17. No te odio.
La alarma del medio día se comenzaba a hacer escuchar suavemente hasta que todos dentro del lugar pudimos escucharlo. Muchos dejaron de hacer sus rutinas y comenzaron a salir del lugar, muchos se iban con el sujeto con el cual habían venido, otros hacían saber a viva voz lo que les gustaría comer y Seth... bueno, él era él. Había aprendido a conocerlo bastante, era observadora, ni un detalle se me escapaba.
—¿Vas a salir? —me preguntó entregandome de vuelta mi celular, después de horas, se le ocurrió ir a buscarlo.
—¿No crees que esa pregunta es innecesaria? —lo tomé. Eramos los últimos dos, aparte del chico que se suponía era el dueño.
—Me refería si ibas a ir a almorzar.
—Me iré a casa —acomodé mi sudadera—, eso debería responder todas tus preguntas.
—Debería, tal vez, pero no es así.
—Tampoco te iba a responder —caminé lejos de él—. Ahora, me harías un favor si te quedas lejos de mi.
—Te dije que no lo haría.
—Mm... ¿sabes qué? —me giré—. Diles a todos mi secreto, así te quedas en tu lugar y yo en el mio, como desde un principio.
—No lo haré.
—Te gusta ser odioso, ¿eh?
—Solo le veo el lado en que ambos podamos llegar a un acuerdo.
—Es que no puedo.
—¿Por qué?
—No te ofendas, pero tú representas prácticamente todo lo que desprecio del mundo en que vivimos —le sonreí y salí como lo tenía previsto segundos atrás, esa mirada que había puesto, era de películas. Sería muy difícil hacerla desaparecer de mi cabeza, simplemente había quedado estampada como una estampa, valga la redundancia.
—Espera —escuché otra vez, haciendome poner los ojos en blanco, de su constante persecución e insistencia.
—Déjame en paz, ¿qué no entiendes? —me giré caminando de espalda.
—Solo quiero que tengamos una conversación real, dejando a un lado toda tu ironía y sarcasmo. Tomando las cosas en serio.
—¿A qué le ves "serio", si después de todo piensas chantajearme? —me encogí de hombros—. He llegado al pensamiento en que no me importaría si le contaras a todos que soy una chica.
—Solo esperas que no le cuente a los dueños de la empresa en que trabajamos ambos —respondió con seriedad, en eso tenía razón y me quedé en silencio—. Sé que en eso no me equivoco —se acercó lentamente—. Y sé que en estos momentos estás pensando, "Rollins, podemos llegar a un acuerdo después de todo", y yo pregunto; ¿podemos? —me miró con los ojos ligeramente cerrados y una sonrisa de lado en sus labios.
—Bien —cedí haciendo un movimiento con las manos. —¿Quieres ir a almorzar conmigo?
—¿Yo? —se apuntó con algo de falsa inocencia. Asentí tragando una gran cantidad de orgullo—. Me encantaría —sonrió y humedeció un poco sus labios. Sabía que ese lado de este sujeto tenía que vérmelo en algún momento.
Seguí caminando sin decir palabras, sabía que se acercaría a mi y caminaría a mi lado. Con el rabillo de mi ojo derecho pude ver como hundía las manos en sus bolsillos y caminaba a la misma velocidad, pude distinguir como el viento hacia remecer varios de sus cabellos que habían quedado sueltos. Esa liga ya estaba bastante usada pero aún así no parecía importarle su apariencia.
No sé que tenía, pero este hombre me caía bien el noventa y cinco por ciento del tiempo cuando no abría la boca, sin contar sus miradas de superioridad, pero cuando sus labios se separaban y dejaban salir a su voz, todo ese porcentaje disminuía a un diez por ciento. Muchas veces a un cinco e incluso a un uno.
Ignoré ese pensamiento y me concentré en el camino, ya estábamos cerca o al menos eso creía. Miré el entorno en que estábamos y otra vez era desconocido para mi, pero no me dejaría avergonzar como la vez anterior.
—¿Pérdida? —preguntó.
—Mm... —no sabía si responderle o seguir ignorandolo.
—Porque vamos en el sentido contrario —prosiguió. Cerré los ojos al momento de parar de caminar, luego de unos segundos los volví a abrir y su mano jaló de mi brazo cruzando la calle, su tacto quemaba que mi cuerpo negó esa sensación pero aún así impidió que me quejara. Era como si estuviera hecha de hielo y su tacto estaba deshaciendo mi brazo por completo, un poco más y me desmembraba.
Seguimos caminando y no me soltó, no entendía la razón.
—Devuélveme mi brazo —le pedí y me soltó despacio, como si el mundo se hubiera puesto a pasar en cámara lenta—. Gracias —con mi otra mano me comencé a sobar el brazo, esa mano estaba fría e hizo que mi piel volviera a su estado de congelamiento, se sentía perfecto.
Miré al frente y ya estábamos delante del edificio, supongo que si él hubiera querido ir a comer a un lugar me hubiera dicho, pero solo me siguió y cuando se enteró que buscaba mi departamento tampoco me dijo lo contrario.
Subimos por el ascensor y toqué el botón de mi piso. Esos simples segundos no se sintieron bien pero pude aguantarlos hasta que las puertas se volvieron a abrir y salieramos. A medida que estaba más cerca de mi puerta, saqué la llave y me preparé para volver a luchar con la cerradura, como me molestaba.
