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chapter twenty-four. the quarter quell

𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄
⌇ ☾ ❪ chapter twenty-four ❫  ೋ
۫ ₊˚ the quarter quell  ˚₊ ۫ ۫

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Estoy embarazada. No, no lo estoy y si no lo estoy entonces alguien que me explique lo que acaba de pasar. ¿Como? Y ¿Por qué?

El público explota en cuanto procesan la noticia. Sin embargo, Sage me mira solamente a mi y yo a él, con los ojos bien abiertos.

Su expresión se muestra molesta y asombrada, como si estuviese apunto de vomitar una gran pastilla con todo y agua.

—Puedo explicarlo— dije únicamente en tono de pregunta.

¿Puedo? No, no puedo, porque ni siquiera puedo explicarme eso a mí. La cámara enfoca mi cara, así que cambio mi expresión de asombro a una pequeña sonrisa para fingir que estoy feliz de lo que peeta ha hecho cuando en mis adentros quiero matarlo antes de entrar a la arena.

Caesar hace un gran esfuerzo en calmar a la multitud, pero no puede, están gritando, pidiendo que detengan los juegos y exclamando cosas como «¡Es un bebé! ¡No pueden mandarlos ahí con un bebé!»

Me desoriento un poco, el sonido del himno inunda mis oídos cuando peeta sube las escaleras hacia mi, no hacia Katniss, que está plantada en su lugar mirando de mi a peeta y de peeta a mi.

El rubio se acerca a mi, me abraza de inmediato y yo acepto sin chistar.

—No puedo creer que hicieras eso— susurro, pero solo puedo ver qué sonríe.

Sage le da una mirada de pocos amigos pero no dice nada, se limita a mantenerse tranquilo en su lugar. Caesar habla pero no logramos escuchar nada y mucho menos por la distancia, así que busco nuestro siguiente movimiento, hasta que peeta toma de mi mano, Sage también y el a Enobaria, creando así una cadena.

Entonces se crea a lo que llamaré «acto de desafío» pues todos los vencedores se toman la mano uno a uno, algunos sin dudar y otros accediendo ante la presión. Es como una unión ante el desacuerdo de los Juegos del Vasallaje, pues subimos nuestras manos unidas justo antes de que la pantalla se apague por completo y las luces también.

Peeta se aferra a mi mano, así que ambos caminamos a oscuras hasta el ascensor, donde llegamos antes que todos.

—Bien, ahora tienes que explicarme tu plan— le digo —Porque te juro que ni yo sé lo que hacemos.

—Es solo un truco para que detengan el Vasallaje, no hay nada de que preocuparse— asegura.

—Si, es que tú no viste la cara que puso Sage, va a matarte.

Su rostro palidece —Eso si no lo pensé, creí que no se lo creería.

—Lo dijiste con tu tono de voz de verdades, así que se lo creyó— suspiró —Deberiamos buscar a haymitch para que lo detenga.

—Supongo que no tenemos mucho tiempo, así que, dime: ¿tengo que disculparme por algo?

Niego —Por nada.

Sin embargo, el ascensor se abre y Sage aparece solo junto a Katniss. Mi hermano mayor va directamente a peeta y le toma del cuello de la camisa, haciéndolo chocar contra la pared.

—¡Sage, detente!— le tomo del brazo, pero es demasiado robusto para hacer algo.

—¡Ya verás, te mataré ahora mismo, no me importa si me cortan la cabeza después, te mataré, Mellark!— grita, haciendo que peeta se vea más pequeño junto a él.

—¡Sage, déjalo en paz!— exclamo Katniss junto a mi, tratando de ayudarme.

El ascensor se volvió a abrir y Haymitch por fin apareció, el cual no dudo en correr hasta Sage para hacerlo entender.

—¡Oye, oye! ¡Deja al pobre muchacho, lo estás ahogando, deja que nos explique la situación!

Sage lo mira —¿No eres parte de esto?

