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01. buscarlos




Baje de la bicicleta y la encadene cerca de la entrada del establecimiento, asegurándome de que fuera imposible que robaran mi única forma de regresar a casa. Más temprano por la mañana, intenté conseguir un autobús o algún taxi para llegar a la secundaria de Beacon Hills, pero se volvió una tarea imposible, dejándome como única opción tomar prestada la bicicleta de mi padre, teniendo en cuenta que no tenía una propia.

Tardé cerca de una hora en llegar al instituto, porque me perdí en el camino varias veces. Aunque tampoco fue tan malo, en el trayecto pude conocer mejor el pueblo y descubrir que era un noventa y nueve por ciento bosques. Nada muy interesante, aun así, era todo muy lindo.

Con mi mochila sobre mis hombros, cruce las puertas de entrada, manteniendo la mente abierta ante lo que podría suceder. Los adolescentes se movían a mi alrededor y traté de ignorarlos mientras me encaminaba a la sala de secretaria, donde una mujer me indicó que esperara a que mi guía seleccionado llegara. Así lo hice, me recargué contra la pared más cercana y aguardé tamborileando mi pie izquierdo contra el suelo.

Algunos minutos después, una chica entro a la sala, incitándome a alzar la vista para examinarla. Se trataba de una castaña con pelo ondulado y ojos brillantes, que daban un indicio de su personalidad dulce y amistosa. Lucía tan perdida como yo en ese lugar y apenas me notó sonrió con amabilidad. Le devolví el gesto lo mejor que pude.

— Argent, ¿cierto? — le preguntó la secretaria.

Argent, un apellido que significaba plata. Muy interesante a mi parecer, recordaba haberlo leído en algún libro de mi padre.

— Así es.

— Perfecto, puedes aguardar junto a ella — miró en mi dirección y Argent asintió, acercándose a mí tímidamente. 

Se sentía bien saber que no era la única alumna nueva ese año, sino que existía alguien pasando por mí misma situación.

— ¿Cómo te sienta el primer día? — quise saber, en un intento por romper el hielo.

En mi anterior instituto ni siquiera lo habría intentado, al contrario de Beacon Hills, los alumnos no lucían amigables. De todas formas, la mudanza podía tener muchas interpretaciones y yo quería darle la de las nuevas oportunidades, aunque eso me costará tanto.

Ella sonrió, soltando un suspiro.

— Me mudo muy seguido, así que esto es bastante normal para mí, aunque jamás puedo evitar sentir ciertos nervios — confesó mientras tomaba asiento en una de las sillas frente a mi —. ¿Qué me dices de ti...? No me dijiste tu nombre, lo siento.

— Soy Raven. Raven Kamari — me mordí el labio inferior, como un gesto que hacía siempre que me encontraba nerviosa. Traté de formular una buena respuesta —. Es la primera vez que me mudo, así que esto es nuevo.

— Tranquila, no es tan malo como parece.

Esperaba que tuviera razón.

Continuamos esperando durante un rato a que nuestro guía llegara, en un silencio cómodo. Apenas la puerta se abrió nuevamente, solté un largo suspiro. Mi tiempo se acabó, ahora debería afrontar mi primer día sin importar qué.

Mire a Argent de reojo. Al menos no lo haría sola.

El hombre que llego nos dirigió por el instituto con tranquilidad, explicándonos un par de cosas durante el camino que me resultaron irrelevantes. Los pasillos se encontraban vacíos, ya que las clases comenzaron poco antes y eso solo pudo ocasionarme más inquietud. El guía se detuvo de repente frente a una de las puertas, anunciando que esa sería nuestra primer clase.

— Chicos, ellas son estudiantes nuevas — habló el hombre apenas entramos al aula. Nos señaló a ambas —. Allison Argent y Raven Kamari. Háganlas sentir como en casa.

Pronto desapareció, dejándonos solas.

Allison no tardo ni un segundo en avanzar por los pupitres y tomar asiento. La imité, sin saber dónde sentarme hasta que me decidí por un lugar al fondo del aula, detrás mío se encontraba la pared y delante un chico de cabello muy corto. 

El profesor pidió silencio antes de comenzar a hablar.

— Como todos saben, se encontró un cadáver en el bosque anoche y estoy seguro de que sus mentes viven con macabros escenarios respecto a lo que sucedió — explicó y alce una ceja, de repente más interesada en su clase —. Pero estoy aquí para decirles que la policía tiene a un sospechoso en custodia, lo que significa que ahora pueden prestar su dispersa atención al programa del semestre que está en sus escritorios — levantó un papel.

¿Tan rápido atraparon a un sospechoso? Eso era extraño, pero me tranquilizaba de alguna forma.

En algún punto deje de escucharlo y saque mi teléfono de la mochila, procurando que nadie lo notara. Le envié un rápido texto a mi padre, informándole la nueva noticia, así quizás dejaría de creer que el asesinato fue en manos de un ser sobrenatural.

