Apóyate en ese primer beso
¿Como describir un beso perfecto? ¿Como darle ese sentimiento de calor en palabras? ¿Como pensar en algo cuando realmente no piensas? Pues eso le sucedía exactamente a Sherlock, que en cuanto sus labios volvieron a juntarse con los de la castaña, sus pensamientos se apagaron por completo, solo dejo que sus pulsiones lo llevaran, el momento era el adecuado para él y para ella, para ser un poco más que amigos solo por esa noche, cruzar esa linea y perder sus propias inhibiciones.
Tal vez era la droga, o el hecho de tener a Ari ahí, cuando mas la necesitaba, a su lado, no parecía negarse ante su afecto, pero no quería arriesgarse a su rechazo a pesar de estar sobre ella, besándola, disfrutando de su calor, así que sin saber muy bien ¿Donde comenzar? Y solo dejandose llevar, tomo con suavidad pero firmeza la cintura de Ari apegandola a su cuerpo. Ella, sorprendiéndolo, se abrazo a su cuello, parecía estar dispuesta a que él la acariciará, al menos hasta ese punto, el beso aun que necesitado seguía siendo tierno, dulce, Sherlock lo comparaba con trazar las lineas de un cuadro abstracto que no puede entenderlo cualquiera. Él fue subiendo lentamente sus manos hasta terminar acunando el rostro de Ari de forma que ni él mismo podia creer, estaba realmente disfrutando de su tacto, sin embargo, todo depende de algo, y aunque en gran medida su vida empezaba a depender de ella, sus pulmones dependían del aire, Sherlock se separo de sus labios para juntar sus frentes y con los ojos cerrados murmurar.
-Te necesíto - Aun no abria los ojos pero sentia la bella sonrisa de Ari dirigirse a él.
-Aquí me tienes - Le respondió con cariño, no estaba segura de por que, pero ¿Realmente importaba?
Sherlock comezo a bajar sus labios al cuello de Ari con ganas de seguir besándola, cuan grande fue su sorpresa al verse embriagado por el aroma qué se impregnaba en su memoria, una mezcla de lavanda y chocolate qué jamas olvidaría, sus besos eran suaves, a penas rozaba sus labios con la piel morena de Ari, quien disfrutaba de los escalofrío que el aliento de sherlock le provocaba.
-Sherlock ~... - Jadeó en un susurro, un susurro intimo, dedicado única y exclusivamente para él.
Hubo un click en la mente del detective en el que cambio toda su perspectiva, sobre ella, sobre el sexo y sobre él. Jamas había deseado tanto hacer esto con una mujer, ni siquiera Irene Adler logro seducirlo tanto como aquel tono que tenia su nombre en los labios de Ari disfrazado de susurro y cargado de sensualidad.
Sin saber exactamente lo que sus instintos le pedían, sus manos se deslizaron hasta llegar a los botones de la blanca camisa que cubria el torso de la morena, los besos en su cuello dejaron de ser solo un roce para convertirse en suaves mordidas y algunos salvajes chupetones que marcaron a la castaña. Ari por su parte solo se mordia el labio y acariciaba el cabello de Sherlock, despeinandolo, poco a poco el escote de ella quedo al descubierto permitiendole al detective apreciar lo bello que era su cuerpo, al menos lo que empezaba a estar ante él.
Dirigió sus labios lentamente al inicio de sus pechos cuando termino de desabotonar aquella prenda. Y aun que Ari disfrutaba de las caricias de Sherlock, sentía que iban demasiado lento y ella necesitaba sentirlo, así que sin preguntarle, le dio la vuelta a la posición quedando encima suyo y dejándole una imagen muy sensual de su propio cuerpo sobre él. Termino de quitarse su camisa quedando en sostén frente a los ojos de Sherlock que no pudo quítale la mirada de encima, joder, estaba ahí, sobre de él, mostrándole su perfecto cuerpo, bajo la atenta mirada de Ari, deslizó sus manos por sus costados, acariciando su cintura, su piel tersa, suave, estaba tan cremosa y desprendía aquel aroma a miel de su gel de baño muy diferente al aroma que tenía en el cuello, tal vez por su perfume, ya que el resto de su cuerpo olía exactamente igual a aquel líquido dorado con el que se bañaba, ¿Cómo lo sabía? Pues durante una de sus peleas, mientras ella no estaba, registro su apartamento en busca de cualquier escusa para decirle a la Sra. Hudson que la heche, no encontró gran cosa para molestarla así que tampoco le dio mucha prioridad.
