
chapter twenty-nine. what will you do
𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄
⌇ ☾ ❪ chapter twenty-nine ❫ ೋ
۫ ₊˚ what will you do ˚₊ ۫ ۫
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«Comienza con lo más básico que sepas sobre ti» me digo a mi misma en aquella oscuridad, temblando y llorando desconsolada en la oscuridad del pasillo en el que he terminado, no lo entiendo, no se cómo llegue aquí «¿Cómo me llamo? Amanda Evermore, soy del distrito uno, tengo dos hermanos, participe en los Juegos del Hambre y sobreviví la primera... la primera vez, la segunda... en la segunda no lo salve, no salve a Peeta...»
Mi mente se queda en blanco, la ira me come lo cual me obliga a clavar mis uñas sobre mis muslos, soltando gruñidos de desesperación y soltando más lágrimas. Mi cuerpo no deja de temblar, no puedo calmar mi cabeza y dormir.
He huido alterada y llorando al despertar de aquel sueño en el que a Peeta muere a manos de Snow, la sonrisa de víbora aparece en mi cabeza otra vez. Luego, el cañón anunciando la muerte de Kenna frente a mi pero el que le dispara no es un agente de la paz, si no Snow.
—Señorita Evermore— escucho la voz de mi enfermera, lo cual me hace negar —Señorita Evermore, tiene que volver a la cama.
—Solo deme unos minutos— pido en un susurro —Por favor.
—Tiene que volver a la cama y dormir, no está permitido que este aquí.
Otra vez, la ira.
—¡Deme unos minutos, tuve una maldita pesadilla!
—Podemos hacerla dormir, señorita Evermore.
Vuelvo a negar, no quiero sus drogas que lo único que ocasionan es hacer que nunca despierte de esas pesadillas por más que me esfuerce, lo cual las hace más largas y más terroríficas.
Cuando puedo reaccionar, escucho los pasos de los guardias, lo cual me hace negar en rendición.
—Por favor, solo quiero unos minutos— sollozo, mientras el guardia toma de mi brazo y de pronto, en mi cabeza, se vuelve un agente de la paz —¡No me toque! ¡usted no sabe quién soy!
Pero ignora mis delirios y mi esfuerzo en soltarme, me toma de ambos brazos con ayuda de otro guardia, el cual empujo con mis pies para que me suelte pero es inútil. No puedo pensar en pelear como antes, solo le doy un zarpazo en su mejilla, tan fuerte que solo veo la sangre salir de su piel antes de que me arrastren por el pasillo a gritos.
—¡Déjeme en paz! ¡solo quiero estar sola, déjame sola!— exclamo a la enfermera, quien viene con una jeringa —Por favor, no, sólo quiero cinco minutos y volveré a la cama, lo juro, pero déjeme estar sola.
—Lo siento, señorita Evermore, tengo órdenes de llevármela a su cama, no puede estar aquí.
Formo una pequeña mueca, cerrando los ojos cuando siento el piquete y entonces todo, todo se desvanecía frente a mis ojos.
Despierto a las horas, no sé cuantas han pasado pero el cansancio apagó mi cabeza y cuando abro los ojos estoy de vuelta en mi habitación del hospital del distrito trece. El silencio inunda mis oídos que se van aclarando, el único sonido es el sonido de mis signos vitales.
Cuando intento moverme noto las vendas que atan mis manos a la cama y cubren mis puños, haciendo como si tuviese dos guantes de box gigantes rodeando mis dedos y por ende, mis uñas. Me quedo quieta en mi lugar, intentando averiguar qué hora es, por el ruido debe ser la hora del desayuno o comida.
Acerté y lo sé cuando Lucien se aparece en la puerta con una bandeja de comida que siempre trae en el desayuno, lo cual me hace mirarlo y él, al notar las vendas, se gira a mi enfermera.
—¿Por qué tiene esas vendas?— cuestiona con un tono de voz varonil, muy serio.
La enfermera, quien lleva un rasguño bajo su ojo que le he hecho anteriormente, se toma la cara con delicadeza.
—Rasguño a un guardia esta madrugada— comenta ella —Es un peligro para todos.
—¿Tiene idea del trauma que vivió? Porque parece que no, así que quitele eso ahora.
—Son ordenes de su doctor, yo no puedo hacer nada.
—¿Ah, si? ¿Según quien? Yo me arreglaré con su doctor y le hablaré sobre usted también.— me señala.
—Tiene rasguños sobre sus muslos, si lo hago solo se afectará a si misma.
Eso no parece sorprenderle a mi hermano en aquel momento, pues se mantiene firme sobre su lugar, en silencio y enojado.
