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𝟬𝟭𝟭. closing cycles

capitulo once

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Yamagawa Kenjiro había tenido los siguientes días más difíciles de toda su vida. Nunca imaginó que tendría que presenciar la muerte de alguien, y menos de uno de sus amigos. Todos los días posteriores tuvo una actitud terrible con las persona que le hablaban haciéndolo inconscientemente, lo cual detestaba.

Después de eso, las cosas no habían hecho más que volverse más turbias. Desde el hecho de Valhalla se había unido a ellos (cosa que aún no aceptaba, porque eso implicaba tener que convivir con Kisaki), hasta el que el tiempo hubiera ido tan veloz que se sentía cohibido. La única noticia buena dentro de todo eso era que Takemichi se había vuelto el capitán de la primera división.

Estaba en su casa, cambiándose uno de sus piercings de las orejas porque había comprado uno más grande, con música de fondo, pensando seriamente en qué debía hacer esos días. No faltaba tanto para que fueran las fiestas decembrinas, y no olvidaba el hecho de que sus padres harían otra de sus fiestas presuntuosas en donde debían fingir ser la familia ideal. Le habría gustado invitar a Mitsuya para intentar pasar una linda noche, pero sabía que sus padres lo tomarían como un signo de rebeldía e insinuar que era su pareja, lo cual no era así. Es decir, él le gustaba... tal vez un poco, pero no lo admitiría.

Escuchó que tocaron su puerta, y Kenjiro no pudo evitar suspirar, sabiendo que sí lo hacían era por algo malo y terminaría en pleito. Como siempre era precavido, Kenjiro tenía su cartera, el celular y las llaves de su motocicleta en su bolsillo del pantalón; se puso encima una chaqueta de cuero por si acaso tenía que huir. Abrió la puerta, encontrándose con su hermano, Ichiro, del otro lado.

—Padre quiere hablar contigo —le informó sin mirarlo a los ojos, sino que estaba viendo su cuarto como si se tratara de una anomalía—. Está en la biblioteca.

—Genial —murmuró sin entusiasmo Kenjiro, pasando de largo y cerrando con llave la puerta de su habitación. Ichiro lo siguió por detrás, causándole mucha incomodidad. Además, si Kenjiro debía decir con quién tenía menor contacto de toda su familia, sería definitivamente su padre, por lo que tenía un poco de nervios.

Caminaron en silencio hacia la biblioteca, que se ubicaba del otro lado de la gran mansión donde vivía. El silencio sepultural era impresionante, la casa de los Yamagawa era tan vacía que podías oír tu propio eco, incluso de tus pisadas, y eso era uno de los motivos por los cuales Kenjiro nunca podía denominar a esa lugar un «hogar». No tenía el calor familiar, donde solían haber palabras de aliento, apoyo incondicional, comida rica y casera... Ahí solo existían reglas y obstáculos. Era prácticamente imposible hacer algo diferente a lo que dictaban sus padres, y poco a poco se salía de el seno familiar en donde debía pertenecer a la empresa de la familia para poder ser feliz. No le importaba no tener dinero, podía vivir con lo básico, lo único que quería era no estar ahí; pero mientras fuera menor de edad sabía que sus padres podrían buscarlo hasta por debajo de las piedras, siéndole imposible huir.

Al llegar a la biblioteca, Kenjiro tocó primero para pedir permiso para entrar, Ichiro se había quedado a varios metros, al parecer no entraría con él. Pudo oír la voz de su padre indicándole que pasara, y eso hizo, viendo a Yamagawa Daiki sentado en un costoso sofá, leyendo un libro como si fuera lo más interesante. Kenjiro se quedó cerca de la entrada sin decir nada, cerrnadk la puerta detrás de él.

—Acércate, Kenjiro.

La voz de su parte era gruesa y sin sentimiento alguno. Incluso Kenjiro dudo sobre su Yamagawa Daiki amaba a su madre, puesto que parecía no tener afecto por nadie. Asintió a duras penas, y se acercó en silencio, mientras que sus pisadas resonaban en la gran habitación llena de libros; se detuvo un metro antes de él.

Tenía tanta curiosidad sobre qué quería comentar su padre con él. Los nervios le estaban cobrando factura, puesto que sus manos estaba heladas y sudaba frío, lo cual sucedía muy rara vez. De eso siempre era el culpable Yamagawa Daiki.

