
chapter twenty-one. our symbols united
𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄
⌇ ☾ ❪ chapter twenty-one ❫ ೋ
۫ ₊˚ our symbols united ˚₊ ۫ ۫
━━━━ ★ ━━━━
Permanezco frente a la ventana cuando el viaje comienza, pasa por los demás distritos hasta el Capitolio pero yo no puedo evitar pensar en mi familia, en todas las despedidas que no pude pronunciar.
El silencio lo abunda el vagón, estoy tan concentrada en otra cosa que apenas noto que el tren se detiene y la puerta se abre.
Peeta se aparece junto a Haymitch y Katniss, mis ojos se abren tanto como pueden y automáticamente me lanzó a abrazarlo, así como él. Escondo mi rostro sobre su hombro, puedo sentir como tiembla sobre mi cuerpo y aquello me hace sentir peor.
Se aferra a mi como yo a él, aunque ambos tenemos la valentía para separarnos del uno al otro.
—¿A quien eligieron?— inquiero de inmediato —¿Quién de los...?
Haymitch mira a Peeta y lo entiendo todo. Mi ceño se aligera, eso solo significa que mi plan debe seguir.
—Necesitamos hablar— dice Haymitch —Con los tres.
—¿Y Sage?
—Él ya sabe lo demás, vamos.
Katniss, Peeta y yo seguimos a Haymitch hasta el último vagón, le pide a Sage que vigile que nadie nos escuche cuando nos cruzamos con él al final del vagón.
—Haymitch, ¿qué está pasando?— inquiero.
—Escuhen— nos pide —Supongo que van a querer aliarse a partir de ahora— los tres asentimos como respuesta —Bien, es mejor que los vean llegar juntos, es obvio que los demás profesionales sabrán que si quieren a uno de ustedes tendrán que llevarse a los tres como paquete, pero me temo que ustedes también deben elegir.
Niego —No.
—Amanda, vamos.
—No los conocemos— miro a Katniss para que se ponga de mi lado.
—Amanda tiene razón, no conocemos a esas personas, ¿cómo se supone que habrá confianza?— pregunta Katniss.
—Esto ya no es sobre confianza, es sobre mantenerse con vida y si uno de ustedes quiere vivir, entonces deben abrirle las puertas a los otros también, aunque sea para usarlos a su beneficio.
Abro la boca para protestar —¿Y Sage que opina?
—Él está de acuerdo.
Miro a Katniss y a Peeta, se supone que Haymitch es el mentor de ambos y si ellos dicen que sí entonces yo también.
—¿Quién será el mentor del distrito uno?— pregunta Peeta.
—Gloss, me temo, Sage hablará con el solo de lo que debe saber, lo demás queda entre nosotros.
—¿Y qué pasará con nuestras familias?— dice Katniss.
—¿Hay posibilidad de enviarles cartas?— añade Peeta.
Haymitch asiente —Se lo pediré a Effie,
Asiento, parece que Haymitch ya ha estado preparando esto desde semanas y me alivia a decir verdad, tenerlo de mi lado. Es muy inteligente y estoy segura de que le ayudará a Sage a cuidar de Peeta por mi.
Todo sigue su curso normal, durante la cena, me alegro demasiado que no esté tan alegre como me lo imaginé, pues nadie habla sobre el tema, ni siquiera Effie. Yo me quedo mirando un punto fijo, comiendo de mi sopa fría de puré de vegetales, hasta que Peeta toma de mi mano bajo la mesa y noto que Katniss y Sage me lanzan miradas preocupados, así que intento actuar normal.
Miro a mi alrededor, tratando de buscar algún tema para distraer mi cabeza, detendiendome solamente en Effie y sonriéndole.
—Me encanta tu nuevo pelo, Effie— halago.
Ella me devuelve la sonrisa —Gracias. Lo pedí expresamente para que fuese a juego con el broche de Katniss y el tuyo.
Frunzo un poco el ceño —¿Mi broche?
—Sí, ya sabes, el símbolo del águila que llevaste en tus primeros juegos.
Intento hacer memoria y recuerdo el reloj de bolsillo del señor Heavensbee.
—¡Claro, mi símbolo!
—Pensaba conseguirle a Sage una pulsera dorada para el tobillo y quizá un brazalete de oro para Haymitch, o algo así, para que parezcamos todos un equipo.
Katniss me mira preocupada, no lo entiendo hasta que recuerdo aquella conversación por teléfono que tuvimos. Nuestros símbolos unidos son más que solo símbolos, es el símbolo de los rebeldes ahora.
—Creo que es una gran idea —dice Peeta—. ¿Qué te parece, Haymitch?
—Sí, lo que quieran —responde Haymitch.
—Quizá podríamos buscarte una peluca —comenta Katniss, intentando bromear con Haymitch.
Sin embargo, según Peeta, le han prohibido todo tipo de alcohol para qué se concentré en sacarnos de la arena o al menos ayudarnos. Haymitch le da una mala mirada a Katniss y todos volvemos a callarnos durante la cena.
Cuando terminamos con el postre, tengo la esperanza de irme a la cama y dormir o al menos intentarlo, pero aún queda mirar quién ha sigo elegido entre las cosechas de los otros distritos.
