10. New Orleans.
Tiempo después.
Tres meses y contando, era el tiempo que había pasado desde que había llegado a Queens.
Ese mismo día decidí abandonarlo por la leve casualidad de que Danielle había nacido ahí, a veces olvidaría la cabeza si no la tuviera puesta.
Tomé el próximo avión que estaba disponible y salí de ese lugar. He aquí en Davenport, no era una de las opciones que tenía en mente pero era un buen lugar después de todo.
Me era más sencillo asistir a los viajes que planeaba la wwe o a los lugares en que constantemente les gustaba grabar. Al fin me encontraba estable y no tenía problemas, aparte de mi drogadicción, pero eso era normal para mi y no pensaba cambiarlo.
Jericho había insistido los próximos días en que Foley me había pedido seguir entrenando, pero lo seguí ignorando hasta llegar al límite de bloquear su número telefónico.
Podría decir que me encontraba bien aunque ni yo misma me lo creyera.
—¿Vienes conmigo? —pregunté al vacío de mi cuarto. Unos segundos después sentí un frío recorrer los túneles que separaban mis dedos, apretando ligeramente y eso lo tomé como un "si"—. Bien —abrí la puerta de mi departamento y salí cerrando nuevamente. La presencia de Danny me era muy satisfactoria, me hacia sentir que no estaba sola aún cuando no conocía a nadie en la zona.
Bajé las escaleras a pasos lentos, eran las ocho de la mañana y mi desayuno seguía en la tienda. Cada mañana era lo mismo, olvidaba que al día siguiente también tenía que comer y era un gasto innecesario el salir a la tienda por algo, no siempre estaba del animo indicado y terminaba amargando las mañanas a todo el mundo. No era mi culpa que mi estado de animo cambiara todo el tiempo.
—Buenos días, joven Daniel —me saludó uno de los vecinos que trataba de abrir la puerta de su departamento, me había agarrado cariño el primer día en que había llegado a este lugar.
Trataba de meter un sofá a su habitación pero por desgracia su espalda había tenido unas leves complicaciones y no podía moverse, por suerte me encontraba pasando por ahí y sin pensarlo ni dos segundos lo ayudé.
—Buenos días, señor O'malley —le hice un gesto con la mano. Seguí caminando hasta el ascensor y toqué el botón para que la puerta se abriera, era algo lento por lo que tenía tiempo para mirar mis uñas, la ropa que tenía puesta y pensar en mucha, mucha mierda—. Glorious! No, I won't give in. I won't give in, 'till I'm victorious. And I will defend, I will defend... —canté unas estrofas que se habían pegado en mi cabeza el día de ayer al ver la entrada de Bobby Roode, NXT era una de mis obsesiones. La puerta se abrió y subí lentamente volviendo a tocar el botón de adentro para que este volviese a bajar, cada vez que subía a esa cosa hacia que me sintiera rara y al salir mis pies seguían con ese "temblor" que cada paso que daba era extraño.
Ni con el tiempo que había llegado aquí me había acostumbrado.
El ascensor llegó abajo, se abrió la puerta y salí por esta hasta llegar afuera del edificio. Miré la calle y comencé a caminar por esta hasta llegar al local más cercano, no tenía las ganas suficientes como para ir a un supermercado y ver a todos esos adolescentes que se creen adultos solo por trabajar como empaquetadores. Fracasados que no hacían bien su trabajo.
—¿Otra vez por aquí? —me preguntó el tatuado que se encontraba en el mostrador.
—Sabes porque siempre vengo contigo —quité una de mis manos de mi bolsillo con la billetera—. Dame lo mismo de siempre.
—De acuerdo —tomó una bolsa y comenzó a poner todas las cosas que compraba cada mañana. Saqué algo de dinero de mi billetera esperando que volviera al frente de mi—. ¿Que marca deseas? —se giró mirándome, levanté la cabeza pero no había de la cerveza que me gustaba.
—¿No tienes de la que siempre llevo?