—¿Cómo se llamaba aquel muchacho al que le pusimos una orden de alejamiento? —le preguntó sin expresión, viéndolo de reojo. Kenjiro abrió los ojos con sorpresa, pero no titubeó al responder.

—Hiroshi... Kimura Hiroshi —no entendía qué era lo que buscaba con su ex novio, además, nadie de su familia sabía que lo había vuelto a ver al ser parte de pandillas que buscaban pelea con la suya, ni siquiera sabían que él mismo estaba en una.

—Ah. Ayer fue a buscarme a la empresa —Daiki sacó un poro junto a un encendedor, prendiéndolo. Aún leía, con una mano sosteniendo el libro y con la otra el poro, y no volvió a mirarlo—. Insinuó que sí conseguía dinero suficiente te compraría.

Abrió un poco la boca sin poder controlarlo. Su mente estaba en shock al escuchar esas palabras, ¿por qué Hiroshi haría tal idiotez? Además, ellos no estaban juntos, no tenía ningún derecho. No supo qué decir, y esperaba que su padre no buscará una respuesta a eso, ya que estaba demasiado sorprendido para hacerlo.

Daiki exhaló el humo del poro, y suspiró.

—Ese chico es un imbécil. ¿Cree que puede comprarte? —se rio entre dientes, negando con la cabeza—. Ni todo el dinero del mundo serviría para yo poder soltarte. Kenjiro, sabías que tú hermano está siendo un desastre en la empresa, ¿verdad?

Se limitó a asentir, recordando que se lo habían dicho con anterioridad, e incluso le habían ofrecido hacerse cargo de la empresa familiar dentro de unos años, pero lo había rechazado. Daiki por fin lo miró. Su cabello castaño finamente peinado hacía atrás, sus ojos marrones profundos sin expresión, y sus gafas circulares... Kenjiro siempre se había sentido cohibido ante su padre, era un hombre intimidante.

—Sé que no quieres eso, pero no tienes otra opción —se limitó en decir sobre ese tema, encogiéndose de hombros. Cerró el libro, pero siguió con su poro—. Así que, sí ese muchacho vuelve a buscarte, avísame para darme su merecido y que no vuelva a entrometerse en nuestra vida, ¿escuchaste?

—Sí... —era evidente que no lo haría, porque aunque no tuviera sentimiento alguno por Hiroshi, no sería capaz de asesinarlo o mandarlo a matar, incluso sí él había intentado hacerlo en el pasado.

—Bien —parecía que sería todo, por lo que Kenjiro se preparó para huir. Pero Daiki volvió a hablar—. El sábado tendremos la fiesta decembrina a las ocho, no faltes. Puedes irte.

Kenjiro se inclinó un poco hacía su parte sin responderle, y se retiró de la biblioteca en silencio. Pudo ver a Ichiro cerca, como si esperara que su hermano menor le dijera algo sobre la plática, pero no lo haría. Además, él estaba intacto y sin señales de haberse enojado, por lo que creyó que no había sucedido nada grave. Sin embargo, Kenjiro tenía tantas cosas encima que ahora sí no sabía qué hacer; su padre tenía siempre esa habilidad para sentirse cohibido, y a menos que se metiera en sus preferencias no le decía nada.

Cuando volvió a su habitación, se tiró sobre su cama mirando hacia el techo. El único lugar que era parecido a un hogar era su habitación, y se quedó pensando... No quería hacerse cargo de la empresa familiar, ni siquiera sabía de qué iba porque desde el inicio le habían pedido a Ichiro hacerse cargo. Kenjiro era la oveja negra dentro de la familia Yamagawa, pero parecía a veces ser el único consciente de querer una buena vida. Ya había visto universidades buenas en donde podría estudiar Diplomacia, y tan solo esperaba que pasaran los años para hacerlo, así podría irse a Tokio sin remordimiento alguno.

Pero, ahora las cosas eran distintas. Tenía a la ToMan, a Mitsuya, Mikey, Draken, Emma, Chifuyu, Takemichi, Hakkai... Por primera vez en su vida sentía que tenía personas que lo querían, a una familia (no de sangre), pero sí era lo más parecido. No quería abandonarlos para irse, por lo que tenía varios días sobrepensando en todo eso. La muerte de Baji lo había hecho reflexionar tantas cosas que no sabía sí sería capaz de volver a ser un poco egoísta y preferir su propia felicidad.