—Quitele eso. Ahora.
La enfermera se queda sobre su lugar, dudando un largo tiempo que me parece muy eterno pero finalmente avanza. Me mira con miedo y quita las vendas lo más rápido que puede pero no me muevo, solo la observo tratando de decirle con la mirada lo siento.
La mujer sale y me deja sola con Lucien, quien deja la bandeja sobre la mesa y suspira con cansancio.
—Trata de alejar tus manos de los enfermeros y guardias, ¿De acuerdo? Ya es el cuarto esta semana, no eres un gato, no puedes estar rasguñando a todos los que te molestan.
—No quiero que me sigan drogando— respondo, hasta a mi me sorprende seguir teniendo voz.
—Las drogas calman tu dolor, pero si no las quieres entonces pediré que te las quiten— mira la bandeja —Es hora de desayunar, hablaremos más tarde sobre eso.
Miro el platillo con la comida, un preciado filete de no se que animal, acompañado de frijoles y un vaso de agua. No es para nada apetitoso o al menos no para mi, así que me quedo sobre mi lugar y miro la cara de mi hermano.
–No tengo hambre— menciono, después de unos minutos.
—No te pregunte— regaña, se encamina hasta mi y con el botón mueve la camilla hasta sentarme en una buena posición —Dije, es hora de la comida.
Lucien se encarga de preparar lo demás, deja la servilleta sobre mi pecho, revuelve la comida y coloca la cuchara frente a mis ojos pero, no como, quizá porque no tengo fuerzas para masticar y tragar o simplemente porque mi plan para morir es matarme de hambre hasta quedar lo más débil posible y nadie pudiese rescatarme.
Sin embargo, Lucien se ve demasiado decidido a rescatarme, en traerme de vuelta, cosa que ni yo puedo hacer.
—Sé que es difícil para ti— empieza y se que se viene un gran discurso —Pero tienes que hacer esto, tienes que sobrevivir.
Niego —Estoy cansada.
Se sienta frente a mi —No, no, tienes una vida por delante.
—¡No la quiero!— sollozo —No sin él, no quiero esta vida si se que él…
«¿Por qué no yo? ¿Por qué el Capitolio no me tomo a mi?»
—¿Por qué… no fui… yo?— hago pausas en cada oración, con la mirada fija en mi hermano, su cabello castaño y su barba han crecido más que antes, pero aún sigo reconociendo cuando está molesto conmigo, como ahora.
Estoy destruida y el lo sabe pero no quiere aceptarlo, quiere rescatarme, como ya mencione.
La mitad de mi tiempo en el distrito trece es ver a la nada junto a mi hermano Lucien, él es al único que dejo entrar porque no quiero ver el rostro de nadie y mucho menos he visto a mi otro hermano, Sage, quién según escuché sigue también en recuperación. Katniss está al otro lado del pasillo pero no quiero molestarla con mi presencia, prefiero que pase tiempo con su familia.
Una joven de cabello rubio entra a mi habitación un día, tiene un traje de sanador, una trenza como las que suele usar katniss y se acerca a mi. Por un momento creo que es katniss.
—¿Qué haces?— le cuestionó, cuando veo que toma el medicamento que me es pasado por un tubo a mi vena.
—Solo reviso que esté todo el orden— explica, volviendo a su libreta —¿Cómo te sientes?
—¿Quién eres?— frunzo el ceño —Lo siento, es que… tu rostro me es familiar.
—Soy Prim, la hermana de Katniss, quizá por eso el parecido, aunque no somos muy parecidas según yo— me responde, ebozando una dulce sonrisa.
Sonrió un poco también —Hola, Soy Amanda.
Ella asiente —Lo se, ¿Cómo te sientes, Amanda?
—Un poco mejor, eso creo— suspiró —No me duele nada, no tengo fiebre y tampoco hay otros signos de infección.
Prim termina de apuntar todo en su libreta y me mira —¿Cómo sabes todo eso? ¿En el distrito uno les enseñan?
—No, eso fue lo que dijo Lucien antes de salir por comida.
Ella ríe un poco —Bueno, tenía razón, vas a estar bien— sonríe —Sigue así y quizá saldrás de aquí en unos días.
—¿Cómo está Katniss?
—Bien, le darán de alta mañana, dice que quiere huir del hospital lo más pronto que pueda.
Sonrió —Es algo que Katniss diría.
—¿Quieres que le diga algo por ti?
Niego —No, está bien, no quisiera molestarla.
