Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Seis. Insomnio

¿Dormir? Dormir estaba sobrevalorado.

Eso era lo que Caelum tenía que decirse para consolarse en las noches de insomnio. ¿Quién necesitaba realmente un descanso?

Él, la verdad. Un respiro le vendría de perlas, pero al parecer era mucho pedirle a su cerebro que, cuando cerraba los ojos tumbado en la cama, dejara de sobrepensar y se apagara. Apenas era du segunda noche en el castillo y ya volvía a las andadas.

Empezó recordando cada detalle de la clase de Nashira, y cómo había actuado al mencionar a Aquila. Por supuesto, al rememorar a su hermana le invadió una sensación de tristeza que causó otra sucesión de recuerdos fúnebres. Trató de pensar en cosas buenas sobre su hermana. En cómo se habían reconciliado, cómo iba avanzando poco a poco...

Y en que se lo habían arrebatado de una forma tan injusta como cruel.

Encajaba la cara en la almohada como si quisiera ahogarse, acostumbrado a hacerlo para ahogar un llanto que, aquella noche, era inexistente. Porque intentó llorar, aunque fuera un poco, para tratar de liberar tensiones, pero parecía imposible.

Así que se ponía a recordar todas las noches en vela en la casa de sus tíos, con la compañía de Shafiq (no sabía dónde se había metido su gato en ese momento, pero siempre que desaparecía acababa volviendo a la mañana siguiente). Se acordó de la hospitalidad de su nueva familia e intentó sonreír, pero tampoco era capaz.

Justo cuando su mente comenzaba a divagar sobre el mes de agosto y la imagen de Harry aparecía en su cabeza, la puerta se abrió. Caelum se asustó y tosió al atragantarse con el humo de su cigarrillo. Sí, había tenido que encenderse uno, solo para probar si le entraba el sueño. Y, también sí, era Harry quien había entrado en el cuarto.

—¿Qué haces que no estás dormido?

Caelum se encogió de hombros, tapándose la boca y tranquilizando su respiración. Se le acabó pasando la tos poco a poco, mientras Harry iba a cambiarse. Caelum se aseguró de mirar por la ventana.

—¿Vienes del castigo a estas horas?

—Sí. —Harry se pasaba la camiseta del pijama por la cabeza. Caelum había devuelto la vista demasiado pronto.

—¿Cómo ha ido? —La vergüenza pasó enseguida a un segundo plano. Ahora estaba preocupado.

—Bueno, me ha hecho rellenar un formulario de castigo, no sé para qué. Luego me ha tenido esperando diez minutos mientras lo leía y escribía cosas en un pergamino, y me ha silenciado cuando le he preguntado si iba a tardar mucho.

Sí, al igual que había hecho en clase. A él y a sus primos les hacía lo mismo en clase cuando interrumpían, y nunca les levantaba el hechizo. Eran sus padres los que tenían que hacerlo cuando los recogían.

Le sorprendía un poco que a Harry sí le hubiera quitado el maleficio, pero enseguida entendió por qué.

—Me ha hecho responder unas preguntas... No me apetece hablar del castigo, estoy cansado —reconoció, frotándose los dedos con una mueca de preocupación.

Caelum suspiró al tiempo que terminaba su cigarrillo, comprendiendo al chico.

Ninguno de sus compañeros se había despertado a pesar de la conversación. Si no supiera que eran las personas con el sueño más pesado que conocía, se habría preocupado porque siguieran conscientes. Neville roncaba levemente de fondo.

Ni siquiera se había dado cuenta de que Harry se había sentado en su cama, para hablarle de frente. En la cama de Caelum.

—Tenía ganas de volver a Hogwarts, pero echo un poco de menos el verano en la casa de tus tíos —admitió Harry. Caelum sintió el calor subiendo a sus mejillas.

—Yo también.

Era más fácil disimular que no ocurría nada, que el mundo estaba parado.

Se sentó al lado de Harry. Sin querer, rozó su mano al apoyarse sobre el colchón. Él no la apartó.

¿Lo habría notado?