Hundí la llave en el orificio y giré tomando la perilla en dirección a mi, pero como lo esperaba, esta no me dejó girarla. Tuve que darle al sentido contrario y volver a darle por el sentido correcto, hasta que se abrió. Esta vez no estaba tan molesta la puerta, no fue gran vergüenza.
Abrí y lo dejé pasar, lo primero que vio fue el rompecabezas tirado en el suelo ya que se acercó y se puso de cuclillas.
—No sé si te guste el desorden, pero esto será lo que verás —cerré detrás de mi y me quité la sudadera.
—Ha estado en peores condiciones, lo sé —tomó una pieza azul—. Se nota que no eres fanática del orden.
—Lo soy —lo miré—, solo no me molesté en hacerlo esta mañana, tenía una intuición de que vendrías.
—Que mala impresión me estás dando.
—¿Acaso ves en mi rostro que aquello me importa? —me apunté levantando una ceja despreocupada—. Porque, bueno... soy un desastre —le sonreí repitiendo sus palabras, el día en que comencé a tener conflicto con Jericho y caminé lejos de él, hasta la cocina—. Me encuentro aquí por suerte —seguí diciendo lo que antes había salido de su boca, mirando que podía cocinar.
—Bien rencorosa eres.
—No es rencor, solo ironía.
—¿Ironía?
—Así es —tomé una lechuga del refrigerador, le daría de comer cosas sanas. Estaba segura que le molestaría—. Sin añadir que ni siquiera me conocías y comenzaste a decir cosas sobre mi a los demás, ahora te encuentras conmigo.. eso es lo irónico de todo esto.
—No te odié.
—No dije eso pero ya que lo mencionas, me doy cuenta que si —tomé un cuchillo y comencé a picar la verdura—. Te insultaría, pero... ¿de qué me serviría? Si te fortaleces de eso.
—A todos nos toca ese momento de juzgar a la gente sin siquiera conocerla, no me digas que no te ha pasado, porque errar es de humanos.
—No, yo no te juzgué —miré el cuchillo unos segundos y seguí picando—. En vez de creer que eras arrogante, yo decidí mirar tu talento primero que nada. Pero como acabas de decir que errar es de humanos, decido pensar que me equivoqué en ver el lado bueno que hay en ti. A todos nos pasa, ¿no es así? —jugué con sus palabras.
—Golpe bajo.
—A eso me dedico, espero que tomes nota —junté todos los trozos y los metí en una fuente para lavarla.
—Todo lo que dices se anota en mi cabeza, como la primera vez.
«Así que también lo recordaba»
Pensé unos segundos.
—Sé que adoras mis insultos que atacan a tu intelecto —me giré y seguí sacando verduras del refrigerador. Su silencio no decía mucho, pero me relajaba lo suficiente para terminar la ensalada.
Cuando terminé, dejé todo sobre la mesa y me asomé a la sala. Rollins estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y sus dedos llevaban la última pieza del rompecabezas al lugar indicado. Miró unos segundos más y de repente levantó la mirada hasta juntarla con la mía, como si supiera que yo estaba ahí.
Se levantó y sin que yo le dijera algo, este se acercó hasta estar dentro de la cocina.
—Luce bien —comentó.
—No lo cuestiones, por favor —impedí que siguiera hablando, él sonrió y se sentó a un costado.
Tomé mi celular del bolsillo trasero del short que traía puesto y puse algo de música, el silencio no me acomodaba ni mucho menos cuando el sujeto presente lo usaba en su contra.
.
—Bien, es hora de ir al grano —me senté en el sofá a su lado—. Yo no te caigo bien y tú no me caes bien, pero debido a toda esta situación nos vemos forzados a hacer algo al respecto. ¿No es así?
—De hecho, te veo de otra forma después de haber sabido tu historia.
—¿Entonces por qué me tratas mal?
—Porque tú me tratas mal —rió como si fuese obvio—. No esperes que mi actitud sea simpática después de como me tratas, soy otro tipo de persona, no como la que estas acostumbrada a convivir.
—Recuerda que tú fuiste quien comenzó todo esto.
—¡Pero fue cuando no conocía de ti!
—¡Aún así, esa mala impresión no desaparece de mi! No todo se cura de un día para el otro, deberías hacer algo más que bien para que mi perspectiva de mi hacia ti sea diferente.
—Bien, trataré de hacer algo mejor —sabía que le había costado un poco el decir eso.
—Bueno, volvamos al tema inicial —sobé mis ojos—. Podemos llegar a un acuerdo.
—Te escucho —se cruzó de brazos.
—Sé que piensas chantajearme.
Él asintió.
—¿Qué te parece si no lo haces y yo dejó que me ayudes con mis vicios?
—Mm... —comenzó a jugar con sus labios—. Sabes que me interesa mucho esa idea, pero el que trates de dejarte ayudar es un gran trabajo y al final de cuentas no es algo que quieras hacer. Quiero ayudarte cuando de verdad quieras que lo haga, no cuando te encuentras en negación —me miró—. No soy un mal sujeto, solo tuvimos un mal comienzo y es difícil hacerte creer eso. Entonces propongo que yo no le diré nada a Stephanie o a Hunter solo si tu me ayudas en ciertas cosas.
—¿Ciertas cosas?
—Si. Ciertas cosas.
—¿Cómo cuales?
—Ya lo sabrás —me guiñó un ojo—, solo dime si aceptas.
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