—¡Por supuesto que no!

Entonces mi hermano dirige su mirada a mi —¿Y tú? ¿Estás embarazada o no?

Frunzo el ceño —¡No! ¿Parece que lo estoy?

Titubea un momento, mirándome de arriba a abajo y luego asiente.

—Si, un poco.

—Pues no lo estoy, suelta a peeta ya.

Él obedece, dejando caer a peeta al suelo así que me agachó para ayudarle a ponerse de pie mientras tose y se toma del cuello.

—¿Y bien?— inquiere el hacia peeta.

—Si, fue solo un plan.

Mi hermano asiente, sin dejar de mirarme la barriga. Retrocede sus pasos y le da la palabra a Haymitch.

—Ahí fuera es la locura— nos dice Haymitch —Han enviado a todos a casa y han cancelado el resumen de las entrevistas en televisión.

Katniss escucha el bullicio y yo también, por lo que cuando ella corre las cortinas, los tres tenemos una vista mejor de la multitud fuera del edificio, que grita un montón de cosas que no logro entender desde acá arriba.

—¿Qué están diciendo? —pregunta Peeta—. ¿Le están pidiendo al presidente que detenga los juegos.

—Creo que ni ellos mismos saben qué pedir— responde el adulto —La situación no tiene precedentes. La simple idea de oponerse a los planes del Capitolio es fuente de confusión para la gente de aquí, pero Snow no va a cancelar los juegos de ninguna manera. Lo saben, ¿verdad?

Los tres asentimos.

—¿Los otros se han ido a casa? —pregunta Katniss.

—Se lo han ordenado. No sé cómo les irá con toda esa muchedumbre en la calle.

—Entonces, no volveremos a ver a Effie— comenta Peeta —Dale las gracias de nuestra parte.

—Hazla sentir bien por nosotros, se merece todo por ayudarnos— añado, dándole una leve sonrisa entristecida.

Katniss asiente, apartando la mirada de la ventana —Dile lo mucho que la apreciamos, que ha sido la mejor acompañante del mundo y que... que la queremos mucho.

Guardo silencio junto a ellos, yo intento asimilar la idea de que mañana estaremos en la arena y no en casa. Me carcomen aún más los nervios por lo que pasará a continuación, mucho más que el año pasado, lo cual me parece extraño.

—Supongo que nosotros también tenemos que despedirnos— menciona Sage.

—¿Un último consejo?— pregunta Peeta.

—Sigan vivos—responde Haymitch, con voz ronca —Y vayan a la cama, necesitan descansar.

Me inundan las enormes ganas de echarme a llorar, pero en cambio de eso lo dejo para la cama. Así que me limito a abrazar a Katniss, Haymitch y mi hermano con fuerza, porque mañana no los veré hasta la arena.

—Recuerda el plan— le susurro en el abrazo —Peeta vive y yo muero.

Siento como asiente con la cabeza en mi hombro —Solo recuerda nuestro enemigo, Amanda.

Estamos todos yendonos a nuestras respectivas habitaciones cuando haymitch habla de nuevo, especificamente a Katniss, Peeta y a mi.

—Oigan, cuando estén en la arena...— deja la frase en el aire, haciéndome fruncir el ceño.

—¿Qué?— pregunta Katniss a la defensiva.

—Recuerden quién es el verdadero enemigo— nos dice —. Eso es todo, váyanse ya, salgan de aquí.

Sonrió un poco confundida, pero termino accediendo a su petición. No tengo que pedirle nada a peeta, el mismo me sigue con nuestras manos unidas, siendo está noche el y yo.

—¿Que hariamos si cancelaran los juegos?— me pregunto en voz alta.

—Tener un bebé— bromea, pero no me rió con el.

—No es gracioso, Sage casi te mata está noche y estoy segura de que Lucien ya tiene un ataúd con tu nombre.

Aquello lo hace callar —Si, bueno, es que quería salvarnos a todos de alguna manera.