Sus manos subieron poco a poco hasta el broche de su sostén y cuando logro soltarlo Ari tomó sus muñecas y llevó sus manos hasta sus pechos aún con la tela de la prenda de por medio.
-Si quieres jugar conmigo, tienes que dejar de pensar - Aún que Ari no era tan dominante y a veces le gustaba ser sumisa, cada caricia lenta de Sherlock la estaba torturando, lo deseaba, quería ser suya en ese momento y él se estaba tomando su tiempo, Ari se abalanzó a besarlo con toda la desesperación que tenía de hacer el amor con él.
Aún que algo torpe y tardando unos segundos en entender lo que sucedia, Sherlock le correspondió el beso dejando que sus manos se deshicieran del sostén de Ari antes de jugar con sus pechos mientras devoraba sus labios como si fueran la fruta prohibida.
Poco a poco la ropa de ambos termino por desaparecer, solo él y ella, dos cuerpos que se terminaron de encontrar, dos rios que se juntaban en un mar de emociones y placer.
Ari movía sus caderas sobre el detective, con gracia, con elegancia, sin dejar el placer latente que recibían ambos. Sherlock estaba ebrio en el aroma que rodeaba el lugar, una mezcla de sexo y lujuria que actuaba como un somnífero al pudor, pudor que ya no existia. Las manos de Sherlock recorría la espalda de ella con devoción mientras la oscuridad de la habitación los cubría con su manto.
La imagen era preciosa, digna de recordar en las noches solitarias, ni siquiera los vídeos que John tenía en su computadora lo habían azotado tanto en sus sentidos más primarios, la mirada de Ari era todo un poema, sus ojos entrecerrados mirándolo fijamente con las pupilas más dilatadas que nunca, su frente perlada en sudor, sus labios rojos por las mordidas, todo eso sumado a la forma en la que los gemidos se desprendían de su garganta como si fuera dulce miel, cosa que termino por desaparecer el poco auto control que le quedaba, tomo las riendas de la situación y recostó a la castaña tan repentinamente que ella a penas logro sujetarse de su espalda para no caer de golpe.
-¿Sherlock? - Jadeo confundida antes de notar aquella mirada de bestia salvaje que tenía sobre ella, como un lobo a punto de devorar a su presa.
Pero poco se imaginaba ella, qué dentro del alucine que las drogas generaban en la realidad de Sherlock, todo lo que sucedía lo vivía tan intenso como aquella vez que tocaron juntos en el teclado de Ari, musica que ahora sonaba a su alrededor.
-Es sensación y no sonido la música - Comenzó a decirle con su voz aterciopelada sin dejar de embestirla - Al menos así la percibo, aquí en el cuarto cuando te deseo - Sus palabras fueron suficientes para hacer que el corazón de Ari diera un vuelco.
Los gemidos no cesaron, las embestidas aumentaron y juntos se dejaron llevar por aquella explosión de cosquilleos y electricidad recorrerlos al llegar a la culminación de aquello que los grandes poetas llamaron clímax del placer.