—Aunque, si no hubiera vuelto, no estaría con Ron y Hermione, ni con Cho...

Caelum alejó sus dedos.

El mundo seguía su curso.

—Creo que voy a intentar dormir un poco, Harry.

—No puedes inventarte los sueños, Seamus —le reprendió Lavender la tarde del jueves, mientras hacían deberes en la sala común después de un largo día—. ¿O de verdad has soñado que la profesora Black entraba a clase con una camiseta que ponía eso? —dijo, resoplando.

—¡Es que no me acuerdo de ninguno! —protestó él, dejando caer con resignación la pluma sobre el pergamino—. Además, ¿qué más da? Trelawney no sabe lo que he soñado. Podría ser una profecía perfectamente.

—Sí, estoy segura de que la profesora Black va a entrar un día a clase con una camiseta que diga «Vagitariana». ¡Seamus, por favor! Si no lo haces bien, nunca aprenderás y suspenderás el TIMO de Adivinación —dijo Parvati, apoyando a su mejor amiga.

Seamus las imitó con una voz de pito y volvió a rasguear el pergamino, ignorando lo que le habían dicho.

Caelum no dijo nada porque, por primera vez en la semana, sus amigos parecían calmados. Bueno, las chicas les estaban echando la bronca por inventarse sueños, pero eso era normal. Lo que no era normal, sin embargo, eran las miradas recelosas que habían estado dedicándose todos, ni que cuando Caelum se atreviera a preguntarles (era demasiado obvio) ellos aseguraran que no ocurría nada. Incluso Neville parecía querer distanciarse un poco de la tensión, en vez de poner paz.

Todas las cabezas de la sala común se giraron hacia la persona que acababa de entrar por el hueco del retrato de la Señora Gorda. La profesora McGonagall se dirigía hacia su grupo, pero se dirigió expresamente a él.

—Señor Black, ¿me acompaña un momento, por favor?

Caelum, sorprendido, asintió, y dejó de lado sus cosas de trabajo, poniéndose en pie para seguir a McGonagall fuera de la sala común.

Caminó a su lado en silencio mientras bajaban por la Torre, preguntándose qué tendría que decirle. Mcgonagall decidió disipar sus dudas de una vez cuando llegaron al final de las escaleras de caracol.

—Hablé con tus tíos este verano, y Gordon me explicó que habíais comentado que asistirás a un psicólogo. Quería asegurarme de que siguieras interesado, porque la señora Cattermole acaba de instalarse en el castillo, y eres el primero en su lista de espera.

Se le había olvidado por completo.

No le quedaba otra que asentir, puesto que ya le había prometido a su tío que lo intentaría. Aunque eso significara tener que contarle a alguien sus problemas, cosa que aborrecía.

—Sí. Quiero ir.

—Bien, entonces acompáñame a su despacho; me ha dicho que está todo preparado. —La profesora continuó la marcha, cruzando una esquina hasta llegar a una escalera movediza a la que tuvieron que esperar con paciencia—. No te preocupes por las tarifas. Supongo que tu tío ya te lo habrá dicho, pero el gasto corre de parte del colegio.

—Menos mal —dijo él, sin tener claro qué añadir. Menos mal, porque estoy sin blanca.

—Hay otra cosa que querría comentar contigo, ¿te importaría pasar por mi despacho cuando salgas de la consulta?

—Por supuesto, profesora McGonagall.

Con curiosidad y cierto miedo, Caelum recorrió los últimos metros detrás de McGonagall, hasta que ella se paró frente a la puerta de un aula que nunca había visto siendo usada. McGonagall llamó a la puerta y, diez segundos más tarde, una mujer de rasgos asiáticos, cabello lacio y oscuro como el carbón, y que llevaba unas gafas cuadradas la abrió. Les recibió con una amistosa sonrisa y se despidió de McGonagall después de que esta le presentara a Caelum.

No fue hasta que se sentó en un sillón azul dentro del despacho, frente a otro naranja donde tomó asiento la señora Cattermole, y echó un vistazo a su alrededor que se dio cuenta de dónde estaba realmente. No debería ponerse tan nervioso, si había accedido a ir voluntariamente, y lo único que debía hacer era hablar, pero había algo dentro de él que le incitaba a huir de todo lo que consistía en expresar sus preocupaciones más profundas.

Justo a lo que venía.

—¿Cómo te encuentras, Caelum? —le preguntó con amabilidad la señora Cattermole, agarrando un cuaderno de notas y un bolígrafo.

Siempre le había fascinado las diferentes formas de escribir de los muggles y los magos, y al parecer ella encontraba mucho más útil la segunda. Tenía sentido, era más fácil escribir cuando no caían manchurrones de tinta por doquier.

—Bien.

—¿Entonces qué haces aquí? —bromeó ella.

Caelum fingió una risa bastante creíble. O eso le pareció.

—Espero que no te importe, pero hablé un poco con tu tío antes de recibirte, para que me comentara tu situación. Debes saber que yo no le contaré a nadie absolutamente nada de lo que me digas aquí, ¿sí? Este es un lugar seguro para ti.

Él asintió. No dejaba de jugar con sus uñas, subiendo la cutícula de cada una. No era necesario porque estaban tan arriba que acabaría haciéndose daño, pero no sería la primera ni la última vez que se sacaba sangre.

La consulta siguió su curso. La señora Cattermole insistió en que la llamase Mary y le preguntó cosas sobre su vida, en general. Necesitaba conocerlo antes de empezar a tratar mejor con él. Además, notaba que iba a ser difícil que se soltara. Era algo nuevo para Caelum.

Le pidió que le hablase de la gente de su alrededor y apuntó los nombres que él le decía. A sus amigos, y a su familia recién descubierta. También le preguntó un poco sobre el colegio, sus intereses, sobre el verano... Caelum no comprendía el funcionamiento de la sesión, se sentía en un interrogatorio, como cuando su padre le sentaba en el sofá a final de curso y le preguntaba cómo había ido.

—¿Así que Parvati Patil es tu mejor amiga?

Caelum asintió.

—¿Y no crees que, como tu mejor amiga, puedes confiar en ella para contarle en privado que notas un comportamiento extraño, y preguntarle sobre el asunto? —Se le había medio escapado el tema cuando le habló de su grupo de amigos y cómo había comenzado el curso.

—Es que no sé si quiero saberlo.

—¿Por qué no?

A Caelum le daba vergüenza admitirlo.

—Harry, Ron y Hermione también parecen molestos con algunos...

Con Seamus, sobre todo. Y sospechaba que con Lavender también.

—¿Harry Potter?

—Sí.

—¿Y crees que eso tiene algo que ver con el motivo por el que tus amigos parecen recelosos entre ellos?

—Puede. No lo sé.

Mary apuntó algo más. A Caelum le ponía de los nervios no saber qué escribía sobre él.

—Evidentemente, Caelum, no puedo obligarte a que solventes la situación, pero te recomiendo con creces que hables con tu amiga. Aunque solo sea con ella, y dejes al resto para más tarde.

Tenía razón, en realidad.

Mary decidió cambiar el tema, pero faltaban pocos minutos para que acabase la hora, así que no pudieron abordar del todo el tema del insomnio de Caelum. Él no le daba importancia, pero Mary le pidió que anotara en un papel los horarios de sueño que llevase esa semana, y se lo dejara en la siguiente sesión.

—¿Nos veremos el próximo jueves, a la misma hora?

—Sí. —No estaba muy seguro, pero probablemente se merecía seguir intentándolo.

Le sorprendía que, en una hora, apenas hubieran tocado el tema de Aquila por encima. Estaba claro que, si había acudido a su despacho, era principalmente por la muerte de su hermana. Pero Caelum no tenía ninguna prisa, y Mary lo sabía, por lo que no le presionaba más de la cuenta.

Tenían muchas otras cosas que tratar, de todas formas.

No quería acaparar un tiempo que no le pertenecía, así que se apresuró a despedirse de Mary y darle las gracias.

Al salir tan abrumado, se dio de bruces con la persona que estaba esperando al otro lado de la puerta, al punto de que tuvo que sujetarle el brazo para que Caelum no se cayera al suelo. Agitado, se recolocó, recuperando el equilibrio, y se fijó en quién le había ayudado.

Blaise Zabini le miraba con una pequeña sonrisa asomándose por sus gruesos labios, sus ojos centelleando de lo que parecía diversión.

—Mira a quién tenemos aquí, el pequeño Black.

La primera persona que se enteraba de que acudía al psicólogo, y tenía que ser alguien perteneciente a los sangre pura de los que intentaba huir.

—Ya puedes entrar, Zabini —dijo Caelum, apartándose del chico de tez oscura y porte elegante—. Que... te vaya bien. Supongo.

Él le hizo un gesto con la mano para despedirlo y se perdió detrás de la puerta.

Todavía tenía que ir a ver a McGonagall para averiguar qué quería.

—¿Quería verme, profesora McGonagall?

Caelum se adentró en el despacho de su jefa de casa con una sonrisa forzosa en los labios.

—Sí, Black. —McGonagall se recolocó sus gafas cuadradas y le hizo un gesto para que tomara asiento enfrente de su mesa.

La habitación no era muy grande, así que con un vistazo rápido Caelum pudo identificar que a la profesora le encantaba el estampado de franela, que tenía una colección de libros más grande lo que la estantería podía soportar y era, probablemente, el despacho con las mejores vistas a la pista de quidditch de todo el castillo. No habría esperado menos de McGonagall.

—¿Ha pasado algo? —se aventuró a preguntar el chico, sin soportar el silencio mientras McGonagall enroscaba un dedo en el cordón de una bolsa, que serviría para abrirla y cerrarla.

—Sabes que el curso pasado hubo un... empate en el Torneo. Harry y Aquila llegaron al mismo tiempo y el premio se dividió en dos.

Caelum asintió.

—Bien. Aquí está la parte que le correspondía a Aquila. —Le mostró la bolsa—. Es tuya.

No se esperaba eso para nada.

—¿Cómo?

—Tu padre me pidió que no te dijera que él quería que te lo quedaras, pero me niego a inventarme una insulsa excusa. Quieren que te quedes con la parte del premio de Aquila, y creo que te vendrá bastante bien.

McGonagall no quiso comentar nada de que ya no viviera con sus padres, a pesar de que estaba al tanto porque formaba parte de la Orden del Fénix.

Sí que le vendría bien. No le sobraban los galeones ahora que su cara ya debía estar chamuscada en el tapiz familiar.

Sin embargo, sentía que ese dinero estaba manchado. Agarró la bolsa, que pesaba más de lo que imaginaba.

—Gracias —murmuró, recogiendo la bolsa a buen aguardo entre sus manos.

McGonagall le dejó marchar y Caelum cerró la puerta tras de sí, guardando el dinero en su túnica.

Se prometió que solo lo usaría para lo necesario, para no suponer una carga para sus tíos, quienes ya le proporcionaban un hogar y comida durante las vacaciones.

La conversación tuvo que suceder. Era inevitable.

Parvati no pudo ocultar que, en efecto, algo pasaba entre el grupo de amigos. Sin embargo, le aseguró que no le correspondía a ella hablar, que eran Seamus y Lavender la causa del distanciamiento, pero podía decirles que dieran la cara de una vez.

Caelum tenía el estómago revuelto desde hacía media hora.

—¿Podéis soltarlo de una vez, por Merlín?

—Antes de nada, queremos que sepas que... que estamos de tu parte, en todo, y que... Bueno, que esto no quiere decir que no te creamos, pero...

—Deja de marear la perdiz, Seamus —atajó Parvati, con los brazos cruzados.

—Simplemente, Seamus y yo tenemos dudas.

Sabía perfectamente por dónde iban.

Había querido creer que, si evitaban a toda costa el tema de la muerte de Aquila, era por otro tipo de incomodidad.