Se levantó de su cama tras varios minutos, se colocó las botas en la entrada y salió a busar su motocicleta. Al inicio decidió parte sin rumbo, pero sabía que siempre que lo hacía terminaba en casa de Mitsuya, por lo que prefirió ir al cementerio a visitar a Baji. Tal vez le haría bien poder despedirse.

No pasó tanto cuando llegó, dejó estacionada su motocicleta en el estacionamiento del cementerio y caminó hacia donde sabía que se encontraba la tumba. En silencio llegó, se sentó con la piernas cruzadas frente a él y suspiró antes de hablar.

—Baji... amigo, ¿por qué te fuiste? —intentó bromear, dando un pequeño golpe en la orilla de la tumba. Pero claramente no pudo, por lo que miró un poco hacia el cielo antes de volver a mirar el nombre de su amigo escrito ahí en la lápida—. Hoy me pasó algo muy extraño. Recuerdo que cuando te enteraste de mi situación familiar te burlaste de mí y me dijiste que era un «pinche riquillo», pero terminaste haciéndome sentir como en casa. Joder, no sé qué hacer... Estoy seguro que si te dijera estas cosas frente a frente te burlarias de mí y me dirías que solo son problemas que le suceden a los «riquillos».

Se rio entre dientes, apoyando sus manos contra el piso y echando la cabeza hacia atrás. Miró al cielo de nuevo y pudo percatarse que probablemente llovería pronto, por lo que no debía tardarse tanto ahí si no se empaparía, ya que no había llevado paraguas. Suspiró.

—Estoy pensando en ir a estudiar la universidad a Tokio y alejarme de mi familia, pero ahora los tengo a ustedes y no sé si quiero irme. Es una estupidez, ¿verdad? —se carcajeo—. Lo sé, Baji, me estés mirando así desde allá arriba.

» Sólo espero tomar la mejor decisión. Te la haré saber cuando lo decida, ¿de acuerdo?

Le dejó una flor que se había robado de un jardín cuando venía la motocicleta, en donde tenía también varios obsequios de las personas que lo querían. Sonrió, pensando que, aunque Baji no se creyera tan amigable si así había personas que lo que quisieron mucho.

—Te veo pronto —dijo en voz baja antes de levantarse y retirarse del cementerio.

Caminó arrastrando los pies, puesto que se sentía desganado y ahora no sabía si regresar a su casa o perderse por ahí. Al otro día tenía escuela, pero no tenía muchas ganas de ir así que tal vez faltaría. Llegando a la entrada del cementerio pudo ver que junto a su motocicleta había otra que le parecía familiar, por lo que miro hacia todos lados para ver si veía a algún conocido. Lamentablemente fue así, porque vio a Hiroshi.

—Ah, eres tú —se río entre dientes, intentando no verse sorprendido o preocupado de verlo ahí—. Bueno, voy de salida.

Intentó irse, pero Hiroshi fue rápido y lo sujetó de la mano, por lo que Kenjiro se giró para mirarlo. Pudo ver que el pelirrojo tenía sus ojos verdes llenos de lágrimas, y tenía la cabeza un poco cabizbaja; se preguntó qué sucedía, y recordó la fecha.

—Hiroshi, lo siento mucho... —aunque no soltó su agarre, tampoco pudo ser tan insensible. El chico sonrió desganado.

—¿Podrías acompañarme a su tumba? Ella te quería mucho.

La madre de Hiroshi había fallecido ese mismo día, pero dos años antes, cuando ellos aún estaban juntos. En ese entonces llevaban poco de ser pareja, pero Kenjiro ya se había enamorado perdidamente. Debido a eso había llegado a conocer a la mujer, la cual fue una persona extraordinaria y debía admitir que su muerte le había afectado demasiado. De hecho, ese fue el detonante para que su ex novio comenzará a comportarse como un desquiciado y se fuera a malos pasos.

—De acuerdo, vamos —asintió, y fue incapaz de soltarle la mano. Hiroshi le sonrió, un poco más feliz, y lo guió hacía la tumba.

No podía negar que tenerlo sujetado de la mano le provocaba que sentimientos escondidos salieran un poco a flote, por lo que comenzaba a sentir sus mejillas ruborizarse un poco. Pero, no podía olvidar todo lo que había sucedido entre ellos y que había intentado asesinarlo en el pasado, por lo que tampoco iba sin preocuparse, sino que lo miraba constantemente para asegurarse que no sucediera nada más. El cabello de Hiroshi, antes negro como el carbón, comenzaba a asomarse en las raíces de su su cabello pintado de rojo, pensando que el rojo se le veía bien.

