos llegar—. ¿A dónde vas?
—¿Cual es la curiosidad? —lo miré.
—No es solo una curiosidad —me miró. Se notaba que el día de ayer no había sido él mismo, tal vez estaba bajo la influencia de alguna droga.
—Voy por un café —respondí luego de un rato.
—Me enteré que a Bradley le llegó la maquina.
—Por eso mismo, quiero ser la primera.
—No lo serás —guardó el cigarrillo en el bolsillo de su chaqueta militar.
—¿Por qué?
—Porque lo seré yo —me sonrió de lado y salió del ascensor cuando este se abrió dejándonos ver la salida del edificio. Me bajé luego de verlo estar un poco más lejos y caminé lentamente, pensando "que inmaduro".
Lo seguí, no muy cerca y llegué al local. Saludé al tatuado como siempre y le pedí un café, este me lo sirvió con muchas ganas mientras conversabamos, nunca se le pasaba una charla conmigo. Supongo que le gustaba.
—¿Cómo te han ido las ventas con esta nueva adquisición? —le dí un sorbo a mi vaso.
—Han subido bastante, no me arrepiento de haberla comprado.
—Hay que gastar para poder ganar, Brad.
—Exacto —sonrió de lado—. Y tú eres mi mejor cliente hasta ahora.
—Siempre lo seré.
Le di otro sorbo al vaso y miré la pantalla, estaba viendo la repetición de RAW de anoche. Seguí mirando y vi de lo que Seth había estado hablando temprano, no tenía palabras ni algún gesto que hacer.
—¿Viste eso? —me miró sorprendido.
—Si —le dije de igual forma—. ¡Corey traía unos lindos zapatos! Definitivamente debo tener un par de esos.
—A veces te pasas —rió. Sabía que estaba evitando hablar de Rollins.
—¿Qué? A veces me gusta ver los pequeños detalles y no las cosas obvias.
—A veces hablas y sientes igual que una mujer, ¿no crees que suena absurdo?
—Quien sabe... soy una chica en cuerpo de hombre —bromeé y caminé hasta la salida mientras él decía algo gracioso al respecto—. Nos vemos luego, viejo.
—Cuídate.
—Igual tú —levanté un poco la voz y le dí un sorbo al vaso caminando de vuelta al edificio. Esa era mi vida, de un lado al otro sin cambiar la ruina, no me molestaba ya que esa era yo. A veces me gustaba pasar tiempo a solas con mis vicios, mis únicos acompañantes. Pero otras veces me aburría como ostra y desesperadamente deseaba salir y jamás volver al mismo lugar nunca más, a veces ni yo lograba identificar mis gustos peculiares.
Seguí caminando hasta volver al edificio, no había ni rastro del hombre que seguí hace segundos. Estaba confundida, pero no iba a pensarlo mucho. Toqué el botón del ascensor y este se demoró unos minutos.
—Un brindis por lo que ayer dolió y hoy ya no importa —escuché su voz a uno de mis costados.
—Por favor, deja de decir en voz alta todo lo que estoy pensando —respondí sin mirarlo y tomé un poco más del liquido dulce—. No lo hagas sonar patético.
—No lo es —dijo sin más—. Es más bien demostrar que eres fuerte y mientras más se sumen los problemas, poco a poco dejan de importar.
—Los problemas son cosas que no se pasan de un día para el otro y simplemente les digo que les doy la bienvenida a su indiferencia con mi ausencia. Los problemas siempre tuvieron esa actitud conmigo, indiferencia —subí al ascensor cuando este abrió las puertas.
—Que curioso —subió también—. Esa frase también la he usado un par de veces.
—Hay personas a quienes se les debe decir esa frase. —volví a tocar el botón, pero esta vez para subir. —"Le daré la bienvenida a tu indiferencia, con mi ausencia..."
—Suena mejor que de la forma en que yo la uso —se acomodó al fondo y el silencio se creó en segundos, no creí que funcionara de esa forma. Y lo peor de todo era que el ascensor nunca llegaba a su destino y era eterno—. Hemos tenido una segunda oportunidad —susurró.
—¿Disculpa? —lo miré.
—Ayer dijiste que si nos volviamos a encontrar, entonces seguiríamos charlando.
—No creí que lo recordarías.
—Podría haber estado intoxicado, pero no tengo mala memoria.
—Era un chiste, déjalo —se abrió la puerta lentamente—. Nos vemos nunca jamás.
—Lamento decirte que no voy a dejar pasar esto —se paró al frente de mi antes de que pudiera poner un pie afuera del ascensor y volvió a cerrar la puerta, tocando el botón para detenerlo y quedar encerrados.
—¿Qué te sucede? —me sorprendí.