—¿Quieren que veamos los resúmenes de las cosechas? —pregunta Effie mientras se limpia las comisuras de los labios con una servilleta de lino blanco.
Masajeo un poco mi cuello mientras Peeta va por su cuaderno con las notas sobre los vencedores y nos reunimos en el compartimento del televisor para ver quiénes serán nuestros competidores.
Me siento junto a Katniss cuando el himno empieza a sonar y dan comienzo los resúmenes. Cuando me llaman a mí, las presentadoras se ponen llorosas y esperan que no elijan a Peeta en su distrito.
Admito que no reconozco a ninguno, ni por cara, ni por nombre a excepción de una chica, una pelirroja del distrito cinco que tiene que despegarse de un niño pequeño de unos doce u once años.
—Creo que la he visto— menciono, antes de pensar —¿Hace cuánto ganó?
Miro a Haymitch y Sage en busca de respuestas, Haymitch niega y mi hermano abre la boca para responder.
—Creo que fue hace unos años, ¿Mayrin dices tu?— él me mira y yo asiento —Sí, entonces es ella.
Peeta tacha sobre su libreta. Nadie dice nada más, todos los demás tributos están totalmente destrozados por el alcohol, las drogas o simplemente otras sustancias extrañas. La falta de ejercicio y sueño con el paso de los años les ha afectado demasiado.
Effie es la única que realiza comentarios, todos los demás estamos demasiados absortos en la televisión como para decir algo más. Yo estoy demasiado ocupada tratando de recordar los nombres de todos y tratando de no imaginarme las variedades de muertes que tendrán cada uno de ellos.
Cuando llaman a Katniss, las presentadoras se ponen bastantes confundidas sobre su presencia. No las puedo juzgar, se supone que para ellas Katniss estaba muerta y ahora es calificada como una vencedora, porque así fue comprada su salida.
Cuando la pantalla se pone oscura, Haymitch es el primero en salir, Effie hace lo mismo y Sage está demasiado cansado para quedarse, así que nos desea buenas noches y se va, arrastrando los pies, acomodó mi cabeza sobre el sofá y suspiro con cansancio.
—Necesito algo de aire— anuncia Katniss, soltando una gran bocanada de aire y sale del compartimento.
Peeta aprovecha que ella se levantó de mi lado, para arrastrarse por el sofá y colocar mis pies encima de su regazo.
—¿Por qué no duermes un poco? —me dice, masajeando mis tobillos.
—No puedo dormir sin ti— suelto, los últimos días, la sinceridad ha sido lo único que me he prometido.
Así serán mis últimas semanas de vida; hablando con toda la sinceridad que pueda.
Aquello hace a Peeta sonreír un poco, —Admiro tu sinceridad.
Ruedo los ojos —Ugh, vamos, sé que te gustó que dijera eso.
Ríe —Yo voy a revisar mis notas un rato. Así me haré una buena idea de a qué nos enfrentamos. Aunque tendré que repasarlo contigo por la mañana. Vete a la cama, Amanda, iré contigo en cuanto termine con esto.
—¿Lo prometes?
Asiente, besando mi mejilla —Buenas noches.
Entonces me levanto, planto un ligero beso en su mejilla y le digo: —Buenas noches—, antes de irme del vagón.
Me voy a la cama, aunque ruedo unas miles de veces que termino sentada sobre el colchón, mientras el tren se mueve y con un insomnio que quiere matarme.
Sé que no podré dormir, aunque me siento demasiado cansada, no puedo pegar los ojos. Tallo mis ojos, me coloco una bata de noche y salgo del compartimento, me pido un té caliente a un ayudante y voy de nuevo al vagón donde deje a Peeta hace unas horas.
Peeta se levanta y para el vídeo cuando me ve —¿No puedes dormir?
Niego —No, me muero de sueño pero mi mente no deja de pensar.
—¿Quieres hablar de ello?
Asiento, hablar me ayuda demasiado aso que siempre lo hago. Con Lucien me paso horas hablando de mis pesadillas, él me conoce más que nadie y creo que por eso soy más cercana a él, aunque con Sage me he quedado hasta las seis de la mañana hablando de los juegos en lugar de mis pesadillas que casi siempre son una realidad alterada de ello.
—¿Puedo preguntarte algo?— inquiero, sin despegar la mirada del televisor.
Sé que él me observa cuando responde: —Sí.
—¿Hay algo que lamentes de los Juegos?
La pregunta no está tan bien formulada como para ser respondida pero Peeta parece entenderme. Mi mente quiere decir la verdad sobre aquello pero espero a que el hable primero.
—Sí— dice.
Lo miro al fin —¿Qué es?
—No haberlos detenido antes.
¿Cómo lo haría? Nadie podría.
—¿Y tu? ¿Lamentas algo?
Asiento, aunque por un momento siento que mi respuesta no será tan valiente como la de Peeta, decido decirla porque necesito la opinión de alguien.
—Los demás tributos— empiezo —Aunque casi todos amenazaron con matarnos, creo... que no merecían eso. ¿Tiene sentido eso?
Busco respuesta en sus ojos, pero el simplemente se encoge de hombros.
—Lo tiene, sí, es compasión— asiente —Es algo humano.