—No —tomó una que desconocía—. Ayer vino un sujeto y se llevó las ultimas que quedaban para la fiesta que haría la noche de ayer —me la entregó después de haberla abierto.
—¿Dónde están los modales? Al menos nos hubiera invitado —le dije con humor bebiendo de la botella.
—Eso le dije yo —tomó el dinero de mi mano y me hizo una boleta metiéndola dentro de la bolsa con mis cosas—. Pero ya sabes la excusa de siempre.
—"No te conozco" —levanté una ceja—. Pero viejo, le hubieras dicho que somos quienes animan la fiesta, ¿eh?
—Algún día haré una y él no estará invitado —carcajeó.
—Así se habla —reí con él y tomé la bolsa del mostrador cuando sentí que algo me punzaba en las costillas. Danny me estaba presionando para terminar la charla—. Nos vemos luego.
—Controla los vicios.
—Controla tu clientela —le grité estando afuera, él sabía que no lo haría. Guardé mi billetera en el bolsillo trasero y comencé a caminar de vuelta en silencio, cada cierto tiempo le daba un sorbo a la botella.
Sabía que era temprano como para andar bebiendo, pero así eran todas mis mañanas y no tenía las intenciones de cambiar mis hábitos solo porque le hacia mal a mi organismo. Era mi cuerpo y tenía que acostumbrarse a lo que mi cerebro dictase.
Miré el cielo y este tenía algunas nubes que trataban de opacar al sol que hace minutos atrás había encontrado la posición perfecta para abrigar a los cuerpos congelados que caminaban por la calle.
Mientras todos usaban abrigos yo solo andaba con mi delgada camiseta blanca de mangas negras y una blasfemia en el centro de la espalda, no sentía absolutamente nada, ni siquiera el licor abrigaba mi intestino.
Crucé la calle cuando vi que el hombrecillo del semáforo cambió a verde, no estaba segura del tiempo estimado que le regalaban a las personas para cruzar pero yo siempre me demoraba más que un anciano solo para molestar a los conductores. Por suerte esta vez no venía nadie y caminé lentamente como si la vida se me fuese en ello, un trago de alcohol era un paso que mi cuerpo daba.
Hasta que un auto frenó abruptamente a mi lado derecho dejando varios centímetros de distancia entre él y yo.
No me molesté en mirar y solo le hice un gesto con la mano, levantandole mi dedo medio con todo el sentimiento posible. Este no me respondió y esperó pacientemente hasta que llegué al otro lado, en ese momento giré la cabeza para ver de quien se trataba pero solo pude distinguir una gorra, un par de lentes y una barba frondosa que seguía mirandome hasta el momento en que tiré la botella en un contenedor para los envases de vidrio.
Lo seguí mirando con el ceño fruncido por los rayos del sol, traté de grabarme sus facciones para poder recordarlo luego, pero estaba segura que ya lo había visto antes en alguna otra parte.
De todos modos giré el rostro y seguí caminando como si no fuese gran cosa, no tenía tiempo para estupideces románticas como estas. Tenía un día por delante y hoy era la grabación de RAW en –tal vez– una ciudad cercana. Solo tenía que esperar la llamada de Foley, era el único que tenía fe en mi desde mi debut. No soy uno de los luchadores que más prefieren, pero es así como se comienza. Desde el odio.
Volví al ascensor pero esta vez había alguien más esperando a que la puerta se abriera, al girar su cabeza en mi dirección trató de apurar al aparato. Sobraba decir que varios de los habitantes en este lugar me tenían miedo, aparte de todos los rumores que corrían de mi. Más rumores extraños que los que habían de Marilyn Manson, varios que había escuchado me habían hecho reír.
Me acerque al muchacho a pasos lentos con ambas manos detrás de mi espalda, solo quería reír.
Él miraba entre el botón, la puerta y mi persona, pero al momento de estar a su lado la puerta no se abrió. Podía ver el sudor que corría por su frente de una manera exagerada.
—Boo —le dije a su lado y la puerta se abrió. Este subió en un movimiento exacto y volvió a insistir con el botón de adentro para cerrar la puerta.
Di un paso como si tratara de entrar con él, pero el chico no dejaba de buscar una salida por su espalda donde solo había un espejo.
Gritó haciendo presión en el espejo.
—Nos vemos arriba —me despedí con una mirada demente mientras la puerta se cerraba lentamente, él me hizo una cruz con sus dedos y cuando la puerta se cerró comencé a reír fuerte—. La gente es tan extraña —me detuve volviendo a estar seria y toqué el botón del ascensor continuo, se abrió y como no había nadie subí marcando el botón del piso que me correspondía.
Reír un poco no le hacia mal a nadie.
.
Iban a ser las ocho de la tarde y la llamada de Foley ya se había hecho presente. Esta vez nos tocaba en New Orleans, no conocía ese lugar pero siempre se tenía una primera vez para muchas cosas.
Fui a mi cuarto por mi mochila, guardé mi ropa de combate en ella, me cambié de atuendo y con algo de dinero en mis bolsillos salí del departamento. Era algo sencillo y aunque era un gasto innecesario en ir y venir, prefería hacerlo de esa manera. No me quedaba en un hotel con personas que no me interesaba conocer y no tenía que hablar más de la cuenta si llegaba a beber hasta la coronilla.
Solo necesitaba aprender a conducir y poder ir a todas partes sin pedirle a alguien que lo haga. Pero eso estaba lejos de poder hacerlo, tenía otros planes en mente que definitivamente eran más importantes.
Salí a la calle esperando que un taxi pasara, pero como siempre sucede, no hay transporte cuando lo necesitas.
Comencé a hacer dedo esperando que una mujer me llevase, traté de ser coqueta para llamar la atención de las féminas pero ni eso hacia su efecto. Comencé a perder las esperanzas, hasta que un auto medianamente grande se detuvo al frente de mi, bajó el vidrio y sin tomar ni dos segundos supe claramente que había sido el hombre que casi me atropellaba. Esta vez solo llevaba los lentes y una coleta.
Traté de evitarlo e hice parar el auto que se encontraba atrás, pero fue inútil y terminé subiendo en el asiento trasero. Ni en mi peor momento me sentaría a su lado.
—Daniel, ¿verdad? —preguntó con una voz suave, miré el espejo pero no sabía si estaba mirándome o era el camino ya que sus lentes eran oscuros.
—Si —respondí cortante luego de unos segundos. Sus facciones eran relajadas, no tenía ni siquiera una pisca de preocupación, como si el mundo le pasara por el lado sin tocarlo.
Lo seguí mirando por el espejo, no parecía cohibirse. Era un ser intrigante, me llamaba un poco la atención.
—Soy Seth Rollins —habló de repente, desconcertando a mis sentidos. Sabía que su rostro me era algo... familiar.
—Te vi la semana pasada —junté mis manos lentamente—. No halago a la gente, si eso es lo que esperas —seguí hablando cuando él no me respondió, pero solo soltó una ligera carcajada singular. Sus dientes no eran tan grandes.
—No esperaba que lo hicieras —giró el volante—, ya tengo suficiente con los fanáticos.
—¿Entonces por qué te ofreciste a llevarme?
—Si yo no lo hacía, nadie más lo haría —miró el espejo, esta vez estaba segura que me estaba mirando.
Me acomodé en el asiento lentamente y preferí evitar todo tipo de conversación mirando por la ventana, me había ganado un viaje gratis con una persona que no me agradaba.
—Evita la idea de tomar un hueso y tirarlo fuera del auto para deshacerte de mi.
Espere el sonido de su risa, pero solo negó con la cabeza lentamente haciendo que una de sus facciones se torcieran en una pequeña y casi inexistente sonrisa de lado.
Ya no sabía quien era el más misterioso de los dos.
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