16. Bueno... gracias.
—Bien, ¿te puedes ir? —le sonreí con ironía, no dejó de mirarme y después de respirar de una manera con notorio desacuerdo, se giró y salió.
—Volveré —dijo por última vez y siguió su camino por el ascensor.
—De acuerdo, "Terminator" —le grité y cerré. Esto se complicaría lentamente hasta que ya no tuviera salida, sino que aceptar tragando todo mi orgullo, que sé exactamente que es más que lo que ese hombre tiene.
Me incorporé en la sala pensando que podía hacer, miré la camiseta tirada en el suelo donde antes estaba mojado, la tomé y esta parecía una esponja. No quería estrujarla.
Con las puntas de mis dedos sujeté la prenda mientras caminaba al baño, en mi rostro se formó un gesto en desagrado hasta que la tiré dentro de la lavadora. En ese simple movimiento el olor a su perfume atacó mis fosas nasales en segundos y me hizo abrir los ojos lentamente hasta que mi ceño dejase de estar fruncido, era el mismo perfume que había comprado hace poco tiempo.
«Coincidencia»
Pensé y me encogí de hombros saliendo nuevamente del baño después de hacer que esta comenzara a lavar.
Fui al cuarto y miré el teléfono; faltaban cinco minutos para medio día. Estaba tan ansiosa que mi hambre no tenía fin, quería comer hasta llenarme y volver a intentar después de reposar. No tenía temor del peso que iba a subir, si pasaba mi tiempo entrenando día y noche sin parar.
Mis pies de movieron con vida propia hasta dejarme en el marco de la entrada a la cocina, como si fuesen mis mascotas y trataran de decir; "ahora Devin, danos de comer". Pero no estaba segura de que podía llevarme a la boca, ya no tenía mucho para preparar y después de ese incidente con Rollins tampoco tenía ganas.
—Veamos... —suspiré dando unos pasos hasta estar dentro, revise los muebles hasta abrir inconscientemente una de las ollas—. Pero que demonios tenemos aquí —rodé los ojos cuando me dí cuenta que había comida, por suerte era sopa, sabía que eso no me llenaría del todo pero al menos haría que mis ansias se disminuyeran por un par de horas.
Tomé un plato y me serví, no iba a desperdiciarlo de todos modos.
Llevé la cuchara a mi boca lentamente y cuando esta tocó mi lengua, fue como no haber comido nunca, sabía maravilloso. Mis ojos se cerraron por unos segundos tratando de distinguir los sabores, tenía de todo, incluso cosas que yo jamás hubiera comprado o que al menos no sabía que existían para una sopa. No era capaz de creer que ese hombre se había tomado su tiempo para crear algo como esto.
Volví a recobrar la compostura cuando el contenido que había en el plato, desapareció hasta la última gota. Dejé todo en el lavaplatos y me dirigí a la sala nuevamente, tenía que dejar de pensar mucho las cosas. Él dijo que no le diría a nadie y tenía que creer ciegamente, no tenía otra opción.
—¿Y si...? —comencé a pensar en situaciones opcionales—. No, él no podría —llevé mi pulgar a mi boca, mordiendo varias veces mi uña con los dientes delanteros, ya estaban bastante chuecos—. Pero hay más personas en el mundo... —miré fijamente el suelo, sin percatarme de que lo hacía—. Esa chica, la que se encontraba en esa academia... —mi pierna se comenzó a mover, era mi maldito tic nervioso—. No dejaba de mirar.
"Él no dirá nada"
—¿Cómo lo sabes? —cerré los ojos, era la única forma para poder escuchar más fuerte la voz de mi pequeña castaña.
"Confía en él como lo haces conmigo y todo saldrá bien"
—Mm... no. No puedo —arrugué el entrecejo, esa idea no se encontraba en mi cabeza y nunca se me hubiera aparecido—. Debería hacer algo realmente impresionante para yo poder confiar en él, como salvar mi vida por ejemplo. A ese nivel —miré el vacío, como si supiera que ella estaba ahí, al frente, mirandome. Luego volví a ponerme de pie y comencé a caminar de un lado al otro, esto realmente me había afectado, como nunca antes—. Al menos sabe cocinar —hice un gesto con los labios como si no fuese tan malo después de todo—, ya tiene un cuarenta por ciento ganado —llevé nuevamente mi pulgar a mis labios, aquella uña ya se había puesto más blanda pero eso no me impedía que dejara de morderla—. Demonios, ¡deja de pensar tanto! —me arrodillé llevando ambas manos a mi cabeza—. ¡Terminarás siendo esquizofrenica! —llevé mi cabeza al suelo y le dí varios golpes leves—. ¿Pero quien sabe si ya lo soy? —levanté la cabeza en segundos, mirando mi entorno—. No, pero estoy al borde —me puse de pie y fui al cuarto, trataría de dormir más. Eso era lo único que me curaba de todo pesar en mis decisiones y a veces de toda mi conciencia.