Alzó ambas cejas, recargando mi brazo sobre la cama para mirarlo, ya que estoy recostada sobre su pecho.

—¿Embarazandome?

—Tu me diste la idea.

Frunzo el ceño ofendida —¿Yo? ¿Cuándo, cómo y dónde?

Empieza a acariciar mi cabello, haciéndome más difícil la tarea de odiarlo.

—En nuestra fiesta de compromiso, cuando te pregunté que podrías hacer para convencer al presidente Snow y tú dijiste «tener un bebé»— cuenta.

—Lo decía en broma, lo deje muy en claro.

Asiente —Si, pero no estás embarazada y ya no importa porque de todos modos nos enviaran a la arena mañana.

Tiene razón, lo reconozco así que no me enojo con el porque no puedo y porque solo intentaba salvarnos a todos, como el dijo, fue un acto heroico y nadie se lo esperaba.

—Esta bien, ya te odio menos— bromeo, haciéndolo reír.

—Quiero que sepas que te quiero muchísimo— menciona de pronto, tomándome de la mejilla —Por si no sobrevivimos mañana o si nos separamos y no volvemos a vernos, quiero que lo sepas si algo me pasa.

Mi ceño se aligera, sintiendo temor y culpa por el hecho de que la que morirá seré yo.

—Tambien quiero que sepas que te quiero— le digo —Mas de lo que crees, jamás podría querer a alguien como a ti, Peeta.

Sonríe —Supongo que somos el golpe de suerte del otro.

—Si, pero yo soy más el tuyo— asiento, escuchando su risa, jamás me cansaré de escucharla.

Nos pasamos toda la noche recostados, abrazados e intentando dormir. Yo duermo un poco más que el, ya que se la pasa despertando asustado y eso me hace recordar a la cueva, cuando el frío inundaba nuestros cuerpos y la esperanza seguía ahí.

Ahora todo se ha desvanecido.

Kenna y el resto de los estilistas llegan al alba, por lo que aceptamos el hecho de que nuestro descanso se acabó. Peeta se levanta, por lo que me quedo admirando unos momentos cuando se levanta de la cama somnoliento y me sonríe, dejando un cálido beso sobre mis labios.

—Te veré pronto —me dice.

Asiento, respondiendo: —Te veré pronto.

Entonces se va de la habitación y deja a kenna conmigo. La adulta me ayuda a ponerme algo normal y luego ambas subimos al aerodeslizador.

—No recuerdo si me despedí de Sage— menciono, empezando a temblar en nerviosismo.

—Lo hiciste, me lo dijo cuando fui a verlo está mañana— me responde kenna, cuando el aerodeslizador empieza a subir.

—¿Lo viste? ¿Cómo se veía? ¿Mal, bien, más o menos?

—Se veía más calmado que ayer, según me comento— dice —Me dijo que todo fue por peeta.

Asiento —Si, se volvió loco con la cosa del embarazo— frunzo mi ceño de pronto —Espera, ¿Significa que debo fingir estar embarazada?

Kenna se encoge de hombros, bebiendo de su café.

—¿Y como es? ¿Debo vomitar o desmayarme de vez en cuando para crear tensión?

Aquello la hace reír, pero no entiendo por qué. En el distrito uno no tenía muchas amigas o vecinas embarazadas, de hecho, jamás tuve una, por lo que me parece extraño.

—No vomites ni te desmayes, intenta tomarle el estómago un par de veces para recordarle a la audiencia— me susurra kenna —Y finge fatiga, es un síntoma principal.

—Ah, entonces eso será muy fácil corriendo por mi vida cada cinco segundos— respondo irónica —Gracias.

Me sonríe, pero no hago mas preguntas, me mantengo sería y con unos nervios horribles, siento náuseas ahora sí y más al sentir el aerodeslizador aterrizar.