— Señorita Kamari — el profesor me llamó la atención, con un tono de voz autoritario. No fue un grito, pero se sintió como uno —. Solo porque es nueva en esta clase y tal vez no está al tanto de mis reglas, dejare pasar que está utilizando el teléfono, el cual está prohibido en mi presencia. La próxima vez, estará castigada, téngalo por hecho.

Enrojecí al instante en el que volví a guardar mi teléfono, con todos los alumnos viéndome burlescamente.

Levanté la barbilla, fingiendo que no me interesaba en lo más mínimo, solo para encontrarme cara a cara con el chico frente a mí. Este no se reía ni burlaba, solo me miraba con curiosidad en sus ojos avellana. 

— Hola — me saluda en un tono bastante bajo, tanto que tuve que esforzarme en oírlo.

Lo observé atentamente, frunciendo levemente las cejas.

Lucía encandilado por alguna razón que no supe entender. Su expresión me enterneció un poco, a la misma vez me confundió. Él mantenía los labios entreabiertos y la mirada expectante, esperando una respuesta de mi parte.

Quise responder cuando el profesor me interrumpió.

— ¡Stilinski, a ti sí puedo castigarte hoy mismo, así que será mejor que hagas silencio!

Ante el regaño, el chico se avergonzó rápidamente y volteó, dándome la espalda mientras agachaba la cabeza y centraba su atención en la hoja sobre su pupitre. Contuve una sonrisa ante su reacción y me dediqué a prestar atención a la clase, o eso intenté, porque cada segundo que pasaba aumentaba mi curiosidad por ese chico.










Cuando la clase terminó, la campana se hizo oír, decidí esperar a que él aula se vaciara antes de salir. Me adentré a los pasillos abarrotados de personas y avance sin mirar a los lados, al menos hasta llegar a la secretaría y pasear mis ojos por toda la sala, buscando a la mujer.

No había rastro de ella por ningún lado.

Lo sopese durante unos segundos, sabiendo que no debería causar problemas en el primer día de clases, pero si algo había heredado de mi padre, era su facilidad para meterse en problemas haciendo estupideces.

Por eso mismo, gire alrededor del escritorio y abrí el cajón que debería guardar los archivos del alumnado. Pase mis dedos por el índice y me detuve al llegar a mi año, donde no tardé en comenzar a leer expedientes, buscando a alguien en especial.

Scott. Solo tenía su nombre, junto a la creencia de que tenía mi misma edad. Necesitaba más información acerca de él y también de su amigo, si eso era posible. Debía encontrar la manera de ayudar a mi padre, así que primero tendría que encontrar a esos chicos.

Scott... Encontré varios expedientes con ese nombre, sin embargo, pronto me di cuenta que descubrir cuál era su apellido iba a ser imposible. Jamás tuve en cuenta que existirían varios Scott en un mismo año.

Mascullé una maldición y me puse de pie, pero entonces una duda creció en mí. Volví a agacharme junto a los expedientes y esta vez busque el apellido Stilinski, por mera curiosidad.

Cuando hallé lo que buscaba, sonreí un poco. Mieczyslaw Stilinski. Así se llamaba. En un susurro intenté pronunciar su nombre, lo que se volvió algo complicado, era la primera vez que leía un nombre así. Solté una corta risa debido a mi fracaso en la pronunciación, era imposible.

De repente, el sonido de la puerta al abrirse me puso alerta al instante. Con el mayor cuidado posible volví a guardar el expediente en su lugar y cerré el cajón. Retrocedí en mi lugar y espié por un costado del escritorio a la persona que acababa de entrar.

Se trataba de una chica pelirroja que jugaba con un mechón de su cabello despreocupadamente, mientras hablaba con una castaña a su lado. La reconocí rápidamente. Allison Argent, estaba ahí con otra chica.

¿Cuáles eran mis opciones? La primera constaba en esperar la llegada de la secretaria, para que me descubriera allí y me castigara. La segunda, salir de mi escondite y soportar la vergüenza que pasaría con esas dos chicas.

La segunda era la única opción factible. Así que lo hice, me puse de pie sacudiendo mis pantalones un poco y formé una mueca de inocencia frente a las chicas. Ambas entreabrieron los labios al verme, confusas.

— ¿Raven? — Allison me llamó, necesitando una confirmación. Asentí vagamente.

— ¿Quien eres tú? — quiso saber la pelirroja, acercándose un paso con la peor de las expresiones.

— Raven Kamari, estoy en mi primer día — me presenté. Peiné mi cabello con los dedos, encrespando mis rizos aún más —. Lamento esta situación... Perdí mi pendiente detrás del escritorio y estaba buscándolo.

Gran mentira, yo no utilizaba pendientes. Ninguna de las chicas se tragó mi mentira y prefirieron reírse, avergonzándome aún más. Probablemente Allison se percató de que no portaba ningún pendiente la primera vez que nos vimos.

Me enfadé conmigo misma por no pensar en una buena excusa, cuando solía ser una buena mentirosa. Quiero decir, le mentia constantemente a mi padre. Al parecer, mentirle a personas de mi edad no era lo mismo, no caían tan fácilmente.