.
Bien, ya eran las nueve de la noche y me había acomodado en la cama para poder ver SmackDown Live, tan solo había despertado hace veinte minutos pero era mejor seguir distrayendome que quedarme sola en el vacío de mi cabeza.
Miré mi teléfono y por alguna extraña razón, seguía teniendo llamadas desde el número que me había llamado Jericho anteriormente. Sabía que ese no era su número personal y supuse que era de un local público, pero al parecer no era así. No me quedó de otra que añadirlo para no contestar si alguna vez me olvidaba, le puse "popo". A veces era tan corta de imaginación, pero era mejor, a decir un garabato.
Dejé el aparato a un lado y me acomodé en mi almohada favorita, esto sería divertido. Tomé el control y le subí volumen hasta tener el nivel adecuado, el tema de aquella marca me gustaba.
Todo comenzaba a hacer más amena mi noche, a excepción de los comerciales y el espacio publicitario. Aparte de que eran largos eran repetitivos, que hasta el diálogo se pegaba y era imposible no hablar antes de que el sujeto lo hiciera. A veces me reía sola, era absurdo.
—Por favor, ¿hasta aquí tienen que pasar esa basura? —pregunté refiriéndome a un info comercial, lancé uno de mis almohadones pequeños a la pantalla—z Si te vuelven a pasar, me levantaré de la cama y te golpearé —lo amenacé.
El comercial pasó otra vez.
—Se acabó —me levanté de la cama, le dí una bofetada a la pantalla y luego la apagué para salir de la habitación. Estaba segura que había otra cosa más de mi interés que podía hacer a estas alturas de la noche, tal vez me quedaría despierta si así lo ameritaba. No me era gran problema.
—Que tenemos aquí... —revisé una caja detrás del sofá, luego me dí cuenta que eran todos los regalos que me habían dado los ancianos cuando fue mi cumpleaños. Si, ríanse, solo tengo amigos viejos—. Uh, un rompecabezas de cien piezas —me entusiasmé y lo saqué de la caja dejando caer todas las piezas al suelo—. A ver como armo el mar, a identificar los distintos tipos de azul se ha dicho... —suspiré moviendo la cabeza y arrastrándome por las piezas. Perfecto.
.
Al día siguiente abrí los ojos y me dí cuenta que estaba en el suelo, levanté la cabeza y una pieza se desprendió de mi mejilla cayendo de vuelta al suelo. Estaba segura que había quedado la forma en mi rostro, incluso me había dolido un poco.
Me puse de pie y fui al cuarto por mi teléfono, debía ver la hora.
Iban a ser las nueve de la mañana, me estiré y en segundos fui al baño para tomar una ducha. Cuando volví a salir, me puse algo más deportivo; saldría a correr, el cielo estaba nublado y eso me fascinaba.
Terminé de amarrar los cordones de mi zapatilla izquierda, guardé el teléfono en mi bolsillo y salí de mi habitación tomando el ascensor. Cada vez que veía ese aparato sentía un leve temor de que cuando las puertas se abrieran, él estaría ahí y me seguiría hostigando. Pero por suerte.. no había nadie y estaba frío como un congelador, eso aligeró un poco mis músculos tensos, incluso mis clavículas se dejaron escuchar de una manera exquisita.
El ascensor volvió a hacer su sonido característico dejandome a unos pasos de la salida, moví mis piernas y cuando estuve afuera comencé a correr como la vez anterior, solo que esta vez no me perdería.
Subí la capucha de mi sudadera a medio camino y sin darme cuenta, me vi trotando a un costado de un gimnasio de apariencia acogedora, no muchas veces lo decía, pero esta vez me vi tentada a pasar e investigar.
Mis manos, que estaban de un azul hermoso, empujaron la puerta donde salía el letrero de "tire", aún así se abrió. Esas puertas eran así y no le haría caso a un cartel de recomendación.
Miré el entorno, todo era tan rústico y anticuado que me obligó a dar un paso más. Si todo salía bien, este lugar podría ser mi guarida.
—Chico de Brooklyn.