Kenna me toma de la mano con fuerza, así que me aferró a ella cuando llegamos a la habitación donde terminaré de alistarme y luego subiré a la próxima área de los setenta y cinco Juegos del Hambre. Ella me peina y alista, yo solo me quedo quieta y callada para dejarla, tengo un mal presentimiento de todo desde la cosecha, así que para no caer en una crisis no digo mucho.

En cambio, analizo lo que hace conmigo: me trenza el cabello en dos coletas como el año pasado y me ayuda a ponerme el traje. El traje de los tributos de este año es un mono azul ajustado, fabricado en un material muy fino y con una cremallera delante; un cinturón acolchado de unos quince centímetros de ancho cubierto de reluciente plástico morado; y un par de zapatos con suelas de goma.

—¿Cómo se siente?— me pregunta, analizando la tela.

—Como un traje de tributo.

—La textura es asombrosa y rara.

—¿Rara? ¿No sirve para protección?— me preguntó.

Ella niega —No para el frío ni para el agua, vas muy desnuda por debajo de esto.

Aguardo unos momentos en lo que ella analiza mi traje —¿Sol?

Asiente —Posiblemente, una playa quizá o desierto— me toma de los hombros —Sea lo que sea vas a estar bien.

«un minuto para el lanzamiento»

La miro nerviosa, así que me lanzó a los brazos de Kenna para abrazarla con fuerza, como la última vez.

Su aroma a fresa inunda mis fosas nasales y hacen que me sienta mucho mejor en sus brazos. Finalmente me separó de ella, está es mi despedida formal, espero que Kenna encuentre tributos menos desesperantes que yo.

Ella levanta su mano libre y escucho como me dice: —Buena suerte.

Le sonrio —Gracias.

Cuando me encuentro frente a ella, me despido de un ademán, el cual ella corresponde con una sonrisa y su otra mano sobre su pecho.

Justo en ese momento. Cuando la puerta se abre, se abre de golpe y un disparo me hace saltar en mi lugar asustada. La sangre mancha el vidrio en el que golpeo mis manos cuando la veo caer.

—¡No!

Mi expresión de horror no se compara con lo que siento, la sangre baja del cuerpo de Kenna, mientras ella  cae de rodillas al mismo tiempo que yo.

Golpeo una y otra vez el plástico del tubo, gritando desesperada: —¡No, Kenna, no!

Los guardias de la paz entran, mientras la mujer se desangra en el suelo y yo sollozo, intento mirarla a los ojos pero es imposible porque ella ya los ha cerrado. . .

—¡Ayudenla, ayudenla, por favor! ¡por favor! ¡Ayudenla, haré lo que sea pero ayudenla!— ruego, con el corazón hecho pedazos.

El tubo comienza a subir y todo pasa tan rápido, veo su cuerpo ser tomado por ambos guardias, aún hay sangre en el suelo y en el tubo que me transporta. Apenas logro hablar.

—No... por favor— entonces cierro los ojos, recargo la frente en el plástico y espero despertar en la oscuridad.

Pero nada. Esto es real.

La oscuridad me inunda unos momentos, pero yo no abro los ojos, mantengo mi cabeza sobre el vidrio mientras sollozo.

El aire me falta, no puedo respirar ni dejar de sollozar, tomo de mi cuello como si aquello fuese a ayudarme respirar mientras dejo las lágrimas salir a mis mejillas.

No puede ser verdad.

Todo parece una de esas pesadillas.

¿Cómo se lo diré a Sage?

El sol culmina mis ojos al terminar de subir, yo sigo de rodillas y cuando miro a mi alrededor me pongo de pie con lentitud.

—Peeta...— susurro, en busca del chico, porque de pronto siento un pánico terrible.

—Bienvenidos a los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre...— escucho la voz de Claudius Templesmith, mientras sigo jadeando —Y que la suerte esté de su lado.