La tumba de la señora Kimura estaba con flores un poco marchitas, y no se había percatado que Hiroshi tenía en su mano libre un ramo de flores, por lo que soltó a Kenjiro y cambió el ramo marchito por unas flores más bonitas. Hiroshi se sentó en el suelo frente a la tumba y Kenjiro también lo hizo, inclinándose un poco como forma de respeto a la mujer.

—Madre, hoy he venido con Jiro —comenzó a decir el pelirrojo con voz pacífica, como si no tuviera severos problemas mentales. Kenjiro no dijo nada, solo siguió mirando a la tumba con respeto—. Aunque no estos juntos, tú lo querías mucho, así como yo sigo haciéndolo. Últimamente he hecho cosas malas... sé que tú me castigarías, pero no puedo evitarlo. Al menos hoy quería ser sincero contigo.

Dejó de oír a Hiroshi por un segundo, enfocando su oído en los truenos que comenzaban a escucharse a la lejanía, por lo que supo que la lluvia llegaría pronto. Pensó también en que tal vez iría a visitar a Takemichi, no sabía por qué, pero tenía un presentimiento.

—De hecho, madre... me voy a internar en un centro psiquiátrico. Lo he decido yo solo, aunque en realidad lo hice pensando en ti, quiero ser mejor persona y que estés orgullosa. También lo hago por Jiro, porque quiero que me vea en una mejor versión de mí.

Escuchó eso y quedó sorprendido, mirando ahora a Hiroshi, que había cerrado los ojos y se había puesto a rezar. Suspiró, esperando que sí hacía eso todo resultará de una mejor forma y que mejorara, porque recordaba al Hiroshi de antes de perder a su madre y era alguien muy diferente. Esperaba que volviera.

Pocos segundos después, Hiroshi dejó de rezar y se levantó de ahí, por lo que Kenjiro también. Podía ver que de nuevo tenía los ojos llenos de lágrimas, lo cual hizo que algo en su interior volviera a moverse inquietamente. Para su sorpresa, Hiroshi volvió a tomarlo de la mano y caminaron hacia la salida del cementerio.

—Gracias por acompañarme, aunque no tenías que hacerlo, Jiro —le dijo con una sonrisa triste, para después bajar un poco la mirada, viéndose indeciso de sí continuar—. Escuchaste lo que dije allá... y es cierto, Jiro, por lo que desaparecere un par de meses. Espero este cambio me haga mejor.

—Estoy feliz de saber tú decisión, Hiroshi —confesó con honestidad, sonríendole de lado. El pelirrojo volvió a elevar la mirada, y pudo ver una sonrisa genuina de su parte al oír sus palabras—. Cuando estés mejor, no me busques en mi casa, ¿de acuerdo? Tienes mi teléfono, así que...

No quiso mencionar nada sobre lo que había dicho su padre acerca de comprarlo, ya que seguramente había sido una idea impulsiva de cuando no estaba bien. Y ahora que había decidido hacer un cambio sobre sí mismo, no quería recordárselo. Porque a pesar de que ya no lo quisiera románticamente, no podía olvidar todos los bonitos momentos que habían vivido, así que le deseaba todo el éxito.

Como era él siempre, demasiado pacífico. Probablemente si alguno de sus amigos lo viera lo regañaría y le diría que es muy ingenuo por intentar creer en las personas que cometían actos malos, pero Kenjiro sabía que eso no significaba que fueran malas personas. Quería creer en Kimura Hiroshi.

—¿Puedo... darte un último beso? —le preguntó el pelirrojo, y Kenjiro podía ver que se había armado de valor para hacerlo. Veía sus ojos llenos de esperanza, por lo que no pudo negarse y asintió.

Hiroshi sonrió, acercándose a él, aún sin soltar su mano, y colocó sus labios encima de los suyos. Kenjiro había olvidado los suaves que eran los labios de Hiroshi, que se movieron sincronizadamente, reconociendo aquel tacto que había olvidado era muy dulce, pero que en ese momento era salado gracias a las lágrimas de Hiroshi. Kenjiro no pudo evitarlo y colocó su mano libre en su mejilla, acariciándolo, por lo que el pelirrojo lo sujetó de la cintura para atraerlo hacia él.