Un par de horas después, concretamente a las 6:00 am, Sherlock empezó a medio despertar, uno de sus ojos se abrieron notando a su lado la perfecta espalda desnuda de la castaña, su mano izquierda se movió sola recorriendo con un suave roce de sus dedos en su espina dorsal memorizando cada detalle, se fijo en los tatuajes que marcaban pequeñas zonas de su piel, había un pentagrama, un escorpión, las iniciales A. H., Y también un escrito en un idioma que logro identificar como español, aún que no comprendía su significado: "Se la armonía de mi melodia en la sinfonía de mi vida". Sin embargo, lo que más llamo la atención del rizado era unas pequeñas "L. H." Que parecían ser las iniciales de quién haya escrito aquella frase. Sherlock no pudo con el sueño, literalmente estuvo despierto toda la noche con un ejercicio cardio respiratorio y de resistencia gigante, su cuerpo estaba exhausto, sus ojos se cerraban y lo último que vio fue a la castaña removerse entre las sábanas.
Dieron las 7:35 am y Ari comenzó a abrir los ojos, los recuerdos de la noche pasada le hicieron sonreír sin darse cuenta, miro el reloj de la mesita de noche y al ver la hora se dio cuenta que Mycroft estaría saliendo de cirujía, cosa que ella debía revisar, tanto el registro del cirujano como la estabilidad de su paciente, pues aún que sea hermano de Sherlock, seguía siendo su doctora. Se levantó rápidamente, teniendo cuidado de no despertar a Sherlock, se vistió, arreglo su cabello y salió de ahí en dirección al hospital.
Al llegar no intento ni disimular con su padre el hecho de que la noche anterior había tenido sexo, tratar de engañar a su padre es tan inútil como intentar que un pez respire fuera del agua, es antinatural.
-¡Buenos días! Perdón por el retraso, me quedé dormida - Dejo sus cosas sobre la mesa de cristal y le sonrió a su padre quien la miraba como si tuviera un rompecabezas en la frente - ¿Que?
-Oh, nada, solo estaba pensando en la razón por la que una doctora candida, dulce y sobre interesada en sus pacientes se quedaría dormida después de prometerle a su hermano que no dejaría que muriera - Ironzó mientras se metía una de sus pastillas a la boca - A menos que realmente estuvieras consolando a la familia del paciente. - Después de aquel comentario, la castaña suspiro y miro a su padre con una sonrisa.
-Si, tuve sexo anoche, por eso llegué tarde, pero no fue con Sherlock - Argumento antes de que su viper comenzará a sonar - Ay no...
Ari salió corriendo en dirección a la habitación de Mycroft, donde una de las enfermeras estaba al lado de su cama.
-¿Que paso? - Aún que parecía que físicamente ninguno estaba angustiado.
-La sangre volvió - Respondió la enfermera mostrándole la bolsa de orina de Mycroft.
-Eso no es sangre - El líquido de la bolsa no era solo rojo, también tenía café, además de la orina.
Cuando los análisis dieron el resultado, se encontraron desechos orgánicos que estaban dañando los riñones del mayor de los Holmes, era necesario retirar el órgano muerto que segregaba aquellos desechos que dañaban más el interior del paciente, antes de que sean dos órganos que deben ser removidos.
Sin embargo, sucedía un gran problema, no de salud, si no, uno tipo Holmes, Ariadna no lo sabía pero para un puesto tan alto como el de Mycroft dentro del gobierno, necesitar un transplante es un pase abierto a terroristas y enemigos para matarlo, razón por la que la junta directiva del hospital negara la solicitud para meterlo en la lista de espera.
-¡Pero no lo entiendo!. Mycroft es un adulto de mediana edad, con un gran puesto en el gobierno, mucho dinero, libre de infecciones, no es suicida, ¿Por qué no lo aceptan? - Ari estaba desesperada, el mundo cada vez le daba menos motivos para confiar en la humanidad.
-Son gente de la interpool, el gobierno británico, la corona... Si hay algo que ellos entienden es que todos mienten, me agradan - Se burló antes de suspirar y frotar su frente.
-¿Entonces eso es todo? ¿Solo nos sentaremos a esperar y lo dejamos morir?
- Siempre te enseñe como confrontar a la autoridad Ari, tienes la habilidad para hacer lo necesario.