—Es que... aveces pienso en todos ellos, Peeta— confieso —Ellos tenían planes, me pregunto que hubiera pasado si ellos hubieran ganado en mi lugar.
—Tal vez... todo sería distinto— admite —Pero no podemos saberlo, nosotros estamos aquí y estamos aquí por una razón, tal vez así debía ser.
Me lo dice más como un regaño, porque sabe que desde que salí de la arena, me he lamentado mil veces haber sido yo quien sobrevivió.
Cuando Peeta extiende sus brazos voy directa a ellos, me siento segura cuando me abraza, me hace sentir bien. Le abrazo con fuerza el cuello, escondiendo mi rostro sobre su pecho, mientras lo escucho respirar. Pienso en lo que hará sin mí cuando gane el Vasallaje, en lo que será su vida con alguien más a su lado que lo quiera tanto como yo, que un día, él pueda tener una familia, su propia panadería en el distrito doce junto a la mujer a la que ame después de mi.
Pienso en eso, me aferro a ello y doy por sentada mi decisión de morir.
La llegada del ayudante del Capitolio con el té es lo que nos separa y lo que me saca de mi transe.
—He traído una taza de más —dice.
—Muchas gracias —respondo, con una leve sonrisa.
—Y he añadido un poquito de azúcar aparte, para que esté más dulce. Y un pellizco de especias —añade.
El ayudante nos mira a ambos, como si quisiese decir algo, pero en cambio sacude la cabeza y sale de la habitación.
Frunzo un poco el ceño —¿Qué le pasa?
—Creo que se siente mal por nosotros— dice Peeta.
—Ya veo— respondo.
—Lo digo en serio. No creo que la gente del Capitolio esté muy contenta con la idea de que volvamos. Ni con que vuelvan los demás vencedores. Se encariñan con sus campeones.
Encojo mis hombros —Se les va a olvidar cuando suene el primer cañón— tomo mi taza —¿Estás viendo otra vez las cintas?
—La verdad es que no. Sólo voy pasándolas a saltos para ver las distintas técnicas de combate de cada uno.
Tomo mi mejilla con delicadeza —¿Y quién sigue?
—Elige tu— me pide, pasándome la caja con cintas.
Cada cinta está marcada con nombre del vencedor y el año en el que jugó. Veo el nombre "Sage Evermore" pero no estoy segura de si quiero ver eso, así que pasó el siguiente hasta llegar al segundo Vasallaje de los Veinticinco.
Se la muestro a Peeta y el lee el nombre del vencedor: Haymitch Abernathy.
—No sabía que venía la de Haymitch.
Asiente —Yo sí, pero sabía que Haymitch no quería verla, igual que nosotros no queríamos revivir nuestros juegos. Como estamos todos en el mismo equipo, me pareció que no importaba mucho.
—¿Está aquí la persona que ganó en el veinticinco?
—Creo que no. Fuera quien fuese, debe de haber muerto, y Effie sólo me envió los vencedores a los que podríamos tener que enfrentarnos— Peeta toma la cinta entre sus manos, parece dudoso así que bebo de mi té —¿Crees que deberíamos verla?
—Es el único Vasallaje que tenemos— encojo mis hombros —Quizá descubramos algo importante sobre cómo funcionan.
—De acuerdo— acepta él.
Mete la cinta y me acurruco junto a él en el sofá, por pura inercia me envuelve en sus brazos, lo cual me da más comodidad.
"Quincuagésimos Juegos del Hambre." Aparece en una pantalla totalmente oscura. Después suena el himno y aparece el presidente Snow más joven sacando el sobre del segundo Vasallaje.
En honor al Vasallaje de los Veinticinco, habrá el doble de tributos de lo normal. Los gritos de la multitud me recuerdan a cuando anunció que los vencedores volverían a la arena. Entonces muestran la cosecha del distrito doce, me perturba el número de chicos que han nombrado desde el distrito uno al doce, aunque del uno no reconozco a nadie.
Cuando anuncian a las damas del distrito doce, me parece ver una mujer un poco parecida a una cara conocida: Katniss.
Mi instinto me dice que tienen algo de relación, así que pregunto: —¿Es la madre de Katniss?
Peeta analiza unos segundos la imagen y asiente —Sí, es ella.
Alzó ambas cejas, bastante asombrada por la relación entre la familia de Katniss. Haymitch es el último en ser mencionado durante la cosecha, se ve joven y fuerte, es difícil reconocerlo a la primera.
—¿Imaginas que él haya matado a la amiga de la madre de Katniss?— me pregunto en voz alta.
Sin embargo, Peeta niega —Son cuarenta tributos, dudo que eso sea posible, son demasiados.
Asiento, aunque la idea me carcome la mente. Rápidamente aparece la ceremonia de apertura, luego las entrevistas, en lo cual no hay mucho descatable más que la entrevista de Haymitch.
Donde Caesar lo entrevista con su cabello y párpados color verde oscuro, se basa maso menos en esto:
—Bueno, Haymitch, ¿qué te parece que los juegos tengan un cien por cien más de competidores de lo normal?— le pregunta Caesar.
Haymitch niega, encogiendose de hombros con aire despreocupado —No veo la diferencia, seguirán siendo estúpidos al cien por cien, como siempre, así que supongo que las oportunidades vienen a ser las mismas.