«Error»
—Hey... tú —miré al fondo y ahí estaba Rollins juntó a Jericho. ¡Pero que grata sorpresa, mira nada más!
Se acercó a mi lentamente hasta quedar parado al frente de mi, con sus manos juntas. Una débil sonrisa se asomó por una de las comisuras de sus labios, tenía temor si era necesario sonreír ahora o estaba bastante molesta como para dejar de hacerlo.
—¿Te unes? —preguntó luego de un rato.
—¿A Bon Jovi y su banda? ¿es acaso una cámara escondida? ¿O tu eres Richie Sambora? —achiqué los ojos.
—Muy graciosa, pero no te desharás muy fácilmente de mi. Conozco cada paso que vas a dar, así que no es bueno que te resistas.
—Tú ganas, ¿de acuerdo? —cedí, no quería saber más de lo que estaba diciendo. Me estaba asustando que me hizo pensar que debía revisar si mi departamento tenía alguna cámara escondida realmente.
—Genial —esta vez si sonrió y me hizo un gesto para que lo siguiera, sin más, le hice caso hasta quedar frente a los demás. Entre ellos estaba Cesaro, al menos alguien a quien le agradaba de verdad.
—¿Que hay? —choqué mi puño con el suyo y él sonrió. Me quedé a su lado mientras algunos hablaban por donde iban a comenzar sus rutinas, espere a que se dispersaran para poder ver que ejercicio poner en practica lejos de ellos, y así fue. Aunque por desgracia, los dos cercanos era Bon Jovi y Richie Sambora. Genial.
Estaba demasiado concentrada que al momento de tomar un descanso, me paré a un costado de la pared y mi teléfono no dejó de vibrar, sabía que me estaban llamando pero no le daría el privilegio de atender. A los minutos después se detuvo.
—¿Ya te cansaste, chico de Brooklyn? —se acercó lentamente, como era su costumbre.
—No soy Seth Rollins, que hace crossfit y no termina agotado —evité mirarlo—. Y deja de llamarme así.
—No lo haré.
—¿Por qué no?
—Porque me gusta, supongo que todos son así en Brooklyn.
—No amigo mío, soy la excepción —le guiñé un ojo—, tienes a una "edición especial" frente a ti.
—Vaya, eso tiene más sentido —bebió de su botella, ni cuenta me dí que la tenía—. Y prefiero ese apodo, no puedo tratarte como una chica cuando estamos rodeados de personas que afirman, eres un chico. —miró disimuladamente todo el lugar, le iba a responder, pero en aquel momento se acercó Jericho con una toalla en su nuca.
—¿Me prestas tu celular otra vez? —le preguntó y Rollins se lo entregó. —Espero esta vez conteste. —nos dio la espalda llevándose el celular al oído.
—Pocas son las probabilidades.
Nos quedamos mirando como caminaba de un lado al otro, mientras el lugar se llenaba de un silencio sepulcral, ni siquiera los jadeos de los demás al ejercer sus músculos se escuchaba.
Todo estaba relajado, hasta que el teléfono en mi bolsillo comenzó a vibrar drásticamente. El corazón se me aceleró, como fui tan idiota para no darme cuenta que iba a llamar a mi teléfono.
Miré a Rollins, este en un simple movimiento sacó el aparato de mi bolsillo y lo tiró al otro lado de la sala, por suerte cayó encima de una colchoneta. En ese mismo momento se giró el canadiense.
—¿Escucharon eso? —preguntó intrigado.
—No, claro que no —le respondí sudando la gota gorda.
—Juraría que fue cerca.
—No, provino de afuera —habló esta vez el hombre a mi lado, era tan fácil para verlo relajado—. ¿Te contestó?
—Me sigue ignorando —se lo devolvió—, no entiendo que fue lo que hice mal..
—Todo —susurré con los brazos cruzados. Seth tosió para hacer que mi voz no fuese escuchada y le dijo unas cuantas palabras de consuelo, luego se fue nuevamente—Bueno... —susurré otra vez, los minutos pasaban y eso se ponía incómodo. Me había salvado el trasero. —Gracias —susurré.
—¿Disculpa? No escuché —disimuló una sonrisa.
—Dije que... —hablé fuerte—. Gracias —bajé la voz.
—Sigo sin escuchar.
—Gracias —lo dije normal.
—Por nada —sonrió—. Necesito que entiendas que me estoy tomando muy en serio esta situación y...
—Pero eso no quitará que me chantajearás, ¿verdad? —lo interrumpí yendo al grano.
—No.
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