—Estoy actuando, no voy a quedarme mirando como te vas sin más —se encogió de hombros—. No soy de los hombres que piensan hacer algo pero nunca actúan, yo actuo y luego pienso.
—Mm.
—Estaremos aquí un largo tiempo, te sugiero tomar asiento —se sentó como indio en el suelo y dejó el vaso a un lado, pero fue bastante listo porque se sentó cerca de una de las paredes para así apoyar su espalda y no arquearla.
—No, yo... tengo cosas que hacer. No tengo tiempo para hacer este tipo de cosas sin sentido —toqué el botón pero no sirvió, seguí haciéndolo un par de veces más pero no hubo respuesta—. Hay algo que no me dices, ¿verdad?
—No se puede hacer nada más después de que lo tocas para detenerlo.
—No puede ser... —apoyé mi frente en el metal, cerrando los ojos.
—Oye, estar conmigo no es tan malo como lo haces sonar —se sintió ofendido—. Puedo ser de carácter fuerte, pero no soy un psicópata o un hombre interesado. Solo quiero conocerte un poco, ¿o eso ahora es ilegal? ¿ahora no se puede tener una amistad entre hombre y mujer?
—No es eso —lo frené y me senté a su lado en la pared metálica, con ambas rodillas en alto. No iba a sentarme al frente de él como si fuese un experimento social—. Solo no estoy acostumbrada a que la gente se interese en mi, y estoy menos interesada ahora que salgo en televisión para una compañía importante de lucha libre.
—Descuida, no estoy por eso —bebió su café y guardó silencio unos segundos, este hombre se tomaba su tiempo y eso hacia que uno se sintiera interesada en poco tiempo. Claro, si eres curiosa como yo—. La lluvia cae, porque el agua pesa en las nubes... —miró el vaso—. Las lágrimas caen, porque el dolor pesa en el alma —me miró a los ojos sin expresión alguna—. Y tus ojos expresan claramente un alma atormentada.
—Puede ser —suspiré ignorando su mirada—. Me siento como si estuviera a punto de estallar. Todo el estrés, la presión y la ansiedad burbujeando, pero nunca soy capaz de dejarlo salir. Solo sigue aquí dentro.
Mis manos comenzaron a jugar por si solas y él comenzó a hablar, cada palabra era como si me leyera y me hiciera sentir menos presionada o estresada. Era como escuchar una canción que expresaba ligeramente todo lo que sentías en pocas palabras y te hacia sentir que querías escucharla de nuevo una y otra vez porque esa sería tu canción. Así se sentía escucharlo, y me gustaba.
.
—Y le dije; "Olvidarte sería una cobardía, yo quiero recordarte sin que me duelas" —me miró como todas las veces que lo había hecho la última media hora, su mirada demostraba confianza y madurez—. Ella me miró y me respondió; "El dolor es inevitable."
Estaba a punto de responderle a esa increíble experiencia, me había quedado con los labios semiabiertos mientras él los miraba y un sonido de la puerta abriéndose a la fuerza, nos sacó del momento. Miramos de que se trataba y era un bombero, lo conocía y él me conocía.
Obviamente, me culpó de haber sido yo quien provocó el encierro. Pero sin pensarlo, el hombre a mi lado dio la cara dándole a entender que había sido su culpa y que no me hiciera sentir mal por algo que no cometí. Todo de una manera tan gentil que no necesitó decir malas palabras frente a mi.
El bombero pidió que no volviera a suceder, pero no dejó de mirarme desconfiado.
—Me sigues mirando como un hijo de perra y te arranco los ojos para jugar a las canicas con ellos —le dije enojada y este me dejó de mirar de mala gana—. Eso creí —seguí caminando hasta llegar afuera de mi cuarto, ya me habían bajado el animo muy fácilmente.
—Vamos, no vas a dejar que ese hombre te baje el animo ¿o si? —me preguntó el castaño, no me había dado cuenta que me seguía.
—Me diste un gran respiro y eso te lo agradezco —miré el suelo—. Pero la realidad de vez en cuando aplasta más fuerte que la vocanada de aire que se toma para evitarla.
—Eres más fuerte de lo que aparentas, y sé que puedes dejar pasar un par de palabras de un sujeto que solo quiere hacer sentir mal a los demás de la misma forma en que lo hicieron sentir esta mañana.
—¿Cómo lo sabes?
—En su mirada decía; "soy un perdedor" —rió. Levanté el rostro y él sonrió—. Puedes usar eso a tu favor si en algún momento lo necesitas.
—Está bien —sonreí de lado.
—Soy Levi.
—¿Levi? Eres más rudo que eso.
—Ese es el carácter que quería ver.
—Soy Devin —tendí la mano, pero él no la tomó y en vez de eso, tomó mi mejilla con una mano para besar mi mejilla opuesta lentamente. Me miró por última vez y se fue sin decir más palabras.
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