El reloj comienza a retroceder, tengo tributos a mi alrededor, agua y una jungla gigantesca. En cambio, mis labios tiemblan, así como mis manos, puedo sentir dolor mental recorrer todo mi cuerpo conforme el reloj retrocede, quiero dejarme caer de rodillas en mi placa y echarme a llorar hasta que alguien se apiade de mi y me mate.

Pero no pasará.

Me armo de valor como puedo, limpio mis lágrimas y acomodo mi cabello. Aunque no lo entiendo, ¿Por qué Kenna? ¿Por qué ahora?

Cuando suena el gong, me lanzo al agua sin pensarlo, nadando lo más rápido que puedo hasta la cadena que parecía hecha de roca. Me levanto tan rápido como puedo y empiezo a correr con todas mis fuerzas, llegando antes que nadie hasta la cornucopia llena de armas y suministros.

Me tomo un arco y lo dejo entre mi cuerpo, yendo por los cuchillos para empezar a lanzarlos hacia los tributos que se acercan demasiado. Uno que otro recibe puñaladas en las piernas, hombros o estómago, así que finalmente tomo un carcaj con flechas y me vuelvo cuando escucho un ruido. Katniss está junto a Finnick detrás de mi, la chica levanta las manos y el chico su tridente, en forma de amenaza.

—¿Que haces con el?— cuestionó.

Finnick sonrie, me muestra su muñeca y hago memoria del arreglo que Effie preparo para haymitch.

—Que alivio que seamos aliados, ¿Verdad?— dice él y bajo el arco.

—Crei que no teníamos aliados.

Katniss asiente irónica, tomando más flechas —Supongo que Haymitch creyó innecesaria nuestra opinión.

—¿Dónde está peeta?— inquiero.

—No se, lo lamento pero lo encontraremos— me asegura la chica, tomándome del hombro un segundo.

Sin embargo, le tomo del brazo antes de que siga a Finnick —Katniss, espera, yo...— cierro los ojos, dejando más llanto salir —Snow mato a kenna, frente a mi, acaba de pasar.

Aquello le sorprende bastante, así que se detiene y me mira.

—Cinna también, ¿Por qué crees que lo haya hecho?

Encogíis hombros —Alterarnos o algo así, no lo se.

—No confíen en el dos ni en algún otro— nos dice Finnick, caminando de un lado a otro con armas.

—¿Un lado para cada uno?— propone Katniss; él asiente, y ella rodea la pila a toda velocidad.

Me quedo en mi lugar, yendo hacia el uno de los lados sobrantes de la arena para vigilar o buscar a peeta o a Sage. Cubro el sol con mi mano, mirando dos pequeñas manchas que se convierten en Gloss y Enobaria, que están llegando muy apenas a tierra, así que me alarmó porque eso significa que llegarán en cualquier momento y atacarán a matar sin pensar.

—¿Crees que puedas lanzar un par de cuchillos?— me pregunta Katniss, entregándome una variedad de cuchillos con diferentes puntas y hojas.

Las observo, tomándolas entre mis manos, pero no disparo por alguna razón, simplemente ellos se alejan porque saben que ninguna dudaría en disparar y ojalá fuese así.

—¿Algo útil?— grita Finnick.

Katniss y yo nos adentramos a la cornucopia, examinando con rapidez este lado, que está lleno de mazas, espadas, arcos y flechas, tridentes, cuchillos, lanzas, hachas, objetos metálicos cuyo nombre no conozco.

—¡Armas!— respondo —. ¡Sólo armas!

—Aquí igual—me confirma, mientras mi compañera busca algún rastro de un kit de emergencia —. ¡Tomen lo que quieran y vámonos!

Asiento y vuelvo al otro lado, donde Enobaria está aprovechando nuestra distracción para correr hacia nosotros, sin embargo, antes de que pueda acercarse ya estoy disparando una flecha hacia ella y antes de que si quiera la toque, Enobaria de tira al agua. Katniss mira mi acción mucho antes de dispararles a Enobaria, por lo que ella le lanza la otra flecha a gloss desde su distancia, acertandole en la pantorrilla.