El público ríe, Haymitch forma una media sonrisa de arrogancia e indiferencia, casi me recuerda a los profesionales en el distrito uno, dos o quizá el cuatro.
—Y dicen que nosotros— murmuró en broma.
La imagen cambia y ahora se basa en la mañana de los juegos. Aunque el punto de vista está pasado en varios tributos, el paisaje es hermoso, con la Cornucopia en el centro como de costumbre, esta rodeada de un prado verde con hermosas flores y con un cielo azul celeste, lleno de nubes blancas.
Desde la distancia escucho los pájaros cantores, como si estuviese yo ahí con esos cuarenta tributos. Muchos de ellos se ven bastantes distraídos por el paisaje, así que cuando suena el gong, la mayoría sigue embobada en las flores o en las nubes blancas y esponjosas.
Sin embargo, Haymitch no, él corre y llega rápidamente a la Cornucopia, toma todas las armas que puede y una mochila de suministros. Después corre al bosque lo más rápido que le es posible.
Dieciocho tributos mueren en el baño de sangre del primer día. Conforme los días empiezan a morir otros, y queda claro que casi todo lo que hay en ese lugar es venenoso y muy engañoso si no te paras a analizar lo que tomas unos segundos.
Hay una gran manada de profesionales y apesar de eso, Haymitch se ve en sus propios problemas encerrado en el bosque, hay demasiados mutos dentro, desde ardillas que resultan ser animales carnívoros, hasta mariposas que pican y transmiten un horrible dolor, en lugar de la muerte. Él avanza, dejando una lejana montaña de espaldas.
La rubia llamada Maysilee que viene también del distrito doce y que hasta ahora ha sido una de las sobrevivientes, se ve bien armada de recursos. Ella se encuentra con Haymitch, cargando una cerbatana asesina llena de veneno, que dispara al tercer profesional al que Haymitch se enfrenta en ese momento y que esta apunto de rebanarle el cuello de no ser por Maysilee.
—Viviremos más si nos unimos— dice ella, cuando sale del bosque.
—Supongo que ya lo has demostrado —responde Haymitch, restregándose el cuello—. ¿Aliados?
Maysilee asiente, ambos hacen su alianza. Les va mejor juntos, por un momento encuentro cierto parecido entre Peeta y yo durante la arena, pues les va mucho mejor juntos, comen más y duermen más, luchan y ganan.
Lo único que rompe su alianza es el hecho de que Haymitch siga insistiendo en avanzar.
—¿Por qué? —le pregunta Maysilee una y otra vez.
—Porque tiene que acabar en alguna parte, ¿no? —responde él—. La arena no puede durar para siempre.
—¿Qué esperas encontrar?
—No lo sé, quizá algo que podamos usar.
Cuando por fin atraviesan el arbusto de aspecto imposible utilizando el soplete de uno de los profesionales muertos, se encuentran en una tierra llana y seca que lleva a un barranco y abajo sólo se ven picos de rocas, solo eso.
—Esto es todo lo que hay, Haymitch, volvamos— le pide Maysilee.
—No, me quedo aquí.
—De acuerdo, sólo quedamos cinco. Será mejor que nos despidamos ahora, de todos modos. No quiero que seamos
los dos últimos.
No me toma por sorpresa, supongo que es algo que pasa en la mayoría de los Juegos. Las alianzas no duran para siempre.
—Vale— le responde él.
Ella se aleja y Haymitch recorre el borde del barranco, en busca de algo que aún intento encontrar yo también.
Con su pie desprende un pedazo de suelo que cae al abismo y desaparece para siempre o eso creo, porque cuando Haymitch se sienta a descansar, el pedazo vuelve a aparecer y cae detrás de él. Lo mira, asombrado y su rostro se ilumina como si acabase de resolver todas sus dudas.
Se levanta y tira una roca, espera y pasa lo que me imagino: la roca vuelve volando hasta su mano. Entonces se escuchan los gritos de Maysilee y me sobresalto, espero a que Haymitch corra en su ayuda pero la alianza ha terminado, solamente corre a buscarla y llega a tiempo para ver como el último pájaro de una bandada rosa le atraviesa el cuello a Maysilee.
Él sostiene su mano mientras ella muere. Los Juegos tan solo dejan a una chica del Distrito uno y a Haymitch para terminar, es una buena competencia para Haymitch ya que es igual de rápida e igual de fuerte. Cuando ocurre su enfrentamiento, hay sangre y las cosas suceden demasiado rápido y muy horribles. Ambos están heridos a morir, a Haymitch se le salen los intestinos del estómago y ella lo sigue con un hacha, y sin un ojo.
Haymitch va derecho a su barranco y, justo cuando llega al borde, ella lanza el hacha. Él se deja caer en el suelo, y el arma sale volando hacia el abismo, el hacha vuelve y todo termina para ella porque le da directo en la cabeza.
Suena el cañón y anuncian vencedor a Haymitch cuando se llevan el cuerpo de la chica. Peeta quita la cinta porque ya es demasiado para ambos, me quedo perpleja sobre mi asiento, incapaz de hablar y de beber.