—Bueno es que dice que está aburrida de estar todo el día encerrada— se encogió de hombros —Como sea, estás bien, una enfermera vendrá después a darte más medicamento.
Asiento un poco, viéndola irse.
Resulta que, completar un mes en el hospital no es tan difícil, especialmente cuando tienes comida gratis a tu habitación, agua caliente de vez en cuando y drogas gratis. He aprendido a vivir con ellas, aunque aún me despierto agitada.
—Adivina que— Lucien entra con ese uniforme feo y gris del distrito trece.
—No me digas, hoy darán sushi— bromeo, aquí jamás habrá sushi, eso es cosa del Capitolio.
Lucien frunce las cejas castañas claro —No, te van a dar de alta.
Aquello me sorprende, subo la mirada tan rápido que mi cuello da un espasmo doloroso.
—¿Qué?
Asiente —Sí, ya estás mejor y la doctora cree que si sigues con tus terapias ya no tendrás tantos episodios.
—Odio que los llames episodios— recriminó —No son episodios.
Con «episodios» se refiere a las crisis nerviosas y de ansiedad que me ocurren cuando pongo a mi cabeza a pensar de más. Lucien les dice así para no decir que me estoy volviendo completamente loca y odio que haga eso, es lo que es.
—Como sea— se sienta junto a mi —Ahora vamos a nuestro nuevo hogar, ¿Si?
—¿Hablas del rincon que te asignaron? No gracias, no quiero verle la cara a Sage— ruedo los ojos.
—Amanda— regaña.
—No, Lucien, no quiero verlo.
Lucien se levanta, se cruza de brazos y me contempla con una línea en sus labios. Siempre hace eso cuando busca una manera de reprender a alguien que lo contradice, lo cual pasa muy seguido.
—Somos hermanos— empiezo y bufo —No me bufes como un búfalo, Sadoine Evermore. Entiendo que estés enojada y quieras sacarle los ojos a Sage, pero es tu hermano, somos hermanos y la única familia que tenemos ahora mismo, no puedes estar enojada con él toda la vida.
—Te voy a demostrar que puedo— lo miro —Sage hizo una promesa y la rompió, me mintió en la cara y trato de poner la excusa más estúpida sobre eso— hago una pausa —No quiero verlo, no estoy lista.
Manotea al aire —Como quieras, de todos modos no puedes quedarte mucho tiempo aquí nada más, tienes que trabajar y la presidenta Coin quiere verte.
Frunzo el ceño —¿Quién?
—Ya la conocerás, dirige todo aquí y es la que ha dado órdenes para atenderte bien.
—¿A ella le agradezco el pudín de chocolate?
Niega, mientras busca mis cosas —No, eso es de alguien más.
Lucien empaca todas mis cosas, las cuales no son nada más que la perla que me regaló Peeta en la arena, su medallón y mi collar con el símbolo del águila. Estoy sentada sobre la cama mientras Lucien hace los últimos papeleos antes de que un hombre con el mismo uniforme, estatura alta y tez morena se aparezca en la puerta.
—Señorita Evermore— me saluda.
—¡Boggs!— llama mi hermano y yo me quedo en la cama, confundida —Llegaste antes.
—Lo se, lo lamento, entiendo que apenas te dieron de alta, pero la presidenta coin quiere verte— dice, a mi, no lo entiendo hasta que veo que me mira a mi.
Me levanto con lentitud.
—Estoy terminando esto pero vamos enseguida— dice Lucien.
Niego —No, está bien, yo iré— le digo —Te veré en el rincón, de todos modos no estoy haciendo nada.
Mi hermano asiente, así que sigo los pasos de boggs por los pasillos del hospital, donde evito mirar a las habitaciones. Boggs es más alto que yo a mi lado, más de lo que creo, así que me siento algo intimidada por él hasta que llegamos al elevador.
Las construcciones del distrito trece son enormes, más de lo que me llegó a imaginar, hay cubículos en la orillas de un círculo como estancia, el elevador es uno de ellos y tardamos muchísimo en llegar hasta el piso requerido. Encima de nosotros también hay más del distrito trece, como un cilindro largo y oscuro, pues solo lo iluminan un par de luces amarillas muy fuertes.
El elevador se detiene en el último piso, donde hay sobrevivientes del distrito doce y trece, todos caminan de un lado a otro con seguridad, yendo y viniendo de sus trabajos a los rincones como casas. Boggs tiene que tomarme del brazo para no perderme entre la multitud, ya que estoy muy ocupada observando todo.
Boggs abre la puerta y ambos nos adentramos a una clase de sala de conferencias azul, con una pantalla gigantesca.