—Recuerdame que tú tienes más puntería la próxima que tengamos que pelear— le digo a Katniss.

Ríe —Claro, te haré recordarlo, pero ya vámonos que se siente raro estar aquí tan tranquila.

Sonrió un poco, caminando junto a ella mientras me cargó de cuchillos, soy mejor usándolos que el arco, así que me serán muy útiles.

—¿Te importaría solucionar eso?— le pide Finnick a Katniss.

Me coloco junto al chico, mirando a lo que se refiere: Brutus viene corriendo muy decidido hasta nosotros. Lleva el cinturón extendido en sus manos en forma de escudo.

Katniss le dispara y el bloquea su flecha con el cinturón, pero la flecha pincha el cinturón y de estensale un líquido morado que me confunde.

—¿Que es eso?— me pregunto y Katniss niega.

Brutus se tira al agua antes de que podamos ver la reacción del líquido morado. Entonces escucho algo metálico detrás de nosotras, haciéndome girar alarmada pero solo es Finnick.

—Vámonos— le digo a Finnick y el asiente.

Decido que es mejor que Enobaria y gloss lleguen a la cornucopia ellos mismos, de todos modos no podemos quedarnos a cuidarla todos los días que duren los juegos y además, necesito buscar a peeta y a mi hermano, y presiento que Finnick también está ansioso por buscar a alguien.

Katniss, Finnick y yo salimos de la cornucopia, caminando por una de las delgadas ramas que la conectan a la arena.

—¡Ahí está!— señala Katniss.

Miro a dónde ella y me percató que peeta sigue en su tabla metalica, tratando de ver algo bajo el sol reluciente. Empiezo a dejar todas mis armas sobre el suelo, dejándolas junto a Katniss, pero Finnick me detiene con su mano antes de que pueda echarme a nadar.

—Yo iré a por él— me dice.

Niego, porque no confío en el y menos dejándole la vida de peeta en sus manos.

—No, puedo hacerlo, solo cubranme.

—En tu estado, es mejor que no te canses— insiste, dándome una palmada en la barriga.

Mi ceño se frunce, miro la cara de Katniss apunto de echarse a reír y entonces lo recuerdo: se supone que estoy embarazada.

—Cubranme— nos pide, y desaparece con una zambullida perfecta.

Él se aleja y Katniss suelta una risilla, ruedo los ojos y me giro para el otro lado.

—Sin comentarios— le digo y escucho que se ríe un poco más, aunque de forma silenciosa.

Empiezo a tomar mis armas otra vez, cubriendo luego mi rostro del sol para ver el trayecto de Finnick mientras Katniss vigila a nuestro alrededor. Casi todos los tributos siguen en sus placas, quizá porque no sepan nadar o porque no quieran seguir en los Juegos.

Miro a Katniss de pronto —¿Dónde aprendiste a nadar? Creí que en el distrito doce no había muchos lugares para nadar.

Ella titubea, tratando de pensar en una respuesta que no la exponga demasiado en sus salidas de la valla.

—De pequeña yo tenía una bañera muy grande— responde únicamente —¿Y tú? ¿En el distrito uno tienen bañeras así?

Sonrió y niego —No, mi padre me enseñó la primera vez que me metió a un pozo a los diez.

La expresión le cambia pero yo mantengo mi sonrisa «mis traumas serán así que también mis chistes»

Me vuelvo junto a la chica cuando escuchamos un chapoteo que viene del otro lado, donde están Finnick y peeta, y nos damos cuenta que mags esta nadando hasta nosotras.

Ambos chicos llegan en pocos segundos, así que le ayudo a peeta a subir, tomándole de la mano y luego dándole un buen abrazo que me hace sentir bien.

—Hola de nuevo— me dice, y me da un beso cuando nos estamos separando—. Tenemos aliados.

Asiento —Sí, como Haymitch quería.

—Recuérdamelo, ¿hemos hecho tratos con alguien más?

—Creo que sólo con Mags —respondo.

—Bueno, no puedo dejar a Mags —dice Finnick —. Es una de las pocas
personas a las que les gusto de verdad.

—Yo no tengo ningún problema con Mags— le asegura Katniss, así que asiento de acuerdo —. Sobre todo después de ver la arena. Puede que sus anzuelos sean nuestra mejor oportunidad de conseguir comida.

—Katniss quiso aliarse con ella el primer día— menciono.

—Katniss tiene muy buen criterio— responde Finnick. Con una mano saca a Mags del agua como si no pesara nada.

Mags habla dejando palabras al azar como «agua» y «flotar», me imagino que se refiere a los cinturones, que te hacen flotar en el agua.

—Mira, tiene razón, alguien más lo ha averiguado —añade Finnick, señalando a Beetee, quién va dando bandazos por el agua, pero el cinturón el ayuda a no ahogarse.

—¿El qué? —pregunta Katniss.

—Los cinturones— le señaló —Creo que son dispositivos de flotación, no te ahogas por completo pero tienes que impulsarte de todos modos.

Finnick y mags empiezan a caminar junto a peeta, sin embargo, me detengo en seco y apunto de decir que esperemos a Beetee y a Wiress, pero ninguno está tan cerca del otro así que decido seguirles el paso hasta la jungla.

En el camino le entrego a peeta uno de mis cuchillos gigantes, lo que le hace sonreír un poco.

—Como el año pasado, ¿Uh?— señala.

Asiento —Si, pero este tienes que usarlo está vez.

—Lo intentaré, aunque prefiero que me protejas a mi.

Sonrió —Te voy a proteger, te lo aseguro.

Esta acercándose para tomar mi mejilla y dejar un cálido beso sobre mis labios cuando Finnick se atraviesa por en medio, siendo seguido por katniss y luego por mags, rompiendo así nuestro dulce momento.

Le doy una leve sonrisa al chico, así que no le queda de otra más que liderar nuestro camino por la jungla. Estoy segura de que es una clase muy rara de jungla, pues en clases enseñan la supervivencia en todo tipo de casos: desierto, bosque, jungla y ya.

Tratamos de avanzar lo más que podemos, sin embargo, la falta de agua y aquel inicio de juegos tan brusco nos ha dejado exhaustos a todos, incluyéndome. Aunque no nos detenemos a pesar de ello, recorremos kilómetro y medio más cuando estamos lo suficiente cansados para pedir un descanso.

El follaje nos oculta la rueda y para ver mejor, Katniss sube por un árbol con ramas como de goma, mientras yo me detengo mirando fijamente cada movimiento de Finnick con los ojos entrecerrados. No confío en el, ni de cerca, así que sostengo con fuerza el arco como si fuese a atacarnos y cuento cada cuchillo en mi posesión en caso de tener que sacarlos para proteger a peeta.

«deberíamos acabar eso» pienso «de una buena vez, de todos modos terminará así» y lo hará, supongo que los profesionales de otros distritos me han hecho desconfiada.

Mis músculos se tensan, debería lanzarle una flecha ahora que puedo o quizá un cuchillo, en silencio pero en un lugar que lo deje muerto porque es muy peligroso para dejarlo escapar y además ¿Que haré con mags?

No quiero conocer a Finnick y que me agrade para que termine muriendo igual que otros tributos, no quiero saber nada de él, solo quiero terminar con esto.

Él ríe y yo alzó una ceja al escuchar el sonido de los cañones que anuncian todas las muertes en el baño de sangre de la cornucopia.

—¿Crees que es divertido?— le cuestionó.

El chico no borra su sonrisa —Bueno, supongo que ya no nos tomamos de las manos, ¿Verdad? ¿Que, quieres enfrentarte a todos esos profesionales tu sola, princesa? ¿Que te diría Sage?