—Ese campo de fuerza al fondo del barranco era como el del techo del Centro de Entrenamiento. El que te devolvía arriba si intentabas saltar para suicidarte. Haymitch encontró la forma de convertirlo en un arma— dice Peeta.
Relamo mis labios antes de responder —Que él lo averiguara los hizo parecer estúpidos, es casi tan malo como sacar unas bayas.
—Casi tan malo, pero no del todo —comenta Haymitch detrás de nosotros.
Me vuelvo con rapidez hacia él, temiendo a que se enfurezca por haber visto su cinta. Sin embargo, él sonríe antes de darle un buen trago a la botella de vino.
—Lo lamento— le digo a Haymitch —No pretendíamos husmear en tu cinta, Haymitch.
Él niega —Es mejor conocer a tus compañeros que a tus competidores, ¿no lo crees?
Miro a Peeta y él a mi, pero ninguno responde. Entonces comienzo a creer que él puede ser capaz de todo, siento que ahora lo conozco mejor que antes.
Tengo miedo, estoy asustada, pero sé que Peeta estará en buenas manos con Haymitch a su lado, que no tengo mucho de que preocuparme porque él mira a peeta como un hijo o eso creo, después de todo, no se habría esforzado en ayudarlo en los primeros juegos formando una alianza si sabía que yo arriesgaría todo por él.
Porque lo haría, lo hago, arriesgo todo por Peeta.
Cuando llegamos al edificio, Haymitch se encarga de que nos asignen un departamento juntos a Peeta y a mi, de modo que ahora vivimos en uno mismo junto a Katniss y él. Ni siquiera sé si eso es legal o justo pero no me importa porque tengo a Peeta conmigo.
Durante mi sesión con Meridia y Raden, estos no paran de hablar sobre cualquier otra cosa menos el vasallaje. Supongo que me quieren tanto que les es difícil enfrentar la idea de verme morir, aunque son pocas sus esperanzas en mi, eso me molesta un poco porque no dejan de torpezar cada vez que algo les recuerda que moriré.
—Siempre ame este color en ti— dice Raden, cuando esta colocando maquillaje oscuro sobre mi párpado —Y el plateado, son lo más lindo.
Forma una línea en sus labios, tratando de no llorar.
—De acuerdo, eso es suficiente— dice Meridia.
Me levanto de la silla y Raden me despide con un ligero beso en la mejilla.
—Adiós, querida, te veremos en las otras sesiones, aún quedan muchas, ¿no es así?
Asiento con una sonrisa, tratando de lucir comprensible —Aún quedan demasiadas.
Meridia imita su acción —Mucha suerte hoy, te estaremos viendo desde televisión.
—Gracias.
Ambos se van y yo me quedo esperando a Kenna, que por cierto, nunca aparece. Salgo de la habitación y me cruzó con Katniss en el mismo estado que yo, en la cocina, junto a sus dos estilistas echando lágrimas.
Ella me mira y articula con sus labios —Ayúdame.
Sonrío, tratando de no reírme. Un hombre aparece en el departamento, es el estilista de Katniss, Cinna, supongo. Aquel hombre ahuyenta a los estilistas y eso provoca un alivio en la chica.
Estoy apunto de hablar la boca para hacer un chiste, pero ella se adelanta diciendo: —Les juro que si lloran los mato ahora mismo.
Río aún más.
—¿Te han mojado mucho? —le pregunta Cinna, sonriendo.
—Si me escurres, chorreo —contesta.
—Es una tortura— concuerdo —¿De casualidad saben dónde se ha metido Kenna?
—La vi en la estancia, esta por venir— me responde Cinna.
Le sonrío —Gracias, los dejaré solos.
Dicho eso, me doy media vuelta y voy directo a la sala. Me quedo sentada en mi habitación, con le vestido negro sobre mi, largo hasta los tobillos y con un escote línean que no lo sostiene nada.
Es sencillo pero muy elegante, además de que el peinado le da cierto volumen porque al parecer ahora Kenna se ha olvidado de los rizos y me han planchado todo el cabello.
Comienza a hacerse tarde, así que supongo debo bajar. Estoy poniéndome de pie cuando la puerta se abre y kenna aparece junto a mis tacones y un último arreglo para mi vestimenta.
—Lo siento, me distraje un poco— me dice —Cinna me dijo que estabas buscándome.
Asiento —Sí, creí que ya no vendrías.
Niega —Solo tenía que arreglar unos asuntos, pero ya estoy aquí ¡Mírate! Te ves hermosa con el diseño que preparamos.
Sonrío de lado a lado como una niña pequeña, me siento especial por un momento y ella se acerca a ayudarme. Me coloca los tacones sobre el suelo y toma mis manos para que pueda subir en ellos, entonces coloca el segundo gancho con la manda oscura sobre la cama y saca un montón de joyas plateadas.
No entiendo lo que es, no encuentro su forma hasta que me lo pone por la cabeza. Me queda como una serie de collares de joyas brillantes, casi como una bufanda que llega hasta los hombros y va subiendo hasta lo más pequeño de mi cuello.
—¿Cómo lo sientes?— pregunta.
Yo intento moverme, es tan lindo que no me importa si me quedo atorada y me ahogo antes de bajar del ascensor. Lo acepto y ella me sonríe.