—Señorita Evermore— escucho la voz de Plutarch Heavensbee, lo cual me paraliza —Presidenta Coin, déjeme presentarle a nuestra cara de la revolución.
La presidenta coin, una mujer de cabello castaño oscuro con canas, casi gris, me saluda de la mano, lo cual me deja algo aturdida.
—Es un verdadero placer, jovencita— me toma del brazo, como si intentará consolarme de una perdida —Debes saber, que eres totalmente bienvenida.
—Amanda— llama Plutarch, así que miro de él a la presidenta sucesivamente, una y otra vez.
—Hubiera querido darte más tiempo para recuperarte, Evermore, pero no podemos darnos ese lujo, siéntate por favor— me pide la presidenta.
Hago caso, me siento en la larga mesa color negro, aún sin pronunciar una palabra. Ahora tengo a Coin y Plutarch frente a mi.
—¿Estás consciente de lo que sucedió?— me pregunta la presidenta —Los actos, el hecho de que tú y Katniss se hayan unido solo propagó el fuego durante los juegos, prácticamente electrificaron a la nación.
«¿Por qué?» me pregunto «solo nos hicimos aliadas y yo hice tonterías, no entiendo que hay de “electrificar a la nación” en ello».
—Pensamos en qué si mantenemos el fuego, haremos que los distritos se enfrenten al Capitolio, si se desaprovecha esto, no habrá otra oportunidad en setenta y cinco años.
«el Capitolio» es lo único con lo que me quedo, en Peeta.
El foco de mi cabeza se enciende y automáticamente miro a Plutarch —¿Peeta aún está vivo?— suelto con voz entrecortada.
Plutarch mira —No tengo idea, y quisiera tenerla, pero no tengo manera de contactar a mis agentes en el Capitolio, lo siento, Amanda.
Bajo la mirada, decepcionada.
—Mira, Amanda, esto es lo que necesitamos que hagas— me dice Plutarch —Necesitamos que Katniss y tú den un mensaje a los distritos, deben decirles que están dispuestas a pelear en esta batalla y que siguen con vida, juntas, que su alianza encienda el fuego aún más, debemos lograr que todos los distritos se revelen contra el Capitolio. Así que haremos una serie de anuncios, de propaganda, yo les digo propos, sobre ustedes para poder avivar el fuego.
El enojo enciende mis mejillas, ellos no piensan en Peeta, en lo que hicieron, no piensan en nada más que la rebelión y aquello me hace sentir decepcionada y dolida. Quieren algo de mi, pero no pueden darme nada a cambio, de pronto entiendo la división de los distritos.
—Abandonaron a Peeta— murmuro, pero ellos me escuchan —Dejaron que muriera y ahora quieren que siga con esto…
—Amanda, entendemos que sea difícil y…
Golpeó la mesa para hacerlo callar y me levanto de la silla de un golpe —¡Peeta tenía que haber sobrevivido, ese era el plan!
—Señorita Evermore— reprende la presidenta coin, así que la miro —Esta revolución es para todo el mundo, es para todos nosotros y necesita una voz, sin usted, la señorita Everdeen no estará dispuesta.
—No haré esto sin Peeta— finalizó,
Dicho eso, salgo por dónde entre, dejando a ambos en aquella oscura sala.
Termino aceptando quedarme con Lucien en el compartimiento 309, que está a dos del de la familia de katniss. Cuando paso por ahí la veo vacía, Lucien me dijo que llevarían a Katniss al distrito doce por alguna razón.
Sigo mi camino y Lucien está solo en el compartimiento, lo cual me extraña cuando empiezo a buscar a Sage por toda la habitación.
—Sigue en rehabilitación— me dice únicamente, terminando de acomodar mi nueva cama.
—No dije nada.
Niega —No, pero sé que aún te importa, muy en el fondo, ¿Cómo te fue con la presidenta?
Me dejó caer sobre las cobijas que no están cómodas, colocando mi almohada sobre mi cabeza, la cual si está cómoda. Todo es cómodo cuando pasas casi dos meses en una cama de hospital.
—Me pidió que hiciera algo que no quiero— respondo.
—Propos, así les dice Plutarch.
Suspiró, cerrando mis ojos un momento —No puedo hacer eso, no puedo seguir actuando para las cámaras, estoy cansada de eso.
Lucien me mira un segundo, luego se coloca de rodillas y toma mi mano para que lo mire —Voy a respetar cualquier decisión que tomes, ¿De acuerdo, hermana? Pero, quiero que sepas que si decides no hacerlo, no va a ser sencillo, estar aquí tiene su precio y sus reglas, no es el distrito uno.