Ruedo los ojos —Sage no está aquí.

Katniss baja y entonces entiendo que Finnick me ha leído la mente, sabe que la tengo de mi lado y que si atacó tendrá que pelear con ambas y ¿Cómo lo hará? Si una es profesional y la otra ha entrenado con su arco toda la vida.

Sostiene delicadamente uno de sus tridentes de manera amenazadora, esperando cualquier movimiento de ataque, y mirando de katniss a mi una y otra vez.

—¿Qué está pasando ahí abajo, Katniss? ¿Van todos de la mano? ¿Han abjurado de la violencia? ¿Han lanzado sus armas al mar para desafiar al Capitolio?— le pregunta.

—No.

—No— repite él, como si quisiera darme una lección —. Porque lo que pasara en el pasado, se queda en el pasado, y en esta arena no hay nadie que ganase por accidente. —Mira a Peeta durante un momento—. Salvo Peeta, quizá.

Aquello me hace mirarlo y entender su lección «eres como ellos, eres una asesina profesional del distrito uno, eres privilegiada, niña» casi puedo leerlo de su cabeza. Y tiene razón, dispare a matar en cuanto llegue a la cornucopia y no dudaré en hacerlo con el, porque Snow me convirtió en su arma al matar a kenna, me hizo enojar y le he dado un buen show en los juegos, haciéndome ver como una asesina del distrito, una fiel orgullosa de sus raíces y odio que me dé esa imagen.

Pero aún así me mantengo quieta en mi lugar, observo y calculo su velocidad comparándola con dos a la vez, me pregunto a quien atacará primero y concluyó que es a mi. Si yo atacó primero no dudará en matarme con el tridente, mientras katniss procesa los eventos en intenta atacarlo, entonces los tres o quizá solo Finnick y yo estaríamos muertos. Mientras tanto, el mira mis manos, el cinturón con cuchillos y temo que piensa si debería arrancarme uno para clavarlo en mi garganta al esquivar o bloquear mi ataque.

Estoy tomando mi cuchillo, el más largo y filoso, lista para atacar cuando peeta camina hasta quedar en medio de ambos.

—Bueno, ¿cuántos han muerto, Katniss?

La chica lo mira —Es difícil decirlo, al menos seis, creo. Y siguen luchando.

«quítate de mi camino» exclamo en mis adentros para peeta, sin quitar la mirada de Finnick y el de la mía.

Aprovecho que Peeta hace ruido para sacar el cuchillo de mi cinturón y sostenerlo bien en mi mano. Peeta nota aquello y toma mi muñeca, acariciándola un poco.

—Sigamos adelante, necesitamos agua— dice.

Mis pensamientos se desvían en el agua, no hay nada, el agua salada no se puede beber así que tenemos que buscar una fuente de agua o morir y la segunda no es una opción por ahora.

—Será mejor que la encontremos pronto— interviene Finnick—. Necesitamos estar bajo cubierto cuando los demás intenten cazarnos esta noche.

Acepto, quizá en el camino pueda pensar en un mejor plan que no indique mi muerte prematura hacia mi odio a Finnick. Dejo ir mi oportunidad y empiezo a caminar junto a los demás, volviendo el cuchillo a mi cinturón.

Durante mi camino me detengo en ciertos puntos para hacer un hoyo con mi pie, pero no hay nada más que hojas y ramas, así que sigo el paso hasta donde sea que vayamos a parar hasta que el sol se oculte por completo.

Después de otro kilómetro y medio veo que ya no hay nada de árboles, me detengo en seco y examinó la colina un poco hasta que me doy cuenta que no hay nada al otro lado.

Me muevo un poco y el campo de fuerza se revela frente a mis ojos, recuerdo a Beetee y Wiress, intento gritar cuando escucho a Peeta romper las ramas pero escucho una clase de explosión y entonces todos salimos volando por el campo.

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