— No diremos nada sobre lo que acabamos de ver, puedes estar segura de eso — Argent sonrió con complicidad y miro a su acompañante, esperando una reacción de su parte — ¿cierto, Lydia?

Lydia me detallo de arriba abajo y asintió lentamente, todavía dudosa. Solo entonces pude sentirme más tranquila.

— Tienes que aprender a mentir — soltó de repente la pelirroja, sorprendiéndome —. Quiero decir, ¿como utilizarías pendientes con esa ropa?

Baje la vista hacia mi vestimenta y descubrí que tenía razón. Ese día llevaba puesto unos pantalones de jean junto a una camiseta negra pegada al cuerpo y una liviana camisa a cuadros de color morado por encima. Todo esto acompañado por unas vans cómodas en los pies y una chaqueta de abrigo color negro. No era un estilo digno de pendientes.

— Oye — Allison reprendió a su nueva amiga con el ceño levemente fruncido. Lydia se encogió de hombros —. Mira, Lydia y yo vamos a ver la práctica de lacrosse ahora, por si te interesa acompañarnos. Solo vinimos hasta aquí para buscar mis horarios fijos, pero podemos regresar mañana.

Tuve que pensarlo demasiado, mucho, en realidad. Me aterraba la idea de pasar tanto tiempo con dos chicas desconocidas que podrían juzgarme apenas dijera dos palabras, por otro lado sentía cierta urgencia por formar algún lazo de amistad. Amistades que en mi anterior ciudad no tenía.

¿Aceptar sería tan malo?

— Está bien — las palabras escaparon de mí sin que pudiera detenerlas.

Las chicas sonrieron.

No, aceptar no fue tan malo.









Las vistas desde las gradas del campo de lacrosse eran lo suficientemente buenas como para detallar a cada jugador en sus posiciones. Al ser solo una práctica, no jugarían un partido como tal, pero debía admitir que era divertido verlos lanzar a la portería una y otra vez, fallando en la mitad de los intentos.

Subí el cierre de mi abrigo y me abracé a mí misma cuando una leve brisa fría nos envolvió. El día paso de estar despejado y soleado a verse gris y apagado en muy poco tiempo. No estaba acostumbrada a esos rápidos cambios de clima.

— ¿Quién es el? — Allison observó al chico que se ocupaba de la portería.

Intenté detallar al joven indicado, sin embargo, al estar cubierto por la ropa de lacrosse y un casco muy grande, no pude identificar nada a esta distancia. Solo destaque su altura promedio.

Ambas esperamos una respuesta por parte de Lydia.

— No estoy muy segura — respondió ella, alzando una ceja con duda —. ¿Por qué?

— Esta en mi clase de inglés — Allison le restó importancia, aunque su rostro demostrara lo atraída que se sentía por ese chico.

Uno de los jugadores realizó su tiro y la pelota fue directo a la cara del joven que traía encandilada a Allison. Formé una mueca y me cubrí los labios con una mano, ocultando una sonrisa. Lydia frunció los labios con disgusto, pero pronto ese gesto cambio a uno lleno de sorpresa cuando el chico atajo los siguientes tiros.

— Parece que es bueno — susurró Allison.

— Sí, lo es — coincidió la pelirroja, sonriente.

Uno de los jugadores se notó bastante competitivo al correr varios metros antes de lanzar la pelota con fuerza brutal. Aún así, el tiro fue atajado nuevamente, haciendo que todos alrededor festejaran. Aplaudí, intentando unirme al resto.

Cuando Lydia se levantó y festejó, Allison se me acercó.

— El que acaba de lanzar, de hecho, es su novio — me explicó, riendo un poco.

Entreabrí los labios y moví mis ojos hasta dar con la pelirroja, que todavía sonreía alegremente. ¿Lydia estaba contenta de que humillaran a su pareja? Eso era extraño, aún así estaba bastante segura de que existía un trasfondo en todo eso.

Me desconcentre cuando un par de gritos se oyeron a mi izquierda y gire en esa dirección, encontrando a un chico que saltaba de alegría y gritaba por su amigo en la portería. Entrecerrando los ojos, descubrí que se trataba del chico en mi clase y curiosamente estaba sentado en la banca.

— Los que están sentados en la banca, ¿no juegan? — cuestione, esperando una respuesta específicamente de Lydia, la única que parecía saber todo acerca del lacrosse.

— No, no tienen el talento — se burló —. ¿Por quién preguntas?

— Stilinski — solté, esforzándome por no enrojecer.

Lydia soltó una risa despectiva

— No se quién es. Jamás lo vi jugar.

Le dediqué una ultima mirada al chico, captando su atención durante un segundo, en el cual gire hacia el frente para evitarlo, fingiendo que no estaba viéndolo.

Decidí mantenerme callada el resto de la práctica. Hubiera deseado que mi mente también se callara, mas no podía dejar de pensar y pensar. Mi padre estaría decepcionado cuando volviera hoy a casa y descubriera que no conseguí ningún tipo de información sobre los chicos del bosque. Le di mi palabra de que lo ayudaría y lo mínimo que debía hacer era cumplirla.

¿Por qué me estaba costando tanto?

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