—No creéis a Harry —dijo Caelum en voz baja.

—No, ojo. —Seamus levantó un dedo para frenarle—. No es eso. Claro que ocurrió algo, pero... Exactamente así... Con Quien No Debe Ser Nombrado regresando...

—Por eso Harry no te habla, ¿no? Porque tú también crees que está loco.

—Nadie cree que Harry esté loco —intervino Lavender—. Está claro que el tema de que el profesor Moody en realidad era un mortífago era cierto, pero por eso mismo...

—Crouch pudo hacerle creer que había vivido algo que no era así —dijo Seamus.

—Sí, claro. Y también nos ha hecho creer a todos que mi hermana está muerta, pero en realidad está tomando el té con el Innombrable, ¿o eso ya es pasarse?

—Caelum...

—Es que no me puedo creer que desconfiéis de algo así. Hay un millón de cosas que no sabéis sobre esa historia, pero debería bastaros con que yo confíe en Harry y en Dumbledore. Yo debería ser suficiente.

Sus amigos se quedaron en silencio.

Caelum nunca se alteraba, ni se enfadaba, y si lo hacía lo escondía. Sí, a veces se molestaba por tonterías, como el resto. Pero aquello no era ninguna estupidez.

—Queremos creerte —murmuró Lavender, lamentándose—. Pero lo has dicho tú mismo, no sabemos nada.

Caelum respiró profundamente.

—¿Queréis saber quién me cree? —No podía hablar de aquello más que porque la sala común estaba vacía la noche del domingo, y eran los únicos en la estancia—. Mi padre. Por una vez en la vida. Y ¿sabéis por qué? Porque estuvo ahí esa noche. No queréis creer a Harry, ni a Dumbledore, ni a mí; hacedme caso en esto. Mi padre y mis tíos estuvieron ahí. Nuestra profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras estaba ahí.

Ninguno sabía qué decir, ni cómo intervenir.

—¿De... de verdad? —dijo Lavender. Se le habían saltado las lágrimas hacía un rato.

—Pues claro que es verdad.

—¿Por qué no iba a estar su padre cuando Harry volvió del laberinto con Aquila, si no? —intervino Parvati. No se atrevía a mirar a su mejor amigo a la cara-. Dejaos de dudas.

—En estos momentos necesitamos estar unidos, chicos —añadió Dean.

Neville había estado muy callado, pero parecía que constantemente quería decir algo. Por fin, poniéndose al lado de Caelum, cogió fuerzas para soltarlo:

—Todo lo que Caelum dice es cierto. Él ha regresado, él y sus mortífagos. Crouch... Crouch fue uno de los mortífagos que torturó a mis padres hace catorce años...

Caelum pasó un brazo por los hombros de su amigo. Ninguno merecía las pérdidas que Él y sus secuaces habían causado.

Ni las que podían causar en un futuro.

—Sé que tenéis miedo y eso provoca dudas —les dijo Caelum a sus amigos—. Pero os necesitamos.

Lavender rompió aún más en llanto y corrió a abrazar a sus amigos, pidiendo disculpas a diestro y siniestro. A Seamus le costaba un poco más. Tenía varias influencias negativas. Pero también se disculpó.

A Caelum no le parecía totalmente sincero cuando le dijo que le creía, pero sí pensaba que intentaba hacerlo.

—Voy a necesitar que te esfuerces un poco más —le dijo cuando estaban subiendo las escaleras.

Seamus soltó aire con pesadez.

—Tío, te juro que en el fondo sé que tienes razón. Pero eso no quita que esté acojonado.

—Por algún lado hay que empezar.

Como bien había dicho Dean antes, necesitaban estar juntos.

Se darían todavía más cuenta cuando, el lunes, descubrieron que Nashira se había autoproclamado Suma Inquisidora de Hogwarts.

















i mean, había dudas pero se han resuelto, una pequeña riña sin más consecuencias

cap tranquilito a ver si se viene movidón pronto (no mg los caps de relleno y creo que ha sido un poco eso pero jijijaja)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro