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25. Tienes cicatrices.

—Aghh —gruñí cuando todo mi cuerpo comenzó a doler y mi espalda se arqueó igual que un arco. Aún no abría los ojos y mis dientes estaban apretados. No sabía donde me encontraba, no quería saberlo y solo quería un trago de alcohol fuerte para hacer pasar el dolor—. Por favor, que no este en un hospital —mi voz salió rasposa directo de la garganta.

—No. Estás en tu departamento —escuché la voz de Lopez a un costado.

—¿Y tú que haces aquí? —abrí los ojos—. ¿No deberías dejarme sola? ¿Sabes que te decapitaré cuando me recupere?

—Ahora ambos estamos lesionados —rió como si fuese tan divertida la escena.

—No, no Lopez —me senté en la cama—. Es mi cuerpo y si yo le digo que estoy bien, éste esta bien —me puse de pie y me giré a mirarlo, pero sus ojos miraron mi cuerpo—. Si que te gusta desvestirme —lo miré aún más enojada, estaba con ropa interior.

—¿Qué? ¿Quién más se va a encargar de ti si no soy yo? —se encogió de hombros—. Hemos hecho un trato y te dije que si cosas malas te pasaban, como que no reconocieras ni tu nombre... ahí iba a estar yo.

—Pero eso era cuando estuviera borracha.

—Borracha o no, no recordabas ni quien eras.

—¿Cuánto tiempo llevo así? —cambié de tema, no quería discutir.

—Cuatro días —miró mis ojos—. Tuviste una contusión, aparte de que aquel sujeto te abrió la cabeza. Te desangraste y tienes unos cuantos raspones en los brazos y en las piernas. Creí que no despertarías.

—Hierba mala nunca muere —reí volviendo a sentarme, de verdad me dolían los huesos.

—Eso veo —juntó sus manos.

—¿Cuánto tiempo llevas acá?

—Llegué esta mañana.

—¿Estuve sola los cuatro días?

—Así es.

—Genial —asentí varias veces mirando lentamente la habitación, no entendía porque me sorprendía si todo el tiempo he estado sola. A excepción de Danny, ella guarda silencio pero se hace presente cuando la necesito—. Genial —repetí.

—Ahora que has despertado, me voy —se puso de pie.

—Si claro, por nada Colby... haber entregado mi cuerpo por ti, fue todo un honor —levanté mi dedo medio—. Si no es mucho pedir, sería bueno que fueses el lunes a RAW para que te golpeen a ti esta vez.

—Iré esta noche.

—¿Hoy es lunes?

—Lo es y ya son las cinco de la tarde —dio unos pasos con su muleta hasta llegar a la puerta, me miró y me hizo un gesto de burla con la lengua afuera y su mano sobre la nariz—. Que tengas una linda noche.

—Cuando me recupere iré por ti y serás hombre muerto, ¿me oiste? ¡hombre muerto! —le grité, pero él solo rió.

—No puedes hacer nada contra mi —se acercó un poco—. Yo controlo tu vida y si no cumples con mis requisitos... sabes cuales serían las consecuencias.

—Te detesto.

—Eso para mi, vale más que un "te amo" con cariño —salió de la habitación y luego sentí la puerta cerrarse. Será una larga recuperación, larga y aburrida.

Cerré los ojos recostandome de cabeza a los pies de la cama y comencé a respirar pausadamente, esta ira me carcomía completa y no quería dejarla. Sobe algunas partes de mi cuerpo que dolían, se notaba que habían hecho mucho para hacer que algunos huesos volvieran a su lugar de origen.
Levanté las piernas y tenía unos cuantas raspones que si no fuese por ese pantalón que tenía puesto esa tarde, me hubiera abierto la carne. Seguí mirando y tenía un dedo roto, pero mi risa se escapó sin previo aviso. Lágrimas descendían pero seguía riendo y nada más se escuchaba en la habitación, solo mi demente risa.

—¿Estás ahí? —pregunté y un tacto frío en la mejilla me hizo saber que si lo estaba—. Explícame porque todo tuvo que ser de esta manera y no más sencillo —sorbí mi nariz. Pero no me respondió—. Si, en algún momento pedí volver a sentir algo más que solo dolor por tu perdida... pero no me refería a esta manera. A ser chantajeada por un cobarde que le gusta vez sufrir a los demás y se ríe de lo que no debería reír.