—Lo sé.
—Lo supuse— me sonríe un poco —Duerme un rato, te llamaré para la hora de la comida y así podemos ir a que conozcas un poco más.
Le tomó la palabra a Lucien y me acomodo un poco mejor sobre la almohada, quedándome dormida de inmediato. La oscuridad atrae pesadillas que me hacen saltar al segundo de haberme quedado dormida o eso creo, miro a mi alrededor asustada en busca de los mutos que me acorralaban en la noche para comerme, pero solo lo veo a él, Peeta entra por la puerta asustado y me confundo.
—¿Peeta?— le llamo.
Este me mira preocupado —¿Estás bien?
Asiento —Solo fue una pesadilla.
Se acerca un poco más, sentándose junto a mi, así que le tomo la mano y él se recuesta a mi lado, con nuestras manos entrelazadas.
—Te extrañe mucho— le digo —Creí que te habías ido, chico enamorado.
Siento como deja un beso sobre mi cabeza y se siente tan real que suelto un suspiro de alivio.
—Siempre estaré aquí— me dice.
Entonces me viene una punzada en el pecho que me hace saltar otra vez y mirar a mi alrededor, dándome cuenta que solo estoy sola, completamente sola.
Al parecer mi posición había quedado en claro, pero mi estabilidad no. Estar en el distrito trece va a matarme y no es que esté quejándome de la mala comida gratis o del baño por la mañana de agua caliente, si no de lo encerrado que está todo el lugar, no hay aire fresco, ni árboles, ni nada de naturaleza para mirar, lo cual ya me tiene algo perturbada.
Para la hora del desayuno, estoy mirando el intento de avena frente a mis ojos junto al vaso de agua, no estoy segura del tiempo que ha pasado desde que llegué, tengo mis manos unidas a mi mentón, como si estuviera rezando o algo así.
—Vamos, come— me anima Lucien junto a mi, ya ha terminado su comida desde hace rato y estoy segura de que tiene labores que hacer como yo, pero no se va.
Miro el tatuaje no permanente en mi brazo, todos los residentes del distrito trece lo tienen y es un horario que te indica cada día, el mío solo marca el desayuno, revisar las provisiones médicas del almacén o algo así, blah, blah. No tengo tiempo para leerlas porque entonces siento el aroma a fresa que inunda mi nariz y la recuerdo a ella; Kenna, me giro de inmediato al creer que se podría tratar de ella, pero no, no hay nada a mis espaldas, así que me llevo una buena decepción.
—¿Amanda?— escucho una vez mas, pero está vez es katniss quién me llama, ella está entrando al comedor y en cuanto me mira se sorprende.
Me levanto de mi lugar y sin dudarlo corro hasta ella, abrazándola con fuerza que recibe con mucho gusto, su familia la espera en aquel momento.
—¿Estás bien?— le inquiero, revisando como si tuviera heridas.
Katniss asiente, se ve más pálida que antes y un poco más destrozada que yo, pero a pesar de eso me sonríe.
—Estoy bien, ¿Tu como estas?— me dice.
Asiento —Estoy viva y ya es algo, me dijeron que te dieron de alta pero no pude verte ayer.
—He estado algo ocupada— admite, mirando al chico a su lado —Él es Gale, estaba en el distrito doce conmigo.
Le saludo con un ademán —Hola.
—Gale, ella es Amanda— presenta katniss.
El chico es más alto que ambas y tiene el mismo cabello oscuro que katniss, los ojos marrones y una expresión de pocos amigos.
—Sí, la recuerdo, del distrito uno, ¿Verdad?— inquiere y asiento.
—Oye, deberíamos sentarnos juntos para desayunar— propongo, tomando ambos brazos de katniss —Tu familia también, Lucien está en una mesa.
—Yo paso— dice el chico, adelantando el paso y con un tono medio molesto.
Miro a katniss sin entender y ella niega con la cabeza.
—Lo lamento, no es muy fan de ustedes.
Alzó ambas cejas —¿Con “ustedes” te refieres a los profesionales?
Katniss toma mi brazo, entrelazando con el suyo para empezar a caminar hasta la mesa.
—Sí, exactamente.
Suspiró —Bueno, no tengo muchos amigos de todos modos, la gente aquí también parece odiarme por algo que no hice— niego —Pero no importa, es bueno verte otra vez.
—A mi también me alegra verte— me dice con una sonrisa.
Ambas nos sentamos para comer, sin embargo, Lucien ha desaparecido de la mesa, así que supongo que fue a hacer sus deberes del día de hoy, por lo que me quedo con Katniss a comer.
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