—Solo lo llevaras unos momentos, así que no te preocupes mucho— me dice.
Niego —No lo hago, creo que me lo puedo quedar hasta que llegue a la arena.
Ríe —Me imagine que te gustaría.
Ella me pide que baje primero, que espere a los demás abajo en los carruajes y obedezco. Bajo del ascensor en cuestión de segundos y ahora estoy rodeada de algunos vencedores que me echan miradas curiosas.
Camino hasta el carruaje que nos llevará en el recorrido y puedo ver mi atemorizante traje, lo cual hace que me asuste un poco. No soy yo, no parezco la misma del año pasado, ni siquiera me acerco un poco.
De pasar a vestidos rosas, rizos y maquillaje brilloso pase a este vestido negro, el cabello liso y el maquillaje oscuro, totalmente apagado.
—Amanda— escucho detrás de mi, aunque me sorprende porque no es la voz masculina de Peeta, ni la de Sage.
Cuando me vuelvo, tengo frente a mi a Finnick Odair, vencedor del distrito cuatro que ganó hace unos años, según dijo Sage cuando vimos las cintas.
—Hola, Finnick— le saludo, como si fueramos amigos de años.
—¿Quieres un azucarillo? —pregunta, ofreciéndome la mano, que está llena de ellos. Aunque me quedó plasmada por la poca distancia que hay entre ambos—. Se supone que son para los caballos, pero ¿a quién le importa? Tienen muchos años para comer azúcar, mientras que tú y yo... bueno, si vemos algo dulce, lo mejor es aprovecharlo.
Intento alejarme, pero no hay escapatoria. Me tiene acorralada entre él y el carruaje.
Finnick es de los vencedores más jóvenes, creo que tiene veinte y algo de años. Sage lo conoce y han sido amigos algunos años pero jamás lo he oído hablar demasiado de él, ni de su gran fanatismo por coquetear con cualquier cosa que se mueva y se le ponga enfrente.
Aunque, ¿Quién puede juzgarlo? Teniendo su cuerpo atlético, lo marrón metálico que es su cabello ¡Hace que me duelan los ojos! Y sus increíbles ojos que todos describen como magníficos. Durante sus juegos él tuvo todo, siendo un profesional, ya sabía algo de pelea, sin mencionar el tridente que se le fue enviado y con el que terminó de matar a todos sus competidores.
—No, gracias— intento sonreír para parecer gentil, pero no funciona —. Aunque sí me podrías prestar tu traje alguna vez.
Está envuelto en una red dorada con un estratégico nudo en la entrepierna para que no se diga que va técnicamente desnudo.
—Me estás matando de miedo con ese atuendo. ¿Qué ha pasado con tus
preciosos vestidos de niñita? —me pregunta, humedeciéndose los labios
un poco con la lengua.
Bingo.
—Ya no me quedan.
Finnick toma una serie de joyas que cuelgan de mi, las acaricia un poco entre sus dedos.
—Es una lástima lo del Vasallaje— menciona —Podrías haber triunfado como nadie en el Capitolio: joyas, dinero, lo que hubieses querido.
—Tengo joyas de sobra y no necesito tanto dinero— respondo, entonces humedezco mis labios, así como él —¿En qué gastas el tuyo, Finnick?
Aquello lo hace reír, porque sabe que lo hago para burlarme.
—Bueno, llevo muchos años sin vivir de algo tan ordinario como el dinero— dice como si nada.
—Entonces ¿cómo pagan por el placer de tu compañía?
—Con secretos —responde en voz baja. Se acerca tanto que sus labios casi tocan los míos—. ¿Y tú, princesita? ¿Tienes algún secreto que merezca mi tiempo?
Ni siquiera alejarme funciona, trago en seco lo último en saliva que tengo y me mantengo lo bastante firme para seguir respondiendo.
—No, soy un libro abierto— digo —. Todos parecen conocer mis secretos antes que yo misma.
—Por desgracia, creo que es cierto —responde él, sonriendo. Entonces mira a un lado—. Ya viene Peeta. Siento que tuvieran que cancelar su boda, sé lo muchísimo que debes sentirlo.
Se mete otro azucarillo en la boca y se aleja tranquilamente.
—Peeta— le saluda de forma cortés.
—Hola, Finnick.
Peeta aparece frente a mi en lugar de Finnick. Lleva un traje oscuro, muy diferente al mio.
—¿Qué quería Finnick Odair? —me pregunta.
Acerco mis labios a los de Peeta, dejando caer los párpados para imitar a Finnick y susurrar: —Me ha ofrecido azúcar y quería saber todos mis secretos.
—Puaj, ¿de verdad? —pregunta Peeta, entre risas.
Rio —De verdad, ha sido muy raro.
Peeta me toma de la cintura, de modo que pasó mis brazos sobre sus hombros antes de dejar un cálido beso sobre sus labios que me calman los nervios.
Permanezco un segundo cuando nos separamos, y sacudo mi cabeza y cuerpo, algo perturbada por lo que acaba de pasar con Finnick.
—Te contaré el resto cuando deje de sentir escalofríos.
—¿Crees que habríamos acabado así si sólo hubiese ganado uno de nosotros? —pregunta, mirando a los demás vencedores—. ¿Como una parte más de la feria de los monstruos?