La solución era obvia, había mucho que arriesgar, pero no habría opción, ella hizo una promesa y ella nunca rompía una promesa, así que tomó la decisión de poner en juego su licencia, su prestigio y tal vez hasta poner en duda el apellido de su padre. Al rededor de las 10:50 am, Ari se escabulló a los registros del hospital donde se guardaban todos los documentos, expedientes y solicitudes de los que ingresaban, sin importar lo arriesgado que fuera, a veces hay que hacer lo que hay que hacer, sin más.
No es necesario detallar la manera de momento, pero para la tarde, rondando las 5 pm, Mycroft estaría saliendo de su transplante, solo bastaría tenerlo unos cuantos días en recuperación y después volvería a su vida normal, en ese punto, los padres de los Holmes habían organizado una pequeña celebración con sus dos hijos, habían sandwiches, té, uno que otro postre bajo en azúcares que la madre de ambos había llevado y todos estaban celebrando.
-Vaya, Vaya, creo que llegue justo en el momento indicado - Sonrió Ari entrando en la habitación y mirando toda la fiesta que se habían montado
-Doctora House, que bueno que llegó, adelante, pase, la estábamos esperando - Le ánimo el padre de ambos Holmes mientras le ofrecía algún aperitivo - Estamos infinitamente agradecidos con usted
-Si, sin su ayuda creo que realmente hubiéramos caído en una verdadera desgracia - Reafirmó su esposa mientras tomaba la mano de Mycroft.
-Bueno, hice una promesa, y nunca rompo una promesa - Soltó la castaña indirectamente en un comentario dirigido al detective que no se dignaba a dirigirle la mirada, como si a su alrededor no sucediera nada, o peor, como si la noche anterior ni hubiera sucedido.
-Bueno, en aras de la verdad y aprovechando la algarabía que ustedes han montado - Comenzó ice Man mientras se acomodaba - Tengo algo muy importante que decirles. - Antes de continuar, Anthea llamo a la puerta mientras se azomaba con una sonrisa y una caja de Ferrero Rocher©
-Disculpen la interrupción - Sonrió antes de dejar la caja al lado de la cama en un pequeño taburete y acercarse a Mycroft.
-No te preocupes, mi hermano estaba por humillarse cada vez más y presentarte como su novia - Sin poder evitarlo Sherlock continuo con su siempre dulce manera de comentar las situaciones - La próxima vez traten de no hacerlo después de comer.
-Sherlock, no me hagas empezar, que puedo decir que tú también pecas de hipócrita.
-No tengo idea de lo que estás hablando - Respondió antes de escudarse en su taza de té.
Sin embargo, la más sorprendida de todos los presentes fue la joven secretaria, quién no podía creerse que su novio la estuviera presentando ante la familia, un paso gigante, algo que no vio propio de los Holmes y hasta cierto punto le daba algo de incomodidad que tuviera que estar al borde de la muerte para formalizar su relación.
En medio de de la alegría y el jubiló, Ari salió de la habitación junto con el detective para charlar un momento a solas.
-¿Sherlock? ¿Que te sucede? ¿Todo bien? - Hasta cierto punto Ari estaba muy desconcertada por la actitud de Krøller, jamás se espero que él la viera como una chica de una sola noche.
-Solo quiero... Agradecerte por todo lo que haz hecho por mi y... Por mi familia, no tenías que hacerlo y aún así lo hiciste - A pesar de sus palabras, él no era capaz de verla a los ojos, ocultaba su mirada y se notaba muy incómodo - Gracias...
-No tienes que agradecerme, somos amigos ¿No?... Jamás te dejaría solo si puedo hacer algo para ayudarte, igual que anoche.
-Sobre lo de anoche, creo que no es necesario pedirlo pero preciso qué no lo menciones, ni en privado ni en público... Comprenderás que es una situación personal y que no es algo que debas divulgar, ni tomarle importancia...
-Si... Supongo que tienes razón... - Justo en ese momento, Ariadna se sintió sola, vacia y tonta, pues si, Sherlock solo se acostó con ella por las circunstancias, no la quería como ella a él, solo le mostró afecto por qué le convenía en el momento, y aún que por fuera se mostraba tranquila, por dentro quería golpearlo.
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