Aquel beso le supo a una despedida, una de verdad. Porque ese día en el que se habían terminado a gritos había sido muy agridulce para los dos, pero Kenjiro no había podido hacer más por el que en ese entonces era su novio. Le había pedido que fuera a terapia para tratar con la perdida de su madre, y Hiroshi se había negado muchas veces. Ahora, las cosas habían cambiado y aunque no iba a olvidar todo lo que le hizo, supo que sería su cierre definitivo.

Tras pocos minutos besándose, se separaron para respirar. Hiroshi juntó sus frentes y miró a los ojos verdes de Kenjiro, al igual que él miraba los del pelirrojo. No apartó aún su mano de su mejilla, dándole una última caricia y se separó lentamente.

—Debo irme —le avisó a Hiroshi, un poco tímido al haberse expuesto sentimentalmente de nuevo. El pelirrojo asintió, dándole una pequeña sonrisa.

—Claro, Jiro. Te llamaré cuando salga del psiquiátrico.

Asintió, dándole una última mirada antes de digirise hacía su motocicleta primero. Pero, Hiroshi le ganó y fue el que se subió a la suya, arrancando y despidiéndose con la mano mientras se alejaba. Kenjiro sonrió internamente.

—¿Ustedes... volvieron?

Esa voz... Kenjiro se giró hacía un pequeño lugar que era cubierto por una estatua, y ahí detrás de encontraba Mitsuya Takashi, mirándolo con un poco de tristeza. Pero, la mente de Kenjiro rechazó aquello, porque era obvio que no podía sentirse triste si no tenía sentimientos hacia él.

Titubeó un poco antes de responderle, sintiéndose atrasado. En realidad no había hecho nada malo, puesto que no eran pareja; Mitsuya ni siquiera sabía de sus sentimientos. Pero por alguna razón se sentía culpable y ahora no sabía cómo explicarle todo lo que había sucedido ese día.

—No, no volvimos —murmuró en voz baja, ya habiéndose acercado a él sin darse cuenta. Miró hacia atrás, por donde se había ido Hiroshi, y suspiró antes de seguir—. Me pidió un último beso... él... se va a internar en un centro psiquiátrico.

—Vaya —Mitsuya parecía muy sorprendido de esa información, a pesar de que no era ni la mitad de lo que en realidad quería contarle—. Es bueno, supongo.

—Sí. No podía no apoyarlo, hoy se cumplió el aniversario de la muerte de su madre...

Prosiguió en contarle todo en breves palabras, incluyendo lo que le había dicho su padre esa tarde. Ya había oscurecido, la ciudad estaba siendo iluminada gracias a los establecimientos cercanos y los postes con luces, pero ahora se veía incluso más llena de vida. Se sentía extraño estar ahí con él a solas, aunque debía confesar que le gustaba verlo. Al final, Mitsuya pudo comprender todo.

—¿Quieres dormir en mi casa hoy? —le propuso con un poco de timidez, sorprendentemente. Kenjiro sintió que sus mejillas se encendieron, preguntándose sí estaba pensando mal... o tal vez estaba loco.

—Me parece buena idea —confesó, soltando una pequeña risita nerviosa.

Ambos subieron a sus motocicletas en silencio y se dirigieron hacia el departamento de Mitsuya. Kenjiro se sentía un poco nervioso. El hecho de haber cerrado el ciclo de su ex novio le hacía pensar más en el chico que iba a su lado, pensando en que tal vez ahora no se sentiría mal si se interesaba románticamente por él. Pero, dudaba mucho que Mitsuya gustará de los hombres, o que lo quisiera decir en voz alta, ya que era aún tema tabú en la sociedad y no era muy buen visto. A él mismo le había costado años poder decirlo y enfrentarse a las duras críticas, y no quería lo mismo para él.

—Oye, Takashi, ¿por qué estabas en el cementerio? —le preguntó de pronto, recordando el hecho. Mitsuya a su lado lo miró poco antes de fijar su vista en el camino.

—Quería visitar a Baji, pero puedo ir mañana.

—Pero... pudiste haberme dicho y te acompañaba —le dijo, sintiéndose con un remordimiento por ello. Mitsuya se rio, y Kenjiro pudo jurar que él se reía tan bonito. ¿Podía alguien reírse así, acaso? Ni siquiera lo sabía, pero podía apostar que Mitsuya sí.