—Claro que sí, yo habría terminado como loca por las joyas, viene de familia— formo una mueca —Aunque creo que tu habrías enloquecido.
—Oh, ¿y por qué yo? —pregunta, sonriendo.
—Porque ellos te habrían atraído hacia ellos, tienes una necesidad por apreciar la belleza así que te atraerían al Capitolio y estarías completamente perdido
—Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad —señala
Peeta—. Salvo quizá en lo que respecta a ti.
Sonrío un poco, pero no puedo responderle ya que la música de entrada empieza a sonar y las puertas empiezan a abrirse.
—Te veré al final del recorrido— le digo a Peeta.
—Al final— susurra, antes de besar mis labios una última vez e irse hasta el carruaje del distrito doce.
Sage aparece junto a Kenna, él lleva un traje muy similar al mío solo que esta usando una clase de falda color negro, con un montón de joyas por encima de su cuerpo sin camiseta.
—¿Estás lista?— inquiere.
Asiento —Sí, hora del show.
Se sube mientras Kenna me acomoda el vestido y después de ayuda a subir, miro a la castaña unos segundos y ella nos sonríe.
—Buena suerte— nos dice, entonces los carros empiezan a avanzar.
Hago los hombros hacia atrás, miro a Sage unos segundos y él a mi.
—No vas a sonreír, ¿verdad?
Niego como respuesta —No.
—De acuerdo, sin sonreír entonces.
Él imita mi acción, hace los hombros hacia atrás y mantiene una expresión de seriedad. Las personas gritan en cuanto nosotros entramos al recorrido, puedo ver nuestras joyas brillar por el sol, como si fueramos dos par de diamantes andando.
Yo miro al resto sin sonreír, como si esto no me importara, como si fuese superior a toda la certidumbre que vive en el Capitolio y grita por mi atención o que exige que tome las flores que me lanzan. Mientras los demás vencedores saludan y piden que les presten atención, yo estoy clavando la mirada en el presidente.
Él nos mira, tanto a Sage como a mí y su sonrisa triunfadora me hace enfurecer y mantener mi mirada penetrante en él cuando estamos por delante de sus narices. Cuando lo estoy perdiendo de vista, ruedo los ojos para que él lo vea y todos los Vigilantes detrás de él.
Quiero que sepan lo enfurecida que estoy por su idea del Vasallaje, por su idea de los Juegos y por absolutamente todo.
Los carros se detienen en el centro de la ciudad, Brutus y Enobaria, del distrito dos, saludan a Sage con la simple mirada de superioridad, pero no me vuelvo, porque estoy ocupada fingiendo que no existen.
—Bienvenidos, bienvenidos tributos— el presidente Snow nos mira a todos y la gente grita aún más —Celebramos su coraje y su sacrificio, y les deseamos Felices Juegos del Hambre y que la suerte esté siempre de su lado.
El carro avanza una vez más, pero en esta ocasión para alejarnos. Me sostengo del mismo, mantengo la misma expresión y finalmente llegamos.
—Eso estuvo bien— me dice Kenna.
—Gracias, Kenna— le sonrió un poco.
Se vuelve a mi hermano y luego a mi —Amanda, ¿te importaría si llevo primero a Sage? Necesitamos hablar sobre unos asuntos.
Mi ceño se frunce, comienzo a creer que es por lo del Vasallaje, así que lo dejo.
—Sí, seguro, esperaré a Peeta y a los demás.
Ella me sonríe en agradecimiento —Gracias, linda.
Toma a mi hermano del brazo y ambos se desaparecen por el elevador que va hasta el edificio.
Me vuelvo cuando el carro del distrito doce llega finalizando la fila. Katniss y Peeta se aparecen pero no me acerco hasta que sus estilistas apagan el fuego que llegan en sus trajes.
Los tres nos acercamos a Haymitch, quien nos habla con un ademán. Esta junto a los vencedores del distrito once, me parece.
—¿Son del once?— inquiero a ambos chicos.
Katniss asiente —Sí, Chaff y Seeder.
Inmediatamente pienso en Rue y Thresh, en sus familias y el desastre que ocasione en su distrito, así que sin pensármelo dos veces voy con ellos.
Chaff es un hombre alto, de piel oscura y con un muñón en uno de sus brazos. Mientras que la mujer, Seeder, es de cabello negro y liso, un poco más chaparrita en comparación de Chaff, ninguno parece haber tocado las drogas o el alcohol y son bastante mayores.
Seeder me da un ligero abrazo que me sorprende, la mayoría de los distritos odia a los profesionales por el simple hecho de ganar casi siempre. Pero, Seeder me trata diferente, en lugar de recibir una abofetada, recibo un cálido abrazo de su parte y, supongo que es por las familias de Rue y Thresh.
Tomo una gran bocanada de aire porque no puedo controlarme, porque todo lo que hago es un paso al desastre.
—¿Las familias...?
—Están vivas— dice, antes de que pueda completar mi frase.
Aquello me da un tremendo alivio en todo el cuerpo. Me separo de ella para que salude a los chicos que me acompañan y me vuelvo a Chaff, quien me rodea con su brazo bueno y en cuestión de un segundo, toma mi cabeza y me da un gran beso en la boca.