"Una mujer inteligente sabe ver las cosas de otra perspectiva y no solo de lo que cree saber"

¿A qué te refieres? —me quedé concentrada en el techo, pero no volvió a responder—.  No me dejes así —supliqué, pero no me hizo caso. No tenía otra opción que esperar que mis respuestas salieran a flote solas, como todo el tiempo.

Seguí mirando mis piernas mientras las movía en el aire lentamente, solo quería que pasara el tiempo ya que tenía de sobra y no sabía como desperdiciarla. No tenía ganas de fumar ni de beber y eso era realmente extraño, porque mi lema siempre fue que a falta de ciertas cosas estaba el alcohol o el cigarrillo.
Cuando perdí a Danielle fue "a falta de amor, alcohol". Cuando me quedaba sola en este lugar era "a falta de diversión, cigarrillos" o a falta de cualquier cosa ahí tenía mi droga... estaba tan avergonzada de mi misma, que ahora no sabía que sentir. Había alcanzado la meta que le prometí a Danny y no era feliz, ¿qué demonios necesitaba? ¿una venganza? ¿hacerme famosa como Courtney Love? ¿morir a los veintisiete y ser parte de la lista maldita? ¿ser odiada? ¿conseguir una pareja? ¿adoptar un bebé? ¿o... qué?
Eran tantas interrogancias de lo que posiblemente me haría feliz, que me hicieron doler la cabeza. Sobé mis ojos y me acomodé para dormir un poco más, tal vez eso bajaría la presión que yo misma estaba ejerciendo a un cerebro que claramente, no tenía todas las respuestas.





.

Al volver a despertar, miré hacia la ventana y esta tenía un cielo oscuro lleno de estrellas. No me moví ni un poco, era bueno despertar de vez en cuando viendo algo tan maravilloso como eso.
El dolor en mi costado era tremendo, pero si no le tomaba mucha importancia, este desaparecería. Y así fue... pero no por mucho.

Me levanté cuando no tuve otra opción y leí la nota que estaba en un costado del televisor, en esta decía los medicamentos que tenía que tomar y a que hora. Miré más abajo y ahí estaban las cajas de medicamentos, al lado de la base del televisor.
Salí de la habitación aún semi-desnuda y fui directo a la cocina, si al menos me iba a tomar los medicamentos tenía que comer algo. Revisé los cajones hasta que me percaté que no había nada de lo que estaba interesada en comer en esos momentos.

—Rayos —alargué la palabra algo molesta, pero no mucho. Iba a tener que ir a comprar al negocio del tatuado, hace mucho que no paso, tal vez le alegre la noche.. si a estas horas se podía considerar noche.

A paso de zombie volví al cuarto y me puse algo cómodo pero con las intenciones de seguir pareciendo chico, luego salí con las llaves en los bolsillos. Hacía frío y por suerte me había puesto una sudadera con capucha, sentía mi rostro cansado, creo que nunca me había visto tan cansada antes a excepción de la perdida de mi "Big Cass".
Miré todas las calles y no había mucha gente, ahí me dí cuenta que eran más de las doce de la noche. No tenía miedo si salían extraños a mi encuentro.

—Hey viejo —saludé al tatuado entrando a su local.

—Pero que es lo que la noche arrastró... ¡al egocéntrico Daniel! —me hizo un gesto con la mano, le acepté y chocamos puños.

—Al mismo —sonreí de lado.

—¿Cómo estás?

—Ya me ves, amigo —me encogí de hombros, tenía un raspón en el labio y ahora me había acordado.

—¿Quién te dio un beso francés? —se burló—. Te mordieron con ganas.

—No empieces —advertí sacando mi billetera—, y mejor dame un yogurt.

—¿Un yogurt? —se sorprendió.

—Como has oído —le dejé el dinero sobre el mostrador.

—Me sorprendes, cada día lo haces.

—Vale, y un jugo.

—No, esto no esta sucediendo —tomó lo que le pedí y se volvió a acercar—. Me volví a dormir en la tina, ¿verdad?

—Oye, mi salud es lo primero —reí, que ironía—.Volveré a las andadas cuando me recupere, si no has visto lo que me sucedió deberías ver la pagina de la WWE.

—Ahora mismo —tomó el control del televisor y cambió hasta encontrar el vídeo del lunes pasado, ese vídeo de Joe apaleándome era el que más se comentaba en las redes y la cara del tatuado estaba mucho más asombrado. Miré el vídeo al igual que él y Daniel estaba literalmente loco, con cada letra de esa palabra, ni yo me reconocía. Era el primer pedido que le hacia a Lopez y ni siquiera podía terminarlo, ese hombre si que se tomaba su tiempo para disfrutar de mi sufrimiento.

—Eres mi héroe —me entregó mis cosas—. Me retracto de todo lo que dije, espero te recuperes lo más antes posible. Detesto ver ese rostro.

—Gracias viejo, me tomará unos cuantos días más —me despedí con el mismo juego de manos que le había dado cuando lo saludé y salí del lugar, tocando el último escalón borré la sonrisa de mi rostro y dejé de fingir soltando un suspiro.

Comencé a caminar lento mientras abría el jugo y le daba una probada, no recordaba haber tomado jugo antes o en toda mi vida. Era más que una delicia.

—Ese vacío te consume, ¿no es así? —escuché una voz cerca de mi, por el espanto mi cuerpo dio un brinco a la izquierda. Miré de donde venía y era un sujeto apoyado sobre la pared con un cigarro entre sus dedos, predecible pero a la vez impredecible.

—¿Tú qué sabes? —traté de verle el rostro y cuando lo logré, no era tan malo lo que veía.

—Más de lo que crees —apoyó un pie contra la pared—. Deberías dejar de fingir que tienes un alma viva, cuando en realidad es un alma muerta en un cuerpo vivo.

—No sé que te hace creer eso —me acerqué un poco y cerré el frasco del jugo. Si quería ser interesante lo estaba logrando y yo era muy curiosa.

—Tienes cicatrices en las manos, son quemaduras de cigarros —le dio una calada a su cigarro. Miré de reojo mis manos y las cubrí con las mangas de la sudadera—. Tus ojos tienen bolsas y las comisuras de tus labios están algo hinchadas, podría ser por los golpes que has recibido pero fácilmente uno se da cuenta que no es así, por lo partido de tus labios. Has pasado tus días fingiendo una sonrisa donde no la hay y el forzar sacar una sonrisa ya no se puede.

—Bien, eres mentalista —me encogí de hombros—. Eso es más fácil para detectar una persona triste.

—No se necesita ser mentalista para ver los gestos corporales visibles que toda persona triste demuestra u oculta. No se necesita ser mentalista para quien que no solo se preocupa de si mismo.

—De acuerdo, no te conozco... así que me iré —le sonreí y me encogí de hombros nuevamente como si no hubiera pasado nada—. Quien sabe si eres un psicópata.

—No lo soy.

—Está bien —seguí caminando.

—Eres una chica.

—Oye, demasiadas cosas deben quedarse dentro de ti —me giré y lo miré desde otro ángulo, podía deducir que tenía entre veinticinco a veintiséis años—. Soy feliz cuando no me hablan de mi sexualidad, mucho menos un desconocido que no debería importarle una persona como yo. Problemática.

—¿Problemática? —lo escuché reír, pero muy suave. Casi agradable.

—De que otra forma puedo llamarme, si siempre he sido así.

—Yo diría que las chicas malas tienen más diversión.

—¿Chica mala?

—Por supuesto, y tu has de tener más de una diversión al haber hecho algo que te habían dicho que no —botó la colilla al suelo y la pisó.

—A veces se gana un escarmiento y no es divertido.

—Entiendo de que hablas —me miró—. Les dices a las personas que ellos representan prácticamente todo lo que desprecias del mundo y se enojan más de lo que se enojarían si les juegas una broma pesada.

—Ey, no me caes tan mal después de todo —escondí mis manos en los bolsillos de mis pantalones—. No creo en el destino, pero si mañana nos volvemos a encontrar entonces seguiremos charlando. Desconocido —seguí caminando, no creí que sería del tipo de chica que hablaría con un desconocido a mitad de la noche y no por drogas. Supongo que es por la necesidad de sentir que a alguien le importaba quien fuese yo..

Volví a mi cuarto, comí el yogurt para después tomar mi medicamento y fui al cuarto queriendo recostarme. La nota decía que era un medicamento fuerte y le creía, así que me dejé caer en la cama semi-desnuda otra vez, así me gustaba estar todo el tiempo cuando nadie me veía.
Tomé mi teléfono y vi varios mensajes, pero no me atreví a abrirlos porque salía en la pantalla de quien era el remitente. No quería que con él fuese la última conversación después de hablar con ese desconocido que me había quitado algo –muy poco– del peso que sentía..

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