—Vi que iba a llover, Baji me castigaría si estuviera en la calle con lluvia —se burló un poco, y Kenjiro se rio, pensando en que era cierto.

Siguieron el camino en silencio y llegaron al departamento de los Mitsuya, encontrándose con Luna y Mana pintando. Como siempre, ellas se emocionaban mucho al verlo y lo invitaron a pintar con ellas, provocando la ternura de Mitsuya al verlo con sus hermanas tan feliz. Para él, eran pocas las veces que veía a Kenjiro ser realmente feliz, y cuando estaba con Luna y Mana era una de esas ocasiones. Él se sentó enfrente de los tres, mirándolos con curiosidad y sin quitar una linda sonrisa de su rostro.

—Hoy mi profesora nos dijo que debíamos llevar para mañana un chiste —interrumpió Mana de pronto, poniendo un puchero en sus labios, pero sin dejar de pintar—. Y no se le ocurrió ninguno.

—¡Pero Mana, eso es fácil! —se burló un poco Luna, riendo—. Te puedo decir uno yo. ¡Por ejemplo! «¿Qué le dice un jardinero a otro? Nos vemos cuando podamos».

Kenjiro de pronto soltó una pequeña carcajada al oír el chiste, ya que le había causado gracia. Él no se atrevía a decirle a Mana uno, porque era pésimo en la comedía. Pero al parecer a Mana no le había gustado el chiste de su hermana, ya que al instante negó con la cabeza, dejando su crayola en la mesita.

—Todos llevarán uno así, son los más fáciles. Quiero hacerlo diferente.

—Un chiste, ¿huh? —repitió Mitsuya, poniendo su mano en su barbilla, pensativo. Kenjiro fijó su vista en él y de nuevo pensó que era realmente atractivo, por lo que al pensar en eso se ruborizó, agachando la mirada para que nadie se percatara—. No, soy pésimo. Pero seguro Ken tiene uno, ¿a qué sí?

Kenjiro abrió un poco la boca con sorpresa, rápidamente negando con las manos. Se rehusaba a decir un chiste al saber lo malo que era. El problema fue cuando Luna y Mana lo miraron con ojos brillantes, esperando que él salvará a la segunda, por lo que miró hacia todos lados intentando pensar en uno y no quedar mal frente a las pequeñas.

—Eh... bueno... —comenzó a balbucear, indeciso. Mitsuya al verlo soltó una pequeña risita, y Mana lo tomó de la mano.

—¡Anda, Ken-Ken! ¡Ayúdame con mi tarea o me reprobaran!

—Huh... ¿Qué tal...? «¿Qué es rojo y malo para tus dientes? Un ladrillo».

Las niñas al oírlo se quedaron con un rostro confundido al no entender el chiste. Las mejillas de Kenjiro se pusieron coloradas por la vergüenza y quiso enterrar su cabeza en la tierra, pero, cuando iba a retractarse del chiste tan malo que acababa de decir, una risa llamó su atención.

Mitsuya se había empezado a reír, e incluso tuvo que taparse la boca con la mano para intentar controlarlo. Kenjiro se sintió aún más avergonzado, por lo que sus mejillas se ruborizaron aún más, pero ver a Mitsuya reírse del mal chiste que había dicho (seguramente sabiendo que era pésimo) había significado mucho para él. Sabía que no había causado gracia, ya que las niñas seguían sin comprenderlo, pero Mitsuya seguía riéndose como si hubiera sido el mejor chiste.

Entonces, al verlo reír así, Kenjiro supo dos cosas. Una, que la risa de Mitsuya era jodidamente increíble y la segunda... que estaba perdidamente enamorado de él.

HEYYYY, CÓMO ESTÁN??? yo bien, a

oigan, les cuento algo qjdjsj el domingo fui a una convención lgbt de gojo maid, fue muy lindo volver a ir a una después de varios meses, pero ese no es el puntoooo. HABÍA UNA PARED DE ALTAR DE MUERTOS Y ESTABA BAJI PIPIPIPI, aún no supero y me dio justo en el: acabó de subir el capítulo donde muere, ptm

en fin, espero les haya gustado!! le puse mucho amorcito a este capítulo, no olviden votar y comentar si les gustó!!

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