Me sobresalto y me separo tan rápido como puedo, mientras Haymitch se parte en carcajadas y yo me encargo de mirar a Peeta sin entender nada de lo que acaba de pasar.
Las palabras no salen de mi boca, estoy aturdida y no sólo por ese beso inesperado, si no porque las familias de Rue y Thresh están vivas y bien, espero. Los ayudantes del Capitolio nos dirigen al ascensor para empezar a despejar el pasillo, dejando a Haymitch atrás, tomó la mano de Peeta cuando me la ofrece y los tres nos dirigimos al ascensor.
Cuando esperamos el ascensor, una chica se cuela a lado de Katniss y empieza a quitarse el tocado de ramas con hojas que lleva en la cabeza y simplemente lo tira al suelo.
—¿No les parece un traje horrible?— dice, agitandose el cabello —Mi estilista es la persona más idiota del Capitolio. Nuestros tributos llevan siendo árboles cuarenta años seguidos por su culpa. Ojalá me hubiese tocado Cinna— le echa una mirada a Katniss y luego a mi vestido con joyas —O Kenna. Ambas están estupendas.
Miro a Katniss y ella a mi, ambas estamos sin palabra alguna, a ninguna se le debe dar bien este tipo de conversaciones, así que intento buscar algo para responder.
—Gracias— respondo por ambas —Yo... le ayudo a Kenna a elegir mis trajes.
—Lo he visto, en tu gira. ¿Sabes ese modelo sin tirantes que llevaste en el Distrito dos, el azul intenso con diamantes? Era tan fantástico que me habría gustado meter la mano en la pantalla y arrancártelo de la espalda.
—Gracias— repito, aunque es más una pregunta que respuesta.
¿Por qué se tarda tanto el ascensor?
El ascensor llega pero la chica ya se ha bajado la cremallera del traje de árbol y se lo ha quitado por completo, quedándose sin prenda alguna, a excepción de sus zapatillas.
Tardo unos segundos pero la reconozco, es la tributo vencedora del distrito siete mejor conocida como Johanna Mason.
—Así está mejor —comenta.
Se sube al ascensor después de mí porque literalmente empujo a Peeta adentro. Sin embargo, es inútil, Johanna se pasa todo el camino hasta la séptima planta hablando con Peeta sobre cuadros.
Le doy una mala mirada al chico todo el viaje, no puedo soportar la idea de que tenga a una desconocida totalmente desnuda de frente y él ni siquiera se molesta en ocultar su sonrisa. Cuando el ascensor se detiene, Peeta se vuelve a mi y borra su sonrisa cuando ve la mirada que le estoy clavando en la cara.
Alzó ambas cejas y él no parece entenderlo. Mira a Katniss en busca de ayuda, pero ella no dice nada, evita la mirada de Peeta y entonces el chico vuelve a mi.
—¿Qué?— me pregunta.
El ascensor se detiene en la décima planta y soy la primera en salir, apenas caminamos unos pasos, dejando atrás a Katniss, cuando Peeta sigue llamándome y yo no puedo detenerme más.
Cuando me vuelvo, se queda quieto en su lugar y luego... se echa a reír.
¿Qué le pasa? Un segundo más y le rompo el brazo.
—¿De qué te ríes?— le atacó.
—Eres tú, Amanda, ¿no te das cuenta?
Frunzo el ceño —¿Soy yo el qué?
—La razón por la que actúan así. Finnick con los azucarillos, Chaff con el beso y todo el numerito de Johanna desnudándose. —Intenta ponerse más serio, aunque sin éxito—. Juegan contigo porque eres muy... ya sabes.
—No, no lo sé.
—Es que... eres algo... inocente.
—No, se ríen de mí— niego.
—No— afirma Peeta, sacudiendo la cabeza, pero todavía está tratando de no echarse a reir.
Aquello por alguna razón me parte el corazón, hace que el enojo vuele alto de mi cuerpo y simplemente formé una línea de tristeza en mis labios.
Peeta nota eso, así que borra todo rastro de diversión y se pone serio.
—¿Amanda?— se pregunta, pero me doy media vuelta y me voy corriendo hasta mi habitación.
Me quedo ahí durante la cena, no puedo explicar lo que acaba de pasar porque ni yo lo sé. Ellos se burlan de mi, tratan de ponerme a prueba y odio que hagan eso, ¿cómo debo responder? Seguro que poniéndome sentimental no es una respuesta.
Pero los juegos y la idea de morir me vuelven loca, hacen que mi cabeza sea un desastre.
━━━━ ⋆ AUTHOR'S NOTE: OK PERO HABLEMOS DEL HECHO DE QUE SACARAN NUEVO LIBRO Y NUEVA PELÍCULA BAIIIIII Y lo mejor es que saldrá en Marzo, algunos días antes de mi cumpleaños así que SERÁ EL MEJOR REGALO DE CUMPLEAÑOS DEL MUNDO
Solo puedo decir que tengo una razón para vivir hasta el 2026 amoamo
En fin, espero les guste, recuerden votar y comentar plsss. ¿Alguna teoría de lo que está pasando entre Kenna y Sage últimamente? 👀
Solo sé que van a llorar 🏃♀️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro